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lunes, 11 de septiembre de 2023

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 176

Capítulo 176. Guantes

Por otra parte, Annette estaba nerviosa. Ella había regresado a casa antes que Raphael. Le preocupaba que algo saliera mal en el palacio real. Pero no sabría la respuesta hasta que Raphael regresara.

Ella sabía exactamente cuál era la mejor manera de calmar su ansiedad. Un pasatiempo. Iba a buscar su bastidor de bordado cuando de repente se detuvo. 

Ahora es invierno, así que tal vez sería mejor tejer algo.

Ella decidió hacer unos guantes por primera vez en mucho tiempo. No importaba de qué tipo fueran. Ella no podía llevar guantes tejidos debido a que pertenecía a la nobleza, pero podría regalarselos a alguien cuando los terminara.

Annette solía regalar los artículos que tejía a mano a las sirvientas de su familia. Afortunadamente, ellas aceptaban encantadas las cosas que ella hacía con hilo de la más alta calidad. De repente, ella sintió que su corazón se calentó al recordar aquello.

Tengo mucho tiempo sin tejer guantes, pero tengo que hacerlos bien porque serán un regalo. Luego pasar por casa de mi padre para entregárselo a las sirvientas.

Tejer guantes requería mucha concentración. Si se hacía mal, el espacio entre los dedos podía quedar demasiado ancho o demasiado estrecho, así que no se veía estético. Annette comenzó a tejer los guantes con más concentración que nunca. Se centró tanto en el par de guantes, que cuando terminó se había vuelto de noche.

"Haah."

Annette levantó la cabeza mientras se frotaba la nuca con la mano. Había estado en una posición encorvada. Entonces se encontró con un par de ojos brillantes que estaban sentados al otro lado de la mesa mirándola.

"¡¡......!!"

Se quedó sin palabras. Annette se asustó tanto que se le puso la piel de gallina. Ella se abrazó a sí misma con ambos brazos. Raphael se avergonzó al ver su reacción.

"No pensé que te sorprenderías tanto. Quizá debería haber dado alguna señal de mi presencia."

"¡Raphael! De verdad creí que se me iba a salir el corazón."

Annette gritó. Ella siempre se mantenía tranquila, pero se sobresaltó con facilidad. Raphael no pudo evitar que la comisura de sus labios se levantaran ante aquel rostro agitado. Incluso su reacción le parecía adorable. Ella lo fulminó con la mirada, e hizo un mohín con sus labios. En ese momento él quiso morder su boca.

Me gustaría que se enfadara más seguido.

Raphael sacudió rápidamente la cabeza para borrar sus absurdos pensamientos. Entonces recogió un par de guantes que se habían caído del regazo de Annette en medio de toda esta conmoción. Los guantes, con un patrón de copos de nieve blancos sobre un fondo azul oscuro, se veían hermosos. Raphael le preguntó a Annette.

"¿Son míos?"

Annette iba a responder que no, pero se detuvo. Ella había aprendido durante los últimos cinco años de su matrimonio que su esposo era estrecho de mente. Si ella decía que no, seguro se enfadaría. Raphael le preguntaría a quién demonios le había hecho unos guantes que ni siquiera podía tener su esposo.

Ella sonrió cuando en un instante el futuro pasó ante sus ojos. Fue una sonrisa ambigua, ni negativa ni positiva. Raphael entrecerró los ojos. Él pensó lo que quiso como de costumbre. Sí, esto debe ser mío.

"Tus manos son bastante hábiles. Pero son un poco pequeños para mí."

Raphael, que metió la mano en un guante, giró la mano varias veces. Se podía mirar la parte inferior de su mano. Raphael no sólo era más alto, sino que sus manos también. Annette estaba avergonzada. Ella extendió su mano para quitarle el guante.

"Seguro he medido mal. Dámelos Raphael."

Sin embargo, Raphael la abrazó con un brazo sin dificultad. De repente, ella que atrapada en su costado, forcejeó pero no pudo zafarse fácilmente. Los profundos ojos azules de Raphael sonreían de alegría.

."Cuando algo está en mis manos, es mío."

Susurró con picardía. Era como si se hubiera convertido en un secuestrador de damas nobles. De repente su visión cambió por completo cuando Raphael la levantó. Ella rodeó su cuello con su brazo. Él fue directamente a la habitación para disfrutar.


"¡No, no me lamas...!"

Annette, que estaba tumbada de espaldas en la cama, suplicó. Había varias almohadas blandas bajo su vientre. Por eso sus nalgas estaban bastante altas. Raphael agarró firmemente sus n@lgas con sus grandes manos. Entonces sacó la lengua y comenzó a lamer la piel roja que había entre ellas.

"'Hmmm, ah..."