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sábado, 25 de febrero de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 456

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 456. Breve Despedida (1)



Resultó ser que hallar al Gran Duque Lilteang no era tan fácil como se había previsto en un principio. Cuando Heinley se enteró del escape, estaba más preocupado de que se descubriera su trato cruel al Gran Duque. En cuanto al escape en sí mismo, parecía tranquilo.

Sin embargo, resultó inesperadamente difícil encontrar pistas de su paradero.

Heinley no hablaba mucho, ni siquiera cuando me acompañaba en mis paseos por el jardín. Se limitaba a caminar con una expresión reservada y pensativa. Incapaz de soportarlo, le froté los hombros.

"Heinley, ¿estás bien?"

Finalmente me miró y respondió con una sonrisa,

"He estado pensando en el paradero del Gran Duque, pero sé que lo encontraremos pronto, Mi Reina. Gracias por preocuparte por mi."

"Esa respuesta me deja a gusto."

Heinley se rió entre dientes y frotó su frente contra la mía. "Mi reina, eres encantadora. Me gusta verte expresar lo que sientes."

¿Es ahora momento para esto? En todo caso, me alegra que mis palabras lo hayan reconfortado.

Cuando McKenna lo llamó, Heinley me agradeció el agradable paseo, me besó en la mejilla y se marchó. Sólo me di la vuelta cuando Heinley entró en el interior del palacio y ya no podía verle. Esperaba que atraparan pronto al Gran Duque para la tranquilidad de Heinley.

Justo cuando estaba a punto de volver a mi habitación, vi que Sovieshu venía hacia mí. Llegó frente a mí en un instante. Como no podía ignorarlo del todo, lo saludé brevemente y me marché en otra dirección.

Sin embargo, Sovieshu caminó a mi lado.

Me desvié en dirección contraria, pero él se dio la vuelta y volvió a pegarse a mí. Enojada, me detuve y lo miré. Sus pasos cesaron. Me miró de frente. Si fuera un insecto, ya lo habría aplastado. ¿Qué pretendía al seguirme?

"Navier, te han engañado."

"Lo sé. Realmente fui engañada por ti."

Me di la vuelta para marcharme, pero Sovieshu no se separó de mi lado. Apresuré mis pasos, pero él me siguió, sin dejar de hablar.

"Navier, ¿sabes qué clase de persona es el Emperador Heinley?"

"Lo conozco mejor que tú."

"No lo conoces."

Puse los ojos en blanco.

"Basta de tonterías."

Sovieshu habló con determinación.

"Una vez que sepas quién es en realidad, no querrás estar a su lado."

"Vete. No quiero escuchar tus tonterías."

A pesar de mi advertencia, no lo hizo. Eventualmente, dejé de caminar y lo fulminé con la mirada. Sin embargo, hizo caso omiso,

"Tus ojos son muy bonitos. Siempre lo han sido, pero ahora son aún más bonitos."

"¡Sovieshu!"

Había sido inútil.

"Piénsalo, Navier. Te hice daño, sí. Pero prometí amarte y protegerte toda la vida. ¿Ese tipo? No lo conociste por mucho tiempo antes de casarte con él. ¿Sabes lo que eso significa? Sólo se enamoró de tu apariencia. ¿Realmente crees que alguien que conociste hace poco puede amarte para siempre?"

Es increíble, él es el menos indicado para decirme eso. En mi ira, la hierba bajo los pies de Sovieshu se volvió blanca y se congeló. Pero no se inmutó en lo más mínimo,

"Tu habilidad es como tú."

"Aunque Heinley y yo nos separáramos, no tendría nada que ver contigo."

"Estarás triste."

Respondí cruzada de brazos,

"Has olvidado de quién es el bebé que llevo dentro. ¿Te lo recuerdo?"

"Ya lo sé. Espero que el bebé se parezca a ti."

"Incluso si mi relación con Heinley se estropeara, nunca volvería contigo. Si te quedo claro, vete."

Me di la vuelta y me alejé molesta. Incluso entonces, Sovieshu todavía me seguía,

"Navier, puedo aceptar al bebé como si fuera mi hijo biológico."

¿Qué le pasa?

"El bebé también puede aceptarme como su padre. Aún no sabe quién es."

Cuando me quedé mirándole, estupefacta, él sonrió con orgullo. Por muy brillante y agradable que pareciera su sonrisa, me enfurecía. Levanté la voz y hablé con menos formalidad,

"Te habías rendido. ¿Por qué actúas así otra vez?"

"Porque he descubierto que tu esposo no es un buen hombre. Espera, ¿rendirme? No fui yo quien se rindió."

Entrecerré los ojos.

"Fuiste tú. Independientemente de si Heinley es una buena persona o no, es mejor que tú."

"Entra en razón, Navier. No ignores mis palabras sólo porque estés enojada conmigo. Eso no es todo, las personas del Imperio Occidental..."

"¿Qué pasa con ellos?"

Él evitó mi mirada,

"Olvídalo."

"¿Por qué? Dilo. ¿Qué pasa con las personas del Imperio Occidental?"

De repente, Sovieshu no quiso responder. Tal vez porque en realidad no tenía nada que decir. Lo fulminé con la mirada, diciéndole que si había terminado con su recuperación aquí, debería volver al Imperio Oriental a ocuparse de sus propios asuntos, como la pérdida de uno de sus puertos.

Antes de que pudiera concluir mi crítica, uno de mis ayudantes se me acercó apresuradamente,

"¡Su Majestad! ¡Su Majestad! Un... un miembro de los Caballeros Transnacionales ha venido."

"¿Un miembro de los Caballeros Transnacionales? ¿Te refieres al Vizconde Langdel?"

"¿El Vizconde Langdel es un Caballero Transnacional?"

Sovieshu preguntó sorprendido. Le hice un gesto para que mantuviera la boca cerrada y centré mi atención en mi ayudante. Afortunadamente, mi ayudante no prestó atención a la pregunta de Sovieshu.

"No es Lord Langdel. Es otra persona."

"¿Otra persona?"

***

Seguí a mi ayudante hasta una pequeña habitación donde conocí a nuestro invitado. "Supongo que eres un compañero de Lord Langdel."

Un hombre de cabello plateado vestido de blanco puro estaba allí de pie, inmóvil. Al oír mi voz, se dio la vuelta para saludarme. Era un hombre apuesto con ojos risueños, largos y estrechos como los de un zorro.

"Lady Navier. Soy Ángel, Comandante de la 4ª División de los Caballeros Transnacionales." 


Tras dar su nombre y su estatus, hizo una reverencia. Nada más verle me di cuenta de que debía de ser la persona de la que me advirtió el Vizconde Langdel. Tenía curiosidad por saber quién me pediría el favor. Al instante, supe que debía ser él. Por el momento, actué con normalidad y acepté su saludo. Pero como los Caballeros Transnacionales no tenían la mejor reputación, me sentí un poco nerviosa. Por lo general, los Caballeros Transnacionales no visitaban con buenas intenciones. Por eso había sido tan sorprendente que el Vizconde Langdel se nombrara a sí mismo mi guardia personal.

¿Por qué estaba este hombre aquí ahora?

Mi ayudante, más nervioso que yo, permanecía a mi lado con los puños cerrados.

"Trae el té y unas galletas."

Una vez que lo ordené, mi ayudante se apresuró a salir de la habitación.

"Tome asiento."

Cuando señalé el sofá, el Comandante de la 4ª División, que había esperado hasta ahora de pie, finalmente se sentó.

Me senté frente a él, observándolo. Este hombre de aspecto similar al de un zorro tenía una sonrisa traviesa, postura recta y hombros anchos. Como un Comandante de los Caballeros Transnacionales, seguramente era un maestro en artes marciales. Sus guantes blancos destacaban. Parecía que nunca se los quitaba.

No parecía tan mala persona. Pero si tomo en cuenta la fama de los Caballeros Transnacionales, y la advertencia del Vizconde Langdel, podría estar ocultando su lado malvado.

Además, el Vizconde había enviado la advertencia a través de un mensajero. Él mismo aún no había regresado.

Cuando nuestros ojos se encontraron mientras lo examinaba, él se rió entre dientes y dijo sin desviar la mirada.

"Eres una observadora meticulosa."

En ese momento, mi ayudante trajo lo que había ordenado y volvió a marcharse. El Comandante de la 4ª División levantó su taza de té, aún con los guantes puestos. Mientras esperaba a que terminara de beber un sorbo, cerró los ojos como si lo saboreara.

Luego dejó la taza en la mesa y habló afablemente, como si quisiera tranquilizarme. "No tiene por qué estar alarmada, Emperatriz Navier. Sólo he venido a pedirle un favor al Superior del Comandante de la 5ª División."

¿Vino a verme como la Superior del Comandante de la 5ª División, en vez de como la Emperatriz del Imperio Occidental?

"¿Qué favor?"

El Vizconde Langdel ya me había dicho qué responder, pero primero debía escuchar su petición. Además, sentía curiosidad.

"Verás, en mi camino..." El Comandante de la 4ª División hizo una pausa.

¿De qué está hablando?

"Me encontré con un hombre terriblemente flaco. Dios mío, tenía la boca llena de heridas. Cualquiera tendría miedo de mirarlo."

Aunque entrecerré los ojos, el Comandante de la 4ª División me miró fijamente mientras levantaba la taza de té. Una sonrisa se reflejó en sus ojos. Luego, susurró como si fuéramos dos niños intercambiando secretos,

"Había cicatrices alrededor de su boca. Parecía que se la habían cosido."

"¡!"

Mis cejas se levantaron. Inmediatamente me vino una persona a la mente: el Gran Duque Lilteang. Cuando lo miré asombrada, él finalmente hizo su petición.

"Estoy a cargo de varias misiones a la vez, así que estoy un poco corto de personal ahora. Lady Navier, si le parece bien, a cambio del Gran Duque Lilteang—ups."

El Comandante se palmeó la boca como si hubiera cometido un error, y terminó su petición con una sonrisa.

"¿Me presta a la 5ª División?"

Tragué saliva. ¿Este es el favor? Era más bien una condición. Si le prestaba a la 5ª División, entonces me daría la ubicación del Gran Duque Lilteang.