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viernes, 31 de marzo de 2023

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 81

Capítulo 81. Nuestro Deber (1)

Annette no respondió. Intentó devolverle la mirada, pero no pudo porque Raphael la tenía estrechamente abrazada. Cuando levantó la mirada apenas pudo mirar su barbilla. Sus labios rojos situados más arriba de su mandíbula desprendían un atractivo varonil. 

Raphael besó la cabeza de Annette, luego le mordió el lóbulo de su oreja. Por un momento sus labios se torcieron como si estuviera a punto de llorar.

"¿Qué voy a hacer contigo, Annette?"

Un suspiro caliente se escapó entre sus labios, causándole cosquillas en la frente. Su voz parecía triste, pero probablemente era sólo su imaginación. Ella bajó la mirada. Entonces habló con una sonrisa tan superficial como si estuviera interactuando en un evento social.

"¿Por qué de repente actúas de esta manera? De todos modos, ni siquiera te gusto. Tenemos una relación donde solo debemos cumplir con nuestros deberes. ¿No es esta la vida matrimonial que quieres?"

La hermosa voz de Annette sólo recitó frías palabras. Raphael, que escuchó en silencio, la abrazó un poco más fuerte. Sentía como si ella estuviera demasiado lejos, aunque estaba en su pecho. Había una sensación de distanciamiento. Raphael bajó la cabeza para besar su pálido cuello. Su acción tenía una clara intención.

"Tienes razón. Cumplamos nuestro deber el uno con el otro."

Annette apartó por el hombro a Raphael con el ceño fruncido. Pero Raphael agarró su delgada muñeca y extendió su otra mano para agarrarle la barbilla. Sus brillantes ojos azules, que estaban enrojecidos debido al alcohol, contenían tristeza en lugar de lujuria.

"No me apartes así. Cada vez que lo haces... siento que realmente me volveré loco."

La voz de Raphael para sus oídos sonó como el grito de un animal herido. En el momento en que escuchó sus palabras, los brazos de Annette se relajaron. El hecho de que Raphael pareciera un poco afligido, suavizó su actitud.

Entonces, la levantó por la cintura, para dirigirse a la habitación. Tan pronto como puso su cuerpo en la cama, sus labios se abalanzaron hacia Annette como una atadura. Fue un beso apasionado del que no pudo resistirse.

Annette quiso empujarlo varias veces, pero finalmente cerró los ojos entre sus brazos. Ella no entendía como podía hacer esto si no le gustaba. Pero no tenía sentido preguntarle de nuevo en este momento.

Raphael le quitó el camisón. El aire frío de la noche acarició su cuerpo d3snudo. Abrió sus piernas bruscamente. Annette se mordió el labio con vergüenza, porque su zona ínt!ma quedó expuesta claramente por la luz de la lámpara de aceite. Pero Raphael no tuvo piedad. Metió sus dedos entre sus piernas.

"¡Ahh!"

Un breve gemido de dolor salió de la boca de Annette. Sus paredes v@g!nales aún no húmedas mordieron sus dedos. El impaciente Raphael retiró sus dedos. Cuando se inclinó hacia su entrepierna, ella pudo sentir su aliento en su punto sensible. Pronto sus labios cubrieron su cl!t0ris. Ella se sobresaltaba cada vez que la punta flexible de su lengua le lamía el cl!t0ris. Habló con sus ojos siendo consumidos por el pl@cer.

"¡Ahh! No me gusta. No lo hagas."

Annette agarró su cabeza mientras sus piernas temblaban. Sus dedos blancos se entrelazaron en el cabello negro tan oscuro como la noche. A diferencia de su mente cerrada, su cuerpo reaccionó con franqueza al pl@cer. Raphael devoró su v@g!na llena de néctar como un animal salvaje.

Sus suaves labios rozaron sus labios como pétalos hasta que introdujo su lengua en su cavidad. Un sonido húmedo resonaba en la habitación cada vez que su lengua entraba y salía. Toda su entrepierna estaba mojada. Su mente comenzó a tambalearse.

Como la entrada estaba húmeda, Raphael introdujo dos dedos. Annette contuvo sus gemidos, mientras intentaba las sensaciones pl@centeras que estaba experimentando. Sus paredes v@g!nales estaban tan apretadas que al principio fue un poco difícil introducirlos, pero poco a poco se fue suavizando. Sus dedos también frotaron su punto débil.

Annette sintió que el calor se extendía en su interior como si hubiera bebido alcohol. Había llegado el momento de hacer arder la llama del deseo.