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viernes, 25 de agosto de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 527

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 527. Una Niña Parecida A Mi Amada (2)



Dimos el histórico primer paso hacia nuestra nueva alianza en la gran sala de conferencias.

Primero, todos nos sentamos alrededor de una mesa amplia para repasar los términos, a pesar de que ya los habíamos leído cientos de veces de antemano. Después, todos pusimos nuestra firma debajo de cada una de las cláusulas. 

Una vez que todos en la sala firmamos, el Sumo Sacerdote añadió su firma en la parte superior.

Fue un procedimiento fácil, pero me sentí orgullosa en todo momento.

"Bien hecho a todos. La Alianza Imperial se ha constituido oficialmente. Espero que no sólo aumenten las ganancias de sus países, sino que también se comporten con responsabilidad."

Expresó el Sumo Sacerdote. Pero una vez que terminó la ceremonia de la firma, mi sentimiento de orgullo disminuyó y surgió otro en su lugar. Releí la cláusula sobre la primera orden de caballeros de la Alianza Imperial. El comandante de nuestra primera orden sería Koshar. Mi hermano.

'¿Estará bien...?'

Koshar había solicitado este puesto. Con mi padre como emperador en funciones del Imperio Oriental, parecía extraño que su heredero— mi hermano— comandara a los caballeros del Imperio Occidental. Sin embargo, Heinley había nombrado a Koshar el primer caballero dorado. Koshar no deseaba renunciar a ello y ofender a su cuñado.

Al comandar nuestras fuerzas aliadas, Koshar podría conservar sus posiciones tanto en el Imperio Oriental como en el Occidental. 

'¿Será capaz de equilibrar todo eso?' 

Dada su posición como heredero de mi padre, ¿sería mejor adoptar una postura más cautelosa?

"Lady Navier."

Una voz repentina me sobresaltó. Levanté la vista y vi al sumo sacerdote dirigiéndose hacia mí. Pensé que se había ido. 

"¿Podrías darme un poco de tu tiempo?"

"Por mí está bien, pero..."

Miré a Heinley, quien me apretó la mano y sonrió.

"Te espero afuera, mi reina."

Asentí, y se retiró. El Sumo Sacerdote lo miró marcharse. Una vez que todos los demás se fueron y sólo quedamos nosotros dos, la gran sala de conferencias pareció inmensa.

"¿Qué ocurre?"

Pregunté de inmediato. Debía de tratarse de un asunto privado, ya que esperó hasta que estuviéramos solos. Una repentina aprensión me invadió. ¿Será algo malo?

"¿Eres feliz?"

Mis ojos se abrieron de par en par, no me esperaba esa pregunta.

"Por supuesto."

Respondí con una sonrisa. El Sumo Sacerdote me devolvió la sonrisa. Era una expresión muy diferente de la mirada escéptica que había puesto cuando le pedí que aprobara mi matrimonio con Heinley. 

"Bien. Eso es todo lo que quería oír."

"Pensé que ibas a preguntar algo mucho más importante."

"Eso es lo más importante."

El Sumo Sacerdote se puso serio,

"Todos los niños merecen ser amados. Pero he velado por ti desde que eras pequeña. Me importas mucho."

"Su Excelencia..." Mi cara se sonrojó, "Gracias por todo lo que has hecho por mí."

Sonrió cálidamente. Verlo me calentó el corazón.

Una vez que salí, Heinley estaba apoyado contra un pilar, esperándome. Se acercó en cuanto me vio,

"Me sentí incómodo dejándote a solas con el Sumo Sacerdote."

"¿Qué quieres decir?" 

¿Acaso también tiene celos de un Sumo Sacerdote? Cuando le fulminé con la mirada, me susurró al oído,

"Temía que te convirtieras en un ángel."

Me estremecí de horror. Pero sonrió con tanta claridad que, al final, yo también sonreí. Heinley me agarró la mano,

"Por cierto, mi reina, ¿qué quería el Sumo Sacerdote?"

"Es un secreto."

Chasqueó la lengua,

"Tan pronto te convertiste en la líder de esta alianza, ¿empiezas a guardar secretos? Qué cruel."

'¿Por qué eres tan descarado? Tú eres el que tiene más secretos.'

Estas palabras me las guardé para mí, simplemente entrecerré los ojos.

"Mi Reina, espero que no estés tan ocupada a partir de ahora como para nunca ver tu cara."

"Es inevitable que esté ocupada."

Me encogí de hombros. Heinley palideció,

"Mi Reina..."

"Es broma."

Tras asegurarme de que no había nadie más cerca, le planté rápidamente un beso en los labios. Luego me alejé.

Se quedó inmóvil por un momento, aturdido. Poco después, gritó, "¡Mi Reina!" y corrió tras de mí.

Las comisuras de mis labios se curvaron hacia arriba.

***

'Todos los niños merecen ser amados. Pero he velado por ti desde que eras pequeña. Me importas mucho.'

El Sumo Sacerdote se quedó en la gran sala de conferencias, pensando en lo que le había dicho a Navier. No era mentira. Sinceramente deseaba su felicidad.

'Y...'

Suspiró. Todavía estaba molesto por lo absurdamente que todo se había derrumbado. El Sumo Sacerdote esperaba que Sovieshu olvidara su dolor algún día. Él también había velado por Sovieshu desde que era pequeño. Pero no mencionó esto a Navier, ya que Sovieshu había causado sus heridas.

Cuando el Sumo Sacerdote finalmente abandonó la sala de conferencias, hizo señas al sacerdote asistente,

"¿Cómo está el Emperador Sovieshu?"

"Todavía en mal estado."

El sacerdote asistente comprobó que no había nadie cerca que pudiera oírles,

"El Marqués Karl me contó que Su Majestad se ha puesto peor porque se escabulló para ver llegar a Lady Navier..."

"Oh, santo cielo."

"¿Lo visitará esta noche?"

El Sumo Sacerdote asintió.

"Quiero verlo al menos una vez."

"Entonces, ¿volverá a su habitación y descansará por ahora?" 

El sacerdote asistente se preocupó por la expresión sombría del Sumo Sacerdote. Aunque era enérgico y saludable, el Sumo Sacerdote era bastante mayor. Tenía muchas obligaciones y poco tiempo para cuidar de su salud.

Pero el Sumo Sacerdote sacudió la cabeza y señaló por la ventana una alta torre cercana del palacio. 

"Vayamos allí."

"¿Por qué?"

El Sumo Sacerdote chasqueó la lengua, pensando en los informes que había recibido del Imperio Oriental hace unos meses.

"Una herida infligida a la luz del día es visible. Pero una herida infligida en la oscuridad es igual de dolorosa, aunque sea difícil de ver."

Él suspiró. 

"En aquel momento estaba tan enojado que no pude mantener una conversación adecuada con él. Ahora me pesa en la mente."

El sacerdote asistente estudió la torre. 

"¿Es... es ahí donde fue encerrada esa emperatriz esclava?"

"Lady Rashta."

El Sumo Sacerdote asintió, ignorando la expresión de sorpresa de su acompañante,

"Vayamos en silencio. Al menos debo rezar para que vaya a un buen lugar."

***