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domingo, 19 de marzo de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 466

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 466. ¿Recuerdas Ese Momento? (1)



Un inmenso barco arribó a los muelles de Bohean Azul.

El barco se detuvo lentamente, como si se deslizara en el puerto. No había banderas que indicaran su afiliación. Un total de doce personas desembarcaron y se dispersaron. Una de ellas caminaba sola, en línea recta hacia un destino claro. Esta persona caminó por las calles traseras durante un rato, antes de subir a un carruaje. A continuación, se detuvo en un mercado repleto de personas. Después de visitar varias tiendas del mercado, la persona volvió a subir al carruaje. Se dirigió a un destino lejano.

El carruaje no se detuvo hasta adentrarse en el Ducado Claude.

"Hemos llegado, Su Alteza."

El Duque Elgy salió del carruaje. Entregó una única y enorme maleta al mayordomo, que le saludó en tono pesado. Luego entró en la residencia. El interior de la mansión estaba decorado en tonos crema claro y púrpura. Su ambiente luminoso y suave sugería que en cualquier momento podría empezar a sonar música agradable.

No obstante, en contraste con su enorme tamaño, sólo unas pocas personas residían en la mansión. Parecía más una elaborada casa de muñecas que un hogar.

"¿Quiere ir a ver al Gran Duque?"

Preguntó el mayordomo mientras seguía al Duque Elgy al interior. El Duque Elgy se quedó en blanco, mirando la mansión.

"No."

Tras ordenar que dejaran la maleta en su habitación, se marchó. Pero justo antes de salir, una voz alegre le detuvo en seco.

"¡Hijo mío!"

Se dio la vuelta y miró hacia arriba con el ceño fruncido. En el segundo piso, con un lado de la cara cubierto por el cabello, se encontraba de pie una mujer esbelta con una sonrisa radiante. En cuanto la vio, el rostro de Elgy se ensombreció.

"¿Cuándo has llegado, hijo mío?"

La mujer bajó las escaleras revoloteando como una mariposa y se dirigió hacia él. Con su elegante vestido y su postura recta, parecía una noble prominente. Sus ojos rebosaban afecto mientras miraba al Duque Elgy.

"Ha sido tan duro para mí. Te he echado mucho de menos, hijo mío. Al menos deberías haber escrito una carta."

La mujer sonrió y le agarró del brazo. Sin embargo, se apresuró a apartarla.

"Hijo mío... ¿sigues enfadado conmigo?"

En vez de responder, le pasó por un lado.

"¿Qué crees que estás haciendo?"

Antes de que pudiera alejarse, la voz de un hombre enojado le detuvo. Su padre bajaba las escaleras.

"Deberías responder cuando tu madre te habla."

Los ojos del Duque Elgy se volvieron incomparablemente más fríos. Su expresión se llenó de desagrado, como si presenciara algo horrible e inmundo.

El rostro del Gran Duque Claude se tornó amenazador.

"Me escuchaste, Elgy."

El Duque Elgy no respondió a nadie. Salió por la entrada arqueada de la parte trasera de la mansión. La mujer se cubrió la cara con las manos y sollozó.

"Cariño, ¿cuándo me perdonará Elgy?"

Su voz sonaba realmente triste.

El mayordomo y el Gran Duque Claude la miraron con expresión contrariada.

***

La puerta de la parte trasera de la mansión daba a una zona ajardinada, medio abierta y medio cubierta por un tejado. Las vides, llenas de uvas moradas en verano, estaban ahora secas y retorcidas. Había algunos manzanos esparcidos por el jardín, algunos de los cuales daban tentadoras manzanas rojas. Pero Elgy ni siquiera les dedicó una mirada mientras caminaba.

Llegó a la parte trasera del jardín, donde el camino se estrechaba tanto que sería más apropiado llamarlo sendero. El Duque Elgy levantó las ramas. Las hojas rozaron su frente al entrar en el sendero.

Caminó durante un rato, hasta que apareció una pequeña casa. Aunque era diminuto en comparación con el edificio principal, se trataba de una estructura encantadora y anticuada.

Cerca de la puerta crecía un pequeño huerto. Una mujer estaba sentada junto a éste. Estaba inmóvil, en una silla de ruedas. Era difícil distinguir si era humana o una muñeca. Debió de oír que alguien se acercaba entre los arbustos, pero ni siquiera giró la cabeza.

"Madre."

Elgy la llamó con voz ronca.

Finalmente giró la cabeza. Cuando la mujer le vio, la luz y la vida volvieron a su rostro. Le extendió la mano.

Elgy soltó todo lo que traía y se acercó a ella. Se arrodilló, agarró su mano huesuda y apoyó su mejilla en la misma. Luego, en un tono mucho más cálido que antes, murmuró,

"He vuelto, madre."


Una sutil brisa agitó las hojas de los árboles que rodeaban la casa. Levantó la cabeza del dorso de su mano y se quitó el abrigo. Se levantó y se lo puso sobre los hombros a la mujer.

"¿No hace frío? ¿Entramos?"

Sin embargo, la mujer sacudió la cabeza y dijo que deseaba quedarse fuera más tiempo. Así que Elgy se quitó la bufanda y se la puso en el cuello. Con una sonrisa, le apretó la mano.

"¿Ya tienes calor?"

La mujer asintió.

Elgy la empujó en la silla de ruedas, para que pudiera disfrutar de su jardín. Tarareaba una canción, pero después de sólo dos vueltas, le dio un violento ataque de tos. Su carraspera sonaba tan áspera que a Elgy le preocupó que pudiera escupir sangre.

Elgy la levantó y la llevó a la casa, recostándola en la cama. Afortunadamente, la chimenea estaba encendida, así que el interior se sentía cálido. Después de hervirle un poco de agua, esperó a que se la bebiera toda. Acercó su cuerpo demacrado y la ayudó a acostarse. La cubrió con una manta, acercó una silla y se sentó a su lado.

"He oído una historia interesante de camino aquí, madre. ¿Te gustaría escucharla? Trata de un hombre que traiciona a su esposa y una mujer que le ama."

Su madre cerró los ojos.

"Por supuesto, los dos son castigados. Pero... es una historia inconclusa. ¿Te gustaría escucharla?"

Con los ojos cerrados, la mujer asintió. Una leve sonrisa cruzó sus labios.

***

"Vamos a hablarlo con ella primero."

"¿Eso estará bien?"

"No celebraremos una ceremonia oficial de bienvenida. En cambio, nos presentaremos ante la santa y le preguntaremos directamente si quiere algo."

A la santa no le gustaría que celebráramos un gran acto. Pero si simplemente la dejábamos pasar sin reconocerla, las personas podrían criticarnos. Teníamos que encontrar un equilibrio.

Puede parecer una actitud indecisa, pero cuando cualquiera de las dos opciones es problemática, hay que encontrar un término medio. Algunos dicen que al no hacer nada, uno permanece neutral. Pero en este caso, no hacer nada tampoco era bueno.

"De acuerdo. Averiguaré su ubicación, Su Majestad."

Tres días más tarde, partí para encontrarme con la santa con un séquito que incluía a los caballeros más cercanos del Vizconde Langdel y de la Guardia Imperial, todos disfrazados de viajeros.

McKenna también estaba hoy con nosotros, por si acaso. Yo misma no lo había confirmado, y era difícil de creer, pero McKenna estaba entrenado en artes marciales. Además, si ocurría algo, podía transformarse en pájaro y llevar un mensaje rápidamente.

En un terreno cerca de la capital, vestidos de viajeros, esperamos a la santa. No mucho después de que llegamos, vimos a una mujer vestida de sacerdotisa venir hacia aquí caminando a duras penas, completamente sola. No tenía ni un solo guardia y parecía excesivamente cansada. Por fuera, no parecía una santa en peregrinación ni una gran sacerdotisa.

Sin embargo, uno no debe juzgar a nadie por su apariencia.

Los santos eran polifacéticos. Incluso el actual sumo sacerdote, que tenía un aspecto bastante sacerdotal ahora, solía ser perezoso y dar una impresión amenazadora cuando era santo.

"¿Eh?"

La santa, que había estado tambaleándose débilmente, se detuvo y levantó la vista. Uno a uno, su mirada pasó por encima de McKenna, el Vizconde Langdel y los caballeros. La santa gimió y se masajeó la frente.

"¿Cómo es que todo el mundo me encuentra tan fácilmente? Incluso cuando viajo en secreto."

Dado que parecía saber quiénes éramos, me acerqué a ella.

"¿He interrumpido tu viaje?"

Ella sonrió sin fuerzas e hizo una reverencia.

"No, en absoluto. Simplemente fue inesperado. Me sorprendió. Nunca pensé que vendría en persona..."

"Escuchamos que deseabas viajar discretamente. Sin embargo, hemos recibido mucha ayuda del sumo sacerdote. Además, no queríamos hacer la vista gorda a tu paso."

"Le pido disculpas, Su Majestad."

Hizo una reverencia en señal de disculpa y luego se rascó la nariz.

"He oído que estás haciendo una peregrinación. ¿Hay alguna forma en que pueda ayudarte? Si es así, por favor, sólo pídelo."

"No hay problema. Sólo necesito caminar... estaría bien tener un carruaje o un caballo, pero entonces no sería una peregrinación, así que no puedo solicitarlo."

Sonrió avergonzada y volvió a inclinarse. Luego se fijó en el Vizconde Langdel y susurró,

"Es un hombre honesto y recto. Sin embargo, no siempre es de ayuda hacer lo correcto."

¿De qué estaba hablando? No tuve tiempo de preguntármelo, porque ahora miró a McKenna y chasqueó la lengua.

"¿Qué? ¿Por qué hace eso? ¿Qué he hecho?"

Ella volvió a chasquear la lengua a McKenna. Luego lo ignoró y se dirigió a mí. Pensé en lo agradable que sería recibir una bendición. Pero cuando estudié su rostro, no pude adivinar lo que estaba a punto de decir. Su expresión parecía tensa y pesada.

Tragué saliva, forcé una expresión calmada y la miré. Susurró en voz baja, para que sólo yo pudiera oírla.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para no soltar un grito de asombro. Me quedé estupefacta y estuve a punto de pedirle una aclaración, pero ella no perdió el tiempo y continuó, esta vez en voz más alta.

"El pueblo del Imperio Occidental verá la llegada de Su Majestad como un signo de buena suerte. Ella suprimió la naturaleza sanguinaria del emperador."

Al oír esto, los Guardias Imperiales se sobresaltaron y me miraron sorprendidos.

Hecho esto, la santa se inclinó y me pidió comprensión, porque estaba muy ocupada. Antes de que pudiera responder, se marchó sola, de vuelta a su peregrinaje.

"¡Cielos! ¿Por qué fue tan siniestra conmigo?"

Murmuró McKenna al verla marchar. Luego me miró a mí.

"La santa le susurró algo, Su Majestad. ¿Qué le dijo?"

***