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viernes, 15 de abril de 2022

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 382

Capítulo 382. Es Un Secreto Que Soy El Intruso (2)



Fue entonces cuando vi a unos sirvientes cargando cajas de un carruaje, y uno de ellos llamó mi atención.

Una vez que pensé por qué, me di cuenta de que nunca antes lo había visto. Conocía bien las caras de todas las personas que trabajaban aquí.

¿Acaso era nuevo?

Excepto por los asuntos oficiales que debía atender, últimamente no prestaba atención a nada más. Era probable que hubieran llegado personas nuevas en este tiempo.

Cuando nuestras miradas se encontraron, él se inclinó hacia mí como si me conociera y siguió cargando las cajas.

Después de mirar hacia allí, me di la vuelta y volví por donde había venido.

Pasé a través del patio sumida en mis pensamientos, pero justo antes de entrar en el pasillo alcancé a ver al sirviente desconocido reflejado en un pilar brillante. Él me estaba siguiendo con pasos silenciosos.

Mi corazón comenzó a palpitar por el miedo.

Podría ser que solo íbamos en la misma dirección, pero como se trataba de un desconocido me preocupaba que pudiera tener malas intenciones.

Aunque la mayor parte de las fuerzas que se oponían a Heinley se habían rendido discretamente, aún quedaban raíces que no habían sido cortadas.

Después de pensarlo un poco, planeé hacer resbalar a este individuo. Rápidamente determiné su posición a través del pilar y simplemente usé mi magia para congelar sus pies.

Sin embargo, al no tener experiencia en el control del maná, no creí que pudiera calcular sólo por su reflejo en el pilar la potencia de maná necesaria para que mi magia llegara hasta sus pies.

Cuando oí un siseo seguido de un fuerte golpe, me di la vuelta y vi que el sirviente había caído al suelo no con los pies congelados, sino con todas las piernas congeladas.

Aunque me sorprendió el resultado, pregunté, "¿Estás bien?"

Intenté fingir que no había sido yo. Un grupo de guardias que había oído los ruidos se acercó corriendo. Gritaron alarmados ante la escena que vieron.

"¡Es un intruso!"

"¡El intruso atacó a alguien!"

"¡Atrapen al intruso!"

Tan pronto como me reconocieron, sus rostros se volvieron mortalmente pálidos.

"¡Su Majestad, aléjese de inmediato!"

"Es que..."

Poco después de que los guardias inmovilizaran al sirviente desconocido, el revuelo se intensificó una vez que el Vizconde Langdel llegó con sus hombres.

El sirviente luchó más asustado apenas vio a estos caballeros, como si estuviera a punto de ser apuñalado. El Vizconde Langdel, a quien se le explicó la situación, puso sin vacilar su espada en el cuello del sirviente sospechoso...

No recuerdo lo que pasó después, ya que de repente me encontraba recostada en mi cama siendo examinada por el médico del palacio. Era evidente que había perdido el conocimiento.

"Dios mío. Parece que ha sufrido una fuerte conmoción. Necesita descansar, Su Majestad."

El médico del palacio me recomendó con preocupación mientras mi corazón latía especialmente rápido.

En ese momento, oí una leve risa. Al mirar hacia el sonido, vi a Heinley apoyado en la puerta tratando de no contener la risa.

"Reina, escuché sobre el intruso que usa magia de hielo."

***

Rashta aún no había sido condenada formalmente por sus crímenes, por lo que podía permanecer en el Palacio del Oeste con el título de Emperatriz y vestida como tal.

Sin embargo, sólo podía moverse libremente en el Palacio del Oeste. Si intentara salir de aquí, los caballeros enviados por el Emperador Sovieshu se lo impedirían.

El Vizconde Roteschu le dijo una vez a Rashta, 'Es una vergüenza que una esclava esté embarazada de mi nieto. Sería una deshonra si se supiera'. Por eso la había encerrado en una pequeña habitación.

En comparación con aquella dolorosa experiencia, no debería ser difícil para ella permanecer en el Palacio del Oeste. Pero el 'encierro' en sí mismo la atormentaba.

Actualmente, los hombres de la nobleza que solían venir a visitarla a pesar de los malos comentarios de las mujeres de la nobleza porque la Emperatriz sólo los invitaba a ellos a las fiestas de té, rara vez venían.

Las sirvientas, que fueron traídas deliberadamente de entornos duros sin educación formal como sirvientas, no la ayudaron en lo más mínimo, sino que la repudiaron en cuanto perdió su dignidad de emperatriz.

Incluso ante el rechazo de las sirvientas, de los hombres de la nobleza y de los caballeros, Rashta estaba empeñada en encontrar una salida.

El Duque Elgy, que había sido la persona en la que más confiaba, la traicionó. La Vizcondesa Verdi le quitó a su hija, y el Barón Lant...

'¿Habría sido mejor mantenerme cerca del Barón Lant desde el principio?'

Rashta se arrepintió tardíamente.

Ella se había alejado del Barón Lant porque éste no le permitía manejar su dinero, porque desaprobaba su relación con el Duque Elgy y porque Navier le aconsejó que confiara en los secretarios de Sovieshu. Ahora se arrepentía de esa decisión.

No obstante, pronto sacudió la cabeza.

'No, mi error no fue no confiar en el Barón Lant, sino confiar en otra persona después de que Alan me traicionó. ¡No debí confiar en nadie más que en mí misma! Aun así, no puedo rendirme. Tengo que encontrar la manera de superar este obstáculo...'

Mientras estaba sumida en sus pensamientos, de repente vio la silueta de un hombre en la entrada del patio del Palacio del Oeste.

Dado que no había recibido visitas en estos días, Rashta detuvo su paseo para acercarse a la silueta con una mezcla de miedo y curiosidad.

La persona que entró al patio fue el Barón Lant.

"Barón Lant..."

Rashta susurró su nombre. Sovieshu debía estar terriblemente enojado, por lo que no esperaba que ninguno de sus hombres la visitara en esta situación.

El Barón Lant saludó a Rashta con una expresión complicada.

"¿Cómo se encuentra, Su Majestad?"

"Hmm, Rashta..."

El Barón Lant miró a su alrededor y sacudió la cabeza cuando Rashta intentaba responder.

"¿Le parece bien si vamos al salón a hablar?"

"Sí, vamos."

Rashta asintió. Él parecía tener algo que decir en secreto.

El Barón Lant había hecho lo correcto. No había nadie en quien Rashta pudiera confiar en este palacio. Si alguno de los sirvientes que andaban por aquí llegara a oír la conversación, sin duda se esparcirían rumores exagerados.

Rashta caminó delante de él. Una vez que entraron en el salón, una sirvienta les sirvió té y bocadillos con una mirada curiosa.

Rashta le indicó a la sirvienta que se retirara. Acto seguido, la sirvienta salió y cerró la puerta.

Sólo después de comprobar repetidamente que no había nadie que pudiera escuchar la conversación a escondidas, Rashta se sentó.

El Barón Lant la observó con sentimientos encontrados.

Él también sabía cómo el Duque Elgy, la persona en la que más confiaba, la había traicionado. Por eso entendía un poco por qué Rashta actuaba de esta manera.

Finalmente, Rashta preguntó,

"¿Qué te trae por aquí?"

"El Vizconde Roteschu y Alan serán juzgados por engañar al Emperador con una princesa falsa."

"¿El Vizconde Roteschu también?"

"Sí. Ambos están en prisión. Creí que debías saberlo..."

El Barón Lant se quedó sin palabras. Sintió pena por dar esta noticia a Rashta.

Sin embargo, Rashta parpadeó un par de veces antes de sonreír brillantemente. Luego puso sus manos alrededor de la taza de té y sonrió aún más angelicalmente.

"Me alegra mucho."


El Barón Lant miró a Rashta con asombro por un momento, '¿Cree que eso no la va a perjudicar?'

La reacción de Rashta fue un poco confusa.

Rashta sonrió levemente ante la mirada del Barón Lant. Era evidente lo que el Barón Lant estaba pensando.

Al contrario de lo que suponía el Barón Lant, Rashta sabía que no le convenía que el Vizconde Roteschu fuera juzgado.

El Vizconde Roteschu era una persona maliciosa, egoísta y despiadada con cualquiera que no fuera de su familia. Una persona que para eludir sus crímenes no dudaba en hacer falsas acusaciones. No le importaba empujar a otros cuando se encontraba en peligro.

A pesar del riesgo, se sintió complacida de que el Vizconde Roteschu fuera destruido. 

"Ese hombre siempre intimidaba a Rashta."

Rashta no se molestó en aclarar las dudas del Barón Lant, sólo fingió no entender lo que esto implicaba.

La ignorancia sería un buen escudo contra lo que se avecinaba. También sería una espada que la protegería, capaz de despertar la compasión en personas como el Barón Lant.

Aunque la ignorancia en una emperatriz implicaba que no era competente, podría ser un arma para atenuar sus crímenes. El mundo estaba lleno de personas que sentían compasión por quienes consideraban inferiores a ellos.

Como Rashta esperaba, el Barón Lant mostró una expresión de tristeza cuando ella puso por encima de sí misma que el hombre que la intimidaba fuera castigado.

Al darse cuenta de esto, Rashta agradeció deliberadamente al Barón Lant con más alegría.

"Gracias por darme esta noticia, Barón Lant."

Al Barón Lant se le encogió el corazón cuando la desafortunada emperatriz, que se enfrentaba a un futuro lamentable, le agradeció sin saber lo que le esperaba.

Sobre todo porque la conocía desde que llegó al palacio imperial, en sus brillantes días de concubina. En ese entonces, ella no sabía nada, ni siquiera escribir. Sentía que enviarla a la horca era como empujar a un niño por un precipicio.

Lo que le hizo compadecerse aún más de Rashta fue que él también había sido culpado por Sovieshu de esta situación, lo que le cerraría la puerta a cualquier ascenso futuro. Pero esto no era nada comparado con lo que podía ocurrirle a Rashta, cuya vida estaba en peligro.

Después de un tiempo, el Barón Lant finalmente habló con dificultad,

"El Vizconde Roteschu es una persona detestable. Culpará a la Emperatriz de todo para encubrir sus propios crímenes. Así que Su Majestad..."

"¿Qué?"

"¿Por qué no escapa antes de que se celebre el juicio? Si lo desea, puedo ayudar a Su Majestad."