Reciente

sábado, 18 de julio de 2020

I Raised A Black Dragon - Capítulo 69

Capítulo 69.  Posesión Eterna


Adrian acercó sus hombros suavemente hacia la cama sin escuchar ninguna protesta de Park Noah. Él se inclinó hacia ella, tirando de la manta hacia abajo.

"No me quites la manta... voy a descalificar al mayordomo." Park Noah se quejó. Parecía un poco gruñona, pero no se oponía a sus acciones. Atrapada en un estado en el que la racionalidad había desaparecido, sólo le  quedaba el instinto grabado en el inconsciente.

En el espacio entre ellos apenas había unos centímetros de separación; sus respiraciones rozaban la piel del otro y sus mechones de cabello le hacían cosquillas en su pálida frente.

Adrian se acercó, sus labios casi se tocaron, y aún así, no hubo respuesta de Park Noah todavía.

"......" Él frunció el ceño. '¿Estamos así de cerca pero no reaccionas?'

Miró su rostro tranquilo; ella se veía mucho más cómoda que antes. Tal vez se sentía aliviada.

"Quiero bañarme". Park Noah murmuró repentinamente y haló a Adrian, sus labios casi chocando entre sí. Pero debido a su agarre, que apenas soportaba el peso de Adrian, sus labios nunca se juntaron.

Adrian se calmó, murmurando. "¿Quieres lavarte?" 

'Ella no se negó a besarme'.

Con la innegable verdad, Adrian se vio obligado a aceptar la probabilidad de que el despiadado investigador fuera su amante.

"...Gracioso." Una sonrisa amarga apareció en sus labios. Adrian siempre había sido honesto con sus sentimientos, y la emoción que dominaba su corazón en este momento, era el disgusto.

"Pusiste una mirada de desagrado cuando me acerqué a ti."

Pero Adrian Rossinell era el único hombre que conocía mejor el cuerpo de su antigua amante; Eleonora Asil solía dejar claro ese punto todo el tiempo.

|Todo lo que puedes obtener será mi cuerpo, Adrian. Pero, mi cuerpo significa que puedes tenerlo todo.|

Siempre quiso que Eleonora Asil se comportara de forma sumisa, aunque fuera una sola vez. Era una mujer nacida con el temperamento de una reina, arrogante pero hermosa, y actuaba como si todo en el mundo estuviera bajo sus pies.

Adrian se enamoró de sus facetas y su poder sin igual, pero al final, no pudo conquistar su amor. Era una mujer que no sentía nada más que simpatía por los más débiles que ella.

Sin embargo, como ella misma afirmó, su 'cuerpo' le pertenecía. Para siempre.

Adrian no tenía la más mínima intención de compartir el cuerpo de su amada Eleonora Asil con nadie más.

"¿Qué voy a hacer contigo..." Murmuró, apartando las hebras de su cabello albaricoque que se aferraban a sus mejillas.

"...Hey."

Adrian se congeló ante el repentino sonido. Podía saber a quién pertenecía sin mirar detrás de él. 'Creí que no estaba en la habitación...'

Un sofá chirrió. Lentamente, Adrian enderezó su espalda y abrió la boca para hablar.

"Ahí estás."

Sentado en el cojín dos veces más grande que su figura, estaba un niño de tres años con los brazos sobre el reposabrazos de forma arrogante. Sin embargo, el niño se veía más lindo que amenazante, pero Adrián no podía dejar que una risa se le escapara fácilmente de la boca.

Muell sonreía de manera enigmática, sus orbes de color rojo intenso brillaban en la oscuridad. "Hola, acosador."

En la punta de sus dedos había filamentos de humo negro. El humo descendió entonces al suelo, avanzando hacia el hombre, y envolvió sus tobillos. Muell movió su dedo y los pies de Adrian fueron arrastrados.

Intentó desafiar esa magia, pero también sabía que no tenía sentido porque...

"Un dragón". 

Un dragón era la fuente de todo el maná, y también como un maestro para todos los magos.

Adrian Rossinell fue uno de los primeros en escuchar la noticia de que el huevo de dragón había sido robado, y cuando todos señalaron con el dedo a Eleonora Asil, ni siquiera consideró la posibilidad de que estuviera involucrada.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que la situación era extraña, lo que lo llevó a tomar medidas. Tan pronto como la vio en el tren, junto con un chico de cabello negro, supo que ella tenía el dragón.

"Supongo que los seres humanos son muy listos."

Los agudos ojos del dragón poseían tanto la inocencia como la crueldad. No importaba que la bestia se ocultara mediante un cuerpo humano, una persona con un sentido agudo notaría su verdadera forma por la facilidad con la que creaba fuego en su palma. 

"Hmm..."

Pero por supuesto, el joven dragón, que tenía apenas un mes de edad, no se daba cuenta de eso.