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jueves, 13 de mayo de 2021

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 309

Capítulo 309.



Una vez que la Vizcondesa Verdi se marchó, Sovieshu preguntó ansiosamente al médico del palacio,

"¿Cómo está la princesa?"

"Se asustó mucho, pero afortunadamente no le pasó nada. Si hubiera caído directamente al suelo, habría sido terrible, Su Majestad. Un bebé es frágil, puede sufrir graves lesiones si es lanzado con un poco de fuerza sobre una superficie dura."

Al menos fue un alivio que la bebé se encontrara envuelta en mantas gruesas y que el lugar donde cayó fuera una alfombra mullida. De lo contrario, podría haber acabado con lesiones irreversibles.

A medida que la conmoción se disipaba, la ira invadió a Sovieshu.

Había visto indicios desde mucho antes, pero ¿tirar al suelo a una pequeña bebé?

Creía que Rashta estaba siendo astuta para protegerse, pero esto iba más allá de ser astuta.

Sólo de pensarlo le daban ganas de echarla de aquí ahora mismo.

Sin embargo, se imaginó el tipo de comentarios que recibiría si echara a la mujer con la que llevaba menos de un año casado, además de ser la madre de su hija recién nacida.

Incluso la gente que despreciaba a Rashta sentiría pena por ella. La opinión de la gente cambiaba constantemente. Despreciar a Rashta no tenía nada que ver con simpatizar con ella.

Si hiciera público que Rashta había tirado a la bebé, no sólo podría echarla, sino también encarcelarla de por vida, pero le preocupaba que la princesa adulta se conmocionara al enterarse.

"Si se hubiera quedado tranquila, podría haber vivido rodeada de lujos como la anterior emperatriz el resto de su vida. Qué tonta."

Hasta ahora, Sovieshu había documentado cada uno de los crímenes de Rashta.

Lo soportaba todo para reunir en silencio una lista de crímenes, hasta el punto de que otros podrían pensar, '¿Pasará por alto todo eso?' 

Pero estos documentos eran leña. 

Leña que aún no sabía si prendería, pero que, de hacerlo, ardería con fuerza. Era el tipo de leña que cuanto más se apilara, más intenso sería el fuego. Al final, esa leña se convertiría en una gran bola de fuego.

Tirar a la bebé iba más allá de los límites de lo que Sovieshu podía tolerar.

Sovieshu meció a la bebé inquieta, tratando de controlar su ira.

Pero sus ojos se hundieron espantosamente.

'Definitivamente no será un simple divorcio, Rashta.'

***

En ese momento.

Al regresar al Palacio del Oeste con un sentimiento de traición e indignación hacia la Vizcondesa Verdi y terriblemente afectada por haber tirado a la bebé, Rashta gritó y empezó a romper todas las cosas de la habitación.

"¡Ahh... Ahhhh! ¡Hija! ¡Mamá no tenía intención de hacer eso!"

Mientras sollozaba, le dolía más la bebé que la traición.

Entonces, Rashta se arrodilló en la alfombra donde había caído la bebé, y gemía con las manos en las mejillas.

"Bebé, mamá realmente no quiso hacer eso..."

Estaba devastada por haber tirado a su preciosa hija.

Pero la espeluznante sensación de sostener un bebé muerto en sus brazos permanecía tan vívida en su memoria que no estaba segura de que no lo haría de nuevo.

"Ah... Ah... bebé... mi bebé. Mi hija."

Cuán doloroso debió ser. Cuán asustada debió estar.

Rashta, que se golpeaba el pecho en agonía, sollozaba como si hubiera medio enloquecido.

En ese momento, llamaron a la puerta.

"¡Largo! ¡No quiero que nadie entre! ¡Que nadie entre!"

Rashta gritó furiosa, levantando sólo la parte superior de su cuerpo.

Pero la persona al otro lado de la puerta entró inmediatamente sin dar importancia a los gritos de Rashta.

Esa persona era el Vizconde Roteschu.

"¿Por qué estás aquí? ¿¡Por qué!? ¡Lárgate! ¡Es una orden! ¡Dije que es una orden!"

A pesar de los gritos de Rashta, el Vizconde Roteschu se acercó apresuradamente y susurró,

"Oh, no es momento para esto. Levántate. ¡Tu verdadero padre ha venido a la capital!"

El Vizconde Roteschu pudo entrar gracias a los guardias. Rashta se había encerrado en su habitación a gritar, por lo que los guardias, asustados, permitieron deliberadamente que el Vizconde Roteschu entrara.

Los guardias, que creían que el Vizconde Roteschu y Rashta tenían una buena relación, pensaron que el Vizconde podría calmar a Rashta.

Las sirvientas pensaron lo mismo. Por no mencionar que eran plebeyas. Incluso si el Vizconde Roteschu entrara sin permiso, ni siquiera considerarían detenerlo.

Sin embargo, contrariamente a lo que esperaban, el Vizconde Roteschu desconocía por completo lo que le había pasado a Rashta.

Además, pensó que el asunto del verdadero padre de Rashta, que venía a informar, era más importante, así que no sólo no consoló a Rashta, sino que ni siquiera se fijó en ella.

Rashta se tambaleó sin fuerzas y su expresión se volvió vacía. Entonces agarró al Vizconde por el cuello, con un estallido de lágrimas brotando de sus ojos.

Sacudió al Vizconde Roteschu con todas sus fuerzas.

¡Si este bastardo no me hubiera dado un bebé muerto! ¡Si no hubiera sostenido en mis brazos al bebé muerto, que creía que era el hijo que había esperado durante nueve meses! Entonces habría podido sostener tranquilamente a mi hija en mis brazos, cantarle una canción de cuna, susurrarle que era su madre y decirle que estaba feliz de verla. Habría tejido gorros para la bebé que se parecía a mí, y habría puesto en sus pañuelos los hermosos bordados que había empezado a aprender recientemente.

En cuanto le vino a la mente el pequeño y cálido cuerpo en sus brazos, los pequeños dedos que intentaban alcanzarla, los adorables ojos negros y el fresco aroma a bebé, a Rashta se le rompió el corazón. Gimió y se abalanzó sobre el Vizconde Roteschu, abofeteándolo.


"¡Bastardo! ¡Eres un bastardo! ¡Un maldito bastardo! ¡Muere!"

"¡Detente! ¡Detente! ¡Detente!"

Gritó el Vizconde Roteschu, sin poder quitarse de encima a la Emperatriz Rashta.

Después de un tiempo, Rashta aflojó su agarre y lo soltó impotente, sólo entonces el Vizconde Roteschu resopló y se arregló la ropa arrugada.

"La Emperatriz no debe actuar así."

"¡Cállate!"

Rashta intentó abofetearlo nuevamente, pero esta vez el Vizconde la esquivó ágilmente echando su cuerpo hacia atrás, y chasqueó la lengua. 

"¿Cómo puedo contarte las noticias de tu padre si me callo?"

Sólo entonces apareció una luz misteriosa en los ojos de Rashta, llenos de ira.

"¿Mi padre? ¿El Vizconde Isqua?"

"¿Es necesario actuar delante de mí? No hablo de tu padre falso. Hablo de tu verdadero padre. Ese estafador."

Sus ojos negros se sacudieron rápidamente. Hace un instante se encontraba un poco fuera de sí, por lo que no pudo entender lo que decía. Sólo ahora pudo entender perfectamente las palabras del Vizconde.

"¿Mi padre?"

Rashta preguntó con una mirada de desconcierto.

"¿Cómo puede haber noticias de mi padre?"

El Vizconde Roteschu chasqueó la lengua.

"Es normal, supongo que ha venido por un trozo del pastel al enterarse que te has convertido en la Emperatriz."

Su rostro pálido se deformó bruscamente.

"¿En serio?"

"Bueno, no vino directamente a pedir dinero. Vino a mi casa y me mostró tu retrato. Entonces dijo, nuestra Rashta lo ha conseguido—"

"Quizá... sólo se acercó a ti por eso."

"Dijo que volvería."

Rashta habló fríamente.

"No es posible que tenga la sangre de un vulgar esclavo."

"Yo también intenté esa excusa, pero él estaba seguro."

"Deshazte de él."

Rashta habló con firmeza y levantó la mirada.

Cuando era una esclava nunca quiso ver su rostro, pero ahora la estaba buscando. Evidentemente, no parecía tener buenas intenciones.

Sin embargo, el Vizconde Roteschu se mostró indiferente.

''¿Por qué no se lo pides a Su Majestad?"

"¿Qué?"

"¿No conoce Su Majestad todo sobre tu origen? Sin embargo, hace la vista gorda. Creo que este asunto se resolvería mejor si se lo pides a Su Majestad en vez de a mí, ¿no crees?"

"¿Qué estás diciendo? ¿No me pides dinero para ayudar en casos como este?"

La expresión del Vizconde Roteschu se deformó enseguida,

"Te dije que Rivetti había desaparecido."

"... ¿Aún no la has encontrado?"

"Así es, no he podido encontrarla. Así que además de encontrar a mi propia hija, tengo que encontrar a la verdadera hija de tus padres falsos que me pediste."

Rashta se mordió los labios. Eso es todo. ¿No puede hacer tres cosas a la vez? 

Las palabras, '¿No puedes deshacerte de él mientras las buscas?' llegaron a la punta de su lengua. Sin embargo, Rashta era la responsable de la desaparición de Rivetti, por lo que no pudo abrir la boca.

"No es porque sea una molestia, sino porque últimamente he estado muy ocupado. Apenas puedo ver la cara de Alan."

El Vizconde Roteschu suspiró, y levantó la cabeza para mirar el reloj de pared. Como si tratara de hacerle saber que estaba realmente ocupado.

"Saldré esta noche en un carruaje para recorrer toda la Región de Parme. Así que no me busques aunque sea urgente."

En medio de esto, el Vizconde Roteschu tomó un puñado de joyas. La razón era que necesitaba costear un montón de gastos de viaje para desplazarse.

'¿Qué debería hacer?'

Una vez que el Vizconde Roteschu se fue, Rashta se levantó de la alfombra y camino nerviosamente por la habitación.