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viernes, 16 de septiembre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 18

Capítulo 18. Mi Princesa Sólo Eres Tú


Por un momento, ella se preguntó por qué se disculpaba. Para Ludwig, todas estas cosas habían ocurrido sólo unas semanas atrás, pero para ella habían pasado años. Tal vez por eso ahora podía mirarlo con dulzura, como si todo aquello le hubiera ocurrido a otra persona.

"Annette... lo siento tanto. No pude enviarte... un regalo de bodas."

"Está bien, Su Alteza."

Realmente estaba bien. Si Ludwig, su ex prometido, le hubiera enviado un regalo de bodas, habría sido desastroso. Pero incluso teniendo en cuenta esa situación, lo mejor que pudo decir fue: Siento no haber podido hacerte un regalo de boda.

A diferencia del pasado, Annette pensó que su debilidad resultaba patética.

Se mordió los labios cuando vio la evidente reprobación en sus ojos rosados. Dudó un largo rato, buscando algo que decir antes de finalmente enterrar su cara entre las manos. Lo confesó todo, dejando que todo brotara de su corazón.

"No, en realidad no lo siento. No quise enviar un regalo para felicitarte por tu boda. No envié uno a propósito. Sé que debería disculparme, pero sinceramente, no me arrepiento. Tenía muchas ganas de verte. Yo... siempre me he arrepentido de todo, Annette."

No sonaba arrepentido mientras enterraba su cara más profundamente en sus manos.  Y en este punto, era difícil saber de qué se arrepentía. Todo lo que ella podía apreciar eran las puntas enrojecidas de sus orejas asomando a través de su largo cabello plateado.

"¿Qué demonios debo hacer?" Susurró amargamente. "Para mí, mi única princesa eres tú, Annette."

"Su Alteza..." Annette bajó los ojos en silencio ante esta confesión. Sentía como si algo caliente hirviera en su garganta, pero no era porque estuviera conmovida. Estaba luchando por contener su furia.

No hizo nada cuando me acusaron.

Por ello, había sido apartada de la contienda por la Princesa de la Corona, y Celestine se convirtió en su nueva prometida. Por supuesto, Ludwig se había mostrado incómodo durante todo el proceso, e incluso había apelado diciendo que Annette era la persona a la que amaba, pero ese fue todo su esfuerzo. Nunca había sido capaz de enfrentarse al Rey Selgratis, y bajo la presión de su padre, Ludwig solo observó cómo la casaban con Raphael.

Ahora fingía arrepentirse, afirmando que su única princesa era ella.

Annette se quedó sin palabras. Si no hubieran pasado cinco años, podría haberlo sacudido por el cuello de la camisa, cegada por la rabia. Aunque, por supuesto, si hubiera hecho eso, la habrían llevado a la celda 503 del calabozo de Palacio, por el delito de agredir el cuerpo de un miembro de la realeza.

Annette se tragó la rabia que llevaba tiempo sintiendo. Con una dulce sonrisa, mencionó un punto doloroso.

"Oh, Alteza, no diga eso. Ahora tiene a la Dama Keers, ¿No? Ella se pondría muy triste si escuchara eso cuando le gustas tanto."

A Celestine sí le gustaba Ludwig, hasta el punto de que había hundido alegremente a Annette en el barro para convertirse en Princesa Heredera. Y la falsa alegría de Annette hizo que sus orejas se volvieran rojas. Ni siquiera pudo levantar la cabeza, que tenía su cara enterrada en sus manos.

"Lo siento..." Dijo, entre dolorosos sollozos. "Lo siento mucho, Annette. Pero no puedo amar realmente a la Dama Keers."

"Pero ahora es tu prometida. Tienes que aprender a llevarte bien con ella."

"Pero la Dama Keers... es muy diferente a ti. Es tan nerviosa y sensible que no puedo imaginar un futuro con ella. Sólo estar con ella me cansa."

Sus palabras fueron desconcertantes. ¿La Dama Keers era tan sensible? Annette se había encontrado con ella a menudo como las dos candidatas, ella había parecido relativamente tranquila, y siempre se había mostrado bastante cariñosa con Ludwig. No podía creer que se pusiera nerviosa con él.

Pero entonces, tal vez Annette no conocía tan bien a la Dama Keers. Si Celestine fue la que incriminó a Annette con sus propias artimañas, no sería extraño que su verdadero carácter empezara a emerger tras su victoria. Si era capaz de conspirar así contra Annette, podría ser realmente una mujer malvada.

"Lo siento. Lo siento, por ser... este tipo de hombre, lo siento mucho por ti."

Con la cara escondida entre las manos, ella podía escuchar su respiración áspera, más dura y más rápida. Estaba jadeando entre sollozos, demasiado débil para tanto estrés.

Annette estaba acostumbrada a estos episodios. Cuando tenía un episodio, sólo echaba leña al fuego si las personas cercanas reaccionaban con molestia.

"Alteza, no pasa nada", respondió ella, con una voz suave. "Todo está en el pasado. Nunca le he guardado rencor. Ambos hemos hecho todo lo que podíamos, así que lo único que queda es aceptar las cosas y sacar lo mejor de ellas. Así que, por favor, no te preocupes."

Esta respuesta podía parecer sencilla, pero este tipo de tranquilidad era una de las mejores maneras de convencerlo. Su respiración se calmó lentamente mientras la escuchaba hablar, y cuando ella vio que funcionaba, Annette cambió de tema con mucho tacto.

"¿Hablamos de algo más agradable? He escuchado que en el Imperio Chapelle hay enormes extensiones de campos de trigo, sin fin a la vista. Si hace viento en verano, dicen que los campos parecen ondas. Cuando los granos se frotan unos contra otros, hay un olor fresco como a hierba que llena el aire. Un día me gustaría ir allí a tomar una siesta y escuchar el canto de las alondras. ¿Crees que su música es tan hermosa como las canciones que toca Su Alteza con el laúd?"

Su voz fue dulce, un tono tranquilo que resultaba muy agradable. El ruido de sus jadeos disminuyó mientras escuchaba.

Pacientemente, Annette esperó a que se calmara. Aunque Ludwig era el Príncipe Heredero de Deltium, su naturaleza se inclinaba más hacia un artista que hacia un autócrata. Su camino estaba decidido desde su nacimiento, pero era un destino doloroso, completamente inadecuado para sus aptitudes. Eso más que nada era la razón de sus episodios ocasionales.

Pobre hombre.

A Ludwig le gustaba especialmente tocar el laúd. Podía tocar muy bien, pero rara vez se le permitía hacerlo. El Rey Selgratis desaprobaba este pasatiempo. El Rey esperaba que su único hijo legítimo fuera más ambicioso, más como... Raphael. El Rey Selgratis era un padre severo que a menudo presionaba a Ludwig hasta sus límites. No dudaba en comparar abiertamente a Ludwig con Raphael.

Raphael inquietaba mucho a Ludwig.

Sabiendo todo esto, Annette miró a Ludwig con lástima cuando éste levantó la cabeza, mostrando los ojos enrojecidos.

"Aparte de ti, ¿Quién más me entiende? Y ahora debo casarme con otra mujer, que no eres tú... yo no quiero. No creo que pueda soportarlo."

Sus ojos miraron fijamente a Annette.

"Siempre pensé que la tiara de la Princesa Heredera le quedaría bien a tu cabello rubio. Hay un rubí rojo muy bonito en la parte delantera, habría brillado tanto con tu cabello. Ese rubí habría acentuado tus ojos... Había esperado tanto el día en que yo mismo pudiera ponerte esa corona en la cabeza."

Sonrió con nostalgia. Las puntas de sus dedos flotaron en el aire, como si hubiera estado a punto de tocar su cabello. Pero no tenía derecho a tocarla ahora. Ella era la esposa de otro hombre, y ese hombre era su hermanastro, Raphael.

Annette lo miró en silencio. Se compadecía de él. Estaba seguro  porque era Príncipe Heredero, pero era infeliz por ello. Era un hombre que debería haber sido un cuarto o quinto príncipe, con una vida relajada lejos de los problemas del trono.

"Annette". Ludwig se levantó de su asiento para arrodillarse ante ella, inclinando la cabeza mientras levantaba el dobladillo de su falda y lo apretaba contra sus labios. Sus pestañas plateadas estaban mojadas por las lágrimas. "Lo siento. Aunque creía en tu inocencia, no podía ir contra la voluntad de mi padre. Sé que fui un cobarde, pero... no puedo vivir sin ti. Sólo tú, Annette Bavaria. Sólo tú."

"Annette". Ludwig se levantó de su asiento para arrodillarse ante ella. Sus pestañas plateadas estaban mojadas por las lágrimas. "Lo siento. Aunque creía en tu inocencia, no podía ir contra la voluntad de mi padre. Sé que fui un cobarde, pero... no puedo vivir sin ti. Sólo tú, Annette Bavaria. Sólo tú."

Susurró las palabras, mirándola de forma suplicante. Ella se quedó tan sorprendida que se levantó de su asiento. La única razón por la que había aceptado su petición de hablar era para tener una última despedida, pero esto sólo estaba empeorando las cosas.

"Su Alteza, por favor, no haga esto. Soy la esposa de Raphael", luego se quedó rígida. Sus ojos se posaron en la caja de regalo que había caído al suelo junto a Ludwig. Debió de caerse cuando ella se levantó.

El contenido se salió como si fuera una manifestación. El horrible regalo que podía hacer que incluso un hombre homosexual deseara a su esposa era...

Una gargantilla de cuero y un látigo.