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jueves, 3 de septiembre de 2020

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 117

Capítulo 117. [Historia Alternativa] Capítulo 9. Ella Es Tu Destino




"Santo cielo. ¿Te enamoraste de ella sin siquiera saber quién era?" Wilter miró a Rothesay con lástima y este último esquivó su mirada.


"No tuve tiempo para preguntarle su nombre. Se fue de inmediato," -dijo Rothesay débilmente-.


"¿Cómo la conociste?"


"Hubo un pequeño... accidente en el camino. Ella estaba en el otro carruaje."


"Oh, esto es algo romántico." Wilter se quitó la toalla mojada que tenía en la frente y miró a Rothesay con interés. "¿No tienes alguna pista?"


"Ella tiene cabello rojo ardiente--"


"Deja de hablar así. ¿Acaso estás escribiendo una novela?"




"Cabello rojo, ojos dorados," -dijo Rothesay-.


"Lo simple es lo mejor," Wilter sonrió y luego ofreció una solución. "Escúchame, Ro. Tengo una buena idea."


"¿Cuál?"


"Pronto será el Día Nacional de la Fundación. ¿Cierto?"


"Sí."


"La mayoría de las mujeres jóvenes estará ahí. Como en cualquier fiesta social, es un buen lugar para ellas para encontrar esposo," -dijo Wilter con ojos brillantes-.


"Eso supongo," -respondió Rothesay confundido-.


"Así que, deberías ir esta vez."


"Pero no estoy seguro de que pueda encontrarme de nuevo con ella allí."


"Pero si estás encerrado en tu habitación todo el tiempo, ni siquiera tendrás oportunidad alguna de encontrarte con ella. Las posibilidades serían iguales a cero."




Wilter tenía razón. Rothesay asintió en señal de aprobación. "Ha pasado un tiempo desde que fui a una fiesta como esa."


"¿Estás fanfarroneando, mocoso?" -dijo Wilter con voz ronca-. "Si hubieras asistido más regularmente a fiestas, puede que la hubieras conocido antes."


"Quizás," -dijo Rothesay con voz apagada-. "Ella estará allí, ¿cierto?"


"Sí. A menos de que ella sea más recluida que tú," -se burló Wilter-. "Algo más preocupante: ¿qué tal si ella ya está comprometida con alguien? O quizás sea una mujer casada."


"Hmm..." -tarareó Rothesay-. Wilter hizo esa pregunta sin darle mucha importancia, pero Rothesay estaba verdaderamente preocupado por eso.


Wilter fue sorprendido por la seriedad inesperada de su amigo. "¿Por qué das eso por hecho ahora? No conoces nada acerca de ella."


"Tienes razón," -dijo Rothesay-, y luego habló con voz clara. "Voy a comenzar por el Día Nacional de la Fundación."


*


"¿Dónde está ella...?"


Rothesay no había asistido a una fiesta en un largo tiempo, por ende, todo le parecía extraño y desconocido, incluso aunque había asistido a unas cuantas antes. Ahora que el poder Imperial había cambiado de manos, puede que el estilo de las fiestas también haya cambiado. A la última que había asistido fue a la de la coronación de Lucio.


Wilter golpeó a su amigo en el costado. "¡Deja de mirar a todas partes! Pareces bizco."


"Cállate," -dijo Rothesay sin rodeos-.


"¿Cómo vas a encontrarla entre esta multitud? ¡Es más fácil encontrar un oasis en el desierto!"


¡O encontrar una aguja en la playa!


Rothesay dejó a su amigo con su constante mar de quejas y se movió hacía el otro lado de la fiesta solo. Pensó que podría encontrarla, no, él se aseguraría que la encontrara. Ella tenía una apariencia que destacaba.


Especialmente su cabello. Rothesay recordaba con claridad su cabello rojo. Era algo que podía ser visto desde lejos. Así que, solo tenía que buscar un poco más. Solo un poco más...


"¡Ah!"


Alguien cayó al piso con un grito. Al mismo tiempo, Rothesay sintió que algo impactaba con su cuerpo y tropezó hacía atrás. Sorprendido, miró hacía la persona con la que había chocado.


'¿Huh...?'


Alguien que lucía familiar, no, alguien que Rothesay realmente quería ver estaba en el suelo.  Ella probablemente había estado sosteniendo un cóctel, ya que algunas partes de su vestido se veían mojadas y oscurecidas, pero por fortuna su copa no se había roto.


"Urgh..." -murmuró ella irritada mientras miraba el desastre-.


Si el destino existía, entonces esto era obra de él.


"¿Está bien, mi señora?" -dijo Rothesay con voz temblorosa-.


La mujer lo escuchó y naturalmente levantó la cabeza, y Rothesay sintió que su corazón latía con suma fuerza.


"¡Oh!" -exclamó ella después de reconocerlo-. "¡El carruaje de ese entonces! ¿Cierto?"


Ella me recordaba.


Rothesay sonrió, pero no dijo lo que pensaba en voz alta.


"Tome mi mano, por favor, mi señora," -dijo Rothesay con voz amable-, y le ofreció su mano.


"Ah... Sí."


La mujer tomó su mano y se levantó. Quizás no pesaba mucho, pero Rothesay no sintió mucha fuerza venir de parte de su mano. '¿Por qué está tan delgada?' -se quejó Rothesay en su mente-.


"Me disculpo, mi señora. Debería haber sido más cuidadoso, pero en lugar de eso le causé un inconveniente," -dijo Rothesay suavemente-.


"Oh, no, buen señor. Yo también debí haber estado más atenta de mis alrededores. Ahora entonces..."


¡No! Rothesay gritó en su mente. Ella trataba de irse de nuevo. Si la dejaba ir ahora, él sería el idiota más grande del mundo. No podía dejarla ir esta vez. Al menos... al menos ella tenía que saber cuál era su nombre. Rothesay rápidamente le agarró el brazo.


"Espere, por favor."


¡Bien hecho, Ro! Mientras Rothesay admiraba su propio coraje, la mujer se quedó mirándolo con una expresión indescifrable. Rothesay le habló con una sonrisa gentil.


"Creo que esto estuvo destinado a pasar."


"..."


"¿No hay un dicho que dice que incluso el pasar al lado de alguien es considerado parte del destino?" Rothesay decidió presentarse a sí mismo con voz temblorosa. "Soy Rothesay Aile Le Braddington."


"Yo soy... Petronilla Laura Le Grochester."


Petronilla.


Incluso su nombre era hermoso. Pero Grochester, ¿dónde había escuchado ese apellido antes...? Rothesay le dio vueltas a ese nombre en su cabeza una y otra vez, y se sorprendió al darse cuenta de que ella era la hermana gemela de la reina. Era también la hija de un marqués.


Petronilla, quien había terminado de presentarse, comenzó a alejarse. Rothesay se sorprendió tanto que olvidó sus modales y la agarró de nuevo.


"Discúlpeme, mi señora."


"..."


La había agarrado, pero no tenía otra opción. ¿Qué hago? ¿Qué debería decir? Rothesay sacudió a su cerebro en busca de una excusa apropiada. Entonces, su vestido mojado llamó su atención.


"Su vestido está manchado..." -señaló-.


"..."


"Me sentiría culpable si la dejo irse así."


"No, no hay problema. Estoy bien..."


"Pero yo no," -insistió Rothesay-.


"Estoy bien," -repitió ella-.


"Eres bastante testaruda, señorita."


"Sí, supongo que ese es el caso."


"No soy una persona sospechosa..."


"Nunca he dicho que lo fueras, señor."


"Entonces, ¿por qué sigue evitándome? Estoy actuando de esta forma porque me siento verdaderamente arrepentido, mi señora."


"Está bien, señor. Entonces, ¿qué es exactamente lo que a usted le gustaría hacer por mí? Estoy bastante curiosa al respecto."


Las palabras de Petronilla hicieron que la sonrisa de Rothesay se volviera más brillante. ¡Lo hice! ¡Creé una conexión!


"Por ahora, permítame compensarle por su vestido," -dijo Rothesay-, tratando de esconder la emoción en su voz.


"... Es un color oscuro, así que, creo que será..." Petronilla se detuvo. "Sí, entonces envíelo al Marqués Grochester, por favor."


"Tengo una petición más."


"¿Y cuál es?"


Rothesay se arrodilló frente a Petronilla. El campo de visión de Rothesay bajó y miró a Petronilla hacía arriba por primera vez.


"¿Me permitiría un baile, mi señora?" -preguntó-.


"... ¿Disculpe?"


Rothesay supo inmediatamente que Petronilla estaba desconcertada. Sin embargo, sus sentimientos por ella eran más importantes que su vergüenza. Rothesay repitió su pregunta.


"Le pregunté si podría permitirme un baile, mi señora."


"Yo..." Petronilla dudó en responder, mientras Rothesay esperaba pacientemente por ella. Esperar era su especialidad. Lo importante era como ella respondería. Mientras la respuesta fuera "Sí", entonces él podría esperar cientos o incluso miles de años.


"Yo... no tengo interés en eso."


Así que, era una negativa. Pero Rothesay no se rindió. Si lo hacía, entonces todo, su primer amor, el choque, todo, habría acabado.


"¿Podría darme solo una oportunidad?" -rogó Rothesay-.


La Condesa Braddington ciertamente se sorprendería si lo viera hora, y se preguntaría si él de verdad era su hijo. Mientras tanto, Petronilla parecía sorprendida por su tenacidad.


"¿No puede darme una oportunidad?"


"¿Por qué está actuando así conmigo?"


"Yo..." La cara de Rothesay enrojeció ligeramente. "Creo que me he enamorado de usted, mi señora," -confesó-.


La situación no estaba yendo acorde a lo planeado. La cara de la mujer se tornó rígida ante sus palabras. Ante su reacción, Rothesay trató de pensar en cuantos errores había cometido durante su conversación, pero no hubo nada inusual a parte de su confesión. La ansiedad de Rothesay aumentó.


"¿Usted... está enamorado de mí?" -preguntó Petronilla-.


"Sí."


"¿De mí?"


"Sí."


"¿Por qué? ¿Lo ha olvidado, señor? Solo nos hemos visto dos veces, incluyendo hoy. Además de eso, nuestro primer encuentro solo duró un momento."


"El tiempo no importa cuando se trata de amor. Lo que importa es el destino y el corazón. ¿No lo cree?"


"Lamento informarle de que yo no creo en esa clase de cosas..."


"Pero yo me enamoré de usted a primera vista, mi señora," -declaró Rothesay-.


"¿Qué? ¿Cómo es posible...?"


"Parece que usted no cree en el amor a primera vista, mi señora."


"Me siento más inclinada a creer que es algo ridículo."


"He sido testigo de ello. Así fue como mis padres contrajeron matrimonio."


"Me disculpo sinceramente, pero no me gustan esas cosas," -dijo Petronilla con firmeza-. "Preferiría ir conociendo a alguien por un largo periodo de tiempo para poder aprender acerca de su corazón y mente..."


"Oh, querida," -murmuró Rothesay avergonzado-. Había un problema diferente. Rothesay se disculpó con ella, culpándose a sí mismo por su estupidez. "Fue desconsiderado de mi parte el no haber considerado lo que usted pensaba. Me disculpo."


"No, no tienes que ir tan lejos como para disculparte..."


"Si ese es el caso," Rothesay continuó con una dulce sonrisa, "¿Estaría dispuesta a ir conociéndome por 'un largo periodo de tiempo'?"


"Yo, ¿qué es todo esto tan de repen-?" -balbuceó Petronilla-.


"Me gustaría cortejarla formalmente, mi señora."


"..."


Todo esto pasó exactamente hace menos de una hora desde su encuentro, pero a Rothesay no le importó. Se había enamorado profundamente de ella. Incluso él estaba aterrorizado por la cantidad tan corta de tiempo en la que había pasado. Sin embargo, eso no le importaba. Su palpitante corazón claramente le estaba diciendo:


Ella es tu destino. Así que, aférrate a ella.


"Lo siento, señor, pero usted no me gusta de la misma forma."


Al final, todo lo que Rothesay había conseguido de regreso fue una negativa. Sin embargo, no se dejó a sí mismo el sentirse decepcionado. Era un hecho. Ella lo había visto por segunda vez hoy, y habían hablado por menos de una hora. Esa era suficiente razón para rendirse.


La voz de Rothesay se volvió suplicante. "Le pido que nos des una oportunidad para conocernos mejor el uno al otro."


"No entiendo por qué está siendo tan molestamente persistente, pero específicamente le dije que no estoy interesada en usted," -dijo Petronilla cortante-.


"... Es porque la amo," -dijo Rothesay sin aliento-.


"¿Disculpe?"


"Me enamoré de usted en el instante en el que mis ojos se posaron en usted."


"..."


"Y yo no tomo los asuntos del corazón a la ligera." La marca de Rothesay, una dulce sonrisa apareció en su cara. "Por lo tanto, mi señora, por favor..."


"..."


"¿Podría dejarme al menos tener un baile con usted?"


"..."


"Se lo ruego, mi señora."


"... Haah."


Petronilla suspiró, y Rothesay estaba asustado de que una negativa saliera de sus labios. Sin embargo, afortunadamente ella parecía simpatizar con él y le dio una respuesta inesperada.


"Muy bien. Pero solo por una canción."


Al escuchar esa respuesta, la cara de Rothesay mostró una gran sonrisa, como si le acabaran de decir que le regalaban el mundo entero.


"Muchas gracias, mi señora."

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 116

Capítulo 116. [Historia Alternativa] Capítulo 8. Pero Ella De Verdad Era Hermosa




[Historia Alternativa 2] La Rosa Violeta


"¿No te vas a casar?"


Estaba soleado cuando la Condesa Braddington le hizo esta pregunta a su hijo. Rothesay Aile Le Braddington movió su cabello marrón a un lado y respondió.


"No planeo casarme, Madre."


"¡Oh, Dios!" -exclamó la Condesa Braddington-, y colocó su taza de té en la mesa con indignación. "¿Por qué?" -preguntó la condesa sin poder comprender la actitud de su hijo-.


"Solo no me voy a casar."


"¡Eso es absurdo! ¿De verdad planeas acabar con nuestro árbol familiar?"




"Puedo adoptar o también podríamos colocar a alguien de algunas de las ramas de la familia como el nuevo líder."


"Dios," -dijo la Condesa Braddington con incredulidad-. "¿Por qué?"


"No tengo ninguna intención de contraer matrimonio."


"No, ¿por qué?"


¿Por qué? Esa fue la única cosa que salió de la boca de la Condesa Braddington. Ella no podía entender a su hijo en lo absoluto. Estaba declarando que envejecería y moriría habiendo estado soltero toda su vida.


¿Debería dejarlo llevar a una chica a su habitación? No puedes ser, ¿acaso mi hijo es...? ¿Cómo es que se llama? No lo es, ¿verdad? 


Al mismo tiempo que la imaginación de la condesa corría salvaje, Rothesay detuvo esos pensamientos con calma.


"Estoy sano, madre."


"Ehem..." La condesa tosió con incomodidad y luego habló con calma. "Entonces, ¿cuál es la razón exacta por la cual no quieres casarte?"


La Condesa Braddington estaba verdaderamente curiosa acerca de las razones de su hijo. Nunca le había mostrado una mala representación del matrimonio. Además de eso, la relación de ella y su esposo era vista como un modelo a seguir para las otras parejas de la capital. Para ponerlo simple, el Conde y la Condesa Braddington eran unos embarazosos pajaritos enamorados.




'¿Los niños de padres con un matrimonio feliz también quieren contraer matrimonio? ¿Acaso somos tan felices que causó la reacción opuesta?'


"Di algo, Ro. ¿Te hicimos algo malo? ¿Te dimos una mala impresión del matrimonio y la vida en familia--?"


"No, Madre. No es eso." Rothesay agitó su cabeza y dijo la verdad educadamente. "Cuando veía a mis padres actuar tan afectuosamente, siempre me sentí celoso. Pensé que ambos eran increíbles y realmente los respeto. Pero no me siento lo suficientemente confiado como para vivir como ustedes dos. No tengo la confianza para ser lo suficientemente devoto con mi esposa."


"..."


"Mi persona es lo más importante que tengo. También disfruto más el estar solo."


"Oh..."


La Condesa Braddington se quedó sin palabras por un momento. No sabía que decir ante tal respuesta. Su hijo le había dicho que no quería contraer matrimonio porque no quería ser egoísta y ser una carga al no poder cumplir un estándar. ¿Qué más podía decir? Ella no podía pedirle que se casara cuando haría que su futura esposa sea infeliz.


Después de reflexionarlo por un momento, la Condesa Braddington dijo algo que ella pensó que podría ser útil. "Entiendo lo que tratas de decir, cariño. Tu padre era como tú."


"... ¿Disculpa?"


"Escuché que tu padre fue reacio a contraer matrimonio por una razón parecida. Pero míralo ahora. ¿Cómo vive?"


"Eso es porque..."


Está viviendo felizmente con Madre.


Rothesay se quedó sin palabras por primera vez y la Condesa Braddington asintió con una sonrisa gentil.


"No te estoy presionando. Solo espero que no sigas pensando que no calificas para contraer matrimonio. Yo creo firmemente que tú mereces tener una buena familia más que cualquier otro."


"Para ser honesto, no estoy seguro de que pueda hacerlo tan bien como Madre y Padre."


"Todo el mundo tiene miedo antes de comenzar. Y..." La condesa respiró por un momento y luego continuó. "La mitad de los temores que tienes antes de comenzar están solo en tu cabeza."


"..."


"¿No deberías intentarlo al menos una vez primero? ¿Por qué no empiezas yendo a reuniones sociales?"


Siempre terminaba de esta forma. Era muy persistente. Rothesay sonrió con cansancio. La Condesa Braddington miró a su hijo y suspiró brevemente antes de cambiar de tema.


"Hablemos sobre eso después... De todas formas, deberías ir a la residencia del Conde Rasels."


"¿A la casa de Wilter?" -preguntó Rothesay-. El señor Wilter Rasels era uno de los pocos amigos de Rothesay. "¿Pasó algo?"


"Mientras estuviste fuera, recibí un telegrama. Decía que él estaba enfermo. ¿Por qué no vas y lo visitas?"


"Oh, Dios," -murmuró Rothesay sorprendido-. ¡Se decía que los idiotas no se enfermaban y Rothesay no podía creer que ese mocoso de Wilter no fuera un idiota después de todo!


A pesar de la broma interna de Rothesay, él estaba naturalmente preocupada por su amigo enfermo, el cual siempre poseía buena salud.


"¿Es serio?" -preguntó Rothesay-.


"Eso no fue especificado en la carta. ¿Pero no sería mejor ir y averiguarlo?" -sugirió la Condesa Braddington-.


"Eso debería hacer. Tengo que apresurarme."


"Sí. Adelante. Wilter tampoco tiene muchos amigos al igual que tú. Puede que ya esté esperando por ti."


"Ja, ja. Quizás. Volveré, madre." Rothesay tomó su abrigo con rapidez y se volvió hacía el mayordomo. "Prepare el carruaje, por favor."


*


"Vaya un poco más rápido, por favor."


Había algo de nerviosismo en la voz de Rothesay cuando habló. Era verdad que estaba preocupado. ¿Estaba su amigo enfermo de verdad?


Rothesay trató de controlar sus pensamientos con una mirada seria en su cara, cuando repentinamente, el carruaje dio un giro violento. Sorprendido, Rothesay trató de mantener el equilibrio agarrándose con rapidez de su asiento.


El conductor del carruaje debió haber tenido un accidente. Rothesay abrió la puerta y salió del carruaje incluso antes de que parara de sacudirse. Los dos carruajes parecían estar moviéndose sin control mientras trataban de evitar colisionar el uno con el otro. Según el lujoso exterior del otro carruaje, parecía que era el carruaje de un noble de clase alta como él.


"¡Ten cuidado! ¿Sabes quién está en ese carruaje ahora?"


"¡Oh, por favor, dije que lo sentía!"


"¿Cómo te atreves a levantar tu voz cuándo eres tú el que tiene la culpa aquí?"


La situación no se veía nada bien. Justo cuando Rothesay estuvo a punto de detener a ambos conductores, alguien salió del carruaje. Era una mujer con el pelo rojo y los ojos de un color dorado brillante.


   Lucía de una edad similar a él o quizás menor.


"Oh, mi señora. Permanezca adentro, por favor, es solo--"


"Está bien. No hay razón para pelear. ¿Está bien la persona en el interior?"


Rothesay no creía en el amor a primera vista, no, él aborrecía la idea. Pero tan pronto como sus ojos se posaron en esa mujer, quiso golpearse a sí mismo por siquiera haber pensado eso.


Rothesay se preguntaba si esto era a lo que la gente se refería cuándo decían "amor a primera vista."


Solo dos pensamientos ocupaban la mente de Rothesay.


El primero, que ella era increíblemente hermosa. El segundo, que él quería hablar con ella.


Era simplemente natural que lo hiciera.


"Lo siento, mi señora. Creo que mi conductor cometió un error."


"Para nada, mi señor. Estoy bien."


Ellos no se conocían, pero eso no era culpa de la mujer.


Rothesay odiaba muchísimo las reuniones sociales, tanto que apenas asistía a ellas. Incluso una persona que acostumbraba a asistir regularmente a reuniones sociales encontraría difícil en conocer a Rothesay.


"¿Está herido en alguna parte?" -preguntó ella cortésmente-.


Rothesay estaba emocionado de que la mujer le había hablado y él respondió sin ningún tipo de expectativa en la mente.


"Estoy bien. ¿Y usted?"


"Oh, sí, yo también estoy bien..."


Eso era un alivio. Rothesay trató de pensar en algo para alagar su conversación, pero la mujer habló primero.


"Eso es un alivio. Entonces, seguiré mi camino. Buen día."


¡No! Rothesay gritó en el interior de su mente. No podía simplemente dejar que la mujer se fuera. Rothesay reunió coraje y la llamó.


"E-espere un momento, mi señora."


Pero la mujer parecía no haberlo escuchado y entró en el carruaje. Pronto, el carruaje de la mujer se fue y Rothesay se quedó de pie aturdido.


Oh, Dios mío... ¡No puedo creer que haya perdido esa oportunidad de esta forma!  Mientras Rothesay se castigaba a sí mismo, el conductor le habló.


"Maestro Rothesay, si esperamos más tiempo aquí, el sol se pondrá. Debemos irnos ahora."


"..."


Rothesay comenzó a caminar con decepción. La mujer pelirroja que había conocido antes todavía seguía en su mente.


*


"No creo que estés tan enfermo," -dijo Rothesay rotundamente mientras miraba a Wilter tirado en la cama-. Wilter se sentó luciendo indignado ante la acusación.


"¡Enfermo! ¡Estoy enfermo!" -insistió-.


"Lo entiendo. Solo quédate callado. No luces para nada como alguien enfermo."


"Rayos..." Wilter resopló y se acostó de nuevo en su cama, entonces jaló la manta hasta la parte superior de su cuello. Rothesay suponía que él solo tenía un ligero resfriado.


"Madre lo hizo ver como si fuera algo bastante serio, así que, vine solo por si acaso. ¿Era solo un resfriado?"


"Alguien podría morir de un resfriado, Ro," -murmuró Wilter-.


"Los idiotas no se enferman, Wil."


"¿Acaso quieres morir?"


"Por lo que estoy viendo, creo que tú vas a morir primero," -dijo Rothesay riendo-. Wilter miró a su sonriente amigo y luego habló con voz rota.


"Estoy extremadamente aburrido después de haber estado acostado todo el día. ¿No tienes nada divertido que contarme?"


"Hmm..." -tarareó Rothesay-. Pensó con fuerza y pronto recordó algo, la mujer que había visto en el camino anteriormente.


"Vi a una mujer," -dijo casualmente-.


"¿Una mujer?" -dijo Wilter ligeramente sorprendido-. Ese era un tema inesperado. Rothesay y las mujeres no se llevaban bien normalmente. A diferencia de Wilter, quien siempre estaba en una relación, Rothesay no se volvía cercano con las mujeres. Wilter, por supuesto, no podía entenderlo. Por ende, el que Rothesay hablara de una mujer era algo increíblemente raro.


"¿Era linda?" -dijo Wilter de forma sugerente-.


"... Qué vulgar," -dijo Rothesay con un chasquido de lengua-, pero respondió inmediatamente. "Ella era realmente hermosa. Parecía una diosa del sol."


"... Estuve a punto de vomitar," -bromeó Wilter-.


"Pero ella era de verdad hermosa."


"... Quien tiene que ir al hospital no soy yo, sino tú, Ro."


"Yo soy normal. Ella era inusualmente hermosa."


"¿Quién es esta mujer que te puso de esta forma? ¿Existe una señorita tan hermosa en la capital?" -se preguntó Wilter-.


"La vi por primera vez hoy," -respondió Rothesay-.


"Eso es obvio. Porque nunca asistes a las reuniones sociales. ¡Es por eso que siempre te invito a que vengas a fiestas conmigo!" Las palabras Wilter eran ciertas. "Así que, ¿quién es ella?"


"..."


El problema más grande de Rothesay era que no sabía quién era.

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 115

Capítulo 115. [Historia Alternativa] Capítulo 7. Sería La Reina Viuda, No La Reina




Rosemond estaba completamente atónita y llena de incredulidad hacia el diagnóstico del doctor.


"¿Por qué mientes? ¿Te atreves a mentir solo para que me maten? Su Majestad, él está mintiendo," -dijo Rosemond con desesperación-. A pesar de alboroto, el viejo doctor permaneció calmado a su lado.


"Su Majestad el Emperador, no estoy mintiendo. Si usted cree que es un diagnóstico equivocado, puede consultarlo con otros doctores de la corte." 


"..."


La cara de Lucio se llenó con emociones conflictivas, entonces habló rápidamente. "La criminal clama que el doctor del palacio no es fiar, así que, procederemos con más investigaciones para prevenir futuras discrepancias."


Sin embargo, pronto se hizo claro que Dios no estaba del lado de Rosemond. Un total de cinco doctores la examinaron, pero todos y cada uno concluyeron que no estaba embarazada. Sin embargo, Rosemond no pudo aceptar este desenlace.


"¡Eso no puede ser posible, Su Majestad! Tuve náuseas matutinas y no he menstruado. Ellos están mintiendo para hacer que me maten, Su Majestad," -rogó Rosemond con desesperación-. "Perdóneme, por favor, Su Majestad. ¡No, no me importa si no me perdona, pero perdone la vida de su hijo, el descendiente imperial, Su Majestad!"




Uno de los doctores la interrumpió. "Su Majestad, déjeme explicarle lo que ella acaba de decir." -dijo el doctor mientras miraba a Lucio-. "Nosotros hemos llegado a la conclusión de que ella ha tenido un embarazado fantasma. Es algo que ocurre cuando una mujer quiere con desesperación el estar embarazada."


"..."


"No es una condición poco común," -dijo el doctor-.


Un noble levantó la voz esta vez. "Entonces, nada está creciendo en su vientre, ¿correcto?"


"Eso es correcto."


"Entonces, Su Majestad, no hay razón para dudar más acerca de la ejecución," -concluyó el noble-. "No hay razón alguna para mantener a una criminal, la cual ni siquiera pudo concebir a un descendiente imperial, con vida."


"¡No! ¡Estoy embarazada! ¡Estoy embarazada del hijo de Su Majestad!" -chilló Rosemond-.


"Muevan a la criminal."


"¡Su Majestad, perdóneme! ¡Argh! ¡Déjenme ir!"


Rosemond fue llevada a la fuerza al patíbulo. Lucía totalmente fuera de sí cuando se dio cuenta de que de verdad iba a morir.




"¡Su Majestad, perdóneme! No puede hacerme esto."


"..."


"¡Su Majestad!"


Pero no importaba que tanto llamara Rosemond a Lucio, no había nada que él pudiera hacer. Incluso aunque era el gobernante de este vasto imperio, no podía usar su poder para violar la Ley Imperial. Eso era equivalente a la tiranía. Lucio simplemente se quedó mirando a la mujer que amaba con todo su corazón. Eso era lo mejor que él podía hacer por ella.


"¡Su Majestaaaaaaaaad!"


"¡Comiencen con la ejecución!"


"¡Aarghh!"


Ocurrió en un instante. El verdugo liberó la soga que amarraba la guillotina y pronto la brillante hoja cayó sin misericordia.


"¡Aarghh!"


"¡Uurghh!"


Los espectadores gimieron mientras el espantoso espectáculo se desarrollaba frente a ellos. Lucio no fue la excepción.


"Haa..."


Lucio se sorprendió cuando se dio cuenta de que no podía soportar la vista. Las damas de compañía junto a él lo sostuvieron antes de que cayera y con su ayuda, caminó hasta su carruaje. Los otros nobles limpiarían todo de todas formas. Ya no era necesario que estuviera aquí.


Lucio dejó salir un contenido ruido de sufrimiento. Para esconderlo, la líder de las damas de compañía lo llevó con rapidez al interior del carruaje.


"Su Majestad, cálmese," -intentó-.


"¿Cómo... cómo puedes decirme que me calme después de haber visto esa escena?" Lucio se retorció como una oruga. De entre los diferentes shocks que había tenido en su vida, este estaba con facilidad cerca de la cima.


"No pude salvar... Yo... Yo..." -murmuró-.


"No fue su culpa. No tiene que..."


"Urgghhh..." Lucio rompió en llanto.


Sabiendo que nada podría consolarlo, la líder de las damas de compañía salió del carruaje indicó que ya debían irse. La gente podía escuchar los llantos constantes saliendo del extravagante carruaje.


*


"Por cierto, mi señora, ¿cómo le está yendo a Su Majestad estos días?"


"No está bien," -respondió Lauren secamente-. Lauren estaba tomando té con la hija de un marqués que se había unido a su causa. "Después de la ejecución, las damas de compañía del Palacio Central me contaron que parece un muerto en vida."


"Tsk, tsk." La señorita Filomina chasqueó la lengua. Filomina puso una expresión que decía que encontraba al Emperador patético y Lauren se quedó mirándola. Filomina compartió lo que pensaba sin invitación.


"¡No puedo creer que el gran Emperador de Mavinous se volvió así por una mujer! ¿No es patético? Sería mejor que un monarca tenga a una mujer, pero realmente no importa si no tiene una."


"... Así de enganchado estaba de Rosemond. Debe haber estado muy enamorado de ella."


"¿Qué tan tonto es eso? ¿Cómo es qué un monarca puede amar en serio? No debió de haber pensado que tanto lo retrasaría," -dijo Filomina con arrogancia-, y luego cambió de tema. "Por cierto, mi señora, si el trono está vacío, ¿entonces usted se convertirá en la reina?"


"... Eso supongo," -respondió Lauren-.


Esa fue la razón por la que fue adoptada por su padre. El repentinamente ofreció adoptarla cuando comenzó con su rebelión. Creyó que, para poder conseguir el poder perfecto, él tenía que tener algún tipo de relación sanguínea con la Familia Imperial.


"Oh, Dios," -exclamó Filomina-. "Entonces, cuando te conviertas en la reina en el futuro, ¿podría ser tu dama de compañía?"


"La posición siempre está disponible para cualquier chica noble. Por supuesto, usted no es una excepción, señorita Filomina."


Lauren la rechazó indirectamente, pero la estúpida Filomina se quedó mirando a Lauren como si no hubiera entendido. Lauren estaba sumamente cansada y arrugó la frente, pero nadie se dio cuenta.


"Mañana por fin será el día de la rebelión," -dijo Filomina-, cambiando otra vez de tema.


"Tenga cuidado, señorita Filomina. Hay oídos en todas partes," -le advirtió Lauren con gentileza-.


"Pero esta es su residencia, mi señora. ¿Qué podría pasar aquí?"


"Aun así."


¿Qué bien traería convertir a esta descuidada y torpe mujer en una dama de compañía? Lauren hizo una nota mental acerca de no tener a esta mujer cerca de ella incluso si se convirtiera en reina.


Lauren continuó. "Como has escuchado de su padre, mañana quédese fuera del ojo público tanto como sea posible. Solo por si acaso. No queremos recibir daño cuando tomemos el trono."


"Por supuesto," -respondió Filomina asintiendo-. "Pero, mi señora, usted irá a la fiesta de mañana, ¿verdad?"


"... No. Estaré en la residencia del Duque."


"Oh, Dios, ¿por qué?"


... ¿Por qué más? Para evitar posibles accidentes. Pero Lauren no sabía que podría pasar si decía eso directamente, así que, creó otra excusa.


"Porque no me he sentido bien desde ayer. Apenas pude asistir a nuestra reunión de hoy."


"¡Santo cielo!" -gritó Filomina-, y comenzó a armar un alboroto. "¿Está bien, mi señora?"


"Sí. Estoy bien. He estado trabajando de más estos últimos días, así que, me ha estado doliendo el cuerpo." En realidad, Lauren estaba en perfecto estado. Lentamente terminó la conversación. "¿Deberíamos irnos ya? El doctor me advirtió que me tomara las cosas con calma."


*


Lauren no estuvo en el banquete del día siguiente como estaba planeado. Y acorde al plan, recibió una carta de su padre que había logrado tomar el Palacio Imperial esa misma tarde.


"¡Finalmente!"


"Felicitaciones, señorita Lauren."


Su familia estaba con un humor festivo. Era obvio que ella pronto llevaría puesta la corona de la Reina debido al duque, ya que ya habían discutido quien sucedería el trono.


"¡Mi hija!"


El Duque Witherford regresó a su residencia en la noche. Parecía que había tomado algo de tiempo para poner todo en orden. Lauren lo saludó con una sonrisa brillante.


"Felicitaciones, Padre. Por fin has logrado tu objetivo."


"Este es solo el comienzo." El Duque Witherford, con una extraña sonrisa, le pidió a una dama de compañía que le trajera dos tazas de té. Luego, padre e hija comenzaron a conversar mientras bebían té de romero.


"¿Qué pasará ahora?" -preguntó Lauren-.


"Vamos a acordar las directrices oficiales. El destronado emperador pronto será ejecutado y el Gran Duque Callinicus tomará el mando del trono Imperial."


"..."


"Los nobles que apoyaron al Emperador también serán eliminados... y cuando todo haya acabado, te convertirás en la Emperatriz. ¿Qué te parece? ¿No es simple?"


"Sí," -dijo Lauren con una leve sonrisa-.


El Duque Witherford lucía complacido. "No tienes nada de lo que preocuparte, Lau. Todo lo que tienes que hacer ahora es esperar a que te traiga la corona. Muy simple, ¿verdad?"


"Quiero ayudarte un poco al menos," -ofreció Lauren-.


"Me has dado toda la ayuda que necesito. Incluso actuaste como una dama de compañía en el Palacio de la Reina," -dijo el Duque Witherford-, y entonces explotó a reír.


"¿Cómo fue el final del destronado Emperador?" -preguntó Lauren-, y el duque se detuvo un momento antes de responder casualmente.


"No sé si estaba esperando por su destino o, si como decían los rumores, había perdido todo el deseo de vivir después de que la destronada reina fuera ejecutada."


"..."


"Entregó obedientemente el trono imperial. Nosotros fuimos tomados por sorpresa, ya que no esperábamos que fuera tan fácil."


"Eso no debió haber sido divertido."


"Oh, Dios mío, Lau. ¡El golpe lo había apostado todo y no puedo creer que estés pensando en diversión! En cualquier caso, mientras más fácil sea tomar el trono imperial, mejor."


"Eso es verdad," -respondió Lauren-.


"¿Esperabas que algo grande pasara?"


"No sabía que el destronado emperador se rendiría tan fácilmente. Pensé que al menos pelearía un poco," -remarcó Lauren-.


El Duque lucía pensativo. "Eso fue algo bastante inesperado para nosotros también. El Duque sonrió como si se hubiera rendido por completo al final. Todos estábamos sorprendidos."


"Supongo que no estaba en su sano juicio," -dijo Lauren-. "Dejemos de hablar sobre esto, padre. ¿Por qué deberíamos seguir prestándole atención a un perdedor?"


"Sí. Eso estaría bien," -dijo el Duque Witherford-, y acarició el cabello de su hija con una sonrisa. "Ve a dormir temprano. Desde mañana estarás ocupada."


*


Ella había vivido una vida llena de infortunio desde el principio y todo se volvió contra ella justo cuando estaba a punto de sentirse mejor.


'Si hubiera dado a luz a un bebé antes, ¿todo habría sido diferente?'


Al final, la razón por la que había caído tan bajo era porque no había tenido un bebé. Si hubiera dado a luz a un bebé mucho antes, Lucio no hubiera traído otra mujer para ser la reina en su lugar, tampoco hubiera sido destronada después de haberse vuelvo ella misma la reina.


'Si pudiera volver atrás, sería la Reina Viuda, no la Reina.'


El amor del Emperador no era permanente. Era algo frágil que desaparecería cuando ella envejeciera y se volvería fea. Pero si hubiera dado a luz a un príncipe heredero, él no hubiera sido capaz de deshacerse de ella, no importa lo mucho que la odiara. ¿Por qué? Porque ella habría sido la Reina Madre del príncipe heredero del trono del imperio.


'Si fuera a nacer de nuevo, me aseguraría...'


Rosemond cerró los ojos y deseó por algo que no podía ser conseguido.


"... Hmm."


Rosemond abrió los ojos. ¿Era esto el cielo? ¿O el infierno? Sus ojos miraron la habitación en la que se encontraba. ¿Era este el purgatorio?


Fue en ese momento que alguien abrió la puerta y entró. Era una cara familiar.


"¿Su Majestad...?" -dijo Rosemond con incredulidad-.


"Rose."


Era Lucio. Estaba mirándola con amor.


"¿Qué... qué está pasando...?" -murmuró-.


"¿A qué te refieres? ¿Lo hice tan mal anoche? ¿Qué ni siquiera puedes recordarlo?"


"¿A qué te refieres...?" En ese momento, la mirada de Rosemond se dirigió hacía su cuerpo. Ella estaba desnuda.


"¿Qué... día es hoy?"


"¿A qué te refieres?"


"¿Cuánto tiempo ha pasado desde que fuiste coronado?"


"Eso es muy repentino." Lucio la miró con confusión. "Tomé el trono hace seis meses, Rose. Estuviste en la coronación. ¿Ya lo has olvidado?"


"No puede ser..." -dijo Rosemond atónita-, y Lucio se acercó a ella y se sentó en la cama. El cuerpo de Lucio calentó el de Rosemond mientras la abrazaba.


"¿Dormiste bien?" -dijo Lucio con afecto-.


¡Así qué, ella había regresado seis meses después de que Lucio tomara el trono, al tiempo en el que aún no había tomado a una reina! Rosemond apretó la espalda de Lucio mientras su corazón comenzaba a latir más rápido.


"Lo amo, Su Majestad," -susurró Rosemond-.


"Yo también te amo, Rose."


Mientras Lucio susurraba esas dulces palabras en su oído, Rosemond hizo un juramento. Ella sería la Reina y la Reina Viuda esta vez. ¡Nunca iría de nuevo por el mismo camino que la llevó a ese trágico final que tuvo que sufrir en su anterior vida!

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 114

Capítulo 114. [Historia Alternativa] Capítulo 6. Estoy Embarazada De Tu Hijo




Rosemond se escabulló al Palacio de la Reina a través de un pasaje secreto que solo ella conocía. Fue diseñado para ser usado en emergencias y, por ende, era imposible el tener guardias cuidando. Rosemond dejó a Glara atrás y se apresuró hacía el Palacio Central por su cuenta. Tenía que apresurarse.


"Su Majestad..."


La líder de las damas de compañía del Palacio Central estuvo muy sorprendida de ver a Rosemond aparecer de repente con el pelo suelto sobre su cara. La dama de compañía miró a la mujer con estupefacción, pero Rosemond ignoró su mirada desconcertada.


"Su Majestad... ¿Su Majestad está adentro?" -dijo Rosemond entre jadeos-.


"... Sí, lo está," -respondió la dama de compañía-.


"Entonces, ¿por qué aún no has abierto la puerta?" -dijo Rosemond bruscamente-.


¿Piensa qué todavía es la Emperatriz? Está a punto de ser destronada,




-se quejó internamente la líder de las damas de compañía, pero sin dejar que su cara lo demostrara. "... Entre, por favor."


Tan pronto como la puerta se abrió, Rosemond corrió hacia el interior.


"Su Majestad."


"..."


Solo entonces Lucio levantó la cabeza. La pareja hizo contacto visual.


"Su Majestad," -repitió Rosemond suplicante-.


"Te escuchó. No estoy sordo."


"Su Majestad, sálveme, por favor."


"..."


Lucio miró a Rosemond con una expresión complicada. "¿Hay algo más que quieras decirme?"




"¿A qué se refiere?" -preguntó Rosemond-.


"Acerca de Petronilla," -dijo Lucio cortante-.


"Pensé que lo habías aprobado," -respondió Rosemond con confianza-. "Me prometiste hacerme emperatriz. Te creí con todas mis fuerzas... y aquí estoy, haciéndome cada vez más vieja. ¿Cómo no podría estar preocupada?"


Rosemond continuó con una fría sonrisa. "Pensé que me entendías y todavía lo creo. ¿O me equivoco?"


"Te envenenaste a ti misma y pretendiste que habías tenido un aborto de un bebé que nunca tuviste. Luego, culpaste a Petronilla. Rose, no quería ese tipo de violencia. Si la anterior reina hubiera fallado en dar a luz a un príncipe heredero, pero antes de eso hiciste... Eso pudo haber sido manejado más pacíficamente."


"... Lo siento, Su Majestad. No soy lo suficientemente paciente como para esperar por eso."


Los ojos ligeramente rojos de Lucio llamaron la atención de Rosemond. ¿Qué era lo que estaba pensando justo ahora? ¿Estaba decepcionado de ella? ¿Cómo se atreve a pensar eso?


"De todas formas, eso ya pasó," -dijo Rosemond para ponerle fin al tema-.


"... Sí," -dijo Lucio suspirando-. "Pero la situación actual no es tan buena como crees. Cuando alguien es destronado en el Imperio, la consecuencia natural es la muerte. Rose, ¿no pensaste acerca de las consecuencias que tu plan tendría si era descubierto?"


"No. Todo estaba yendo perfecto. Es solo que... las cosas comenzaron a ir mal repentinamente." Rosemond abrazó a Lucio y le susurró al oído: "Pero no importa." Como siempre, Lucio no pudo resistirse a ella. La voz seductora de Rosemond hizo estremecer a Lucio. "Ayúdeme, por favor, Su Majestad. Solo usted puede ayudarme."


"El Emperador no puede hacer todo lo que se le antoje, Rose. Tú sabes eso."


"Es algo que no te hará daño. No te preocupes." Rosemond continuó con una sonrisa. "Nadie puede ejecutar a una mujer que esté embarazada de un descendiente Imperial."


"¿Estás...?"


"Tienes la idea correcta."


Rosemond dejó caer el vestido que llevaba puesto. En un momento, el cuerpo desnudo de Rosemond estaba justo enfrente de Lucio.


"Deme su semilla, por favor, Su Majestad."


*


Unos días después, Rosemond vació el Palacio de la Reina. Era exactamente un mes antes del banquete de cumpleaños de Lucio. Dado que no tenía ningún familiar, Rosemond solo se llevó a Glara consigo y se mudó al Castillo Phelps, el cual le fue otorgado por el Emperador.


Aunque Lucio trató de mantener a todos callados, la gente ya había descubierto toda la historia. Rosemond tuvo que soportar una cantidad inmensa de insultos mientras iba de camino al Castillo Phelps en su carruaje.


"¡Bruja! ¡La inocente reina murió por tu culpa!"


"No puedo creer que hayas hecho algo tan nauseabundo. ¡Serás castigada por los cielos!"


"¡La anterior reina te castigará!"


Mientras Rosemond escuchaba el ocasional grito, no puedo evitar, pero explotar de la risa. ¿Quién hubiera pensado que se volverían contra ella tan rápido? Ellos debieron haber dicho las mismas cosas sobre la anterior reina hace solo unos meses solo por las noticias que habían escuchado. Ni siquiera pensaron en investigar los detalles.


¡Tontos! Rosemond se rio para ella misma y puso las manos sobre su regazo.


'Tendré que esperar al menos un mes para confirmar que estoy embarazada.'


Hasta entonces, tenía que protegerse ella misma y cuidar de un feto que puede que ni siquiera exista. Rosemond acarició su estómago subconscientemente. Nunca pasó, pero Rosemond sintió que su bebé ya estaba dando patadas en su vientre.


"Su Majestad, no puedo creer que esté aquí. ¿Cómo puede ser esto...?" -dijo Glara entre lágrimas-.


Rosemond llegó al Palacio Phelps con un número mínimo de damas de compañía. El usual carácter controlado de Glara se había evaporado y estaba llorando a mares. Rosemond no pudo soportar el sonido de su llanto y respondió con una llamativa respuesta.


"Deja de llorar, Glara. ¡Odio ese sonido! ¿Crees qué no quiero llorar ahora mismo?" Rosemond acarició su estómago de nuevo sin razón alguna. "Nadie puede poner un dedo sobre mí, si logró quedar embarazada. ¡Las leyes imperiales estipulan que una mujer que esté embarazada de un descendiente Imperial deberá ser perdonada de cualquier delito que haya cometido sin importar su gravedad! Todo lo que tenemos que hacer es esperar un poco, Glara."


"Sí, Su Majestad. ¿Qué tan genial sería si todo sigue el plan?"


"Si lo entiendes, entonces dile al chef que prepare algo de comer. Estoy hambrienta después de haber viajado sin descanso desde Kadye hasta el Palacio Phelps."


"Sí, Su Majestad."


Glara hizo lo que Rosemond le había pedido y, después de un rato, trajo unos coloridos y deliciosos platos de comida. La cara de Rosemond se iluminó por primera vez mientras colocaban los platos enfrente de ella.


"Tantas opciones. ¿Qué es esto?"


"La mayoría de la comida son diversos tipos de mariscos de su agrado. Le pedí específicamente al chef que los hiciera para que se sintiera mejor," -explicó Glara-.


"Qué loable." Sonriendo, Rosemond levantó con cuidado la tapa de uno de los platos de plata que estaban al frente de la mesa. Pero antes de que el platillo fuera completamente revelado, Rosemond hizo un sonido de disgusto y dejó caer la tapa. Su cara se tornó pálida por las náuseas.


"¡Umph!"


"¡Su Majestad!" Sorprendida, Glara se aproximó con rapidez a Rosemond y la examinó. "¿Qué pasa, Su Majestad? ¡Su Majestad!"


"El olor... de la comida." Rosemond forzó a cada palabra a salir de su boca. "Muy desagradable... ¿De verdad hicieron eso con mariscos?"


"Sí. Por supuesto," -dijo Glara desesperada-. "Es su platillo de pulpo favorito. ¿Huele mal?"


"Eso es extraño... No hay forma de que odie un platillo de pulpo... ¡Ah!"


En ese momento, los ojos de Rosemond destellaron.  "No puede ser... No puede ser..."


"¿Disculpe? Su Majestad, ¿Qué pas?-¡ah!"


La cara de Glara se iluminó cuando se dio cuenta de lo que Rosemond estaba pensando.


Rosemond estalló en una risa alegre.


*


Incluso después del destronamiento de Rosemond, Lucio no colocó a una reina y dejó la posición vacía. La gente murmuraba que él debía de estar conmocionado debido a todo lo que había pasado. Para aquellos que habían participado en la rebelión, no importaba mucho, ya que querían que el Emperador permaneciera callado por un tiempo.


Dos semanas después, se le puso fecha a la ejecución de Rosemond.


"¿Su Majestad el Emperador no ha vuelto a sus sentidos desde que la reina fue destronada?" -preguntó Lauren-.


El Duque Witherford levantó su cabeza con una expresión sin emociones ante las palabras de su hija. Los dos estaban viajando en carruaje hacía la plaza Gervianen en Kadye para ver la ejecución.


"Esta ya es su segunda reina. Además, Su Majestad la amaba mucho, así que, es de esperar."


Lauren gruñó internamente. Ella no pensaba que ya fuera un hecho asegurado. Francamente, pensaba que el comportamiento del Emperador era estúpido. Solo mira lo que le pasó como resultado de no haber escogido una esposa sabiamente.


El Duque Witherford miró a Lauren como si hubiera podido leer los pensamientos de su hija. "Escoger un cónyuge es algo difícil tanto para hombres como para mujeres, Lau. Es común conocer a la persona incorrecta y arruinar tu vida."


Poco tiempo después, el Duque Witherford habló de nuevo. "Oh, parece que ya hemos llegado."


El carruaje se detuvo lentamente y los dos se prepararon para salir. Cuando la puerta se abrió, el Duque Witherford salió primero y le ofreció el brazo a su hija. Además de la pareja de padre e hija, había muchas más personas reunidas en la plaza, todas las cuales, obviamente, estaba ahí para ver la muerte de Rosemond. Muchos ya estaban abucheando, incluso aunque la criminal no había llegado aún. La plaza estaba lejos de ser solemne y parecía más un mercado.


En cierto momento, una voz ligeramente temblorosa se escuchó. "Traigan a la reina."


Un momento después, Rosemond, quien era acompañada por soldados a ambos lados, apareció en la plaza. Su presencia en la ya ruidosa plaza hizo que los gritos incrementaran en fuerza y volumen.


"¡La bruja!  ¡La bruja está aquí!"


"¡Mátenla! ¡Mátenla!"


"¡Ella mató a la inocente reina anterior!"


Rosemond lucía sorprendentemente tranquila incluso después de haber escuchados esos insultos. Se mantenía totalmente confiada, como si no hubiera hecho nada malo.


Lucio se quemaba por dentro en agonía mientras la miraba. No importaba lo que hubiera hecho, ella había sido una vez la mujer que había amado sinceramente.


Lucio abrió lentamente y comenzó a enumerar los cargos.


"Rosemond Mary la Phelps armó un complot y acusó a la anterior reina Petronilla Laura Le Grochester de asesinato. Tal conducta es extremadamente inmoral la cual no es apta para la posición de Madre del Imperio y es un peligro para el Emperador y para los demás miembros de la Familia Imperial de Mavinous. Por lo tanto, Yo, Lucio Carrick George de Mavinous..."


Lucio terminó su oración con voz temblorosa.


"... La sentencio a la pena de muerte en nombre del Emperador."


"Su Majestad."


Fue en ese momento que Rosemond llamó a Lucio con una elegante sonrisa. Lucio la miró con los ojos enrojecidos. Incluso cuando la muerte estaba próxima, su amante no mostraba rastro alguno de miedo o terror.


"No puede ejecutarme," -declaró Rosemond-.


Ante esas palabras, la plaza volvió a caer en el caos y las preguntas de "¿De qué está hablando?" llenaron cada una de las bocas presentes.


El Duque Witherford respondió en lugar de Lucio.  "¿A qué se refiere?"


Rosemond permaneció segura de sí misma. "Es exactamente como dije, señor. Nadie en este imperio puede hacerme daño. En mi vientre, un feto con la sangre de la Familia Imperial de Mavinous está creciendo."


"¡Imposible!" -gritó la multitud-.


Lucio se quedó mirando con una expresión seca y muchos gritos surgieron de todas partes. Los nobles alrededor de Lucio lucían nerviosos.


"¿Puede probarlo?" -dijo un noble-. "Si tu afirmación resulta ser falsa, entonces la ofensa de engañar a todo el imperio al igual que a la Familia Imperia será añadido a los cargos."


"Padecí de náuseas matutinas cuando estuve en el Castillo Phelps. No pude llamar a un doctor, así que, no pude confirmarlo..." Los ojos de Rosemond brillaban con intensidad. "Pero usted puede llamar al doctor del palacio para que me examine. ¿No sería mejor que todos escuchen los resultados ellos mismos?"


"..."


Eventualmente, el doctor del palacio fue invocado desde el Palacio Imperial y Rosemond fue examinada minuciosamente. y después de un tiempo, palabras inesperadas salieron de la boca del doctor.


"Ella no está embarazada."


Al mismo tiempo, un grito salió de la boca de Rosemond.


"¡Eso es imposible!"

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 113

Capítulo 113. [Historia Alternativa] Capítulo 5. El Destronamiento Ha Sido Decidido




"Ella es una reina sabia y benevolente," -respondió la Duquesa Ephreney inmediatamente-. "Maneja bien los asuntos del Palacio Interior y es la única que recibe el amor de Su Majestad."


"Ya veo," -respondió Lauren-, luego sonrió elegantemente. "Entonces, ¿qué tal acerca de la anterior reina?"


"... Princesa."


"Ah, ¿me pasé de la raya?"


"¿Qué propósito tienes al preguntarme tales cosas?" -dijo la Duquesa Ephreney con recelo-.


Lauren agitó su cabeza. "No existen motivos ocultos, Duquesa. Solo me sentía curiosa."


"..."




La Duquesa Ephreney no respondió y Lauren continuó hablando.


"¿Puedo hacerle una última pregunta?"


"..."


"¿Es cierto que usted estuvo involucrada en la ejecución de la anterior reina?" -dijo Lauren sin rodeos-.


"¡Señorita Lauren!" -dijo la Duquesa Ephreney con un jadeo-.


"... Está actuando de manera bastante sensible."


"Encuentro ese tema bastante desagradable. Además... ¿no cree que es impropio que una dama de compañía de la reina hable de tales cosas?"


"Por supuesto, eso es cierto desde ese punto de vista," -respondió Lauren sin el mínimo indicio de emoción-. "Yo ya sé que cuando la reina era todavía la Marquesa Phelps, usted la ayudó a destronar a la entonces Reina Petronilla. Aunque la Reina Rosemond no estaba embarazada, ella tomó una medicina que la haría ver como si hubiera abortado y luego usted escondió esa misma medicina en el domicilio de la anterior Reina Petronilla. Debido a usted, la Reina Petronilla fue acusada falsamente y tanto su familia como ella fueron ejecutados."


"¿Qué... estás...?" -dijo la Duquesa Ephreney tartamudeando-. La Duquesa Ephreney no sabía que decir. Su cara se tornó pálida. ¿Cómo... ella sabe eso? Todas las personas involucradas, a excepción de Rosemond, Glara y ella misma, fueron eliminadas. Furiosa, la Duquesa Ephreney fingió inocencia.


"¿¡Pero qué demonios significa esto!? ¿¡Cómo te atreves a decir esas cosas sin pruebas...!? ¿Esta es quién eres realmente, Princesa? ¿¡Una persona que acusa a otros de haber cometido crímenes sin prueba alguna!?"




"Duquesa." Lauren comenzó a hablar con voz fría. "No actúe así, por favor. ¿Creías qué serías capaz de esconder algo que los cielos y la tierra misma sabían solo matando a unas cuantas sirvientas?"


"..."


"Tu expresión me dice que quieres saber cómo lo descubrí." Lauren continuó con sequedad. "De entre las sirvientas que mataste, una de ellas era miembro de nuestra familia."


"..."


"Ella era una chica muy inteligente... incluso ahora, siento arrepentimiento."


"... Princesa."


"¿No sientes curiosas sobre porqué estoy diciéndote estas cosas, Duquesa?"


Finalmente, había llegado al punto central de la conversación. La Duquesa Ephreney se quedó mirando a Lauren, quien no retrocedió en ningún momento mientras cambiaba de tema con calma.


"Escuché que tienes una sobrina la cual aprecias mucho, casi como una hija..." -dijo Lauren provocadora-.


"¿Por qué estás hablando de ella tan de repente?" -preguntó la Duquesa Ephreney-.


"No tienes que estar tan sensible, Duquesa." Lauren sonrió antes de continuar. "Su cumpleaños se acerca, ¿verdad? ¿Qué te parece darle la corona de la reina de regalo? Dado que ya está en edad, puede ser candidata a reina sin problema alguno."


"¡Princesa!" -exclamó la duquesa-.


"Una señorita de una familia de clase baja convirtiéndose en reina. ¿Está bien que la sangre de la Familia Imperial sea ensuciada de esta forma? ¿Planeas llevar este gran imperio que nuestros ancestros construyeron a la ruina?"


"..."


"No puedo darte mucho tiempo para que tomes una decisión, Duquesa. No soy tan paciente."


"¿Por qué me estás diciéndome esto a mí, Princesa?"


"Hay muchos nobles que están en contra de que la hija de un simple barón sea la reina. ¿Puedes decir con total seguridad que no estás de acuerdo con ellos?"


"Ella tiene el favor de Su Majestad. Estás seriamente equivocada, Princesa."


"Este imperio no es solo del Emperador. Es un imperio que la Familia Imperial estableció con la ayuda de los nobles. El destronamiento de la anterior reina y la instauración de una nueva solo fue posible porque existía una razón. Sin embargo, ¿qué pasa si la razón es errónea? ¿Piensas qué Su Majestad todavía será capaz de proteger a la reina?" -señaló Lauren-.


"..."


"Piénselo sabiamente, por favor, Duquesa. Incluso si no coopera con nosotros, tenemos toda la intención de desenmascarar la verdad. Las pocas sirvientas que no fueron asesinadas están bajo nuestra protección. Si decides continuar fingiendo inocencia, entonces ya no seremos capaces de protegerla del daño."


"Si ese es el caso, ¿entonces no significa que son capaces de exponerlo todo incluso aunque no me hubieras dicho todo esto? ¿Por qué me ofrecerías esta 'oportunidad'?"


"¿En serio no lo sabes, Duquesa?" La voz de Lauren bajó de tono. "¿Hay alguna necesidad de sacrificar algo grande por algo pequeño? No se deberían sacrificar inocentes y personas de sangre noble por el bien de eliminar sangre de mala calidad."


*


"¿La Duquesa Ephreney aceptó cooperar con nosotros?" -preguntó el Duque Witherford-, y Lauren asintió en respuesta.


"Sí, Padre."


"Estás muy segura. ¿Qué piensas hacer si todo el plan se arruina?"


"La Duquesa Ephreney es una sangre pura hecha y derecha. Es una noble de nacimiento. No tengo idea de cómo una mujer así puede estar relacionada con la Reina Rosemond... pero sospechó qué la Reina está chantajeando a la Duquesa." -dijo Lauren con una sonrisa-. "De otro modo, no habría forma de que la Duquesa le fuera leal."


El Duque Witherford asintió. "Después de que destronemos a la Reina, el Emperador será el siguiente. Te aseguraste de no revelar eso, ¿verdad?"


¿Piensas qué soy una tonta?" -murmuró Lauren-. "No te preocupes. Cuando el golpe tenga lugar, los Ephreneys no saldrá ilesos. No hay forma de que un Witherford deje escapar a un Ephreney."


*


"Haaah."


Con un suspiro, Rosemond se levantó de la cama. Ya era mucho después del mediodía. Después de tener un tiempo de descanso en su cama, Rosemond jaló la cuerda para llamar a Glara.


"Su Majestad."


En ese momento, Glara entró al dormitorio con urgencia. Al ver tal expresión preocupada tan pronto como había abierto los ojos, Rosemond sospecho.


"¿Qué pasó?" -preguntó-.


"Hay un gran problema, Su Majestad."


"¿Un gran problema? "¿A qué te refieres?" -preguntó Rosemond con total calma-. "¿Acaso Petronilla se levantó de entre los muertos o algo así?"


"Mucho peor, Su Majestad," -dijo Glara con voz temblorosa-. "La Duquesa Ephreney está dando testimonio en la conferencia de los nobles justo ahora."


"¿Testimonio? ¿De qué?"


"Sobre el asunto de Su Majestad sentenciando a la anterior reina. Ella está diciendo que usted fingió su embarazo para poder destronar a la anterior reina."


"... ¿Qué?" -gritó Rosemond-. La cara de Rosemond se tornó increíblemente pálida. "¿¡Cuál es el significado de esto!? -gritó Rosemond antes de saltar de la cama-.


"¿A dónde está yendo, Su Majestad?" -dijo Glara casi llorando-.


"¿Siquiera tienes que preguntar? ¡Obviamente estoy yendo hacía la conferencia de los nobles! Tengo que confirmar esto yo misma. Glara, ayúdame a estar lista."


"Su Majestad, no creo que haya alguna diferencia si usted--"


Justo en ese momento, alguien abrió la puerta con urgencia. Lauren se paró frente a la entrada con otras sirvientas detrás de ella. Al ver esto, Rosemond se sintió aliviada.


"¡Lauren!"


"..."


"¿Qué está pasando? ¿¡Qué rayos está haciendo la Duquesa Ephreney!? -exclamó Rosemond-.


"Su Majestad," -dijo Lauren en voz más baja-. Tan pronto como Rosemond escuchó ese tono, se dio cuenta de que la dama de compañía estaba detrás de todo esto. Rosemond miró a Lauren con ojos feroces, pero Lauren ni siquiera inmutó mientras seguía hablando con calma.


"Su Majestad el Emperador nos ha ordenado que la confinemos en este lugar por ahora, Su Majestad."


"¿Tú hiciste esto, Lauren? ¿¡Fuiste tú!?"


"Usted fue la que hizo algo mal, Su Majestad. No yo," -respondió Lauren controladamente-. "Tiene completamente prohibido cualquier tipo de contacto con personas en el exterior y la declaración de Su Majestad será tomada mañana por los nobles en uno días. Hasta entonces, tiene que quedarse aquí en silencio."


Rosemond estaba furiosa. "¡No permitiré que me hagan esto! Debo encontrarme con la Duquesa Ephreney."


"Como ya le había informado antes, tiene prohibido todo contacto con personas en el exterior." Luego, Lauren se volvió hacía las demás sirvientas e hizo un gesto apuntando a Glara. "Esa sirvienta también está acusada de haber jugado un papel importante en el complot contra la anterior reina. Por lo tanto, ella también deberá ser encarcelada. ¡Sáquenla de aquí!"


Glara comenzó a gritar. "¡Aaah, déjenme! ¡Su Majestad! ¡SU MAJESTAD!"


"Amordazarla."


"¡Esto no puede estar pasando! ¡Sálvame, Su Majestad!"


"¡Glara!"


Presa del pánico, Rosemond corrió en dirección hacía Lauren y la abofeteó. Con un fuerte ruido, la cabeza de Lauren viró hacía la izquierda. Aunque Lauren se sentía totalmente insultada por el hecho de que la mera hija de un barón la hubiera abofeteado, ella seguía siendo la reina. Por ahora. Lauren mordió su lengua para calmar su ira.


Luego, comenzó a hablar con firmeza. "Dado que usted sigue siendo la eminente reina, toleraré esto."


"¡Tú...!" -escupió Rosemond-, pero Lauren la ignoró y salió de la habitación, dejando a Glara detrás.


Justo después, un ruidoso grito hizo eco a lo largo de todo el Palacio de la Reina.


*


Debido al testimonio de la Duquesa Ephreney, el caso sobre el crimen de la anterior reina fue reabierto. Aunque el Emperador fue sorprendido por el giro de los eventos, la evidencia circunstancial mostró que él no estaba involucrado en los planes de la Reina Rosemond. La verdad era que él mismo no conocía estos planes hasta que la Duquesa Ephreney dio su testimonio.


"¿Qué pasó, Padre?"


Unos días después, se confirmó que la Reina Rosemond había fabricado la evidencia en contra de la Reina Petronilla y los nobles se reunieron de nuevo para discutir su castigo.


"Se ha decido que será destronada," -respondió el Duque Witherford-.


"Ah... como era de esperar."


"Su ascenso a reina fue ilegitimo. Además, alguien que conspiró contra otros no está calificada para ser la reina. Dado que ni siquiera está embaraza de un heredero del trono, este es simplemente un desenlace natural."


"Gracias a los dioses." -dijo Lauren dejando salir un largo suspiro-. "Finalmente una de las partes se ha completado. El final está cerca."


"El banquete de cumpleaños de Su Majestad no está lejos. Planeo entregarle un regalo ese día," -dijo el Duque Witherford-.


"Ah." Lauren preguntó entre risas: "¿Ya ha sido decidido?"


"Eso es correcto. No hay mejor momento para hacerlo."


"Entonces, ¿cuándo será la ejecución...?"


"Eso también será pronto." Con una sonrisa benevolente, el Duque Witherford acarició la cabeza de Lauren. "Solo espera un poco más, hija mía. El día en el que serás coronada reina se acerca."


*


"¡Eso no puede ser!"


Después de escuchar el veredicto de los nobles a través de Glara, Rosemond dejó salir un grito de desesperación.


¿¡Destronada!? Imposible. ¡Después de haber trabajado tanto para obtener esta posición! ¡Después de manchar sus manos con tanta sangre!


"¿Q-qué hay acerca de Su Majestad? ¿Su Majestad también ha estado de acuerdo con esto?" -murmuró Rosemond-.


"... Su Majestad no tuvo otra opción. Los nobles insistieron muchísimo en el destronamiento."


"¡Incluso así! ¡Su Majestad es el Emperador! ¡Debería ser capaz de hacer lo que sea! ¡LO QUÉ SEA!"


"Su Majestad, no sea irracionable, por favor. Sin importar que él sea el Emperador o no, no puede hacer todo lo que le plazca," -intentó explicar Glara-.


"¡Maldición!" -maldijo Rosemond-.


El único final para una reina destronada en Mavinous era la muerte. Esa fue la razón por la cual Petronilla murió. Al menos Rosemond no tenía ningún familiar que tendría que morir con ella. Rosemond rechinó los dientes ansiosamente.


"¡No quiero morir! Peleé con dientes y uñas por esta corona... tengo que pensar en algo. Lo que sea..."


"Su Majestad..."


Aunque Glara quería decirle a Rosemond que no había nada que pudiera hacer, eso solo haría que tuviera que lidiar con su violento temperamento. Glara decidió mantener su boca cerrada.


"¿¡Qué hago!? Aaah, ¿acaso no hay esperanza?" -dijo Rosemond con un gemido-.


Después de un largo rato sopesando sus opciones, Rosemond repentinamente aplaudió como si hubiera tenido una idea brillante. Sorprendida por el ruido, Glara miró a Rosemond con los ojos bien abiertos.


"Su Majestad, ¿qué pasa?" -preguntó la dama de compañía-.


"Se me ocurrió una brillante idea." -dijo Rosemond con los ojos llenos de emoción-. "Necesito ir al Palacio Central en este instante, Glara. Prepárate."

martes, 25 de agosto de 2020

agosto 25, 2020

Dama A Reina - Capítulo 112

Capítulo 112. [Historia Alternativa] Capítulo 4. Porque Lo Amo, Su Majestad




Su reunión tuvo lugar en un lugar tranquilo y sereno.


"Ha pasado tiempo, Su Majestad."


Petronilla saludó a Lucio con una sonrisa especialmente hermosa. Lucio sabía que esto era un sueño, pero el miedo que impregnaba su cuerpo decía lo contrario. Tragó con fuerza y la sonrisa de Petronilla solo se hizo más grande.


"Tome asiento, por favor, Su Majestad," -dijo Petronilla-.


"..."


Lucio no podía negarse. Era una petición de una persona muerta. Además de eso, era una petición de alguien que él había matado.


"¿Has estado bien?" -preguntó Petronilla-.




Al escuchar esa pregunta, Lucio comenzó a dudar si esta era la reina, no, la reina muerta que había conocido. La Petronilla con la que él estaba familiarizado no actuaría de forma tan elegante y serena con el hombre que la había matado. Lucio esperaba que ella lo destrozara en el momento en el que lo viera. Incluso se había preparado mentalmente para dejarla hacerlo. Sin embargo, eso no pasó. Dentro de todas las posibilidades que Lucio había imaginado, esta no era una de ellas. Lucio no podía evitar sentirse desconcertado.


"¿Por qué... me harías tal pregunta?" -preguntó Lucio-.


"Porque estoy curiosa. Dado que lo amo, Su Majestad." -dijo Petronilla con una sonrisa-. "Siempre me sentí curiosa. Ustedes dos siempre pensaron en mí como una molestia. Dado que ya no estoy yo, deberías ser feliz."


"..."


"¿Eres feliz ahora?"


"... Sí," -respondió Lucio con honestidad-. "Sí. Soy feliz ahora."


"Ya veo." -dijo Petronilla con una sonrisa-.


"Lo lamento," -dijo Lucio-.


"..."


"No importa lo que diga, solo sonará hipócrita. Te conocí mediante esta relación, pero si no lo hubiera hecho, entonces tú..."




"Cállate."


Esas palabras salieron instantáneamente de la boca de Petronilla. Su cara lucía feroz. Un cambio radical en comparación con la sonrisa serena que había tenido antes. Lucio fue tomado desprevenido por el cambio tan súbito, pero hizo lo que le dijeron y mantuvo su boca cerrada. Petronilla habló con expresión amenazante y voz fría.


"Si sabes que estás siendo un hipócrita, entonces cállate."


"... Reina."


"No, no," -dijo Petronilla-. La sonrisa helada de Petronilla hizo que Lucio sintiera un escalofrío recorriendo su espalda.


"Ya no soy más tu reina. ¿No es cierto?"


"..."


"Tú fuiste quien me destronó. ¿¡Cómo... cómo podrías...!?"


Ante el tono furioso de su voz, Lucio no pudo hacer más que permanecer en silencio. Sintió como si estuviera siendo oprimido por el espíritu. No, él sabía que ella tenía razón. Su ira estaba justificada, al igual que los pecados de Lucio. Si ese era el caso, ¿entonces quién era el culpable en esta situación? ¿Quién tenía permitido estar enojado?


"¿Cómo te atreves a llamarme 'Reina'?"


"... ¿Quieres qué me disculpe?"


"Una disculpa," -bufó Petronilla-. La expresión en su cara era de pura incredulidad. "Entonces, dame la disculpa que quiero, majestuoso Emperador. Nuestro precioso Sol del Imperio."


"..."


"Esta relación que tenemos no es feliz. Es una desgracia. ¡Una horripilante desgracia! ¡Digamos qué te perdono! ¿Pero qué hay sobre mi... mi pobre hermana menor y mis padres? ¿Cómo planeas disculparte con ellos?" -exigió Petronilla-.


Lucio no dijo nada. Porque no había forma de disculparse con ellos. Lucio tragó con fuerza de nuevo. Petronilla continuó escupiendo palabras hostiles hacía él.


"Me preguntaste qué si quiero una disculpa, ¿verdad?


"..."


"Sí. Yo quiero una disculpa. Una sincera," -murmuró Petronilla-. "La disculpa que quiero de tu parte es la destrucción de Rosemond."


La palabra 'destrucción' cargaba con un gran peso. Lucio miró a Petronilla con ojos enrojecidos y ella lo miró devuelta con una expresión feroz.


"¡Si Dios no va a castigarte, entonces yo lo haré! ¡Petronilla! ¡Lo haré! ¡Personalmente!" -maldijo Petronilla-.


Petronilla se acercó a Lucio con suma rapidez y lo agarró por el cuello. Sus manos poseían una fuerza que no debería haber sido posible para una mujer. Lucio comenzó a asfixiarse olvidando completamente que todo esto era un sueño.


"¡Muere! ¡Muere! ¡Muere!" -dijo Petronilla continuamente-.


"Ngh... Reina, por favor..."


"¡MUEREEEE!"


"¡AAAH!"


Lucio despertó entre gritos. Su respiración era tosca y áspera, como si de verdad hubiera estado siendo estrangulado.


"Maldita sea... de nuevo."


Lucio trató de calmarse dejando salir el aliento que no sabía que había estado conteniendo. ¿Cuántas veces había tenido ese mismo sueño? El mismo sueño y la misma respuesta.


Repentinamente, la líder de las damas de compañía entró a empujones pensando que era otro episodio.  "¿¡Se encuentra bien, Su Majestad!?" El pánico la invadió cuando vio el sudor frío recorriendo la frente de Lucio. "Yo... traeré a Su Majestad la Reina."


"No, está bien," -jadeó Lucio-. "No es como esa anoche. Solo tuve un sueño extraño."


"Ah..."


"Solo tráeme un vaso de agua."


"Sí, Su Majestad. Seguiré sus órdenes."


La líder de las damas de compañía dejo la habitación. Lucio, quien ahora estaba solo, secó suavemente el sudor frío de su frente con un pañuelo. Cada vez que tenía este sueño, de verdad se sentía extraño.


"Debo haber estado forzándome mucho últimamente."


Lucio desecho ese pensamiento. No quería aceptar lo mucho que la maldición de una mujer muerta lo estaba afectando.


*


"Su Majestad el Emperador ha estado teniendo sueños extraños últimamente," -comentó Glara-. Mientras tanto, Rosemond estaba ocupada poniéndose un collar.


"¿A qué te refieres? ¿Son sueños acerca de la Reina Alisa?"


"No lo creo. Según las sirvientas del Palacio Central, El Emperador ha estado tenido sueños extraños muy frecuentemente estos días. Cuando despierta de uno de ellos, su cuerpo entero está cubierto de sudor frío."


"Si ese es el caso, ¿entonces por qué el Palacio Central no me ha avisado aún?"


Eso significa que piensan que no es un episodio. Rosemond le dio vueltas a ese pensamiento en su cabeza.


"¿Por qué... por qué Su Majestad no le ha contado sobre esto?" -dijo Glara con cuidado-. 


"... Probablemente piensa que no es algo que necesite saber." Un pensamiento apareció de repente en la mente de Rosemond y llegó a una conclusión al respecto. "Lo más probable es que no me haya dicho por consideración hacía mí."


"¿A qué te refieres?"


"Significa que Lucio piensa que nada bueno saldría si yo lo supiera." Una elegante sonrisa apareció en la cara de Rosemond. "Parece que no es algo de lo que tengamos que preocuparnos. No te preocupes."


"Sí, Su Majestad."


"Y deja de hacer reportes tan inútiles, Glara," -dijo Rosemond-. "Ya estoy ocupada pensando en otras cosas..."


"Sí, Su Majestad. Me disculpo." Incluso aunque Glara se estaba disculpando, se estaba quejando por dentro. ¡Pero me habías dicho que te avisara inmediatamente si algo pasaba!


Era evidente que su precaución se había ablandado desde que se había convertido en reina. De cierta forma, significaba que su corazón por fin estaba en paz, pero, por otro lado, significaba que era una presa fácil para cualquier opositor.


Rosemond surgió con una pregunta inesperada. "Dejando eso de lado, ¿dónde está Lauren?"


"¿Por qué está preguntando por Lauren tan de repente?" -preguntó Glara-.


"Le dije que trajera a la Condesa Galbris para que pudiéramos discutir acerca de mi vestido para el banquete de cumpleaños de Su Majestad. Así que, ¿por qué está tan retrasada?"


La Condesa Galbris era la mejor diseñadora de todo el imperio. El problema era que no habían pasado ni siquiera treinta minutos desde que Rosemond había enviado a Lauren a buscarla.


Glara hizo lo mejor que pudo para calmarla. "Su Majestad, espere un poco más, por favor. No ha pasado mucho tiempo desde que la Princesa Witherford se fue."


"¡Si mando a llamar a alguien, entonces deberían venir inmediatamente! Ella no está actuando de esta forma solo porque soy la hija de un barón, ¿verdad?"


"Por supuesto que no, Su Majestad."


El complejo de inferioridad de Rosemond hizo su aparición. Maldiciones dieron vueltas en la mente de Glara, pero no dejo salir a ninguna. Era cierto que Rosemond era habilidosa a la hora de manejar los asuntos del Palacio Interior. Incluso aunque sus extravagancias fueran un poco, no, extremadamente severas.


"La Princesa Witherford no es esa clase de persona," -dijo Glara con amabilidad-. "Usted lo sabe y fue por eso que la eligió para ser su dama de compañía, ¿no es verdad?"


Justo en ese momento, la voz de una sirvienta se escuchó desde fuera de la habitación.  "Su Majestad, la señorita Witherford ha llegado."


Glara sonrió con brillo. ¡Pensar qué volvería tan pronto! Esto era algo bueno tanto para Lauren como para Glara. Significaba que el humor de Rosemond no empeoraría. Sin embargo, por alguna razón, Rosemond no lucía feliz de escuchar el anuncio de la sirvienta.


Pronto, la puerta se abrió y Lauren entró en la habitación. Lauren tenía su usual expresión sin emociones y una sonrisa muy pequeña. Después de verla entrar, Rosemond comenzó a hablar ofendida.


"Llegas tarde," -dijo con frialdad-.


Lauren se preguntó si había escuchado. Solo habían pasado un poco más de treinta minutos. No había pasado mucho tiempo. Lauren intentó tardar la menor cantidad de tiempo posible para que la reina no la criticara. Y aun así... ¿pensaba qué había llegado tarde?


"¿Disculpe?" -dijo Lauren sorprendida-.


"... ¿Acabas de responderme?" -acusó Rosemond-.


"No, Su Majestad, pero... hice lo mejor que pude para llegar lo más rápido posible."


"¿Estás diciendo lo que se te antoja y aun así clamas que no me estás respondiendo?" -preguntó Rosemond con una sonrisa fría-, y Lauren se quedó momentáneamente sin palabras. ¿Así qué la reina no tenía intenciones de escuchar sus explicaciones desde el principio? Después de pensar en ellos, Lauren se retractó. Ella sabiamente siguió con los caprichos de la reina.


"... Me disculpo, Su Majestad."


"La única razón por la que actuarías así es porque me estás subestimando debido a que soy la hija de un barón, ¿no es cierto?"


"Su Majestad, nunca he pensado eso."


Esto es injusto; es lo que Rosemond había entendido de esas palabras. Sus ojos se volvieron feroces.


"¡Qué astuto de tu parte!" -dijo Rosemond vilmente-.


"..."


"¿Y dónde está la Condesa Galbris?" -exigió Rosemond-.


"... Se encuentra afuera," -respondió Lauren dócilmente-.


"Déjala entrar. Tú, fuera."


No había forma de que esto no pudiera ser escuchado desde el exterior. Cuando Lauren dejo la habitación, se encontró con la expresión de lástima de la Condesa Galbris. Después de ver eso, Lauren sintió que su compostura se rompía.


'¿Por qué tengo que sufrir esta humillación?'


Lauren bulló de ira en su interior. Sin embargo, sabía que su mayor venganza contra Rosemond no involucraba volver a esa habitación y golpearla en la cara.


Lauren tranquilamente calmó la ira que crecía dentro de ella antes de salir del Palacio de la Reina. El carruaje que su padre, el Duque Witherford, había preparado frente a las puertas del palacio. Tan pronto como entró en el carruaje, le comunicó su destino al conductor con voz fría.


"Hacía el estado Ephreney."


*


Izu Ephreney estuvo sorprendida ante el anuncio de una visitante inesperada.


"¿Quién es?" -preguntó-.


"Es la señorita Lauren, Duquesa."


"Mayordomo, ¿me estás diciendo que es la señorita Witherford?"


"Eso es correcto."


"Déjala entrar."


La Duquesa Ephreney no tenía conexión alguna con esa chica. Además, no estaban en términos tan amistosos como para hacer una visita sin avisar. Aunque tenía ciertas sospechosas, la duquesa le ordenó a su criada que preparara refrigerios. No mucho tiempo después, la elegante forma de Lauren Witherford apareció enfrente a la Duquesa Ephreney y se inclinó educadamente.


"Me disculpo por haber venido sin avisar antes, Duquesa. "Por favor, disculpe mi rudeza."


"No, Princesa. Eso no debería ser un problema entre nosotras dos. No se preocupe, por favor." Habiendo dicho eso, la Duquesa Ephreney estudió a Lauren antes de hablar de nuevo. "... Parece que tienes algo que decir. ¿Por qué no vamos a la sala de estar?"


"No planeo quedarme mucho tiempo, Duquesa."


"Supuse que ese sería el caso."


Con una sonrisa, la Duquesa Ephreney guio a Lauren hasta la sala de estar y les ordenó a las sirvientas que las dejaran solas.


"Luces como si hubieras venido para decirme algo importante," -dijo la Duquesa Ephreney con una sonrisa-. "¿Estoy en lo correcto? Sé qué no eres una persona que aparecería de esta forma si ese no fuera el caso."


"Me alegro de que lo entienda. Entonces, procederé a explicar el porqué de mi visita." Lauren se rio secamente y luego dijo directamente: "¿Cuál es su opinión acerca de la actual Reina de Mavinous?"

agosto 25, 2020

Dama A Reina - Capítulo 111

Capítulo 111. [Historia Alternativa] Capítulo 3. Traición, Revolución, Golpe de Estado




Las damas de compañía podían viajar libremente entre su lugar de trabajo y su hogar.


Cuando el día comenzó a llegar a su fin, Lauren se dirigió en silencio a su residencia. Su normalmente tranquilo hogar estaba repleto de hombres de mediana edad esta noche. Después de cambiarse de ropa, Lauren entró en la habitación en la que ellos se encontraban. Un hombre la notó al entrar y la llamó por su nombre.


"Lauren."


Era su padre. Una delgada e irónica sonrisa se formó en la cara de Lauren.


"Padre, volviste temprano," -dijo Lauren-. Ella miró a las demás personas en la habitación. El padre de Lauren, el duque Witherford, respondió:


"La situación terminó de esta forma. Vinimos temprano para evitar sospechas."


"Eso fue sabio de tu parte," -comentó Lauren-.




"Cierto, ¿cuál es el estado del Palacio de la Reina?" -dijo el duque Witherford-.


La suave frente de Lauren se arrugó ligeramente. "Nada bien," -dijo-.


"¿Qué significa eso exactamente, señorita Lauren?"


"Exactamente lo que dije... Las extravagancias de la Reina solo siguen volviéndose cada vez más extremas. ¿Sabes lo que pasó hoy? Ella se cambió de vestido cinco horas después de habérselo puesto solo porque ya había salido afuera con él."


La voz de Lauren comenzó a agitarse mientras hablaba.


"Y eso no es todo. Los lujosos objetos que la Reina está comprando van en aumento, tanto en número como en valor. ¿De dónde creen que sale todo ese dinero que gasta en cosas tan frívolas, señores?  De las bóvedas del imperio. Lo que la Reina está haciendo no es nada diferente al acto de lanzar todo el imperio hacía la ruina."


"Sin embargo, ¿no está haciendo un buen trabajo?" -dijo uno de los nobles-.


Lauren sonrió con repugnancia. "Eso es verdad. No hay lugar para la duda. Ella no es solo habilidosa, sino que es una maestra manejando a la gente. Conoce cuales talentos necesitan ser usados en los lugares óptimos. Eso es algo por lo que ciertamente podríamos necesitarla."


Pero casi inmediatamente, una negativa salió de los labios de Lauren.


"Incluso así, su extravagante estilo de vida es tan horrible que es imposible ignorarlo. ¡Sin mencionar que los ciudadanos del imperio han estado sufriendo de una sequía a nivel nacional! ¿Cómo es posible que la reina de un imperio ponga sus deseos y caprichos por encima de los pobres y los necesitados?"




Todos asintieron con aprobación. Lauren continuó con voz fría.


"Ella no está en esa posición para manejar los asuntos del palacio de manera sobresaliente. Ella es la Madre del Imperio. Es difícil decir que la actual Reina está actuando de acuerdo a su rol."


"Estamos de acuerdo con usted, señorita Witherford."


"¿No es por eso que estamos hoy reunidos aquí?"


Ante esas palabras, los demás nobles asintieron. Otra persona comenzó a hablar.


"La Reina solo se preocupa por ella misma. Nuestro objetivo común es destronar a tal egoísta reina, ¿no es cierto?"


"Eso es correcto." -dijo el duque Witherford con una sonrisa irónica-. "Sin embargo, como todos sabes, para poder tener una revolución, necesitamos tener una razón válida. Si tratamos de tomar acción sin una, ¿quién va a creer que nuestro propósito es de naturaleza noble?"


"Incluso así, no será suficiente con solo la Reina, Su Gracia. Tiene que ser por algo directamente relacionado con El Emperador."


Lauren, quien había estado escuchando en silencio, interrumpió. "Eso se puede arreglar." -dijo con voz clara-. "El Emperador ordenó que ejecutaran a la antigua reina, Petronilla, y a su familia. Todo para hacer que su amante se volviera reina."


Y probablemente él no sabe qué tan tonta fue esa decisión. Lauren sonrió en secreto.


"Y como todos saben, los Grochesters fueron leales al imperio hasta el final. ¿Qué tan poco cuerdo uno debe estar para tomar tal decisión?"


"Eso es cierto." -dijo el Duque Witherford con una sonrisa-. "Eso es cierto, señores. La salud mental del Emperador se está deteriorando junto con su habilidad para tomar decisiones. Es por eso qué eliminó a una familia leal e instauró a horrible moza como reina."


"Una pregunta." -dijo una persona de entre los nobles-. "¿No es una situación muy peligrosa? Después de todo, tal persona está gobernando este reino."


Sonidos de aprobación se escucharon en toda la habitación.


"Estás en lo correcto. Si él está en tan mal estado, entonces es natural que alguien mentalmente sano tome su lugar."


"¡Sí!"


Mientras todos estaban hablando con emoción entre ellos, Lauren sonrió para sí misma. Eventualmente, El Duque Witherford calmó el ambiente.


"¿Cuántos soldados hemos podido reunir?" -preguntó-.


"Los suficientes, Su Gracia. Incluso con solo los guardias privados de los nobles de clase alta, tenemos una cantidad considerable. Si podemos reclutar a al menos uno de los porteros del palacio, no será difícil tomar El Palacio de la Reina."


"Hay muchas personas en el palacio que están tratando de liberarse de la tiranía de La Reina. La Reina es la esposa del Emperador, por ende, es como si ambos fueran una sola entidad. Estoy segura de que esas personas cooperaran con nosotros."


"Debo decir que esto está yendo tan bien que estoy un poco preocupado," -dijo El Duque Witherford en tono burlón-.


Lauren seguía sonriendo. "Eso es porque la situación está enormemente a nuestro favor," -dijo- "Además de eso, el doctor imperial dijo que Su Majestad se ha estado sintiendo ansioso desde la ejecución de La Reina Petronilla."


"Parece que es el momento perfecto."


Era definitivamente el momento perfecto. Lauren sonrió al mismo tiempo que otro noble comenzó a hablar.


"Aunque no me gusta demasiado la idea de que el nuevo emperador no será un descendiente directo, ¿qué más podríamos hacer? Un golpe de estado exitoso no será considerado un crimen."


"¿Un golpe de estado? -dijo Lauren interrumpiendo al noble-. Lucía casi enojada. "¿Quién se atreve a llamar a esto un golpe de estado?"


"¿Qué está diciendo, señorita Lauren?"


"Si esto sale bien, entonces ciertamente no será un golpe de estado," -dijo Lauren con énfasis-. "Esta es una revolución."


Ante esas palabras, las demás personas explotaron en risas emocionadas. Eso es correcto, esta era una revolución. Si esto de verdad tenía éxito, ¿quién sería capaz de catalogar esto como un golpe de estado? Sería algo que ciertamente les costaría sus cabezas.


"Así que, ¿cuándo lo haremos?" -preguntó Lauren-.


"Pronto," -respondió El Duque Witherford-. "Temprano en la mañana, tomaremos de regreso el trono. Cuando eso pase, todos nosotros nos volveremos revolucionarios."


"Eso es satisfactorio de escuchar. ¡Revolucionarios!" -gritaron los demás-, y esta vez, Lauren se unió a ellos.


Todo estaba yendo de acuerdo al plan.


*


La Duquesa Ephreney había estado de mal humor últimamente. A pesar de que Rosemond, a quien ella había estado apoyando extraoficialmente, fue finalmente instaurada como la reina, la duquesa no estaba satisfecha con su situación. Podía adivinar el porqué. Ella lo había estado posponiendo día tras día porque no quería admitirlo.


"Señora, venga por aquí, por favor," -dijo una sirvienta-, luego guio a la duquesa por el corredor.


No era la primera vez que La Duquesa Ephreney había estado aquí, pero la sirvienta la trató como si fuera su primera vez. Si la duquesa tenía que ser honesta, se sentía bastante disgustada. Sin embargo, aceptó que esto era probablemente por el hecho de que ella no era particularmente amistosa con Rosemond.


"Su Majestad, La Duquesa Ephreney ha llegado," -anunció la sirvienta-.


"Ah, déjala entrar," -respondió una voz-.


Curiosamente, a La Duquesa Ephreney no le gustaba la forma en la que Rosemond había hablado. Desde que descubrió que Rosemond provenía de una familia de clase baja, la miraba de forma repugnante, a pesar del hecho de que su esposo venía de una familia parecida. Quizás era porque la duquesa era la única hija de una estimada familia del imperio.


Las puertas se abrieron y La Duquesa Ephreney caminó con gracias hacía Rosemond.


"Saludos a la Luna del Imperio, Su Majestad la Reina. Gloría al Imperio Mavinous."


Aunque La Duquesa Ephreney apoyó y ayudó a Rosemond, el hecho de que la hija de una familia de clase baja fuera ahora la mujer más venerada del imperio hacía que a La Duquesa Ephreney le doliera el estómago.


Rosemond era lo suficientemente aguda para notar esto. "¿Por qué tu cara no luce bien, Duquesa?"


Sin embargo, La Duquesa Ephreney era una oponente formidable. Ella era la hija de una familia noble de clase alta, después de todo. La Duquesa Ephreney colocó una sonrisa sociable. "¿Hay alguna razón por la que debería sentirme mal?"


Ante esas palabras, Rosemond la miró mientras sonreía. "Eso es un alivio. Siéntese."


La Duquesa Ephreney se sentó y Rosemond comenzó a exponer sus quejas.


"Los fondos del imperio están completamente agotados. ¿Qué rayos pasa con los impuestos...?" -se quejó-.


"Su Majestad, aunque es bueno preocuparse por los fondos del imperio," -comenzó a decir la duquesa remarcando muy bien sus palabras-, "Su Majestad el Emperador es el encargado de los impuestos. El Palacio Interior solo debe concentrarse en cómo usar y asignar los fondos."


La duquesa no estaba equivocada, pero esas palabras era una forma indirecta de decirle a Rosemond que se estaba entrometiendo. Rosemond no dejo pasar este hecho y entrecerró los ojos mientras miraba a la duquesa.


"... Estás en lo cierto, Duquesa. Sin embargo, a lo que me refiero es que los fondos del Palacio Interior están disminuyendo."


Si estás tan preocupada por eso, ¿entonces por qué no dejas de gastar tanto en lujos? Era algo La Duquesa Ephreney quería decir, pero era obvio que a la reina no le gustaría eso. Ah... incluso al final, la anterior reina no fue así.


La Duquesa Ephreney repentinamente recordó a la reina muerta. Ella era una mujer prudente. Aunque había conocido su final, ella no fue una mala persona.


Si La Duquesa Ephreney tenía que decidir qué fue lo que causó la caída de la reina, entonces diría que fue por sus celos debido a las acciones del Emperador. Sin embargo, si La Duquesa Ephreney hubiera estado en esa misma situación, probablemente tampoco habría sido capaz de esconder sus celos. Si su propio esposo amara más a su concubina que a su propia esposa, entonces era obvio que cualquier mujer se volvería loca. Eso era sentido común. Además, si su rival amorosa en una mujer astuta y malvada como Rosemond, la muerte sería algo inevitable.


La Duquesa Ephreney se dio cuenta de que se estaba poniendo emocional y salió de sus pensamientos. Ese no era un buen tren de pensamiento que seguir. Después de todo, ella había jugado un papel en llevar a la Reina Petronilla a su muerte. El tener ese tipo de pensamientos solo sería un insulto hacía el muerto.


Aunque... estos mismos pensamientos pudiera ser la fuente de diversión de otra gente.


La Duquesa Ephreney aconsejó con cuidado a Rosemond para no ofenderla.


"Los impuestos son preocupación del Emperador, Su Majestad. Si los impuestos son demasiado bajos, entonces la reina debe ser capaz de usarlos sabiamente. No tengo duda alguna de que serás capaz de hacerlo, sobre todo teniendo en cuenta lo inteligente que eres."


Habiendo dicho esas palabras endulzadas, La Duquesa Ephreney midió la reacción de Rosemond. No parecía muy disgustada después de escuchar los cumplidos del final. Notando esto, La Duquesa suspiró para sus adentros.


Ganarse su favor era una tarea bastante complicada.

agosto 25, 2020

Dama A Reina - Capítulo 110

Capítulo 110. [Historia Alternativa] Capítulo 2. ¿No Amas A Su Majestad?




"Por fin soy la reina," -murmuró Rosemond en su habitación-, su cuerpo se sentía tan ligero como si estuviera caminando por las nubes. "¡Finalmente, finalmente!"


"Su Majestad, cálmese, por favor. Su Majestad el Emperador estará aquí pronto," -le advirtió Glara en un tono más burlón de lo normal-. Rosemond asintió con una expresión de felicidad.


"Cierto. Cierto."


Las visitas de Lucio se habían vuelto algo extremadamente raro, pero ya que esta era la primera noche que tendría Rosemond cómo reina, era obvio que él vendría a visitarla. Rosemond movía los dedos con ansiedad. Era como una chica que había experimentado el primer amor y todavía era demasiado pura para saber algo.


"Ahora solo necesito dar a luz a un príncipe."


"Sí, Su Majestad," -dijo Glara-. "Puedes tomarte tu tiempo. No hay nadie en todo el Imperio Mavinous que pueda detenerte. Eres la reina de este país y tu hijo será el nuevo Sol de Mavinous. ¿Qué te preocupa tanto?"


"No estoy preocupada, Glara. Es que no confío en Su Majestad," -dijo Rosemond con una sonrisa fría-. "No confío en él. Es tonto confiar en un hombre." La expresión de Rosemond se volvió incluso más gélida. "Y mucho menos si es un monarca."




"Pero... ¿no amas a Su Majestad?" -preguntó Glara-.


"¿Amar?" -dijo Rosemond entre risas-. "Sí, Glara. Lo amo. A Su Majestad, el hombre que ahora es mi esposo y que en un futuro será el padre de mi hijo."


"..."


"Pero, Glara, amo mucho más lo que él me ofrece. ¡Estatus, riqueza, poder! Cosas como esas."


"Sí..." Glara no sabía cómo reaccionar, así que, simplemente se quedó mirando a Rosemond. La dama de compañía de repente sintió lástima por el Emperador. Parecía que realmente le gustaba la reina...


Glara salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de una criada desde afuera de la habitación.


"Su Majestad la Reina, Su Majestad el Emperador ha llegado."


"¡Oh, Dios!" -chilló Rosemond de forma tierna-. "Déjalo entrar. No puedes dejar a una persona importante esperando afuera."


"Sí, Su Majestad."


La puerta se abrió y Lucio entró al mismo tiempo que Glara salía discretamente. Rosemond estaba tan feliz de ver a Lucio en la habitación que abrió mucho sus brazos y lo abrazó.




"Su Majestad," -dijo Rosemond mientras le tocaba el pecho con los dedos-. "Te extrañe, Su Majestad."


"Yo también a ti, Rose."


"Todo fue tan increíble en la catedral," -dijo Rosemond extasiada-. "Quise besarte en el mismo momento que te tuve entre mis brazos."


"Me alegra que no lo hiciera."


"Por supuesto."


Era normal que Lucio la abrazara primero, pero parecía qué hoy se sentía algo tímido. Bueno, eso no era importante. No importaba quién iniciaba el abrazo, si el resultado era el mismo.


Rosemond acarició la nuca de Lucio con sus labios, entonces lo comenzó a besar apasionadamente.


"Haaa..."


Rosemond dejo salir un gemido más obsceno de lo normal. Ella había jurado que tendría la semilla de Lucio dentro de ella esta noche. Rosemond ya era la mujer con la posición más alta en todo el Imperio, pero eso no era suficiente. Tenía que asegurar su posición y para lograr eso, necesitaba tener un príncipe. Para ser exactos, un príncipe que se convierta en el heredero del Imperio.


"Su Majestad... la cama..."


Rosemond tenía que ser la que tomara la iniciativa. Tanto el trabajo como el amor eran siempre hechos por sus manos, así que, ella sería la que tomara la delantera en el evento de esta noche. Rosemond desabrochó con gracia los botones de la camisa de Lucio.


"Estoy tan desesperada hoy..." -dijo Rosemond apasionadamente-. "He estado muy caliente pensando en ti todo el día."


Esa era una mentira. Rosemond no se había perdido en la lujuria desde que supo, a temprana edad, que su cuerpo podía ser usado como un arma. Bueno, eso no era importante de todas formas.


Rosemond le susurró a Lucio con la voz más seductora que pudo conseguir. "Por favor, Su Majestad, lo espero con ansias. No te dejaré dormir ni un solo segundo esta noche."


*


"Mmmm..."


Rosemond se estiró y abrió los ojos. ¿En qué momento se había quedado dormida? Rosemond buscó en sus memorias por un momento, pero rápidamente se rindió. Tuvo que haber sido casi al amanecer, pero pensar en ello no serviría de nada.


Su mano se deslizó hasta su vientre. Puede que aún no haya quedado embarazada, pero lo estará algún día. ¡Su delgado estomago pronto crecería grande con un niño en su interior, el cual gobernaría este gran imperio en el futuro!


Rosemond se sentía tan extasiada como si ya fuera madre. Dado que lo había intentado tan duro anoche, habría buenas noticias pronto. Rosemond lo creía firmemente.


"¿Rose...?"


Una voz habló, una que ella había escuchado incontables veces anoche. Quizás era porque estaba pensando en un niño, pero Rosemond se sintió más orgullosa mientras escuchaba esa voz. ¡El hombre que sería el padre de su hijo!


"¿Está despierto, Su Majestad?" -respondió Rosemond-.


"Despertaste temprano," -notó Lucio-.


"Lo hice justo ahora," -dijo Rosemond mientras besaba suavemente a Lucio su delgado párpado-. A Lucio nunca le disgustaban ninguno de los besos que ella le daba por las mañanas.


"Luces feliz," -dijo Lucio con voz ronca-.


"¿Qué mujer podría sentirse mal después de una noche cómo esa?" Rosemond presionó sus labios sobre el pecho desnudo de Lucio-. "Y me siento muchísimo mejor debido al coronamiento."


"¿Cómo te sientes siendo la reina ahora?"


"¿Cómo me siento?" Rosemond reflexionó por un momento antes de contestar. "Me siento bien."


"¿En serio?"


"Es genial."


"¿Solo llega a ser genial?"


"Ah. No, Su Majestad, me siento muy emocionada ahora mismo."


Por supuesto que lo estaba. ¿Cuánto se había esforzado para conseguir esta posición? Para Rosemond, era emocionante e, incluso, impactante. Exagerando un poquito.


Rosemond habló con una sonrisa. "Al fin soy capaz de pararme a tu lado al mismo nivel." No cómo su concubina secreta, sino como su reina. Esta no era una felicidad que ella pudiera haber experimentado si hubiera tenido una posición elevada toda su vida. Este momento había sido decidido en el instante en el que la Reina Alisa comenzó a abusar del príncipe heredero.


"Ahora nadie puede interferir con nuestro amor," -dijo Rosemond-.


"Sí."


"Y yo soy la única para ti, ¿verdad?"


"Claro," -susurró Lucio con voz afectuosa-. "Ahora de verdad solo te tengo a ti."


Solo a ella de entre todo el mundo. Rosemond estaba confiada en que no existía ninguna mujer más hermosa que ella. Ella era la única que él tenía. Eso significaba que, si ella desaparecía, él colapsaría.


"Te amo, Su Majestad," -susurró Rosemond felizmente-. Verdaderamente.


*


Rosemond no era una mujer tonta. Nunca había estado a cargo de los asuntos del palacio, pero con la ayuda de la duquesa Ephreney, todo el asunto se resolvió sin dificultades. En la mayoría de los casos, Rosemond era bastante sabia e inteligente.


El problema era personal. Rosemond tuvo una infancia llena de depravación y, por ende, desarrollo un deseo por poder. Sin embargo, la codicia por objetos materiales venía normalmente acompañada de poder.


"Glara, mira esto," -dijo Rosemond suavemente-. "Es un diamante con forma de gota de agua. ¿No es hermoso?"


"Sí, lo es," -dijo Glara-. "¿De dónde lo sacaste?"


"Es una gema del otro lado del mar. "Es muy valiosa." -tarareó Rosemond-, luego colocó el collar de diamante en su mano y se volteó hacía Glara. "Ven, tengo que cambiarme el vestido ahora."


"¿Qué?" -dijo Glara perpleja-. Habían pasado menos de cinco horas desde que Rosemond había cambiado de vestido. "Pero, Su Majestad, ¿no cambiaste de vestido hace menos de cinco horas?"


"Lo hice," -dijo Rosemond-. "Pero salí antes."


"Es un desperdicio cambiarse de nuevo."


"¿Me estás llevando la contraria ahora?" -dijo Rosemond irritada-, y Glara retrocedió reflexivamente. No hace mucho tiempo, hubo otra dama de compañía que desafió las palabras de Rosemond y murió por ello. Para ser exactos, la doceava dama de compañía este mes.  Rosemond se justificó diciendo que tenía que disciplinar a su corte, pero lo qué nadie sabía era que ella solo lo hacía para ventilar su ira. No importa que tan cercanas eran Glara y Rosemond, Glara no estaba fuera de peligro de su carácter malvado. Glara inmediatamente retiró lo que había dicho.


"Para nada, Su Majestad. Siempre estás en lo correcto. Por cierto, ¿acaso tiene sentido para las nobles del Imperio el vestir un mismo vestido por cinco horas seguidas?"


"Ahora estás comenzando a entrar en razón." Rosemond sonrió y llamó a las otras damas de compañía. "Vengan, todas ustedes me ayudarán a escoger un vestido."


"Sí, Su Majestad."


Un momento después, pareció que Rosemond había recordado algo y entonces llamó a una criada. "Lauren."


La criada llamada Lauren se acercó rápidamente. "Sí, Su Majestad."


"Los documentos de los que la duquesa Ephreney habló antes. ¿Cómo está yendo todo?"


"¿Se refiere a la fiesta de cumpleaños de Su Majestad el Emperador?"


"Sí."


"No se preocupe, Su Majestad," -dijo Lauren con una sonrisa-. "Todo está yendo bien."


"Perfecto." Solo después de que Rosemond recibió la respuesta de la criada pudo relajarse. Sin embargo, la inquietud se apoderó de ella y le dio otra orden. "Tráeme el papeleo. Quizás debería leerlo yo misma."


Por supuesto, Su Majestad. Deme un momento, por favor."


Lauren se inclinó con una sonrisa en la cara. Se volteó y tan pronto como estuvo de espaldas a la reina, su sonrisa desapareció.