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martes, 6 de septiembre de 2022

septiembre 06, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 14

Capítulo 14. Canción de Cuna

Sería una mentira si dijera que no estaba asustada. Estaba en una habitación oscura, sola con un hombre mucho más grande que ella, un hombre que estaba armado con una espada y que no estaba en su sano juicio. Annette estaba muerta de miedo.

"Raphael..."

Pero no podía dejarlo solo. Aunque estaba asustada, estaba extrañamente agradecida de ver esto, de ser testigo de los momentos más débiles de Raphael, que tanto había luchado por ocultar. Con gran coraje, se acercó a su cara, tomando sus mejillas con las manos.

"Shh, Raphael. La guerra ha terminado, ahora estás a salvo, nada malo va a pasar", le susurró con ternura, acariciando sus mejillas. "Así que deja tu espada y ven aquí, ¿de acuerdo?"

Sus cálidas manos acariciaron su cara, su cuello, sus brazos, una y otra vez. Poco a poco, la angustia desapareció de su rostro y su cuerpo tenso se relajó lentamente.

~Clink......clnnggg...

Finalmente, soltó la espada. Por suerte, la mayor parte cayó sobre la alfombra, así que no hizo demasiado ruido. Con suavidad, Annette apartó la espantosa cosa de sus pies, luego se sentó en el sofá, abrazando la parte superior del cuerpo desnudo de Raphael.

Con sus dos pequeñas manos, lo presionó suavemente hacia abajo hasta que quedó tendido en el sofá. Exhaló un enorme suspiro, aliviada, pero era demasiado pronto para relajarse. Recostado en el sofá, Raphael levantó las manos y las miró aturdido. Luego comenzó a frotarlas contra sus pantalones, como si tratara de restregar algo en ellos. Las palmas de aquellas elegantes manos enrojecieron rápidamente. Annette inhaló prolongadamente.

"Mira esto", susurró. "Es sangre, ¿no es sangre? No quise hacerlo, Robert, sabes que no lo hice, no quise, pero... no pude evitarlo..."

Divagando, enterró la cara entre las manos, como si sintiera un dolor demasiado intenso para soportarlo. Las venas se abultaron en el dorso de sus manos. Annette se sentó a su lado y agarró con miedo esas formidables manos, presionándolas suavemente.

"Lo sé", dijo ella. "No estás nada mal, Raphael, deja de atormentarte y vete a dormir. ¿Sí?"

Eso pareció calmarlo. Siguiendo su mano, él se acostó con la cabeza en su regazo. Era tan alto que sus piernas colgaban un poco del sofá, pero al menos se veía más cómodo. Sólo faltaba que encontrara un sueño tranquilo.

Pero no pudo hacerlo. Sus ojos azules inexpresivos, vagaban en una pesadilla, inyectados en sangre. Con el corazón dolorido, Annette estiró la mano para cerrarle los ojos, acariciando sus hombros. No podía dormir. Jadeaba repetidamente.

¿Cómo puedo ayudarlo?

Intentó pensar en lo que podía hacer por él, lo único que se le ocurrió fue una canción de cuna. Ninguno de sus padres se había preocupado lo suficiente por ella como para cantarle eso, así que debió de ser su niñera la que se la cantó. Annette se aclaró la garganta y comenzó a cantar, un poco torpemente.

Buenas noches, cariño
Cuando la perla de plata de la luna cuelga a lo largo de la cresta negra
Cuando la suave brisa primaveral besa las flores
Cuando la espuma se precipita y retumba y se hincha en el mar
Te dormirás
Te dormirás en mis brazos...

La canción relajante llenó la silenciosa habitación, y sus suaves manos acariciaron la cabeza de Raphael, como si fuera un niño indefenso.

La canción de cuna funcionó mejor de lo que ella pensaba. Su respiración entrecortada se ralentizó y sus ojos dejaron de dar vueltas. Al cabo de un rato, pudo escuchar su respiración profunda. Por fin había caído en un sueño profundo.

Annette lo miró, tarareando suavemente la melodía de su canción de cuna. Dormía tan plácidamente que parecía muy agotado. Debía de tener dificultades para dormir durante mucho tiempo.

Sólo ahora se daba cuenta de por qué se emborrachaba todas las noches. Incluso ahora, ella podía oler el leve aroma del alcohol en su aliento. Era por su insomnio.

Bajo la estricta disciplina de su padre, Annette había llevado una vida ordenada. Siempre se levantaba temprano por la mañana para empezar el día, mientras que Raphael solía levantarse tarde. Sólo aparecía después del mediodía con los ojos inyectados en sangre. Annette antes había despreciado ese aspecto decadente. Pero ahora que había visto su debilidad, se compadeció de él. Annette entendía muy bien lo que significaban estos síntomas.

Probablemente sea la guerra, ¿no? Debe haber visto cosas... traumáticas.

El Reino de Deltium había estado en guerra unos años antes. Hace más de cien años, Deltium había ocupado Letan, un reino vecino. Y las fuerzas insurgentes se habían levantado recientemente, reclamando la independencia. Habían iniciado una guerra e incluso habían conseguido la ayuda de aliados extranjeros. La represión había costado mucha sangre.

Raphael había luchado en el frente de la guerra. Talentoso e implacable, había formado un enorme ejército que obtuvo amplias victorias, siempre con prepotencia, como si fuera natural la victoria. Era orgulloso, frío e impenetrable como el mithril bien forjado, como si nada pudiera hacerle daño.

Ni siquiera Annette había sospechado la oscuridad que se escondía tras ese orgullo.

"Idiota obstinado", susurró Annette, tocando su mejilla. Incluso dormido, su ceño estaba fruncido. Parecía que incluso en su sueño, esos sentidos bestiales sabían cuando su esposa lo llamaba idiota.

Al ver eso, estalló en risas. Por mucho que se enfadara, nunca volvería a ser tan aterrador para ella. Ahora sabía que era una persona normal, con sus propias cicatrices.

"Buenas noches, Rafael. Mi valiente esposo", le susurró al oído, esperando que descansara en paz por hoy. Las arrugas de su frente se atenuaron.

Annette se rió en silencio para sí misma. La tranquilidad de la noche se hizo más profunda.

***

La luz del sol que entraba por la ventana era deslumbrante. Por reflejo, Raphael frunció el ceño. Se sentía extraño incluso antes de levantarse. Algo era diferente hoy.

Incluso medio dormido, Raphael se dio cuenta de que se sentía mejor de lo que se había sentido en años. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que había dormido bien. Su habitación no parecía diferente cuando abrió los ojos, pero sin embargo había algo extraño. Sus pies estaban colgando del borde del sofá, así que se dio cuenta de lo que sucedió.

Debo haberme quedado dormido aquí anoche.

No era tan extraño que se quedara dormido en un sitio y se despertara en otro. Raphael era muy consciente de su tendencia a caminar dormido. Tal vez había tropezado con el sofá y había caído en el mejor sueño que había tenido.

Qué cosa más extraña.

Pero se sentía bien, en mejor forma de lo que había estado en mucho tiempo. Quería salir a entrenar inmediatamente, para ver si podía abrirse paso hasta convertirse en un Maestro de Espadas, pero cuando intentó levantarse, se dio cuenta de repente de que había algo muy cálido bajo él.

La confirmación de la identidad de su almohada sólo aumentó su confusión. Raphael se preguntó si todavía estaba soñando.

¿Por qué está ella aquí?

En la esquina del sofá, Annette estaba durmiendo. Su rostro parecía inusualmente pálido con el vendaje en la frente, y Raphael contempló sus pestañas cerradas, sus labios en forma de pétalo ligeramente separados. Atraído por su belleza, alargó la mano sin pensar para tocar su cara. Se dijo a sí mismo que sólo estaba comprobando su temperatura, pero honestamente, había algo extraño dentro de él que le hacía querer tocarla. La sensación que sentía tocándola con las puntas de sus dedos era como la seda.

Afortunadamente, aunque estaba un poco fría, su temperatura era bastante normal. El corte en su frente se había cerrado, así que no parecía tan grave. Raphael retiró las manos y chasqueó la lengua.

Si estás herida, deberías quedarte en tu habitación para descansar. ¿Por qué estás...?

Su rostro se endureció repentinamente ante un terrorífico pensamiento. Agarrando su hombro, la sacudió con fuerza para despertarla.

Sacada violentamente de sus sueños, Annette se despertó con un grito de sorpresa.

"¿Raphael?"

Raphael la fulminó con la mirada. Ella parecía un conejo atrapado en una trampa. La rodeó con sus brazos antes de que pudiera escapar e inclinó la cabeza, hasta poner sus ojos a la altura de los de ella.

"¿Lo has visto?" Preguntó con una voz atroz.

"¿Qué? ¿Qué es lo que...?"

"Anoche. ¿Me viste?"

Recién despertada, Annette se sintió desconcertada ante su repentina hostilidad. Pero tan pronto como escuchó la pregunta, se dio cuenta de lo que estaba preguntando. Sus ojos azules brillaban, fingiendo ira, pero ella podía ver la ansiedad que había debajo. El orgulloso Raphael debía temer que ella le hubiera pillado sonámbulo.

¿Cómo debía responder a esto? Annette tragó en seco.

Ella decidió proteger su orgullo, aunque tuviera que mentir. Bajó los ojos mientras explicaba, por si él pudiera detectarlo.

"No, no sé de qué estás hablando. Debo haberme equivocado de habitación. Me desperté con sed mientras dormía, pero estaba tan oscuro que debí equivocarme de habitación. Iba a volver a mi habitación al amanecer, pero debo haberme quedado dormida aquí. Lo siento."

Afortunadamente, parecía lo suficientemente sincera como para que Raphael dudara. Y mientras él intentaba decidirse, ella se zafó de sus brazos e intentó escapar.

"No lo volveré a hacer, lo siento. Te dejaré... ¡yaah!"

Raphael le cogió la cintura por detrás y le mordió el lóbulo de la oreja que se asomaba por su cabello. Pensó que ella ocultaba algo, pero no había forma de probarlo de ninguna manera. No recordaba nada de la noche anterior.

Con resentimiento, le mordió las orejas varias veces y luego le lamió su suave nuca. Su sabor era indescriptiblemente dulce. Lo que había empezado como un castigo acabó despertando su p0ll@, lo que no era difícil que sucediera por la mañana.

¿Debería hacerlo? se preguntó, mirando a Annette, que estaba suavemente inmovilizada en sus brazos. La visión de la venda blanca en su pequeña cabeza le incomodó. A Raphael le gustaba el s3x0 duro, pero si se ponía encima de ella ahora, la herida podría abrirse y sangrar de nuevo.

Era una mujer tan frágil.

"Vete. Si vuelves a entrar en mi habitación, esto no acabará aquí", la amenazó, apartándola con frialdad. Por la forma en que le dio la espalda, parecía que estaba furioso. Annette se apresuró a salir de la habitación. No parecía haberse convencido de su mentira, era una suerte que pudiera escapar.

Annette se frotó su oreja y su cuello, húmedos por la saliva de él. Siempre le había gustado lamerla y morderla. No había cambiado del pasado al presente. Su esposo siempre había sido un hombre tan bestial.

viernes, 2 de septiembre de 2022

septiembre 02, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 13

Capítulo 13. Ruidos Extraños


El rostro de  Raphael era especialmente frío. Acompañado de su cabello negro, tenía una belleza áspera, como si no fuera una persona real. Pero las manos que la tocaban temblaban ligeramente, como si le diera vergüenza revelar la emoción que escondía tras esa máscara.

Una extraña sospecha la recorrió, una corazonada que no podía formular. Si le mostraba debilidad ahora, Raphael la escucharía. Sus labios se separaron para confirmarlo.

"Me duele, Raphael..."

La mano que le presionaba la frente perdió su fuerza. Su mirada enfadada se dirigió a sus ojos llorosos. Intentó escupir otro insulto sarcástico, pero no le salió nada. Tardó unos segundos en decir otra reprimenda.

"Claro que te va a doler. Te has desgarrado la piel de la frente."

Sus palabras vacías no fueron muy reconfortantes, pero faltaban las espinas que solía tener su voz cruel. Annette agarró el dobladillo de su camisa con valor. 

Sus ojos se dirigieron naturalmente a esa mano, entonces ambos se dieron cuenta de que había sangre en su mano. Rápidamente, ella la retiró. Su camisa era de color oscuro, así que probablemente no mostraría ninguna mancha, pero a Raphael probablemente no le gustaría tener sangre en su ropa.

"Lo siento", dijo apenada. "Es que estoy un poco mareada..."

Raphael tuvo que agachar su cabeza para escuchar sus suaves palabras, por un segundo Annette pensó que la regañaría. Pero de repente, la agarró por detrás de las rodillas, la levantó y se dirigió a la mansión a grandes zancadas.

Ella se sobresaltó por su amabilidad. Sus pies abandonaron el suelo y su visión se nubló ante el repentino vértigo. Por un segundo, se aferró a su hombro, pero luego recordó la sangre que tenía en la mano y la retiró. Ahora había manchado su ropa dos veces.

"Lo siento, Raphael, he manchado de sangre tu ropa..."

Hoy se arrepentía de muchas cosas. Raphael no respondió a su disculpa, sólo se movió más rápido. Cuando miró la herida, notó que hasta su cabello rubio estaba empapado de sangre, pero ella estaba preocupada por su camisa. Se quedó boquiabierto.

Y su cuerpo en sus brazos, se sentía anormalmente ligero. Era suave, olía sorprendentemente bien, y estaba tan débil que incluso esta pequeña herida le retorcía el corazón de lástima. Cualquiera habría sentido lo mismo.

Raphael no sabía qué hacer con una persona tan frágil. Le preocupaba poder romperla. Se dirigió a la mansión tan rápido como pudo, abrió de golpe la puerta principal y subió al segundo piso. La acostó con cuidado en el sofá de su habitación.

"Gracias, Raphael..." Su voz fue débil. Su rostro estaba pálido. Raphael le dio la espalda y se marchó sin decir nada. El viento fresco que sopló al marcharse le acarició la mejilla. Annette cerró los ojos ante la familiar visión de esa espalda en retirada.

Poco después, tres sirvientas entraron corriendo a verla. Raphael debe haberlas enviado.

Rápidamente, limpiaron la sangre que se estaba secando con un paño suave empapado en agua tibia, luego aplicaron un polvo coagulante a la herida y la vendaron. Después de hacerle beber un poco de agua, acostaron a Annette en su cama.

"Duerma un poco, dama. Ha perdido mucha sangre, así que debe descansar."

Annette asintió débilmente. Todavía era de tarde, por lo que el sol estaba alto en el cielo, pero no tenía energía para abrir los ojos. Annette cayó en un profundo sueño.

***

Esta noche, la luna estaba especialmente brillante.

Annette, que se despertó de su sueño, se deslizó fuera de su cama blanca como la nieve. Todavía se sentía un poco mareada por su accidente, pero se encontraba mucho mejor después de haber dormido tanto. Como se había dormido por la tarde, al principio pensó que era la mañana del día siguiente.

Tengo sed, pensó . Y tal vez fuera porque todavía estaba un poco mareada por la pérdida de sangre, de repente tuvo el valor de salir. Normalmente no salía sola a ningún sitio de noche porque le daba miedo la oscuridad. La brillante luz de la luna fue suficiente para darle un poco de valentía. Salió al pasillo con la lámpara de aceite en la mano. Sólo tomaría un trago de agua y luego volvería a la cama.

~Whoosh

Pudo escuchar el viento silbando fuera de las ventanas cerradas del vestíbulo. Annette se estremeció ante el aterrador sonido. El viento estaba fuerte desde temprano, parecía que iba a llover mañana. Sus pies la llevaban automáticamente escaleras abajo cuando se detuvo de repente.

"¿Raphael?"

Escuchó la voz de Raphael, que se mezclaba con el sonido del viento. Sus habitaciones estaban en el mismo piso, aunque muy separadas, en extremos opuestos del pasillo.

El camino hacia su habitación a través de la oscuridad del pasillo daba miedo, pero Annette decidió ser valiente. Raphael la había ayudado hoy, y ella estaba preocupada por él. Dio un paso adelante sosteniendo con fuerza la lampara de aceite. Comprobaría que él estuviera bien.

A Raphael le encantaba beber. Le gustaba especialmente beber por la noche. Tal vez estaba enfermo, o sufría de alcoholismo. Ella había escuchado de personas que se habían ahogado con su propio vómito. ¿Y si eso le pasaba a él? Estaba preocupada.

Sujetando la lámpara de aceite, se dirigió con cuidado a su habitación. Cuando llegó a la puerta, pudo escuchar débiles sonidos de metal que sonaban desde el interior. También de gritos y sollozos. Eran sonidos que nunca había escuchado desde su habitación. La asustada Annette llamó rápidamente a la puerta.

"Raphael, ¿estás bien? Soy Annette."

No hubo respuesta. Annette siguió llamando a la puerta e incluso la pateó, pero él no respondió. Dentro, se escuchó un débil gemido, así que definitivamente estaba dentro.

"Raphael, ¿estás enfermo? Lo siento, pero voy a entrar."

Entró valientemente empujando la puerta. A diferencia de ella, con su miedo a la oscuridad, Raphael no dejó ninguna luz encendida. Afortunadamente, la luna estaba lo suficientemente brillante como para que ella pudiera distinguir el interior de la gran habitación.

Ella buscó a Raphael. No estaba en el sofá ni en la cama, por un momento se preguntó si había escuchado mal. Si no fuera por un ruido extraño que provenía de un rincón de la habitación, podría haberse dado la vuelta e irse.

~Chiinng...

Un extraño sonido de raspado, como de metal siendo arrastrado sobre piedra, llegó a sus oídos. Annette se giró hacia ese rincón, oculto en las sombras de la cama. Aquel espeluznante ruido procedía de allí. Su mano temblaba de miedo, pero se armó de valor y se dirigió hacia él.

"¿Raphael?"

Afortunadamente, ella conocía muy bien al hombre del rincón. Raphael tenía el pecho desnudo, ya que normalmente no llevaba camisa cuando dormía. Aunque se alegró cuando vio la silueta familiar, Annette dudó en acercarse a él. Había algo que no estaba bien.

Era el espadachín más distinguido del reino, por lo que siempre había sido hipersensible a su entorno. Pero ahora mismo, no parecía haber notado su presencia. Tenía una espada larga en la mano y la estaba blandiendo contra la pared, con los ojos desenfocados. Cada vez que su espada golpeaba la pared, la cuchilla se arrastraba por ella, haciendo ese espeluznante ruido rasposo.

"¿Qué estás haciendo? ¡Oh, Dios mío! ¿Estás bien?" Preguntó Annette temblando. Él no pareció entenderla. Sus ojos azules estaban nublados, su rostro inexpresivo, aunque de alguna manera seguía siendo hermoso. En cuanto vio sus ojos, Annette comprendió.

Estaba sonámbulo.

Sintió como si alguien la asfixiara. En su vida anterior había estado casada con él durante cinco años, pero nunca sospechó que tuviera esta condición. No era de extrañar que se negara a dormir en su cama. Después de tener relaciones s3xuales con ella, él siempre volvía a su propia habitación, como si sus asuntos hubieran concluido. Esa fría retirada había herido mucho sus sentimientos.

Pero ahora que lo pensaba, un hombre orgulloso como Raphael habría odiado que ella lo viera de esta manera. La mano de Annette se elevó automáticamente hacia su corazón, y una lágrima resbaló por su mejilla.

~Chiinng-Grunnng

Raphael sollozaba. Volvió a blandir su espada contra la pared, y aunque resultaba difícil de observar en la oscuridad, no parecía que esto hubiera sucedido sólo una o dos veces. Las paredes iluminadas por la luz de la luna estaban llenas de cortes de espada. Por su frente corría un sudor frío.

¿Qué hago?

Annette dudó. No podía dejarlo en esta situación. Si lo ignoraba, él podría pasar toda la noche así, atrapado en su interminable pesadilla. Tan pronto como llego a esa conclusión, no pudo contenerse.

"Raphael..." Ella extendió la mano cautelosamente, envolviendo sus dedos alrededor de la empuñadura de la espada. Los ojos de Raphael se dirigieron a ella, sombríos. Parecía tan confundido que ella no estaba segura de si había recuperado la cordura o no. Con su voz más suave, siguió hablando. "Deja esto. Ven conmigo. Raphael, ¿Hola? Por aquí. Toma mi mano, sígueme." Traducido en ReinoWuxia

Afortunadamente, él la siguió mientras ella lo conducía al sofá. Ella trató de quitarle la espada cuando se sentó, pero él se aferraba a ella, negándose a soltarla. Sus ojos temblaban al mirarla.

"¿Eres tú, Robert? No deberías estar aquí, tú... deberías estar en primera línea... la defensa, la batalla..." Sus ojos vidriosos no la reconocieron. "No, no... ¿estás realmente vivo? Lo sabía, así es, debes estarlo, lo sabía..."

Se sintió avergonzada al escuchar las tonterías que salían de él. En su mente, había regresado a viejos campos de batalla que había abandonado años atrás, a un infierno de sangre, muerte y gritos.

Se sintió avergonzada al escuchar las tonterías que salían de él. En su mente, había regresado a los viejos campos de batalla que había abandonado años atrás, a un infierno de sangre, muerte y gritos.

El Rey Selgratis tuvo varios hijos ilegítimos. Cuando nació, Raphael no era especial. Pero era un genio con la espada, que demostró con seguridad sus habilidades en la guerra. Por eso el Rey Selgratis había reconocido a Raphael como su hijo y le había otorgado un título. Esto no tenía precedentes. Y aunque era criticado por los nobles que valoraban el linaje, siempre mantenía la frente el alto con arrogancia.

Pero detrás de esa máscara había un soldado traumatizado, que aún no había escapado del campo de batalla.

"¿Dónde está el enemigo? Ellos... ah, los oigo gritar, es tan fuerte, Robert... los mataré a todos..."

Su agarre se tensó. Y estuvo a punto de cortarle el brazo cuando levantó repentinamente la espada, pero se salvó por un poco. Afortunadamente, no hubo sangre.

¿Qué debo hacer?

lunes, 29 de agosto de 2022

agosto 29, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 12

Capítulo 12. Pequeña Mujer


Había sido una mañana muy ruidosa.

Sin detenerse a descansar mientras completaba su entrenamiento con la espada, Raphael regresó a la mansión, empapado de sudor. La noche anterior se había emborrachado hasta quedarse dormido, así que estaba en pésimas condiciones. Ni sus brazos ni sus piernas se movían con soltura, pero aun así, no era buena idea perderse un día de práctica.

Aparte de las interrupciones en su vida privada, Raphael nunca faltó a un solo día de entrenamiento. Hasta que llegó a convertirse en el Marqués Carnesis, no había sido nada. Un bastardo. Lo único que le había protegido era su habilidad con la espada.

Los ojos de Raphael estaban oscuros mientras se quitaba la camisa y se secaba el sudor del cuerpo.

¿Por qué demonios no funcionó hoy?

Aunque todos decían que casi había alcanzado el rango de Maestro de Espadas, el hecho era que aún no lo había logrado. Se sentía sofocado, como si estuviera bloqueado por un muro invisible. Si alguien pudiera aconsejarle, le habría pagado mil monedas de oro.

¿Sería mejor que dejara de beber? No, eso es imposible.

"¡Maldita sea!"

Su frustración causó que estallara su ira, tiró la toalla a un lado y se dirigió a la ventana. Siempre que estaba de mal humor, le gustaba mirar desde las ventanas de su mansión. Contemplar la magnífica mansión con sus vastos jardines, que había adquirido por su cuenta, le hacía sentirse mucho mejor.

Pero hoy, ni siquiera ese hermoso paisaje podía calmarlo. Unos ojos de halcón divisaron a la pequeña mujer sentada en el jardín. Annette Bavaria. Ella era otro trofeo que había ganado.

Ciertamente su apellido ahora era Carnesis. Pero Raphael aún no la había aceptado como su familia. Ella no era más que una extensión del repugnante Duque Baviera. Raphael creía que lo que sentía por ella solo era curiosidad.

Raphael entrecerró los ojos. Annette parecía tan pequeña como su dedo desde esta distancia. Estaba sentada en un banco mientras leía atentamente un libro.

¿Era un truco para llamar su atención?

Los ojos azules de Raphael la miraron con frialdad. Desde la ventana de su habitación, se podía observar muy bien el banco en el que estaba sentada. Definitivamente era una táctica deliberada de la mujer Baviera.

Era una figura llamativa con un vestido verde claro que no cubría los hombros, con todo su cabello rubio trenzado por la espalda. Si un hombre mordiera esos hombros blancos, quedarían las marcas de sus dientes. A sus ojos, parecía una exquisita muñeca de porcelana. Un producto de alta gama que un bastardo como él nunca tendría.

Raphael aún no había asimilado el hecho de que ella era ahora su esposa. Pero la propia Annette parecía creer que ya pertenecía a la familia Carnesis. Las comisuras de la boca de Raphael se levantaron al recordar su disputa con el mayordomo de Baviera.

Mi esposo merece respeto, ¡discúlpate!

"Eres una mujer astuta", murmuró con sarcasmo. Intentó restarle importancia a sus acciones en su corazón, pero no pudo controlar la pequeña sonrisa en sus labios. Aquel mayordomo insolente se había quedado tan cabizbajo al ver que Annette se ponía del lado de Raphael.

Ese pensamiento le hizo sentirse mejor.

Raphael tampoco esperaba que ella se pusiera de su lado. Tal vez fuera sólo una táctica de la astuta mujer Baviera, pero le produjo una extraña satisfacción. Mirando a Annette por la ventana, sus ojos se suavizaron.

No era un día muy soleado y soplaba el viento. Por reflejo, Annette levantó la mano para apartarse el cabello de la cara. Con el cabello apartado, siguió leyendo el libro.

[La regresión es un hecho extremadamente raro, pero muchos regresores han adquirido extrañas habilidades que antes no poseían. Un excelente ejemplo es el de la hija pródiga Natalie, que adquirió la capacidad de liberar feromonas especiales que atraían a los hombres después de su regresión. Otras regresoras tenían habilidades raras que iban desde la magia espiritual hasta la capacidad de crear espontáneamente pequeños terrones de azúcar.]

Annette resopló un poco ante la idea de poder producir azúcar a capricho.

Pero su mente se arremolinaba al pensar en cuál podría ser su propia habilidad. Esperaba que no fuera algo como invocar patatas fritas por la nariz. A Annette no le gustaban mucho los alimentos fritos.

Sea lo que sea, por favor, que sea algo útil.

Por desgracia, el libro no decía cómo o cuándo los regresores descubrían sus nuevas habilidades. Había muy pocos casos conocidos de regresión. Annette no pudo ocultar su decepción y pasó la página hacia atrás, preguntándose si se había perdido algo.

En ese momento, una repentina ráfaga le arrancó el libro de las manos y la falda de su vestido se levantó. Apresuradamente, Annette se bajó la falda y se inclinó para buscar su libro.

Oh, ¿Qué voy a hacer?

Ella se apresuró a buscarlo. Era un día húmedo, así que temía dañar el libro. Lo había agarrado de la biblioteca Carnesis, si lo dañaba de alguna manera, no sabía cómo podría encarar a Raphael.

~Whoosh

El viento travieso sacudió su cabello trenzado, soltándolo de sus delgados pasadores. Toda su melena rubia cubrió parcialmente sus ojos, así que mientras perseguía su libro, no se dio cuenta de la columna que estaba delante.

"¡Ay!"

La luz parpadeó ante sus ojos. Un dolor agudo en la sien izquierda. Annette agarró el libro con una mano y tocó el lugar lastimado con la otra. Un chichón le produjo un dolor ardiente, luego un líquido caliente se deslizó entre sus dedos.

"Sangre", dijo, sorprendida. "¿Sangre?"

Como dama bien educada, casi nunca se había hecho daño. Más aún porque era cautelosa por naturaleza. Confundida se tocó el lugar por donde fluía la sangre. Estaba tan agobiada que no sabía qué hacer, pero entonces recordó haber leído en alguna parte que para detener la hemorragia había que presionar la herida. Intentando mantener la calma, Annette presionó con sus dedos sobre la herida.

La teoría y la realidad no eran iguales.

"¡¡¡Ay!!!"

Aplicar la presión era tan doloroso que las lágrimas se le salieron de los ojos. Annette renunció a la idea de detener la hemorragia y bajó la mano, pero ésta se escurrió por su cara, manchando su vestido.

Tal vez ella necesitaba ayuda.

Tambaleándose, se dirigió hacia las puertas delanteras de la mansión, pero un sólido muro había aparecido de repente ante ella. Estaba tan sorprendida que ni siquiera pudo gritar. Su cuerpo se puso rígido.

"¿Estás herida?"

No era un muro, sino Raphael. Era tan alto y ancho que Annette se confundió. La miraba con desaprobación mientras examinaba su frente.

Afortunadamente, el corte no era grande. Pero había muchos vasos sanguíneos en esa zona, lo que hacía que la hemorragia pareciera grave. Para Raphael, que había pasado la mayor parte de su vida en el campo de batalla, no era más que una herida leve, pero el rostro pálido de Annette, más la mancha carmesí en su cabello rubio, hacían que pareciera mucho peor. Sintió una perturbación, como si lo hubieran empujado por un precipicio. La visión de su dolor hizo que su corazón se desplomara.

Tratando de deshacerse de esta desagradable sensación, la reprendió bruscamente.

"¿Eres estúpida? ¿Tus ojos están de adorno?"

Annette bajó la mirada. No tenía escusa para defenderse de este error. Pero sus duras palabras, causaorn que las lágrimas se agolparon en sus ojos. Trató de inhalar para no llorar, pero se le escapó un sollozo.

La mano de Raphael en su frente se endureció. Annette lo miró, preguntándose por qué lo hacía.

viernes, 26 de agosto de 2022

agosto 26, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 11

Capítulo 11. Regalos Devueltos


Ante la pregunta de Raphael, Gerard se vio obligado a responder de mala gana.

"Sí, Su Excelencia."

"Tengo que cuestionar la reputación de la familia Bavaria, si sus sirvientes son tan descaradamente irrespetuosos. Te perdonaré esta vez, como un regalo para mi esposa. No ofreceré la misma misericordia dos veces."

Raphael lanzó esta advertencia con el ceño fruncido. Sudor frío brotó en la frente de Gerard. Raphael podía respirar fuego. El repentino temor por esta bestia hizo que Gerard se mareara brevemente.

Casi había olvidado lo peligroso que era Raphael Carnesis. Era un espadachín excepcional, del que se rumoreaba que alcanzaría el nivel de Maestro de la Espada. Y hasta hace unos años, había sido conocido como un carnicero brutal, llamado el demonio del campo de batalla.

Gerard sintió la columna vertebral fría como el hielo. Cuando Raphael dijo que no tendría la misma piedad dos veces, sabía que lo declaraba en serio . Aquellos ojos azules ardían ahora, centrados especulativamente en las manos y las piernas de Gerard, como si se preguntara qué iba a cortar primero. La mandíbula de Gerard se tensó.

"Gracias por su generosidad, Su Excelencia."

Y Gerard se despidió cordialmente.

Si me voy así, tendré problemas con el maestro, pero en este momento... prefiero eso.

Sintiendo su siniestra mirada en su espalda, Gerard apuró el paso, y escapó de la mansión Carnesis.

"......"

Dejando solos a Annette y Raphael en el salón. Annette sintió que la mirada de Raphael la abrasaba como el sol, así que tragó nerviosamente, luego levantó sus ojos temblorosos hacia los suyos.

"Lo siento, Raphael", dijo. "Debes sentirte insultado, ¿Verdad?"

Se sintió profundamente avergonzada por lo que acababa de suceder, por lo que se disculpó francamente con él. Intentaba ser valiente, pero estaba tan conmocionada que su corazón latía con fuerza. En su vida anterior, había estado enferma en la cama, no tenía ni idea de que su propia familia había despreciado e insultado tan profundamente a Raphael.

Eso explicaba por qué había sido tan frío con ella cuando se despertó de su enfermedad. No sólo lamentaba el insulto de su familia. Lamentaba su propia hostilidad hacia él, cuando nunca se había dado cuenta de lo que su familia había hecho.

Pero toda la ira había desaparecido de sus ojos cuando la miró ahora. Por primera vez, aceptó la disculpa sin sarcasmo ni rabia.

"No, en realidad no me importa", mintió. Había estado visualizando el desmembramiento de Gerard momentos antes. Pero cuando vio a la pequeña Annette arremetiendo contra el leal sirviente de su familia, era imposible seguir enfadado.

En realidad, eso había sido divertido.

Aunque no tenía intención de dejar pasar esto. Ella lo podía haber apoyado porque la observaba, pero él no podía saber lo que habría hecho a sus espaldas. No podía deshacerse fácilmente de su desconfianza,

"Parece que la familia Bavaria ha pasado por alto mantener la etiqueta básica en sus sirvientes", dijo con voz áspera. "Ese comportamiento es inaceptable."

Esperaba que ella se enfadara por el insulto a Baviera. Esa familia era arrogante hasta los huesos, tenían su orgullo tan alto como el cielo.

"Lo sé", dijo Annette inesperadamente. "Pero ellos mismos se encargarán de ello. Ahora soy la dama de la familia Carnesis."

Su padre la había abandonado, pensó ella de nuevo. En su última vida, nunca había podido dejar de intentar ser una buena hija. Ahora no tenía intención de volver a hacerlo. A pesar del mal temperamento de Raphael,  la había cuidado hasta el día de su muerte. Pero su padre nunca había venido incluso cuando se estaba muriendo.

Su respuesta sorprendió a Raphael. Por primera vez, su rostro frío se derrumbó, revelando un destello de sus verdaderos sentimientos. Le hizo sentirse un poco más cerca de él. Se atrevió a hacer una pequeña broma.

"No estarás pensando en deshacerte de mí ahora, ¿verdad?" Preguntó, con su mejor cara de pena. "Acabo de tener una terrible pelea con mi familia, así que no tengo a dónde ir."

"Deja de decir tonterías". Raphael se resistió a reírse. Todavía no tenía intención de aceptarla como su familia. Pero Annette no estaba especialmente dolida. Esto podría haber sido un conflicto serio, si Raphael hubiera decidido tomar represalias, pero lo había dejado pasar.

"Entonces, ¿por qué vino Gerard?" Preguntó, ladeando la cabeza. "Pensé que estaba haciendo recados."

Con el rostro inexpresivo, Raphael levantó una mano para indicar el lugar donde Gerard había estado parado. Allí se apilaban un montón de cajas, todos ellos de calidad. Annette miró más de cerca. El logotipo grabado en lámina de oro en una caja le llamó la atención.

Todas eran marcas de los talleres más famosos de Deltium. La mayoría de ellos producían regalos de boda.

"No", jadeó Annette, abriendo los ojos. "No me digas que esos..."

Ahora que lo pensaba, esas cajas le resultaban familiares. Sus mejillas palidecieron. Todas esas cajas apiladas en el suelo eran regalos de boda. Objetos valiosos que Raphael había enviado a su familia antes del matrimonio.

¿De verdad acababan de devolver todos esos regalos?

Comparado con esto, los pocos  modales de Gerard parecían insignificantes.

El desprecio de su familia iba mucho más allá de lo que ella podría haber imaginado. ¿Cómo podrían haber devuelto todos esos regalos que Raphael envió con amor? Ella nunca había sabido esto en su última vida.

"Tu padre rechazó mis regalos", confirmó Raphael. "Eran insuficiente a sus ojos, aparentemente. No estaban a la altura del Duque Baviera. No le servían, así que los devolvió."

Cruzó los brazos sobre el pecho. Ahora que lo miraba, seguía con la camisa desabrochada y sus ojos azul inyectados de sangre. No sólo no había dormido bien, sino que luego lo habían sacado de la cama para que Gerard le echara en cara sus regalos.

Annette no podía culparlo por odiarla en ese momento.

Estaba muy disgustada. Era ridículo cuestionar la calidad de esos regalos. Allamand sólo había querido insultar de forma imperdonable a Raphael para que supiera de inmediato a qué atenerse. Su padre era el tipo de hombre que no dudaría en ofrecer este tipo de escarmiento.

Si hubiera sabido que sería así, no habría aceptado el matrimonio.

Cuanto más pensaba en ello, más enfadada y triste se sentía. La falsa acusación contra ella le había impedido convertirse en Princesa Heredera. La familia Bavaria había silenciado las acusaciones, pero a cambio, le debía un favor a la familia real. El precio por enterrar el asunto fue su matrimonio con Raphael. Allamand había abandonado a su propia hija para satisfacer al Rey.

El Rey Selgratis había aprovechado la ocasión para remediar el linaje de Raphael, casándolo con una dama de la familia más prestigiosa. Annette, que acababa de verse envuelta en semejante escándalo, había sido la elección perfecta.

A Allamand le había disgustado mucho la boda. Pero en lugar de enfrentarse al Rey que la había organizado, eligió a Raphael como el blanco más fácil.

Fue algo cobarde.

"Lo siento mucho, Raphael", se disculpó. "No sé cómo puedo mirarte a la cara. Me aseguraré de que esto no vuelva a suceder."

Los brazos de Raphael se relajaron. Como ella tenía la cabeza inclinada hacia abajo, no podía ver la cara de Annette, pero podía escuchar la sinceridad en su voz. Esto fue suficiente para ablandar incluso a su terco corazón.

Sin embargo, sintió que no debía simplemente ignorarlo. Aunque ella parecía estar arrepentida del comportamiento de su familia, seguía siendo una Bavaria. No sabía cuándo podría cambiar de repente su postura y ponerse del lado de su padre.

Sus labios se separaron para regañarla. Pero, extrañamente, sus habituales palabras cortantes no salieron.

¿Qué me pasa?

Raphael frunció el ceño, mirando su pequeña cabeza. Al final, sólo pudo pronunciar una advertencia superficial.

"Asegúrate de que no pase de nuevo", dijo. "¿Entendido?"

"Sí."

Raphael se fue. Otra vez ella solo miró su espalda. Había pensado que él se enojaría con ella, pero inesperadamente no había dicho nada. Era un milagro que esto hubiera terminado tan tranquilamente. Tal vez, al ponerse abiertamente de su lado, ella había ablandado un poco su corazón.

Al quedarse sola, Annette suspiró con fuerza. Acababa de cortar todos los lazos con su familia, pero sorprendentemente, no se arrepentía. Su padre la había abandonado primero.

Todo está bien. Fue una buena decisión, se consoló. Se había casado con Raphael, así que tenía que ponerse de su lado como esposa. Además, aunque Raphael fuera un hijo ilegítimo, seguía siendo un noble, y un héroe de guerra cuyo valor era reconocido por la familia real. No importa lo poderoso que fuera el Duque Baviera, no tenía derecho a insultar de esa manera a Raphael.

Pero eso era sólo una parte. Annette parpadeó, reflexionando.

¿Por qué tomarse la molestia de devolver los regalos?

De alguna manera, Annette sintió que podía haber otra intención oculta en la acción de su padre. Una aún más dañina.

Estas sospechas sobre su padre eran completamente racionales. Los Bavaria nunca perdían el tiempo en cosas inútiles. Si su padre sólo quería insultar a Raphael, podría haber tirado los regalos a la basura, en lugar de tomarse la molestia de devolverlos.

Annette decidió vigilar a su padre. No podía adivinar cuál era su verdadero motivo, pero no podía permitir que siguiera insultando a Raphael de esta manera. Sólo pensar en el trato que Raphael había sufrido esta mañana la ponía furiosa.

Me mandó a casarme con él, y ahora ni siquiera lo acepta como su yerno. ¡Tan insensible!

Aunque Raphael fuera un bastardo, seguía siendo un bastardo de la realeza. El Rey era conocido por favorecerlo bastante, hasta el punto de despertar la envidia del Príncipe Heredero. A pesar de que Ludwig fuera el heredero al trono, y Raphael fuera sólo un hijo ilegítimo.

Tal vez esa fue la razón por la que el padre de Annette había insultado a Raphael. Para ganarse el favor de Ludwig, que sería el próximo Rey. Aunque Allamand no tenía otra opción que aceptar a Raphael como su yerno, no dudaría en cortar esos lazos.

Intelectualmente, Annette entendía la posición de su padre. Emocionalmente, le parecía inaceptable. Aun sabiendo que las acusaciones contra ella eran falsas, la había casado como si la estuviera abandonando, y luego había insultado a su esposo.

Annette apretó los dientes mientras la rabia la invadía al darse cuenta de lo que su padre había hecho.

jueves, 25 de agosto de 2022

agosto 25, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 10

Capítulo 10. Discúlpate Con Mi Esposo


Gerard era un mayordomo brillante, lo que le valió la aprobación del Duque Baviera. Procedente de una familia de la nobleza extranjera, sus modales eran perfectos. Además, tenía una buena apariencia. Hacía su trabajo muy bien. Annette había recibido cuidados meticulosos de él desde que era una niña.

Pero no puedo quedarme de brazos cruzados y dejar que sea grosero con mi esposo.

Annette se mordió el labio inferior, dirigiéndose a la puerta principal. Cuando vio a Gerard erguido de forma prepotente, enseguida detectó el problema. Jamás habría adoptado una actitud semejante.

Y su postura...

Parecía muy arrogante. No habría sido un problema, si no se hubiera dirigido a alguien superior en estatus. Se dirigía nada menos que al Marqués Raphael Carnesis, así que eso era una falta de respeto. Gerard conocía bien la etiqueta básica, así que seguramente lo estaba haciendo a propósito.

Annette frunció el ceño y se dirigió hacia la puerta. Raphael, que era tan sensible como una bestia al entorno, miró hacia atrás. Cuando Gerard siguió su mirada y vio quién se acercaba, sus ojos se agrandaron ligeramente.

"Buenos días, Marquesa Carnesis."

"Gerard."

Inmediatamente, inclinó la cabeza hacia ella en señal de reconocimiento. Al parecer, su cuello sólo se inclinaba ante los miembros de la familia Bavaria.

Los ojos azules de Raphael se estrecharon amenazadoramente. Tal vezsi el mayordomo no tendría el cuello tan duro después de cortarle la cabeza en la parte superior.

Annette, que podía adivinar los pensamientos de Raphael, se sintió intimidada por la violencia de sus ojos. Antes de que él pudiera hacer algo que no pudiera revertirse, ella se aclaró la garganta.

"Gerard, ¿Qué está pasando?" Preguntó. "¿Por qué haces un escándalo tan temprano en la mañana?"

"Le pido perdón, dama. He venido aquí por orden del Duque, pero no he podido completar mi tarea sin molestar. Le pido disculpas si le he causado alguna molestia". dijo, inclinándose cortésmente.

Ya no llamaba a Annette joven dama. Bueno, esa era la forma correcta de dirigirse a ella ahora que estaba casada, aunque se sentía un poco extraño.

"Me alegro de que sigas tus órdenes. Gerard, ¿Cuántos años llevas sirviendo a la familia Baviera?"

"Doce años, joven da... quiero decir, Marquesa". Gerard se corrigió tardíamente. La repentina aparición de Annette lo puso en una situación embarazosa.

En una discusión, el primero en equivocarse tenía las probabilidades de perder. Ella había comenzado ganando.

"¡Doce años! Es tiempo suficiente para haber aprendido la etiqueta adecuada. ¿Puedes explicar tu actitud hacia mi esposo, Gerard? Cualquiera que te viera pensaría que eres el dueño de esta mansión."

"¡Esa nunca fue mi intención! Lo siento, creo que hay un malentendido, pero..."

Nervioso, se apresuró a intentar excusarse, pero Annette no era una persona que se dejara convencer por disculpas elocuentes. Además, venía de la familia Bavaria. Corregir a un empleado que se equivocaba era para ella tan natural como respirar.

Annette levantó la barbilla para enfrentarse al hombre mucho más alto.

"¡Qué malentendido! ¡Lo vi con mis propios ojos! ¿Cómo has podido ser tan grosero con mi esposo? ¿Es que crees que ya no soy tu superior, ahora que me he casado? ¿Así que no necesitas de mostrar el debido respeto a mí o a mi esposo?"

Mientras lo regañaba, parecía que ella estaba a punto de estallar de ira. Pero eso fue sólo para aparentar. Annette sabía que Gerard no había elegido hacer esto por sí mismo. Era un mayordomo ejemplar que habría atendido cortésmente incluso a plebeyos que vinieran a la residencia Bavaria.

Gerard probablemente hace esto porque mi padre lo ordenó.

El padre de Annette era un aristócrata temible. Incluso antes del matrimonio de Annette, había despreciado abiertamente a Raphael por su nacimiento ilegítimo. Aunque la mitad de la sangre que corría por las venas de Raphael fuera del Rey, nunca podría compensar a su vulgar madre; una mujer de origen desconocido.

El desprecio de Allamand continuó incluso después de que Raphael se convirtiera en su yerno. La joven Annette no había sido lo suficientemente fuerte o experimentada para lograr las paces entre ellos. Pero ella nunca había pensado que su padre le lanzaría semejante insulto.

¡Esto es tan... grosero! ¿Por qué me casaste con Raphael si nunca quisiste aceptarlo como yerno?

Los ojos rosados de Annette se llenaron de lágrimas de rabia. Su padre siempre había sido egoísta. Miró fijamente a Gerard, sin darse cuenta del cambio de expresión de Raphael, que estaba detrás de ella. Y sus lágrimas bastaron para que Gerard agachara la cabeza. Nunca había soportado lastimarla.

"No. Le ruego que me disculpe por mi descortesía. Por favor, perdóneme."

"Discúlpate con mi esposo, no conmigo."

Ante su implacable orden, Gerard cerró la boca. Sus ojos verdes seguían negándose a reconocer la presencia de Raphael. No podía disculparse con Raphael, en contra de la orden de su maestro. En su lugar, sólo podía intentar convencer a Annette de que lo pasara por alto.

Si fueras la dama a la que serví, te pondrías de mi lado. Pero ahora...

La dama a la que había servido, aunque inteligente, se había acobardado fácilmente. Gerard se aferró a esa idea. Con su esposo al lado, por supuesto que tenía que fingir que regañaba a Gerard. Pero él la conocía desde que era una niña. Merecía la pena intentarlo. Gerard tragó saliva.

"No, el Duque Baviera me encargó que hiciera una visita formal", dijo con su tono más elegante. "Pero parece que ocurrió un malentendido. Mis acciones no reflejan ninguna intención personal, sino la orden del Duque..."

Annette sólo prestó atención a medias a la excusa. Sus sospechas de que su padre había ordenado este insulto eran correctas. Allamand debió ordenar esto para señalar a Raphael que no lo reconocería como su yerno. En lugar de permitir que Raphael pensara que se había unido a la familia Bavaria, quería que Raphael supiera que Annette había sido expulsada de la misma.

Tiene tantas ganas de insultar a Raphael, que ni siquiera piensa en lo que puede pasarle a su hija.

Annette sonrió con amargura. No podía creer que su padre hubiera enviado a un sirviente a insultar a un noble. Esto explicaba por qué Raphael fue tan rencoroso con ella. Y no era sólo una prueba del egoísmo de su padre, sino una prueba de que no le importaba ella. En absoluto.

De hecho, su padre siempre había mantenido las distancias durante su matrimonio anterior, incluso el día de su muerte. La última vez que había visto a su padre fue el día de su boda, y él sólo había asistido por orden del Rey.

La había abandonado.

Como no podía ser Princesa Heredera, se volvió inútil para Allemand. No debería haberla sorprendido; él era un bávaro de sangre fría, con hielo en las venas. Así que había llegado el momento de que la hija abandonada tomara algunas decisiones por sí misma.

Raphael es mi esposo. Y ahora... es mi única familia.

Aunque dolía, era la verdad. Ahora estaba obligada a proteger a su esposo. Así que Annette hizo lo que no había hecho en su vida anterior. Habló mirando con determinación a su antiguo mayordomo.

"Muy bien, Gerard", dijo con toda su elegancia. "Quiero escucharlo de tu boca. Yo también tengo sangre Baviera en mis venas. Incluso después del matrimonio, soy Annette Bavaria Carnesis. ¿O no?"

Su repentina resolución fue aplastante. Su actitud altiva y sus ojos fríos representaban toda una Baviera. Gerard se dio cuenta de que ella no tenía intención de dejarlo pasar.

"La dama nació en Baviera, por lo que siempre será de ese linaje. Soy leal a la familia Baviera. He dedicado toda mi vida a ese noble linaje", aceptó con voz temblorosa. Nunca antes había ido en contra de ella. Desde el momento en que la pequeña Annette le había sonreído, Gerard quedó derrotado. Siempre le había dado la razón.

"Bien. Entonces, discúlpate con mi esposo, que merece tu respeto."

Annette levantó la cabeza, sus manos agarraron ligeramente el brazo de Raphael. Su figura se veía arrogante, y Raphael se sorprendió de que no le pareciera mal. De hecho, le gustaba bastante.

Nunca en mi vida pensé que vería a un Baviera ponerse de mi lado.

Era increíblemente extraño. Siempre había estado solo. Había tenido que luchar por sí mismo para llegar a su rango actual, por lo que daba por hecho que nadie le ayudaría nunca. Incluso su padre, el Rey Selgratis, no lo habría reconocido como su hijo si no hubiera demostrado su valía. Ese era el despiadado mundo que Raphael conocía.

Pero de repente, esta mujer llamada Annette Bavaria había aparecido en este mundo, y no le había dejado resolver el problema por sí mismo. En cambio, había puesto su esbelto cuerpo frente a él como un escudo, e incluso había regañado al sirviente de su propia familia. Le exigía con indignación que se disculpara por su falta de respeto.

Era la primera vez en la vida de Raphael que alguien lo protegía.

Y fue por una mujer cuya cabeza no le llegaba ni al hombro. Una hija de la familia Bavaria, que despreciaba su propia existencia. Era todo muy impactante.

Qué mujer tan extraña.

Raphael la miró. Luego volvió a mirar al mayordomo, cuyo rostro estaba palidecido. Parecía que este rudo sirviente estaba encariñado con Annette. Un hombre podía leer fácilmente el corazón de otro.

Toda la arrogancia de Gerard provenía del hecho de que estaba respaldado por el Duque Allamand Baviera, pero para Raphael estaba claro que esa aversión le pertenecía. Y parecía claro de dónde provenía esa aversión. El frustrado Gerard inclinó la cabeza.

"Le pido perdón por mi descortesía, Su Excelencia, Marqués Carnesis. Por favor, perdóneme."

Raphael miró su cabeza inclinada con ojos fríos. Le hubiera gustado dar un escarmiento a este hombre por su insolencia, pero sabía que si impartía tal castigo a un sirviente de la casa de su esposa, no terminaría bien. El público llamaría a Annette una pobre víctima, y a él un carnicero. Mejor mostrar misericordia que provocar tales comentarios.

Y por encima de todo, nunca había esperado que ella levantara la voz para apoyarlo de esta manera. Ya que ella hacía su parte como esposa, él estaba decidido a hacer la suya como esposo.

"¿Dijiste que te llamabas Gerard?" Preguntó con frialdad.

martes, 23 de agosto de 2022

agosto 23, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 9

Capítulo 9. Pequeños Cambios


Mirando el lugar donde había estado Raphael hacía unos momentos, la agotada Annette se volvió a tumbar en la cama. No se había quedado ni un segundo. Realmente ella debía de caerle mal. Aunque estaba acostumbrada a su actitud fría, le entristecía que se fuera inmediatamente después de un acto tan ínt!mo.

Pero pensando en el pasado, Raphael siempre la había odiado.

¿Cuánto debía odiarla para no compartir ni una sola vez la misma cama en cinco años de matrimonio? Cada vez que habían tenido s3xo, siempre se había marchado bruscamente después. El hecho de que la hubiera complacido una vez no significaba que un hombre así se volviera cariñoso de repente.

Annette decidió que no dejaría que eso la perturbara. Había pasado por la muerte y, de alguna manera, había vuelto a la vida; ¿Qué importaba que su esposo fuera frío con ella? Si no tenía expectativas, no se sentiría decepcionada. Todo sería mucho más fácil si se despojara de todas esas preocupaciones.

En su vida anterior, su mayor problema ni siquiera había sido Raphael, sino el simple estrés. Annette siempre había sido bastante delicada. El estrés constante la había desgastado, por lo que al final había muerto muy joven, a los veinte años.

Annette no quería volver a morir así.

Desde luego, algunas cosas fueron mejores que antes.

Su primera vez con Raphael había sido muy diferente. Aunque la había devorado como una bestia, no había experimentado nada parecido al dolor de su vida anterior. El futuro podía cambiarse. Ya estaba cambiando poco a poco.

Sí, puedo hacerlo.

Annette abrazó su manta contra sí misma con determinación. En esta vida, demostraría su inocencia y trataría de arreglar su relación con Raphael. Pero si realmente la odiaba tanto, entonces consideraría divorciarse de él. Annette no era la niña indefensa que había sido en su última vida. Era una mujer que había recibido un milagro. Había experimentado vuelto a la vida.

En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió con un chirrido y Annette se sobresaltó, cogiendo una manta para cubrirse. Era el hombre del que estaba pensando en divorciarse.

"¿Raphael?"

Se quedó un poco sorprendida al verlo. No esperaba que regresara. Por alguna razón, parecía enfadado. Por un momento, se preguntó si él había leído sus pensamientos.

Por supuesto, no lo había hecho. Había vuelto a su habitación por una razón totalmente diferente. Se acercó a Annette y dejó algo en la mesa de noche. Cuando Annette miró con curiosidad, encontró un cuenco plano, lleno de agua caliente. Un paño suave había sido colocado sobre el borde del cuenco.

Oh, Dios mío.

Los ojos de Annette se abrieron de par en par. ¿Raphael había traído esto para ella? Al encontrarse con sus ojos desconcertados, su expresión sólo se volvió más sombría. Cuando extendió su mano hacia ella, al principio pensó que pretendía volver a hacerlo con ella.  Pero esa gran mano se detuvo justo delante de su nariz, sosteniendo un vaso de agua.

"¿Esto? ¿Qué es esto, Raphael?"

La mirada feroz de él la hizo tomar el vaso por reflejo.

"Dijiste que estabas herido", dijo en tono de acusación.

Los ojos de Annette se dirigieron al fondo del vaso. Había un fino polvo blanco en el fondo.

¿Le había traído una medicina para el dolor? En ese caso, ella estaba agradecida, aunque la mirada de él hacía pensar que le estaba ofreciendo veneno. Su consideración fue tan inesperada que se quedó sin palabras por un momento.

Raphael frunció el ceño, mirándola con nerviosismo. Tampoco estaba seguro del por qué lo hacía, pero su voz adolorida le hizo sentir culpa. ¿Por qué esta hermosa mujer parecía tan débil? Le había traído una medicina, pero ella se limitaba a estar sentada, sosteniendo el vaso mientras lo miraba fijamente. Parecía que Annette Bavaria no aceptaba ni siquiera un trago de agua de él.

¿Por qué hice algo tan inútil?

Le hirió el orgullo. Quiso quitarle el vaso de las manos, pero Annette se le adelantó. Salió de la cama, dejó el vaso en la mesa de noche y lo rodeó con sus brazos.

"Muchas gracias, Raphael", dijo ella, levantando la cabeza para sonreírle suavemente. Sus finas pestañas doradas se agitaron. Bajo ellas, unos ojos como pétalos rosados brillaron de gratitud. Fue una sonrisa tan encantadora como observar florecer una flor.

Raphael se dio cuenta de que seguía deseando a la mujer de Baviera.

Tanto el tacto de sus delicadas manos como aquella deslumbrante, sonrisa le resultaban totalmente extraños. Rápidamente, se movió hacia atrás para escapar de aquel incómodo abrazo. Había hecho todo lo posible por ella, por lo que pretendía marcharse para que ella pudiera descansar antes de volver a hacerle daño de algún modo. Sin mirar atrás, se marchó.

Observando su espalda, Annette habló.

"¡Buenas noches, Raphael!"

Por supuesto, él no respondió. No importaba. Después de tomar la medicina que él había traído, Annette buscó el cuenco. Mientras se lavaba cuidadosamente entre las piernas, sintió que el dolor disminuía. El paño tenía una suave textura, el agua estaba caliente y el corazón de Annette se reconfortó.

No sabía que Raphael pudiera hacer esto.

Annette sonrió para sí misma.

Bueno, si lo pensaba, no siempre le fue mal con Raphael. En su última vida, se había esforzado bastante para proporcionarle los cuidados médicos que necesitaba hasta el día de su muerte. Cuando quedó postrada en la cama, había dejado de discutir con ella por completo y la había atendido personalmente. Quizá fuera por sus experiencias en la guerra. Raphael no soportaba que los demás sufrieran dolores físicos.

Después de lavarse, Annette se recostó en la cama. La medicina empezó a hacer efecto, así que el dolor disminuyó lentamente. Tumbada sola en una cama tan grande, sentía un poco de frío y soledad, pero estaba bien. Incluso en el oscuro futuro, podía vislumbrar una pequeña llama de esperanza.

Desgraciadamente, esas esperanzas se desvanecieron a la mañana siguiente.

Se despertó antes de lo habitual al escuchar un ruido en el exterior. Parecía una discusión; pudo escuchar la voz alta de Raphael.

Frotándose los ojos somnolientos, Annette miró por la ventana, pero no pudo ver a nadie. A juzgar por la dirección del ruido, debían estar en el vestíbulo.

Levantándose de la cama, Annette decidió averiguar qué estaba sucediendo. Ahora era la esposa del Marqués Carnesis, debía saber lo que ocurría en su hogar. Al dar los primeros pasos, sintió un ligero dolor entre las piernas, pero no fue grave. Rápidamente, se vistió nerviosa.

Habiendo sido rigurosamente educada para ser Princesa Heredera, Annette era una persona muy paciente. Mientras salía de la habitación, trató de recordar cualquier cosa que pudiera haber ocurrido en ese momento en su vida anterior, pero no había nada importante. En su última vida, Annette había estado postrada en la cama en este momento.

Al principio de su luna de miel, Raphael la odiaba. Su malentendido hizo que su primera noche fuera insoportable, y Annette había sido tan orgullosa, que incluso pudo decir algo tan simple como que la tratara con más delicadeza. Si hubiera dicho eso, no habría sufrido tanto después.

El precio de su propia terquedad fueron tres días enferma. Cuando volvió a abrir los ojos, lo primero que vio fue la cara sombría de Raphael, mirándola con frialdad. Había actuado como si ella fuera su enemiga. No mostraba ningún remordimiento por su mujer, que había estado enferma por su culpa.

'Estaba tan triste entonces...'

Annette frunció el ceño ante los desagradables recuerdos. Ella le devolvió el odio a Raphael. Nunca había entendido por qué la odiaba, por qué se negaba a creerle cuando ella intentaba corregir los malentendidos entre ellos. En ese entonces Raphael, era tan frío como su padre, e incluso más cruel.

Esta vez había sido completamente diferente. Aunque Raphael seguía comportándose de forma abominable, al menos había tenido en cuenta su comodidad. En esta vida, Annette había dormido y despertado como de costumbre, para escuchar este alboroto.

Espero que no sea nada importante...

El corazón de Annette latía más rápido, lleno de una ansiedad que aún no comprendía. Sus pasos se aceleraron. En cuanto dobló la esquina del pasillo que daba al vestíbulo, escuchó las palabras de Raphael en la distancia.

"¿Quieres decir que los regalos que envié no fueron lo suficientemente buenos para el viejo Bavaria?"

Lo escuchó burlarse, aunque su voz fue moderada, ella podía sentir la furia en ella. No tenía que verlo para saber que estaba en su peor estado de ánimo. Rara vez lo había visto tan enfadado.

"Le pido perdón, Marqués. Los regalos que ha enviado son maravillosos, pero mi maestro es una persona de gustos muy exigentes, que sólo utiliza los artículos más finos. Le pido su generosa comprensión por las diferentes opiniones que puedan existir entre dos familias."

Era una voz que Annette conocía muy bien. Se trataba de Gerard, el mayordomo de su familia. Tenía voz de noble, con un ligero acento extranjero. Gerard siempre le había parecido amable, así como un mayordomo excepcionalmente bueno.

Pero esta vez, frunció el ceño al verlo. Las palabras exactas que Gerard había utilizado se repitieron en su mente.

Hoy suena un poco extraño. ¿Por qué le habla así a Raphael? Es muy grosero.

Annette no podía entender por qué Gerard, el mayordomo de su familia, le hablaba con desprecio a Raphael.
agosto 23, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 8

Capítulo 8. Inocencia

La presión que se acumulaba en su interior era aterradora. Sentía como si su vientre fuera a reventar, tratando de aceptarlo todo. Al sentir que su entrada se extendía alrededor de su p3n3, Annette temió que la desgarrara. Se aferró a las sábanas mientras jadeaba. Inmerso en un placer increíble, Raphael fingió no darse cuenta mientras empezaba a empujar rápidamente.

"¡Uhhnnn! Ra, Raphael, un poco más despacio."

Cuando su grueso gl@nd3 se frotó contra su húmedas paredes, un extraño placer la invadió. Las lágrimas llenaban sus ojos, las manos de Annette se dirigieron automáticamente hacia él. Pero Raphael las atrapó sin piedad, inmovilizándolas sobre la cama. Sus caderas se movieron más rápido.

Cada vez que grueso p3n3 se clavaba en su interior, la visión de Annette se volvió blanca. Su respiración jadeó cuando empezó a atacar los mismos puntos débiles que había descubierto antes.

Raphael era tan lujurioso ahora como lo había sido en su última vida.

Pero el dolor casi había desaparecido. La sensación de su gran p3n3 acariciando sus lugares sensibles se sentía increíble. Cada vez que empujaba hasta lo más profundo, los gemidos salían de su boca.

"¡Haa, ahhh, ahhh!"

Su enorme p3ne la p3netró repetidamente. Sus paredes internas reaccionaron a la embestida, apretándose con avidez alrededor de su p3n3. Podía sentir la forma de la cosa que la estaba p3netrando. Raphael gruñía como una bestia masculina mientras empujaba con más ahínco.

"¡Uhhh!"

Los ojos de Annette se pusieron blancos. Su primer orgasmo por p3netración se estaba produciendo, y su cuerpo se estremeció mientras explotaba, tan intenso que apenas podía respirar. Cuando sus calientes entrañas apretaron con fuerza, Raphael perdió la cabeza. Frenéticamente, se metió dentro de ella.

Annette pensó que iba a morir. Entre sollozos retorció su cuerpo para escapar, pero Raphael la inmovilizó sobre las sábanas. Aferrándose a su bestial esposo, gritó luchando contra este terrible placer.

Raphael le metió su p3n3 hasta el fondo mientras agarraba su tr@sero. Incluso cuando estaba ey@culando, no se detuvo. Siguió fr0t@ndo continuamente el interior de ella con sus profundas embestidas, el sonido húmedo de su unión se extendió por la habitación.

Raphael se retiró. Después de haber aliviado su lujuria una vez, quiso darle la vuelta inmediatamente para hacerlo de nuevo en otra posición. Le gustaba mirar esa cara de muñeca, aunque ver sus pestañas húmedas y las marcas de sus dientes en el labio inferior le hacían sentirse extrañamente incómodo.

Pero en el momento en que se movió para darle la vuelta, percibió un olor a sangre. Instintivamente, Raphael encontró el origen del olor. Sus agudos ojos se abrieron de par en par.

La sangre fluía entre las piernas de Annette. Su vello púbico dorado estaba oscurecido por sus fluidos amorosos y enrojecido por la sangre. Dado que había utilizado su boca para prepararla, no entendía por qué estaba sangrando ahora.

A menos que lo que había dicho fuera cierto.

¿Realmente no se había ofrecido a Ludwig, con la esperanza de convertirse en Princesa Heredera? En realidad no parecía una mujer vulgar. Y al darse cuenta de esto, los ojos de Raphael temblaron violentamente en shock. Todo pensamiento de poseerla de nuevo se desvaneció.

Pero Annette no pudo percibir los cambios en su corazón, por lo que cerró los ojos con temor. Raphael era un hombre viril, que nunca se había conformado con hacerlo sólo una o dos veces. Era una criatura bestial, que no la soltaría aunque llorara. Si intentaba escaparse, la arrastraría de vuelta. Estaba segura de que él iba a hacerlo al menos una vez más.

¿Qué debo hacer? Empieza a doler...

No se había dado cuenta en medio del acto por el placer, pero ahora que había terminado, el dolor interior estaba empeorando. Como había temido, la primera vez siempre era dolorosa. Y a Annette le preocupaba lo que Raphael pudiera hacer si ella lo rechazaba. Con cautela, levantó la vista hacia él.

Pero Raphael no comenzó inmediatamente otra ronda. Annette se quedó perpleja hasta que vio que su mirada estaba fija entre sus piernas. En el momento en que vio sus ojos temblorosos, Annette comprendió lo que había sucedido. Sólo ahora, se había dado cuenta de que sus palabras eran ciertas.

En silencio, Raphael la soltó. Luego se deslizó fuera de la cama. Esto también fue diferente a lo habitual. Instintivamente, se dio cuenta de que esta era su oportunidad. Rápidamente aprovechó la ocasión para hacerle reflexionar sobre su comportamiento brusco.

"Te lo dije, ¿No?" Preguntó Annette lastimosamente. "Ha sido demasiado..."

En cuanto escuchó su voz, los músculos de su espalda se pusieron rígidos. Ya se sentía culpable. Escuchar su resentimiento sólo empeoró esa sensación.

Raphael se mordió la lengua para contener la disculpa que casi se le escapaba. Sin embargo, antes de rebajarse a disculparse, tenía que entender lo que había pasado. ¿Realmente la habían acusado falsamente? Con una acusación desmentida, Raphael quedó sumido en una terrible confusión.

Afortunadamente, todo su odio hacia Bavaria estaba allí para llenar los vacíos. La visión de sus mechones rubios le hizo decidirse. Los Bavaria eran personas astutas, con agua helada en las venas.

"Muy bien", dijo fríamente, recordando todos estos hechos. "Reconozco que no te has entregado a Ludwig. Pero eso es todo."

Inmediatamente, ella comprendió lo que él quería decir.

La acusación de que se había acostado con el Príncipe Heredero no tenía mucho sentido para nadie más que para su esposo. Ambos habían estado a punto de comprometerse en ese momento, por lo que Annette realmente había estado a punto de convertirse en Princesa Heredera. Así que, aunque a las encantadoras mujeres de la nobleza de Deltium les gustaba chismear sobre ello, las conversaciones sobre el compromiso habían sido suficientes para que todos lo ignoraran.

Fue una acusación diferente la que había destruido el futuro de Annette. Pero sabiamente, Raphael no hablaba de ello. Se trataba de un secreto que sólo conocían las tres familias implicadas, por lo que, a juzgar por la reacción de los invitados a la boda, parecía que el secreto había sido bien guardado.

Todavía es demasiado pronto para saber si eso es cierto o no, pensó Raphael con frialdad. Luego giró su cabeza hacia ella. Fue sólo para ver la respuesta a sus palabras, pero inmediatamente se arrepintió.

Mirarla lo exc!taba Su cuerpo desnudo aún mostraba todas las evidencias de su relación amorosa. Sus mejillas blancas como las de una muñeca de porcelana estaban sonrojadas. La visión de sus s3n0s asomando entre su larga melena rubia fue suficiente para que toda su sangre se precipitara hacia abajo. La vista de su propio s3men fluyendo entre las piernas de ella lo estimulaba insoportablemente. Pero lo peor de todo eran los ojos de ella, que lo miraban con tanta inocencia.

"¿Raphael...?"

Annette no podía imaginar los pensamientos que pasaban por su mente. Lo llamó mientras se preguntaba cómo podría desmentir todas las demás acusaciones contra ella. Pero se sintió confundida por lo que vio en su rostro cuando levantó la cabeza.

¿Por qué me mira así? Tal vez quiera volver a hacerlo después de todo...

Annette se estremeció ante esta posibilidad. El dolor entre sus piernas era demasiado intenso para pensar en hacerlo de nuevo. Y sin poder demostrar su inocencia en las otras acusaciones, ahora no era el momento de explicárselo.

Lo más importante ahora era persuadir de alguna manera al exc!tado Raphael.

"Raphael", dijo ella con una voz suave. "Me duele, me duele mucho... ¿podemos parar por ahora?"

Una vez más, su mirada se desplazó hacia abajo. En ese momento, como para reafirmar su súplica, otra gota roja recorrió sus blancas piernas. El rostro de Raphael se endureció ante esa visión. Se dio la vuelta para salir del dormitorio.

Una vez más, su mirada se desplazó hacia abajo. En ese momento, como para reafirmar su súplica, otra gota roja recorrió sus blancas piernas. El rostro de Raphael se endureció ante esa visión. Se dio la vuelta para salir del dormitorio.

Slam!

Cerró la puerta abruptamente. Por la fuerza con la que cerró la puerta, Raphael debía estar muy enfadado. Annette estaba tan asustada que ni siquiera pudo gritar; simplemente se llevó la mano al corazón sin hacer ruido. Definitivamente tenía que arreglar esa terrible costumbre de dar portazos.

Raphael, que ya se había ido, no se dio cuenta de la crítica de Annette. Trató de vaciar su mente de ella mientras caminaba por el pasillo, pero no funcionaba.

¡Maldita Bavaria! Maldita Annette Bavaria...

La imagen de su mujer desnuda se le pasó por los ojos. No podía quitarse de la cabeza esa hermosa vista. Su deseo s3xual no había disminuido. Aumentaba instándole a volver a ella. Aunque ella estuviera llorando, aunque estuviera herida, se sentiría tan bien aplastando su esbelto cuerpo bajo él y complaciéndose hasta quedar finalmente satisfecho.

Raphael no entendía por qué no se atrevía a hacerlo.
agosto 23, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 7

Capítulo 7. Una Extraña Satisfacción


Recordando aquel dolor, Annette se aferró a su cuello con más fuerza. Sus tiernos s3n0s rozaron su pecho, pero a ella no le importó. Su miedo era mayor que su vergüenza.

"No me harás daño, ¿Verdad?" Preguntó, haciendo con una voz suave. "¿Por favor?"

Raphael no respondió. La sensación de los brazos de ella rodeando su cuello lo hizo sentir extrañamente incómodo. Recordó sus manos suaves, que parecían que se iban a romper con la menor fuerza. Aunque estaba impaciente, trató de controlar su temperamento para no ser tan brusco. Incluso si abrazaba a alguien tan débil de forma imprudente, podría matarla.

"Haré lo que pueda", susurró con profundo deseo. Temblando, Annette le soltó el cuello y Raphael abrió sus piernas con tanto cuidado como si fueran las delicadas patas de un ciervo.

La textura de su piel bajo las puntas de sus dedos se sentía increíblemente suave.  Su cuerpo tembloroso, su pelo, todo olía tan increíblemente bien. No habría sido extraño que cualquier hombre se la quisiera comer. Y aunque había decidido ser suave, sus manos se negaban a obedecer.

Se había preocupado porque no sabía si podría tolerar a una Bavaria como esposa. Pero ahora no tenía que preocuparse por eso. Apretó su mandíbula mientras miraba su cuerpo desnudo. Su piel blanca parecía hecha de azúcar.

Si su p3ne no se levanta ante semejante vista, ¿Se puede considerar un hombre?

Agachando la cabeza, Raphael se llevó sus s3nos a la boca, chupando con avidez. Sus p3z0nes estaban inicialmente pálidos, pero se pusieron rápidamente rojos como cerezas ante la estimulación. Su lengua  lamió obsc3namente su rígido p3z0n. Suavemente, lo mordió, mordisqueando ligeramente.

"Ah, ha...haa..."

Annette gimió retorciendo su cuerpo. Temía que le mordiera con demasiada fuerza, pero eso le hacía sentir un extraño estremecimiento entre las piernas. La sensación de que él le lamiera y mordiera insistentemente los p3z0nes le producía un hormigueo de pl@cer en todo el cuerpo.

Después de probar sus s3n0s dulces como el pudín, Raphael se lamió los labios. Sus profundos ojos azules seguían siendo duros, pero también extrañamente cálidos. Lentamente, acercó su cara a las piernas de ella, saboreando la textura de su piel mientras le separaba las piernas.

"Es... un poco vergonzoso... ¡Raphael!" gritó Annette, tratando de cerrar las piernas. El dormitorio estaba iluminado, así que podía mirar cada detalle de su desnudez. Estaba tan avergonzada que sus ojos se enrojecieron con lágrimas. Pero Raphael sólo agarró sus muslos, abriéndolos más.

"Quédate quieta. ¿No me dijiste que lo comprobara yo mismo?"

Las palabras que salían de sus labios eran obscenas. Cuando recordó a Annette haciendo una propuesta tan atrevida con su cara inocente, le hizo sentir que iba a estallar. Su p3n3 se hinchó tanto que le dolió, instándole a meterlo entre las piernas de ella.

Annette no tenía ni idea de lo que él estaba pensando, pero instintivamente se sintió en peligro. Y aunque estaba preparada para seguir adelante con esto, la forma en que él la miraba era tan intensa que la asustaba. Ella se sentó rápidamente. Besó cuidadosamente sus mejillas y frente para calmarlo.

"...¿Qué estás haciendo? ¿Sigues fingiendo que tienes miedo?"

Raphael apretó los dientes cuando la volvió a acostar. Pero su voz era más suave. Con toda su paciencia, bajó la cabeza hasta la abertura entre sus piernas.

Los g3n!tales de Annette estaban tan limpios, sus labios v@g!nales tan tiernos, que él se preguntó si los aplastaría con su tacto. Al mirar más de cerca, su húmeda abertura temblaba de excitación, brillando con un color bonito. Era una vista tan exc!t@nte que no podía apartar los ojos.

Pero Annette no pudo soportar la vergüenza, así que giró la cabeza para enterrar la cara en la almohada. La sensación de su aliento contra la piel entre sus piernas, la hacía sentir muy avergonzada. ¿Y qué aspecto debía tener su cara, mientras miraba con tanta atención su lugar más secreto?

Su dedo índice se deslizó sobre sus pétalos, abriéndolos para revelar su entrada. Los ojos de Annette se cerraron, esperando que esto terminara lo antes posible. Pero entonces sintió su lengua deslizándose sobre su zona int!ma.

"¡Ahhh! Raphael."

Annette asustada levantó la cabeza para disuadirle. En su vida anterior, Raphael se había acercado a ella en su primera noche creyendo que era una mujer experimentada. No se había tomado el tiempo de acariciarla de esta manera, y debido a ese malentendido, Annette había estado confinada en la cama durante tres días después de su primera noche.

Pero este Raphael era un poco diferente. Aunque no lo admitiera abiertamente, estaba reconsiderando la verdad de las acusaciones que Annette negaba con tanta vehemencia. Si ella realmente era inocente, entonces él necesitaba prepararla para que lo recibiera. Raphael era un hombre grande. Naturalmente, su dotación también era destacable.

Ajena a sus pensamientos, Annette se limitó a cubrirse la cara de lágrimas. Se avergonzó mucho cuando él la lamió allí. Raphael al ver que se comportaba con tanta timidez, sólo le abrió más las piernas.

Su lengua la estaba estimulando de forma intensa. De repente la punta de su lengua rodeó su sensible cl!t0ris. Sus labios calientes empezaron a chupar.

"¡Ahhh...uhhhhh...hummmm...!"

Su lengua, que pen3tró en su estrecha abertura, lamió ferozmente sus entrañas. En todos los lugares que tocaba su lengua, se producía un estremecimiento de éxt@sis. Sentía que sus entrañas se derretían, mientras sus caderas se arqueaban con fuerza.

De repente, un dedo se introdujo en su estrecha entrada, haciendo que los delicados músculos se contrajeran. El grueso dedo se deslizó profundamente. Cada vez que entraba y salía de su húmeda abertura, separaba un poco más sus paredes internas. Sintió como si se hubiera incendiado.

Mientras Annette jadeaba, el número de dedos en su interior aumentó a tres.

"Uhhh...uhh, de, detente..."

Su entrada caliente se tragaba los dedos. Raphael los introdujo profundamente, frotando sus paredes internas de un lado a otro, como si estuviera buscando algo. Annette se estremeció mientras su cuerpo se retorcía en formas que no podía imaginar. Sollozaba mientras movía su cabeza de un lado a otro.

En el momento en que vio sus ojos húmedos, las comisuras de la boca de Raphael se levantaron. Sus dedos se movieron cada vez más rápido, golpeando sus puntos débiles. Cada vez que tocaba esos lugares, su cintura se estremecía por sí sola.

Jadeos de pl@cer salían de su boca. El cuerpo de ella se vio perturbado por un pl@cer casi insoportable. Moviéndose hacia atrás, chupó su cl!t0ris mientras sus dedos entraban y salían rápidamente de su v@g!na, frotando rápidamente su punt0 G.

Una extraña sensación comenzó a cocinarse a fuego lento. Los dedos de los pies de Annette se curvaron. Su cuerpo se arqueó cuando empezó a alcanzar el cl!m@x. Su cuerpo se sacudió con las intensas sensaciones una, hasta que se desplomó de nuevo sobre la cama.

"Uhh...huhhh, huhhhh..."

Las lágrimas, que se acumularon en sus ojos, corrieron por sus mejillas. Tenía los labios abiertos mientras jadeaba. Parecía aturdida como si no entendiera lo que acababa de sucederle. Mirando aquel rostro encantador, Raphael sintió una satisfacción que nunca había conocido.

Levantando la cabeza, lamió los flujos remanentes en sus dedos. Sabía a fruta ácida, pero sólo le abrió el apetito. Su p3n3 palpitaba de exc!tación. Odiaba admitirlo, pero esta mujer lo exc!taba. Y eso era lo más imperdonable de todo.

Acomodándose entre sus piernas, Raphael introdujo su duro gl@nd3 en su estrecha entrada, sintiendo que aún se estremecía por su 0rg@smo. Al sentir el calor de su gl@nd3 dentro de ella, la sobresaltada Annette se quedó absolutamente inmóvil, recordando vívidamente el dolor de su primera vez. Le había dolido mucho.

Tengo miedo.

Su asustada mirada se dirigió hacia Raphael. Aunque sabía que tenía que experimentar esto en esta vida, no pudo evitar sentirse aterrorizada ahora. Raphael frunció el ceño al notar el miedo en su rostro. Levantó la mano para cubrir su cara. Había algo en esos ojos que le hacía sentirse débil e inútil.

Su gran mano casi le cubrió toda la cara. Sólo se veía sus labios rojos.

Raphael agachó la cabeza para besarla todavía tapando sus ojos. Dus labios atraparon su lengua, explorando su boca. Su lengua le hizo cosquillas en su sensible paladar, enroscándose y tirando de la punta de su lengua.

Cuando ella se distrajo con su beso, él hundió su p3n3 dentro de ella. Aunque había alcanzado el cl!m@x una vez, seguía estando tan apretada en su interior que sólo pudo introducir la mitad de su longitud. Pero aún así, se sintió muy bien. Las cálidas paredes interiores de ella se apretaron con fuerza alrededor de su p3n3. Él sintió como si su razón se derritiera.

"Relájate, Annette", gruñó. "Estás demasiado apretada."

Fue cruel al reprenderla por esto. Pero Annette no sabía cómo relajarse y aliviar el dolor desgarrador de su interior. Lo intentó, pero el hormigueo de la agonía permaneció. Su cuerpo se estremeció mientras gemía. Al ver que se mordía los labios por el dolor, Raphael chasqueó la lengua, en señal de desaprobación. Bajó su mano para frotar suavemente su cl!t0ris hinchado con el pulgar.

"Ummm..."

Un pl@cer familiar se extendió por su cuerpo ante la caricia circular. El cuerpo rígido de Annette se relajó. Instintivamente, Raphael aprovechó el momento y deslizó toda su longitud dentro de ella.

domingo, 21 de agosto de 2022

agosto 21, 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 6

Capítulo 6. Prueba de Inocencia


La primera decisión importante de su nueva vida sucedió rápidamente. Citó a un médico a la casa del Marqués Carnesis, un hombre de unos treinta años con un brillante cabello castaño. Cuando el hombre de cejas pobladas escuchó la extraña petición de Annette, al principio dudó de sus oídos.

"¿Qué?" Preguntó, tras un momento de silencio. "¿Qué... es lo que quieres?"

Sus ojos le rogaban que retirara inmediatamente su petición. Era algo muy embarazoso. Pero Annette estaba decidida. Ella repitió con calma.

"He... escuchado que hay médicos que pueden probar la inocencia de uno. En la parte ginecológica. ¿Podría referirme a alguien así en su círculo? Preferiría un médico femenino."

En la superficie ella estaba serena, pero por dentro temblaba de vergüenza. Sus manos se aferraron a los apoyabrazos de la silla con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Nada le hubiera gustado más que retractarse inmediatamente de lo que había dicho, pero sabía que esta era su única opción.

Raphael la odiaba tanto que nunca la creería aunque protestara todos los días. Ella no tenía más remedio que darle pruebas, con el testimonio de un médico. Si no intentaba limpiar los cargos contra ella, nadie más lo haría. Las puertas sólo se abren para los valientes que tocan para entrar.

Esa era la lección que Annette había aprendido en su última vida.

Annette se mordió los labios con fuerza, recordando los últimos cinco años que había sufrido. Mejor soportar unos momentos de vergüenza que repetir aquella desgracia.

"Bien. Si insiste...." El médico entendió que Annette no iba a retirar su petición. Le entró un sudor frío. Cuando Annette se inclinó hacia delante para escuchar lo que fuera a decirle, la puerta del salón se abrió abruptamente.

¡¡¡Bang!!!

"¡OH!"

Sorprendido por el fuerte ruido, el médico soltó un grito. Su expresión profesional había desaparecido, fue reemplazada por una de miedo. Annette estaba igual de sorprendida. Sus ojos se abrieron de agrandaron al ver al intruso.

"¿Raphael? ¿Qué estás haciendo aquí?"

No debe haber pasado mucho tiempo desde que se despertó; Raphael entró vestido con una simple camisa blanca y pantalones. Sus músculos bien entrenados eran evidentes bajo la fina tela. Con su musculosa complexión, resultaba amenazante.

Sus ojos azules brillaron con rabia mientras mientras alternaba la mirada entre ambos.

"¿Ya se ha hecho la prueba?" Gruñó.

"¿Sí? ¿Qué, qué tipo de prueba?"

El médico estaba tan aterrorizado que no sabía qué empezó a tartamudear. La cara de Raphael se contorsionó de rabia.

"¡Maldito cabrón! ¿La has hecho o no?" Preguntó apretando los dientes al descubierto.

"¡No! ¡No la hice, Su Alteza, lo juro por Dios! No he tocado a su esposa en absoluto."

Sólo entonces el hombre se dio cuenta de lo que Raphael quería decir. Comenzó a temblar tanto que casi se mordió la lengua. Por un momento, a Annette le preocupó que hubiera una pelea. Pero afortunadamente, Raphael reconoció que el hombre estaba diciendo la verdad por su rostro asustado.  Se acercó a él para sacarlo agarrado. Toda la mansión pareció vibrar cuando cerró con fuerza la puerta detrás de él.

Raphael tenía realmente un carácter salvaje.

Fue una suerte que la mansión no se derrumbara, con todos los portazos. Aunque, ahora que lo recordaba, ayer había roto la puerta de la habitación. Acostumbrada a la forma de ser de su grosero esposo, Annete suspiró en su interior al verlo acercarse.

"¿Qué ha pasado, Raphael?"

En lugar de responder, Raphael apoyó las manos en los reposabrazos de su silla, para que ella no pudiera levantarse ni huir. Parecía sentirse mejor si bloqueaba todas sus vías de escape antes de interrogarla.

Aquel rostro apuesto que se cernía sobre ella se veía aterrador. La miró fríamente.

"¿Qué intentas hacer al llamar a un médico?" Le preguntó de repente, todavía enfadado. "¿Planeabas falsificar un certificado médico? Es una jugada astuta, pero no es tan fácil convercerme."

Si hubiera sido la anterior Annette, se habría sentido humillada por esto. Y le habría devuelto el ataque, tratando de infligir ese mismo sufrimiento. Pero ella ya no era así.

"No es así, Raphael", dijo con calma. "Como dije ayer, puedo demostrar mi inocencia. Si te preocupa que falsifique un certificado, puedes llamar a un médico de tu confianza."

"¿De verdad te someterías a una prueba así? ¿Una persona como tú, una flor de Baviera criada en un invernadero, aceptaría un examen tan vergonzoso? ¿Abrir las piernas a otro hombre?" Espetó. "Ni un perro  cree esa mierda."

Su sarcasmo resultaba frustrante. Entonces, ¿Qué demonios se suponía que debía hacer ella? Él no creería su palabra, e incluso cuando ella propuso una prueba, él siguió pensando que lo engañaría. Annette sabía que Raphael era un hombre con serios problemas de confianza, pero este tipo de comportamiento rozaba la locura.

Pero... él debió pensar que ella quería consultarse con un médico varón. Raphael no toleraría ni siquiera la idea de que abriera las piernas delante de otro hombre. Por eso se había apresurado a detenerla. Sabiendo que tenía problemas para controlar su ira, Annette se esforzó por comprenderlo. Ella no sabía si alegrarse de sus celos o no.

Raphael era una bestia, pero nunca la había herido intencionadamente. Al menos, no físicamente. Tal vez por eso nunca pudo odiarlo o temerle realmente. No era tan malo.

Pero ya que iban a revivir esta relación, ella no quería repetir sus viejos patrones. Seguramente estaría bien tratar de domesticarlo.

"Raphael", dijo en voz baja. Mirándolo a los ojos, rodeó lentamente su cuello con sus brazos. Él no se apartó. Se limitó a observarla con desconfianza, preguntándose cuál sería su próximo truco. Annette parpadeó con una pequeña sonrisa en su rostro.

Susurró una tímida pregunta.

"Si no quieres que vea a un médico... ¿Quieres comprobarlo tu mismo?"

Se quedó con la boca abierta. El calor furioso de sus ojos se desvaneció, que se agrandaron por la sorpresa. Por un momento se quedó boquiabierto sin poder creer lo que acababa de escuchar.

Annette se sintió un poco sorprendida por su propio atrevimiento. Siempre había sido una mujer conservadora, pero no le parecía tan mal si conseguía que Raphael se viera tan avergonzado.

"Ahora estamos casados, ¿No?" Susurró ella, levantando sus ojos hacia los de él. "Así que puedes subirme la falda y yo te abriré las piernas para que veas con tus propios ojos..."

Ella no llegó a terminar esa frase. Raphael la levantó. Su habitación estaba a sólo unos pasos. Abrió la puerta de una patada, dirigiéndose directamente a la cama.

"¡Ahhh!"

Annette, tendida en la cama, lo miró con los ojos muy abiertos. Pero Raphael no la miraba. Se estaba despojando rápidamente de su ropa, arrancando la camisa y quitándose los pantalones. En cuanto se quitó los pantalones, su p3n3 se sacudió hacia arriba, duro en todo su esplendor.

Raphael se acercó. Ella se asustó mientras su enorme sombra se cernía sobre ella. Ya podía adivinar lo que iba a suceder. La primera vez en su vida anterior había sido tan terrible que le aterrorizaba fuera igual.

Sin mirarla a los ojos, Raphael comenzó a desnudarla inmediatamente. Al principio, trató de ser cuidadoso, pero rápidamente se impacientó con su ropa. Con un fuerte ruido de desgarro, las costuras de su ropa cedieron. Annette gritó aferrándose a su cuello.

"Raphael..."

"¿Qué? ¿No me pediste que lo comprobara por mí mismo? No me vas a pedir que me detenga ahora, ¿Verdad?" Decía mientras le quitaba las br@gas. Estaba completamente d3snuda. A este paso parecía que sería tan horrible como la última vez.