Reciente

martes, 25 de agosto de 2020

Dama A Reina - Capítulo 112

Capítulo 112. [Historia Alternativa] Capítulo 4. Porque Lo Amo, Su Majestad




Su reunión tuvo lugar en un lugar tranquilo y sereno.


"Ha pasado tiempo, Su Majestad."


Petronilla saludó a Lucio con una sonrisa especialmente hermosa. Lucio sabía que esto era un sueño, pero el miedo que impregnaba su cuerpo decía lo contrario. Tragó con fuerza y la sonrisa de Petronilla solo se hizo más grande.


"Tome asiento, por favor, Su Majestad," -dijo Petronilla-.


"..."


Lucio no podía negarse. Era una petición de una persona muerta. Además de eso, era una petición de alguien que él había matado.


"¿Has estado bien?" -preguntó Petronilla-.




Al escuchar esa pregunta, Lucio comenzó a dudar si esta era la reina, no, la reina muerta que había conocido. La Petronilla con la que él estaba familiarizado no actuaría de forma tan elegante y serena con el hombre que la había matado. Lucio esperaba que ella lo destrozara en el momento en el que lo viera. Incluso se había preparado mentalmente para dejarla hacerlo. Sin embargo, eso no pasó. Dentro de todas las posibilidades que Lucio había imaginado, esta no era una de ellas. Lucio no podía evitar sentirse desconcertado.


"¿Por qué... me harías tal pregunta?" -preguntó Lucio-.


"Porque estoy curiosa. Dado que lo amo, Su Majestad." -dijo Petronilla con una sonrisa-. "Siempre me sentí curiosa. Ustedes dos siempre pensaron en mí como una molestia. Dado que ya no estoy yo, deberías ser feliz."


"..."


"¿Eres feliz ahora?"


"... Sí," -respondió Lucio con honestidad-. "Sí. Soy feliz ahora."


"Ya veo." -dijo Petronilla con una sonrisa-.


"Lo lamento," -dijo Lucio-.


"..."


"No importa lo que diga, solo sonará hipócrita. Te conocí mediante esta relación, pero si no lo hubiera hecho, entonces tú..."




"Cállate."


Esas palabras salieron instantáneamente de la boca de Petronilla. Su cara lucía feroz. Un cambio radical en comparación con la sonrisa serena que había tenido antes. Lucio fue tomado desprevenido por el cambio tan súbito, pero hizo lo que le dijeron y mantuvo su boca cerrada. Petronilla habló con expresión amenazante y voz fría.


"Si sabes que estás siendo un hipócrita, entonces cállate."


"... Reina."


"No, no," -dijo Petronilla-. La sonrisa helada de Petronilla hizo que Lucio sintiera un escalofrío recorriendo su espalda.


"Ya no soy más tu reina. ¿No es cierto?"


"..."


"Tú fuiste quien me destronó. ¿¡Cómo... cómo podrías...!?"


Ante el tono furioso de su voz, Lucio no pudo hacer más que permanecer en silencio. Sintió como si estuviera siendo oprimido por el espíritu. No, él sabía que ella tenía razón. Su ira estaba justificada, al igual que los pecados de Lucio. Si ese era el caso, ¿entonces quién era el culpable en esta situación? ¿Quién tenía permitido estar enojado?


"¿Cómo te atreves a llamarme 'Reina'?"


"... ¿Quieres qué me disculpe?"


"Una disculpa," -bufó Petronilla-. La expresión en su cara era de pura incredulidad. "Entonces, dame la disculpa que quiero, majestuoso Emperador. Nuestro precioso Sol del Imperio."


"..."


"Esta relación que tenemos no es feliz. Es una desgracia. ¡Una horripilante desgracia! ¡Digamos qué te perdono! ¿Pero qué hay sobre mi... mi pobre hermana menor y mis padres? ¿Cómo planeas disculparte con ellos?" -exigió Petronilla-.


Lucio no dijo nada. Porque no había forma de disculparse con ellos. Lucio tragó con fuerza de nuevo. Petronilla continuó escupiendo palabras hostiles hacía él.


"Me preguntaste qué si quiero una disculpa, ¿verdad?


"..."


"Sí. Yo quiero una disculpa. Una sincera," -murmuró Petronilla-. "La disculpa que quiero de tu parte es la destrucción de Rosemond."


La palabra 'destrucción' cargaba con un gran peso. Lucio miró a Petronilla con ojos enrojecidos y ella lo miró devuelta con una expresión feroz.


"¡Si Dios no va a castigarte, entonces yo lo haré! ¡Petronilla! ¡Lo haré! ¡Personalmente!" -maldijo Petronilla-.


Petronilla se acercó a Lucio con suma rapidez y lo agarró por el cuello. Sus manos poseían una fuerza que no debería haber sido posible para una mujer. Lucio comenzó a asfixiarse olvidando completamente que todo esto era un sueño.


"¡Muere! ¡Muere! ¡Muere!" -dijo Petronilla continuamente-.


"Ngh... Reina, por favor..."


"¡MUEREEEE!"


"¡AAAH!"


Lucio despertó entre gritos. Su respiración era tosca y áspera, como si de verdad hubiera estado siendo estrangulado.


"Maldita sea... de nuevo."


Lucio trató de calmarse dejando salir el aliento que no sabía que había estado conteniendo. ¿Cuántas veces había tenido ese mismo sueño? El mismo sueño y la misma respuesta.


Repentinamente, la líder de las damas de compañía entró a empujones pensando que era otro episodio.  "¿¡Se encuentra bien, Su Majestad!?" El pánico la invadió cuando vio el sudor frío recorriendo la frente de Lucio. "Yo... traeré a Su Majestad la Reina."


"No, está bien," -jadeó Lucio-. "No es como esa anoche. Solo tuve un sueño extraño."


"Ah..."


"Solo tráeme un vaso de agua."


"Sí, Su Majestad. Seguiré sus órdenes."


La líder de las damas de compañía dejo la habitación. Lucio, quien ahora estaba solo, secó suavemente el sudor frío de su frente con un pañuelo. Cada vez que tenía este sueño, de verdad se sentía extraño.


"Debo haber estado forzándome mucho últimamente."


Lucio desecho ese pensamiento. No quería aceptar lo mucho que la maldición de una mujer muerta lo estaba afectando.


*


"Su Majestad el Emperador ha estado teniendo sueños extraños últimamente," -comentó Glara-. Mientras tanto, Rosemond estaba ocupada poniéndose un collar.


"¿A qué te refieres? ¿Son sueños acerca de la Reina Alisa?"


"No lo creo. Según las sirvientas del Palacio Central, El Emperador ha estado tenido sueños extraños muy frecuentemente estos días. Cuando despierta de uno de ellos, su cuerpo entero está cubierto de sudor frío."


"Si ese es el caso, ¿entonces por qué el Palacio Central no me ha avisado aún?"


Eso significa que piensan que no es un episodio. Rosemond le dio vueltas a ese pensamiento en su cabeza.


"¿Por qué... por qué Su Majestad no le ha contado sobre esto?" -dijo Glara con cuidado-. 


"... Probablemente piensa que no es algo que necesite saber." Un pensamiento apareció de repente en la mente de Rosemond y llegó a una conclusión al respecto. "Lo más probable es que no me haya dicho por consideración hacía mí."


"¿A qué te refieres?"


"Significa que Lucio piensa que nada bueno saldría si yo lo supiera." Una elegante sonrisa apareció en la cara de Rosemond. "Parece que no es algo de lo que tengamos que preocuparnos. No te preocupes."


"Sí, Su Majestad."


"Y deja de hacer reportes tan inútiles, Glara," -dijo Rosemond-. "Ya estoy ocupada pensando en otras cosas..."


"Sí, Su Majestad. Me disculpo." Incluso aunque Glara se estaba disculpando, se estaba quejando por dentro. ¡Pero me habías dicho que te avisara inmediatamente si algo pasaba!


Era evidente que su precaución se había ablandado desde que se había convertido en reina. De cierta forma, significaba que su corazón por fin estaba en paz, pero, por otro lado, significaba que era una presa fácil para cualquier opositor.


Rosemond surgió con una pregunta inesperada. "Dejando eso de lado, ¿dónde está Lauren?"


"¿Por qué está preguntando por Lauren tan de repente?" -preguntó Glara-.


"Le dije que trajera a la Condesa Galbris para que pudiéramos discutir acerca de mi vestido para el banquete de cumpleaños de Su Majestad. Así que, ¿por qué está tan retrasada?"


La Condesa Galbris era la mejor diseñadora de todo el imperio. El problema era que no habían pasado ni siquiera treinta minutos desde que Rosemond había enviado a Lauren a buscarla.


Glara hizo lo mejor que pudo para calmarla. "Su Majestad, espere un poco más, por favor. No ha pasado mucho tiempo desde que la Princesa Witherford se fue."


"¡Si mando a llamar a alguien, entonces deberían venir inmediatamente! Ella no está actuando de esta forma solo porque soy la hija de un barón, ¿verdad?"


"Por supuesto que no, Su Majestad."


El complejo de inferioridad de Rosemond hizo su aparición. Maldiciones dieron vueltas en la mente de Glara, pero no dejo salir a ninguna. Era cierto que Rosemond era habilidosa a la hora de manejar los asuntos del Palacio Interior. Incluso aunque sus extravagancias fueran un poco, no, extremadamente severas.


"La Princesa Witherford no es esa clase de persona," -dijo Glara con amabilidad-. "Usted lo sabe y fue por eso que la eligió para ser su dama de compañía, ¿no es verdad?"


Justo en ese momento, la voz de una sirvienta se escuchó desde fuera de la habitación.  "Su Majestad, la señorita Witherford ha llegado."


Glara sonrió con brillo. ¡Pensar qué volvería tan pronto! Esto era algo bueno tanto para Lauren como para Glara. Significaba que el humor de Rosemond no empeoraría. Sin embargo, por alguna razón, Rosemond no lucía feliz de escuchar el anuncio de la sirvienta.


Pronto, la puerta se abrió y Lauren entró en la habitación. Lauren tenía su usual expresión sin emociones y una sonrisa muy pequeña. Después de verla entrar, Rosemond comenzó a hablar ofendida.


"Llegas tarde," -dijo con frialdad-.


Lauren se preguntó si había escuchado. Solo habían pasado un poco más de treinta minutos. No había pasado mucho tiempo. Lauren intentó tardar la menor cantidad de tiempo posible para que la reina no la criticara. Y aun así... ¿pensaba qué había llegado tarde?


"¿Disculpe?" -dijo Lauren sorprendida-.


"... ¿Acabas de responderme?" -acusó Rosemond-.


"No, Su Majestad, pero... hice lo mejor que pude para llegar lo más rápido posible."


"¿Estás diciendo lo que se te antoja y aun así clamas que no me estás respondiendo?" -preguntó Rosemond con una sonrisa fría-, y Lauren se quedó momentáneamente sin palabras. ¿Así qué la reina no tenía intenciones de escuchar sus explicaciones desde el principio? Después de pensar en ellos, Lauren se retractó. Ella sabiamente siguió con los caprichos de la reina.


"... Me disculpo, Su Majestad."


"La única razón por la que actuarías así es porque me estás subestimando debido a que soy la hija de un barón, ¿no es cierto?"


"Su Majestad, nunca he pensado eso."


Esto es injusto; es lo que Rosemond había entendido de esas palabras. Sus ojos se volvieron feroces.


"¡Qué astuto de tu parte!" -dijo Rosemond vilmente-.


"..."


"¿Y dónde está la Condesa Galbris?" -exigió Rosemond-.


"... Se encuentra afuera," -respondió Lauren dócilmente-.


"Déjala entrar. Tú, fuera."


No había forma de que esto no pudiera ser escuchado desde el exterior. Cuando Lauren dejo la habitación, se encontró con la expresión de lástima de la Condesa Galbris. Después de ver eso, Lauren sintió que su compostura se rompía.


'¿Por qué tengo que sufrir esta humillación?'


Lauren bulló de ira en su interior. Sin embargo, sabía que su mayor venganza contra Rosemond no involucraba volver a esa habitación y golpearla en la cara.


Lauren tranquilamente calmó la ira que crecía dentro de ella antes de salir del Palacio de la Reina. El carruaje que su padre, el Duque Witherford, había preparado frente a las puertas del palacio. Tan pronto como entró en el carruaje, le comunicó su destino al conductor con voz fría.


"Hacía el estado Ephreney."


*


Izu Ephreney estuvo sorprendida ante el anuncio de una visitante inesperada.


"¿Quién es?" -preguntó-.


"Es la señorita Lauren, Duquesa."


"Mayordomo, ¿me estás diciendo que es la señorita Witherford?"


"Eso es correcto."


"Déjala entrar."


La Duquesa Ephreney no tenía conexión alguna con esa chica. Además, no estaban en términos tan amistosos como para hacer una visita sin avisar. Aunque tenía ciertas sospechosas, la duquesa le ordenó a su criada que preparara refrigerios. No mucho tiempo después, la elegante forma de Lauren Witherford apareció enfrente a la Duquesa Ephreney y se inclinó educadamente.


"Me disculpo por haber venido sin avisar antes, Duquesa. "Por favor, disculpe mi rudeza."


"No, Princesa. Eso no debería ser un problema entre nosotras dos. No se preocupe, por favor." Habiendo dicho eso, la Duquesa Ephreney estudió a Lauren antes de hablar de nuevo. "... Parece que tienes algo que decir. ¿Por qué no vamos a la sala de estar?"


"No planeo quedarme mucho tiempo, Duquesa."


"Supuse que ese sería el caso."


Con una sonrisa, la Duquesa Ephreney guio a Lauren hasta la sala de estar y les ordenó a las sirvientas que las dejaran solas.


"Luces como si hubieras venido para decirme algo importante," -dijo la Duquesa Ephreney con una sonrisa-. "¿Estoy en lo correcto? Sé qué no eres una persona que aparecería de esta forma si ese no fuera el caso."


"Me alegro de que lo entienda. Entonces, procederé a explicar el porqué de mi visita." Lauren se rio secamente y luego dijo directamente: "¿Cuál es su opinión acerca de la actual Reina de Mavinous?"