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viernes, 5 de mayo de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 482

 La Emperatriz Divorciada - Capítulo 482.  Cambio (1)



"¡Su Majestad, todo el mundo desea desesperadamente ver a los bebés!"

"Nobles y ciudadanos por igual no paran de enviar regalos."

"Una vez que la noticia se extienda por todo el país, ¿se reunirá todo el mundo aquí para verlos?"

Mientras escuchaba la charla de mis damas de compañía, acaricié con cuidado el pecho del príncipe. Sorprendentemente, en el transcurso de un día, las arrugas de los bebés se habían atenuado. Tal como había dicho Heinley, ahora parecían ángeles. Aún les quedaban algunas arrugas, pero el médico del palacio dijo que desaparecerían en poco tiempo.

"También tenemos que pensar en nombres."

Suspiré, a lo que la Condesa Jubel asintió. 

"Tendrá que discutirlo con Su Majestad."

"Supongo que sí. Y tendremos que encontrar pronto una niñera."

Me fijé en la princesa en brazos de la Condesa Jubel. Estaba recorriendo la habitación con la mirada sin siquiera llorar. Sabía que en realidad no estaba pensando en nada, pero verla fruncir el ceño y entrecerrar los ojos la hacía parecer muy lista.  

Por otro lado, el príncipe parecía más lento. Aunque sólo era un recién nacido, ya lo notaba. 

Incluso McKenna había dicho con confianza,

"Su cara es la de Su Majestad Heinley, pero su personalidad es completamente diferente."

Estaba a punto de pedirle a la Condesa Jubel que cambiáramos de bebé, cuando oí que llamaron a la puerta. Era Heinley. Las damas de compañía le saludaron. Él tomó a la princesa en brazos de la condesa, luego despidió a las damas. 

"¿Heinley?"

Me sorprendió que hiciera eso. A continuación se acercó a mí.

"Mi Reina, yo cargaré al príncipe."

"¿Los cargarás a los dos tú solo?"

"Sí. Es hora de que se transformen en pájaros. He consultado los registros para asegurarme, y ahora es el momento."

"¿Pero y si se te cae uno mientras intentas sostener los dos a la vez?"

"Está bien. Entonces sígueme con el príncipe."

Heinley fue al dormitorio principal y colocó el nido en el centro de la cama. Luego acostó a la princesa y le tocó la barriga con los dedos. Parecía que intentaba hacerle cosquillas. En un abrir y cerrar de ojos, se hizo lo bastante pequeña como para quedar enterrada en el pañal blanco. 

"Heinley, la princesa..."

Antes de que pudiera terminar mi pregunta, un chirrido salió del interior del pañal. Poco después, un pajarito de plumas doradas asomó la cabeza. Heinley lo agarró enseguida para que no fuera engullido.

"Trae al príncipe aquí, Mi Reina."

Le entregué al príncipe sin pensarlo, y también lo convirtió en pájaro. Acto seguido, Heinley se convirtió en Reina en un parpadeo. 

Saltó a la cama y recogió a cada pajarito por el pescuezo. Los colocó en lados opuestos del nido. Los pajaritos chirriaron en señal de protesta. 

Mis bebés... ¿se convirtieron en pájaros?

Aunque sabía de antemano que esto ocurriría, no dejó de ser impactante. Ver a mis bebés transformarse era completamente distinto a ver a mi esposo hacer lo mismo. Nerviosa, me acerqué a ellos. Los pajaritos batieron sus cortas alas y abrieron sus picos hacia mí. 

Cuando intentaron abandonar el nido, Reina los empujó dentro nuevamente. Luego se agachó y envolvió sus alas alrededor de ambos, apretándolos contra su pecho. ¿Estarán bien así? 


***

No todo el mundo disfrutaba de la nueva dicha. Mientras Navier observaba cómo su esposo cuidaba de sus bebés recién nacidos, su ex esposo, Sovieshu, bajaba apresuradamente las escaleras para encontrarse con un niño llamado Ahn.

Sovieshu nunca había deseado ver a Ahn, pero una chica llamada Rivetti pronto se lo llevaría. Esta era la primera vez que realmente había pensado en el chico. ¿Podría haber una pista de sus recuerdos perdidos en la relación entre Ahn, Rivetti y Navier? 

El carruaje de Rivetti debía partir a las cinco de la tarde. Esta era la última oportunidad que tenía Sovieshu de ver juntos al niño y a Rivetti. Pero justo antes de llegar al punto de encuentro, una voz suave y tímida lo detuvo. 

"¿Su Majestad?" 

En lo que Sovieshu se dio la vuelta, vio a un niño. La mirada del chico estaba decaída, sus hombros huesudos encorvados.

"¿Quién eres?"

Preguntó Sovieshu. No reconocía al niño. Por otra parte, los niños crecían rápidamente en uno o dos años, y Sovieshu no recordaba los últimos cinco años de su vida. Probablemente, este niño era muy pequeño hace cinco años. No había forma de que Sovieshu lo reconociera. 

"Este es el Príncipe Sheir, Su Majestad."

Le informó el Marqués Karl. 

"¿Este es Sheir?"

"Sí. Pedí que lo trajeran pasado mañana, pero parece que lo trajeron antes."

El chico juntó las manos y se inclinó hasta el punto en que Sovieshu pudo ver la coronilla de su cabeza. Esa fue la primera impresión del Sovieshu del día de Sheir— la parte superior de su cabeza. No podía ver su rostro correctamente, lo que le frustraba. 

'¿Este chico realmente está siendo educado para ser el próximo emperador?'

Aunque era una medida temporal, sólo hasta que se casara, parecía obvio que este chico no debía ocupar el trono, ni siquiera temporalmente. 

A pesar de su frustración, Sovieshu contuvo sus verdaderos sentimientos. Por ahora, el chico era necesario. Le dio unas palmaditas en el hombro con una sonrisa forzada. 

"Creciste tan rápido que casi no te reconozco. ¿Cómo has estado?"

A pesar de su tono amistoso, el chico se retrajo aún más. Manteniendo la sonrisa con dificultad, Sovieshu apretó el hombro del chico y lo soltó. Luego, sin mirar atrás, se dio la vuelta y se dirigió hacia donde esperaban Rivetti y Ahn. 

Rivetti estaba sentada en la misma postura y con el mismo atuendo que el día de su llegada. Se levantó de inmediato en cuanto entró Sovieshu. 

"Su Majestad."

Por supuesto, algunas cosas eran diferentes esta vez. La expresión de Rivetti y el pequeño que estaba a su lado. 

Sovieshu frunció el ceño, y de repente se tambaleó. 

"¡¿Su Majestad?!"

Rivetti lo llamó de nuevo, pero esta vez sorprendida. Instintivamente, ella extendió las manos para sostenerlo. Sin embargo, el Marqués Karl estaba un paso por delante. Con la ayuda del Marqués, Sovieshu consiguió sentarse en el sofá. 

Con los ojos bien abiertos, Rivetti se cubrió la boca con ambas manos. Pero sus ojos se fijaron en el Marqués Karl. Hacía un momento, cuando el Marqués alcanzó a Sovieshu, ella había visto una expresión de esperanza cruzar su rostro. 

'¿No se suponía que era un leal súbdito del Emperador Sovieshu?'

Ella lo miró con consternación y confusión. El Marqués, tal vez al sentir su mirada, la miró directamente. 

Apresuradamente, ella abrazó a Ahn y actuó asustada. 

"¿Qu-Qué hacemos? ¿Está enfermo Su Majestad?" 

Ahn, que había crecido mucho últimamente, aceptó el abrazo de Rivetti sin oponer resistencia. El niño parecía deprimido, no como el chiquillo infantil que solía ser. Incluso Rivetti pensaba que el niño se comportaba de forma extraña. ¿No eran los niños de su edad ruidosos y bulliciosos como animales? Sin embargo, Ahn permanecía sumamente callado. 

Debía de estar asustado por venir de repente a un sitio desconocido. Sin embargo, ni siquiera el miedo se reflejaba en su rostro. Había actuado igual cuando ella fue donde los sirvientes a recogerlo. Se quedó allí de pie, como un muñeco sin alma.

Pero ahora no tenía tiempo de preocuparse por Ahn. Aunque el Marqués Karl le resultaba sospechoso, no le prestó atención y se centró en el Emperador,

"¿No deberíamos llamar al médico?" 

Justo entonces, Sovieshu rompió a llorar. 

"¿Su Majestad? ¡Su Majestad!"

Esta vez, el Marqués Karl exclamó, con una expresión debidamente sobresaltada. Rivetti abrazó aún más fuerte a Ahn. 

Con voz ronca, el emperador murmuró,

"Mi bebé, mi bebé."

"Mire hacia aquí, Su Majestad. ¡Su Majestad!"

El Marqués señaló a Ahn.

Rivetti tenía la certeza de que el emperador había reaccionado así tras ver a Ahn, aunque no sabía por qué. Era posible que Ahn le recordara a su propia hija, la cual había muerto a manos de unos ladrones. No obstante, se había revelado que en realidad no era su verdadera hija. Pero hasta ese momento, la había llevado con él a todas partes y la adoraba. 

Lo curioso era que el Marqués Karl debía haberse dado cuenta. Aun así, todavía no había echado ni a ella ni a Ahn.

De repente, los sollozos del Emperador Sovieshu se interrumpieron y bajó las manos. Cuando levantó la cabeza, su expresión era fría.