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miércoles, 28 de julio de 2021

julio 28, 2021

Dama A Reina - Capítulo 127

 Capítulo 127. [Historia Alternativa] Capítulo 19. El Día Anterior


"...¿Qué?" -dijo Janet desconcertada antes de poder contenerse-. Sin embargo, Alisa se limitó a señalar a Lucio tumbado en la cuna y a repetir sus palabras.


"He dicho que me gustaría llevarme a este niño".


"Pero Su Majestad, este niño aún está..."


"De todos modos, pensaba adoptarlo cuando creciera, pero he decidido acogerlo antes", -dijo la Reina-.


"Todavía no ha sido destetado, Su Majestad".


"¿Lo está amamantando usted misma? Una niñera puede hacerlo, ¿qué importa?"


Janet pensó que se volvería loca ante la inflexible negativa de Alisa. Se imaginó que algo así ocurriría ya que la Reina no tenía un hijo propio. Pero Lucio no tenía ni un mes. Ni siquiera había pasado un mes desde que estaba bajo su cuidado.


Janet intentó razonar con ella. "Su Majestad, no digo que no vaya a entregarle a mi hijo. Pero al menos, permítame tenerlo durante un año".


"¡¿Tu hijo?! Cuida tus palabras", -espetó Alisa con fiereza-. "¿A quién llamas hijo?"


"Su Majestad..."


"Este niño será reconocido como mi hijo en la historia. No va a ser tu hijo".


La voz de Alisa se elevó a un grito febril, y Janet cerró la boca sin querer. Todos en el palacio sabían que Alisa era sensible a este tema. La Reina se sometió a un examen de salud hace medio año, y se concluyó que era infértil. El médico imperial fue asesinado por transmitir la noticia, y desde entonces el carácter de Alisa se volvió cada vez más tiránico. El hecho de que nunca pudiera tener el hijo de su amado la volvía loca.


Si no podía tener un hijo ella misma, entonces le quitaría el de otra persona.


"Llevad a ese niño al palacio de la reina inmediatamente", -ordenó Alisa con dureza a las sirvientas que la atendían-.


"Sí, Su Majestad".


Janet cayó de rodillas. "Su Majestad, por favor... por favor, no puede hacer esto", -suplicó-, pero Alisa la ignoró y salió de la habitación de Janet con Lucio.


Janet, ahora sola, comenzó a llorar. Su oponente era la mujer más valiosa y noble del reino. No había nada que ella, una simple concubina, pudiera hacer.


***


"Sucio niño", -murmuró fríamente Alisa mientras miraba al balbuceante Lucio en la cuna-. "Ya que vienes del sucio linaje de tu madre, no serás diferente".


Aunque se lo había llevado, se le retorcía el estómago al verlo. Justo cuando estaba a punto de dejar de lado al bebé, una sirvienta se apresuró a entrar en la habitación.


"Su Majestad, Su Majestad el Emperador viene hacia aquí", -anunció la sirvienta-.


"¿Qué?"


Al oír las palabras de la sirvienta, la fría expresión del rostro de Alisa cambió por completo. Ordenó a las sirvientas que la ayudaran a cambiarse de vestido y a arreglarse el pelo mientras se rociaba con un perfume de fuerte olor. Tanto el bebé como las sirvientas tosieron a causa del olor, pero Alisa no les prestó atención y se limitó a esperar atentamente al Emperador.


"Su Majestad el Emperador ha llegado".


Tras el anuncio, las puertas se abrieron y entró el Emperador con una expresión rígida. Alisa se levantó de su asiento, con el corazón agitado. En ese momento, probablemente parecía una joven feliz por haber visto a su primer amor, pero para el Emperador, que ya conocía su verdadera naturaleza, no parecía nada de eso.


En cuanto el Emperador entró en la habitación, olió el potente perfume de la reina y luchó contra las ganas de vomitar. Entonces vio a su hijo en la esquina de la habitación y palideció.


"Reina", -dijo en tono de sorpresa-.


"Sí, Majestad", -respondió Alisa-.


"¿Es ese Lucio al que estoy viendo allí?"


"Sí, Su Majestad. Estáis en lo cierto".


"¿Has perdido la cabeza? ¿Cómo has podido tener al niño en medio de esta asquerosa nube de perfume?"


"..."


Ante el repentino reproche, Alisa quedó desconcertada y dudó antes de ordenar a una sirvienta que sacara a Lucio de la habitación. Una sirvienta mayor obedeció sus órdenes y sacó al niño, dejando solos a Alisa y al Emperador.


"He oído que has robado al hijo de la baronesa Eveard", -dijo secamente-.


Hubo dos cosas que irritaron a Alisa al escuchar esa breve frase.


Número uno, el hecho de que esa humilde mujer recibiera un título nobiliario como el de ‘Baronesa Eveard’ por ser la concubina del Emperador la irritó sobremanera.


Y número dos, Alisa no robó ese niño. Ese niño era suyo desde el principio. Cualquier hijo del Emperador era hijo de su esposa, la Reina. No importaba de qué cuerpo naciera. Sin embargo, ¿afirmó que ella lo ‘robó’?


"Su Majestad, es mi hijo", -refutó inmediatamente Alisa-.


"..."


"Sólo sigo lo que está escrito en las leyes de nuestro reino. Esa mujer no es más que una simple concubina. Todos los hijos de Su Majestad son, por extensión, mis hijos, pues soy su esposa. ¿Me equivoco?"


"¿Dices entonces que vas a criarlo?"


"¿Cree que soy incapaz de hacerlo?"


"Si soy sincero, sí", -dijo el Emperador-.


"¡Su Majestad!" -exclamó Alisa-, dolida. "Su falta de fe en mí me hiere".


"Es algo que puedo suponer basándome en cómo sueles actuar".


"Confío en poder criarlo bien, Su Majestad".


"..."


El Emperador miró a la Reina con ojos insatisfechos. Aunque fuera el Emperador, no podía devolver un hijo suyo a su madre biológica cuando ni siquiera había un precedente. Las palabras de Alisa eran innegablemente correctas.


Mientras Alisa lo quisiera, podría reclamar a Lucio como su hijo en cualquier momento. Sería diferente si tuviera un hijo biológico propio, pero lamentablemente era una mujer estéril.


El Emperador dio un suspiro. "Pienso hacer de ese niño el príncipe heredero", -dijo-.


"..."


Al escuchar esas palabras, Alisa se dio cuenta de repente. Un niño que ella misma había dado a luz no se convertiría en el príncipe heredero. Las lágrimas empezaron a caer sin remedio de los ojos de Alisa, pero no se inmutó.


"Criaré al niño, Su Majestad", -dijo con determinación-.


"..."


El Emperador la miró fijamente antes de darse la vuelta y salir de la habitación sin volver a mirar.


De nuevo hoy, el Emperador no vino al palacio de la Reina a verla. Para Alisa, esa verdad era mucho más dolorosa que el hecho de ser infértil. Era una reina que no podía ganarse el favor de su marido ni dar a luz a su hijo. Sólo podía pensar miserablemente en su situación. Acalló su rostro contra las impolutas sábanas blancas y comenzó a sollozar con fuerza.


***


Algún tiempo después, Janet fue despojada de su título nobiliario por su comportamiento insolente hacia la Reina por algo completamente irrelevante. Aunque había numerosas pruebas que demostraban que esta acusación era claramente inventada, Janet sabía que era inútil disputarla y admitió todos los cargos. Alisa era una oponente demasiado temible como para intentar luchar contra ella.


Alisa prohibió que Janet y Lucio se reunieran. Por lo tanto, Janet no había visto a Lucio desde que tenía un mes. Sólo pudo oír hablar de él. Sólo se enteró de que Lucio se había convertido en el Príncipe Heredero a través de sus sirvientas.


Janet volvió a ser una sirvienta del Palacio Central, pero el favor del Emperador había permanecido inalterado. Sólo eso le dio a Janet algún tipo de consuelo.


Desde que la Reina le quitó a su hijo y lo convirtió en príncipe heredero, pensó que podría intentar al menos tener una hija, pero no había podido quedarse embarazada después de dar a luz a Lucio.


Para empeorar las cosas, cuando el Emperador abandonó el palacio para luchar en una guerra por la conquista de territorios, el tiempo que Janet tuvo que pasar sola no hizo más que aumentar. A medida que la soledad de su vida en palacio comenzó a prolongarse, poco a poco empezó a resentirse. Deseaba volver a su ciudad natal. Vivir en el palacio sin el hombre y el hijo que amaba era demasiado cruel.


‘Volveré. Este lugar no me conviene en absoluto’.


Esto fue algo de lo que se dio cuenta tontamente sólo después de haber pasado veinte años. Después de que el Emperador regresara de la guerra, ella decidió volver a su ciudad natal entonces.


***


Cuando la guerra llegó a su fin, se rumoreó que el Emperador regresaría a palacio en aproximadamente una semana. Ella podía soportar una semana. Después de todo, había aguantado veinte años. Con ese pensamiento, se dirigió a la biblioteca.


"Mira, es Su Alteza el Príncipe Heredero".


Al oír esas palabras, Janet se detuvo inmediatamente. El corazón le latía con fuerza en el pecho y, por reflejo, giró la cabeza hacia la sirvienta que había hablado. La chica miraba en una dirección. Janet siguió su línea de visión y vio a un chico caminando.


Al instante, pudo ver que tenía un rostro hermoso. Lo primero que notó fue que tenía el pelo negro y los ojos oscuros, que eran la viva imagen de su padre. El digno uniforme que llevaba le quedaba perfecto, y no tenía una sonrisa en la cara. Era la primera vez que Janet podía ver una imagen adulta de su hijo.


‘Es mi hijo’.


Su corazón se hinchó mientras las lágrimas se formaban en sus ojos. Estaba conmovida. Estaba muy agradecida de que hubiera podido crecer hasta convertirse en un joven tan bueno a pesar de haber sido arrebatado del abrazo de su madre tan pronto.


Fue entonces cuando Lucio se encontró casualmente con su mirada. En ese momento, sin que nadie se lo dijera, Janet se apartó rápidamente de Lucio y se alejó. Lucio ladeó la cabeza con asombro antes de perder rápidamente el interés y seguir su camino.


Janet sólo dejó de caminar cuando ya había pasado un buen rato, y miró detrás de ella. Lucio ya se había alejado y no se le veía por ninguna parte. Pero eso no importaba. Lo había podido ver al menos una vez.


‘Menos mal que pude verlo antes de irme’, -pensó Janet mientras seguía su camino a paso lento-.


***


Una semana después, el Emperador había regresado de la guerra. Se alegró de volver a ver a Janet, pero ella le anunció que iba a volver a su ciudad natal. El Emperador se quedó muy sorprendido por su repentina confesión, pero no le preguntó el motivo. Actuó como si esperara que esto sucediera. Se limitó a decir que respetaba su decisión, aunque su rostro estaba marcado por el dolor y el arrepentimiento.


El Emperador dijo que se aseguraría de que ella pudiera vivir acomodadamente en su ciudad natal y le pidió que, como mínimo, esperara hasta que él pudiera hacer esos arreglos. Janet aceptó, pensando que habría sido demasiado cruel con el Emperador negarse. Por ello, Janet acabó quedándose un mes más después de anunciar su intención de abandonar el palacio. Mientras contemplaba qué hacer durante ese tiempo, le vino a la mente su hijo, al que había visto recientemente.


Aunque no pudiera transmitírselo ahora, quería hacerle un último regalo. A partir de ese día, Janet comenzó a confeccionar un conjunto de ropa. No sabía cuál era la talla de Lucio, así que simplemente se basó en la imagen que tenía en su memoria. Pasó innumerables noches en vela confeccionando las prendas, con la esperanza de que algún día él pudiera llevarlas cuando fuera adulto y emperador de Mavinous.


La ropa fue terminada exactamente el día antes de que ella tuviera que abandonar el palacio. Aliviada por haber podido terminarla a tiempo, dejó la ropa en manos de una sirvienta a la que era cercana. Le dijo a la chica que se la diera a Lucio cuando Alisa hubiera muerto y estuviera bien revelar quién era su verdadera madre biológica.


Esa noche, cuando Janet se metió en la cama un poco antes de lo habitual, una ola de emociones encontradas la invadió. Había utilizado esta cama durante más de veinte años. Esta era la habitación en la que había pasado sus días de joven, y pasó su última noche rememorando sus recuerdos aquí.


Recordó la primera vez que conoció al Emperador, su primera noche juntos, el día en que se dio cuenta de que estaba embarazada, el día en que dio a luz a Lucio... En algún momento sus ojos comenzaron a lagrimear.


‘Aun así, no me arrepiento de nada’.


Fueron momentos muy duros, pero no se arrepentía. No importaba lo que dijeran los demás, su propio hijo iba a convertirse en el próximo Emperador de Mavinous, y ella realmente amaba al Emperador. Sólo que le resultaba demasiado difícil seguir viviendo en el palacio. Quería pasar el resto de su vida tranquilamente en su ciudad natal. Con una sonrisa tranquila, Janet cerró los ojos y se quedó dormida.


Ese día era la víspera del decimoquinto cumpleaños de Lucio.


[Historia secundaria 3] Un encuentro equivocado. (Final)


***

Buenos días, tardes y noches, aquí Tiger. Me disculpo por todos estos meses sin actualizaciones. La razón de la ausencia fue que el lugar de donde sacaba la novela en inglés fue eliminado. He estado todos estos meses buscando otro lugar que tuviera los capítulos restantes, pero no hubo suerte. Pero hace unos días logré encontrar una página la cual tenía la novela hasta este capítulo. Lamentablemente, no tiene los demás, así que a menos que en algún momento sigan subiendo los capítulos de la novela, no podré continuarla aquí, ya que no sé coreano. Me disculpo de nuevo por la falta de avisos y les entregó, aunque no es el último de todo, el último capítulo de esta historia alternativa en específico.

domingo, 20 de septiembre de 2020

septiembre 20, 2020

Dama A Reina - Capítulo 126

Capítulo 126. [Historia Alternativa] Capítulo 18. Me Gustaría Llevarme Este Niño Conmigo



Cuando Janet escuchó la noticia, no reaccionó de forma especial. Estaba destinado a pasar. No había forma de que el Emperador hiciera que una sirvienta de clase baja como ella se convirtiera en la reina. Las leyes del imperio no lo permitían. Por supuesto, no era como que Janet no tenía, aunque sea una pizca de celos hacía la nueva reina. Sin embargo, no había nada que ella pudiera hacer.


No había podido convertirse en reina de todas maneras y ya había recibido mucho más de lo que merecía.


El Emperador estaba muy preocupado en hacer que Janet entendiera la situación, pero cuándo Janet dijo que en realidad estaba bien, él ya no podía ignorar la ira inmensa de los nobles y tomó oficialmente a una reina. Su nombre era Alisa, la hermana menor del Duque Oswin, el hombre con la mayor autoridad en la nación justo por debajo del Emperador.


Un día, Alisa y Janet se encontraron por casualidad y fue Alisa quien habló primero.


"Dijiste que tu nombre era Janet, ¿verdad?"


Janet fue tomada por sorpresa. Ella esperaba que la reina la conociera, pero no pensaba que Alisa en realidad se detuviera para tener una conversación con ella.


Janet rápidamente bajó la cabeza antes de responder. "Sí, Su Majestad la Reina."


"Mejor actuemos de forma más cómoda entre nosotras, Janet. Escuché que eres la sirvienta favorita de Su Majestad."


"..."


Janet siguió con la cabeza inclinada mientras sudor caía por su frente. Sin embargo, ante las palabras de Alisa y su amable sonrisa, decidió levantar la cabeza. Janet miró a Alisa con una expresión desorientada, solo para recordar su lugar e inclinar su cabeza de nuevo.


"¿Cómo podría atreverme a hacer eso con la Reina...? Estoy totalmente consciente de mi lugar, Su Majestad," -dijo Janet obedientemente-.


"..."


"Me refiero a que no haré nada que amenace su posición, Su Majestad."


"No quise decir exactamente eso... aunque me alegra que una persona tan inteligente tenga el favor de Su Majestad." Alisa sonrió ampliamente mientras le hablaba a Janet con voz cálida. "En cualquier caso, las únicas personas que sirven a Su Majestad en el Palacio Interior somos tú y yo. Espero que podamos llevarnos bien."


Después de decir esas palabras, Alisa continuó su camino. Janet, quien ahora estaba sola, miró cómo se alejaba la figura de la Reina.


'Pensé que me abofetearía.'


Técnicamente, la concubina había entrado al palacio antes que la esposa. Si Janet estuviera en la posición de la Reina, esto definitivamente causaría su enojo. Sin embargo, juzgando por como actuó Alisa, Janet pensó que definitivamente no era una mala persona y continuó su camino también.


***


Cuando el Emperador trajo a Janet por primera vez al palacio, él hizo dos promesas: la primera fue que, aunque no pudiera hacerla la reina, él ciertamente le daría una mejor vida que la que había tenido antes como sirvienta. La segunda fue que él nunca la traicionaría.


Dado que Janet no eran tan ingenua sobre cómo funcionaba el mundo, ella creyó en la primera promesa, pero se mantuvo recelosa sobre la segunda. Sin embargo, antes de que lo supiera, habían pasado cinco años desde que había llegado al palacio, y Janet lentamente estaba comenzando a pensar que podría intentar creer en la segunda promesa. El Emperador había mantenido fielmente ambas promesas a lo largo de estos cinco años.


"Estás embarazada," -anunció un doctor del palacio-.


Y al final, esos cincos años trajeron resultados. Ella estaba embaraza con el hijo del Emperador.


"¿Qué tanto ha crecido?" -preguntó Janet con el corazón acelerado-.


"Ha crecido bastante. Casi dos meses. Probablemente no menstruaste durante ese tiempo, pero parece qué no lo notaste."


Janet no lo había notado, dado que sus periodos eran irregulares normalmente, y ni siquiera había tenido nauseas matutinas. Parecía que tenía un bebé tranquilo. Janet sonrió felizmente y le agradeció al doctor imperial antes de levantarse de su asiento e irse hacía el Palacio Central.


'No puedo creer que estoy embarazada con el hijo del Emperador.'


Aunque ella había sido una sirvienta de clase baja en el palacio secundario, había tenido la buena fortuna de captar el interés del Emperador y fue traída al Palacio Imperial, donde había pasado los últimos cinco años gracia y amor. Janet por fin podría pagarle por todo lo que él había hecho por ella. Janet no pudo ocultar su feliz expresión mientras se apresuraba hacía el Palacio Central.


"Señorita Alice, ¿está Su Majestad dentr-?" -comenzó a decir Janet-, pero sus palabras se detuvieron al encontrarse con alguien conocido. Todos los demás pensamientos fueron alejados de su mente y rápidamente se inclinó para saludar.


"Saludos a la Luna del Imperio, Su Majestad la Reina," -dijo Janet-.


"..."


Sin embargo, Alisa no dijo nada. Simplemente continuó mirando a la sirvienta.


Janet se preguntaba si había algo mal y estuvo a punto de enderezarse, cuando escuchó una suave voz desde arriba de ella.


"... Luces muy feliz," -dijo la Reina Alisa-.


"¿Disculpe?" -preguntó Janet-.


"Dije que luces muy feliz. ¿Pasó algo bueno?"


"Su Majestad, ¿a qué se refiere con-?"


"¡No seas hipócrita!" Alisa explotó de repente, lo cual sorprendió a Janet. Al escuchar eso, Janet se puso el brazo alrededor de su barriga subconscientemente, preocupada de que la sorpresa pudiera ser sentida por el bebé en su vientre. Alisa continuó con furia.


"¡Por cinco años! ¿Cómo se sintió tener a Su Majestad jugando sobre la palma de tu mano? Por supuesto, probablemente se sintió genial. ¡Mientras qué yo, su esposa, vivía siendo tratada de esta forma!"


"..."


Por cinco años, las únicas veces que la Reina Alisa había servido al Emperador en la cama fueron en ocasiones formales, como dictaban las leyes del imperio. El Emperador nunca fue a su vivienda por su propia cuenta ni por ninguna otra razón. Eso no significa que el Emperador fuera totalmente frío con Alisa. Ella seguía siendo la única hija joven del todopoderoso Duque Oswin, y ella seguía siendo la mismísima Madre del Imperio. El problema era que, aunque el Emperador la respetaba, él no la amaba.


"Me disculpo, Su Majestad, pero nunca he pensado esa clase de cosas," -admitió Janet-.


"..."


"Si mi presencia le molesta, entonces deberé irme inmediatamente. Me iré yendo ahora..."


Sería malo si ocurre un conflicto emocional, podría afectar negativamente al bebé dentro de ella. Habiendo olvidado el propósito original de que viniera aquí, Janet se fue con prisa.


***


"Su Majestad el Emperador está aquí."


Al escuchar esas palabras, Janet, quien había estado descansando en su habitación, se levantó. El Emperador tenía su usual sonrisa mientras se acercaba a ella.


"Janet," -dijo con voz afectuosa-.


"Su Majestad, está aquí."


"Escuché que viniste al Palacio Central antes. ¿Por qué no entraste?"


"Ah..."


Janet trató de encontrar una respuesta, siendo incapaz de explicar lo que en realidad había pasado. Fue en ese momento en el que el Emperador acarició con gentileza su barriga.


"S-Su Majestad, ¿qué está haciendo?" -dijo Janet entre tartamudos por la repentina acción-.


"Escuché que estás embarazada."


"Ah..."


Así que, la noticia ya... La cara de Janet se oscureció. El Emperador no pareció notarlo, y continuó sonriendo.


"Gracias, Janet. Por tener a mi primer hijo. Estoy muy feliz," -dijo el Emperador-.


"Uh, Su Majestad..." -comenzó a decir Janet-. Fue en ese momento en el que el Emperador notó su expresión y la miró extrañado.


"¿Janet? ¿No estás feliz?" -preguntó-.


"No, Su Majestad. No es eso..." Después de dudar, Janet puso en orden sus pensamientos y comenzó a hablar. "Desde ahora en adelante, no venga de visita muy seguido."


"¿Cómo?"


"Ahora que estoy embarazada, será difícil para mí el servirte como antes. Además... hay muchas personas viendo."


"... ¿Esto es debido a la Reina?" -preguntó el Emperador-.


"No. No es por eso," -insistió Janet-.


"Traté de sacarte la información, pero parece qué no tienes intenciones de decirme la verdad. ¿Le temes más a la Reina que a mí? ¿Ella te está acosando?"


"Su Majestad, juro que ese no es el caso." Janet lo detuvo inmediatamente. "Solo digo que no está de más el ser más cuidadoso. Ella ha estado considerablemente estresada debido a que no la está visitando en el Palacio de la Reina. También hay que considerar su relación con el Duque Oswin..."


"..."


"Aunque este niño sea de usted, Su Majestad, dado que ya no soy una mera concubina, no hay muchas formas en la que pueda protegerlo. Espero que usted pueda... entender mis sentimientos."


"Muy bien. Entiendo," -dijo el Emperador-, y luego acercó a Janet a sus brazos. "Ya que llevas a un niño, pronto obtendrás un título de noble. Cuando eso pase, ella no será capaz de verte por encima, incluso si es la Reina."


"..."


Janet no dijo nada mientras se recostaba en los brazos del Emperador.


*


Un tiempo después, la noticia de que Janet estaba embarazada con el hijo del Emperador se esparció por todo el imperio y el Emperador le dio el título de Baronesa. Janet, quien era ahora conocida como la Baronesa Eveard, hice lo mejor que pudo para evitar a la Reina desde ese momento. Creía que eso era lo mejor para ambas. Y esa decisión resultó ser la correcta.


Algunos meses después, Janet dio a luz a un varón. Aunque a Janet no le importaba que sexo tenía su bebé, las personas a su alrededor pensaban de otra forma. El Emperador estaba increíblemente emocionado de que su primer bebé fuera un varón el cual pudiera heredar el trono, y la Reina estaba furiosa porque Janet le había dado un hijo antes que ella. Aunque el hijo que Janet había dado a luz había sido puesto en el centro de este conflicto, ella los ignoró y simplemente se concentró en criar a su hijo.


El Emperador nombró a su hijo 'Lucio' que significaba 'luz.' Él lo había nombrado así en esperanza de que iluminara todo el mundo como una luz incluso antes de nacer.


Después de eso, el día a día continuó. Pero un problema pronto apareció.


"Su Majestad la Reina ha llegado."


Un hermoso día, la Reina visitó a Janet. Janet fue tomada por sorpresa, pero se instó a mantener la calma e indiferencia antes de ordenarle a la sirvienta que la dejara entrar. Alisa caminó hasta a la habitación con una expresión mucho más fría que la última vez que Janet la había visto. Janet se inclinó.


"Saludos a la Luna del Imperio, Su Majestad la Reina."


Pero Alisa ignoró su saludo y en su lugar miró por toda la habitación de Janet. En ese momento, la única cosa que le llegó a Janet a la mente fue Lucio. Cuando la Reina por fin encontró a Lucio dormido en su cuna, Janet tragó saliva.


'Ella no está aquí para hacerle daño, ¿verdad?'


Incluso la Reina no sería capaz de ponerle la mano encima al hijo del Emperador. Ese hecho era lo que le daba más confianza a Janet, pero Alisa era nada más que la Reina y la hermana menor del duque más poderoso del imperio. Por lo tanto, Janet no podría nunca sentirse perfectamente tranquila. Janet pasó la lengua por sus labios, preocupada.


Fue en ese momento que, mientras miraba a Lucio con una expresión indescifrable, la Reina habló.


"Me gustaría llevarme a este niño conmigo."

septiembre 20, 2020

Dama A Reina - Capítulo 125

Capítulo 125. [Historia Alternativa] Capítulo 17. El Preludio De Una Tragedia




Janet calmó su nervioso corazón. Esta no era la forma en la que debería sentirse y actuar una sirvienta. Pensando que debería salir de aquí rápido, Janet se quitó con rapidez el abrigo que el Emperador le había puesto sobre los hombros y luego lo colocó de vuelta en los suyos antes de hacer una reverencia.


"Su Majestad, me disculpo por haber interrumpido su tiempo de descanso. Procederé a irme..."


"Oye, espera."


El joven emperador agarró a Janet con rapidez. Los ojos de Janet se agrandaron ante el inesperado toque. Esto era algo que ella no podría haber anticipado nunca. Sus deberes fueron olvidados mientras ella veía la cara del Emperador directamente.


"Su Majestad."


"Ah..."


Él lucía sorprendido también, como si no esperaba actuar de esa manera. Sin embargo, él parecía no tener intenciones de soltar su mano. El Emperador aflojó su agarre lentamente, pero no lo hizo por completo.


"Su Majestad, debo irme ahora," -rogó Janet-. "Los otros nombres podrían estar buscando-"


"¿Y qué tal si te necesito?" -preguntó el Emperador con voz temblorosa-. "Si dijera que te necesito, ¿te irías de todas formas?"


"... ¿Disculpe?"


"Er..." El Emperador buscó rápidamente en su cerebro alguna excusa. De esa forma, ella... no, 'Janet' no se iría. Él se sintió nervioso antes de dar una excusa ilógica.


"Las sirvientas que tengo asignadas actualmente son demasiado bajas de estatura."


"¿Cómo?"


¿Qué tiene que ver eso con este asunto...? Janet lo miró con una expresión tonta, incapaz de comprender la lógica detrás de sus palabras y el Emperador continuó hablando.


"Como puedes ver, todas mis pertenencias son bastante grandes y altas de tamaño, así que, si las sirvientas son demasiado pequeñas, será difícil para ellas el atenderme correctamente."


"¿Y...?"


"¿No eres alta?"


La verdad era que ella lo era. Janet medía 1.72 metros de altura, poniéndola dentro del 1% de las mujeres más altas. Ella asintió y el Emperador se entusiasmó.


"Es por eso que tienes que atenderme," -explicó-.


"¿Disculpe?" Janet estaba estupefacta. "Pero ya se me ha asignado el atender a los nobles que le acompañaron, Su Majestad..."


"Incluso así, eso puede ser fácilmente cambiado si el Sol del Imperio lo ordena, ¿no es verdad?"


Eso era verdad. Janet asintió aturdida.


"El aire nocturno es frío, así que, es mejor para ti que vayas dentro," -dijo el Emperador-.


"Sí. Entonces, me iré..."


"¿Acaso todo lo que dije entró por un oído y salió por el otro?" -preguntó el Emperador con sorpresa-. "Tienes que venir conmigo."


"... Entonces, ¿lo estaba diciendo en serio?"


"Así que, ¿pensaste qué estaba bromeando?"


Ante la pregunta, Janet miró al Emperador, el cual sonrió con frescura. Ella podía sentir lo saludable que era su salud emanando de él. Por un momento, Janet se sintió mareada al ver esa pura sonrisa.


'¿Realmente necesitaba recordar lo que Avery me había dicho antes?'


Aunque Janet pensó esto, ya era demasiado tarde. Antes de darse cuenta, Janet estaba siguiendo con prisas al Emperador de vuelta a su habitación con su muñeca siendo agarrada por la mano del Emperador.


*


Cuando el Emperador llegó a su habitación mientras arrastraba a Janet, ordenó a las demás sirvientas que dejaran el lugar, dejándolos solos a él y a Janet.


Mientras Janet estaba de pie en la habitación del Emperador, todo en lo que podía pensar era en cómo le explicaría esto a la Conde Amo. Este giro de eventos estaba completamente fuera de los esquemas.


El Emperador pareció haber notado desconcierto. "Luces preocupada por algo."


"¿Disculpe?" -preguntó Janet con sorpresa antes de bajar el tono de su voz y responder-. "No. No es nada de eso."


"¿Es eso así? Entonces..."


Después de esas palabras, el Emperador comenzó a desvestirse. Sorprendida ante el repentino acto del Emperador, Janet no pudo evitar dejar salir un grito de sorpresa mientras se volteaba en la dirección contraria. El Emperador la miró con extrañeza.


"¿Por qué estás actuando de esa forma?"


"¿Huh? Y-yo solo..." A pesar del palpitar de su corazón, Janet logró responder con calma. "Yo... solo pensé que no debería serme permitido el ver su precioso cuerpo..."


El trabajo que Janet había hecho en el palacio reservado era considerado formal en naturaleza. Cuando el Emperador o los nobles no estaban de visita, ella limpiaba las habitaciones vacías con Avery y las otras sirvientas, y cuando venían de visita, ella estaba, ya fuera llevando aperitivos, u organizando sus lujosos objetos. Había ayudado a alguien a bañarse y a cambiarse de ropa una vez, pero todas eran mujeres. Esta era la primera vez que vería el cuerpo desnudo de un hombre.


Era obvio que el Emperador no tenía forma de saber esto, y pensó que el comportamiento de Janet era extraño para una sirvienta.


"Pero, ¿acaso no ayudan las sirvientas a bañarse?" -preguntó el Emperador-.


"Bueno..." -dijo Janet-. "Yo solo he asistido a mujeres a bañarse. Lo mismo con el cambio de ropa... Si está preocupado acerca de tener a alguien inexperimentado ayudándolo, podría ser mejor llamar a otra..."


"No. No es hasta ese punto."


Después de ponerse una bata encima, el Emperador puso una expresión pensativa antes de ofrecer una solución con voz clara.


"No es tan difícil. Hombres y mujeres son ambas personas. Solo has lo que has hecho antes."


"..."


"Y ya puedes darte la vuelta."


Janet se dio la vuelta lentamente. "¿Yo seré la única que lo estaré asistiendo en su bañó, Su Majestad?" -preguntó Janet-.


"¿Es demasiado problema? Si no puedes..."


"... No, no hay problema, Su Majestad."


Debo asistir en el baño, no a una persona cualquiera, sino su Majestad el Emperador, ella sola. Algo definitivamente extraño había pasado en algún punto. Incluso aunque solo fuera una sirvienta del palacio secundario, Janet sabía que esto no era normal. Ella no podía entender en que estaba pensando el Emperador.


Sin embargo, las personas del imperio debían seguir todas y cada una de las órdenes del Emperador. Y eso incluía a Janet.


Al no tener ninguna otra opción, Janet fue hacía el baño. Había una bañera que ya estaba llena con agua caliente, como si la hubieran preparado de antemano. Poco tiempo después, el Emperador entró al bañó vistiendo solo una bata de seda y luego entró tranquilamente a la bañera con agua.


Janet estaba preocupada de cometer algún error atendiendo en el baño a un noble de este calibre, al noble más grande en todo el imperio, pero Janet decidió pensar en él como si fuera solo otro aristócrata. Sería peor si cometía errores que normalmente no cometería por los nervios.


"..."


"..."


Ninguno de los dos habló y dado que eran los únicos en el baño, el silencio llenó la habitación. Por supuesto, Janet estaba demasiado ocupada atendiendo al Emperador a bañarse que no se preocupaba por el silencio, pero no se podía decir lo mismo del Emperador. Él se quedó mirando a Janet como si tuviera algo que decir. Fue solo cuando el baño estaba a punto de finalizar que Janet notó su persistente mirada.


"Su Majestad, ya puede salir de..."


Ella había estado inmersa en el trabajo y cuando se levantó, se encontró con los ojos oscuros del Emperador. Su cara después de un bañó se veía incluso más vida que cuando estaban bajo el cielo nocturno. Su ligeramente rosa, pero clara complexión era prueba de que la belleza de su apariencia no era falsa.


Janet tragó involuntariamente. Incluso mientras pensaba, 'de verdad estoy loca,' ella era feliz de tener el honor de asistir al Emperador a bañarse, incluso aunque no lo mostraba en el exterior.


"..."


"..."


Su paciente mirando continuó fija en ella y después de un tiempo, Janet se sonrojó.


¿Por qué sigue mirándome de esa forma?


Cuando Janet lo miró a los ojos para preguntarle, por alguna razón no pudo hacerlo. Insegura sobre qué hacer, sus labios no se movieron y en ese momento el Emperador levantó de repente un brazo mojado de la bañera. La bata mojada que llevaba puesto prácticamente se había fusionado con su piel, revelando lo musculoso que era su brazo. Mientras ella lo seguía mirando, él usó su mano para quitar los mechones de cabello detrás de la oreja de Janet.


"Trabajaste duro."


"Ah..." La cara de Janet se tornó rojo brillante. "Me disculpo si fue una experiencia poco placentera."


Pero el Emperador ni aceptó ni rechazó su disculpa. Solo cuando el silencio comenzó a ser asfixiante, el Emperador habló.


"Dijiste que tu nombre era Janet, ¿verdad?"


"Sí, Su Majestad."


Las palabras que vinieron después sorprendieron a Janet.


"¿Tienes deseos de venir al Palacio Imperial?"


"... ¿Disculpa?"


Pensando que había malinterpretado la pregunta, Janet olvidó sus modales y pregunta por la sorpresa. Sin embargo, mientras miraba la expresión del Emperador, ella concluyó que lo había escuchado correctamente.


Ir al Palacio Imperial. Había solo un significado para esto.


"¿Estoy... estoy en lo correcto al asumir que usted lo dijo de esa forma, Su Majestad? -preguntó Janet con sorpresa en la voz-.


"Eso es correcto."


"Pero, ¿por qué elegiría a alguien como yo...?"


"No se necesita una razón para la Gracia Imperial. Al igual que no se necesita una razón para cómo se sienta el Emperador."


"..."


"Si no quieres, no te obligaré," -dijo el Emperador con voz gentil-, y Janet lo siguió mirando con estupefacción. Su atractiva cara la miró con una sonrisa y Janet asintió como si estuviera bajo un hechizo.


En ese momento, no había nada particularmente profundo pasando por su mente. El Emperador que estaba de pie frente a ella le había cogido interés y ella también lo había hecho con él.


Eso era.


Janet ni siquiera pensó acerca de las cosas que le había dicho a Avery antes de conocer al Emperador. Como si estuviera confiada de que las cosas que les había advertido a su amiga no aplicaran con ella.


"Gracias."


El Emperador sonrió hermosamente antes de besar a Janet. Era incómodo para ella, pero aceptó sinceramente el beso del Emperador.


En ese momento, Janet, quien se había enamorado por primera vez en su vida, era feliz.


*


Esa noche, cuando Janet renunció a sus deberes normales para compartir cama con el Emperador, ya ella no estaba afiliada con las sirvientas del palacio de reserva. Muchas la felicitaron y la envidiaron, a quien era la receptora de la Gracia Imperial, al igual que una cantidad similar de miradas llenas de celos. Dado que Janet no era alguien que le importara mucho lo que otras personas pensaran de ella, ella ignoró la reacción de estas últimas personas y se concentró en el revoloteo de su corazón mientras se preparaba para salir hacía la Ciudad Imperial.


El día siguiente, ella entró al Palacio Central con el Emperador como una sirvienta.


No había forma de que las demás sirvientas fueran felices al ver la repentina llegada de Janet. Sin embargo, desde que se dieron cuenta de que ella tenía el favor del Emperador, su desprecio y odio iniciales hacía la sirvienta de clase baja no podían ser mantenidos.


Eso no significaba que Janet iba a abandonaría su persona y que se volvería arrogante. Ella asistió en silencio al Emperador estando a su lado y completaba sus deberes. A cambio, el Emperador continuó apreciándola sin reparos.


Entonces, un día, la noticia de que el Emperador estaría oficialmente tomando a una reina se esparcieron por el imperio.

septiembre 20, 2020

Dama A Reina - Capítulo 124

Capítulo 124. [Historia Alternativa] Capítulo 16. El Día En El Que El Destino Termina Y Comienza



"Haah..."


En la habitación de espera del novio, Rothesay alejó todos sus pensamientos y trató de calmar sus nervios. Él había estado bien en los días antes de este tan esperado evento, pero cuándo el día llegó, no podía dejar de temblar. Justo cuando Rothesay estaba respirando profundamente y tratando de convencerse a sí mismo que no lo arruinaría, alguien golpeó la puerta.


"¿Quién es?"


"Es tu padre, Ro."


Era el Conde Braddington. Rothesay sonrió ampliamente.


"Entra, Padre."


La puerta se abrió y el conde entró. Sus ropas eran más moderadas de lo usual. El Conde Braddington caminó lentamente hacía su hijo.


"Luces nervioso, incluso aunque lucías tan confiado ayer," -dijo el conde-.


"... ¿De verdad?"


"De verdad, bribón. El día de ayer parecías como si estuvieras caminando sobre las nubes, ¿a dónde se fue ese alegre joven?"


"Me siento inquieto ahora que justo hoy es el día de mi boda. Yo... estoy preocupado de no hacerlo bien," -confesó Rothesay-.


"¿Hacerlo bien en qué? ¿En la vida matrimonial?"


"Sí. No sé si podré ser un buen esposo."


Al escuchar las preocupaciones de su hijo, el Conde Braddington dejó salir una risa gigante antes de golpear a Rothesay en la espalda.


"No te preocupes, Ro. El hecho de que te estés preocupando por esa clase de cosas desde el principio significa que estás más que calificado." El Conde Braddington miró a Rothesay con los ojos llenos de convicción. "Ciertamente te convertirás en un esposo y padre maravilloso."


"¿Cómo puedes estar tan seguro?" -preguntó Rothesay-.


"Porque tú eres mi hijo y el hijo de tu madre. No es como que te recogimos de las calles, así que, obviamente llevas nuestra sangre corriendo por tus venas."


"Aja, ja." Eso es cierto. Rothesay le sonrió ligeramente a su padre. "Gracias, Padre."


"¿Por qué?"


"Por cuidarme hasta ahora. Estoy muy feliz de haber sido capaz de crecer bajo el cuidado de unos padres tan buenos. Soy una persona muy afortunada."


"El escuchar eso de mi hijo, el cual ya ha alcanzado la edad para contraer matrimonio, me hace sentir bastante avergonzado. Mejor te apresuras. No quieres que la novia se quede esperando por ti por más tiempo, ¿verdad?"


"Sí." Los ojos de Rothesay se arrugaron mientras sonreía. Era una limpia y fresca sonrisa que demostraba que tanto quería ver a la novia.


*


"Póngase en posición, por favor, Novia."


Tan pronto como Rothesay escuchó esas palabras, él, quien había estado de pie en el lado derecho del podio, sintió como su corazón se aceleraba de nuevo. Fue solo en el momento en el que la novia caminó por el pasillo que la realidad de que se estaba casando golpeó a Rothesay como una ola. No pudo soportarlo más y se volteó.


En ese momento, Rothesay tragó con fuerza. Era la increíblemente hermosa "ella." No era una exageración el decir que ella lucía cientos de veces más hermosa. No, ella era la mujer más hermosa en el mundo entero. Ella lucía como un ángel que se había convertido en un humano en su vestido blanco puro. Una brillante sonrisa apreció en la cara de Rothesay.


Fue en ese momento que Rothesay cruzó miradas con Petronilla. Tan pronto como sus miradas se encontraron, Petronilla sonrió ampliamente, lo que hizo que la sonrisa de Rothesay se hiciera aún más grande.


Su novia era la persona más hermosa de todo el mundo.


*


Cuando Petronilla por fin estuvo de pie a la izquierda de Rothesay, él lentamente acercó su mano hacía la de ella. Petronilla lo apretó de vuelta. Los sentimientos de cuando comenzaron a salir resurgieron. Fue tan dulce e increíble como la primera vez.


El Duque Witherford estaba oficiando la boda. El Duque Witherford estaba haciendo unos discursos de boda demasiado largos. La pareja odiaba este tipo de cosas tediosas, pero no es como si pudieran decir, "Estás alargando esto. Hazlo más corto y dulce, por favor," a una persona con el título de duque.


Rothesay en particular, no quería otra cosa más que acabar con esto tan rápido como fuera posible para así poder tener su primera noche con su nueva esposa. Dado que no podía decir eso en voz alta, fue forzado a aguantarse.


"...Entonces, novio, ¿tomas a esta novia como tu legitima esposa y juras compartir con ella felicidad y tristeza, y amarla a ella y solo a ella hasta que tu pelo se torne gris?"


Rothesay respondió sin dudar, como si ya hubiera estado


preparado para decir esto desde hace mucho tiempo.


"Hasta que mi cabello se torne gris y mi cuerpo se deshaga, juro por mi nombre que la amaré a ella y solo a ella por el resto de mi vida."


Rothesay casi lloró en ese momento.


Pensar que él sería capaz de decir esas palabras con esta maravillosa mujer a su lado. Era un sueño que había deseado desde hace mucho. Rothesay ocultó las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.


"Y, novia, ¿tomas a este novio como tu legitimo esposo y juras compartir


felicidad y tristeza, y amarlo a él y solo a él hasta que tu cabello se torne gris?"


"Juro que permaneceré fiel y leal a mi esposo y lo amaré a él y solo a él por el


resto de mi vida."


Con eso, Petronilla volteó la cabeza hacia la derecha y miró a Rothesay. Al mismo tiempo, Rothesay volteó la cabeza hacía la izquierda y miró a Petronilla. Los ojos de Petronilla estaban ligeramente enrojecidos como si estuviera tratando de retener las lágrimas. Cuando Rothesay vio eso, no pudo detener una lágrima que comenzó a caer por su mejilla, pero al mismo tiempo estaba sonriendo. Él sabía que ella se sentía igual que él.


Él era feliz.


"Entonces, ahora los declaro marido y mujer. Qué todos los presentes les deseen


paz y prosperidad hasta el final de sus vidas."


Después de esas palabras, una oleada de aplausos resonó por todo el salón. Los recién casados aceptaron los aplausos mientras se tomaban de la mano antes de caminar por el pasillo.


Ambos voltearon sus cabezas para ver al otro al mismo tiempo.


Rothesay estaba ahora sonriendo ampliamente, las lágrimas de antes ahora desaparecidas. Lucía verdaderamente feliz, como si hubiera obtenido todo en el mundo. Petronilla estaba igual.


Era un día encantador. Los bordes de los ojos de Rothesay se arrugaron mientras sonreía. Hoy era el día más feliz de su vida hasta la fecha y eso era algo que él podía decir con convicción. Rothesay miró a su amada esposa e hizo un juramente silencioso.


'Definitivamente te haré feliz. Lo haré para que puedas decir que eres feliz viviendo conmigo.'


'Te amo, mi esposa.'


[Historia Alternativa 2] La Rosa Violeta. (Final)


*


[Historia Alternativa 3] Un Encuentro Erróneo


"Escuché que el emperador que fue coronado recientemente es bastante guapo."


Incluso ante las palabras de su colega, Avery, Janet permaneció calmada.


'¿Qué importancia tenía que el nuevo emperador fuera guapo? ¿Qué tiene que ver eso conmigo?' -pensó Janet-.


Avery notó su reacción. "No tienes ambición. ¡Intenta captar el interés de Su Majestad y conviértete en su concubina! Entonces, podrás escapar de esta vida de sirvienta."


"¿Cómo podrían chicas como nosotras captar el interés de Su Majestad? No es como que este sea el Palacio Imperial."


Ambas, Janet y Avery, eran chicas provenientes de familias comunes y eran solo dos chicas más de entre muchas sirvientas asignadas a servir en el palacio secundario del Emperador. El palacio secundario estaba localizado lejos de la Ciudad Imperial donde residía el emperador, así que, era extremadamente poco probable que alguna de las dos fuera capaz de captar su interés.


Entonces, Janet agregó algo más. "E incluso si, por alguna razón, logró captar el interés de Su Majestad, no creo que la nueva reina esté feliz que él tenga una concubina. Me encantaría no morir."


"Cielos, si ese es el caso, entonces todas las concubinas de los anteriores emperadores deberían hacer sido asesinadas." Una sonrisa apareció en la cara de Avery. "Si la reina es incapaz de dar a luz a un heredero real, y dado que el emperador no tiene hermanos, es posible que el hijo de una concubina se convierta en el siguiente príncipe heredero."


"¡Mide tus palabras, Avery!" -exclamó Janet-. ¡Ella no tenía sentido del peligro! "Si alguien nos escucha, seremos azotadas. ¡Ten cuidado con lo que dices!"


"Eres demasiado paranoica." Avery sacudió su cabeza antes de levantarse de su asiento. Era hora de que ellas volvieran. "En cualquier caso, Su Majestad estará aquí en la noche después de su desfile. No hace daño el tener algo de esperanza."


"Haz lo que quieras. No te detendré," -dijo Janet mientras se encogía de hombros-. "Dejando eso de lado, si él vendrá esta noche, entonces mejor comenzamos a dormir temprano."


"Ya hemos estado yéndonos a dormir a esa hora de todas formas," -señaló Avery-.


"Eso es cierto."


Con una suave risa, Janet se levantó de su asiento. Después de recibir la noticia de que el emperador se estaría quedando aquí, todos en el palacio secundario estaban preparando todos con prisas para su llegada, ellas dos incluidas.


"Es la primera vez que Su Majestad viene aquí, así que, no puede haber errores."


-les dijo la Condesa Amo, la mujer a cargo-, y todos los sirvientes se movieron en perfecta sincronía. Era la inspección final. Después de que todo estuviera absolutamente perfecto, Janet y Avery tomaron una ducha y se pusieron nuevos vestidos por primera vez en un tiempo. Janet pensó que un lujo como este estaba bien.


Fue tarde en la noche que el Emperador llegó al palacio. Sin embargo, Janet y Avery estaban atendiendo a los nobles que habían acompañado al Emperador, y fueron incapaz de ver al Emperador. Quienes atendieron al Emperador eran de un rango superior al de ellas. Avery estaba bastante decepcionada, pero Janet, quien no tenía mucho interés en el Emperador en primer lugar, era indiferente.


Mientras se acercaba la medianoche, Janet comenzó a sentirse cada vez más cansada. Por alguna razón, se había estado sintiendo mal desde temprano.


'Quizás debería ir afuera por algo de aire fresco.'


Janet se dirigió hacía el jardín exterior. El aire nocturno se sintió frío en su cuerpo. Después de cinco minutos, Janet decidió volver a entrar, ya que no quería resfriarse, entonces se volteó... y vio a alguien.


"Ah..."


Era una persona que ella nunca había visto antes, pero Janet supo instantáneamente quién era. Él tenía unas hermosas ropas doradas y su cabello era tan oscuro como el cielo nocturno. Este era definitivamente...


"Su Majestad," -dijo Janet sin querer-, y el hombre volteó la cabeza lentamente. El corazón de Janet estaba latiendo con fuerza.


| 'Escuché que el emperador que fue coronado recientemente es bastante guapo.' | 


Las palabras que Avery le había dicho ese día le llegaron a la mente. Cuando ella dijo que él era 'bastante guapo,' Janet no le creyó, dado que había escuchado que el anterior emperador era feo. Sin embargo, Janet no había tomado en consideración que la anterior reina había sido la más hermosa de entre todas las reinas del pasado.


"¿Quién eres?" -dijo el hombre en voz baja-. Era bastante atractivo.


Janet rápidamente bajó la cabeza mientras respondía. "Solo soy... una mera sirvienta, Su Majestad."


"¿Cuál es tu nombre?"


"... Es Janet, Su Majestad."


"Qué nombre tan hermoso."


Solo entonces, Janet, quien había estado mirando hacía el suelo, escuchó el sonido de pasos acercándose. Janet tragó con fuerza. El Emperador estaba yendo en su dirección. Pero, ¿por qué? ¿Acaso solo iba a pasar caminando junto a ella para volver adentro?


Janet colocó una mano sobre su palpitante corazón y esperó a que él se fuera, pero los pasos no la pasaron de largo. En su lugar, se detuvieron justo frente a ella. Inconscientemente, Janet se puso derecha y cuando vio al Emperador parado frente a ella, inmediatamente bajó su cabeza de nuevo.


"Puedes levantar la cabeza," -dijo el Emperador con una risa-.


"Pero..."


"Es una orden imperial. Hazlo ahora."


Un orden Imperial estaba por encima de las opiniones de una sirvienta. Janet levantó la cabeza lentamente. Al mismo tiempo, una ráfaga de viento llegó desde detrás de ella y se estremeció por el frío.


"¿Tienes frío?" -le preguntó el Emperador-.


"E-estoy bien."


"No luces bien."


Después de esas palabras, el Emperador se quitó la capa que llevaba puesta y se acercó a Janet. Cuando Janet se dio cuenta de lo que el Emperador estaba intentando hacer, se asombró y se negó con rapidez.


"Su Majestad, ¿cómo podría atreverme-?"


"Es una virtud de un líder el mostrar amabilidad hacía aquellos debajo de él. No tienes que negarte."


"Pero..."


Janet miró al Emperador con una mirada desconcertada, pero él se mantuvo firme. Al no tener otra opción, Janet no pudo rechazar su oferta y simplemente se paró derecha.


"Tu cuerpo es frágil y delgado," -notó el Emperador-.


"Aunque he estado comiendo bien... debe ser que así es la constitución de mi cuerpo. Debo de haber salido a mi delgada madre."


"¿Es eso así?" El Emperador sonrió ligeramente mientras cruzaba mirada con Janet. Janet pudo sentir como su corazón se aceleraba más que antes.


'¿Por qué soy así?'


No era bueno el tener estos sentimientos por su Señor y Maestro.

septiembre 20, 2020

Dama A Reina - Capítulo 123

Capítulo 123. [Historia Alternativa] Capítulo 15. Deseo Estar A Tu Lado Para Siempre



"Solo será por un momento, Nil," -aseguró Rothesay gentilmente-, y ya que Petronilla confiaba en él, hizo lo que pedía. Después de que Rothesay tomara una bocanada de aire, comenzó con las últimas preparaciones. Organizó las velas que tenía escondidas en la forma de un corazón antes de coger un ramo con cientos de rosas. De cierta forma, era una proposición clásica, al estilo de la vieja usanza, pero Rothesay no pudo pensar en otra forma de representar sus sentimientos sinceros. Con una expresión ansiosa, Rothesay miró a Petronilla.


Rothesay finalmente estaba trasmitiendo apropiadamente sus sentimientos hacía ella. Dado que la amaba muchísimo, él quería estar siempre con ella. Quería protegerla y amarla por siempre. Rothesay siguió mirando a Petronilla con ojos nerviosos. Mientras tanto, Petronilla comenzó a sentirse impaciente.


"¿Ya puedo abrir los ojos, Ro?"


"¡Ah, espera! ¡Espera!"


¡Todavía no he preparado mi corazón!


Después de reducir el rojo de sus mejillas, Rothesay le habló a Petronilla con voz ligeramente temblorosa.


"Nil, ya puedes abrir los ojos."


Ante esas palabras, Petronilla abrió los ojos lentamente, y se sorprendió al instante. La cara de Rothesay se tornó rosa al darse cuenta de su mirada.


"Esto es incómodo."


"¿Qué es...?"


"Quería hacerlo de manera romántica durante el día, pero pensé qué no sería capaz de hacerlo apropiadamente bajo el sol.  Si miro directamente hacía tus ojos mientras susurro mi amor directamente, creo que mi corazón explotaría."


Es por eso que tenía que hacer esto de noche. Rothesay era demasiado débil de corazón como para proponérsele mientras la estaba mirando directamente a los ojos. Eso era completamente diferente a decir que la amaba. En cualquier caso, ella lucía bastante conmovida.


"Oh, Ro..." -dijo Petronilla con la voz llena de emoción-.


Incluso justo al final, todo estaba yendo sin problemas. Después de tomar un profundo respiro, Rothesay dijo el nombre de Petronilla.


"Señorita Petronilla."


Había pasado mucho tiempo desde que la había llamado por su nombre completo, dado que ella siempre fue su amada "Nil". Petronilla asintió mientras daba un paso hacia adelante y Rothesay, todavía incapaz de suprimir su nerviosismo, se impulsó a transmitir con calma sus sentimientos hacía ella. Él le expresó sus pensamientos honestos.


"Mi familia no está al mismo nivel que la tuya y yo no soy un hombre muy capaz ni afectuoso."


Era algo por lo que Rothesay se preocupaba a menudo. Su padre era un conde y el padre de ella era un marqués. Dado que Petronilla era muy amable, ella nunca se había preocupado por ese asunto, pero las personas que se preocupaban normalmente por esas cosas eran las de clase baja. Ella era una maravillosa, encantadora y adorable mujer. Ella era de una clase superior a la de él y podía ciertamente encontrar felicidad con un hombre más amable y talentoso.


"Sin embargo, yo haré todo lo que pueda para hacerte feliz. Quiero estar contigo para siempre como el hombre que comparta todo tu dolor, felicidad y tristeza, como quien te conforte cuando lidies con dificultades y como quien celebre contigo cuando seas feliz. Me gustaría permanecer a tu lado para siempre siendo ese hombre."


A pesar de eso, Rothesay quería perseguir sus propios deseos. El simple pensamiento de ella sonriendo, hablando y amando a otro hombre hacía que su corazón doliera por la tristeza. Él quería hacerla a ella suya. Quería decirle a todo el mundo que ella era su mujer.


¿Eso era considerado un deseo egoísta? Incluso si lo fuera, a él no le importaba. La vida antes de conocerla era algo sobre lo que él no quería hablar y la vida después de conocerla había sido absolutamente perfecta.


Rothesay no creyó que pudiera ser capaz de darle a Petronilla los lujos y las comodidades que tenía su hermana menor, Patrizia. No importaría que tanto lo intentara, no sería capaz de proveerle el mismo estilo de vida de la Familia Imperial.


Pero incluso así, Rothesay estaba confiado en que podía hacer a Petronilla la mujer más feliz sobre la faz de la tierra. Él secaría sus lágrimas cuando estuviera triste y reiría con ella cuando estuviera feliz. No quería pasar ni un solo segundo alejado de ella por el resto de sus vidas.


"Así que... ¿te casarías conmigo?"


Rothesay finalmente hizo la pregunta mientras sacaba el anillo y lo colocaba en la cima del ramo de rosas. Su voz ya no temblaba, pero su corazón seguía palpitando tan rápido y fuerte como antes. ¿Qué pasa si me rechaza? ¿Qué pasa si ella me dice que quiere estar con otro hombre? Rothesay miró a Petronilla con ojos increíblemente patéticos.


"Por supuesto."


La respuesta llegó rápidamente. La felicidad arropó instantáneamente a Rothesay. Una sonrisa incapaz de ocultar explotó en la cara de Rothesay mientras Petronilla caminó con rapidez hacía él y aceptaba el ramo de rosas. Petronilla tomó el anillo de la cima de ramo y lo deslizó en su dedo con una expresión feliz, antes de abrazar a Rothesay con su brazo libre. La voz de Petronilla estaba cargada de felicidad mientras se acercaba a los oídos de Rothesay.


"No habrá nunca nada más importante e increíble en mi vida que el haber conocido a alguien como tú."


Oh, Dios. Este era verdaderamente el momento más feliz de la vida de Rothesay. Los ojos de Rothesay se llenaron de lágrimas.


"Gracias por decirle eso a un hombre como yo, Nil," -dijo Rothesay con voz ronca-.


"No tienes que ser tan modesto y humilde. Porque eres el mejor hombre de todo el Imperio, no, de todo el mundo. Te amo, Ro. Muchas gracias por proponerte."


Petronilla dijo estas palabras con lágrimas saliendo de sus ojos. Rothesay le regresó ese amor con una cara sonriente llena de lágrimas.


"Gracias a ti por aceptar, y yo te amo más, Nil," -dijo Rothesay mientras miraba a Petronilla con una expresión gentil-. Él no quería perder nunca a alguien así. Viendo el amor en sus ojos, Petronilla, obviamente, estaba increíblemente feliz y se inclinó antes de besar a Rothesay.


Y por supuesto, Rothesay no la evitó. Él aceptó y le regresó el beso.


El sonido de campanas y de palomas volando llegó a sus oídos. En ese momento, él pensó que nadie más en el mundo era más feliz que él.


Las noticias de la proposición exitosa de Rothesay se regaron por todo el imperio rápidamente junto con el hecho de que ellos pasarían su vida de casados en el estado Grochester.


En un día soleado, Petronilla y Rothesay estaban pasando su tiempo juntos en la terraza del estado Braddington cuando Petronilla le hizo una pregunta a Rothesay. "Cuando nos casemos, tus padres perderán a su único hijo. ¿De verdad estás bien con eso?"


Sin embargo, Rothesay respondió sin dudar ni un segundo. "Ellos fueron lo que me dijeron que viviera fuera cuando escucharon sobre que la proposición fue un éxito. Su fase de luna de miel sigue estando fuerte, hasta el punto de que, si fuera unos cuantos años más jóvenes, puede que hubiera tenido un hermano pequeño."


"Dios." -dijo Petronilla entre risas-. La vida matrimonial de los Braddington ha sido tan larga que es conocida a lo largo de todo el imperio. "Pero aun así... ¿de verdad está bien?" -preguntó Petronilla de nuevo-.


"Yo estoy bien con ello. ¿Tú no, Nil?"


"De todas maneras no es importante para mí. Pronto, tus padres se convertirán en mis padres también."


"Me siento de la misma forma. Es por eso que..."


Rothesay se inclinó hacía Petronilla y la besó en la frente con una sonrisa. Petronilla cerró los ojos con un pequeño zumbido mientras Rothesay se alejaba lentamente.


Él era feliz.


"Suficiente con eso. ¿Por qué no solo pensamos acerca de nuestra boda mañana?"


Después de que Petronilla aceptara la proposición de Rothesay, ellos decidieron que se casarían en tres meses. Aunque la gente a su alrededor dijo que era demasiado pronto, eso no les importaba a Rothesay y a Petronilla. Ellos querían casarse lo más rápido posible y querían comenzar a vivir y a amarse bajo el mismo techo.


"Ro, Nil. Me disculpo por interrumpirlos."


Fue en ese momento que una voz firme los llamó. Era la Condesa Braddington, la mujer que se convertiría en la suegra de Petronilla a partir de mañana. Con una sonrisa benevolente, la condesa caminó hacía la pareja.


"Wilter vino de visita, Ro."


Ese chico, Wilter. Su sincronización era de verdad horrible... Después de estrujarse la cara, Rothesay miró a Petronilla. Era obvio que él no se quería ir.


Petronilla le sonrió. "Apresúrate y ve, Ro."


"¿Te vas, Nil?"


"No. No iré a ninguna parte," -dijo Petronilla radiante-. "Yo siempre estaré a tu lado."


*


"Tu sincronización es horrible."


Esas palabras salieron instantáneamente de la boca de Rothesay tan pronto como puso pie en la sala de estar y Wilter se puso de pie.


"Maldito bastardo, ¿¡de verdad vas a tratar a tu padrino de esa forma!?"


"¡De todas maneras deberías tener algo de tacto! Estaba teniendo una velada maravillosa hasta ahora," -se quejó Rothesay-.


"Traidor. Así que, cuando te cases, ¿nunca más vas a salir conmigo de nuevo?"


"¿Estás celoso? Qué asco."


"Lo que sea. Renuncio. Ya podría mejor ir a buscar a mi alma gemela."


"Hazlo, por favor. Y deja de molestarme," -dijo Rothesay antes de hablar de temas serios-.


"Así que. ¿Por qué estás aquí?"


"Ah, tengo algo que darte."


Después de decir eso, Wilter sacó algo y se la paso a Rothesay, y Rothesay lo aceptó con una expresión dudosa.


"¿Qué es esto?" -preguntó-.


"Míralo por ti mismo."


Era una corbata roja.


"¿Qué es esto tan de repente?" -preguntó Rothesay-. "¿Por qué una corbata?"


Wilter se encogió de hombros. "Pensé que debía darte algo por tu boda. Lo pensé mucho antes de escoger el regalo más fácil." Wilter tocó a Rothesay en el hombro. "No creo que sea capaz de decirte esto mañana ya que estarás muy ocupado. Vive la mejor vida que puedas."


"¿Qué te pasa? Estás avergonzándome..." -murmuró Rothesay-. Pero a pesar de las palabras de Wilter, Rothesay estaba conmovido. Se habían conocido desde que eran niños. Ciertamente se sentía extraño que Rothesay se estuviera casando antes que su amigo.


"En cualquier caso, deberías volver ya. Tengo que volver con Nil," -dijo Rothesay-.


"¡Imbécil! ¿¡Ni siquiera estás casado y aun así ya eres de esta forma!?"


Incluso aunque se quejaba, una pequeña sonrisa apareció en cara de Wilter antes de que saliera de la habitación. La puerta se cerró con un ruido sordo y Rothesay miró la corbata roja que tenía en las manos. 'Así que, de verdad voy a casarme,' -pensó-.


Golpe, golpe


"¿Sí?" -dijo Rothesay reflexivamente-.


"Soy yo, Ro."


"Nil." Una gran sonrisa apareció en la cara de Rothesay. "Entra."


Petronilla abrió la puerta miró adentro de la habitación buscando a Rothesay antes de sonreír y caminar hacia él.


"¿De qué hablaron?"


"Wilter me regaló una corbata."


Rothesay sacudió la corbata que Wilter le había regalado con una sonrisa. Petronilla miró la corbata antes de acercarse a Rothesay. Él la miró extrañado hasta que Petronilla lo llamó por su nombre en voz baja.


"Ro."


"¿Sí, Nil?"


"Hay algo que quiero decirte. Sé qué sería mejor que te lo dijera mañana, pero de verdad quiero decírtelo hoy." Con una sonrisa, Petronilla confesó: "Muchas gracias por proponérteme."


"Nil."


"Debido a ti, pienso que de verdad puedo ser feliz. Ya soy feliz en este momento. Probablemente no puedas entender verdaderamente como me siento."


Luego de decir esas palabras, Petronilla se levantó para besar a Rothesay. Rothesay no la evitó, en su lugar abrazó a Petronilla con fuerza. Mientras regresaba el apasionado beso, Rothesay pensó:


'Muchas gracias por aceptar mi proposición.'


Fue un dulce beso compartido el día anterior a su boda.

septiembre 20, 2020

Dama A Reina - Capítulo 122

Capítulo 122. [Historia Alternativa] Capítulo 14. Una Proposición Con Todo El Corazón



Estos últimos días, Rothesay había estado inmerso en hacer postres. Si alguien preguntara el porqué, la razón era simple. Era porque había descubierto que a Petronilla le gustaban los postres de todo tipo. El interés de Rothesay en este arte se disparó cuando Petronilla visitó su estado un día y disfrutó enormemente de los postres servidos por los sirvientes.


Dado que la Condesa Braddington no era una gran fanática de la comida dulce, el hacer postres era algo con lo que ni siquiera el padre de Rothesay, el Conde Braddington, podía ayudar. En su lugar, Rothesay tuvo al chef de la familia ayudándolo. El chef había preparado comida para un banquete con anterioridad, así que, Rothesay, un novato, no tuvo problemas para encontrar a alguien que le enseñara como hornear.


Rothesay era un estudiante excelente. Él tenía dos opciones: decirles a los sirvientes que le enviaran sus postres hechos a mano al estado Grochester o que él mismo los entregara directamente a Petronilla. Por supuesto, Rothesay prefería el último método. De esa forma, Rothesay sería capaz de ver a Petronilla al menos una vez más.


"¿Crees que no nos hemos estado viendo lo suficiente estos días?" -le dijo Rothesay a Petronilla suavemente-. Hoy Rothesay estaba de visita en el estado Grochester para entregar galletas de mantequilla recién horneadas a Petronilla. Sin embargo, Petronilla ya no tenía tanto tiempo libre como antes y era normal que tuviera que ir y venir varías veces por recados.


'A este paso, puede que incluso llegue a olvidar como luce.'


Esa era una exageración, por supuesto. El tiempo que permanecían separados no era realmente largo, pero para Rothesay, quien amaba muchísimo a Petronilla, se sentía como si el tiempo se detuviera cuando estaba separados.


"Lo siento, Ro. He estado haciendo algo de trabajo importante últimamente..." -dijo Petronilla apenada-.


Ese definitivamente parecía ser el caso. Aunque a Rothesay eso le entristecía, no había nada que él pudiera hacer. Ser comprensivo con el horario de tu pareja era algo importante en una relación. Incluso así, era difícil para él esconder su decepción.


"Bueno, no se puede evitar..."


¿Por qué eres tan hermosa, Nil? Ya no puedo concentrarme en mi día a día. Rothesay se inclinó ligeramente para besar suavemente a Petronilla en la frente.


"Te extraño tanto que no puedo hacer nada recientemente," -murmuró Rothesay-.


Petronilla se sonrojó. "Ja, ja, ja, ¿dónde aprendiste a decir esas cosas?"


"Mis padres siempre se dicen estas cosas el uno al otro."


Eso era verdad. El Conde Braddington conocía bastante sobre ese tipo de comportamiento, así que, Rothesay fue capaz de aprender una cosa o dos de él.


"Quiero tener una vida como esa en el futuro," -dijo Petronilla casi con envidia-.


Dios. ¡Pensar qué ella diría algo como eso frente a él! 


"No te preocupes, Nilla," -dijo Rothesay con voz firme-. Luego, le susurró con una sonrisa muy gentil: "Salí a mis dos padres, así que, puedo hacer esto todo el día sin parar."


"Entonces, ¿te me estás proponiendo?"


Por favor. Rothesay sonrió con soltura. No importa que tan impulsivas eran sus confesiones hacía ella, Rothesay nunca haría un proposición tan torpe y despreocupada como esa.


"Por supuesto, pero no pienso proponerme de esta forma. Espéralo con ansias. ¿Lo esperas con ansias?"


"Hmm... Siendo honesta, un poquito, quizás."


"Oh, no. Estoy en problemas. Esta no es una proposición, Nil. Aunque puedes esperarlo con ansias."


"Estás bastante confiado, aunque ni siquiera la he aceptado todavía."


"Si no funciona," -dijo Rothesay con gentileza-, "lo haré hasta que funcione."


Dado que soy un hombre paciente.


Rothesay y Petronilla se miraron fijamente y sonrieron. Durante alrededor de 10 segundos, ambos continuaron mirándose fijamente. Petronilla fue la primer en romper su contacto visual, sintiéndose un poco avergonzada.


'Qué linda.'


Incapaz de contenerse, Rothesay atrajo a Petronilla y la abrazó. "Dado que te amo muchísimo."


"... Gracias," -dijo Petronilla-.


"Por favor." Rothesay agitó su cabeza como si dijera que sus palabras eran innecesarias. "Yo estoy mucho más agradecido por el hecho de que hayas aceptado mi amor."


¿Cuáles son las probabilidades de que quién yo ame, me ame también de vuelta? Tener dos corazones que compartieran los mismos sentimientos. El tener tal cosa era algo por lo que Rothesay estaba extremadamente agradecido.


Rothesay miró con ternura hacía los ojos de Petronilla. "Te amo, Nil," -susurró-.


*


Era solo cuando las cosas estaban llegando a su fin que Petronilla le explicó a Rothesay acerca del asunto que la había estado manteniendo ocupada. Aunque Rothesay estaba un poco triste porque ella no había compartido información tan crucial con él antes, cuando pensó acerca del hecho de que Petronilla no le había dicho para protegerlo, la tristeza desapareció en un instante.


En cualquier caso, lo que era importante era que Petronilla tenía más tiempo libre ahora. Y dado que ella lo había estado pasando la mayoría del tiempo con él, era imposible que Rothesay sintiera algo que no fuera felicidad. Cuando Rothesay se encontró con Petronilla hoy también, él la miró a los ojos con suavidad y escuchó cada una de sus palabras con atención, como si estuviera escuchando a un niño inocente. En cierto punto, Rothesay se sintió curioso y le preguntó a Petronilla acerca de algo que había estado en su mente.


"Entonces, ¿te he estado tratando bien, Nil?"


Petronilla, quien había estado caminando tranquilamente, riéndose de su pregunta, y Rothesay sonriendo ante el adorable sonido. Ahora que su trabajo había terminado, sus sonrisas lucían más brillantes y puras que antes. Era un cambio sutil, pero Rothesay lo notó con facilidad. Esta era una de las cosas por la que él estaba agradecido.


"Eres un material genial para esposo, Ro. No importa que tan duro lo intente Su Majestad el Emperador, no hay forma de que se pueda comparar contigo. ¿Postres? ¿Regalos? Dios, sinceramente puedes hacer todo eso igual de bien."


Rothesay estaba conmovido. "Dios, estoy siendo comparado con el Sol del Imperio. Puede que sea arrestado por ofender a Su Majestad." 


Era un poco embarazoso, pero Rothesay podía decir con confianza que estaba haciendo lo mejor que podía. El número de personas en el imperio que podían amar a su pareja tanto como el probablemente podían ser contados con una sola mano. Eso era algo que Petronilla también conocía. Petronilla besó suavemente la mejilla de Rothesay.


"No hay forma de que eso pase, mi querido Ro," -murmuró Petronilla-. "¿Cómo podrían siquiera arrestar a un hombre tan amoroso como tú?"


Esa era otra cosa que había cambiado con respecto al pasado. Petronilla estaba siendo más afectuosa y comenzando contacto físico más seguido. Como su pareja, era un cambio bastante alegre para Rothesay. Con una sonrisa gentil, él besó a Petronilla en la mejilla.


"Es un honor que pienses eso, Nil."


"Estoy siendo muy seria, Ro."


"Pero tengo algo que decir."


"¿Algo qué decir?"


"La semana que viene, después de la celebración de cumpleaños de Su Majestad la Reina… ¿Puedo verte brevemente? Hay algo importante que necesito hacer."


"Por supuesto, Ro."


Viéndola asentir con su cabeza en respuesta trajo una sonrisa a la cara de Rothesay. Qué mujer más encantadora. Una mujer que irradiaba belleza. El haber sido capaz de conocer una mujer así era verdaderamente la mayor bendición de todas. Rothesay bajó la cabeza lentamente y la besó de nuevo, esta vez en la frente de Petronilla.


"No hay ni una sola mujer más encantadora que tú en la faz de la tierra, Nil."


*


"Planeo proponérmele, Wilter."


Rothesay no había visitado a su amigo en un tiempo, y esa fue la primera cosa que le dijo. Wilter miró a Rothesay con una expresión sorprendida.


"No ha pasado ni siquiera medio año desde que ustedes dos se conocieron. Sabes eso, ¿cierto?" -señaló Wilter-.


"Por supuesto que lo sé."


"¿De verdad lo sabes?"


A pesar de la voz sorprendida de Wilter, Rothesay ni siquiera pestañeó mientras respondía.


"Ya he recibido permiso de mis padres."


"Dios."


"Ellos se estuvieron bastante felices al respecto."


Wilter sacudió la cabeza. "No estoy diciendo que la señorita Grochester sea una mala mujer, y tampoco estoy diciendo que ustedes dos no deban casarse. Pero, Ro, ¿no crees que esto es un poco apresurado?"


"El tiempo no importa en los asuntos del corazón, Wilter," -insistió Rothesay-. "Mi padre se le propuso mi madre una semana después de que se conocieron."


"Pero ese es un caso extremo. Incluso ahora, sigo escuchando acerca de eso. Escuché que fue una noticia bastante grande cuando ocurrió." Wilter se quedó callado por un momento antes de hablar de nuevo. "Parece que no puedes negar que la sangre de tu padre corre por tus venas. Y de nuevo, comparándote con el conde Braddington, eres de florecimiento lento."


"La señorita Petronilla tenía que tratar con otras circunstancias también, así que la retrasé adrede."


De otra forma, probablemente se lo hubiera propuesto después de la segunda cita. El recordar ese día trajo una pequeña sonrisa a la cara de Rothesay.


La expresión de Wilter se sobresaltó como si hubiera visto algo que no debería haber visto. "Deberías solo haberme enviado una invitación a la boda. ¿Por qué me estás diciendo que te le vas a proponer?"


"Porque estoy preocupado. ¿Qué debería hacer si ella me rechaza?"


"Oye, eso es algo que le deberías estar preguntando al conde Braddington. ¿Por qué le estás preguntando a un aprendiz y no a un experto?"


"Pensé que sería mejor preguntarle a alguien de mi edad. ¿Debería intentarlo de nuevo si me rechaza?" -preguntó Rothesay con expresión seria-. El hombre que anteriormente había dicho que se lo pediría repetidamente a Petronilla hasta que dijera que sí no estaba en ninguna parte. Wilter miró a su amigo con pena y suspiró pesadamente antes de sacudir su cabeza.


"Las proposiciones no están hechas para preguntarle a alguien si de verdad quiere o no casarse contigo. Están hechas para tomar el siguiente paso después de que ambos accedan a casarse. En otras palabras, debería haber un acuerdo mutuo con anterioridad con respecto al matrimonio antes de hacer la pregunta."


"Pero entonces no habría emoción en ello," -dijo Rothesay-.


"¿Así qué estarías bien con hacer las cosas incómodas si ella te rechaza en el momento?"


"Eso era verdad. Es por eso que estoy preocupado."


"¿Por qué estás preocupado? Tú también le gustas, ¿no?" -preguntó Wilter-.


"Es infundado."


"Bueno, no hay nada más que puedas hacer." Wilter chasqueó su lengua, entonces continuó, con expresión complicada. "Dejando eso de lado, pensar que estás a punto de convertirte en un hombre casado. Siento que debería comenzar a prepararme para mi matrimonio ahora."


"Pero todavía eres joven... En realidad, supongo que ya no estamos en la edad para decir esas cosas."


"Insúltame o consuélame, decídete. No intentes hacer ambas." Wilter miró a Rothesay de reojo. "Preséntame a alguien. A este paso, puede que muera soltero."


"Tu madre nunca te dejaría morir así."


"Argh, pero el gusto de mi madre para las mujeres es totalmente opuesto al mío. Ninguna ha sido buena."


"Incluso así, ¿no crees que es incluso más extraño que yo sea quién elija a tu futura esposa?" -señaló Rothesay-.


"Eso es verdad." Después de arrastras esas palabras, Wilter comenzó rascarse el cabello. "¿¡Por qué mi media naranja aún no ha aparecido!?"


"Se paciente. Todos tienen un alma gemela. Justo como yo."


"Si hay una mujer que desee, haré todo lo que pueda para construir una conexión. Pero aún no he conocido a una mujer así, y tampoco hay alguien que haga que mi corazón lata con fuerza."


"Aparecerá algún día," -dijo Rothesay con confianza-.


"De verdad espero que aparezca antes de que cumpla 30. Mi alma gemela." Wilter suspiró profundamente y cambió de tema. "En todo caso, felicidades de antemano. Supongo que recibiré buenas noticias pronto."


"Todavía no me le he propuesto," -dijo Rothesay con la frente arrugada-.


"Probablemente dirá que sí. Ustedes dos combinan perfectamente. Y parece que le gustas de verdad también."


"Gracias." Rothesay le sonrió a su amigo. "Cuando me case, haré lo mejor que pueda para que tú también hagas lo mismo."


*


Todo lo que él quería hacer era estar junto con ella.


Todo comenzó sin problemas. Tuvo una amistosa charla con Petronilla mientras bebían unos cócteles. Sin embargo, mientras más pasaba el tiempo, más consciente se hacía Rothesay de la proposición venidera. La ansiedad no era particularmente sorprenderte para algo como esto.


Cuando la atmósfera de la fiesta alcanzó su punto máximo, Rothesay finalmente decidió que era hora de poner en marcha sus planes. Se acercó al oído de Petronilla y le susurró:


"¿Puedes venir conmigo por un segundo?"


"De acuerdo."


Petronilla no hizo más preguntas y simplemente siguió a Rothesay fuera del salón del banquete. Su objetivo era hacer la proposición más maravillosa del mundo. Cuando llegaron al jardín, Rothesay le habló a Petronilla.


"Nil."


"¿Sí, Ro?"


"¿Podrías cerrar tus ojos por un momento?"


Por fin era el comienzo.


El corazón de Rothesay se aceleró.

jueves, 3 de septiembre de 2020

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 121

Capítulo 121. [Historia Alternativa] Capítulo 13. Yo Nunca Te Abandonaré




Era el día del banquete del cumpleaños del Emperador. Después de ponerse su frac azul marino favorito, Rothesay se subió al carruaje junto con sus padres. Mientras iban de camino hacía el Palacio Imperial para el banquete, la Condesa Braddington comenzó a hablar con su hijo.


"¿Te reunirás hoy con la señorita Petronilla?" -preguntó-.


"No estoy seguro de si podré ser capaz de verla debido al número tan grande de gente que estará asistiendo al banquete, pero daré lo mejor de mí para encontrarla," -respondió Rothesay-. Después de haber dicho eso, una frívola sonrisa apareció en su cara como si hubiera pensado en algo de repente.


"¿Qué hay con esa tonta sonrisa?" -preguntó el Conde Braddington-.


"Solo estoy feliz."


"Dios, de verdad eres difícil de entender. ¿Has pensado acerca de que regalo darle?"


La Condesa Braddington miró a su alrededor con confusión. "¿Regalo? ¿Qué regalo?" -dijo la condesa totalmente ignorante al asunto-, y el Conde Braddington le explicó la situación con una fuerte risa.




"Querida, nuestro Ro ha estado pensando sobre que podría regalarle a la señorita Grochester en conmemoración de su relación."


"Oh Dios, ¿en serio? ¿Cómo es que tu hijo es tan parecido a ti? De verdad no puedes engañar a la sangre." Una suave sonrisa apareció en la cara de la Condesa Braddington mientras pensaba en el pasado. "Siempre fuiste muy amable, incluso en ese entonces. Gracias a Dios que Ro salió a ti."


"Querida mía, ¿cuál es el significado de esas palabras? Él es así de justo debido a que ha salido a ti," -dijo el Conde Braddington coquetamente-.


"Dios, de verdad eres algo más."


Como siempre, Rothesay miró a sus amorosos padres con suaves y complacidos ojos antes de responder a la anterior pregunta.


"He salido a ambos de ustedes. Pero, de todas formas, no sé si a la señorita Petronilla le vaya a gustar el regalo que le preparé."


El Conde Braddington notó la inseguridad en la voz de Rothesay e hizo lo mejor que pudo para alentarlo. "No te preocupes, Ro. Mientras sea un regalo sincero, todo estará bien."


*


Lo primero que hizo Rothesay al llegar al salón del banquete fue buscar por Petronilla. Sin embargo, encontrar a esa mujer pelirroja entre el mar de personas que había en el salón del banquete resultó ser una tarea más ardua delo esperado. Después de un tiempo, Rothesay comenzó a sentirse ansioso. Ella había dicho que definitivamente llegaría a tiempo para asistir al banquete, pero Rothesay no podía encontrarla en ningún lado. ¿Podría ser que todavía se esté sintiendo mal?


Con el poder del amor moviéndolo en su búsqueda, eventualmente Rothesay vio a Petronilla hablando con otra mujer. Rothesay sonrió enormemente ya que había cumplido su objetivo y esperó a que las dos señoritas terminaran su conversación. Cuando Petronilla estuvo sola por fin, él se acercó lentamente a ella.




"Petronil--"


Pero Rothesay no fue capaz de terminar esa oración. Petronilla comenzó a correr repentinamente a algún lugar con una expresión de urgencia en su cara.


¿Habrá pasado algo? Rothesay miró en la dirección en la que se había ido corriendo Petronilla con una expresión severa. Parecía bastante serio. Me pregunto qué habrá pasado. 


Aunque Rothesay quería seguirla y preguntarle acerca de eso inmediatamente, se contuvo por ahora. Todavía quedaba mucho tiempo.


*


Fue mucho después de que la presentación floral del cumpleaños de Lucio había finalizado, que Rothesay encontró a Petronilla recostada de una pared bebiendo un cóctel sola. Fue después de la conmoción sobre la presentación floral de cumpleaños.


¿Fue por eso que ella había corrido con tanta urgencia? ¿Estaba relacionado con ese incidente? Rothesay calmó la inmensa cantidad de preguntas que rondaban por su cabeza y se acercó con cuidado a Petronilla.


"Petronilla."


Al escuchar su voz, Petronilla se dio la vuelta. Afortunadamente, su expresión no lucía muy mal, pero ciertamente lucía contemplativa. Enmascarando su preocupación con una sonrisa, Rothesay caminó hacía ella.


"Rothesay," -dijo Petronilla-.


"He estado buscándote en todos lados," -respondió Rothesay-.


"Me disculpo. Tuve que atender algo urgente."


"Lo suponía. ¿Está relacionado con Su Majestad la Reina?"


Petronilla asintió lentamente y una mirada de entendimiento cruzó la cara de Rothesay. Él le había dicho que había notado que algo pasó durante la presentación floral.


"No te estoy reprochando. Solo estaba preocupado," -dijo Rothesay-.


"Lo sé, Ro."


¿... Ro?


Rothesay lucía aturdido. Él rápidamente miró la cara de Petronilla. Ella lucía ligeramente avergonzada.


"¿Está bien si te llamo Ro?" -preguntó Petronilla-.


Por supuesto.


Rothesay no podía sentirse más agradecido. El que ella lo llamara por su sobrenombre significaba que ella le había abierto todo su corazón. Él era ahora alguien especial para ella. Era imposible que Rothesay no se diera cuenta de eso. Rothesay sonrió mientras temblaba.


"Por supuesto, Nilla. Estoy muy feliz," -agregó-. Finalmente, Rothesay fue capaz de llamarla por su sobrenombre.  "Me hubiera gustado poder haber bailado contigo," -dijo Rothesay con emoción en su voz-.


"Ah... ahora que lo mencionas, este hubiera sido nuestro primer baile."


"Sí, nuestro primero. Sin embargo, está bien. Tenemos mucho tiempo de aquí en adelante.


Así que, mientras estés de acuerdo con ello, Nilla, deseo pasar mucho más tiempo contigo.


A menos que me digas que estás harta de mí, deseo permanecer a tu lado. Me gustaría estar contigo la mayor cantidad de tiempo que pueda y me gustaría que ambos nos volvamos preciosos recuerdos del otro."


"Tienes razón. Tenemos mucho tiempo."


¿Puedo convertirme en ese tipo de existencia para ti?


"Entonces, ¿deberíamos irnos ya?"


"Sí."


Petronilla sonrió mientras tomaba con gentileza la mano de Rothesay. Mientras él apretaba su mano contra la de ella, sintió que su corazón latía justo como cuando la vio por primera vez. Con una gran sonrisa, Rothesay tiró de Petronilla gentilmente hacía sus brazos.


La tonada de un vals hacía eco desde el salón principal y Rothesay automáticamente puso su brazo alrededor de la cintura de Petronilla. Ella era muy delgada, hasta el punto que Rothesay se enojó por lo desnutrida que parecía.


"Eres tan delgada," -le susurró Rothesay a Petronilla en el oído con tono enojado-.


"¿Es eso así?"


¿Acaso apreté demasiado mi corsé? Eso fue lo que Rothesay escuchó que Petronilla murmuró suavemente.


Desearía que no te pusieras algo como un corsé. Incluso si no usas eso, sigues siendo hermosa y encantadora. 


"No es bueno para tu salud si aprietas demasiado el corsé," -le reprochó Rothesay con suavidad-.


"Pero todo el mundo los usa."


"Nilla, tú eres especial." Rothesay le dio vueltas a Petronilla. "Incluso si no haces eso, eres más hermosa que cualquier otra persona para mis ojos."


Las mejillas de Petronilla se tornaron rosas y Rothesay sencillamente sonrió. Rothesay podía decir con total confianza que hablaba con suma sinceridad y que solo decía lo que genuinamente creía.


"Para mí, tu bienestar es lo primero y más importante," -dijo Rothesay con sinceridad-.


"Serás el tipo de esposo amable y de buen corazón cuando te cases."


"¿Es esa una proposición?"


"Como sí."


"Gracias a Dios."


Entonces, Rothesay la atrajo hacía él con su mano en la espalda de Petronilla. Instantáneamente, la distancia que los separaba desapareció. Estaban casi nariz contra nariz. El escuchar el sonido de la respiración de Petronilla hizo que Rothesay tragara con fuerza, y como si ella se estuviera sintiendo nerviosa de repente, su respiración aumentó de velocidad. Rothesay dio un paso atrás.


'Eso fue peligroso.'


Ellos estaban en un área pública. Pensando que tenía que contenerse a sí mismo, Rothesay cambió rápidamente de tema. Había algo que él quería decir.


"Nilla."


"¿Sí?"


"Tengo un regalo para ti."


"¿Un regalo?"


Petronilla lo miró con una expresión infantil. Rothesay tragó con fuerza de nuevo ante la amorosa mirada. 'Me siento extraño hoy,' -pensó Rothesay mientras sonreía-.


"Sí. Tengo algo que darte."


"¿Es algo por lo que pueda tener expectativas?" -preguntó Petronilla con curiosidad-.


"Eso, no lo sé. Pienso que es más bien un regalo detallista, pero... ¿qué haría si te sientes decepcionada?"


"Eso no pasará," -le aseguró Petronilla con una pura sonrisa-, y Rothesay pensó que se veía como un ángel. Petronilla poseía una cara que podría purificar la corrupción y que podría iluminar la oscuridad. La mujer más encantadora de todas. Hasta el punto que Rothesay pensaba que no la merecía.


"Gracias," -dijo Rothesay con voz suave-.


'De verdad espero que le guste el regalo,' -pensó Rothesay preocupado-.


*


Después de dos bailes más, Rothesay llevó a Petronilla al vacío jardín. Petronilla estaba nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada y Rothesay no pudo evitar sentirse ansioso.


'¿Qué debería hacer si no le gusta el regalo que preparé para ella?'


Petronilla era una mujer amable. Incluso si no le gustaba el regalo, ella pondría su mejor sonrisa y diría, "Gracias, Ro." Así que, para evitar que alguien fuera testigo si eso sucedía, Rothesay la sentó en un banco en el oscuro y desértico jardín.


Petronilla rio suavemente. "Ya que estás siendo tan misterioso, eso solo está haciendo que mi anticipación crezca."


"De verdad estoy preocupado de que puede que no te guste el regalo."


"Eres un hombre maravilloso, así que, estoy segura de que cualquier cosa que me des será igual de maravillosa."


Al escuchar esas palabras, Rothesay sonrió antes de encontrarse de nuevo con los ojos de Petronilla. "¿Podrías cerrar tus ojos por un momento?"


"De acuerdo."


Petronilla cerró los ojos con una sonrisa alegre. Pensando que eso era muy lindo, Rothesay no pudo evitar quedarse mirándola por un rato hasta que salió del trance con un rápido "ah," antes de sacar con rapidez el regalo.


"¿Puedo abrir mis ojos ahora, Ro?" -preguntó Petronilla expectante-.


"Mmm, antes de eso..." La voz de Rothesay se tornó dulce. "¿Qué puedes sentir justo ahora?"


"Hm... un fresco aroma... ¿Es una flor?"


"Puedes abrir tus ojos ahora."


Cuando Petronilla levantó lentamente sus parpados, encontró el regalo justo en frente de ella y sonrió con emoción.


"¿Flores?" -dijo Petronilla-.


"¿Te gustan?" -dijo Rothesay esperanzado-.


"Sí, amo las flores. Muchas gracias." Petronilla lucía verdaderamente feliz. "Ah, son tan lindas. Pero, ¿qué clase de flores son? Siento que las he visto muy seguido antes."


"Estas no son flores nativas de Mavinous."


"Wow, ¿en serio? Entonces, deben de ser muy raras."


"Estas son oxalis." Rothesay se arrodilló cerca de Petronilla y la miró hacia arriba. "¿Conoces el significado de estas flores?"


"No... estoy segura."


"Significa que yo nunca te abandonaré."


"..."


"Nil, yo..." La garganta de Rothesay se sentía seca y él tragó con fuerza antes de continuar. "Yo nunca te haré daño."


"... Ro."


"Puedo jurarlo, Nil. Yo..."


"Ro," -interrumpió Petronilla con cuidado-. Sin embargo, había una sonrisa en su cara. Rothesay la miró con los ojos ligeramente rojos.


Él esperaba que ella nunca fuera herida debido a él. Él esperaba que ella solo riera y sonriera cuando estuviera con él. Por lo menos, él no quería herirla. Eso era todo lo que Rothesay quería en ese momento. Con una expresión al borde el llano, Rothesay terminó su oración.


"... Te amo, Nil."


"..."


"Nunca heriré a la persona que amo. Lo juro."


"Te creo, Ro. Tú..." -comenzó a decir Petronilla con voz temblorosa-. "¿Cómo no podría creerle a una persona como tú?"


"Pensé que estarías ansiosa. Estaba asustado de eso. Quiero que te preocupes al menos un poco menos acerca de cosas así cuando estés conmigo."


"¿No lo entiendes, Ro? Ya eres un hombre maravilloso para mí, mucho más de lo que merezco."


"Eso es lo que yo debería estar diciendo," -dijo Rothesay con una sonrisa-. "No sabes lo bendecido que me siento por haber sido capaz de conocer y enamorarme de una mujer como tú," -susurró Rothesay-.


"¿Quién te enseñó a decir palabras tan dulces como esas?"


Petronilla se acercó con cuidado y le dio un pequeño beso a Rothesay en la frente. Tan pronto como ella se alejó, Rothesay levantó la cabeza y la besó justo debajo de sus labios.


Los besos aumentaron lentamente. Cuando finalmente los labios de Rothesay se juntaron con los pequeños y rojos labios de Petronilla, Rothesay sintió como si hubiera conseguido el mundo entero mientras la besaba una, y otra, y otra y otra vez.


Deseaba que el tiempo se detuviera. Todo lo que quería era este momento que ambos estaban compartiendo.


"Te amo mucho, Nil," -dijo Rothesay-.


Y Dios escuchó su deseo. En el medio de una oscura y desértica noche, los dos se besaron por un largo tiempo con solo las estrellas observando.

septiembre 03, 2020

Dama A Reina - Capítulo 120

Capítulo 120. [Historia Alternativa] Capítulo 12. La Protagonista Femenina De Mi Vida




"... ¿No crees que estás siendo demasiado excesivo?" La condesa Bradington preguntó, pero el comportamiento de Rothesay fue confiado.


"Me enseñaron que la seguridad debe tener prioridad cuando uno está enfermo, madre".


"Está bien..."


La condesa Bradington miró a su hijo con torpeza. Lo recordó claramente diciendo "No tengo intenciones de casarme" ni siquiera hace unos días. Hizo todo lo posible por respetar los deseos de su hijo, y decidió dejarlo seguir su propio camino, pero...


"¿Estás seguro de que eres mi hijo?"


Entonces sucedió esto.


Por primera vez desde que nació su hijo, la condesa Bradington no pudo ocultar la vergüenza que sentía hacia él. Por supuesto, su hijo era un caballero modelo que era amable y cortés con cualquiera que conociera, pero nunca antes había mostrado interés o consideración por el sexo opuesto, para consternación de la Condesa.


Sin embargo, ahora, su hijo era así. Concedido, la condesa Bradington no necesariamente odiaba la idea. Estaba completamente sorprendida por el gran contraste en el comportamiento de su hijo.


"Asegúrate de no agobiar a Señorita Grochester tanto como puedas", aconsejó.


"Eso es cierto". La incertidumbre se cruzó en la cara de Rothesay. "¿Qué debo hacer si ella está agobiada por mí?" se lamentó.


"Eso es algo de lo que tienes que ocuparte. Pero como lo haces por una preocupación genuina, no creo que Señorita Grochester lo considere una carga a menos que realmente no le gustes".


"¿En serio?" La expresión de Rothesay se relajó, como si se hubiera quitado un gran peso de sus hombros. Besó suavemente la mejilla izquierda de su madre. "Me iré entonces, madre", murmuró.


*


"Vaya..."


Petronilla no pudo contener su admiración por la abundancia de regalos que Rothesay trajo. Incluía un colorido ramo de flores, con Rothesay diciendo que los buenos aromas eran una gran manera de aliviar la mente y el cuerpo; algunas hojas de té exótico del Este que la familia Bradington había obtenido recientemente; y caramelos de gelatina extranjeros que se decía que eran buenos para la fatiga.


Petronilla estaba completamente desconcertada al ver esto. "Mi resfrío no es tan severo como para justificar todo esto..."


"Independientemente de si el suyo es leve o no, todos los resfriados, cuando no se tratan adecuadamente, pueden empeorar, Petronilla", dijo Rothesay suavemente mientras alimentaba a Petronilla con una de las jaleas. Petronilla aceptó automáticamente la gelatina en su boca y la masticó. Era dulce.


"Es delicioso".


"Es bueno oírlo". Rothesay sonrió, como si no pudiera ser más feliz. Ah, valió la pena preparar todo esto.


Viendo eso, un brillante rubor floreció en la cara de Petronilla. Este hombre es tan emotivo, pensó ella.


"¿Te sientes mal?" Rothesay preguntó. No pudo evitar culparse por el resfriado de Petronilla. Si la hubiera protegido de la lluvia un poco más rápido, no se habría quedado en la cama así. Ante la expresión deprimida de Rothesay, Petronilla respondió inmediatamente.


"Ese no es ciertamente el caso. Me siento perfectamente bien".


Sin embargo, tosió tan pronto como esas palabras salieron de su boca, y las manzanas de las mejillas de Petronilla se tiñeron de rojo por la vergüenza. "Está bastante polvoriento en esta habitación. Creo que algo se me atascó en la garganta", dijo apresuradamente como excusa.


"En cualquier caso, descansar es crucial, Petronilla.


"¿Te quedarás aquí, Rothesay?


"Ah..." Rothesay dudó por un momento antes de continuar. "¿Está bien si me quedo aquí?"


Con esas palabras, las mejillas de Petronilla se volvieron completamente escarlatas. Al ver eso, un pensamiento cruzó la mente de Rothesay. ¿Se ruboriza porque está avergonzada, o es sólo su fiebre?


"...Por favor, hágalo", dijo.


Bueno, no importa de cualquier manera. Lo que importa es que ahora mismo estoy a su lado.


*


"...Rothesay."


Escuchó el débil sonido de alguien llamándolo. Era una voz familiar, y una que le gustaba oír. Incluso mientras dormía, una suave sonrisa adornaba sus labios mientras pronunciaba su nombre.


"...Nulo", murmuró, y abrió suavemente los ojos. Parpadeó dos veces, y su visión se centró en la forma de una bella mujer.


Era Petronilla. Ella le sonrió.


"¿Estás despierto?"


Rothesay levantó lentamente su cuerpo. Parecía que mientras estaba amamantando a Petronilla -después de obtener el permiso de la marquesa Grochester, por supuesto- se quedó dormido.


"¿Cómo... te sientes?" preguntó con una voz ligeramente aturdida.


"Estoy bien", respondió Petronilla con una voz suave. "Siento haberla hecho dormir en una posición tan incómoda."


"Oh, no, no. Ese no es el caso, Petronilla." Como para probar un punto, Rothesay exageradamente sacudió su brazo. "No estoy nada incómodo. Estaba muy cómodo... En realidad, eso en sí mismo era un pequeño problema..."


"Ahahaha". Al ver la rara visión de un Rothesay nervioso, Petronilla no pudo evitar reírse, y Rothesay se sonrojó.


"Parezco un idiota, ¿no?", dijo.


"Ahaha-no, no." Petronilla se forzó a sí misma a calmarse y a sofocar su risa. "No me estoy riendo de ti porque creo que eres estúpido. Sólo estabas..." Fue Petronilla la que se sonrojó esta vez. "Muy linda".


“…”


"Ah, ¿por casualidad no te gusta oír cosas como esta?"


"Oh, no, no." Rothesay rápidamente sacudió la cabeza. "Me gusta. Mucho. Mucho."


"... ¿Tanto?"


"Si es algo que usted dice, mi señora, no hay manera de que no me guste."


"...he pensado esto antes, pero dices cosas tan dulces sin esfuerzo", murmuró Petronilla, aturdida. "Por casualidad, ¿te han enseñado estas cosas?"


"No. Nunca me esforcé por aprender a hablar así." Rothesay pensó por un segundo antes de responder. "Podría ser hereditario, o podría venirme naturalmente, como usted dijo, Señorita Petronilla. Mis padres son aún peores que yo."


Además, no es que haya dicho nada particularmente llamativo, murmuró para sí mismo. "Aparte de eso, ¿cómo te sientes?"


"Después de tomar una siesta, me siento mucho mejor." Petronilla extendió sus brazos sobre su cabeza. "Olvídate de mí, estabas en una posición bastante incómoda... Te quedaste dormida encorvada."


"Como dije antes, estoy bien."


"Erm, señor..." Petronilla llamó entonces tentativamente a Rothesay, quien respondió inmediatamente.


"Sí, Petronilla".


"El cumpleaños de Su Majestad se acerca. Sin duda habrá un banquete extravagante, así que..."


“…”


"¿Quieres acompañarme?", me propuso.


"Por supuesto", respondió Rothesay, radiante. Era una respuesta tan obvia. Estaba enamorado de ella. "Desde el comienzo hasta el final de la fiesta, me quedaré contigo."


“…”


"¿Me permitirás hacer eso?", preguntó.


Petronilla asintió. "Mientras no sea molesto para ti... no me importa."


"Gracias por darme permiso, mi señora. Y... gracias por pedírmelo".


"No es nada especial, pero pareces estar muy feliz."


"¿Cómo que no es nada especial?" Rothesay sacudió la cabeza mientras refutaba las palabras de Petronilla. "Cualquier cosa que digas es 'especial' para mí".


"... ¿Aprendiste a decir esto también?


"Estoy hablando en serio". Rothesay sonrió mientras continuaba. "Las confesiones sinceras son a veces consideradas como palabras de una obra de teatro. ¿Le parecieron mis palabras así, Señorita Petronilla?"


"Si ese es el caso, ¿soy la protagonista femenina de tu obra?"


"Tú eres la protagonista femenina de mi vida".


"...Qué vergüenza", murmuró Petronilla, con sus mejillas deliciosamente rosadas.


"Pero te gusta", sonrió Rothesay. "¿No es así?"


Sus palabras fueron estúpidamente verdaderas. Petronilla no pudo contener su risa.


*


Cuando Rothesay regresó a casa, decidió darle a Petronilla un regalo en conmemoración de su fecha.


"Me pregunto qué le gusta".


Dar un regalo era una de las cosas más importantes en una relación, pero no le había preguntado sus preferencias directamente. Rothesay lo estaba contemplando detenidamente en su cama cuando alguien llamó a la puerta.


"¿Quién es?", preguntó.


"Es tu padre, Ro".


"¿Padre?" Rothesay se levantó de la cama y abrió la puerta de un tirón. Una amplia sonrisa brilló instantáneamente en su rostro, en una sorpresa encantada. "¡Padre!"


"¿Has estado bien, Ro?" El Conde Bradington sonrió suavemente antes de abrazar a su hijo. Hace un tiempo, había dejado la finca de Bradington para un peregrinaje por el territorio y parecía que acababa de regresar.


"¿Ya has vuelto?" Rothesay preguntó. "Qué tan temprano".


"¡No podía dejar de pensar en tu madre! Así que le pedí al jinete que se diera prisa en volver". Era una prueba de que eran una pareja felizmente casada.


"Pero mamá no te ha mencionado realmente, papá", se rio Rothesay.


"Tu madre se avergüenza tan fácilmente. Ella también era así cuando salíamos", dijo el Conde Bradington con una sonrisa pícara. "¿Puedo pasar? Siento que hay mucho de lo que ponerse al día".


"Por supuesto. ¿Te preparo un poco de té?"


"Qué refinado de tu parte. Está bien, sentémonos allí."


La pareja padre-hijo que se sentó en la mesa de invitados no podía ser confundida con otra cosa, ya que el hijo era la viva imagen de su padre. El siempre encantadoramente digno Conde Bradington se dirigió entonces a Rothesay.


"He oído que hay una joven dama con la que se está reuniendo ahora mismo."


"Así que mamá ya te lo ha dicho."


"Así es. ¿Es Señorita Grochester?"


"Sí".


"He oído que es una joven brillante y amable. ¿No es la hermana gemela mayor de Su Majestad la Reina?"


"Sí, eso es correcto."


"Tu madre me decía que has insistido en que nunca te casarás... ...pero parece que te pareces a mí."


"¿Cómo es eso?" Rothesay preguntó con curiosidad.


"Yo era igual. ¿No te lo dijo tu madre?"


"Ah, lo mencionó cuando le dije que no me casaría." Rothesay sonrió avergonzada. "Supongo que soy verdaderamente tu hijo después de todo, padre".


"Parece que sí. Pero eso no significa que tengas que salirte con la tuya en estos aspectos también." El Conde Bradington sonrió de nuevo, antes de hacer una pregunta. "Pero tu cara no se ve muy bien. ¿La cita no fue bien?"


"No, no es eso..."


Con voz sincera, Rothesay le contó a su padre sus preocupaciones.


"Hace unos días, empezamos a salir, y quise darle un regalo en conmemoración, pero olvidé preguntarle qué le gustaba..." Aun lamentándose, Rothesay preguntó entonces: "Padre, ¿qué hiciste? ¿Crees que estoy exagerando?"


"No. Nunca puedes exagerar con un regalo, no importa cuántas veces lo hayas hecho. Además, este es el primero, así que es mucho más especial." El Conde Bradington ofreció una amable sonrisa. "Si realmente no se te ocurre nada, un regalo que 'a cualquiera le gustaría' sería una buena opción. Pero al final, el 'mejor' regalo sería uno que satisfaga las necesidades de la persona que se regala. En otras palabras, un regalo que "sólo a esa persona le gustaría".


"Lo dices como si fuera algo fácil de hacer."


"No fue difícil para mí. Sólo eres estúpida, Ro", bromeó el Conde Bradington, pero se suavizó con la más gentil de las sonrisas. Continuó tranquilamente dando su consejo a Rothesay. "No es algo difícil. ¿No has pasado algún tiempo con Señorita Grochester antes de que ustedes dos empezaran a salir? Piensa en esos momentos juntos. ¿Qué cosas querías hacer por ella durante esos tiempos? ¿Cuáles son las cosas que querías darle?"


“…”


"Si todavía no puedes pensar en nada, entonces claramente no eres apto para salir con ella."


"¡Eso es demasiado duro, padre!" Rothesay protestó.


"Las mujeres son mucho más delicadas de lo que crees. ¿Qué tan felices serán si les das un regalo sincero de corazón? Piénsalo un poco".


Con esos consejos, el Conde Bradington se levantó de su asiento.


"¿Ya te vas?" Rothesay preguntó.


"Debo ir a ver a tu madre ahora".


"Cielos... sólo tienes que mostrar que estás viviendo una vida felizmente casada. Tengo envidia."


Con una última risa sincera, el Conde dejó la habitación de Rothesay. Rothesay se acostó en su cama. Después de pasar mucho tiempo reflexionando sobre los consejos que su padre le dio, de repente se levantó de su posición, como si de repente tuviera una idea.


Se le ocurrió un solo regalo.