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sábado, 29 de abril de 2023

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 101

Capítulo 101. Espada Arondight (2)

"¿La espada Arondight...? ¿Te refieres a las famosas espadas que nunca pierden el filo? He escuchado que ahora sólo los artesanos de la región de Laurent pueden hacerlas."

Los ojos de Raphael mostraron interés de inmediato. Fue tan tentador que incluso se mostraba enérgico aunque acababa de comer. De hecho, era inevitable porque se trataba de un regalo para un espadachín. Fue como esparcir hierba gatera delante de un gato. Arjen sonrió mientras pasaba su mano lentamente por su cabello rubio.

"Oh, sabes al respecto porque eres espadachín. Es un pequeño regalo, pero la traje para intentar ganar el favor del cuñado. Era demasiado pesado, así que no la bajé. La dejé en la parte trasera del carruaje... ¿Quieres echarle un vistazo?"

Tampoco era necesario escuchar su respuesta. Ya los muslos de Raphael estaban un poco separados de la silla. Parecía que quería salir corriendo para ver la espada.

El inquieto Raphael miró a Annette como pidiendo permiso. Parecía tan ansioso que no le importaría dejar a Annette sola en la mesa. Ella asintió con una sonrisa.

"Espero que te guste el regalo. Puedes verlo ahora mismo."

Raphael se levantó en cuanto esas palabras salieron de su boca. Estaba tan impaciente que su silla se tambaleó. Arjen, que consiguió atraer el interés de Raphael, dirigió su mirada hacia su mujer con una sonrisa.

"Mi amor. ¿Podrías mostrarle el regalo? Tiene más sentido que ustedes dos la examinen. Yo soy un nerd, no un espadachín. Así que no puedo opinar mucho al respecto."

"Por supuesto. Aprovecha que te quedas a solas con Annette."

Claire, que se levantó de su asiento, besó el cabello de su esposo antes de marcharse. Raphael siguió a Claire de cerca, intentando controlar su ansiedad. Solo quedaron sentados en la mesa los dos Bavaria. Annette, que soltó la servilleta que sostenía, miró a su hermano mientras enderezaba su postura.

"¿De qué quieres hablar que sacaste a Raphael?"

"Oh. Ya te has dado cuenta. De todos modos, mi hermana también es inteligente."

Arjen sonrió ampliamente mientras se tocaba las sienes. Golpeó repetidamente la mesa con sus uñas. Era un hábito que Arjen solía hacer cuando le daba vueltas a algo en su cabeza. Después de haber estado pensando durante un rato, Arjen se disculpó de repente.

"Lo siento. No pude estar en tu boda. Quería estar allí."

"No te preocupes hermano..."

Annette balanceó por reflejo su mano como si nada, pero su expresión se endureció. Le preguntó a Arjen con los ojos oscurecidos.

"Algo ha pasado, ¿No? Por eso ninguno de los dos pudo asistir a mi boda."

"Sí. El comandante militar casi fue asesinado, solo me dijeron que estaban investigando el caso. Pero la verdad… es que sospechaban de mí. Así que no podía regresar a Deltium. Si me iba en esas circunstancias, mi vida se arruinaría por completo."

Arjen, que había hablado de forma casual, se encogió de hombros. El corazón de Annette se aceleró al escuchar esas palabras. Arjen estaba en desventaja en muchos aspectos en el Imperio por ser extranjero. ¡Pero era difícil imaginar que casi se le acusaba de asesinar al comandante! Debe haber sido una situación realmente peligrosa.

"¿Quién podría haber planeado algo así? ¿Se te ocurre alguien?"

"Hay tantos que no puedo ni contarlos. Por eso tardé demasiado tiempo en tener una pista."

Arjen tenía una mirada seria. El Primer Ministro de origen extranjero debía ser literalmente como una espina clavada para muchos. A pesar del apoyo de la familia de Claire, habían tantos que querían hundir a Arjen como estrellas en el cielo nocturno. Así que al principio pensó que se trataba de una conspiración tramada por alguno de sus enemigos políticos del Imperio. Aunque no tardó mucho tiempo en llegar al verdadero trasfondo.

Su hermana escuchaba atentamente sus palabras. La dulce Annette. Ella siempre había sido una chica encantadora. Esa imagen permaneció en su mente porque pronto se fue al Imperio Chapelle. Para Arjen ella era una mujer inocente que había que proteger.

Pero la Annette que veía hoy parecía haber cambiado mucho. Sus ojos reflejaban una aguda inteligencia y sus suaves labios estaban sellados por una firme determinación. Arjen se sintió satisfecho. De todos modos, compartían el mismo linaje.

"Annette."

Sus ojos púrpura, similares a los de su padre, miraban fijamente a Annette. Cuando su sonrisa se desvaneció, Arjen le preguntó con seriedad.

"¿Cuánto confías en tu esposo?"