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domingo, 14 de febrero de 2021

Una Villana Perfecta Para Un Tirano - Capítulo 10

Capítulo 10. Una Noche Salvajemente Caliente


'Me pregunto cuándo vendrá el Emperador'. 

Una vez terminada la boda, Cecile fue rodeada por las asistentes imperiales y conducida a la habitación en la que se encontraba actualmente. Cuando llegaron, las asistentes se afanaron en cambiarla, lavarla y prepararla para la noche. Poco después, Cecile quedó sola en la gran habitación.

La habitación era mucho más grande y lujosa que cualquiera de las que había visto en el palacio real de Navitan. Incluso todo dentro de la habitación rebosaba de extravagancia.

En la mesa a un lado de la habitación había una verdadera montaña alimentos y alcohol. La organización resultaba agradable a la vista, pero la cantidad era descomunal. Tanto que uno podría confundirlo con un banquete.

Cecile se acercó a las frutas, echando un vistazo a su alrededor a pesar de saber que no había nadie, y tomó con cuidado una rebanada de naranja. Al ingerirlo, el refrescante zumo brotó con dulzura, rejuveneciendo el interior de su boca, que estaba seca por la tensión. "Qué rico."

Cuando vivía en su villa real, las frutas representaban un alimento de lujo que sólo se podía obtener durante los grandes eventos. El reino de Navitan era un país con un clima desfavorable, por lo que su mercado de frutas dependía sobre todo de la importación. A Cecile le resultaba doloroso, puesto que le gustaba mucho comer frutas. Una vez había intentado valientemente cultivar un árbol frutal en el jardín de su villa real, junto con sus sirvientas, pero no había dado muchos frutos. Aunque, por supuesto, esto no quería decir que no comiera nada. Muchas veces se colaba en el invernadero del palacio principal para saquear sus tesoros.

Cecile se quedó absorta comiendo rebanada de fruta tras rebanada de fruta mientras recordaba cosas del pasado, cuando de repente su mano se detuvo. 'No se quejará de que haya comido un poco primero, ¿Verdad?'

La cara del Emperador le vino de repente a la mente. Y al mismo tiempo surgió una pregunta que había olvidado en la euforia de su festín.

'¿Por qué no me ha matado?'

Había escuchado a sus oficiales clamando por sangre en la distancia mientras la arrastraban las asistentes después de la boda.

¡Acabemos con el reino de Navitan!

¡Estoy dispuesto a emprender la guerra en este mismo instante! Los haré desaparecer de la faz de la tierra.

¡Qué indignante es que hayan enviado a una mujer tan loca!

Y a sus gritos, Cecile respondió interiormente, '¡Sí! ¡Eso mismo pienso! ¡Aplástenlos!', animándolos en su interior con fervor.

Durante un largo rato, Cecile se preguntó por qué el Emperador no la había matado en el acto, pero después se dio por vencida y se tumbó en la cama. El colchón agradablemente flexible y las suaves sábanas parecían una bendición.

'Puede que me guste ser emperatriz'. 

Ella no pudo evitar rebosar de alegría, tumbada en una cama limpia y agradable después de comer sabrosas frutas. Antes de la boda sentía que 'podría morir', pero ahora ese pensamiento se desvanecía a una velocidad increíble. Pero un momento después, el rostro de Cecile se ensombreció. ¿Qué sentido tenía tener esos pensamientos ahora? 

Ya se había comportado inadecuadamente. No sabía por qué el Emperador la había perdonado por el momento, pero su destino estaba grabado en piedra. Cecile volvió a mirar la mesa. Sus ojos se fijaron en las numerosas botellas de bebida colocadas junto a la montañosa pila de comida. Se acercó a descorchar una de ellas y una profunda fragancia salió de ella.

'¡No sé mucho de vinos, pero este tiene que ser caro!'

Cecile agarró una copa de plata y después de llenarla hasta el borde con vino, tomó un sorbo.

"¡Ahhh!", exclamó.

Era una bebida muy fuerte. Sintió que el interior de su garganta ardió en el momento en que tragó.

"Vaya, esto no es ninguna broma". Cecile murmuró y se quedó parada, parpadeando lentamente. Sintió que el mundo comenzaba a girar en un instante. El calor del alcohol comenzó a extenderse por todo su cuerpo antes de que volviera a acercar sus labios a la copa.