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miércoles, 28 de julio de 2021

Dama A Reina - Capítulo 127

 Capítulo 127. [Historia Alternativa] Capítulo 19. El Día Anterior


"...¿Qué?" -dijo Janet desconcertada antes de poder contenerse-. Sin embargo, Alisa se limitó a señalar a Lucio tumbado en la cuna y a repetir sus palabras.


"He dicho que me gustaría llevarme a este niño".


"Pero Su Majestad, este niño aún está..."


"De todos modos, pensaba adoptarlo cuando creciera, pero he decidido acogerlo antes", -dijo la Reina-.


"Todavía no ha sido destetado, Su Majestad".


"¿Lo está amamantando usted misma? Una niñera puede hacerlo, ¿qué importa?"


Janet pensó que se volvería loca ante la inflexible negativa de Alisa. Se imaginó que algo así ocurriría ya que la Reina no tenía un hijo propio. Pero Lucio no tenía ni un mes. Ni siquiera había pasado un mes desde que estaba bajo su cuidado.


Janet intentó razonar con ella. "Su Majestad, no digo que no vaya a entregarle a mi hijo. Pero al menos, permítame tenerlo durante un año".


"¡¿Tu hijo?! Cuida tus palabras", -espetó Alisa con fiereza-. "¿A quién llamas hijo?"


"Su Majestad..."


"Este niño será reconocido como mi hijo en la historia. No va a ser tu hijo".


La voz de Alisa se elevó a un grito febril, y Janet cerró la boca sin querer. Todos en el palacio sabían que Alisa era sensible a este tema. La Reina se sometió a un examen de salud hace medio año, y se concluyó que era infértil. El médico imperial fue asesinado por transmitir la noticia, y desde entonces el carácter de Alisa se volvió cada vez más tiránico. El hecho de que nunca pudiera tener el hijo de su amado la volvía loca.


Si no podía tener un hijo ella misma, entonces le quitaría el de otra persona.


"Llevad a ese niño al palacio de la reina inmediatamente", -ordenó Alisa con dureza a las sirvientas que la atendían-.


"Sí, Su Majestad".


Janet cayó de rodillas. "Su Majestad, por favor... por favor, no puede hacer esto", -suplicó-, pero Alisa la ignoró y salió de la habitación de Janet con Lucio.


Janet, ahora sola, comenzó a llorar. Su oponente era la mujer más valiosa y noble del reino. No había nada que ella, una simple concubina, pudiera hacer.


***


"Sucio niño", -murmuró fríamente Alisa mientras miraba al balbuceante Lucio en la cuna-. "Ya que vienes del sucio linaje de tu madre, no serás diferente".


Aunque se lo había llevado, se le retorcía el estómago al verlo. Justo cuando estaba a punto de dejar de lado al bebé, una sirvienta se apresuró a entrar en la habitación.


"Su Majestad, Su Majestad el Emperador viene hacia aquí", -anunció la sirvienta-.


"¿Qué?"


Al oír las palabras de la sirvienta, la fría expresión del rostro de Alisa cambió por completo. Ordenó a las sirvientas que la ayudaran a cambiarse de vestido y a arreglarse el pelo mientras se rociaba con un perfume de fuerte olor. Tanto el bebé como las sirvientas tosieron a causa del olor, pero Alisa no les prestó atención y se limitó a esperar atentamente al Emperador.


"Su Majestad el Emperador ha llegado".


Tras el anuncio, las puertas se abrieron y entró el Emperador con una expresión rígida. Alisa se levantó de su asiento, con el corazón agitado. En ese momento, probablemente parecía una joven feliz por haber visto a su primer amor, pero para el Emperador, que ya conocía su verdadera naturaleza, no parecía nada de eso.


En cuanto el Emperador entró en la habitación, olió el potente perfume de la reina y luchó contra las ganas de vomitar. Entonces vio a su hijo en la esquina de la habitación y palideció.


"Reina", -dijo en tono de sorpresa-.


"Sí, Majestad", -respondió Alisa-.


"¿Es ese Lucio al que estoy viendo allí?"


"Sí, Su Majestad. Estáis en lo cierto".


"¿Has perdido la cabeza? ¿Cómo has podido tener al niño en medio de esta asquerosa nube de perfume?"


"..."


Ante el repentino reproche, Alisa quedó desconcertada y dudó antes de ordenar a una sirvienta que sacara a Lucio de la habitación. Una sirvienta mayor obedeció sus órdenes y sacó al niño, dejando solos a Alisa y al Emperador.


"He oído que has robado al hijo de la baronesa Eveard", -dijo secamente-.


Hubo dos cosas que irritaron a Alisa al escuchar esa breve frase.


Número uno, el hecho de que esa humilde mujer recibiera un título nobiliario como el de ‘Baronesa Eveard’ por ser la concubina del Emperador la irritó sobremanera.


Y número dos, Alisa no robó ese niño. Ese niño era suyo desde el principio. Cualquier hijo del Emperador era hijo de su esposa, la Reina. No importaba de qué cuerpo naciera. Sin embargo, ¿afirmó que ella lo ‘robó’?


"Su Majestad, es mi hijo", -refutó inmediatamente Alisa-.


"..."


"Sólo sigo lo que está escrito en las leyes de nuestro reino. Esa mujer no es más que una simple concubina. Todos los hijos de Su Majestad son, por extensión, mis hijos, pues soy su esposa. ¿Me equivoco?"


"¿Dices entonces que vas a criarlo?"


"¿Cree que soy incapaz de hacerlo?"


"Si soy sincero, sí", -dijo el Emperador-.


"¡Su Majestad!" -exclamó Alisa-, dolida. "Su falta de fe en mí me hiere".


"Es algo que puedo suponer basándome en cómo sueles actuar".


"Confío en poder criarlo bien, Su Majestad".


"..."


El Emperador miró a la Reina con ojos insatisfechos. Aunque fuera el Emperador, no podía devolver un hijo suyo a su madre biológica cuando ni siquiera había un precedente. Las palabras de Alisa eran innegablemente correctas.


Mientras Alisa lo quisiera, podría reclamar a Lucio como su hijo en cualquier momento. Sería diferente si tuviera un hijo biológico propio, pero lamentablemente era una mujer estéril.


El Emperador dio un suspiro. "Pienso hacer de ese niño el príncipe heredero", -dijo-.


"..."


Al escuchar esas palabras, Alisa se dio cuenta de repente. Un niño que ella misma había dado a luz no se convertiría en el príncipe heredero. Las lágrimas empezaron a caer sin remedio de los ojos de Alisa, pero no se inmutó.


"Criaré al niño, Su Majestad", -dijo con determinación-.


"..."


El Emperador la miró fijamente antes de darse la vuelta y salir de la habitación sin volver a mirar.


De nuevo hoy, el Emperador no vino al palacio de la Reina a verla. Para Alisa, esa verdad era mucho más dolorosa que el hecho de ser infértil. Era una reina que no podía ganarse el favor de su marido ni dar a luz a su hijo. Sólo podía pensar miserablemente en su situación. Acalló su rostro contra las impolutas sábanas blancas y comenzó a sollozar con fuerza.


***


Algún tiempo después, Janet fue despojada de su título nobiliario por su comportamiento insolente hacia la Reina por algo completamente irrelevante. Aunque había numerosas pruebas que demostraban que esta acusación era claramente inventada, Janet sabía que era inútil disputarla y admitió todos los cargos. Alisa era una oponente demasiado temible como para intentar luchar contra ella.


Alisa prohibió que Janet y Lucio se reunieran. Por lo tanto, Janet no había visto a Lucio desde que tenía un mes. Sólo pudo oír hablar de él. Sólo se enteró de que Lucio se había convertido en el Príncipe Heredero a través de sus sirvientas.


Janet volvió a ser una sirvienta del Palacio Central, pero el favor del Emperador había permanecido inalterado. Sólo eso le dio a Janet algún tipo de consuelo.


Desde que la Reina le quitó a su hijo y lo convirtió en príncipe heredero, pensó que podría intentar al menos tener una hija, pero no había podido quedarse embarazada después de dar a luz a Lucio.


Para empeorar las cosas, cuando el Emperador abandonó el palacio para luchar en una guerra por la conquista de territorios, el tiempo que Janet tuvo que pasar sola no hizo más que aumentar. A medida que la soledad de su vida en palacio comenzó a prolongarse, poco a poco empezó a resentirse. Deseaba volver a su ciudad natal. Vivir en el palacio sin el hombre y el hijo que amaba era demasiado cruel.


‘Volveré. Este lugar no me conviene en absoluto’.


Esto fue algo de lo que se dio cuenta tontamente sólo después de haber pasado veinte años. Después de que el Emperador regresara de la guerra, ella decidió volver a su ciudad natal entonces.


***


Cuando la guerra llegó a su fin, se rumoreó que el Emperador regresaría a palacio en aproximadamente una semana. Ella podía soportar una semana. Después de todo, había aguantado veinte años. Con ese pensamiento, se dirigió a la biblioteca.


"Mira, es Su Alteza el Príncipe Heredero".


Al oír esas palabras, Janet se detuvo inmediatamente. El corazón le latía con fuerza en el pecho y, por reflejo, giró la cabeza hacia la sirvienta que había hablado. La chica miraba en una dirección. Janet siguió su línea de visión y vio a un chico caminando.


Al instante, pudo ver que tenía un rostro hermoso. Lo primero que notó fue que tenía el pelo negro y los ojos oscuros, que eran la viva imagen de su padre. El digno uniforme que llevaba le quedaba perfecto, y no tenía una sonrisa en la cara. Era la primera vez que Janet podía ver una imagen adulta de su hijo.


‘Es mi hijo’.


Su corazón se hinchó mientras las lágrimas se formaban en sus ojos. Estaba conmovida. Estaba muy agradecida de que hubiera podido crecer hasta convertirse en un joven tan bueno a pesar de haber sido arrebatado del abrazo de su madre tan pronto.


Fue entonces cuando Lucio se encontró casualmente con su mirada. En ese momento, sin que nadie se lo dijera, Janet se apartó rápidamente de Lucio y se alejó. Lucio ladeó la cabeza con asombro antes de perder rápidamente el interés y seguir su camino.


Janet sólo dejó de caminar cuando ya había pasado un buen rato, y miró detrás de ella. Lucio ya se había alejado y no se le veía por ninguna parte. Pero eso no importaba. Lo había podido ver al menos una vez.


‘Menos mal que pude verlo antes de irme’, -pensó Janet mientras seguía su camino a paso lento-.


***


Una semana después, el Emperador había regresado de la guerra. Se alegró de volver a ver a Janet, pero ella le anunció que iba a volver a su ciudad natal. El Emperador se quedó muy sorprendido por su repentina confesión, pero no le preguntó el motivo. Actuó como si esperara que esto sucediera. Se limitó a decir que respetaba su decisión, aunque su rostro estaba marcado por el dolor y el arrepentimiento.


El Emperador dijo que se aseguraría de que ella pudiera vivir acomodadamente en su ciudad natal y le pidió que, como mínimo, esperara hasta que él pudiera hacer esos arreglos. Janet aceptó, pensando que habría sido demasiado cruel con el Emperador negarse. Por ello, Janet acabó quedándose un mes más después de anunciar su intención de abandonar el palacio. Mientras contemplaba qué hacer durante ese tiempo, le vino a la mente su hijo, al que había visto recientemente.


Aunque no pudiera transmitírselo ahora, quería hacerle un último regalo. A partir de ese día, Janet comenzó a confeccionar un conjunto de ropa. No sabía cuál era la talla de Lucio, así que simplemente se basó en la imagen que tenía en su memoria. Pasó innumerables noches en vela confeccionando las prendas, con la esperanza de que algún día él pudiera llevarlas cuando fuera adulto y emperador de Mavinous.


La ropa fue terminada exactamente el día antes de que ella tuviera que abandonar el palacio. Aliviada por haber podido terminarla a tiempo, dejó la ropa en manos de una sirvienta a la que era cercana. Le dijo a la chica que se la diera a Lucio cuando Alisa hubiera muerto y estuviera bien revelar quién era su verdadera madre biológica.


Esa noche, cuando Janet se metió en la cama un poco antes de lo habitual, una ola de emociones encontradas la invadió. Había utilizado esta cama durante más de veinte años. Esta era la habitación en la que había pasado sus días de joven, y pasó su última noche rememorando sus recuerdos aquí.


Recordó la primera vez que conoció al Emperador, su primera noche juntos, el día en que se dio cuenta de que estaba embarazada, el día en que dio a luz a Lucio... En algún momento sus ojos comenzaron a lagrimear.


‘Aun así, no me arrepiento de nada’.


Fueron momentos muy duros, pero no se arrepentía. No importaba lo que dijeran los demás, su propio hijo iba a convertirse en el próximo Emperador de Mavinous, y ella realmente amaba al Emperador. Sólo que le resultaba demasiado difícil seguir viviendo en el palacio. Quería pasar el resto de su vida tranquilamente en su ciudad natal. Con una sonrisa tranquila, Janet cerró los ojos y se quedó dormida.


Ese día era la víspera del decimoquinto cumpleaños de Lucio.


[Historia secundaria 3] Un encuentro equivocado. (Final)


***

Buenos días, tardes y noches, aquí Tiger. Me disculpo por todos estos meses sin actualizaciones. La razón de la ausencia fue que el lugar de donde sacaba la novela en inglés fue eliminado. He estado todos estos meses buscando otro lugar que tuviera los capítulos restantes, pero no hubo suerte. Pero hace unos días logré encontrar una página la cual tenía la novela hasta este capítulo. Lamentablemente, no tiene los demás, así que a menos que en algún momento sigan subiendo los capítulos de la novela, no podré continuarla aquí, ya que no sé coreano. Me disculpo de nuevo por la falta de avisos y les entregó, aunque no es el último de todo, el último capítulo de esta historia alternativa en específico.