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lunes, 21 de septiembre de 2020

Bajo El Roble - Capítulo 9

Capítulo 9. La Damisela En Apuros (1)


"Incluso un nativo como yo sabe la importancia de los votos matrimoniales. No puedo creer que una dama noble como tú lo haya ignorado por completo."

"¿Qué quieres decir con que lo ignoré?"

"¿Cómo diablos lo llamas? Te casaste conmigo e ignoraste completamente tus deberes tan casualmente. ¡No esperes que aguante tal actitud en el futuro!"

Abrió la boca con asombro. ¿Cómo pudo hacer tal acusación? ¡El día después de la boda, se fue sin decir una palabra!

"No lo sabía. No me dijiste..." Parecía no estar impresionado con su defensa, así que añadió, "¡N-nunca lo ignoré... uh, no! Oh, más bien... te he estado esperando..."

"¡No me jodas! Te has quedado en el castillo de tu padre durante los últimos tres años, a pesar de ser la Señora Calypse. Has elegido permanecer en el lujoso castillo de tu padre, aún sabiendo que tenías que dejar tu hogar justo después de la boda!"

Resopló fuerte.

"Sin embargo, creo que lo entiendo. Ninguna mujer aristocrática renunciaría a su alta posición para proteger la casa de su marido, que puede volver como un cadáver."

Max se quedó sin fuerzas para responder, profundamente avergonzada por su acusación, no podía refutar ni una palabra. Este hombre sólo estaba diciendo cosas que no podía entender.

Pero no podía dejarlo pasar. Estaba decidida a salvar su matrimonio a toda costa. Así que, le dijo...

"Tu-tu casa, ¿cómo podía saber eso? ¿Dónde está? Podía estar en cualquier parte. ¡Nunca me dijiste algo al respecto!"

"¡No te hagas la inocente! Hice todo lo que pude para que vinieras y te quedaras en mi propiedad antes de irme a la expedición. ¡Cuando muriera, se suponía que heredarías la herencia que yo estaba administrando! La hija del duque puede no preocuparse, pero era un bien importante que dejaste completamente desatendido."

La ira era evidente en su cara. No parecía que estuviera fingiendo. De todos modos, no tenía ninguna razón para engañarla en primer lugar. Max sólo pudo tragar nerviosamente.

"Yo, eh, no sabía... no sabía ni un poco..."

"Mis hombres me dijeron que te negaste a ir." Habló con amargura ante lo cual Max inclinó la cabeza avergonzada.

"No te molestes en pedir perdón ahora. He sabido lo que piensas de mí durante los últimos tres años." Riftan siempre había sido consciente de cómo todo el mundo despreciaba su estatus, para todos él sólo era un caballero a merced de sus superiores.

Y estaba convencido de que Maximillian pensaba igual de él.

"Lo siento. Realmente, no lo sabía. Cuando me desperté después de nuestra noche juntos, ya te habías marchado. No escuché ninguna palabra de despedida de tu parte."

Riftan entrecerró sus ojos; intentando con todas sus fuerzas ver si ella estaba diciendo la verdad. Parecía un cordero a punto de ser sacrificado, Max esperó sus siguientes palabras; su corazón latía rápidamente contra su pecho. En el siguiente momento, para su sorpresa, el hombre escupió en un tono ligeramente más suave.

"Aunque no te diera instrucciones, debiste haber ido a mi propiedad. Ese es el deber natural de una mujer casada, estar en la casa de su esposo. Este matrimonio puede parecerte poca cosa, pero para mí no lo es."

Max no encontró ninguna posible contradicción a lo que dijo. Aunque para ella su matrimonio no era tan insignificante como él insinuaba, si era cierto que no se lo tomaba tan en serio ya que sólo estaba intentando seguir las órdenes de su padre.

¿Cómo se supone que se tomaría el matrimonio en serio? Si su matrimonio, después de todo, era sólo un 'sacrificio' inevitable por el bien de la Familia Croix.

"¿Y si estuvieras embarazada?"

"¿Embarazada?" Max, que estaba perdida en sus propios pensamientos, lo miró nerviosamente.

"Esa noche, ciertamente cumplí con mi deber. ¿No era el embarazo posible?" El sarcasmo que goteaba de su boca drenaba todos los colores de su cara. Su momento íntimo seguía siendo un recuerdo doloroso y vergonzoso para ella.

Aunque sabía que el acto era para establecer su matrimonio, se sentía incómoda cuando los recuerdos de esa noche volvían a su mente.

¡Pero él estaba haciendo comentarios tan a la ligera, como si eso no fuera gran cosa para él! Max se estremeció. Sin embargo, su repentino cambio de comportamiento no pasó desapercibido para Riftan, y él, una vez más, se sintió agitado por su reacción.

Golpeó la pared fuertemente.

"¡Maldita sea, no pongas esa cara! ¡Como si fuera horrible tener un hijo conmigo!"

Max sólo podía temblar de miedo ante su arrebato. En el siguiente segundo, lejos de su anterior despliegue de ira, Riftan asumió un estado de calma y se volvió misteriosamente silencioso... Con rápidos movimientos, de repente puso su mano en la puerta del carruaje, usándola como palanca, y saltó del vehículo en marcha. Max quedo perpleja.

"¡Señor! ¡Se ha avistado un ogro!" gritó uno de sus hombres desde fuera.