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martes, 9 de marzo de 2021

Bajo El Roble - Capítulo 95

Capítulo 95. Un pasado oculto (2)


"¡R-Riftan!" Lo cortó con una exclamación de sorpresa.

"¡Hey, t-tú... el caballo, no puedes ser vulgar!"

"¿Qué pasa?" Riftan se rio descaradamente "Aquí no hay nadie".

"Bueno, aun así... ¡no es apropiado!"

Al ver su cara sonrojada, Riftan se limitó a reírse antes de estallar en una carcajada incontenible.

"No sé de qué te avergüenzas. En la cama, así es como..."

"¡R-Riftan!"

Max levantó el brazo para cerrarle la boca. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, empezó a perder el equilibrio, casi cayendo del caballo. Riftan extendió rápidamente sus fuertes brazos para ayudarla a recuperar la postura.

"Está bien, está bien. Cálmate" la calmo, con las comisuras de los labios crispadas por la risa reprimida.

Max replicó con una mirada indignada por su desvergüenza. Pero Riftan se limitó a sonreír y se inclinó para darle un casto beso en la frente, haciéndola casi caer, por segunda vez, de su caballo. Finalmente, Riftan estalló en carcajadas mientras la agarraba de nuevo.

"Esto... tal vez tenga que enseñarte a sentarte correctamente en un caballo otra vez".

"Solo sigue a-adelante. Podré montar m-mejor".

Su sonrisa se profundizó ante sus hoscas palabras. A pesar de que Max intentaba mantener una actitud digna frente a él, le resultaba difícil seguir enfadada con un Riftan juguetón, algo que le resultaba raro de ver. Y la verdad era que cada vez que escuchaba la risa despreocupada de Riftan, su corazón latía erráticamente contra su pecho. Junto con sus mejillas enrojecidas, incluso respirar le resultaba una tarea laboriosa.

"Muy bien. Comprobaré si tienes razón".

Riftan la aceptó burlonamente y condujo su caballo hacia adelante. Tenía un perfecto control sobre el caballo, como si la vigorosa fuerza de la crin fuera afín a sus largas y musculosas piernas. Durante todo el trayecto, Max se dio cuenta de que mantenía un ritmo manejable para que le resultara más fácil alcanzarlo.

En el camino de vuelta a Anatol, rozaron los prados como un viento suave y pasajero. Esta insignificante consideración calentó su corazón, ya que nadie se había preocupado por ella. El hombre que tenía delante parecía genuino al verla como una dama encantadora y una esposa satisfactoria.

"No te gusta montar a caballo, pero ¿te gustan los animales?"

Riftan lanzó de repente una pregunta. Max parpadeó sus ojos hacia él como una lechuza.

"M-me gustan. ¿C-cómo lo supiste?"

"Hubo una vez que te vi sentada en el jardín cuando visité el Castillo de Croix. Acariciabas a un gato en tu regazo".

Max se quedó atónita. Nunca había pensado que alguien la hubiera observado. Estaba reflexionando sobre el momento en que Rifan la vio cuando éste continuó hablando en tono tranquilo.

"Parecía estar pasando un buen rato rodando por ahí. Era una visión apacible y tranquila, por lo que aún puedo recordarla hasta este momento".

"Oh, tal vez... Era el gato c-callejero que había sido criado en la c-cocina para cazar ratas. P-pero sus habilidades de caza eran p-pobres, así que no se le alimentaba mucho. Y-yo solía alimentarlo en secreto".

"Así que como agradecimiento hacía todo tipo de trucos en tu regazo".

Una mirada pensativa se posó en su rostro mientras miraba por encima de sus hombros.

"¿Y qué más te gusta?"

"Como dije antes, todo en ti es misterioso. Rara vez hablas de ti misma". Hubo una pausa, antes de hablar en tono suave "¿Por qué eres tan reacia a revelar cosas sobre ti?"

La pregunta hizo que el corazón de Max cayera en picado. Solo se le ocurrió que él había estado preguntando porque realmente ignoraba quién era ella. ¿Era capaz de preguntar tales cosas porque ella parecía una dama que no tenía problemas para él?

Max se sintió repentinamente confundida. La actitud despectiva de su padre hacia ella y el trato de este hombre hacia ella eran tan diferentes que no entendía cómo proceder con la situación.

"Nunca he-he sido reacia".

"Muy bien..." Entonces se lanzó a otra serie de preguntas "Entonces dime lo que te gusta, lo que odias, lo que piensas".

Max se sintió de repente malhumorada.

"N-ni siquiera tú me has d-dicho todo eso. A-además, no eres muy hablador".

"Al menos yo hablo más que tú". Un ceño fruncido se dibujó en su frente mientras trataba de recordar las conversaciones de él y Max con otras personas.

Al final, se encogió de hombros y dijo "Bueno, está bien. Intenta mostrarte más" accedió. "En cuanto a mí, me gustan los caballos, el alcohol y la comida grasienta. En realidad, me gusta cualquier cosa que me llene el estómago y me pique la lengua".

Continuó enumerando mientras movía las ramas caídas que les bloqueaban el paso.

"Qué más hay... El oro y las joyas, el honor, las armas poderosas. Lo normal, me gusta lo que a la mayoría de los hombres".

Max cambió el paso del caballo mientras pensaba en una pregunta "¿Q-qué odias?".

"Las mentiras" respondió sin dudar. "Y a los incompetentes. He visto demasiada gente orgullosa que no lo merece. Y más humanos que engañan a otras personas. Estoy harto de ellos".

Max sintió que su corazón se hundía. Aunque no era para ella, todo su cuerpo se congeló de miedo.