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jueves, 11 de mayo de 2023

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 109

Capítulo 109. Gloria Pasada (3)

Celestine no dijo nada. La última vez que quiso compartir con Annette sus sospechas sobre la identidad del verdadero culpable, tuvo que quedarse callada porque Raphael interrumpió su conversación. Lo que estaba claro era que tenía una conjetura al igual que Annette.

"¿Qué estás tratando de decir...?"

La afirmación de Annette fue firme, a pesar de su suave tono de voz. Sus palabras fueron tan contundentes que los ojos verdes de Celestine se estremecieron. Entonces Annette le preguntó con calma.  

"¿No lo has adivinado todavía? Dama Celestine, futura Princesa Heredera."

Celestine la miró con cara de asombro. Sus labios se abrieron un poco, pero luego se cerraron con impotencia. Parecía que no tenía el valor de admitirlo con su propia boca. Era lógico, considerando que dudar de la familia real era prácticamente una ofensa. Además, Celestine debía tener más cuidado porque pronto sería su familia política.

Annette comprendía la posición de Celestine. Ella podía pedirle que se fuera de este lugar, diciendo que no sabía nada. Annette no se sorprendería. Después de disparar todas las flechas que tenía, esperó con calma la siguiente reacción de Celestine.

La temblorosa Celestine se levantó de su asiento. Luego se acercó a Annette. Cuando sus ojos se encontraron cara a cara, Celestine la abrazó de repente.

"¿Ce...lestine...?"

No esperaba esto. La sorprendida Annette también la abrazó. Entonces, cuando sintió algo caliente en su hombro, escuchó un pequeño sollozo. Comenzó a llorar inesperadamente.

"Ahh, ahh... Tengo miedo. Annette. Por qué demonios ha tenido que pasar esto... ¡Wah! ¿Por qué ha tenido que ocurrir esto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Ahh!"

"No llores. Lo siento si te incomodé con este tema."

Annette tranquilizó a Celestine dándole una palmadita en la espalda. Tenía un esposo estrecho de miras, así que se había acostumbrado a persuadir a la gente.

Su consuelo extrañamente profesional funcionó muy bien. Celestine, que había llorado intensamente, recuperó poco a poco la compostura. Se apartó de Annette cubriéndose con las manos su rostro arruinado. Estaba avergonzada por haber desahogado sus emociones de una forma indignada para un noble. Además, ella era una persona bastante orgullosa.

"Toma, usa mi pañuelo si quieres."

Annette sacó rápidamente el pañuelo. Celestine lo aceptó torpemente, con una mano cubriendo su cara. Luego se dio la vuelta para limpiarse la cara mojada. Le avergonzaba mostrar su antiestética cara delante de la brillante Annette.

Puede que no fuera el caso, pero parecía que Annette fue perfecta desde su nacimiento. Celestine sabía que no podía destacar delante de ella, pero al menos no quería parecer desagradable. Cuando finalmente terminó de limpiar su rostro, se quedó dudando con el pañuelo en la mano. El pañuelo estaba lleno de sus lágrimas y secreción nasal, así que no quería devolvérselo en ese estado.

Por desgracia, Annette no era consciente de los pensamientos de Celestine. Annette tomó el pañuelo sucio de su mano. Luego miró de cerca el rostro de Celestine.

"Aquí, todavía hay. Gira la cara un poco. Lo limpiaré por ti."

Annette, que intentaba encontrar una parte limpia en el pañuelo, no tardó en guardarlo como si se hubiera rendido. Fue entonces cuando Celestine estuvo a punto de sacudir la mano de Annette por un momento. Annette, sosteniendo la manga de su prenda que seguramente era muy cara, limpió la cara de Celestine con ella.

Bajo sus largas pestañas doradas, sus ojos rosados claros como joyas miraban fijamente a Celestine. La manga del vestido azul celeste que limpiaba sus mejillas desprendía un ligero aroma floral. Pero fueron las delicadas manos de Annette las que hicieron que Celestine se sintiera más avergonzada mientras limpiaba cuidadosamente su cara con una expresión seria. Sus mejillas se calentaron de forma natural al sentir que la trataba con delicadeza.

"Mejor ahora. Está limpio de nuevo."

Las esquinas de los ojos de Annette se curvaron ligeramente mientras la miraba. Celestine se quedó atónita, como si su sonrisa fuera tan deslumbrante como el sol de verano. No había ninguna mujer como ella en el mundo.