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miércoles, 24 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 31

Capítulo 31. La Esmeralda de Aled


Sintiendo que el ambiente de la sala era más gélido que el de las llanuras en pleno invierno, Cecile se esforzó por mantener erguidas sus piernas y su cuello, que se balanceaban.

'¡Siento que mi cuello se va a romper!'

El Emperador le había puesto tantos collares alrededor del cuello que no podía ni bajar la cabeza. ¿Y los brazos? Tratar de moverlos era como intentar levantar un saco de trigo. En todo caso, tuvo la suerte de que no hubiera coronas ni nada por el estilo entre los tesoros. Ella se habría caído sobre su trasero si se le hubiera añadido algo como eso en la cabeza.

Cecile miró a Estian ante el peso cada vez más insoportable. Hasta ahora, las cosas iban como se habían practicado.

'¡Tengo que hacerlo bien hasta el final!' Temía el castigo que le esperaba si no lo hacía. 'Si no, lo hará de nuevo...'

Él presionaba sus manos por toda ella, y sin duda ella gemía a cada toque. Cada vez que Estian comenzaba a masajear a Cecile, no dejaba de amasar sus hombros, caderas, muslos, entre otras... hasta que ella se ponía llorosa. Después se sentía bien, pero ¿Por qué dolía tanto hasta el punto de querer confesar pecados inexistentes? ¿Acaso se trataba de una nueva forma de tortura?

'Y tampoco termina ahí'. La cara de Cecile se enrojeció. En el momento en que estaba llorando, suplicando perdón y prometiendo esforzarse, lo que seguía era que Estian la hostigaba con  algo que no eran sus manos durante toda la noche. No paraba por mucho que ella le suplicara. Cada vez que ocurría, Cecile volvía a darse cuenta de que Estian realmente era un tirano. Aunque, bueno, a ella le gustaba.

Mientras Cecile se preparaba para lo siguiente, Estian le agarró la mano izquierda y la acercó a sus labios, dándole un beso y luego diciendo, "Ya veo. Entonces, la próxima semana, después de conquistar el Reino de Tetin, debería traer la piedra preciosa que ellos consideran el orgullo de su nación. Por lo visto, aún está sin cortar y sin pulir, así que sólo hay que procesarla después de tomarla. Es un enorme peridoto llamado El Bosque de Tetin."

El embajador del Reino de Tetin también se derrumbó al escuchar la repentina declaración de guerra.

"Lo traeré para hacer un anillo digno de estos hermosos dedos. ¿Te satisface?"

Con el corazón alegre, Cecile recitó la última línea que tanto había practicado. "Gracias, Su Majestad. Y se lo diré por si acaso..."

Cecile intentó desesperadamente recrear la sonrisa que había practicado. "Tengo diez dedos, y está de moda llevar tres anillos en un dedo."

En resumen, lo que quería decir era, 'Saquéalos bien'.

Cuando el caos comenzó a disminuir en la sala, la Esmeralda de Aled se desprendió de la pared en la que estaba clavada y cayó al suelo. Sin embargo, todo el mundo estaba demasiado distraído por lo que se estaba desarrollando ante ellos. Tanto es así que nadie escuchó el ruido que hizo al caer. Una vez terminado el evento, un asistente se acercó corriendo y llorando para recuperar la Esmeralda de Aled.

'¿Por qué demonios se tira algo tan valioso? No está rayado en ninguna parte, ¿Verdad?' Con pensamientos de preocupación, el asistente recogió cuidadosamente la joya... sólo para dejar caer la mandíbula.

"¿Se... rompió?"

***

"¡Uwaah!"

Un lamento resonó en el palacio de la Emperatriz. Estian se quedó perplejo ante los gritos de Cecile mientras le daba unas palmaditas en los hombros y le ordenaba, "Deja de llorar."

Por su parte, su gesto pretendía consolarla, pero Cecile se limitó a llorar aún más desconsoladamente ante su contacto.

"¡Uwahaah!"

Ahora Estian estaba aún más desorientado viendo a Cecile con la cara enterrada en una mesa, con los hombros temblando por las lágrimas. Hasta ahora, sólo habían dos razones por las que alguien lloraba ante él; por miedo o por rabia. El método para detener su llanto era sencillo. Si los cortaba, el ruido cesaba. Como le gustaba la tranquilidad, Estian prefería ese método para mantener su entorno en silencio. Sin embargo, Cecile no tenía miedo, tampoco estaba furiosa.... además, de todos modos no podía emplear el método habitual contra ella.

"Te digo que dejes de llorar", volvió a hablar Estian con autoridad, y Cecile levantó la cabeza. Se limpió las lágrimas y el moqueo con la manga del vestido, luego respondió con voz ronca.

"Hicc... ¿No lloraría también Su Majestad... en mi lugar?"

"¿Hay necesidad de llorar tanto por una joya?" Preguntó Estian, perplejo.

"¡Porque no es sólo una joya!  Dices eso porque no lo hiciste tú, ¿No?". le gritó Cecile, abriendo el libro que tenía en sus manos. El título del libro era, 'Las 100 mejores joyas imperiales'. Había abierto la primera página del primer capítulo. En ella había una hermosa ilustración de una joya junto con su nombre.

"La Esmeralda de Aled, el mayor tesoro del imperio". El dedo de Cecile señalaba una frase un poco más abajo de la ilustración. "A aquellos que piensen en tratar a la Esmeralda de Aled sin cuidado, recuerden lo que hay en su interior."

Estian rechinó los dientes al leer la frase. 'Quien haya escrito esto... haré que le den una paliza hasta el infierno mañana... no, esta misma noche'.

Su mirada se dirigió a la Esmeralda de Aled que estaba sobre la mesa. El mayor tesoro del imperio estaba agrietado como un cristal roto.

"Sin embargo, creo que mi lanzamiento lo afectó más."

El rostro de Cecile se alivió ligeramente ante las palabras de Estian. Pero en el momento en que puso la Esmeralda de Aled en su temblorosa mano, sus rodillas volvieron a flaquear. "Esto, esto no puede ser..."

"¿Qué pasa?"

"¿Su Majestad no puede sentirla? ¡Se ha vuelto más ligera! ¡Tan ligero que realmente se lo llevará el viento!"