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jueves, 18 de marzo de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 50

Capítulo 50. ¿De Qué Hablan Esas Dos?


"Hoo... querida Dama... Puede que sólo haya sido medio día, pero no habrás tenido nada adecuado para comer en el centro de detención... No sabes lo mucho que pensé en ti, incluso mientras recorría los restaurantes fuera del palacio imperial. Fui a los lugares con las colas más largas y de paso te compré algo. Querida, oh querida, mira tu rostro arruinado. Debes haber estado muy molesta, ¿No? Come esto primero."

"¿Qué es esto? Sabes que si es comida de plebeyos... ¿Ah? ¿Esto es?" Preguntó Irene mientras dirigía su mirada a la bolsa de papel colocada en su mano y olía una sabrosa fragancia que salía de ella, aunque su contenido parecía haberse enfriado. Al leer las letras escritas en el exterior de la bolsa de papel, el rostro de Irene se tiñó de sorpresa. Resultó que su sirvienta no le había mentido sobre lo de esperar en las colas más largas; la bolsa llevaba la marca de la tienda de aperitivos más de moda en la capital.

"Lo he comprado sólo para usted. ¿No he hecho bien? Vamos, pruébalo."

Instada por su sirvienta, Irene se animó a abrir primero la bolsa y se llevó uno de los bocadillos a la boca. El sabor de la masa bien frita y espolvoreada con azúcar se extendió por la lengua de Irene, que estaba seca de pasar hambre la mayor parte del día dentro del centro de detención. 

Después de masticar unos momentos, los bordes de los ojos de Irene se volvieron rojos y, de repente, estuvo al borde de las lágrimas mientras comenzaba a lamentarse por lo que había pasado. "Cielos... Su Majestad ni siquiera parecía alegrarse de verme. Se limitó a mirarme como si fuera una molestia y le dijo al Señor Kane, 'Sácala'... ¿Qué demonios le ha pasado a Su Majestad?"

"Bueno, se ha enamorado completamente de Su Majestad La Emperatriz, eso es lo que pasa."

"¡No! No es posible... ¡Umph!" Al ver que Irene volvía a lagrimear, la santa le metió otro bocadillo en la boca como si estuviera cansada de su ruido. 'Debe de tener mucha hambre', pensó la santa. Normalmente habría empezado a gritar de indignación, pero se comió en silencio lo que le dio.

"Ahora, tengo el carruaje listo para partir, así que por hoy volvamos a la mansión y pensemos en el asunto después de descansar bien. Cuando volvamos, me uniré a ti para incendiar a esa Emperatriz hasta que te sientas mejor por dentro, Dama."

"Hay que hacerlo hasta que me sienta mejor. Pero realmente no lo entiendo. ¿Por qué su Majestad actúa de esta manera?" Hasta ese momento, Irene se acercó a la santa y le susurró en voz baja. "¿No crees que la Emperatriz le ha lanzado algún tipo de hechizo oscuro? He escuchado a algunas personas hablar de ella en el centro de detención, y dicen que la Emperatriz es encantadoramente bonita. También, que al parecer, cada día está más guapa."

"Oh, maldición..."

"¿Hmm? ¿Qué has dicho?"

"Nada. Debe estar cansada, así que, por favor, suba al carruaje y duerme un poco. Te despertaré cuando lleguemos."

Empujó a Irene al interior del carruaje y cerró la puerta. Luego, la santa se dirigió a la parte trasera del carruaje y pateó una inocente piedra en el camino. "¡Aargh! ¡Por qué la he escrito de esa manera!"

Se había dejado llevar y había acabado vertiendo todo tipo de cualidades en la protagonista, Cecile. Era una forma de facilitar el avance de la trama y, sobre todo, de satisfacer sus deseos. 

Una de esas buenas cualidades era la apariencia. Sin embargo, la apariencia no sería lo único en el arsenal de Cecile ahora; acabaría obteniendo los corazones de las jóvenes damas de la nobleza, así como de las asistentes imperiales, que se mantenían a distancia pensando que era una villana, y todo esto se debía a que la santa había escrito su novela 'colocando al personaje principal en un pedestal'. En otras palabras, cualquier cosa que hiciera Cecile seguiría recibiría elogios del tipo; '¡Ah, nuestra querida Emperatriz piensa tanto!', o '¡Ah, nuestra querida Emperatriz tiene tanto talento!'

'Con más razón tengo que entrar en el cuerpo de Cecile rápidamente. ¡Yo debería disfrutar de tales elogios! Es un dulce néctar que debo saborear'.

La santa dirigió su mirada hacia el palacio imperial. Mientras paseaba hoy por la capital, se había enterado de que un emisario del Reino de Stoan había llegado al país.