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lunes, 10 de octubre de 2022

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 433

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 433. ¿Realmente No Recuerdas? (2)



"Lamento decir esto, Condesa Jubel. ¿Los sirvientes del Imperio Oriental son todos iguales?"

Era un día soleado. Los rayos del sol penetraban en mi habitación y el viento acariciaba mis mejillas. El clima era perfecto, así que me senté a leer un libro cerca de las ventanas completamente abiertas.

Laura estaba recostada en un sofá cercano, bostezando y dormitando.

En medio de este ambiente tan cálido, la voz aguda de Rose captó mi atención de inmediato. Cuando aparté la vista del libro y la miré, la Condesa Jubel también parecía desconcertada.

"¿A qué te refieres?"

Rose resopló molesta con los brazos cruzados.

"Los sirvientes traídos por el Emperador Sovieshu son arrogantes y no hacen bien su trabajo. Sólo ha pasado un día desde que llegaron aquí y ya están causando problemas."

"¿En serio?"

"Sí."

"Qué extraño. ¿A qué podría deberse?"

La Condesa Jubel no respondió más después de eso, probablemente porque prefería no hablar mal del Imperio Oriental, y continuó con lo que estaba haciendo.

Rose expresó su descontento un par de veces más, pero como la Condesa Jubel no parecía prestarle mucha atención, eventualmente cerró la boca y se fue.

Sin embargo, al cabo de un rato volvió con cara de asombro.

"Su Majestad, Su Majestad. El Emperador Sovieshu viene a visitarla."

"Sovieshu..."

"Sí, lo vi venir en esta dirección mientras caminaba hacia allá, ahora—"

En el momento en que iba a decir, 'ahora debe estar cerca'. Una campana sonó y una voz vino del otro lado de la puerta.

"Su Majestad. El Emperador del Imperio Oriental desea reunirse con usted."

Rose, que se había despertado, se levantó rápidamente. Mastas también se levantó con su lanza afilada.

La Condesa Jubel me miró con ansiedad.

Yo también estaba... un poco desconcertada. No esperaba que viniera hasta aquí.

Pero no podía evitarlo, así que le permití entrar.

Instantes después, la puerta se abrió y entró Sovieshu.

A diferencia de ayer, que vestía completamente formal, hoy vestía casualmente con una camisa color melocotón y unos pantalones negros.

Nada más entrar, me sonrió sutilmente mientras lo miraba con una expresión seria. Una vez que mis damas de compañía salieron, le pregunté bruscamente.

"¿Qué estás tramando ahora? Si estás aquí para recuperarte, ¿cómo explicas tus acciones de ayer y de hoy?"

"Me siento mejor cuando te veo."

"Yo no. Te he dicho en otras ocasiones que no me hables de manera informal, Sovieshu."

"A mí no me molesta que me hables de manera informal."

¿Qué?

"¿Qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loco?"

"Sí, me he vuelto loco."

"..."

¿No ha venido por un asunto importante? ¿Está bromeando en este momento? ¿Qué intenciones tienes al venir aquí?

Mientras lo miraba confundida, Sovieshu sonrió torpemente.

"Realmente me he vuelto loco, Navier."

Mi ex-esposo dice que se ha vuelto loco. ¿Cómo debería reaccionar en esta situación?

1. Poner mi mano en su frente para ver si tiene fiebre.

2. Golpear su frente para asegurarme de que no ha perdido la cordura.

3. Decir que es mentira, que no le creo.

4. 4... No se me ocurre nada para la cuarta opción. Optaré por la opción número tres.

"No mientas."

Hablé fríamente con los ojos entrecerrados.

Sovieshu se puso el dedo en la sien derecha y lo desplazó por su frente hasta la sien del otro lado.

"De aquí a aquí. No recuerdo."

"¿Qué quieres decir?"

"Lo último que recuerdo es haber subido a un árbol alto para intentar recoger melocotones para ti."
.
Eso fue hace varios años. En nuestros días como príncipes herederos, solíamos leer novelas románticas recostados uno al lado del otro en el suelo. En las partes en las que los enamorados se susurraban palabras de amor, ambos nos reíamos avergonzados y en las partes en las que se besaban nos mirábamos los labios.

Entre esas novelas románticas, había una historia en la que un hombre subía a lo alto de un árbol para recoger frutas para su amada.

— ¿Puedes hacerlo?

Le pregunté mientras señalaba esa escena del libro. Sovieshu afirmó con confianza que podía hacerlo.

— Entonces hazlo para mí.

Tras mi petición, Sovieshu me llamó al día siguiente para que lo viera recoger melocotones para mí. Sin embargo, se cayó del árbol y varios melocotones me golpearon en la cabeza.

A pesar del dolor en mi cabeza, estaba más preocupada por Sovieshu, que se había desmayado.

Fue sólo mientras lloraba y llamaba al médico del palacio que me di cuenta de que tenía un chichón en la frente.

Estaba asustada por el estado de Sovieshu, pero cuando se despertó y vino a mi habitación, sacó varios melocotones y dijo, "Lo siento. Están aplastados."

Extrañamente, mi preocupación fue reemplazada por la ira. Tomé dos almohadas y lo golpeé en la espalda... mientras Sovieshu intentaba huir, se le escaparon los melocotones de las manos.

Me resbalé al pisar los melocotones, por lo que Sovieshu me atrapó apresuradamente, me cubrió con su cuerpo y caímos juntos.


Terminamos caóticamente en el suelo duro, abrazados torpemente.

Varias plumas blancas, que salieron de la almohada desgarrada, aterrizaron sobre su cabello negro. Una pluma también aterrizó sobre mis labios.

Sovieshu levantó la mano y me quitó la pluma con cuidado. Después de que la pluma que me hacía cosquillas en los labios desapareció, Sovieshu me besó fugazmente en los labios, tan suave como una pluma.

Con la cara más roja que un melocotón, me miró y se levantó rápidamente.

Me extendió la mano para ayudarme a levantar y salió corriendo, pero entonces también se resbaló con un trozo de melocotón y se cayó, dándose un golpe en la cabeza.

Sonó como un golpe fuerte. Antes de que pudiera preguntarle si estaba bien, abrió apresuradamente la puerta y escapó.

Me avergonzaba perseguirlo, así que me puse en cuclillas y abracé la almohada desgarrada.

Nuestro primer beso estuvo lleno de plumas blancas, caos y olor a melocotón.

¿Sovieshu hablaba de esa historia?

No esperaba que mis ojos se llenaran de lágrimas. Me dolió mucho recordar en este día soleado los momentos felices que vivimos juntos, por lo que me enojé.

¿Qué le pasa? ¿Por qué tiene que hablar del pasado? ¿Por qué insiste en recordarme que me abandonó? He estado tratando de cerrar las heridas que me causó. 

Cuando recuerdo nuestros momentos felices, mi ira crece enormemente. Fue él quien tiró todos esos momentos a la basura.

Mientras lo miraba fríamente con los labios apretados, Sovieshu levantó con cuidado su mano y la pasó por mis ojos. Una lágrima, que derramé sin darme cuenta, se deslizó por sus dedos.

Di un paso atrás con determinación y repetí con la mayor frialdad posible, "No mientas..."

Sovieshu sonrió débilmente y bajó la mirada. A decir verdad, no parecía estar mintiendo.

"Sé que nadie dirá nada bueno de mí por venir hasta aquí."

"..."

"Pero tenía que venir."

"Basta."

"Los melocotones cayeron sobre ti."

"¡!"

"Tenía que asegurarme de que estuvieras bien."

"¡Basta!"

Ante mi grito, Sovieshu finalmente cerró la boca. Lo miré con los puños cerrados, después señalé con el dedo la puerta y volví a gritar.

"¡Fuera!"

Estas no eran palabras que la Emperatriz del Imperio Occidental debía decir al Emperador del Imperio Oriental.

Absolutamente no. Fue grosero e irrespetuoso.

Sin embargo, no soportaría mirar su cara por más tiempo.

Me prometí a mí misma tratarlo como a los demás y no mostrarle la más mínima vulnerabilidad. Pero cuando sacó a relucir nuestros hermosos recuerdos, las heridas, que se habían cerrado, se reabrieron y perdí la compostura.

"Me iré."

Sovieshu respondió con tranquilidad y levantó la vista para mirarme a los ojos.

"Te escucharé obedientemente."

Tras pronunciar estas palabras inesperadas, salió de inmediato.

Se fue porque se lo exigí. Me dejó más confundida en el momento en que se fue.

Me quedé mirando la puerta cerrada con la boca abierta. ¿Qué acababa de decir...? ¿Obediente? ¿Ese hombre orgulloso realmente usó la palabra 'obediente'?

— Estoy cansado de discutir contigo. ¿No puedes ser obediente por una vez?"

En mi mente resonó aquella voz fría, la voz que hizo pedazos mi orgullo y me sumió en la desesperanza.

***