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domingo, 9 de octubre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 32

Capítulo 32. Una Simple Decisión


A estas alturas, el nombre que vio en la lápida le resultaba muy familiar.

Robert Smith, murió a la edad de 27 años. Muerto en batalla, reprimiendo a la Resistencia de Letan.

Ese era el nombre de la persona con la que Raphael hablaba tan a menudo cuando estaba sonámbulo en sus pesadillas, suplicándole repetidamente que le perdonara. El nombre grabado en esta lápida era el mismo que estaba tan dolorosamente grabado en el corazón de Raphael.

Él no le devolvió la mirada. Él estaba tan quieto mientras miraba la tumba, que podría haber sido uno de los ángeles de piedra, o el dios de la muerte, custodiando el cementerio.

"Conoces este nombre, ¿no?" Preguntó, mordiéndose los labios. "Todas las noches, cuando..."

Su rostro se contorsionó como si estuviera confesando algo totalmente aborrecible, y aunque no terminó la frase, ella supo lo que quería decir. Raphael era un hombre orgulloso. No podía aceptar esta debilidad.

Automáticamente, ella agarró su mano, apretándola afectuosamente. No podía soportar verlo tan atormentado. Y sorprendentemente, él no se quejó. Miró su mano, pero no la apartó.

"¿Qué clase de persona era?" Preguntó en voz baja, para darle tiempo a calmarse.

"Era mi ayudante de campo. Se quedó atrás para contener a una unidad de Letan, pero tropezó con una de sus trincheras y se rompió las piernas. No pudo escapar. Si me hubiera quedado con él... ambos habríamos muerto."

Raphael se detuvo, apretando la manos. Tal vez había luchado hasta el final y luego se había visto obligado a retirarse, dejando a Robert atrás. Y esa culpa todavía le atormentaba. Cada noche, volvía a soñar con la muerte de Robert.

Por supuesto, a ella le daba lástima. Si hubiera tenido que dejar a Claire en peligro mientras ella huía, se habría sentido culpable el resto de su vida. Ninguna palabra podía consolarle. Annette le cogió la mano con más fuerza.

No dijo nada más. En silencio, extendió la mano para quitar la suciedad de la lápida y limpiar el musgo que crecía sobre las letras. Fue una acción brusca, pero estaba claro que había un sentimiento cálido detrás de la misma.

Al verlo, Annette sonrió en su interior. En su vida pasada, después de su muerte, ¿Raphael habría visitado su tumba? ¿La habría cuidado así?

Se sentía mareada sólo de pensarlo. Si él hubiera venido a pararse ante su lápida, vestido con un traje negro, ¿Qué actitud habría tenido? ¿Habría sido feliz, pensando que su enfermiza esposa se había ido por fin? ¿O se habría sentido desolado?

Era un misterio que no quería aclarar. No volvería a morir así, por lo que no tuvo más remedio que obviarlo. Cada vez que pensaba en él diciendo que la odiaba, le dolía el corazón.

Pero él nunca me habló de Robert...

En su última vida, nunca había sido tan cercana de Raphael como para saber nada de esto. Ni el trauma que sufrió por la guerra, ni la herida que Robert le había dejado como una espina en el corazón.

Ella ni siquiera había preguntado. Raphael había decidido decírselo a ella primero. ¿Realmente la odiaba? Tenía que reconsiderarlo, pero no pudo evitar sentir un pequeño brote de esperanza.

"Umm... ¿Raphael?"

A Annette nunca se le había dado bien adivinar lo que otra persona podía estar pensando, para ajustar su comportamiento en consecuencia. Siempre había preguntado directamente. Y aunque podría sentirse herida de nuevo si él repetía que la odiaba, estaría mucho más cerca de la verdad.

"¿Por qué me has traído aquí?" Preguntó, levantando la vista hacia él. Los ojos oscuros de Raphael se encontraron con los suyos. Sus labios rojos eran sorprendentemente hermosos.

"Porque sabes mi secreto."

"¿Eso es todo?"

"¿Debería haber otra razón?"

El pequeño brote de esperanza en su corazón se marchitó inmediatamente. Por supuesto, ella realmente no esperaba que él dijera algo como, 'no te odio tanto como antes'. Pero esa voz fría parecía advertirle que no esperara nada más. Eso por sí solo fue lo suficientemente duro, pero Raphael agachó la cabeza, agarrando su hombro con fuerza.

"Ni se te ocurra decir una palabra sobre esto a nadie más", susurró. "Mantén la boca cerrada."

Sus profundos ojos azules la miraron con fiereza.

Así que sólo había compartido este secreto porque tenía que hacerlo, no porque quisiera confiar en ella, o abrir su corazón de alguna manera. Annette se tragó un suspiro.

Era hora de volver al Gremio Secreto.

Ella permaneció en silencio mientras salían del cementerio, con la mirada perdida en la pequeña ventana del carruaje. Sus pestañas doradas estaban bajadas débilmente, y sus labios apretados. La visión hizo que el pecho de Raphael se sintiera inexplicablemente apretado.

¿Se ha ofendido?

Raphael había dado por sentado su costumbre de sonreírle siempre y entablar conversación. Después de cuidarla, le tomó un pequeño afecto, le gustara o no. Por eso la había llevado a la tumba de Robert.

Pero debido a su propia naturaleza contradictoria, no podía evitar desconfiar de ella, y se avergonzaba de mostrarle su secreto. Si Annette se lo contaba a alguien... él tenía muchos enemigos. Era demasiado horrible pensar en ello.

No tuvo el tiempo suficiente para contarle sus secretos, así que no había estado preparado. Sólo se lo había contado porque le habían pillado. Probablemente era la peor manera de dar explicaciones, y estaba claro que Annette se había tomado muy a pecho su orden de mantener la boca cerrada.

Debería haberlo dicho con más delicadeza.

Raphael frunció el ceño, arrepintiéndose. Sólo había una manera de que un bastardo pudiera sobrevivir en la sociedad noble. Levantar la barbilla, mantener la cabeza más alta, desafiar a cualquiera que lo señalara, y morderlo primero, feroz como una bestia.

Un hombre que siempre había estado rodeado de enemigos sería receloso. Su manera agresiva de hablar no podía cambiar de repente. De todos modos, había estado seguro de que estaría solo toda su vida y, hasta ahora, nunca se había arrepentido.

Esta vez, se arrepintió.

"Annette."

"Sí". Ella giró la cabeza, y cuando sus ojos se encontraron, sus labios se movieron para mostrar su elegante sonrisa habitual.

Eso hizo que su corazón se desplomara. De alguna manera, aunque estaba sentada a su lado, la sentía muy lejana, como si fuera a abrir la puerta del carruaje para irse. Y tenía mucha razón; Annette estaba pensando en el Gremio Secreto en ese preciso momento.

Raphael siempre había sido una especie de bestia noble, con instintos muy agudos que le impulsaban a hacer algo. Ahora.

"Annette, si no te importa, paremos a cenar aquí", dijo, con un impulso ansioso. "¿Qué te parece?"

"...¿Aquí?" Intrigada, sus ojos se iluminaron. Estaban pasando por un pequeño pueblo, bastante alejado de la mansión, un lugar emocionante para la protegida Annette. Ella había vivido toda su vida de forma rigurosa, así que nunca había estado en un restaurante en un lugar como este. "Está bien."

Tendría que acostumbrarse a la vida de una plebeya de todos modos, si pretendía mudarse a Osland para empezar de nuevo. Raphael asomó la cabeza por la ventana del carruaje para dar instrucciones al cochero. Unos diez minutos después, el carruaje se detuvo en una calle muy transitada.

Con mucho cuidado, Raphael descendió primero y sostuvo la puerta para Annette, tomando su mano. Fue un gesto mucho más atento que su habitual negligencia, pero Annette estaba demasiado emocionada por las ajetreadas y caóticas calles como para darse cuenta.

"¡Oh, Dios mío! Nunca había estado en un lugar como éste."

El mercado estaba muy lejos de los aristocráticos distritos comerciales a los que ella estaba acostumbrada, por lo que Raphael estaba un poco preocupado. No había un lugar adecuado para sus refinados gustos; en su mayoría concurría la clase baja y a los mercaderes adinerados. Pero ella parecía muy emocionada.

"Todo desde allí hasta allí son restaurantes, creo", dijo, aclarándose la garganta y señalando. "Elige el lugar que quieras."

"Yo... ¿puedo elegir?"

"Claro", respondió él con facilidad. Eso no era nada para él, pero ella estaba radiante. Puso una sonrisa tan hermosa que lo dejó sin aliento. Él sintió como si algo le hubiera golpeado muy fuerte.

¿Por qué está tan contenta?

Aquella sonrisa era como verla florecer ante sus ojos.

Raphael sabía que a Annette nunca se le había permitido tomar ni siquiera esta sencilla decisión en toda su vida. Su padre era un aristócrata extremadamente conservador, un tirano que controlaba todo a su alrededor. Annette sólo había sido una de sus posesiones.

Esa era la razón por la que ella no había intentado cambiar nada en su vida pasada. Pero esta vez no quería vivir así, y que Raphael la dejara elegir la hacía increíblemente feliz. Annette miró los numerosos restaurantes y dio un pequeño salto a su lado, decidiendo a dónde ir.

"Vamos... por aquí", dijo con una amplia sonrisa, olvidando todos sus otros problemas. Ni siquiera se dio cuenta de que él no se había movido, permaneciendo aturdido mientras la miraba.