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lunes, 6 de noviembre de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 556

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 556. La Vuelta A Casa De Navier (2)



Mientras nos poníamos al día con todo lo que nos había pasado durante el tiempo que estuvimos separados, alguien llamó a la puerta.

"¡Su Majestad! ¡Soy yo!"

Laura agitó el pomo.

"¡Un momento!"

Aparté a Heinley, que me estaba besando el cuello,

"Más tarde."

Busqué un lugar donde esconderlo, pero ninguno de los muebles era lo suficientemente grande. Las habitaciones de Rwibt se caracterizaban por tener mucho espacio abierto, sin ningún sitio donde esconderse.

Heinley se echó a reír, por lo que le di un golpe en la espalda. 

'¡Heinley, pájaro travieso! ¿De qué te ríes ahora?'

Con una risa entre dientes, se transformó en pájaro y salió volando.

Observé la cola del pájaro hasta que desapareció en la distancia. Afuera, Laura volvió a llamar. Sonaba preocupada.

"Estoy bien."

Abrí rápidamente la puerta. 

Laura me miró a la cara y se relajó con una gran sonrisa. Pero un instante después, sus ojos se fijaron en algo. Ella se quedó helada.

"¿Laura?" 

'¿Por qué se puso tan nerviosa?'

Ella cerró los ojos con fuerza,

"Um, creo que olvidé algo... afuera."

Se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación. 

Fruncí el ceño, preguntándome qué había pasado. 

'Qué sospechoso.'

***

"Dios mío."

Laura caminó rápidamente por el pasillo, intentando quitarse de la cabeza la marca roja en el cuello de la Emperatriz Navier.

No era la primera vez que veía una marca como esa. Provenía de los labios de alguien. Recordó que el Emperador Heinley le había dejado tal marca antes. Pero...

'¿Quién le dejó la marca esta vez?'

Se abanicó, avergonzada. El Emperador Heinley no estaba aquí. ¿Quién se atrevería a besar el cuello de la emperatriz? La marca no había estado allí antes cuando Laura y Su Majestad se cambiaron los vestidos.

Alguien había entrado en la habitación de la emperatriz mientras ella estaba fuera. 

'¡¿Pero quién?!'

Después de devanarse los sesos, Laura apretó los puños. 

'¿La Emperatriz Navier tiene un amante? ¿Quién podría ser?'

***

A Heinley parecía gustarle el estilo de Rwibt, así que quise comprarle algunas prendas de regalo. Pero todas las tiendas de ropa que visité decían que no les quedaba nada para vender.

"¿Quién compró toda la ropa?"

"Un hombre muy apuesto."

"No creo que lo haya comprado todo."

El Gran Duque Kapmen, que me estaba acompañando, también preguntó. De nuevo, el dueño de la tienda sacudió la cabeza,

 "El hombre lo compró todo. Todo, sin importar el tamaño."

"¿Quién demonios haría eso?"

De repente, Kapmen frunció el ceño.

"¿Gran Duque? ¿Qué ocurre?"

Se puso rígido ante la respuesta del dueño de la tienda en su lengua natal. Lentamente, Kapmen se volvió hacia mí,

"Al parecer, la persona que hizo esto tenía cabello dorado y ojos púrpuras."

'Heinley.'

Mis ojos se abrieron de par en par.

'No. No puede ser.'

Kapmen llegó a la misma conclusión.

"Debe haber venido hasta aquí porque estaba preocupado."

Inmediatamente, recordé el asombro de Heinley por mi vestido de Rwibt. Pensaba que sólo me estaba haciendo un cumplido, diciéndome lo bien que me quedaba el vestido. 

'¡Qué pájaro tan tonto!'

Me llevé una mano a la frente.

"¿Podría pensar en otra cosa, por favor?"

Murmuró el Gran Duque.

"Lo siento."

Respondí sonrojada. 

***

McKenna suspiró, luchando por sostener la enorme pila de ropa. 

"Esto es suficiente."

Heinley no le hizo caso y siguió adelante,

"Todavía no."

"No es como si fueras a llevar sólo ropa de Rwibt el resto de tu vida. Si compras tantas, no podrás ponértelas todas." 

A McKenna le dolían mucho las piernas. También sus brazos y alas, que ya estaban cansados de tanto volar.

Pero Heinley se limitó a sonreír,

"Sólo dices eso porque no viste a mi reina con este tipo de vestimenta. Parecía la mismísima diosa de la música."

"¿La diosa de qué?"

Heinley suspiró feliz,

"Era tan encantadora."

McKenna sacudió la cabeza. Afortunadamente, las tiendas se estaban quedando sin ropa. 

'Si hubieran tenido más...'

Imaginarse una pila más grande le hizo estremecerse. Además, tenían un problema más serio que sus brazos doloridos. 

"Su Majestad."

"A ella también le queda bien el carmesí. El dorado. Y el azul. De hecho, le quedan bien todos los colores."

"Su Majestad. ¿Cómo vamos a llevar todo esto al Imperio Occidental?"

***

Heinley no anunció su llegada a Rwibt al día siguiente. En vez de eso, se coló en mi habitación por la noche, colmándome de besos.

"Compraste toda la ropa de las tiendas, ¿no?"

Sonrió con satisfacción,

"¿Cómo lo supiste?"

"Los dueños de las tiendas decían que un hombre apuesto de cabello dorado y ojos púrpuras lo había comprado todo."

"Parece que me consideran atractivo en ambos continentes."

 Heinley sonrió descaradamente y frotó su frente contra la mía.

"Al menos me has dicho la verdad. Pensé que lo negarías hasta que volviéramos al Imperio Occidental."

"En realidad, tengo un favor que pedirte."

Me susurró al oído,

"Necesito que lleves la ropa en el buque. No tengo forma de llevármela a casa."

Entrecerré los ojos.

'¿Está poniendo a prueba mi paciencia?'

***

Después de despedirme de Imona, subí al buque una vez más.

"Espero volver a verte."

Luego se volvió afectuosamente hacia Kapmen,

"Hijo mío, ojalá encuentres la paz en tu corazón."

Cuando Kapmen se inclinó, Imona le besó la frente. Por la forma en que lo abrazaba, me di cuenta de lo mucho que se preocupaba por él, y también de lo mucho que Kapmen se apoyaba en ella.

Al mirar hacia otro lado, me di cuenta de que había otro buque anclado cerca. La embarcación de Ángel. Imona había rechazado su oferta, pero él aún no había partido. El buque se balanceaba allí, completamente solo. Oí que había ido a visitar otro país en Hwa.

'¿Adónde podría haber ido? ¿Estaba buscando otro socio comercial?'

Para cualquier otra persona eso sería imposible, pero tratándose de Ángel nunca se sabe.

"Su Majestad."

El capitán se acercó a mí, inclinándose,

"Es hora de partir."

Tan pronto asentí, levantó las manos hacia la tripulación. Justo entonces, una vela blanca se desplegó sobre mi cabeza.

'¡Finalmente vuelvo a casa!'