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sábado, 16 de mayo de 2020

Beatrice - Capítulo 30

Capítulo 30. Tratada Como Una Put# Cualquiera



"Nunca me diste la oportunidad de verte. No podía permitirme el lujo de pensar en los modales," Clara arrulló con una voz coqueta, apoyándose en su pecho.

Sin embargo, su respuesta fue fría. "Entonces tampoco esperes que yo sea cortés."

Aunque decepcionada por la indiferencia en su voz, pensó que podría derretir fácilmente un corazón helado. Su mano le rozó seductoramente la cintura, el estómago y el pecho esculpido.

"No te trataré como una dama de estatus." El Archiduque, que no respondió a su caricia, de repente la levantó y la arrojó sobre la cama con bastante brusquedad.

"¡Ah!" Sorprendida por el repentino cambio en su actitud, ella miró fijamente al Archiduque. Su enorme cuerpo se alzaba sobre ella como un gigante. Se subió a la cama y la atrapó debajo de él con sus brazos a cada lado.

Leyendo rápidamente la situación, ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello e intentó besarlo, pero el Archiduque apartó su cara. Con su orgullo herido, se alzó y lo intentó una vez más, pero él rechazó bruscamente sus labios.

Como si estuviera molesto, la agarró por el cuello y la inmovilizó en el colchón. Clara se sorprendió por su trato violento, pero todo lo que pudo hacer fue agitarse bajo su poder abrumador.

Ningún hombre la había tratado de esta manera, y ninguno debería hacerlo.

Cuando su mirada finalmente se encontró con sus fríos ojos, comenzó a recobrar el sentido. Había entrado voluntariamente en la habitación de un diablo loco por la guerra e intentó seducirlo. Encantada por su belleza, ella había ignorado todas las advertencias sobre él. Había subestimado el hecho de que todos le temían.

Al observar el miedo en el rostro de Clara, Alexandro soltó su cuello. Ella asumió que había cambiado de opinión, y lentamente se levantó de la cama. Pero estaba equivocada. El Archiduque la agarró por los tobillos y la arrastró hacia abajo.

"¡No!" Ella emitió un pequeño grito, pero el siguiente movimiento del Archiduque la dejó en estado de shock. Agarró violentamente su vestido y lo jaló. La tela se rasgó como un trozo de papel en sus manos.

Con la ropa interior expuesta, rápidamente levantó sus manos para cubrirse el pecho. Pero él le arrebató sus dos muñecas y las presionó sobre su cabeza con una mano, mientras le agarraba salvajemente su pecho con la otra. Uno de sus senos quedó expuesto en la lucha. Ella tembló de humillación.

"¡Suéltame! ¿¡Cómo te atreves a tratarme así!? ¡Ahora mismo! Libérame... ¡Ahh!"

"Que molestia." Frunció el ceño y la volteó, sujetándola por la cabeza y empujando su rostro contra la almohada, lo que silenció sus gritos.

La manejaba como si fuera un simple juguete— una put#. Ella ya no podía soportar semejante humillación. Luchó contra su agarre, pero sus movimientos no tenían sentido, eran como los de una mariposa atrapada en una telaraña.

Alexandro agarró su pelvis y la levantó, obligándola a soportar su peso sobre sus rodillas. Con la cara aún clavada en la almohada y su cadera levantada, se dio cuenta de lo que buscaba.

Aunque Clara se había deleitado pensando en él, nunca imaginó que la tomaría de esta manera. Ambos eran de origen noble, y ningún aristócrata, que ella supiera, hacía el amor de manera tan brutal. Le habían dicho que el sexo rudo estaba reservado a la gente vulgar que buscaba algo diferente.

¡Cómo puede tratarme de esta manera...!  Ella quería convertirse en su esposa, pero en este momento el Archiduque no estaba jugando. No podía casarse con él y pasar su vida siendo tratada como una put# cualquiera. Y estaba claro que solo planeaba tener una noche de diversión.

Ya no podía darse el gusto de pensar en lo que sucedería. Sus manos levantaron su falda hasta su cintura. Sus partes privadas, cubiertas solo por su ropa íntima, le fueron reveladas. Le arrancó apresuradamente su ropa íntima, dejando al descubierto sus deliciosas nalgas.

Como si estuviera bromeando, le agarró bruscamente una de sus nalgas y la sacudió. Con su otra mano, le pegó en la otra, produciendo un fuerte ruido.

"¡Ahh!" El golpe debe haber dejado una marca. Ella se estremeció con absoluto asco. A pesar de que había entrado audazmente en su dormitorio para seducirlo, no pensó que sería vi#lada. Las lágrimas brotaban de sus ojos con una vergüenza insoportable, su rostro aún enterrado en la almohada.

Su cuerpo se estremeció violentamente. Cuando Alexandro la escuchó sollozar, detuvo inmediatamente sus acciones y se levantó rápidamente de la cama, agarrándola por la cintura.

"¡¿Qué estás...?!" Al estar colgando como una muñeca de trapo en sus manos, no pudo entender lo que estaba sucediendo. Su brusco manejo, llevándola por toda la habitación y levantándola de arriba abajo, la mantuvo delirando.

En su último acto de piedad, la soltó junto a la puerta y le bajó la falda. Ella se tambaleó en sus manos salvajes.

Le temblaban las piernas, no podía permanecer de pie en el suelo. Su cara estaba manchada de lágrimas. Sin una pizca de preocupación, se inclinó para mirar a Clara a los ojos.

"Si alguna vez vuelves a acercarte a mí..."

Ella sollozaba penosamente.

"... No te consideraré una dama."

Ojos temerosos, llenos de lágrimas, miraron al Archiduque.

"¿Lo entiendes, Dama?"

Desconcertada por la presión de su voz y ojos, exigiendo una respuesta precisa, asintió como una loca. Convencido de que ella había entendido, abrió la puerta del dormitorio y la empujó. Vacilando ante su empujón, ella cayó en los brazos del sirviente asustado que vigilaba la puerta.

"Lleva a la dama a casa." El Archiduque cerró la puerta de golpe y volvió a la cama. El olor de su perfume permaneció en el aire, haciendo que su cabeza palpitara con un intolerable asco. A pesar de los vientos helados de afuera, saltó de la cama y abrió la ventana. El aire frío envolvió su cabeza y se precipitó a la habitación.

Si bien no sabía exactamente quién era ella, dada su atrevida visita y la descripción de Aaron de la mujer, asumió que era la Dama Clara Bandorras.

Podría haberla cortado fácilmente con su espada por entrar a su habitación sin permiso. Creía que estaba siendo generoso.