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sábado, 8 de octubre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 31

Capítulo 31. Primera Cita


Acostado de lado, Raphael apoyó su barbilla en la mano y miró la cara dormida de Annette. Después de haber sido zarandeada por Raphael tantas veces, dormía como un tronco. A diferencia de Raphael, que tenía problemas para dormir, ella podía quedarse dormida en cuanto su cabeza tocaba la almohada.

Extendiendo la mano, le tocó la frente y el cuello para comprobar su temperatura por costumbre. No había fiebre. Era difícil comprobar su mano derecha debido al vendaje, pero a juzgar por su muñeca, no había ninguna hinchazón nueva.

Lamentó haberla sometido a un esfuerzo excesivo tan pronto como se había recuperado de la fiebre. Se reprendió a sí mismo por no controlar sus deseos cuando sabía que ella era delicada, y que no era seguro tratarla con brusquedad. La próxima vez tendría más cuidado con ella. Sus ojos todavía estaban un poco hinchados por el llanto. Mirarla así causó que le doliera el pecho, como si una pequeña espina se hubiera alojado en su corazón.

Los profundos ojos azules de Raphael se movieron lentamente sobre su silueta dormida. Incluso dormida, se veía perfectamente, tumbada de espaldas con las manos apoyadas en el estómago. Le irritaba, pero le hacía sonreír al mismo tiempo. Cuando se dio cuenta de que le estaba sonriendo a ella, instantáneamente endureció su rostro.

Joder.

Quería zarandearla en la cama, era normal que un hombre hiciera eso con su mujer, y luego se fuera sin mirar atrás. Estaban casados, además sin ningún sentimiento de por medio. Entonces, ¿por qué miraba la cara de esta mujer dormida sonriendo como un idiota?

Raphael se pasó las manos por la cara, frotándose los ojos hasta que le picaron, pero aún así encontró su rostro lo suficientemente hermoso como para hacerle maldecir. Las débiles manchas de lágrimas en sus mejillas, sus labios hinchados, el cabello rubio sobre sus mejillas... todo era tan bonito.

¿Qué demonios estoy haciendo?

Raphael estaba muy confundido.

Incluso ahora, cuando recordaba todos los insultos que le había dicho su padre, apretaba los dientes de rabia. El Duque Bavaria, el linaje más vil de los aristócratas, era el peor socio posible para el ilegítimo Raphael. Pero, ¿por qué la hija de ese hombre le parecía tan condenadamente bella?

Avergonzado, ahogó su cara en las sábanas, gimiendo.

"Mmm... ¿Raphael?"

La pregunta somnolienta provino de Annette, que estaba con los ojos entreabiertos mientras su mano se movía en su dirección, acariciando su hombro descubierto.

"Está bien, Raphael...", ella balbuceó, claramente inconsciente. "Nadie te hará daño... te protegeré..."

Después de un s3x0 vigoroso, su voz estaba un poco ronca. Raphael frunció el ceño mientras ella pronunciaba las inexplicables palabras, preguntándose el motivo, pero Annette no estaba en condiciones de dar explicaciones. Incluso semiconsciente, repitió las palabras de consuelo, como si las hubiera dicho muchas veces antes.

"No has hecho nada malo... no estés triste... la guerra ha terminado, así que sólo... duerme..."

Su voz se apagó. La pequeña mano de ella se desprendió de su hombro. Él miró su cara durante un rato, desconcertado. Luego se dio cuenta de lo que significaba.

Ella sabía de su maldito sonambulismo.

Sus ojos se oscurecieron. Había pensado que ella no tenía ni idea, pero ahora recordaba la mañana en que la encontró en su habitación. Luego hace unos días, cuando se encontró dormido en su cama. Sería una tonta si no lo supiera, y debió de mentir para proteger su orgullo. Ella sabía que a él no le gustaba que los demás conocieran sus debilidades. Ella había cerrado los fingido no saber nada, para que él no se preocupara.

"Haa."

Se le escapó un suspiro abatido. De todas las personas, esa maldita mujer de Bavaria había descubierto la debilidad que él había intentado ocultar con tanto empeño. Y estaba claro que se compadecía de él por ello.

Estaba todo perdido. Y aunque un latigazo de orgullo herido le hizo enrojecer brevemente, no fue suficiente para hacer estallar su temperamento. De hecho, se sintió menos patético de lo que hubiera esperado. Viéndola dormir a su lado tan indefensa, no sintió el impulso de retorcer su esbelto cuello para ocultar su secreto para siempre. En lugar de eso, sólo se sentía caótico.

Sacando su brazo de debajo de ella, se levantó para salir de su habitación. No quería ver su cara cuando sus pensamientos eran tan complicados. Pensaba que había recogido un pequeño trofeo llamado Annette Bavaria, pero se encontró con que vacilaba entre sus manos.

La sombra de una bestia atormentada se paseaba por el pasillo.

Parecía que tampoco iba a dormir fácilmente esta noche.

***

Incluso en mi segunda vida, el sol de la mañana sigue saliendo. Y otro nuevo día ha comenzado.

Annette no tenía un horario particular hoy. Después de lavarse y cambiarse rápidamente, fue a leer un libro en el salón a la luz del sol. Era todo lo que podía hacer con su mano herida, pero no tardó en escuchar que llamaban a su puerta. Creyendo que era una sirvienta que venía a peinarla, Annette le pidió que entrara sin levantar la vista.

"¿Estás ocupada hoy?", preguntó Raphael en su lugar, apoyado en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho, como un brabucón en la calle, aunque su apuesto rostro lo redimía con creces.

Ayer ni siquiera la miraba a la cara, ¿Y ahora de repente aparecía para preguntarle eso?

"No, nada importante", dijo Annette, parpadeando sorprendida. "¿Qué pasa?"

"Nada. Quiero que me acompañes a un sitio, si puedes."

No ofreció ninguna pista sobre dónde, a pesar de hacer semejante petición de la nada. Ella se sorprendió tanto que lo miró con los ojos muy agrandados. La boca de Raphael se secó ante su expresión.

"No está tan lejos", añadió con dificultad.

"Vale..." Ella lo miró fijamente un momento, luego sonrió alegremente. "Ahora voy a prepararme."

El hecho de que se hubiera roto la mano por su culpa se compensaba con los cuidados que le había dado cuando estaba enferma, así que Annette no vio ninguna razón para negarse. Se trataba de una rara oportunidad para salir con él, por lo que su sonrisa lo deslumbró. Cuando Annette sonreía, era casi como si brillara a los ojos de Raphael. Él se quedó congelado como una piedra durante un minuto.

La gente no brillaba, se reprendió a sí mismo. Entonces salió de inmediato. Le llevaría tiempo a ella prepararse de todos modos, así que él aprovecharía para recomponerse.

***

"¿Te vas a despertarte?"

Al escuchar la fría voz sobre su cabeza, Annette abrió los ojos. El carruaje se había detenido. Debían de haber llegado. Se dio cuenta de que había estado adormecida contra el hombro de él. Su estado de ánimo no debía ser demasiado malo, si la dejaba apoyarse en él sin apartarla.

Aunque todavía era de día, el cielo estaba nublado y las sombras que se proyectaban sobre su rostro le daban un aspecto peligroso , como un demonio o un íncubo de cabello negro que viniera a robarle el alma. Tomando su mano, Annette se bajó del carruaje. Ella miró a su alrededor.

"Raphael, ¿Dónde estamos?"

Pero una vez que las vastas cantidades de mármol blanco en la distancia llamaron su atención, ella no necesitó realmente una respuesta. El aire frío y el silencio sofocante la hicieron estremecerse en la atmósfera espeluznante. Raphael la había traído a un cementerio.

La nobleza solía tener sus propios cementerios familiares, así que era la primera vez que Annette visitaba un cementerio público. No se podía comparar con los cementerios privados, pero estaba mucho mejor mantenido de lo que ella esperaba. ¿Quizás era un lugar para la alta burguesía sin propiedades?

"Si hubiera sabido que íbamos a venir aquí, me habría puesto un vestido negro", dijo, sonriendo un poco incómoda. Era su primera salida con su esposo después de su regresión, y aunque no esperaba una cita romántica, nunca pensó que él la traería a un cementerio. Miró su vestido azul claro.

"No pasa nada. No te he avisado, ¿Cómo ibas a saberlo?". contestó Raphael, inesperadamente sensato. La verdad era que le resultaba irritante mirar a todos los que venían vestidos de negro. Annette le miró a él y luego al silencioso cementerio. Pero seguía sin entender por qué habían venido.

"¿Pero qué hacemos aquí?"

Sus ojos temblaron al hacer la pregunta sin pensar. Al pensar en viejas historias de fantasmas, casi le entra un sudor frío. Habiendo muerto ya una vez, un cementerio le resultaba muy siniestro.

Raphael se limitó a encogerse de hombros, atrayéndola con él en lugar de responder. A juzgar por su expresión, no parecía que tuviera intención de enterrarla aquí. Annette tragó saliva y lo siguió nerviosa.

"Aquí está."

Raphael se detuvo ante una lápida especialmente grande que parecía costosa. Annette entrecerró los ojos para leer el grabado. Tardó un momento en darse cuenta de quién era.

"Esta lápida es..."