Reciente

miércoles, 28 de junio de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 500

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 500. Un Paso (1)


Mientras tanto, Sovieshu reunió a sus secretarios más cercanos para discutir la propuesta de Navier. Debido a problemas con el clima, el embajador se había retrasado en el camino, por lo que la discusión se dio tarde.

"No es una mala propuesta."

Comentó el Marqués Karl,

"Siempre y cuando Su Majestad pueda ocupar el centro del escenario. Si tanto el Imperio Oriental como el Occidental se retiran de la alianza, el equilibrio de poder cambiará."

"Pero Su Majestad, usted ha estado sufriendo..."

El Conde Pirnu se aclaró la garganta,

"Pequeñas crisis. En ese estado, ¿será capaz de tomar el control cuando sea necesario? Normalmente la tarea sería fácil para usted, pero ahora mismo, su mente está... ejem. Pido disculpas, Su Majestad."

"Está bien. Puedes decirlo sin problemas. Soy muy consciente de mi estado."

Sovieshu sabía que a menudo se dejaba llevar por alucinaciones auditivas y visuales. Le angustiaba, pero no podía abandonar a su país sólo por salvar las apariencias. Hasta que se encontrara una cura, tenía que seguir gobernando lo mejor que pudiera.

"Estoy de acuerdo con el Conde Pirnu, Su Majestad."

Expresó el Conde Noreille,

"El Imperio Occidental ha mostrado cierta animosidad hacia el Imperio Oriental en otras ocasiones. Tratando de evitar a los leones, podemos acabar en la guarida del tigre. Debemos ser muy cautelosos."

El Marqués Karl suspiró,

"Además, si la alianza también ha propuesto una unión al Imperio Occidental, puede que no les importe qué bando se les une. Eso sí, nos lo propusieron a nosotros primero."

"¿Entonces no crees que deberíamos unirnos al Imperio Occidental, Marqués Karl?"

"No necesariamente. Pero en cualquier caso, debemos ser cautelosos con la alianza, Su Majestad. Como ha dicho la Emperatriz Navier, a la larga, la alianza apuntará a nuestros dos países."

Sovieshu permaneció un momento en silencio.

"A fin de cuentas, tanto la Alianza como el Imperio Occidental son chacales."

Afirmó el Conde Pirnu,

"Sin embargo, sabemos con certeza que el Imperio Occidental es el responsable de la disminución del maná. Parecen mucho más peligrosos que la alianza, que ha estado intentando acabar el problema de raíz. No creo que nos convenga unir fuerzas con ellos."

El Marqués Karl reflexionó un momento.

"¿Qué tal si nos ponemos del lado de la Alianza contra el Imperio Occidental, pero nos deslindamos de ellos antes de que descubran qué pasa con Su Majestad?"

"Su Majestad tendría que encabezar esa unión. Pero dado su estado mental..."

El Conde Pirnu volvió a mirar a Sovieshu.

Sovieshu resopló. No importaba cuánto tiempo hablaran, la discusión siempre giraba en torno a la salud de Sovieshu. Incluso una o dos veces durante la reunión, Sovieshu se desconectó y murmuró cosas que no tenían nada que ver.

Antes de que el embajador hubiera vuelto con la propuesta de Navier, el consejo se había estado debatiendo sobre si debían encontrar un pariente de la familia imperial que representara a Sovieshu en asuntos de política exterior.

Sovieshu cerró los ojos y se frotó los párpados. No paraba de decirles a los secretarios que dijeran lo que pensaban, pero siempre lo hacían con mucho cuidado. Finalmente, habló.

"Esto es lo que haremos."

Todos se callaron. Todos habían expresado sus opiniones, pero la decisión en última instancia recaía en Sovieshu, independientemente de su estado mental.

"Comuniquen a Navier que aceptaremos su propuesta."

Los que apoyaban la propuesta parecían aliviados, mientras que los demás, que mantenían sospechas sobre el Imperio Occidental, le dirigieron miradas de preocupación.

"Sin embargo..."

Ante las siguientes palabras de Sovieshu, los ojos de todos se abrieron de par en par.

La Ceremonia de Año Nuevo de la Alianza no se celebraría lejos del Imperio Occidental. No tardamos en llegar. Desde la ventanilla, vi todo tipo de carruajes en la misma dirección. De cada uno colgaban distintas banderas, y noté que había más guardias de lo normal.

No era de extrañar. Los gobernantes de cada país asistirían a la fiesta.

Recordé cuando asistí como princesa heredera del Imperio Oriental. Sovieshu había estado a mi lado entonces. Ahora, estaba sola. Me incorporé al darme cuenta.

"¿Qué ocurre, Su Majestad?" 

Preguntó McKenna, sobresaltado.

Debí haberme visto extraña, enderezándome de repente. Sacudí la cabeza. 

"No es nada."

Era demasiado embarazoso decirle que estaba intentando recomponerme.

"Ah. Bueno, pareces estar bien, pero yo estoy terriblemente nervioso."

Ciertamente parecía un manojo de nervios. Apretaba los puños una y otra vez, con los labios y los párpados temblando.

Era de esperarse. Después de todo, una vez que entráramos en el enorme edificio, McKenna tendría que abandonar nuestro grupo para buscar a Heinley. No era de extrañar que estuviera nervioso.

El carruaje finalmente se detuvo.

"¡Uf!"

McKenna exhaló una vez más.

Antes de que pudiera decir algo, el Vizconde Langdel abrió la puerta. Me extendió la mano, indicándome que saliera. Su expresión parecía anormalmente sombría. Tal vez él también estaba nervioso.

Pensándolo bien, el Vizconde tenía ese aspecto desde hace unos días. Hoy parecía especialmente grave. Preocupada, le pregunté si se había vuelto a pelear con Nian, pero me respondió que no.

A pesar de mi preocupación, Heinley estaba primero. En cuanto salí, solté la mano del Vizconde. Levanté el mentón y me arreglé la ropa.

Los miembros de la realeza y los nobles de otros carruajes me dirigieron miradas furtivas. No sé si se debía a que era la primera emperatriz que se había vuelto a casar o a que ahora era la Emperatriz del Imperio Occidental. En cualquier caso, no podía mostrarme como alguien débil.

"Vamos."

Le hice un gesto a McKenna para que me siguiera. Él y el Vizconde Langdel se colocaron a ambos lados de mí.

La ceremonia no empezaba hoy, pero la entrada a la sede de la alianza ya estaba brillantemente iluminada. El camino de piedras blancas reflejaba las luces, que parecían brillar como lámparas. Entré al castillo con determinación.

"Su Majestad, Emperatriz del Imperio Occidental."

Una voz familiar me saludó al entrar. Mis hombros se cayeron un poco cuando vi quién se acercaba. Me forcé a quedarme quieta y a levantar el mentón.

"Sir Ángel."

Una vez más, me sorprendió lo engañoso de su nombre.

Antes de salir de casa, había oído que no llegaría a la Ceremonia de Año Nuevo hasta tarde. ¿Desde cuándo está aquí?

"¿Va a su habitación? Yo le guiaré."

Ángel me ofreció su brazo. Disimulé mi desconcierto, mirando a mi alrededor. Miembros de los Caballeros Transnacionales escoltaban a cada uno de los demás visitantes a sus habitaciones. No podía ser la única que se negara. Reprimiendo una mueca de desagrado, coloqué mi mano sobre su brazo y le seguí.

"Comunicaste que el Emperador Heinley vendría contigo. ¿Por qué estás sola?" 

"Su Majestad necesitaba atender otros asuntos, así que me pidió que me adelantara."

"¿Es así?"

Ángel y el Vizconde Langdel intercambiaron miradas. Para ser precisos, Ángel le guiñó un ojo al Vizconde y éste frunció el ceño de vuelta.

¿Podría ser Ángel la razón de que el Vizconde Langdel haya estado tan sombrío últimamente?

"Es la primera vez que vienes a la Ceremonia de Año Nuevo, ¿verdad?"

Fruncí los labios.

"Oh. Mis disculpas. Ahora lo recuerdo. Los registros dicen que viniste hace un tiempo. Aunque con otro apellido y nacionalidad."

'Qué grosero...'

Apreté los dientes.

"No tiene de qué preocuparse. El Emperador del Imperio Oriental nos ha informado que no asistirá. Deben ser buenas noticias. Supongo que las cosas se complicarían si se encontraran."

Qué imbécil más molesto. Aún así, me sorprendió que Sovieshu no asistiera. Normalmente disfrutaba presumir el poder del Imperio Oriental frente a la realeza de otros países siempre que era posible.

¿Sus recuerdos seguían atascados en su época de príncipe heredero? ¿Le preocupaba que otros lo descubrieran? Pero seguramente algo así sería imposible de probar para un extraño.

De repente, vi un pájaro familiar posado cerca. Un pájaro dorado con ojos púrpuras y alas enormes. Un pájaro elegante y hermoso.

Reina. Mi querido Heinley, encerrado en una jaula de pájaros. Cielos. ¿Por qué hay una cinta púrpura alrededor de su cuello también?

Los ojos de Reina se abrieron por completo cuando me vio. Se levantó tambaleándose. Estuve a punto de correr hacia él, pero me contuve y eché un vistazo a Ángel.

Había dejado de caminar para mirarme, sonriendo.