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jueves, 3 de septiembre de 2020

Dama A Reina - Capítulo 115

Capítulo 115. [Historia Alternativa] Capítulo 7. Sería La Reina Viuda, No La Reina




Rosemond estaba completamente atónita y llena de incredulidad hacia el diagnóstico del doctor.


"¿Por qué mientes? ¿Te atreves a mentir solo para que me maten? Su Majestad, él está mintiendo," -dijo Rosemond con desesperación-. A pesar de alboroto, el viejo doctor permaneció calmado a su lado.


"Su Majestad el Emperador, no estoy mintiendo. Si usted cree que es un diagnóstico equivocado, puede consultarlo con otros doctores de la corte." 


"..."


La cara de Lucio se llenó con emociones conflictivas, entonces habló rápidamente. "La criminal clama que el doctor del palacio no es fiar, así que, procederemos con más investigaciones para prevenir futuras discrepancias."


Sin embargo, pronto se hizo claro que Dios no estaba del lado de Rosemond. Un total de cinco doctores la examinaron, pero todos y cada uno concluyeron que no estaba embarazada. Sin embargo, Rosemond no pudo aceptar este desenlace.


"¡Eso no puede ser posible, Su Majestad! Tuve náuseas matutinas y no he menstruado. Ellos están mintiendo para hacer que me maten, Su Majestad," -rogó Rosemond con desesperación-. "Perdóneme, por favor, Su Majestad. ¡No, no me importa si no me perdona, pero perdone la vida de su hijo, el descendiente imperial, Su Majestad!"




Uno de los doctores la interrumpió. "Su Majestad, déjeme explicarle lo que ella acaba de decir." -dijo el doctor mientras miraba a Lucio-. "Nosotros hemos llegado a la conclusión de que ella ha tenido un embarazado fantasma. Es algo que ocurre cuando una mujer quiere con desesperación el estar embarazada."


"..."


"No es una condición poco común," -dijo el doctor-.


Un noble levantó la voz esta vez. "Entonces, nada está creciendo en su vientre, ¿correcto?"


"Eso es correcto."


"Entonces, Su Majestad, no hay razón para dudar más acerca de la ejecución," -concluyó el noble-. "No hay razón alguna para mantener a una criminal, la cual ni siquiera pudo concebir a un descendiente imperial, con vida."


"¡No! ¡Estoy embarazada! ¡Estoy embarazada del hijo de Su Majestad!" -chilló Rosemond-.


"Muevan a la criminal."


"¡Su Majestad, perdóneme! ¡Argh! ¡Déjenme ir!"


Rosemond fue llevada a la fuerza al patíbulo. Lucía totalmente fuera de sí cuando se dio cuenta de que de verdad iba a morir.




"¡Su Majestad, perdóneme! No puede hacerme esto."


"..."


"¡Su Majestad!"


Pero no importaba que tanto llamara Rosemond a Lucio, no había nada que él pudiera hacer. Incluso aunque era el gobernante de este vasto imperio, no podía usar su poder para violar la Ley Imperial. Eso era equivalente a la tiranía. Lucio simplemente se quedó mirando a la mujer que amaba con todo su corazón. Eso era lo mejor que él podía hacer por ella.


"¡Su Majestaaaaaaaaad!"


"¡Comiencen con la ejecución!"


"¡Aarghh!"


Ocurrió en un instante. El verdugo liberó la soga que amarraba la guillotina y pronto la brillante hoja cayó sin misericordia.


"¡Aarghh!"


"¡Uurghh!"


Los espectadores gimieron mientras el espantoso espectáculo se desarrollaba frente a ellos. Lucio no fue la excepción.


"Haa..."


Lucio se sorprendió cuando se dio cuenta de que no podía soportar la vista. Las damas de compañía junto a él lo sostuvieron antes de que cayera y con su ayuda, caminó hasta su carruaje. Los otros nobles limpiarían todo de todas formas. Ya no era necesario que estuviera aquí.


Lucio dejó salir un contenido ruido de sufrimiento. Para esconderlo, la líder de las damas de compañía lo llevó con rapidez al interior del carruaje.


"Su Majestad, cálmese," -intentó-.


"¿Cómo... cómo puedes decirme que me calme después de haber visto esa escena?" Lucio se retorció como una oruga. De entre los diferentes shocks que había tenido en su vida, este estaba con facilidad cerca de la cima.


"No pude salvar... Yo... Yo..." -murmuró-.


"No fue su culpa. No tiene que..."


"Urgghhh..." Lucio rompió en llanto.


Sabiendo que nada podría consolarlo, la líder de las damas de compañía salió del carruaje indicó que ya debían irse. La gente podía escuchar los llantos constantes saliendo del extravagante carruaje.


*


"Por cierto, mi señora, ¿cómo le está yendo a Su Majestad estos días?"


"No está bien," -respondió Lauren secamente-. Lauren estaba tomando té con la hija de un marqués que se había unido a su causa. "Después de la ejecución, las damas de compañía del Palacio Central me contaron que parece un muerto en vida."


"Tsk, tsk." La señorita Filomina chasqueó la lengua. Filomina puso una expresión que decía que encontraba al Emperador patético y Lauren se quedó mirándola. Filomina compartió lo que pensaba sin invitación.


"¡No puedo creer que el gran Emperador de Mavinous se volvió así por una mujer! ¿No es patético? Sería mejor que un monarca tenga a una mujer, pero realmente no importa si no tiene una."


"... Así de enganchado estaba de Rosemond. Debe haber estado muy enamorado de ella."


"¿Qué tan tonto es eso? ¿Cómo es qué un monarca puede amar en serio? No debió de haber pensado que tanto lo retrasaría," -dijo Filomina con arrogancia-, y luego cambió de tema. "Por cierto, mi señora, si el trono está vacío, ¿entonces usted se convertirá en la reina?"


"... Eso supongo," -respondió Lauren-.


Esa fue la razón por la que fue adoptada por su padre. El repentinamente ofreció adoptarla cuando comenzó con su rebelión. Creyó que, para poder conseguir el poder perfecto, él tenía que tener algún tipo de relación sanguínea con la Familia Imperial.


"Oh, Dios," -exclamó Filomina-. "Entonces, cuando te conviertas en la reina en el futuro, ¿podría ser tu dama de compañía?"


"La posición siempre está disponible para cualquier chica noble. Por supuesto, usted no es una excepción, señorita Filomina."


Lauren la rechazó indirectamente, pero la estúpida Filomina se quedó mirando a Lauren como si no hubiera entendido. Lauren estaba sumamente cansada y arrugó la frente, pero nadie se dio cuenta.


"Mañana por fin será el día de la rebelión," -dijo Filomina-, cambiando otra vez de tema.


"Tenga cuidado, señorita Filomina. Hay oídos en todas partes," -le advirtió Lauren con gentileza-.


"Pero esta es su residencia, mi señora. ¿Qué podría pasar aquí?"


"Aun así."


¿Qué bien traería convertir a esta descuidada y torpe mujer en una dama de compañía? Lauren hizo una nota mental acerca de no tener a esta mujer cerca de ella incluso si se convirtiera en reina.


Lauren continuó. "Como has escuchado de su padre, mañana quédese fuera del ojo público tanto como sea posible. Solo por si acaso. No queremos recibir daño cuando tomemos el trono."


"Por supuesto," -respondió Filomina asintiendo-. "Pero, mi señora, usted irá a la fiesta de mañana, ¿verdad?"


"... No. Estaré en la residencia del Duque."


"Oh, Dios, ¿por qué?"


... ¿Por qué más? Para evitar posibles accidentes. Pero Lauren no sabía que podría pasar si decía eso directamente, así que, creó otra excusa.


"Porque no me he sentido bien desde ayer. Apenas pude asistir a nuestra reunión de hoy."


"¡Santo cielo!" -gritó Filomina-, y comenzó a armar un alboroto. "¿Está bien, mi señora?"


"Sí. Estoy bien. He estado trabajando de más estos últimos días, así que, me ha estado doliendo el cuerpo." En realidad, Lauren estaba en perfecto estado. Lentamente terminó la conversación. "¿Deberíamos irnos ya? El doctor me advirtió que me tomara las cosas con calma."


*


Lauren no estuvo en el banquete del día siguiente como estaba planeado. Y acorde al plan, recibió una carta de su padre que había logrado tomar el Palacio Imperial esa misma tarde.


"¡Finalmente!"


"Felicitaciones, señorita Lauren."


Su familia estaba con un humor festivo. Era obvio que ella pronto llevaría puesta la corona de la Reina debido al duque, ya que ya habían discutido quien sucedería el trono.


"¡Mi hija!"


El Duque Witherford regresó a su residencia en la noche. Parecía que había tomado algo de tiempo para poner todo en orden. Lauren lo saludó con una sonrisa brillante.


"Felicitaciones, Padre. Por fin has logrado tu objetivo."


"Este es solo el comienzo." El Duque Witherford, con una extraña sonrisa, le pidió a una dama de compañía que le trajera dos tazas de té. Luego, padre e hija comenzaron a conversar mientras bebían té de romero.


"¿Qué pasará ahora?" -preguntó Lauren-.


"Vamos a acordar las directrices oficiales. El destronado emperador pronto será ejecutado y el Gran Duque Callinicus tomará el mando del trono Imperial."


"..."


"Los nobles que apoyaron al Emperador también serán eliminados... y cuando todo haya acabado, te convertirás en la Emperatriz. ¿Qué te parece? ¿No es simple?"


"Sí," -dijo Lauren con una leve sonrisa-.


El Duque Witherford lucía complacido. "No tienes nada de lo que preocuparte, Lau. Todo lo que tienes que hacer ahora es esperar a que te traiga la corona. Muy simple, ¿verdad?"


"Quiero ayudarte un poco al menos," -ofreció Lauren-.


"Me has dado toda la ayuda que necesito. Incluso actuaste como una dama de compañía en el Palacio de la Reina," -dijo el Duque Witherford-, y entonces explotó a reír.


"¿Cómo fue el final del destronado Emperador?" -preguntó Lauren-, y el duque se detuvo un momento antes de responder casualmente.


"No sé si estaba esperando por su destino o, si como decían los rumores, había perdido todo el deseo de vivir después de que la destronada reina fuera ejecutada."


"..."


"Entregó obedientemente el trono imperial. Nosotros fuimos tomados por sorpresa, ya que no esperábamos que fuera tan fácil."


"Eso no debió haber sido divertido."


"Oh, Dios mío, Lau. ¡El golpe lo había apostado todo y no puedo creer que estés pensando en diversión! En cualquier caso, mientras más fácil sea tomar el trono imperial, mejor."


"Eso es verdad," -respondió Lauren-.


"¿Esperabas que algo grande pasara?"


"No sabía que el destronado emperador se rendiría tan fácilmente. Pensé que al menos pelearía un poco," -remarcó Lauren-.


El Duque lucía pensativo. "Eso fue algo bastante inesperado para nosotros también. El Duque sonrió como si se hubiera rendido por completo al final. Todos estábamos sorprendidos."


"Supongo que no estaba en su sano juicio," -dijo Lauren-. "Dejemos de hablar sobre esto, padre. ¿Por qué deberíamos seguir prestándole atención a un perdedor?"


"Sí. Eso estaría bien," -dijo el Duque Witherford-, y acarició el cabello de su hija con una sonrisa. "Ve a dormir temprano. Desde mañana estarás ocupada."


*


Ella había vivido una vida llena de infortunio desde el principio y todo se volvió contra ella justo cuando estaba a punto de sentirse mejor.


'Si hubiera dado a luz a un bebé antes, ¿todo habría sido diferente?'


Al final, la razón por la que había caído tan bajo era porque no había tenido un bebé. Si hubiera dado a luz a un bebé mucho antes, Lucio no hubiera traído otra mujer para ser la reina en su lugar, tampoco hubiera sido destronada después de haberse vuelvo ella misma la reina.


'Si pudiera volver atrás, sería la Reina Viuda, no la Reina.'


El amor del Emperador no era permanente. Era algo frágil que desaparecería cuando ella envejeciera y se volvería fea. Pero si hubiera dado a luz a un príncipe heredero, él no hubiera sido capaz de deshacerse de ella, no importa lo mucho que la odiara. ¿Por qué? Porque ella habría sido la Reina Madre del príncipe heredero del trono del imperio.


'Si fuera a nacer de nuevo, me aseguraría...'


Rosemond cerró los ojos y deseó por algo que no podía ser conseguido.


"... Hmm."


Rosemond abrió los ojos. ¿Era esto el cielo? ¿O el infierno? Sus ojos miraron la habitación en la que se encontraba. ¿Era este el purgatorio?


Fue en ese momento que alguien abrió la puerta y entró. Era una cara familiar.


"¿Su Majestad...?" -dijo Rosemond con incredulidad-.


"Rose."


Era Lucio. Estaba mirándola con amor.


"¿Qué... qué está pasando...?" -murmuró-.


"¿A qué te refieres? ¿Lo hice tan mal anoche? ¿Qué ni siquiera puedes recordarlo?"


"¿A qué te refieres...?" En ese momento, la mirada de Rosemond se dirigió hacía su cuerpo. Ella estaba desnuda.


"¿Qué... día es hoy?"


"¿A qué te refieres?"


"¿Cuánto tiempo ha pasado desde que fuiste coronado?"


"Eso es muy repentino." Lucio la miró con confusión. "Tomé el trono hace seis meses, Rose. Estuviste en la coronación. ¿Ya lo has olvidado?"


"No puede ser..." -dijo Rosemond atónita-, y Lucio se acercó a ella y se sentó en la cama. El cuerpo de Lucio calentó el de Rosemond mientras la abrazaba.


"¿Dormiste bien?" -dijo Lucio con afecto-.


¡Así qué, ella había regresado seis meses después de que Lucio tomara el trono, al tiempo en el que aún no había tomado a una reina! Rosemond apretó la espalda de Lucio mientras su corazón comenzaba a latir más rápido.


"Lo amo, Su Majestad," -susurró Rosemond-.


"Yo también te amo, Rose."


Mientras Lucio susurraba esas dulces palabras en su oído, Rosemond hizo un juramento. Ella sería la Reina y la Reina Viuda esta vez. ¡Nunca iría de nuevo por el mismo camino que la llevó a ese trágico final que tuvo que sufrir en su anterior vida!