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sábado, 17 de junio de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 495

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 495. Todos Se Devanan Los Sesos (2)




"¿Estás seguro?"

Murmullos circulaban por el palacio del Imperio Oriental.

"Sí. Mientras caminaba con normalidad, de repente miró a un lado y empezó a susurrar. Actuaba como si hubiera alguien a su lado."

Cada vez más funcionaron se reunían para escuchar la historia.

"Eso da miedo. ¿Dijo algo el médico del palacio?"

"Lo negó, diciendo que no pasaba nada."

"¿Podría ser realmente una maldición?"

Algunos de los funcionarios se estremecieron.

"¿Qué maldición?"

"La maldición de la Señorita Rashta."

De repente, alguien se acercó y tosió. Todos los funcionarios se sobresaltaron. Sus bocas se cerraron tan pronto vieron al secretario del emperador. Un funcionario hizo una reverencia de saludo, y el resto siguió su ejemplo.

El secretario frunció el ceño.

"Cuidado con lo que dicen. No difundan tonterías."

Palidecieron e hicieron una reverencia más profunda. Debían tener cuidado con lo que decían sobre el estado emocional del emperador. Especialmente si realmente se encontraba mal.

"Pueden retirarse."

El secretario sacudió la mano y los funcionarios se dispersaron rápidamente. Ya solo, el secretario los observó marcharse, luego dio media vuelta y siguió su camino, hacia el lugar donde tradicionalmente se reunían todos los secretarios.

El Marqués Karl ya estaba allí, caminando de un lado a otro con las manos en la espalda. Parecía preocupado. Cuando apareció el Conde Pirnu, el Marqués se apresuró a acercarse a él.

"¿Cómo está?"

"Sigue diciendo disparates de vez en cuando."

El Conde Pirnu sacudió la cabeza.

"Esta vez lo oyeron más personas. Todos los funcionarios lo encuentran muy extraño."

El Conde Noreille, que había llegado primero, se masajeó la frente.

"Era mejor cuando tenía doble personalidad. Al menos era consciente de su condición y hacía lo posible por ocultarlo."

Sovieshu se había desmayado hacía unos días. Cuando volvió en sí, había recuperado la memoria. Pensando que el emperador se había curado, los secretarios se sintieron aliviados. Pero pronto, surgió otro problema.

El Emperador Sovieshu cumplía con todos sus deberes, pero con frecuencia se detenía en mitad de una conversación y miraba fijamente al vacío, o empezaba a murmurar como si hablara con una persona a la que nadie podía ver. Su comportamiento aterrorizaba a todos los que lo presenciaban.

Antes, los secretarios podían ocultar la pérdida de memoria y la doble personalidad del emperador.

Pero ahora, sus problemas se presentaban aleatoriamente en cualquier momento o lugar. Era impredecible, su condición imposible de ocultar. Al menos cumplía con sus obligaciones diarias, pero en esta condición no podía ocuparse de ningún asunto relacionado con otros países.

E incluso si su trabajo diario había ido bien hasta ahora, ¿por cuánto tiempo continuaría siéndolo? ¿Y si, durante un ataque de nervios, firmaba un documento escandaloso? Los potenciales problemas eran astronómicos.

Sin embargo, éstas eran sólo cuestiones secundarias. El mayor problema era que no podía realizar audiencias, uno de los deberes más importantes de un emperador.

La mayoría de los ciudadanos y visitantes extranjeros sólo veían al emperador una vez en la vida. Sólo disponían de una fracción de segundo en sus audiencias para juzgarlo. Si el emperador actuaba de forma extraña e incomprensible, dañaría irremediablemente su reputación.

"Esto es serio. ¿Por qué Su Majestad tuvo que sufrir esta condición ahora?"

"Incluso si Su Majestad se ocupa personalmente de los deberes importantes, es necesario que alguien se ocupe de los asuntos menores y de los temas internacionales."

"Estoy de acuerdo. Pero para que se recupere por completo, no debería trabajar demasiado. Necesita descansar."

Añadió el Marqué Karl. Entonces los secretarios se miraron y suspiraron.

"Veamos cómo evoluciona la situación por ahora."

Dijo finalmente el Conde Pirnu.

"Su Majestad aún no lleva mucho tiempo en este estado."

***

Sovieshu se detuvo frente al caballete y movió lentamente el pincel. Dorado. Escarlata. Blanco. Llenó el dibujo esbozado con los colores que quería. Eventualmente, dejó el pincel y cerró los ojos. Inclinó la cabeza hacia el techo y respiró hondo.

'Extraño.'

Podía ver el rostro de la niña delante de él, mirara donde mirara. Pero cuando intentaba pintarla, todas sus expresiones se superponían— sonreía, lloraba, fruncía el ceño— lo que le impedía dibujarla. Todo lo que podía reproducir eran dos impresiones: carmesí y dorado.

Un pensamiento repentino cruzó la mente de Sovieshu.

'Navier. Te llevaste al primogénito de Rashta contigo. ¿En qué estabas pensando?'

Obviamente, Navier odiaba más a Rashta y a su segundo hijo, pero nunca se había involucrado con el primogénito de Rashta. ¿Por qué rastrear a Ahn y llevarlo al Imperio Occidental?

A Sovieshu le dolía el corazón. De alguna manera, los dos se habían distanciado tanto que ya no podía comprenderla. Cuando planeó por primera vez recuperar a Navier, pensaba que la conocía mejor que nadie en el mundo. Ahora, su ego había sido tirado al suelo y pisoteado.

Asintiendo con decisión, Sovieshu se levantó.

Todo se reducía a sus pensamientos, a su mente. Creía conocer a Navier, pero no era así. Creía haber manejado el asunto con Rashta lo mejor posible, pero aún sufría horribles ataques de culpabilidad.

Durante sus actividades cotidianas, Sovieshu intentaba no pensar en Rashta. De una forma u otra, no sentía nada. Pero cada vez que su mente divagaba, se sentía desorientado, casi como borracho. Era entonces cuando le remordía la conciencia. Oía su propia voz retumbar en sus oídos.

'¿No sientes lástima por Rashta?'

Era más fácil descifrar la realidad de la fantasía cuando estaba solo. A solas, sabía que todo lo que veía debía de ser una alucinación.

Sovieshu agarró la campana para convocar a los sirvientes y la hizo sonar. Una vez que entró un sirviente, hizo un gesto hacia el caballete.

"Retira estos materiales."

El sirviente hizo lo que le ordenó y se marchó. Ya solo en la habitación, Sovieshu se dirigió al escritorio, sacó algunos documentos y los extendió.

'Manos a la obra.'

Las cosas iban mejor cuando trabajaba. Vaciaba su mente, por lo que no tenía tiempo para pensar en recuerdos desagradables.

***