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lunes, 6 de marzo de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 460

 La Emperatriz Divorciada - Capítulo 460. Encontrar La Debilidad (1)



¿Dónde debería alojarse Rivetti cuando llegue? ¿Debería usar una habitación de invitados distinguidos o una habitación de las damas de compañía? ¿O tal vez una habitación vacía cerca de la mía? No lo sabía.

"Si su habitación está demasiado cerca de Su Majestad, podría sentirse incómoda."

"No lo creo, Señorita Rose. Rivetti no es esa clase de chica. Es de las que están más contentas cuanto más cerca tienen a Su Majestad."

"Laura, la Señorita Rose puede que tenga razón. Es una chica brillante, pero aún así... ha pasado por muchas cosas malas. Podemos animarla, pero también podría necesitar tiempo a solas."

 Mastas se mostró de acuerdo con la Condesa Jubel,

"Así es. Ya que no fue capturada en su propio territorio, sino en un pueblo cercano, puede que quiera estar sola. Bueno, no la capturaron exactamente."

Cada dama de compañía ofreció una opinión diferente. A medida que discutían, sus opiniones cambiaron repetidamente. No sería una decisión fácil.

Dado que no se ponían de acuerdo entre ellas, me presionaron para que fuera donde Heinley. Pensaron que debería escuchar su opinión. 

Por supuesto, la verdadera razón por la que querían que hablara con él era para que pasara más tiempo a su lado. Aun así, como extrañaba a Heinley, les seguí el juego.

Inmediatamente fui a buscarle. Pero aunque fui a su oficina, al campo de entrenamiento, al jardín e incluso a su precioso nido, no había rastros de él. 

¿Podría estar herido? ¿Le habrá alcanzado una flecha mientras volaba? ¿Se habrá perdido? ¿Podría haberse desmayado? ¿Y si se despistó mientras volaba, chocó contra un árbol y se fracturó un ala?

Me horroricé al no poder encontrarlo. Mi temor empeoró cuando ni siquiera McKenna sabía dónde estaba. 

"Podría estar en un árbol tomando el sol. Lo hace a menudo. Por favor, no se preocupe."

Aunque McKenna habló con calma, cómo podría no estar preocupada.

"Un pájaro pequeño y bonito como Heinley llama mucho la atención, McKenna."

"¿Qué? ¿Un pájaro pequeño y bonito? ¿Te refieres a mí?"

"No, me refiero a Heinley. Por supuesto, tus plumas azules también son muy bonitas."

"Lo siento, Su Majestad. Con todo respeto, no puedo estar de acuerdo con que el Emperador Heinley sea bonito o pequeño. Es una cuestión de conciencia y orgullo."

McKenna sacudió la cabeza en un intento de borrar de su mente lo que le había dicho. 

Tras comprobar que no había nadie a la vista, se transformó en un pájaro azul y dio una vuelta alrededor de la habitación. Poco después, arrastró su ropa detrás de un biombo y desapareció. Regresó un momento después. 

"¿Me comprende? Yo soy un pájaro pequeño y bonito. Su Majestad Heinley es un pájaro enorme."

Para mí, las plumas doradas de Heinley eran las más bonitas. Eso también se debía a que me gustaba el dorado. Por supuesto, en términos de tamaño, McKenna era más pequeño, pero Heinley no era enorme. Tenía el tamaño perfecto para abrazarlo.

"Seguiré buscándolo."

Dado que McKenna no había sido de mucha ayuda, volví a preguntar por los alrededores. 
´
De repente, pensé en la fuente donde había descubierto que Heinley era Reina. Aquella fuente, que quedaba en el palacio abandonado, me había deparado varias sorpresas. 

¿Podría estar allí? En cuanto lo pensé, sentí una curiosa certeza de que así sería. Me apresuré en esa dirección. Entré por la puerta principal, parcialmente derruida, y caminé por el sendero de grava lleno de baches. Cuando pasé por un pasillo desierto, vi la fuente. 

Lo sabía.

Heinley estaba sentado en la fuente, mirando al cielo con los ojos cerrados mientras cantaba. A juzgar por la ropa esparcida cerca, acababa de regresar a su forma humana.


Su voz grave resonaba en el aire de la mañana. Apoyé la cabeza en una columna mientras escuchaba. Tan pronto como notó mi presencia, dejó de cantar y se volteó hacia mí. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sus cejas se alzaron.

"Mi Reina."

Con una amplia sonrisa, se acercó a mi lado y susurró a mi estómago,

"Cierra los ojos, mi bebé."

Luego me dio un beso en el dorso de la mano. Se enderezó y me besó en los labios. 

Con suavidad, me mordisqueó la nuca y los lóbulos de las orejas. Luego me susurró al oído, cerró los ojos y se apartó. Se metió en la fuente de modo que sólo se veía la parte superior de su cuerpo, por lo que me sonrió torpemente. 

"No tienes por qué avergonzarte, Heinley. De todas formas, todo me pertenece."

Era demasiado adorable. 

"¿A qué te refieres, Mi Reina?"

"Ya que has tocado mi estómago y le has hablado, yo también te tocaré. Eso es todo." 

Me puse en cuclillas y extendí una mano. 

"Pero Reina, ese no es mi estómago..."

Acaricié su cuerpo desde la parte baja de su pecho hasta los labios. Sonrojado, Heinley me mordió los dedos y sonrió.

Jugueteamos un rato, luego me levanté la falda hasta las rodillas y me senté junto a Heinley, con las piernas dentro del agua. 

"El agua está fría. ¿Estarás bien?" 

Heinley se mostró preocupado, pero estaba bien porque hacía calor. Me quité los zapatos y los puse a mi lado. 

"Puedes abrazarme para que no sienta frío." 

"Es verdad."

Extendió las manos y me abrazó. 

Pegada a él, sentí una sorprendente calidez. No en un sentido extraño, sino una sensación cálida real. Después de que pasó un rato y mi cuerpo se calentó más, recordé la razón por la que había venido a buscarlo en primer lugar. Además de lo preocupada que estaba mientras lo buscaba. 

"Me asusté porque no podía encontrarte, Heinley."

Me quejé mientras le daba una palmada en el muslo. Sólo de pensarlo me molestaba. Heinley se estremeció y luego se disculpó. 

"Necesitaba ordenar mis pensamientos."

"¿Te ayuda venir aquí?" 

"Venir aquí... me hace sentir que mis problemas no son tan graves."

"¿Por qué? ¿Este lugar tiene un significado especial?" 

Lo tenía para mí, pero en aquella ocasión, yo había visto a Heinley, no al revés. Si este lugar era especial para él, no tendría necesariamente nada que ver conmigo. Me preguntaba qué podría ser. Cuando se trataba de Heinley, sentía curiosidad por todo. 

"Hmm. Cuando era joven, no era realmente algo bueno, pero... hubo un accidente."

Heinley frunció el ceño, pero no explicó qué fue ese accidente. 

Probablemente, no era nada serio. Dudé entre indagar más o dejarlo pasar. ¿No debería indagar más si queríamos que nuestra relación progresara? Sin embargo... no quería sacar a la luz una herida de la que él no quería hablar, sólo para satisfacer mi curiosidad. Al final, decidí abordar el tema de Rivetti. 

"Rivetti llegará pronto."

"¿Rivetti?"

Heinley ladeó la cabeza, como si no supiera quién era ella. Ahora que lo pienso, no sé si Heinley y ella se habían conocido en persona. 

"Es la hija del Vizconde Roteschu..."

Cuando ahondé en más detalles, su expresión se tornó de mayor comprensión. El Vizconde Roteschu había estado del lado de Rashta y había sido mi enemigo mientras estuve en el Imperio Oriental. Por eso a Heinley le pareció extraño que su hija viniera a verme aquí. Cuando le expliqué que Rivetti era una joven que me apreciaba mucho, finalmente soltó un "Ah" de entendimiento. 

"Por lo que ocurrió con su padre y su hermano, estoy segura de que tiene demasiadas cosas en la cabeza. Le pedí que se quedara conmigo por el momento..." 

"Está bien. Haz lo que desees, mi reina. ¿No eres la dueña de este palacio?"

"No sé en qué habitación alojarla."

Después de comentarle las opiniones de mis damas de compañía, Heinley me contestó inmediatamente,

"Has dicho que esa chica te adora, ¿cierto? ¿Qué ha coleccionado todos tus retratos? Entonces sólo hay una opción: alojarla lo más lejos posible de ti."

"¿Por qué?"

"Porque realmente le gustas. Debería bastar con que se quede en el palacio."

"¡!"

"Esa es mi opinión, mi reina."

"Rivetti es una mujer, Heinley."

"Las únicas personas de las que no desconfío son tus padres, tu hermano y nuestro pajarito, mi reina."

***

Cuando el Gran Duque Lilteang llegó a la capital, tras un agónico viaje al Imperio Oriental, su enfermedad empeoró. Sovieshu llamó al médico del palacio a la mansión del Gran Duque, pero fue inútil. El Gran Duque estaba débil por la falta de alimentación y por los traumas que sufrió. Su salud se había deteriorado por completo después de que pasó todo un día bajo un aguacero.

Cuando Evely lo trató con magia curativa, sus heridas externas sanaron. Pero la enfermedad persistía, ya que su fiebre subía y bajaba repetidamente. Esto continuó durante cuatro días. Surgieron opiniones. Algunos decían que su hijo, el heredero al trono, debía ser llevado al palacio imperial, por si acaso.

El Cuarto Comandante de los Caballeros Transnacionales también hizo una visita. Los funcionarios estaban nerviosos, pero como habían previsto esto, no se sorprendieron tanto.

La noche anterior al encuentro, Sovieshu había hecho algunos preparativos para que incluso su yo del día pudiera actuar con dignidad frente al Cuarto Comandante de los Caballeros Transnacionales. Sin embargo, el tema que planteó el Comandante cuando se reunieron por primera vez en persona superó las expectativas de ambas personalidades de Sovieshu.

"He oído hablar del caso del puerto. El Imperio Oriental realmente está en un aprieto. Así que... el líder de la alianza tiene una sugerencia."

"¿Una sugerencia?"

"¿Es cierto que el Imperio Oriental tiene sospechas de que el Imperio Occidental está involucrado en el fenómeno de la disminución del maná y ha comenzado a investigar al respecto?" 

Sovieshu no respondió. 

"El líder dice que si comparte algunas pistas con nosotros, se pondrá del lado de Su Majestad en el caso del puerto."