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sábado, 27 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 34

Capítulo 34. Suelta El Dinero


En las fronteras del Imperio se encontraba la ciudad de Manoka, la mayor representación del lujo, el placer y el deseo en el continente. En el mayor casino y hotel de Manoka, llamado Bessia, se estaba produciendo una conmoción.

"Todo dentro."

En una mesa de juego situada en el centro del vestíbulo del casino, una mujer apostó tranquilamente todo, empujando todas las fichas que tenía hacia delante.

"¡Ooh!"

Los espectadores alrededor de la mesa de juego aplaudieron y vitorearon. Al mismo tiempo, los rostros del crupier y del gerente del hotel que estaba detrás se volvieron pálidos. No se les podía culpar por tener ese aspecto; las fichas apiladas en la mesa ascendían a una suma sin precedentes en Manoka.

(Crupier - es la persona designada en una mesa de juego de casino para dirigir el mismo.)

'Quién hubiera imaginado que se utilizaría una ficha de platino cuando sólo se hizo para que fuera simbólica'.

Un sudor frío resbalaba por la frente del gerente mientras su mirada se desviaba entre la mesa de juego y la ficha de platino que brillaba sobre las otras fichas. La mujer había apostado todo a un solo número. 'Si ella vuelve a acertar...'

Las probabilidades eran de 35 a 1 en el caso de apostar a un solo número. El gerente no necesitó contar la suma de las fichas para saberlo; el casino quebraría si la mujer volvía a ganar. El casino de Bessia, que presumía de historia y tradición, caería a manos de una mujer desconocida que apareció de la noche a la mañana. Los espectadores a los que no les importaba las circunstancias del gerente charlaban alegremente detrás de la mujer.

"¡Increíble! ¿Cuántos juegos lleva?"

"No lo sé. Dicen que está ganando desde que se sentó."

"Viendo la cara del gerente, tampoco parece que sea un espectáculo manipulado... ¿Quién demonios es esa mujer?"

Una sonrisa se extendió por el rostro de la santa mientras levantaba la copa de champán que tenía delante, escuchando la charla de fondo. '¿Te preguntas quién soy? Soy la persona más noble del mundo, la más cercana y la más querida por Dios'.

La santa se miró la mano mientras decía en su mente. Una luz azul, invisible para los demás, rodeó fugazmente su mano antes de desaparecer. Se trataba de la luz de la bendición. Como ella era la encarnación del poder sagrado, podía utilizar esta luz como quisiera. Es decir, que podía realizar la sencilla hazaña de manipular una bola de la ruleta.

Mientras tanto, el crupier hizo sonar una campana para anunciar que quedaba poco tiempo para la apuesta final del juego. La mujer hacía tiempo que dominaba la mesa de juego. Mientras la santa esperaba la última llamada para las apuestas, se percató de una mirada acalorada mientras tomaba un sorbo de champán. A su lado derecho había con una mirada profunda. La santa escaneó rápidamente al hombre y procesó los resultados.

'Cara: 8 puntos; Cuerpo: 8 puntos; Estilo: 9 puntos; y 5 puntos extra por la mirada sensual. Un aprobado con un total de 30 puntos'.

Después ponerle el sello de aprobado en su corazón, le guiñó suavemente un ojo. Levantó su copa como indicándole que intentara seducirla, a lo que el hombre reaccionó acercándose y comenzando a hacer su jugada...

"No te he visto antes por aquí". Afirmó el hombre con indiferencia.

Eso era lógico, puesto que hasta hace poco ella vivía en el reino sagrado. Ella llamó al camarero, pidió otra copa de champán y se la entregó al hombre antes de responder.

"No me gusta mucho que indaguen sobre mí de esa manera", repitió la frase del protagonista de una película de espías que veía con frecuencia antes de entrar en este 'libro'. La había visto bastante sabiendo que un día como este llegaría.

"Ah, si mi curiosidad hacia tu belleza te ha ofendido, me gustaría expresar  mi sincera disculpa. ¿Me permite el honor de hacerlo?" El hombre sonrió, sin inmutarse por su comentario negativo.

Cielos, es más hábil para hablar de lo que ella esperaba. La santa le tendió lentamente la mano, y el hombre le besó suavemente el dorso, luego se despidió elegantemente. Pero cuando el hombre estaba a punto de irse, ella lo llamó de nuevo con un dedo y le susurró al oído: "Me gusta una cama caliente. ¿Entiendes? Habitación 1801. A las 10 en punto."

Los creyentes del reino se habrían desmayado si hubiesen escuchado esas palabras de ella, pero eso no le importaba. Después de todo, no estaban presentes. El hombre siguió su camino con cara de satisfacción ante el mensaje susurrado. La santa observó su espalda mientras pedía una bebida más fuerte a un camarero que estaba cerca. Sentía la necesidad de calentarse previamente para la noche.