Reciente

viernes, 14 de julio de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 507

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 507. Creer En Mí Misma (2)



'Es un hombre honesto y recto. Sin embargo, no siempre es de ayuda hacer lo correcto.'

Eso me había susurrado la santa.

El Vizconde Langdel me estaba observando ahora con una mirada inflexible.

'El Vizconde cumplirá su promesa.'

Realmente podría salvar a esos tres miembros de la tribu de pájaros. Pero una vez que supiera la verdad, ¿permanecería de mi lado? Mejor dicho, ¿del lado del Imperio Occidental?

El Vizconde Langdel era un hombre honesto. ¿Podría realmente hacer la vista gorda a esto? La disminución del maná arrebató oportunidades a muchas personas, como a Evely. Estropeó tantas vidas. Incluso si le explicaba que Heinley quería debilitar el poder del Imperio Oriental, ¿lo entendería el Vizconde? Él era un noble del Imperio Oriental.

El Vizconde no era el tipo de hombre que pasaba por alto una injusticia. Era severo y caballeroso. Pero también había actuado violentamente en el pasado. Eso me preocupaba.

'¿Qué debo hacer? ¿Le digo la verdad o una mentira? ¿Se dará cuenta si le miento?'

Tal vez esto era una prueba. Tal vez ya sabía la verdad. O tal vez sinceramente quería saber. O...

"Su Majestad."

Mi evasión en este momento era probablemente una respuesta en sí misma. Si no fuera cierto, habría negado inmediatamente sus sospechas.

"Tráelos de vuelta."

Hice una pausa.

"Tráelos de vuelta y te daré una respuesta. Yo también lo juro por el apellido de mi familia."

***

Conseguí retrasarlo, pero... tan pronto como se fue el Vizconde Langdel, llamé a Mastas.

"Mastas, trae al Emperador Heinley ahora mismo."

Sorprendida, preguntó,

"¿Ahora mismo? ¿Quiere que venga aquí?"

"Sí, que venga aunque esté ocupado. Pase lo que pase."

"¡Como ordene, Su Majestad!"

A pesar de su sorpresa, Mastas se marchó obedientemente,

Me senté en el sofá, arrastrando los pies nerviosamente.

Treinta minutos después, Heinley abrió la puerta,

"¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien, Mi Reina?"

Me miró ansiosamente, como si hubiera imaginado todo tipo de cosas terribles en su camino hacia aquí.

'Mira esa cara pálida.'

"Estoy bien."

"Pero Mastas..."

"Ven aquí."

Después de que cerrara la puerta, le conté sobre la conversación que había tenido con el Vizconde Langdel, incluyendo el hecho de que tres caballeros de su tribu habían sido capturados. Escuchó sin decir palabra, con una expresión seria.

Cuando terminé, se frotó la barbilla,

"Nos dividieron. McKenna intentó verificar nuestros números, pero muchos huyeron para ponerse a salvo. No sabía que tres habían sido capturados..."

"El Vizconde Langdel prometió rescatar a esos tres."

"Confías mucho en él, Mi Reina."

"Este no es momento de estar celoso."

Además, el Vizconde estaba completamente enamorado de Nian. Más bien, Heinley debería estar celoso del Embajador del Reino del Norte.

"No puedo evitarlo. Incluso odio el hecho de que Angel estará sirviendo a mi reina."

'Es la personificación de los celos.'

Cuando tiré suavemente de su mejilla, frunció el ceño falsamente. Luego hizo como si me mordiera la muñeca. Me hizo cosquillas con los dientes, así que lo solté.

"Le estoy obligando a ser mi sirviente. Le daré órdenes cruelmente. ¿Todavía odias eso? Pienso regañarlo por no dejarte en paz."

"Quiero ser el único al que mi reina regañe."

Heinley me besó el cuello. Cuando su cabello rozó mi oreja, mis hombros se encorvaron por sí solos.

"Heinley, ahora no es el momento."

"Dame órdenes a mí también, Mi Reina. Sé mala conmigo. Regaña a Heinley, por favor."

"¿Es eso realmente lo que quieres?"

"Sí."

"Heinley..."

"Lo deseo muchísimo."

Había sido duro estar separados tanto tiempo. Y antes de eso, habíamos pasado tanto tiempo sin hacer nada más que tomarnos de la mano, esperando a que nacieran nuestros bebés. Ahora me mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

"No me importa lo que me ordenes."

'Bueno, si quiere que le dé órdenes.'

"Heinley, aparta la manos. Cierra la boca. Tres pasos atrás."

Heinley mostró una expresión de dolor.


'¿Por qué ahora se ve deprimido?'

Se sentó en el reposabrazos, haciendo evidente su decepción.

"Siéntate bien, Heinley."

"Hay una enorme diferencia entre las órdenes en las que pensaba y las tuyas..."

Él extendió ambas manos, luego las separó mucho.

Estuve a punto de preguntarle en qué clase de órdenes estaba pensando, pero no me cabía la menor duda de que me habría respondido con algo travieso. Una pequeña parte de mí quería oírlo, pero...

'Más tarde. Cuando volvamos a casa.'

"Primero tenemos que decidir cómo responder al Vizconde Langdel. Concéntrate."

Entonces le pellizqué suavemente el muslo. Heinley se inclinó hacia delante con placer. En un parpadeo, me dio un suave beso en la frente y se apartó.

No podía creer que ahora estuviera haciendo el tonto. ¡El Vizconde había descubierto su secreto! Aun así, se me escapó un suspiro. Me sentía bien al tenerlo de nuevo a mi lado. Normalmente, depender de otra persona me hacía sentir débil. Pero con Heinley, me sentía más fuerte a su lado.

Estaba empezando a perder los nervios por sus bromas, así que me recompuse.

"¿Cómo deberíamos responderle?"

Heinley me tomó las manos,

"Tú decides."

Me quedé sorprendida.

'¿Quiere que yo decida? ¿En algo tan importante?'

"Podría haber consecuencias peligrosas— no, terribles."

"Pero tenemos que decidir, de una forma u otra."

Sonrió con despreocupación,

"Conoces al vizconde mejor que yo. Tienes que decidir qué es lo correcto."

"Pero..."

¿Y si el Vizconde se siente traicionado y se convierte en nuestro enemigo? Perderíamos a nuestro único aliado dentro de los Caballeros Transnacionales.

Peor aún, ¿y si hiciera pública la información? Los demás países aún no sabían con certeza sobre esto. Todavía podríamos poner excusas y defendernos. Pero si el Vizconde le contaba todo a Ángel, el argumento de la alianza tendría más peso.

Tantas preocupaciones se arremolinaban en mi mente. Antes, había estado impaciente por traer de vuelta a Heinley y discutir el asunto. Pero ahora, la responsabilidad pesaba sobre mí.

"Mi Reina, decidas lo que decidas, la culpa recae sobre mí."

Heinley me agarró la mano.

"Yo empecé todo esto. Luego decidí pararlo. No hay necesidad de que te sientas agobiada, Mi Reina. No te pido que decidas esto porque quiera que te sientas culpable. Tú conoces mejor al Vizconde, eso es todo."

"Heinley..."

Asentí lentamente. No porque estuviera de acuerdo en que todo era culpa de Heinley, sino porque comprendía que no intentaba pasarme la responsabilidad a mí.

'La advertencia de la santa. La resolución del Vizconde Langdel. Y...'

Justo entonces, sonó un golpe.

"Su Majestad."

Oímos la voz del vizconde. Me levanté del sofá y me enderecé,

"Adelante."

***