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viernes, 12 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 4

Capítulo 4. Hola, Hermoso


Hace mucho tiempo, en una de sus conversaciones con las sirvientas de la villa real, Cecile dijo algo parecido.

Algún día, quiero hacer algo que haga que los demás se pregunten, '¿Está loca?' Aunque sea una vez, pase lo que pase, ¿No creen que sería divertido?

Cecile había pensado en varias ideas en ese momento. Cambiar todos los carteles del palacio real de forma incorrecta, pedir todo tipo de alimentos para comerlos de un solo bocado, o pasearse con ropa de invierno en pleno verano. Nada de lo que imaginó implicaba poner su vida en riesgo... como lo que estaba haciendo ahora, pidiendo que el emperador hiciera algo absurdo, como si quisiera que la mataran rápidamente el día de su boda.

Cuando su mente comenzó a asimilar las palabras que habían salido de sus labios, su corazón comenzó a golpear su caja torácica. Cecile se dio cuenta de que su corazón le preguntaba si se había vuelto loca.

'Lo siento, querido corazón . Debe ser difícil para ti cuando el cerebro y la boca actúan con locura'.

Por primera vez en su vida, Cecile le expresó su pesar a su corazón. Luego, miró a su alrededor. Los asistentes y los caballeros que estaban cerca de ella, ahora la miraban con compasión. La mirada en sus ojos era idéntica a la que la gente de Navitan le había dirigido en el pasado.

Sus miradas presagiaban la vida de Cecile después de la boda de hoy. Un futuro en el que ella estaba casada con un hombre que no amaba, en el que ella pasaría las noches a su lado, en el que ella tenía que comportarse con cuidado, sólo para que al final la enterraran algún día sin que nadie se hubiera preocupado por ella.

El mismo destino que tuvo su madre, donde su hija era la única que visitaba su tumba después de la muerte.

'No quiero vivir de esa manera'. 

Los tutores que habían enseñado a Cecile durante un mes también le contaron, con todo lujo de detalles, cuántas personas había matado el emperador hasta entonces, además de cómo las había matado. Al escuchar sus relatos, Cecile se dio cuenta que para el Emperador, su vida equivalía a la de una mosca.  No, en realidad era incluso peor. Al menos una mosca podía volar.

'Prefiero morir causando una explosión que vivir con miedo constante a la muerte'. 

Cecile especuló sobre lo que la gente diría de ella si la enterraban hoy. Llegó a la conclusión de que, al menos, su muerte dejaría más secuelas que la de su madre.

***

"¿Perdón? ¿Qué acabas de decir?"

Los sonidos de asombro de los ministros resonaron en el interior de la catedral donde se encontraba el Emperador. Estaban incrédulos a las palabras que el asistente había pronunciado.

"En otras palabras. La princesa Cecile... declaró que, según las costumbres de Navitan, no se moverá ni un un solo paso si el novio, Su Majestad, no acude a acompañarla en persona. Y también..."

"¿Y también?" 

El contenido del mensaje hasta el momento era lo suficientemente sorprendente, pero ¿Había algo más que la princesa quería? Lo ridículo del asunto provocó una agitación entre los ministros. El pontífice, situado detrás de ellos, ya estaba haciendo una señal de cruz hacia el cielo. Susurró: "Oh, Señor, te ruego que abraces el alma de la pobre niña que se avecina". Por supuesto, la oración era para Cecile.

"No sé como decirlo..." 

"¡Habla de una vez, quieres!" 

El asistente continuó con renuencia ante la insistencia de los ministros. "¡También ha pedido, según la costumbre de Navitan, que Su Majestad la lleve en brazos a la catedral!" 

"¿Eh? ¿La princesa ha enloquecido? ¿Pidiéndole eso a quién?"

Al final, los ministros no pudieron reprimir sus pensamientos internos. Con rostros pálidos, reflexionaron sobre el mensaje entregado por el asistente. Como princesa de un pequeño país, lo correcto sería que lo considerara un honor que el Emperador del Imperio le hubiera ofrecido matrimonio y que hiciera lo que le habían dicho. ¿Qué el Emperador la acompañara en persona? ¿Y que la llevara en brazos?