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martes, 25 de agosto de 2020

agosto 25, 2020

Dama A Reina - Capítulo 109

Capítulo 109. [Historia Alternativa] Capítulo 1. Te Nombro Cómo La Nueva Reina Del Imperio Mavinous

[Historia Alternativa 1] Los muertos viven en los recuerdos de los vivos.




Rosemond Mary La Phelps había estado últimamente por las nubes.  Eso era porque su mayor enemiga política, la antigua reina Petronilla, había sido ejecutada recientemente.


Ningún noble en su sano juicio trataría de poner a alguien más que Rosemond como la nueva reina. Por ende, a menos que algo inesperado pasara, Rosemond sería nombrada reina de Mavinous. La posición que había deseado por tanto tiempo, tanto que incluso se preguntaba si la felicidad que estaba por venir había valido todo el dolor que había sufrido. 


"¿Cuándo anunciará El Emperador a la nueva reina? Glara, él no va a dejar ese puesto vacío por mucho tiempo, así que, probablemente lo anunciará pronto, ¿no?"


"Tiene razón, señorita Phelps."


La expresión de Rosemond se endureció ante las palabras de Glara. "Glara, ¿no deberías ya estar refiriéndote a mí como Su Majestad? Si no puedes arreglar ese hábito, entonces supongo que no vas a necesitar lengua. ¿Acaso tendré que cortarla?"


Las rodillas de Glara temblaron de terror. "Lo-lo siento, mi se... no, Su Majestad. Fui una ignorante... Perdóneme," -rogó Glara-.




Rosemond suspiró con arrogancia, luciendo lo suficientemente complacida. "Bien. Tienes que ser más cuidadosa con lo que dices de ahora en adelante, Glara. ¿Entendido?"


"Sí, Su Majestad. Me aseguraré de ello."


"Sí. Espero que lo hagas." Solo entonces Rosemond estuvo satisfecha y comenzó a limar sus uñas con una expresión relajada. "Quizás Su Majestad tenga algo que decirme. ¿Te parece si vamos al Palacio Central?"


*


Sin embargo, cuándo Rosemond llegó al Palacio Central, descubrió noticias poco satisfactorias.


"¿A qué te refieres con qué no puedo entrar?" -exigió Rosemond-.


"Su Majestad está... muy cansado ahora," -respondió una dama de compañía-.


"Pero es de día."


"Su Majestad dijo que se sentía muy cansado y que tomaría una siesta. Señorita Phelps, lo siento, pero Su Majestad ordenó que no la dejáramos entrar."


"¿Qué?" -chilló Rosemond-. Esto no debería estar pasando. "Soy la persona que se convertirá en la reina de Su Majestad. ¿Pero no me dejarás entrar?"




"No desafiaré las órdenes del Emperador. Lo siento, mi señora."


"... ¡Agh!"


Un ruido familiar vino desde el interior de la habitación. La expresión de la dama de compañía se contorsionó, mientras la de Rosemond se iluminó. Esa era su oportunidad. Rosemond miró expectante a la dama de compañía, quien bajó su cabeza por la vergüenza.


Rosemond habló con voz suave. "Su Majestad está teniendo otra pesadilla."


"...Entre, por favor," -dijo finalmente la dama de compañía-. Ella no tenía otra elección en estas circunstancias. Solo había una persona en todo el imperio que podía calmar la locura del Emperador.


Rosemond caminó orgullosamente hacía la puerta y la abrió sin dudar. Le dijo a la dama de compañía que no dejara entrar a nadie y entonces entró.


"Su Majestad," -dijo Rosemond con voz ronca-. Rosemond contempló la forma afligida de Lucio frente a ella, luego caminó hacía con gracia y con sus labios formando una sonrisa. Lucio probablemente no sabía que tal feliz era Rosemond de ser la única que podía verlo así, que podía arreglarlo. Rosemond se sentó en un lado de la cama con una sonrisa.


"Eueug..."


Estaba teniendo una pesadilla. Aún no había despertado, pero su cara se retorcía de dolor. Desafortunadamente, Rosemond no sentía simpatía por su dolor, no, ella no podía entenderlo en absoluto.


"Su Majestad," -susurró con afecto mientras acariciaba su mejilla-. "¿Por qué estás tan asustado de tus sueños?"


"Euugh..."


"¿Estás soñando sobre la reina Alisa de nuevo? ¿O...?


"Haa... Rei..."


"..."


"Reina..."


En el instante que esa palabra salió de la boca de Lucio, la sonrisa desapareció de la cara de Rosemond. Lucio nunca llamaba a Alisa "Reina" cuando tenía pesadillas. El nombre con el que se refería a ella había sido siempre "Madre." La expresión de Rosemond se contorsionó con furia mientras miraba cómo se movía la boca de Lucio.


"Por favor... no..."


"¡Ha!" -dijo Rosemond burlonamente-. ¿Eso era lo que pasaba? No estaba soñando con Alisa, sino con Petronilla. ¿Después de que ella muriera?


Rosemond siguió mirando a Lucio con ojos fríos. Ella no se sentía bien. Pero, ¿por qué?


"Soñando con Petronilla... ¿¡por qué estás soñando con una mujer que mataste!?"


"¡Aaaaagh!" -gritó Lucio con dolor-. Rosemond lo miró con desanimo y luego lo calmó suavemente.


"Calma, Su Majestad."


"... ¿Rose?"


"Sí, Su Majestad." La frialdad de antes fue remplazada por una amplia sonrisa. Ella le susurró: "Shhh, Su Majestad. Tuviste una pesadilla. Pero ahora estoy contigo, así que, ya puedes relajarte. Todo está bien."


"..."


"¿Fue un sueño muy malo?" Te ves muy pálido."


"... Fue acerca de la antigua Reina," -respondió Lucio con honestidad-. Rosemond ya lo sospechaba, pero eso no la hizo más feliz. Forzó una expresión neutral.


"Oh, ¿la antigua reina? ¿Qué pasaba en el sueño?"


"... Solo," -dijo Lucio evasivamente-. "No fue mucho."


"..."


Ah, esto era incluso peor. Lucio estaba guardando un secreto. Rosemond no quería que hubiera secretos entre ellos. Por supuesto, ella tenía una o dos cosas que no quería que él supiera, pero esperaba que él no tratara de ocultarle mucho a ella. Ella esperaba egoístamente por ese tipo de relación. Una relación en la que ella pudiera ocultar cosas, pero él no. Una relación en la que ella tuviera una posición superior.


"... ¿Estás seguro de que no fue nada?"


"Sí."


"Estaba preocupada. Estabas gimiendo totalmente cubierto de sudor frío."


"Bueno, ya no volverá a pasa en uno o dos días," -dijo Lucio con voz cansada y levemente nerviosa-." A Rosemond no le gustaba el extraño cambio en la atmósfera. Sus instintos le decían que se fuera, pero decidió quedarse.


"Pero, estoy contigo ahora," -dijo Rosemond amablemente-. "Olvídate de esa malvada mujer y mírame a mí ahora, ¿de acuerdo?"


"... Sí," -respondió Lucio con un suspiro-. "Sí. Lo haré."


"..."


"Mucha gente fue sacrificada para llegar hasta donde estamos, así que, debería hacerlo."


"Suenas poco sincero," -comentó Rosemond con los ojos entrecerrados-. "Pero debo estar escuchando mal, ¿cierto, Su Majestad?"


"Lo siento, estoy un poco cansado hoy. Ha sido bastante extraño desde hace un rato." El cansancio en la voz de Lucio parecía estar diciéndole a Rosemond que se fuera, entonces el humor de Rosemond se oscureció. Sin embargo, ella no quería rendirse tan fácilmente.


"S-su Majestad. Yo..."


"¿Sí?"


"¿Cuándo nombraras a una nueva reina? Ya casi ha pasado un mes desde que la anterior reina fue ejecutada."


"... No te quejes. Todo tiene que seguir un proceso."


"¿En serio? Pero... ya ha pasado un mes, Su Majestad. ¿No ha sido más que suficiente tiempo?"


"¿Piensas qué todo en el Imperio gira en torno a ti? Además de eso, hay mucho trabajo por hacer y, afortunadamente, ninguno involucra el palacio por ahora." Lucio se detuvo por un momento y luego se volteó arrepentido. "... Lo siento, Rose. Fui demasiado sensible."


Rosemond se sintió un poco aliviada por esto, pero su frustración no fue completamente apaciguada. Había jurado actuar como una santa que entendía todo acerca de él. Todavía lo necesitaba.


"... Está bien, Su Majestad," -dijo Rosemond con una dulce sonrisa-. "Puedes ser todo lo sensible que quieras. Estás sobrecargado de trabajo y tienes muchas cosas de las que preocuparte."


"..."


"Deberías descansar. ¿Te gustaría dormir un poco más?"


"No, ya debería levantarme. Tengo muchísimo trabajo que hacer."


"... Muy bien." Rosemond levantó a Lucio con cuidado, pero él tropezó un poco, cayendo en los brazos de Rosemond. Rosemond lo sostuvo y le susurró: "Su Majestad, si necesitas relajarte más, ¿qué te parecer hacer un viaje?"


"... ¿Oh?"


"Sí. Hay una fuente termal no muy lejos de la ciudad Imperial, la cual ha sido visitada por anteriores emperadores. Deberías ir."


"Esa no es una mala idea," -dijo Lucio en voz baja, mientras Rosemond le acariciaba la espalda suavemente-.


"Todo estará bien."


*


El deseo de Rosemond se hizo realidad. Unos días después, Lucio anunció ante todos que nombraría a Rosemond como la nueva reina del Imperio Mavinous. Por supuesto, Rosemond estaba encantada de escuchar esas noticias.


"Felicitaciones, Su Majestad," -dijo Glara alegremente, pero Rosemond la miró con firmeza-.


"¿Y qué? ¿No era eso lo que todos estábamos esperando?"


"Pero has pasado por mucho, ¿no es cierto, Su Majestad?"


"Eso es verdad," -murmuró Rosemond-. Ella había sido una reina de reserva. Pero, ¿no había quedado todo eso en el pasado? El futuro por venir estaba ya al alcance de su mano.


"Ahora el Imperio Mavinous es todo tuyo," -dijo Glara-.


"El Imperio le pertenece a Su Majestad. Yo solo soy su reina," -respondió Rosemond agriamente-.


"Pero, Su Majestad, ¿no fuiste tú la que dijo, 'Es el hombre que gobierna el mundo, pero es la mujer que gobierna al hombre'? Estás con el Emperador y este imperio es de él."


"¿Cómo pudiste encontrar tan halagadoras palabras?" -dijo Rosemond con voz agradable-. Era un contraste con su furia hostil de hace unos días cuando acusó a Glara de no tratarla con el suficiente respeto.


En todo caso, las dos no dijeron nada. Todo lo que importaba era el futuro. No el pasado.


*


"La Emperatriz está entrando," -anunció un sirviente-.


Rosemond entró en la catedral. Hoy era el día de su coronación. El evento estaba siendo realizado en la catedral St. East, el lugar donde la coronación de Lucio tuvo lugar en el pasado.


'¡Finalmente!'


Rosemond dio un orgulloso paso al frente con una expresión emocionada. Dentro de la atmósfera solemne de la catedral, ella brillaba intensamente. Lucía hermosa, aunque verse hermosa era su trabajo diario en el Imperio. Dejando de lado su personalidad y antiguo comportamiento, su belleza era indiscutible.


Cuando Rosemond finalmente se paró frente al hombre más poderoso del país, el sacerdote le dio la señal de que debía arrodillarse e inclinar su cabeza. Ella lo hizo.


"Rosemond Mary Astar De Mavinous."


Su apellido al fin había cambiado. El apellido Imperial de Mavinous, el cual solo la Familia Imperial podía poseer. Rosemond estaba rebosante de felicidad y sonrió. Rosemond no podía ver la cara de Lucio, debido a que su cabeza estaba boca abajo, pero seguro que también estaba contento. ¿Por qué no debería estarlo? Lucio se había ensuciado sus manos con sangre para levantarla como reina. Por supuesto que estaría feliz.


"En el nombre del Emperador, yo te nombro como la nueva reina del Imperio Mavinous."


Al escuchar esas palabras, la multitud explotó en aplausos.


"¡Larga vida a la Emperatriz!"


"¡Larga vida al Emperador!"


"¡Gloria al Imperio Mavinous!"


Todo estaba yendo bien.


Rosemond sonrió alegre.

jueves, 20 de agosto de 2020

agosto 20, 2020

Dama A Reina - Capítulo 108

 Capítulo 108. Epilogo: Este Momento Contigo 



"Para ser honesta, nunca pensé que todo terminaría de esta forma," -dijo Petronilla-.


"¿A qué te refieres?" -preguntó Patrizia-.


"Pensé que nunca me casaría. Especialmente, después de que 'eso' pasara en mi anterior vida."


“…”


"Pero ese hombre fue quién me cambió, a mi yo que estaba asustada de ese pasado. Estoy muy feliz de poder casarme con él, Rizi."


"Gracias a los dioses. Si tú eres feliz, entonces yo también soy feliz," -dijo Patrizia-.


Petronilla sonrió ante las palabras de su hermana menor. "¿Qué hay de ti, Rizi? Las sirvientas han estado como locas acerca de la repentina buena vida amorosa de tu matrimonio con su Majestad."


“…”


Patrizia se sonrojó. "Todo es culpa de su Majestad," -respondió Patrizia agriamente-.


“…”


'Se están llevando bien,' -pensó Petronilla-. Los ojos de Patrizia definitivamente tenían un brillo mucho más fuerte que antes. Eran los ojos de una mujer que era querida y amada. Petronilla estaba contenta de que ella no fuera la única feliz. Si ella fuera la única feliz, entonces eso no sería verdadera felicidad.


Petronilla rio suavemente. "¿Supongo que será difícil para ti asistir a la boda?" -dijo Petronilla-.


"... Probablemente," -dijo Patrizia con una expresión que Petronilla no pudo descifrar-.


"¿Debería esperar un regalo monetario de parte de la Familia Imperial?" -dijo Petronilla-.


"Estamos cortos de fondos. Así que, no esperes mucho," -dijo Patrizia-, provocando a su hermana antes de comenzar a reír. Fue en ese momento que Mirya tocó la puerta.


"¿Qué pasa, Mirya?" -preguntó Patrizia-.


"Su Majestad le ha enviado hoy galletas con chispas de chocolate," -respondió Mirya-.


Petronilla se volvió hacía Patrizia con un jadeo. "Dioses, ¿te sigue mandando postres?"


Si él no hubiera nacido en la Familia Imperial, probablemente hubiera sido un pastelero," -dijo Patrizia riendo-, antes aceptar un hermoso plato lleno con galletas con chispas de chocolate. Petronilla tomó una de las galletas y la mordió con cuidado.


"¡Está deliciosa!" -exclamó-.


"Está mejorando muy rápido," -dijo Patrizia con orgullo-.


"Dioses. Pensar que él está haciendo esto todos los días, incluso aunque podría pedirles a los chefs que lo hiciera por él."


"Dijo que, si hacía eso, entonces no tendría el mismo valor." Luego, Patrizia añadió lo siguiente con una sonrisa: "Bueno, cómo pueden ver, me está yendo bastante bien."


“…”


"Así que, no tienes que preocuparte."


"Está bien, mi pequeña hermana. Mi reina," -respondió Petronilla con una pequeña sonrisa-. "No me preocuparé. Me doy cuenta de que eres feliz. Está escrito por toda tu cara."


"Sí, Nil," -dijo Patrizia con una expresión soñadora-, "Soy feliz ahora."


"Tienes que seguir siendo feliz de ahora en adelante, ¿de acuerdo?"


"Por supuesto," -prometió Patrizia-.


Al escuchar esas palabras, Patrizia rio suavemente. Era obvio que ahora, ella era feliz.


*


La boda de Petronilla tuvo lugar una hermosa tarde soleada. Petronilla estaba esperando nerviosa en la habitación de la novia.


'Ngh... Estoy muy nerviosa.'


Petronilla se había mantenido tranquila y serena hasta la noche anterior, pero cuándo llegó el día de la boda, sus nervios aumentaron dramáticamente. Tuvo que controlar su respiración lenta y controladamente para poder calmarse. Justo en ese momento, alguien entró en la habitación. Era la marquesa Grochester. Petronilla recibió a su madre con inmensa felicidad.


"Madre."


"Mi querida hija, estás increíblemente hermosa hoy."


Esas palabras estaban cargadas de pura sinceridad. Petronilla estaba verdaderamente hermosa. Su vestido blanco puro la hacía lucir como un ángel.


"¿Es normal estar tan nerviosa el día de tu boda?" -le preguntó Petronilla a su madre con voz temblorosa-.


"Por supuesto. Este día influirá en el resto de tu vida. Incluso si no fuera el día de tu boda, cualquiera estaría nervioso ante un acontecimiento tan grande como este. Mi niña, no huyas de esa ansiedad. Acéptala. No hará ningún bien el tomar un matrimonio sagrado a la ligera.


"Eso es verdad, pero..."


Prácticamente estoy temblando. Después de respirar profundamente, Petronilla logró calmar sus nervios. Sería genial si Rizi estuviera aquí. Cómo si pudiera escuchar los pensamientos de Petronilla, la marquesa Grochester dijo en voz baja:


"Rizi siempre estará a tu lado, Nilla."


"¿Cómo? ¿A qué te refieres con...?"


"Esos dos vendrán hoy a la boda. Obviamente, deberán hacerlo discretamente. Es algo posible en una boda al aire libre. Por ende, mi niña..." La marquesa Grochester sonrió con ternura antes de besar suavemente a Petronilla en la frente. "No estés tan seria. Piensa en que tu hermana pequeña te estará viendo. Quizás eso te ayude."


"Está bien, lo intentaré."


Una sirvienta entró en la habitación. "Señorita Petronilla, ya es hora," -anunció la chica-.


Yendo en contra de todo lo que le había prometido a su madre, Petronilla miró hacía la marquesa Grochester con perplejidad, quién simplemente asintió con tranquilidad. Petronilla reunió todo su coraje, sonrió y luego se levantó de su asiento. No había nada por lo que estar ansiosa o asustada. A diferencia de antes, la persona con la que se casaría hoy era alguien que verdaderamente la quería y amaba.


"Qué la novia se ponga en posición."


El ministro que estaba oficiando la boda era el duque Witherford. Ante las palabras del duque, Petronilla escondió su ansiedad lo mejor que pudo antes de comenzar a caminar. Petronilla podía sentir que los ojos de todas las personas en el santuario se fijaban completamente en ella.


Petronilla aceptó todas esas miradas y luego miró al hombre que sería su esposo. Lucía completamente deslumbrado mientras la miraba. 'Mi adorable esposo,' -pensó Petronilla con una sonrisa-. Ver eso solo hizo que la sonrisa en la cara de Rothesay creciera.


Los discursos de boda comenzaron. El del duque Witherford fue bastante extenso. A Petronilla le cansaban este tipo de tediosas formalidades, pero no es como si ella pudiera decirle: 'Estás alargando demasiado esto. Mejor hazlo corto y dulce, por favor,' a una persona con el título de duque. Cómo si pudiera escuchar lo que Petronilla estaba pensando, Rothesay sonrió ligeramente mientras agarraba las manos de Petronilla. Sintiéndose mejor por su toque, Petronilla ignoró la incomodidad que sentía en sus piernas por haber estado tanto tiempo de pie y luego arregló su postura.


"...entonces, novio, ¿tomas a esta mujer cómo tu legitima esposa y juras estar para ella en las buenas y en las malas, y amarla hasta que tu cabello se vuelva gris?"


Al escuchar esta pregunta, Rothesay respondió sin dudar, cómo si se hubiera preparado desde hace mucho tiempo para esto.


"Hasta que mi cabello se torne gris y mi cuerpo se deshaga, juro por mi nombre que la amaré a ella y solo a ella por el resto de mi vida."


"Novia, ¿tomas a este hombre como tu legitimo esposo y juras estar con él en las buenas y en las malas, y amarlo hasta que tu cabello se vuelva gris?"


"Juro mantenerme fiel y leal a mi esposo y amarlo a él y solo a él por el resto de mi vida."


"Entonces, ahora los declaro marido y mujer. Qué todos los presentes los bendigan con paz y prosperidad hasta el final de sus vidas."


Después de esas palabras, una ronda de aplausos hizo eco en la habitación. Rothesay y Petronilla caminaron por el pasillo felizmente escuchando los aplausos de la multitud. Desde la distancia, una mujer vistiendo una túnica los miraba en silencio sonriendo. La escena que había estado esperando ver por tanto tiempo estaba pasando justo frente a sus ojos.


"¿Estás feliz?" -le preguntó un hombre, el cual vestía una túnica idéntica y estaba parado a su lado-.


La mujer asintió sin dejar de sonreír antes de responder. "Nunca he estado más feliz."


"Entonces, fue una buena idea venir."


"Gracias."


"Por otro lado, hay otra cosa que me gustaría escuchar de ti."


Ante esas palabras, una sonrisa juguetona se formó en los labios de Patrizia mientras miraba a Lucio. Él también estaba sonriendo. Ciertamente él era un hombre que se veía mejor sonriendo que llorando. Con una hermosa sonrisa, Patrizia le susurró con cuidado al oído.


"Te amo, su Majestad."


"Yo te amo más, Rizi."


La pareja que había intercambiado esas dulces confesiones de amor se unió en un beso aún más dulce. Todo era dulce, desde los rayos del sol hasta la fría brisa de la tarde. Pero nada era más dulce que los dos amantes parados en medio de todo aquello.


Por primera vez, era el principio de un final feliz para todos.


***


Aquí Tiger, cómo vieron en el título, este es el epilogo/episodio final de Dama A Reina. Lo que sigue es una historia alternativa y quiero preguntarles si quieren que suba los demás capítulos. Estos ocurren en una línea temporal diferente y siguen la historia de la Rosemond de la línea temporal en la cual la familia Grochester fue decapitada. Si desean que suba dichos capítulos, por favor, díganmelo en los comentarios.

domingo, 16 de agosto de 2020

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 107

 Capítulo 107. Te Amo, Su Majestad



Petronilla siguió a Rothesay fuera del salón de banquetes. Se preguntaba qué le estaba causando que estuviera más nervioso que de costumbre y su corazón se agitaba en su pecho. Le tomó la mano con fuerza mientras la llevaba al jardín trasero del palacio.


‘¿Es tan importante dar un paseo por el césped?’ -se preguntaba Petronilla-. No se limitaban a dar un paseo por el césped en cualquier momento, por lo que debe ser con un propósito... Ella inclinó la cabeza en la confusión.


"Nilla", -dijo Rothesay-.


"¿Sí, Ro?"


"¿Podría cerrar los ojos por un momento?"


"¿Mis ojos?"


"Sí. Sólo tomará un minuto, Nil."


"Está bien".


Petronilla se preguntó qué estaba pasando, pero ella obedeció y cerró los ojos. Después de unos segundos de espera se impacientó.


"Ro, ¿puedo abrir los ojos ahora?" -preguntó-.


"¡Ah, espera! ¡Espera!"


‘¿Qué está haciendo?’ En este punto, Petronilla comenzaba a sentirse ansiosa, pero se aferró fielmente y siguió las palabras de Rothesay. ¿Pero qué estaba tratando de hacer?


"Nilla".


Después de un rato, una voz suave rompió el silencio. "Ya puedes abrir los ojos".


Petronilla abrió los ojos, y luego dio un grito de asombro al verlo. "¡Ah...!"


"Esto es incómodo".


Rothesay se paró frente a Petronilla con un ramo de rosas, cien rosas para ser exactos. Las velas estaban alineadas a su alrededor en el contorno de un corazón. Petronilla miró asombrada a los ojos de Rothesay.


"¿Qué pasa...?"


"Quería hacerlo románticamente durante el día", -dijo con un tímido rubor-. "Pero no creo que pueda hacerlo bien entonces. Si te miro a los ojos y te susurro mi amor directamente, creo que mi corazón explotaría."


"Ah..." ‘Entonces, esto era... ¿Una propuesta?’.


‘¡Este hombre tan guapo!’ Petronilla miró fijamente a Rothesay, abrumada por tanta emoción que no supo qué hacer. Aunque estaba mayormente a la sombra en la noche, su timidez era palpable. Levantó la mano a su boca y jadeó de emoción.


"Ah, Ro-"


"Señorita Petronilla".


Petronilla asintió y dio un paso adelante.


"Mi familia no es tan grande como la suya, y no soy un hombre muy capaz ni cariñoso."


‘Tonterías’. Petronilla estaba impresionada, pero ella se sentía tutelada interiormente. Si este hombre "no tenía una gran familia", no era "un hombre capaz", y no era "cariñoso", entonces todos los hombres cariñosos del mundo tenían que morir. Ella lo sabía desde hace mucho tiempo, pero este hombre era demasiado humilde para ella.


"Sin embargo, haré todo lo posible para hacerte feliz", -prometió Rothesay-.


“…”


"Quiero estar contigo para siempre como un hombre que comparte todo tu dolor, felicidad y tristeza, que te consuela cuando te enfrentas a cualquier dificultad, y que te felicita cuando estás feliz."


Después de eso, Rossi colocó un anillo en el ramo de rosas.


"Entonces... ¿te casarías conmigo?"


Petronilla respondió sin dudarlo. "Por supuesto". Ella se precipitó hacia él y aceptó el ramo de flores, luego deslizó el anillo en su dedo. Se lanzó a él con alegría, y su voz sonó en los oídos de Rothesay como una clara campana.


"Nunca habrá algo tan importante y bendecido en mi vida como conocer a alguien como tú."


"Gracias por decirle eso a un hombre como yo, Nil."


"No tienes que ser tan humilde y modesto. Porque eres el hombre más grande de este Imperio, no, de este mundo."


En la experiencia de Petronilla, uno sólo lloraba cuando estaba triste, pero ahora las lágrimas fluían por sus mejillas con pura alegría. Lloró a mares y se confesó con él.


"Te amo, Ro. Muchas gracias por proponérmelo".


"Gracias por aceptarlo, y te amo más, Nil", -dijo Rothesay apasionadamente-, y miró a Petronilla con ojos atónitos. Su cara estaba resplandeciente, y ella le sonrió y besó a Rothesay primero. Obviamente, él no se apartó de ella.


"¿Estás llorando?" -preguntó-.


Patrizia respondió con un simple asentimiento. "Supongo que la gente también llora cuando está feliz".


*


"El señor Bradington es un buen hombre. Las damas Grochester son bendecidas con sus maridos".


"Mi hermana también es una buena mujer."


"Por supuesto. Es una excelente novia potencial".


"Vivirán felices para siempre".


Patrizia había estado observando desde la terraza, y casualmente cambió la conversación.


"Si se casa con el señor Bradington, todavía podrá mantener su posición como mi dama de compañía", -señaló Patrizia-.


"Debías estar preocupada de que se casara con un noble del campo", -dijo Lucio-.


"Porque es mi única y preciosa hermana gemela". Patrizia se quedó quieta en los brazos de Lucio, y luego habló en voz baja. "¿Sería difícil asistir a su boda?"


"Sería difícil oficialmente".


"¿Qué quieres decir?"


"Quiero decir, es posible extraoficialmente, mi Rizi." Lucio le susurró afectuosamente y le besó el pelo uno a uno. "Si hay algo que quieras, sea lo que sea, tengo que escucharlo."


"Es peligroso decir eso".


"Aun así, no puedo evitarlo. Porque juré hacerlo".


Aunque Patrizia no podía ver su cara, podía imaginar la suave sonrisa de sus labios. Mientras Patrizia estaba a punto de bajar la cabeza, de repente hubo un fuerte ruido. Ella se puso en marcha y se encogió, pero Lucio la sostenía con fuerza.


"Está bien, Rizi. Son fuegos artificiales", -la tranquilizó en voz baja-.


"Ah..." Patrizia levantó la cabeza y miró al cielo. Unos coloridos fuegos artificiales explotaron en el cielo. Se veían tan hermosos como las flores reales.


"Son bonitas", sonrió Patrizia.


"Tú lo eres más".


"Por favor... no digas eso."


Enterró su cara en su hombro y apretó su abrazo alrededor de ella. "Es verdad. A mis ojos, eres la más bonita del mundo."


“…”


Patrizia se ruborizó una vez más por la franqueza de sus cumplidos.


"Tú", -susurró-.


"¿Hmm?"


"...Lo amo, Majestad."


"Ah..." Sólo entonces Lucio entendió lo que ella quería decir, y le suplicó con una voz conmovedora. "Dilo una vez más, Rizi. ¿Sí?"


"¿Dije algo?"


"Lo que acabas de decir... Dímelo una vez más."


"...No."


Ya se lo dijo dos veces, eso ya era demasiado. Cuando Patrizia sacudió ligeramente la cabeza en señal de rechazo, Lucio se quejó de ella como un niño.


"Sólo una vez más. ¿De acuerdo?"


"...Su Majestad."


"Sí, Rizi".


"No". Después de eso, ella estalló en risa. "No lo diré de nuevo".


"Eres demasiado".


"No puedo evitarlo. El que más ama es el más débil".


En cambio, se deslizó de sus brazos y se dio la vuelta para enfrentarlo. La expresión ligeramente enfurruñada de Lucio le llamó la atención. Una leve sonrisa se extendió por sus labios y levantó ligeramente el talón.


"Te amo".


Después de eso, Patrizia rápidamente dio un beso en los labios de Lucio. Él miró sorprendido el gesto inesperado, y luego sonrió brillantemente.


"Yo también te amo", -dijo-. La abrazó de nuevo por detrás, confesando y confesando como si se estuviera muriendo de alegría. "Te amo, Rizi. Te amo de verdad."


‘Aunque este mundo se acabe, aunque mi vida se acabe, te amaré y te besaré sólo a ti.’


"...Los fuegos artificiales son bonitos," -dijo Patrizia avergonzada-. Sin embargo, Lucio estaba tan feliz que enterró su cara en el hombro de ella y dejó que su aroma llenara sus pulmones. Patrizia sonrió.


Cuando volvió a mirar hacia arriba, el cielo aún estaba iluminado de color. Probablemente iba a brillar tanto durante un tiempo.


*


La noticia de que Rothesay se le había propuesto a Petronilla se extendió rápidamente. Fue a saludar al Marqués Grochester y a su esposa el día después del banquete. Ellos ya sabían que su hija mayor estaba viendo al hijo del Conde Bradington, pero aun así se sorprendieron al saber de su compromiso. Con el permiso del marqués Grochester y su esposa, y el permiso del conde Bradington y su esposa, su matrimonio estaba casi terminado.


"Bienvenida, futura esposa", Mirya saludó a Petronilla cuando ésta entró en el palacio de la Reina. Petronilla se sonrojó tímidamente y entró en la habitación con su vestido amarillo favorito.


"Bienvenida, hermana. Felicidades por tu matrimonio", -dijo felizmente Patrizia-.


"Gracias, Rizi." Petronilla no podía ocultar la felicidad en su rostro. Se decía que Rothesay era un hombre dulce, y los rumores no parecían ser una mentira. Patrizia estaba tan orgullosa de saber que su hermana se casaría con un buen hombre.


"Supongo que el cuñado fue bueno con usted. Te ves mucho mejor."


"Aún no estamos casados, Su Majestad", -protestó Petronilla-.


"De todos modos, ¿la boda es la próxima semana? Debes estar atareada ahora."


"Sí, estoy ocupada." Petronilla sonrió torpemente. "Ah, seguiré siendo tu dama de compañía incluso después de casarme. No te visitaré tan a menudo como solía hacerlo..."


"Sería más a menudo que si te fueras a casar con un noble del campo. Entonces sólo te vería dos veces al año." Patrizia sonrió y le ofreció a Petronilla una taza de té caliente. Mientras tanto, Petronilla miró a Raphaella y la miró con una sonrisa de conocimiento.


"Ahora que estamos casadas, ¿es el turno de Raphaella?" -bromeó Petronilla-.


"Ella dijo que es la única que está sola ahora, así que va a buscar oficialmente un marido."


"Para el nivel de Ella, va a conseguir un marido en cualquier momento."


"Bueno, eso es obvio en términos de habilidad y apariencia, pero no es así como se decide, ¿verdad?" Patrizia se rio.


"Más importante aún, ¿cómo te sientes acerca de casarte, Nil?"


"¿Cómo me siento...?" -murmuró Petronilla-.


Con esa palabra, su expresión se volvió melancólica.

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 106

 Capítulo 106. No Pienses En Nada Más. Sólo Concéntrate En Mí



Quizás fue porque era su primer banquete desde que Rosemond fue ejecutada, pero Patrizia pudo sentir que el interés de la gente por ella había aumentado varias veces. Públicamente, eso no era algo malo, pero como individuo no era bienvenido. Debido a su personalidad introvertida, no le gustaba la atención de los demás, especialmente de los que no conocía. Sin embargo, ella era la Emperatriz de Mavinous antes de ser un individuo, y tenía que dejar de lado sus deseos personales y hacer todo lo posible para entretener a los invitados. Sin embargo, eso la agotó.


"Estoy cansada".


Lucio le dijo que le dijera cuando tuviera dificultades, pero eso era una tontería. Él no era un niño, y ella tampoco lo era. Ella no quería ser infantil.


"Así que, Su Majestad, el nuevo vestido de nuestra boutique-"


"Ah, discúlpeme un momento, mi señora."


Patrizia se excusó sonriendo de la nobleza que dirigía la mayor tienda de Kadye, luego se fue y se dirigió a la terraza. Su estómago parecía revolverse, y reflexionó sobre la causa. ¿Comió algo que no le sentó bien? Pero no había ninguna comida como esa. Si no es eso, hoy fue...


"Su Majestad el Emperador".


La voz nasal de una mujer sonó en algún lugar. Patrizia se agachó reflexivamente detrás de un pilar y enfocó su atención en la dirección de la voz. Había una mujer con el pelo rubio suelto, y a su lado estaba...


Lucio.


Patrizia se agarró la falda de su vestido. ¿Qué era esto? Le dijo que creyera en él, pero ¿ya lo estaba haciendo? Patrizia se concentró en su conversación con una mirada incrédula en su rostro.


"Entonces, Su Majestad. Las nuevas joyas que compré esta vez..."


Mientras tanto, Lucio estaba bastante molesto. Probablemente le dolía la cabeza por beber demasiados cócteles, así que salió a la terraza un rato, y de alguna manera esta joven lo siguió. Pensó que ella se iría si aceptaba con entusiasmo, pero poco a poco se acercaba demasiado para consolarse. Sintió que era hora de terminar la conversación.


"Mi señora, he disfrutado de la conversación, pero me gustaría que se fuera ahora", -dijo con firmeza-.


"¿Qué? Pero si acaba de decir que disfrutó de la conversación", -respondió la joven-, sin entender su cortés negativa.


Lucio suspiró. "Me gustaría estar solo".


"Su Majestad, ¿qué pasa?"


La joven rubia inclinó la cabeza y unió su brazo a Lucio en un sutil movimiento. Obviamente, se sorprendió.


Me está volviendo loco. 


"¿No necesita una amante, Su Majestad?", -dijo seductoramente-.


"Mantén la distancia", -dijo Lucio con firmeza-. Ahora estaba enfadado. Sacó el brazo de la joven y habló en voz baja y peligrosa. "No quiero disculparme, pero deberías volver ahora. Me has hecho enfadar".


La joven fue insistente. "Su Majestad, ¿por qué cree que es un defecto que un Emperador tenga una amante? ¿Es por su Majestad la Emperatriz? Incluso mi padre..."


"Basta", -interrumpió Lucio en un tono gélido-. "Hablando de tu padre, no sé qué pasará si no vuelves ahora. No quiero que cruces ninguna línea, mi señora. De lo contrario, la reputación de tu padre será dañada, así como la tuya."


La joven rubia temblaba como si se hubiera sentido insultada por su actitud agresiva, y pronto salió pavoneándose de la terraza. Lucio dio un suspiro de cansancio, y en ese momento sus ojos se encontraron con los de Patrizia.


“…”


“…”


Ambos estaban mudos de sorpresa. La primera en entrar en razón fue Patrizia, que comenzó a escapar de la terraza. Lucio se apresuró a buscar a Patrizia, sospechando que ella había entendido mal.


"Reina, espere. ¡Reina!"


“…”


Patrizia escondió su cara enrojecida. Se las arregló para escapar de la persecución de Lucio, y se las arregló para esconderse en un lugar privado.


"¿Por qué hice eso...?" -murmuró suavemente-.


Lucio lo hizo bien. En realidad, era natural que se enfrentara a tanta tentación. Sostuvo su mano contra su pecho palpitante e intentó recuperar el aliento. Le dolía el pecho por correr tanto. No, ¿le dolía mucho por eso?


"Rizi..."


Entonces, una voz familiar la llamó. Se sorprendió al encontrar al dueño de esa voz. Era Lucio.


"¿Por qué... estás aquí...?", -jadeó-.


"Te has escapado con un gran malentendido." Le tomó suavemente la mano. "Si no me explico aquí..."


“…”


"Seré el tipo malo que te mintió."


"...No tienes que explicarlo", -murmuró-.


"¿Por qué?" -preguntó con una mirada nerviosa-. "¿Ya estás... decepcionada de mí? Pero Rizi, yo..."


"No, no es así", -dijo Patrizia de plano-. "Yo lo vi todo. Así que no tienes que explicarte".


"Ah..." Se conmovió con la emoción. "¿Puedo abrazarte?"


"...¿Aquí?"


"No, no. No me refiero a acurrucarse".


Patrizia, que malinterpretó su significado de "abrazo", se sonrojó sin darse cuenta, y Lucio sonrió astutamente y la abrazó ligeramente. Su rostro se volvió aún más rojo en sus brazos.


"¿Querías 'eso'?" -susurró Lucio sobre su cabeza-.


“…”


Estaba claro que este hombre se estaba burlando de ella ahora, y ella trató de morderse el labio. Sin siquiera mirarlo, la detuvo tocando sus labios con sus dedos. Patrizia parecía molesta.


"¿Se está burlando de mí?"


"Por supuesto que no". Lucio sonrió juguetonamente y besó la frente de Patrizia. "Mi querida Reina, ¿puedo pedir un baile como disculpa?"


Su voz era tan suave y dulce que Patrizia no pudo evitar sonreír. "Si quieres", -respondió en voz baja-.


No tenían que salir de la terraza para bailar; la música que se escuchaba en el salón de banquetes era suficiente. Lucio ya sabía que Patrizia estaba más cómoda en esta terraza vacía sin nadie más. De hecho, también le gustaba más, ya que esta vez no había nadie que los interrumpiera. Por supuesto, le gustaba que todos vieran que era suya, pero los sentimientos de Patrizia eran más importantes.


“…”


Lucio puso su mano en la cintura de Patrizia, y ella le agarró el hombro con las yemas de los dedos ligeramente temblorosas.


‘¿Cuánto tiempo hace que no bailo así?’ Patrizia comenzó a mover sus pies con un ligero calor en sus mejillas.


Al mismo tiempo, Lucio movió su cuerpo. El sonido de la música de la sala del banquete era débil, pero era lo suficientemente fuerte para que encontraran su ritmo. Los dos comenzaron a bailar con los movimientos del otro sin un solo paso brusco. Sus manos entrelazadas estaban húmedas por el sudor frío, y estaba claro que ambos fingían no estar nerviosos.


"Me alegro de que no haya nadie aquí", -susurró Patrizia-.


"Me alegro de que te sientas así".


“…”


‘No digas cosas tan vergonzosas’. Patrizia quiso decir eso, pero no quiso romper el delicado estado de ánimo. Decidió dejarlo pasar. También pensó que él olería el aroma de su cuerpo, y se sintió algo incómoda. Mientras dejaba caer su cara ligeramente roja, Lucio la miró con curiosidad.


"¿Qué pasa, Rizi? ¿No te sientes bien? Tu cara está roja."


"...Estoy bien, Su Majestad."


La miró con dudas, pero también dejó pasar eso. Su baile comenzó a aumentar en intensidad, y los dos se sumergieron completamente en los movimientos del otro, olvidando por completo su nerviosismo. Patrizia estaba encantada con el baile. Aunque no solía disfrutar de esta actividad, su cuerpo parecía elevarse. ¿Era una cuestión de escenario o de pareja? Patrizia agonizaba por el pensamiento cuando una voz suave sobre ella habló.


"No pienses en nada más", -dijo Lucio-.


“…”


"Sólo concéntrese en mí".


Su tono se tambaleaba en el borde entre una orden y una petición. Se giró lentamente, susurrándole en el pecho que lo haría. Varios mechones de pelo sueltos habían escapado de su apretado moño, pero no importaba. Probablemente Lucio pensó que ella todavía se veía hermosa así.


Al final de la canción, Patrizia miró a Lucio con una cara ligeramente roja. Sus rostros estaban casi en contacto.


Luego, sin decir una palabra, se besaron. El baile borró por completo cualquier duda e incomodidad en la mente de Patrizia.


"Hmph..."


El beso fue más intenso que de costumbre y Patrizia soltó un suave gemido. Lucio la besó aún más fuerte, como si el sonido fuera un estimulante.


"No... aquí", -murmuró Patrizia-.


"Ya lo sé". Apenas se detuvo a besarla para susurrarle al oído. "Pero soy el único que puede ver tu piel. Nadie más puede verla".


“…”


Ante la posesividad de su línea, Patrizia apretó sus labios contra los de él para robarle el aliento. Se alegró de que estuvieran en la terraza en lugar de en la sala de banquetes, y le agarró el cuello un poco más fuerte.


Su beso duró bastante tiempo.


*


"No veo a Su Majestad", -dijo Petronilla-. Había terminado su baile con Rothesay y estaba buscando a su hermana.


"Tal vez se esté divirtiendo con Su Majestad, Nil", -dijo Rothesay con una voz ligeramente risueña-.


"Oh, Dios mío". Petronilla sacudió su cabeza con asombro. "No puedo creer que se te ocurra eso".


"¿No es eso lo que es el amor? Aunque puedas tener odio, es rápidamente reemplazado por algo mejor..."


"Pero no lo hicimos".


"Eso es porque no tuvimos ninguna dificultad extraordinaria. Ambos han pasado por muchas pruebas". Rothesay plantó un suave beso en la mejilla de Petronilla y habló en un susurro. "Es de noche, Nilla".


"Sí". Petronilla -murmuró-. "Es de noche. ¿Cuándo terminará esta fiesta?"


"Tal vez los fuegos artificiales de medianoche sean el último evento. Antes de eso..." La voz baja de Rothesay le hacía cosquillas en la oreja. "¿Podemos salir un segundo?"

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 105

 Capítulo 105. Confía En Mí Con Todo Tu Ser Sólo Esta Vez



"... ¿Qué?"


La mente de Lucio se quedó momentáneamente en blanco. ¿La abandonaría? Eso era una tontería. Aunque ella lo abandonara primero, él no podría abandonarla. Ya no. ¿Cómo podría hacerlo?


"¿De qué estás hablando?", -exigió-. "Eso nunca..."


"Pero Rosemond". Patrizia dijo ese nombre tabú en voz alta. "La abandonaste".


"...Rizi." Lucio apretó sus brazos alrededor de ella. "La situación es diferente. Sé que no eres alguien que hará daño a los demás por ti misma."


"¿Sabes lo suficiente de mí para hablar así?" -preguntó Patrizia cuando estaba a punto de llorar-. "Si estoy cegada por los celos y hiero a los demás, ¿me abandonarás? ¿Seré decapitada...?"


"Rizi". Lucio la acercó desesperadamente. "Lo juro. Ninguna mujer, excepto tú, puede estar a mi lado. Ninguna mujer que no sea tú puede estar en mis brazos."


“…”


"Lo siento. No hice que confiaras en mí".


"No sabes de qué tengo miedo", -murmuró Patrizia-.


"...Sí. Es verdad."


"Así que estoy asustada." Patrizia habló con voz temblorosa y lo agarró por el hombro. "Te di mi corazón, y tengo miedo de ser abandonada algún día."


"Rizi, yo..."


"No puedo tener hijos", -se lamentó Patrizia-. "Necesitas tener un sucesor. Entonces un día... tendrás que abrazar a otra mujer".


"Aunque tengamos que adoptar a un pariente de una rama de la familia, lo que acabas de decir no sucederá. No he pensado en hacerlo."


"¿Cómo puedo creer...?"


"Rizi". La llamó por su nombre con una voz demasiado ansiosa. "¿Cómo puedo hacer que confíes en mí?"


“…”


"¿Deberíamos escribir un memorándum? Si traemos a los duques como testigos, incluso como emperador, tendría que protegerlo. Si quieres, mañana, o podemos hacerlo ahora mismo." Le entró el pánico y divagó sobre las opciones alternativas. "Si no es eso, ¿qué más podemos hacer? ¿Debo dejarte el Sello Imperial a ti? ¿Para que puedas destronarme en cualquier momento? O...


"Su Majestad, ¿no lo entiende?" Patrizia levantó sus ojos llorosos hacia Lucio. "No hablo de cosas materiales".


“…”


"Tengo miedo del dolor que tendré de nuevo cuando mi relación contigo se rompa completamente."


"...Rizi, sabes, no hay ninguna promesa oficial que pueda hacer sobre eso. Sin embargo..." Habló sin dudarlo. "Lo juro. Aunque me abandones, nunca te abandonaré primero. Déjame ser perfectamente claro como tu marido, no como el Emperador del Imperio Mavinous".


"Haah..."


"Ahora dime, Rizi. ¿Qué ha pasado?"


"...Tuve un sueño", -respondió Patrizia en voz baja, aún en sus brazos-. "Se burló de mí. Dijo que yo sería como ella algún día."


"Ya veo". Lucio le frotó tranquilamente la espalda con sus amplias palmas. "Eso no sucederá."


“…”


"Te prometo con todo lo que soy. Sólo por esta vez..."


La seriedad de la voz de Lucio tocó vivamente los oídos de Patrizia. Patrizia, cuyo rostro estaba enterrado en su pecho, podía oír sus latidos más claramente que cualquier otra cosa. Estaba latiendo con fuerza. Era como si le rogara que supiera que estaba vivo, y Patrizia sintió que su corazón resonaba en consecuencia.


"Confía en mí con todo tu ser sólo esta vez", -dijo Lucio con firmeza-.


Patrizia levantó sus húmedos ojos para mirarlo. "¿Me... besarás?"


Sus labios se encontraron con los de ella. Después de un tiempo, Patrizia probó algo salado en su boca. Ella era la que necesitaba llorar, así que ¿por qué lloraba él? Ella tenía una idea en su cabeza, pero debe ser sólo una idea. Porque no era tan sentimental. Sí, claro.


He decidido creerte. Incluso si no te creo, ese sentimiento que se ha hecho más grande no me perdonará.


Tal vez empezó un amor que no debería tener. Dijo que no la abandonaría, pero nadie sabe qué pasará en el futuro. Podría pasarle algún día.


Sin embargo, aun así, ¿podría creerle, aunque sea una vez? ¿Podría hacerlo? Podría dejarle sus sentimientos a él sólo una vez, ¿verdad? Incluso si ella estaba siendo engañada, ella le creería. Ella creería con su corazón. Porque... era la primera vez que tenía algo que quería. Un amor cálido y un futuro que podría pintar con él.


Patrizia se calmó tarde esa noche compartiendo sus cálidos labios con él. Flotó como si estuviera drogada. Le dio la ilusión de que eso resolvería todas sus preocupaciones.


*


"...Así que, Su Majestad está muy ocupado estos días. Ha estado tratando de hacer que Rizi se sienta mejor cada día."


"¿En serio?"


"Sí. Hace postres dulces todos los días y envía regalos de vez en cuando. Por supuesto, a Rizi no le gustan los regalos extravagantes, así que Su Majestad es cauteloso cuando los envía."


"No puedo imaginarlo así."


"¿Por qué?"


"Basándome en lo que escuché de mi padre, Su Majestad es frío y estricto. Debe haberse equivocado."


"Bueno, eso podría ser el caso cuando está trabajando. Pero lo importante es cómo trata a sus seres queridos".


"Entonces, ¿te estoy tratando bien, Nil?"


A la pregunta de Rothesay, Petronilla respondió con una risa mientras caminaba por el camino.


"Eres el mejor material para un marido, Ro. Ni siquiera el Emperador podrá seguirte el ritmo. ¿Postre? ¿Regalos? Caray, tú también haces todo eso".


"Oh no, ¿cómo puedo compararme con el Sol del Imperio?" -dijo Rothesay con una sonrisa soleada-. "Podría ser atrapado por ofender a la Familia Imperial".


"Eso no sucederá, mi amado Ro", -susurró Petronilla-, picoteando a Rossi en su mejilla. "¿Cómo pueden atrapar a un hombre tan encantador como tú?"


"Eres encantadora, Nil", -dijo Rothesay con una sonrisa afectuosa-, y le devolvió un beso en la mejilla. "Oh, tengo algo que decirte".


"¿Algo que decirme?" -preguntó Petronilla-.


"El banquete de cumpleaños de Su Majestad es la próxima semana, ¿verdad?"


"Sí". La semana siguiente era el cumpleaños de la persona que Petronilla más amaba en todo el mundo, Patrizia. También era el cumpleaños de Petronilla. Ella inclinó su cabeza con curiosidad. "¿Y?"


"Hay algo importante que hacer ese día. Después de que el banquete termine... ¿puedo verte un minuto?"


"Por supuesto, Ro." Petronilla asintió con la cabeza, y una leve sonrisa se dibujó en los labios de Rothesay mientras la miraba. Inclinó la cabeza hacia abajo para besarla en la cabeza.


"No hay ninguna mujer en este mundo que sea tan hermosa como tú, Nil", -susurró-.


*


Los días pasaron y llegó el cumpleaños de Patrizia. El cumpleaños de la Reina iba a ser celebrado con esplendor para que coincidiera con su nombre. Desde el amanecer, Patrizia estaba en pie por la prisa de los regalos y la preparación de su ropa.


"Oh, su Majestad. ¡Estás preciosa!" -exclamó una de las damas de compañía-, y Patrizia sintió una gran vergüenza. Como si notara su reacción, Mirya ofreció unas palabras.


"Su Majestad, usted está tan hermosa".


"Creo que nunca me acostumbraré a vestirme así."


"Pero pronto te acostumbrarás. Cuantas más arrugas tengas alrededor de tu boca, más naturalmente aceptarás este tipo de trajes."


"¿Quieres decir que tengo que seguir haciendo esto hasta que sea vieja? Oh, Dios mío."


Patrizia sacudió la cabeza como si ya estuviera cansada de la idea. De alguna manera su pelo se sentía más pesado de lo habitual.


Patrizia se volvió hacia Mirya. "¿Qué pasa con mis padres y mi hermana? ¿Cuándo dijeron que estarían aquí?"


"Recibí un mensaje diciendo que se acaban de ir hace un rato, Su Majestad."


"Entonces tendré que apurarme también."


La manecilla de las horas ya estaba funcionando a primera hora de la tarde. Finalmente, Patrizia se refrescó con perfume de rosa seca y se levantó de su asiento. De repente, hubo una ligera perturbación fuera de la habitación. Patrizia miró hacia la puerta con una mirada desconcertada.


"¿Qué ha pasado...?"


Antes de que pudiera terminar su frase, la puerta se abrió, y alguien entró con una mirada nerviosa. Era Lucio.


"¿Su Majestad...?" -dijo Patrizia sorprendida-.


"Ah..." Cuando vio a Patrizia, se ruborizó un poco y habló en voz baja. "Eso fue grosero de mi parte. Tenía prisa..."


"¿Qué te trae por aquí...?"


"Hmm..." Dudó. "Su carruaje de escolta está aquí".


"Ah..."


Patrizia echó una mirada torpe, y las damas de compañía, incluyendo a Mirya, salieron de la habitación. Su comportamiento hizo que Patrizia y Lucio se sonrojaran más. A pesar de que estaban en una relación en la que ya lo veían todo, su relación emocional era todavía joven. Desde una perspectiva general, era bastante interesante y fresca.


"¿Estás... lista?" -preguntó Lucio tentativamente-.


"Sí..." -respondió Patrizia-.


"Hoy estás muy guapa".


"Ah..." Patrizia dudó por un momento, y luego respondió con sus mejillas enrojecidas. "Gracias, Su Majestad".


"¿Vamos entonces?" Extendió su mano, y Patrizia la tomó con cuidado.


‘¿Alguna vez he sostenido la mano de este hombre correctamente?’ -pensó Patrizia mientras le tomaba la mano-. Ella no pensó que lo hizo. Las manos de Lucio estaban calientes. Pensó que era bastante extraño y le cogió la mano un poco más fuerte.


*


Era su cumpleaños.


Los cumpleaños del Emperador y la Emperatriz se celebraban con algunos de los más grandes festivales del Imperio. Había tanta gente que alguien podría pensar que todos los nobles del Imperio se reunieron en el salón. El enamoramiento de la gente era vertiginoso.


‘¿Suele haber tanta gente en una fiesta?’ -murmuró Patrizia interiormente-.


"Pareces un poco cansada. ¿Estás bien?" -preguntó Lucio-.


"Estoy bien", -respondió Patrizia cortésmente-, pero sus ansiedades no se calmaron.


"Si te sientes incómoda, por favor, dímelo. ¿Está bien?"


"Lo haré". Después de responder, Patrizia sonrió sin darse cuenta. Un interés inesperado, nada mal.


Mientras tanto, Petronilla estaba disfrutando su tiempo con Rothesay.


"Hoy estás muy guapa".


Rothesay comenzó la conversación felicitando a Petronilla como de costumbre y se sonrojó como si no pudiera detenerlo.


"Siempre me estás halagando. ¿Qué debo hacer si me acostumbro demasiado a esto?"


"¿Por qué no? Te vas a estropear..."


Las palabras de Rothesay se detuvieron repentinamente. Oops, un error. Afortunadamente, Petronilla no respondió mucho, tal vez porque no se dio cuenta. Se sintió aliviado y volvió a hablar.


"Está bien si te acostumbras. Seguiré felicitándote".


"Vaya". Petronilla se rio. "Eso es tan dulce".


"No más que tú".


Con una suave sonrisa, Rothesay se acercó con gracia a Petronilla. "Por otro lado... ¿le gustaría bailar, mi señora?"

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 104

 Capítulo 104. ¿Vas A Abandonarme?



"Oh no", --murmuró Lucio-, con su cara cayendo. "¿Soy realmente tan malo para expresar mis sentimientos?"


“…”


Expresó sus sentimientos. Pero ella no creía en la verdad de su expresión.


"Te amo", -confesó de nuevo-.


“…”


"Te amo con todo mi corazón. Por supuesto... todavía no me crees." La voz de Lucio se endureció en la resolución. "Pero esperaré. Puedo esperar. Pero hasta entonces..."


“…”


"Por favor, no me dejes. Si no lo haces, haré cualquier cosa por ti."


Era imposible que Patrizia se fuera en primer lugar, no porque lo amara, sino porque sabía que no era fácil dejar el palacio. Estaba lloriqueando como un niño.


¿Yo era la tonta? Patrizia pensaba burlonamente para sí misma.


"No te dejaré", -dijo-.


"... ¿En serio?"


"Sí".


Podía sentir la inseguridad de Lucio. Era extremadamente sensible a las despedidas. ¿Era por la forma en que perdió a su madre? No me extraña que se sintiera incómodo.


"Muchas gracias. De verdad..." -murmuró Lucio-. Tomó la mano de Patrizia con una mirada profundamente conmovida. Ella se sorprendió por su súbito gesto, pero mantuvo su rostro neutral.


"Seré realmente... bueno contigo", -dijo-, con la garganta llena de lágrimas.


‘¿Odiaba tanto la idea de que me fuera?’ -pensó Patrizia para sí misma-. ‘¿Qué significo para ti?’


Lucio sintió su inquietud y dudó. "Si te sientes incómoda conmigo aquí... ¿debería irme?"


Patrizia también hizo una pausa. Antes, ella le habría dicho que se fuera... pero extrañamente, no quería que se fuera. ¿Fue por lo que pasó ayer? Ella le agarró la muñeca, racionalizando para sí misma que fue puramente por el afecto de anoche. Las cejas de Lucio se levantaron con una ligera sorpresa.


"Por favor, no te vayas", -susurró-.


"...Está bien", -respondió roncamente-. Patrizia lo miró fijamente, y pronto cerró los ojos. La presencia de otra persona a su lado le ofrecía el mejor consuelo.


*


"Su Majestad le envía una tarta de manzana y galletas de merengue esta vez", Mirya con una voz que era a la vez una mezcla de perplejidad y alegría. Patrizia se había recuperado un poco debido a su extenso descanso y atenciones médicas, y desde entonces recibía diariamente postres llenos de su sinceridad.


"Esto ya lleva tres semanas. ¿Crees que lo hará también como regalo de cumpleaños la semana que viene? Nunca es fácil hacer diferentes postres como este cada día", -comentó Mirya-.


“…”


Fue tal como dijo Mirya. Lucio había estado enviando diferentes postres hechos a mano desde ese día. La emoción de Mirya sólo hizo que Patrizia se sintiera extraña.


"¿Debería tirarlo?" -preguntó Mirya-. Siempre hacía la misma pregunta como si se hubiera convertido en costumbre, pero la dama de compañía ya sabía la respuesta de Patrizia. Si no fuera por tiempos como estos, Raphaella y Mirya no tendrían la oportunidad de burlarse de la Reina.


"...Dámelo", -dijo Patrizia-, fingiendo no estar contenta.


Mirya mostró una sonrisa. "¿Te disgusta que esté hecho a mano por Su Majestad?"


"No quiero encontrar una razón para ser arrestado por desacato al Emperador. ¿Y si lo tiro y él se enfada?" -dijo Patrizia en un tono llano-.


Mirya se rio para sí misma. El Emperador amaba a la Reina. Aunque ella tirara su regalo, él nunca la castigaría. Mirya sabía que Patrizia lo sabía. La dama de compañía entregó en silencio la caja rosa de tartas y galletas.


"Aquí tiene, Su Majestad".


"...Puede irse ahora."


Como siempre, Patrizia se lo comía en soledad. Raphaella y Mirya trataron de adivinar su reacción, pero nunca hicieron obvia su curiosidad frente a Patrizia. Si ella sabía que hablaban de ella, en lugar de enfadarse con ellas, era más probable que hiciera algo que no quería hacer. Eso no debería suceder por el bien de un matrimonio pacífico.


"Haaah".


Finalmente, Patrizia se quedó sola. Ella abrió la caja en silencio. Se preguntó quién era el que empaquetaba las cajas, ya que siempre estaban bien atadas con cintas rosas o rojas. El dulce y sabroso olor de la harina le hacía cosquillas a Patrizia.


"Parece delicioso", -murmuró en agradecimiento-, luego se llevó una galleta de merengue a la boca y le dio un mordisco. Estaba deliciosa. Patrizia sonrió sin darse cuenta. De alguna manera, comer su postre hecho a mano se estaba convirtiendo en la rutina más esperada de la aburrida vida diaria de Patrizia.


*


"¿Crees que será diferente contigo?" Una mujer con ropas de luto blancas y pelo largo y rosado, sonrió con frialdad.


Patrizia dio un paso atrás al verla. "Aléjate de mí".


"Será lo mismo para ti, altiva Reina. Serás abandonada una vez que él tome otra mujer."


"...Nunca lo acepté", -negó Patrizia-, pero Rosemond se rio como si pensara que la ingenuidad de Patrizia era divertida.


"Qué tonta. Ya lo has aceptado".


“…”


"Tú lo abrazaste primero. Tú fuiste la que lo besó primero. Ahora te quejas porque no quieres admitir tus sentimientos. ¿No?"


"Aun así, ¿qué importa?" Patrizia tembló y miró fijamente a Rosemond. La concubina ya estaba muerta, y Patrizia sabía que la que tenía delante era probablemente una ilusión.


‘¿Por qué sigues haciéndome sufrir... incluso después de tu muerte?’


"Me muero de ganas de ver que te vuelves como yo lo antes posible", -le susurró Rosemond alegremente al oído-. "Algún día serás decapitado por la guillotina, como yo. Cuando consiga otra mujer".


"¡Tú...!"


"¿Por qué? ¿No lo crees?" Rosemond titubeó. "¡Tonta! También me hizo lo mismo al principio. ¡Actuó como si fuera a sacrificar su hígado y su vesícula biliar por mí!"


"Porque tu relación no era amor real", -respondió Patrizia-, y por primera vez, sonrió. No era una sonrisa hermosa, sino una sonrisa fría, extraña y aterradora que la hacía más triste. Patrizia respondió con dureza. "Su relación estaba equivocada en primer lugar. Tú lo sabías".


“…”


Patrizia continuó. "No lo amabas de verdad, y él se dejó engañar por tus sentimientos, al igual que confundiste un latido de corazón por miedo con un latido de corazón de emoción."


"¡Sigues fingiendo ser inteligente hasta el final! ¿Estás segura al decir que no es así?"


“…”


"Ves, no tienes confianza, ¿verdad?" Rosemond dejó sus últimas palabras con una hermosa sonrisa. "Algún día serás como yo".


Al mismo tiempo, la imagen de la muerte de Rosemond se repitió frente a Patrizia: el grito de la multitud y el horrible sonido de alguien siendo decapitado. Un grito escapó de la boca de Patrizia.


"¡Argh!"


Patrizia se sentó abruptamente y encontró que su frente estaba empapada de sudor frío. Mirya y Raphaella, que la oyeron gritar, entraron corriendo por la puerta.


"¡Su Majestad!"


"¡Rizi!"


Los dos miraron a su alrededor para ver lo que había sucedido, pero afortunadamente, no había señales de ningún intruso. Dieron un suspiro de alivio.


Mirya se volvió ansiosamente hacia Patrizia. "Su Majestad, ¿qué sucede?"


"Oh Dios mío, Mirya. Mira cómo suda".


"Haah..." Patrizia respiraba con dificultad e intentaba calmarse, pero le resultaba difícil tomar aire. La dama de compañía trajo rápidamente agua tibia, y Patrizia la sorbió lentamente, con la cara pálida.


"Su Majestad, ¿qué está pasando?" -exigió Raphaella-.


"Jaah... maldita sea", Patrizia se las arregló para salir a flote. "Tengo que ir al Palacio Central."


*


Mientras tanto, Lucio se acostó más temprano que de costumbre ese día. Cuando Patrizia se despertó de su pesadilla, él todavía estaba dormido. Ya estaba vagando por el país de los sueños sin saber nada de lo que Patrizia había pasado. Sin embargo, algunas voces del exterior le provocaron un revuelo.


"¿Su Majestad la Reina? ¿Por qué está...?"


"¿Está Su Majestad dentro...?"


"Está dormido..."


Lucio, que de todos modos no solía dormir profundamente, abrió los ojos por los débiles sonidos. Se levantó de la cama y miró hacia la puerta.


"¿Qué pasa?" -preguntó-.


Hubo un momento de silencio afuera, y luego habló la jefa de la dama de compañía. "Su Majestad, Su Majestad la Reina está..."


"¿Qué haces todavía que no la dejas entrar?"


"Mis disculpas, Su Majestad. Por favor, entre."


La puerta se abrió. Lucio se dio unas palmaditas en las mejillas para librarse de su somnolencia. ‘¿Por qué lo buscaba la Reina a estas horas de la noche?’ Se levantó de la cama con una mirada mezclada de anticipación, excitación y miedo.


“…”


Patrizia llevaba un vestido de noche blanco y tenía el pelo desordenado que se había liberado de su habitual y pulcro peinado. A los ojos de Lucio, no era un cambio significativo, ya que ella siempre le pareció encantadora y pura.


Para su sorpresa, ella tropezó con él, y ya sea porque parecía insegura o porque él quería alcanzarla más rápido, Lucio se precipitó hacia ella.


"Reina, ¿qué pasa...?"


"Su Majestad". Su voz no sonaba como lo hacía normalmente.


Lucio sintió instintivamente que algo estaba mal. “¿Rizi? ¿Qué está pasando?"


"Su Majestad".


"Calla, está bien. ¿Qué está pasando?"


“…”


Ella le miró a la cara sin decir nada, pero de alguna manera la mirada de sus ojos parecía perturbada, y Lucio se asustó de repente. Él conocía esa mirada en sus ojos. Estaba familiarizado con ella. Esa emoción había estado profundamente grabada en su corazón desde ese día.


"Rizi, ¿qué pasa...?" -preguntó con voz temblorosa-.


Pero no pudo terminar su frase correctamente. Patrizia se arrojó a sus brazos. Estaba nervioso, pero no tuvo tiempo de sentir la alegría de que ella lo abrazara primero. Algo estaba mal con ella ahora.


"¿Qué ha pasado? No tienes que decírmelo si no..."


"Su Majestad", la voz de Patrizia temblaba. "¿Vas a abandonarme?"

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 103

 Capítulo 103. ¿Puedo Decir Te Amo?



Sus rostros se mantuvieron cerca el uno del otro.


"¿Estás llorando?" -susurró Patrizia-.


"No".


"¿Estás triste?"


"Para nada", --respondió con un bajo murmullo-. "¿Cómo puedo sentirme triste frente a esta preciosa felicidad?"


“…”


Patrizia lo besó de nuevo sin decir una palabra. El toque tranquilo de sus labios se volvió gradualmente más feroz. Un pensamiento perdido pasó por la mente de Patrizia, para que pudieran funcionar después de todo, y Patrizia jadeó. También Lucio. Su voz se convirtió en un sollozo.


"Heug... Su Majestad."


"Patrizia", -susurró Lucio en respuesta-. Se apartó con cuidado y estableció contacto visual con ella. Sus mejillas se sonrojaron de color rosa y sus ojos se abrieron de par en par. Desabrochó con cuidado el chal que ella llevaba puesto y su mirada se fijó en su mano mientras trabajaba.


Finalmente se quitó el chal, mostrando su delgado hombro, y se inclinó y besó la piel expuesta. El beso debía ser suave, como para curar su herida, pero de alguna manera se sentía salvaje como el de una bestia. Patrizia dio un breve gemido.


"¿Te... disgusta eso?" -dijo Lucio con cautela-, y Patrizia levantó la vista y lo besó de nuevo, esta vez desatando la corbata en su cuello. El sonido de la caída de la tela hizo que sus manos se impacientaran más que antes. Cuando finalmente le desabrochó la camisa, Patrizia lo miró con ojos y mejillas rojas. Él la besó en respuesta, lo que significaba que sí. Era un acuerdo mutuo. Lucio movía sus manos con firmeza, pero con una impaciencia indescriptible.


Antes de que se dieran cuenta, se miraban uno al lado del otro en su estado natural. Patrizia le rozó suavemente la mejilla y le besó una vez más.


*


Lucio estaba dormido con la cabeza enterrada en su pecho. Patrizia miró hacia abajo a su cara dormida. ¿Cuánto tiempo había pasado?


“…”


Obviamente había actuado por impulso, pero era difícil decir que esa era la única razón. Ciertamente tenía al menos la mitad de su racionalidad con ella. Fue su elección, y fue la elección de él. ¿Qué más se puede decir aquí?


Ella suspiró para sí misma. Sin duda, ella lo amaba. La proporción solía ser de cincuenta y cincuenta en el pasado, pero hoy en día se sentía como si se inclinara hacia un lado. Con una expresión en blanco, le acarició el pelo que parecía el cielo de antes del amanecer.


"Hmm..." Lucio se agitó al tocarla. Ella detuvo su mano cuando escuchó su voz.


"Continúa... sigue", -murmuró-.


“…”


‘Codicioso’, Patrizia -murmuró para sí misma, pero obedeció su petición.


"¿Te... desperté?" -preguntó-.


"No pasa nada". Levantó la cabeza y respondió. "Estás justo delante de mí, así que prefiero permanecer despierto."


“…”


Las palabras de Lucio goteaban de sentimentalismo, pero las dijo sin pestañear.


"¿Estás bien?" -preguntó Patrizia-.


"Soy demasiado feliz", -respondió con voz temblorosa-. "Me cuesta respirar".


"No exageres".


"No lo hago". La tomó en sus brazos y le susurró al oído. "De verdad".


“…”


Patrizia miró fijamente a Lucio mientras la abrazaba como un niño, y ella pronto le devolvió el abrazo y cerró los ojos. Estaba cansada. Después de un rato, volvió a hablar.


"Rizi".


“…”


Ella no respondió, pero él siguió hablando.


"Tengo una petición".


"...Dilo."


"Puedo decir..." Hubo una pausa. "...te amo?"


“…”


Estaba segura de que se suponía que era una petición, pero era una pregunta. ¿Quería que ella sólo respondiera, o que le dejara decir "te amo"? Ella respondió después de un momento de reflexión.


"Hazlo".


"Te amo", -dijo Lucio-.


“…”


"Te amo, Patrizia".


Patrizia no respondió a su confesión, pero Lucio no necesitaba que lo hiciera. Sólo quería confesar sus sentimientos.


"Estoy tan..."


“…”


"enamorado de ti."


Era suficiente con que lo escuchara.


"Haah". Patrizia dio un largo suspiro y sostuvo su cabeza. Su cuerpo estaba bien ahora, pero de repente tenía fiebre.


A su lado, Lucio parecía preocupado. "¿Estás enferma? Tendré que llamar al médico de palacio..."


"No hagas un escándalo", -dijo Patrizia con un movimiento de su mano-. "¿Vas a presumir de lo que pasó anoche por todo el palacio?"


Aunque no llamara al médico de palacio, lo que pasó anoche ya se habría extendido por la boca de las damas de compañía. Pero eso era mejor que llamar al médico de palacio y hacerlo oficial...


Patrizia se levantó lentamente mientras sostenía su palpitante cabeza.


"¿Adónde vas?" -preguntó Lucio con una expresión urgente-.


"Tengo que ir a mi palacio", -respondió con calma-, pero Lucio sacudió la cabeza.


"¿Adónde crees que vas en ese estado?"


"Todavía puedo ir a mi palacio", -señaló-.


"¿Y si te caes?" -dijo-, su frente se arrugó por la preocupación. "¿Puedes quedarte aquí al menos por un tiempo?"


"...Te resfriarás entonces."


"No te preocupes por mí, sólo preocúpate por ti misma."


Patrizia gruñó sus palabras y se volvió a meter en la cama. Debería descansar más, pero no podía permitírselo ahora mismo.


"Tengo mucho trabajo que hacer hoy..." -murmuró entre las sábanas-.


"Cancela todo. Tu salud es lo primero".


"Estás siendo desconsiderado. Ya tuve un día libre ayer", -dijo Patrizia con una voz preocupada-. "Además, estamos a menos de un mes del banquete de cumpleaños..."


"Es tu cumpleaños. Por eso tienes que poner tu salud como tu prioridad."


"Así es, pero..." Patrizia se quedó atrás en la incertidumbre. "Usted también tiene asuntos oficiales que atender".


"Afortunadamente, no tengo ninguna reunión hoy."


"Pero estoy segura de que tienes que hacer algo de papeleo."


"Lo haré un poco más tarde", -respondió-. Era implacable.


“…”


Patrizia no tuvo más palabras para rebatirlo, y Lucio le sonrió afectuosamente.


"Si lo miras de otra forma, yo también soy responsable", -dijo-.


“…”


Patrizia se dio la vuelta con un rubor.


Lucio continuó, su voz dulce. "¿No sería mejor llamar al médico de palacio?"


"Ya lo llamé ayer", -respondió con voz somnolienta-. "En el mejor de los casos, no hay más remedio que tomar la medicina y dormir". Ayer tomé mucha medicina."


"Lo siento". Sus ojos de repente cayeron en disculpa.


"¿Sobre qué?" -dijo Patrizia con perplejidad-.


"Creo que te enfermaste más por mi culpa".


Patrizia suspiró. "Si lo sabes, sé bueno conmigo".


"Por supuesto que lo seré. Entonces, ¿necesitas algo más?"


"...Todavía estoy bien", -dijo-, aunque sintió que le dolía la cabeza. "Quiero dormir..."


"... ¿Quieres que me quede contigo?"


"No soy tan imprudente como para mantener al Sol del Imperio a mi lado desde esta mañana temprano." Habló con una voz un poco tensa. "Por favor, atienda sus asuntos oficiales en su oficina. Llamaré a la dama de compañía afuera si algo sucede... así que no se preocupe."


"Entonces..."


No parecía dispuesto a dejarla, pero no tenía otra opción. Tenía más trabajo que ella. Suspiró y la besó suavemente en su frente, y ella le parpadeó los ojos.


"Descansa un poco", -murmuró con un suave rubor en sus mejillas-.


"...Adiós." Patrizia cerró inmediatamente los ojos después de decir eso. Pronto escuchó el sonido de él alejándose de ella, y luego la apertura y el cierre de la puerta. Sólo entonces pudo descansar cómodamente.


*


Alrededor de una hora después, Raphaella llegó al Palacio Central.


"Saludos a Su Majestad la Emperatriz", -dijo Raphaella con una reverencia-.


"Raphaella", -dijo Patrizia-, y se levantó de la cama con un gruñido. Raphaella se apresuró a ayudarla.


"Cielos, quédate en la cama", -regañó Raphaella-.


"¿Te ha enviado Mirya aquí?"


"Acabo de llegar. ¿Por qué debería estar en el Palacio de la Reina cuando la Reina ni siquiera está allí? Tú eres la única a la que tengo que proteger". Raphaella dio una risa de conocimiento. "Entonces, ¿cómo estuvo ayer?"


"Estuvo bien..."


"Oh, no. Su Majestad necesita trabajar más duro". Raphaella la revisó. "¿Te sientes realmente enferma? Si es peor que ayer, es terrible."


"No es tan malo. Realmente sentí que iba a morir ayer".


"Es un alivio. ¿Vas a quedarte aquí?"


“…”


Patrizia reflexionó un momento sobre su pregunta, y luego respondió lentamente. "No estoy segura de poder caminar hasta el Palacio de la Reina."


"¿Quién dijo que caminarás? Yo te llevaré. O podemos llamar al carruaje."


"Eso es un desperdicio", -se negó Patrizia-. "Me quedaré aquí hasta que recupere mis fuerzas."


"Hmm..." Raphaella miró a Patrizia con una extraña mirada después de escuchar su respuesta, pero Patrizia la ignoró y continuó.


"Creo que debería tomarme un descanso sólo por hoy. Me temo que el trabajo del palacio se verá interrumpido."


"Nada pasará realmente sólo porque no trabajes por un día o dos. El palacio no se interrumpirá fácilmente. Cuida tu cuerpo primero".


"Muy bien", Patrizia suspiró en rendición, y luego se acostó en la cama. Raphaella la estudió con una expresión de preocupación.


"¿Necesitas algo?" -preguntó Raphaella con delicadeza-.


"Está bien, Ella. La seguridad en el Palacio Central es de confianza... Puedes quedarte en el Palacio de la Reina si quieres."


"No puedo hacer eso", -dijo Raphaella con un movimiento de cabeza y una sonrisa-. "Me quedaré fuera. Asegúrate de llamarme si pasa algo. ¿De acuerdo?"


"Lo haré".


Raphaella besó ligeramente a Patrizia en la frente antes de salir. Patrizia inmediatamente cerró los ojos. No había dormido mucho últimamente. No es de extrañar que se sintiera tan cansada.


*


Patrizia abrió los ojos cuando sintió algo frío en la frente.


"¿Qué...?" -dijo en un tono desconcertado-.


"Oh, no. ¿Te he despertado?"


Patrizia parpadeó los ojos y giró la cabeza hacia la voz. Era él.


"¿Su... Majestad?" -balbuceó-.


"Lo siento, Patrizia".


“…”


Patrizia permaneció en silencio durante un tiempo, antes de hablar en voz baja. "¿Por qué...?"


"Porque estoy preocupado", -dijo Lucio suavemente mientras le quitaba un mechón perdido de la frente-. "Me preocupa dejarte sola".


“…”


"Entonces, estoy aquí".


"¿Qué hay de tu trabajo?"


"Me he ocupado de todos los asuntos urgentes. No tienes que preocuparte."


Después de responderle, la besó en la frente sin su permiso. Patrizia no dijo nada sobre su acción, pero miró fijamente al hombre que la miraba con amor.


Lucio se volvió consciente de su mirada y se disculpó. "Ah, lo siento. Yo…”


"Su Majestad". Patrizia cortó su disculpa. "¿Me amas de verdad?"

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 102

 Capítulo 102. ¿Por Qué Sigues Confundiéndome?



"Ngh...!"


Lucio soltó un doloroso gemido mientras agarraba las sábanas de su cama. ‘No, no, no’. Se sentía como si un volcán hirviendo estuviera a punto de entrar en erupción en su corazón.


"¡Augh...!"


Así es como sus episodios comenzaban típicamente. Burbujeaba y hervía, sin salir nunca con toda su fuerza desde el principio. Era una acumulación lenta. Hizo una mueca cuando rompió la funda de la almohada.


"Por favor..."


Tal vez fue porque cuidó a Patrizia que estuvo en cama enferma durante mucho tiempo, pero cada vez que veía a alguien que amaba o que le importaba con dolor o en un estado de debilidad, tenía un episodio. Lucio intentó tomar oxígeno, su aliento salía en cortos jadeos. Era bastante doloroso para él pensar que sería mejor si simplemente muriera, tanto física como emocionalmente.


"¡AAAAAAAH!"


El acto de apertura había terminado. El volcán de su corazón ya no podía contenerse más. La rabia y el resentimiento de hace diez años aún vivían hasta hoy. Aún era capaz de alimentarse de la culpa que sentía por el pecado inmoral de matar a su propia madre.


Al final, perdió ante su enfermedad. Nunca pudo ganar contra ella. Probablemente no sería capaz de ganar contra ella hasta el día de su muerte... no, incluso después de su muerte. Él siempre será el perdedor...


Crujido


El sonido de la puerta abriéndose horriblemente resonó por toda la habitación. Lucio, ya en las garras de su locura, no se dio cuenta. La persona que abrió la puerta miró en silencio a Lucio antes de empezar a caminar lentamente hacia él. Aunque el andar de la persona estaba lejos de ser equilibrado, como si estuviera físicamente enferma, la elegancia de su voz no había cambiado.


"Su Majestad".


Alguien lo llamó. Con la voz familiar, miró detrás de él. Los ojos de Lucio estaban inyectados de sangre, y las marcas de arañazos autoinfligidos atravesaban su cuerpo. Patrizia se mordió los labios pálidos al ver su estado.


‘¿Nunca podré distinguir entre la simpatía y el amor?’


Patrizia caminó de manera inestable. Mientras tanto, Lucio siguió convulsionando. Quiero detener esos gritos. Quiero detener su dolor. Esa ira trágica y ese resentimiento... quiero que desaparezca. Patrizia continuó pensando esos pensamientos mientras se dirigía débilmente hacia él.


"Su Majestad..."


"Hnn..."


“Mantente alejada”, -suplicó-. Esto nunca podría ser una buena vista para ver. No quería mostrarle un lado tan feo de él. Prefería morir antes que mostrar este lado suyo a la persona que amaba.


Y aun así la quería cerca. Quería que ella lo abrazara con sus cálidas manos y lo consolara. Si lo hacía, entonces él se dormiría tranquilamente en sus brazos. Se liberaría de todo el dolor y la culpa del pasado, y su corazón podría descansar.


Al mismo tiempo, lamentaba que incluso estuviera teniendo tales pensamientos, y pensaba que definitivamente no habría sido capaz de hacerlo, ni siquiera en el pasado. Su corazón era una miríada de contradicciones. Un constante vaivén entre su deseo instintivo de huir del dolor y su brújula moral que insistía en que debía pagar por sus pecados.


"Por favor..."


Una vez que cruzó la distancia entre ellos, Patrizia extendió una mano hacia él. Sus dedos temblaban. ¿Cuál es la fuente de ese temblor? ¿Su furia hacía mí? ¿O su vergüenza de tener a un hombre como yo como su marido? ¿O... su repugnancia hacia mí? ¿Piensa que soy un monstruo horrible? Estos pensamientos sólo trajeron más dolor a Lucio, y como él pensaba de sí mismo más horrible de lo que ya lo hacía, rechazó su mano. No podía hacer otra cosa que apartar la mano extendida hacia él.


"¡No...!", -dijo-.


"¡Ah...!"


Ella tropezó con la fuerza de su rechazo, su débil cuerpo no tuvo más remedio que atarse en respuesta. Se sonrojó, la vergüenza le recorrió la cara. Si se caía, se lesionaría gravemente por el impacto. Al darse cuenta de esto, los ojos de Lucio se abrieron de par en par y rápidamente extendió la mano para atraparla.


Los dos ojos se cerraron automáticamente. Patrizia miró a Lucio, que parecía estar a punto de llorar mientras se disculpaba.


"Ah..."


Parecía un niño que no sabía qué hacer.


"Yo... lo siento".


“…”


Ella lo miró fijamente sin decir nada. En ese momento, en lugar de pensar: "¿Y si no acepta mis disculpas?" Lucio pensó: "Me pregunto qué piensa de mí". Pronto, ella lo apartaría y lo atacaría. Por supuesto, Lucio creía que él merecía ser azotado, pero al mismo tiempo, no le gustaba recibir eso de ella. Realmente era un bastardo egoísta.


"... ¿Por qué sigues confundiéndome?" -preguntó Patrizia mientras lo miraba en sus brazos-, con su abrigo. Él podía oler su olor en ella. Por alguna razón, cuando estaba con ella, sintió como si pudiera perdonar el resentimiento y la ira que sentía hacia sí mismo. Lucio agarró el dobladillo del abrigo que ella llevaba puesto mientras luchaba por encontrar las palabras para decirle.


“Yo…”


Fue Patrizia quien habló. "No lo sé. Pensé que había una diferencia, pero no parece ser el caso." Aunque su voz sonaba tranquila, hubo un extraño temblor. Como si estuviera a punto de empezar a llorar. "No hagas esto delante de mí.


“…”


"Si sigues haciendo esto delante de mí tonto yo, entonces seguiré confundiendo mi simpatía por ti con amor."


Al oír sus palabras, una alegría tonta lo invadió. "¿Tú... a mí...?"


"...Permítame hacerle una sola pregunta." Luego habló con voz triste. "¿Por qué es tan difícil para ti?"


“…”


"¿Por qué insistes... en castigarte así?"


"Porque me lo merezco", -dijo-.


"No lo hizo por su propia voluntad, Su Majestad", -dijo Patrizia-, con lágrimas en los ojos y deslizándose por su cara. Lucio sólo la miraba, sin pensar en enjugarse las lágrimas que le salpicaban las mejillas.


Patrizia continuó. "Era la voluntad de la Reina Alisa. No sé si no has tenido toda la culpa, pero..."


Otra lágrima cayó.


"Ser abusado no es un pecado que hayas cometido".


"...Ngh."


Lucio arañó el suelo. A Patrizia le pareció que estaba luchando contra sus lágrimas. ‘Qué hombre tan lamentable’, -pensó mientras continuaba llorando-.


"Su Majestad necesita recibir consuelo, no críticas".


"...Haah,"


"Nadie podría criticar a un niño que lo hizo para sobrevivir."


Patrizia realmente creía eso. Al oír sus palabras, los ojos de Lucio se llenaron de sangre y la miró fijamente. Parecía una persona que no podía llorar, aunque lo deseaba mucho. Sin darse cuenta, Patrizia le llevó una mano a la cara y le puso una ventosa en la mejilla. Otra lágrima cayó de su ojo.


"Estás muy delgado. ¿Siempre fuiste... así?", -preguntó-.


"No merezco tu preocupación", -dijo amargamente-.


"Lo sé", -murmuró mientras le rozaba el pulgar en la cara-. "Sé que no te lo mereces".


"Por eso no sé cómo reaccionar."


"No es difícil. Todo lo que Su Majestad tiene que hacer... es aceptarlo". Patrizia dejó de acariciar su mejilla y lo miró. "Porque esto es el resultado de una mujer tonta que no puede diferenciar entre el amor y la simpatía."


"No eres tonta".


"Lo soy, Su Majestad".


‘Porque juré que nunca te amaría’. Patrizia sonrió amargamente. ‘Si mi promesa del pasado puede ser tan fácilmente destruida, entonces soy una tonta.’


"Para mí, no lo eres. Nunca he conocido a una persona tan brillante e inteligente como tú", -dijo Lucio-.


“…”


‘Para ti, no hay nadie tan estúpido como yo’, -pensó Patrizia para sí misma-.


"... ¿Te sientes mejor ahora?" -preguntó-.


Lucio se miró a sí mismo. "Sí. Soy... antiestético, ¿verdad?"


“…”


La frustración comenzó a acumularse dentro de Patrizia. Ella odiaba su autodesprecio. Sus ojos se fijaron en las heridas que se infligió a sí mismo. Ella tomó su brazo raspado. Podía sentir su mirada incrédula en ella.


"Pa..." La llamó por su nombre en shock, pero al verla acariciar las rayas rojas de su brazo, su sorpresa se disipó lentamente.


"Debe haber dolido", -murmuró-.


‘Me dolió. Mucho’. Lucio se tragó la verdad mientras soltaba una mentira blanca. "Estoy bien".


"...Dices eso, aunque en realidad no lo estás." Patrizia no podía apartar los ojos de las heridas. "¿Por qué tienes que mentirme?"


“Yo…” Respiró con algo de dolor antes de decir: "...Lo siento".


"¿Por qué?"


"Por todo". Sus ojos la miraban con tristeza. "Todas las cosas que te he hecho, todas las cicatrices que te he hecho, lo siento mucho."


“…”


Con esas palabras, Patrizia le ayudó gentilmente a levantarse. En ese momento, sintió que su corazón se tambaleaba. Quería que ella se quedara en sus brazos para siempre. Quería abrazarla para siempre. Pensando en esos pensamientos inútiles, él la miró, y ella le devolvió la mirada. Parecía que había pasado una eternidad antes de que Patrizia hablara.


"Beso", -dijo ella-.


“…”


"¿Puedo besarte?"


"¿Qué...?"


La miró fijamente, completamente retraído y con la boca abierta. Patrizia, sin dudarlo, se inclinó y apretó sus labios contra los de él. Le rodeó los hombros con sus brazos y le empujó hacia delante, cerrando los ojos mientras le besaba. El normalmente dulce beso sabía salado por las lágrimas.


"Ah..."


Lucio hizo un pequeño ruido de sorpresa, pero al ver que Patrizia cerraba los ojos, no tardó en seguirle. Con una expresión triste y conmovedora, le devolvió el beso, mordiéndole suavemente el labio superior y chupándolo con ternura mientras su lengua acariciaba ligeramente el interior de su boca... mientras que las lágrimas corrían por su cara.

agosto 16, 2020

Dama A Reina - Capítulo 101

 Capítulo 101. La Verdad Dentro De Una Verdad



"¿Qué?"


Lucio saltó de su asiento, con la cara pálida.


"Majestad, por favor cálmese", -dijo preocupada la dama de compañía-.


"¿Es eso cierto?" -preguntó-.


"Sí", -respondió ella con voz tranquila-. "El médico de palacio dijo que no era nada grave".


“…”


Toda la fuerza de las piernas de Lucio se agotó y se desplomó en su asiento. La jefa de las damas de compañía lo observó atentamente antes de inclinarse y salir de la habitación como de costumbre. Lucio le llevó una mano temblorosa a la cabeza.


"...Maldición."


*


Esto era lo peor.


"Ugh..."


Patrizia gimió mientras agarraba las mantas. En verdad, esto era lo peor.


‘Probablemente estaré mejor para mañana...’


‘De lo contrario, me retrasaré en el trabajo. Eso será tan problemático...’


"Tengo sed".


Patrizia trató de moverse al otro lado de la cama. Intentó levantarse, pero su cuerpo estaba demasiado débil, y seguía cayendo con un gemido cada vez.


"¡Ah...!"


‘Es tan frustrante.’


Se agarró a la cama, pero no había nada para agarrar la compra. Sólo estaba desperdiciando su energía.


‘Necesito llamar a Mirya...’


El problema era que su voz estaba tan débil que ni siquiera podía hablar. El doctor vino a revisarla antes e incluso le dio medicina, así que no podía entender por qué estaba así. Gruñendo con esfuerzo, Patrizia intentó una vez más ponerse de pie.


"Haah..."


Justo cuando empezaba a delirar, alguien entró por la puerta.


‘¿Quién es ese...?’


"¿Quién...?"


Pero antes de que pudiera terminar su frase, Patrizia había perdido el conocimiento.


*


"Hace frío".


Patrizia abrió lentamente los ojos. Alguien estaba a su lado. Se acercó a la figura y se agarró a su manga.


"... ¿Mirya?"


“…”


No hubo respuesta. Patrizia parpadeó. Cuando su visión comenzó a aclararse, la persona que se presentó fue...


"Su Ma-"


"Estás despierta". Parecía demacrado. Patrizia parpadeó de nuevo.


"¿Por qué estás...?"


"Me enteré de que estabas enferma", -dijo Lucio-.


“…”


Eso no es asunto suyo, quería decir Patrizia, pero desafortunadamente, no tuvo la fuerza para hacerlo. En vez de eso, soltó un pequeño gruñido antes de decir: "...Por favor, váyase".


"Sabía que dirías eso".


“…”


Patrizia se detuvo y lo miró. Aunque estaba demasiado oscuro para ver muy bien, ella pudo notar que se veía bastante demacrado. ¿Siempre fue tan delgado?


"Gracias a Dios que pude verle despertar... estaba preocupado", -continuó-.


"¿Por qué...?"


"Pensé que te habías enfermado por mi culpa".


“…”


Eso no es probable. Patrizia se mordió el labio. No sé si es tonto o simplemente estúpido.


"Tonterías", -susurró-.


"Es posible".


"Gracias a Dios que está bien, Su Majestad."


"¿Estás...?" Lucio comenzó, sus labios temblaban. "¿Te estás preocupando por mí ahora mismo?"


“…”


Patrizia cerró silenciosamente los ojos, y Lucio parecía conmovido.


"...Gracias", -dijo temblorosamente-.


‘Qué palabras más innecesarias’, -pensó Patrizia-, chasqueando interiormente su lengua, antes de que su cuerpo se desgarrara al toser.


*Toser*


*Toser*


"¡Ah...!"


En ese momento, Lucio se sobresaltó, sus manos se movían de un lado a otro como si no estuviera seguro de qué hacer.


Patrizia logró calmar su ataque de tos y le frunció el ceño. "Estoy bien", -le aseguró-.


"¿Debo llamar al médico?"


"Estoy bien", -escupió como si estuviera clavando un clavo en una pared-. "Estoy realmente bien. Incluso tomé un poco de medicina antes."


“…”


Ante esas palabras, Lucio miró a Patrizia con una expresión bastante sombría. Patrizia se limitó a mirarlo.


"¿Por qué has venido?", -dijo después de una larga pausa-.


"Estoy seguro de que ya te lo he dicho antes", -murmuró él-, echando hacia atrás su pelo que había caído delante de su cara. Estaba preocupado".


"... ¿fue hecho intencionalmente?"


"Tal vez. Por lo que sé, podría haber estado tratando de ganar tu favor. Soy... un poco oportunista", -murmuró amargamente Lucio-, y Patrizia siguió mirándolo. "Si quieres culparme... eres bienvenida."


“…”


"Y si hay algo que quieras decirme, dilo. Es una petición mía".


"Estoy bien", -dijo Patrizia con una ligera tos-. Se sentaron en silencio antes de que una expresión incómoda cruzara la cara de Patrizia, y ella repitió: "Estoy bien".


"Deja de mentir. No estás bien ahora mismo." Dejó escapar un breve respiro. "Parece que no eres capaz de descansar bien conmigo aquí. Si te sientes incómoda, me iré."


“…”


"Si no me quieres aquí, no volveré. Así que... descansa."


Patrizia siguió callada y Lucio, ya acostumbrado a su falta de respuestas, se levantó de su asiento y se fue. La puerta se cerró, y fue entonces cuando Patrizia, que ahora estaba sola, soltó de repente un grito como si recordara algo.


"Ah..."


Necesitaba devolverle la chaqueta. Patrizia trató de levantarse, pero su cuerpo se sentía tan pesado como el plomo. Sólo logró levantarse un poco antes de volver a la cama con una exhalación fuerte.


"Haah... maldita sea."


Con una expresión de preocupación, empezó a tirar del edredón cuando alguien entró en la habitación. Era Mirya. Cuando vio a Patrizia luchar, una expresión de sorpresa se apoderó de la cara de Mirya mientras se apresuraba a su lado.


"¡Dios, Su Majestad!"


"Ah..."


Mirya ayudó a Patrizia a levantarse, su voz notablemente alterada. "¿Por qué no me llamaste? Me disculpo, Su Majestad. Debí haber arreglado que algunas doncellas se quedaran dentro, pero pensé que eso te traería molestias cuando estuvieras descansando..."


"Está bien. ¿Podrías traerme un vaso de agua?"


"Sí, Su Majestad".


Pronto, una sirvienta le dio a Patrizia un vaso de agua tibia. Patrizia bebió la mitad del vaso, y luego se volvió hacia Mirya.


"Su Majestad estuvo aquí hace un rato. ¿Estás al tanto?" -preguntó Patrizia-.


"Ah..." Mirya parecía un poco sorprendida. "Me disculpo, Su Majestad. Si se sintió incómoda..."


“…”


"Su Majestad se quedó aquí mucho tiempo."


"¿Cuánto tiempo?" -preguntó Patrizia-.


"Alrededor de tres horas".


“…”


Su paciencia es la de un santo. Una sonrisa cínica apareció en los labios de Patrizia. Sin embargo, Mirya notó que su sonrisa no era de naturaleza muy fría.


"Te cuidó diligentemente."


"¿Y cuál es tu razón para decirme esto?"


"Es simplemente para informarle de la sinceridad de Su Majestad. Nada más y nada menos", -dijo Mirya en un tono plácido-, pero Patrizia sabía que intentaba que ella y Lucio estuvieran en mejores condiciones.


Patrizia suspiró. "Debe haber sido problemático para él permanecer tanto tiempo al lado de un paciente que no responde".


"Pero parecía bastante ansioso. A pesar de que tanto el doctor como yo le informamos que su condición no era grave", -respondió Mirya-.


“…”


‘Probablemente sea su trauma’, -pensó Patrizia-. Ya que sólo es débil para cosas como esta. Dio otro suspiro. "¿Ha regresado Su Majestad?"


"Me dijeron que acababa de llegar al Palacio Central."


"Ya veo", -respondió Patrizia-, y Mirya cambió cuidadosamente el tema.


"Aparte de eso, ¿cómo está tu salud?"


"No lo sé", -dijo Patrizia insinuante-, "No creo que me sienta mejor". Dudo que esté mejor para mañana".


"Por favor, no te esfuerces. Las enfermedades tienden a durar más tiempo cuanto más se intenta superarlas rápidamente."


"Probablemente tengas razón", -admitió Patrizia-, su cabeza palpitaba aún más. "Me gustaría descansar un poco más. Intenta no despertarme antes de la cena."


*


Eran alrededor de las 9 de la noche cuando Patrizia se despertó. ‘Dormí mucho’, -pensó-. ¿Cuánto tiempo hace que no duermo tanto, sin interrupción? Llamó a Mirya. Aunque Patrizia no era ruidosa, Mirya pudo captar su voz y se apresuró a entrar en la habitación.


"Su Majestad, ¿todavía está tosiendo?"


"Hm..."


Después de pedir otro vaso de agua a Mirya, Patrizia trató de salir de la cama lentamente. Su fuerza parecía haber vuelto un poco más que antes.


"¿Te sientes mejor?" -preguntó Mirya-.


"Mucho mejor que antes".


Ante la respuesta positiva, la expresión de Mirya se iluminó. "Hace unas dos horas, recibimos un contacto del Palacio Central. Su Majestad preguntó si estabas bien."


"Qué diligente de su parte".


"¿Debo enviar una respuesta?"


"...Podría ser que sí", -dijo Patrizia a medias antes de mover su cuerpo-. En ese momento, Mirya la miró de forma extraña.


"¿A dónde va, Su Majestad? Aún no está completamente curada".


"No te equivocas, pero he estado acostada demasiado tiempo. Descansar demasiado tiempo puede ser perjudicial".


A pesar de sus palabras, su voz aún era débil. Mirya parecía preocupada, pero se daba cuenta de que Patrizia ya había tomado una decisión. Patrizia se cubrió el hombro con un chal.


"Volveré en diez minutos. No pienso quedarme mucho tiempo fuera".


"Sí, Su Majestad. Si es sólo por unos minutos... no veo el daño en un paseo corto." Cuando Mirya buscó su propio chal, Patrizia la detuvo.


"Puedo ir sola", -insistió Patrizia-.


"No, en absoluto. Si te dejo salir sola, seré reprendida por Su Majestad", -respondió Mirya con firmeza-. "Después de lo que pasó antes, Su Majestad ha estado muy preocupado por reforzar la seguridad de Su Majestad. Tener guardias y sus damas de compañía con usted es una necesidad."


"Qué molesto", -se lamentó Patrizia mientras movía la cabeza-, pero Mirya se mantuvo firme.


"Aun así, no puedo permitirlo, Su Majestad. Si le disgusta tanto, no debería salir."


"Ya no hay nadie en el palacio que me haga daño." Patrizia se rio burlonamente.


Mirya no se unió a ella. "Debemos pensar en situaciones hipotéticas. Además... es una orden imperial, Su Majestad."


"Está bien. Si vas a llegar tan lejos, entonces no hay nada más que pueda hacer."


Patrizia suspiró y asintió con la cabeza. Mirya, iluminando sus palabras, puso otro chal sobre los hombros de Patrizia.


"La que más sufrirá si no tiene cuidado es usted misma, Su Majestad."


"Lo sé".


*


Patrizia obedeció las palabras de Mirya, asegurándose de traer muchos guardias y unas seis sirvientas con ella antes de dejar el Palacio de la Reina. El aire de la noche era más frío de lo que esperaba, pero afortunadamente no sentía frío debido a las muchas capas de ropa que llevaba.


"Vamos al Palacio Central", -dijo-.


"¿En serio, Su Majestad?" -preguntó Mirya-, su voz un poco sorprendida por las palabras inesperadas.


"Lo dices como si no me permitieran ir allí."


"Eso no es lo que quise decir, pero... pensé que no te gustaba el Emperador."


"Cuidado con lo que dices", -advirtió Patrizia-. Mirya no se equivocó, pero no debería decir cosas tan indignas. ‘Debe haberse sorprendido bastante’, -pensó Patrizia para sí misma-.


Patrizia movió el objeto en sus brazos. "Debo devolver el abrigo de Su Majestad. He querido devolverlo, pero no he podido hasta ahora."


“…”


Una extraña expresión cruzó el rostro de Mirya. ‘¿Es algo que tienes que hacer ahora, cuando estás en tan mala condición?’ Sin embargo, ella se guardó esa pregunta para sí misma y en su lugar le -respondió.


"Entonces yo te guiaré en el camino."


Podría estar confundida ahora mismo. Por su promesa pasada y su actual sinceridad.