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jueves, 18 de febrero de 2021

febrero 18, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 84

Capítulo 84. Una culpa constante (1)


Max tragó tan bruscamente que la comida casi se fue por el lugar equivocado. El hombre que tenía delante la miraba fijamente con un peculiar brillo que salía de sus ojos azul-grisáceos, que hasta ahora, siempre habían parecido estar llenos de sueño.

Un sudor frío comenzó a brotar en la frente de Max.

Si dice que no puede hacerlo, entonces parecerá que está dispuesta a ser considerada como una tonta frente a los caballeros que la han estado ignorando como si fuera una completa extraña para ellos e indigna de su tiempo. Sin embargo, si dice que puede hacerlo, siente que su futuro aquí estará lleno de dificultades.

Max no podía decidirse por ninguno de los dos cursos de acción, ya que ambos parecían igualmente sombríos, así que decidió evitar sus ojos y esperó que cambiaran de tema fingiendo estar distraída con la sopa que estaba comiendo. Sin embargo, Ruth alargó la mano y le impidió ver la comida. En ese momento fue sorprendida de nuevo cuando sus delgados ojos se clavaron en los de ella.

"¿Está bien?"

"No s-soy lo suficientemente b-buena como para ayudarte" Max le confió sinceramente.

"Lo sé. No te lo pediría si no fuera una situación que pudiera manejar por mi cuenta". Respondió mientras bajaba la mirada.

Max sintió un leve deseo de ayudarlo, al ver al mago tan lamentable ante ella. Cuando lo miró con ojos desamparados, fue como si él percibiera su mirada y la mirara también entonces. Al verse sorprendida, Max enderezó la espalda y fingió indiferencia.

"No has olvidado que te ayudé tanto material como espiritualmente, ¿verdad?" El mago habló de repente y Max dejó la cuchara.

"N-No. Pero realmente no puedo..." Max empezó a protestar, no podía ayudarle aunque quisiera. No solo carecía de la capacidad para hacerlo, sino que tampoco sabía a qué clase de infierno tendría que enfrentarse si lo hiciera. La fastidiosa actitud del mago era realmente inusual, y bastante alarmante. Max evitó mirar la cara del mago, mientras Ruth se acercaba a ella como una sanguijuela.

"Todo lo que tienes que hacer es organizar simples registros y cálculos. Es algo muy fácil de hacer, incluso para ti". Le dijo el mago y Max suspiró.

"Oye, mago, no te pases. Es una falta de respeto a la Señora".

El caballero que los acompañaba, que fingía no escuchar nada de su conversación y solo estaba interesado en comer, se incorporó finalmente.

Max pensó que si rechazaba al mago, sería condenada como una desagradecida y escucharía ese calificativo sarcástico cada vez que se encontrara con él. Estaba segura de que eso era lo que le haría el excéntrico mago si lo rechazaba.

Además, pensó que tarde o temprano tendría que morder la bala y no podría evitarlo para siempre. Fuera de sí, finalmente respondió con un movimiento de cabeza y el ceño de Ruth se frunció al ver esto. A continuación, alargó la mano para coger algunas de sus papas y las depositó en su plato en señal de buena voluntad.

"No olvidaré esta gracia". Le dijo el mago agradecido. Max le respondió con una sonrisa de labios apretados.

"Debieron de haberse hecho muy amigos durante los tiempos que han pasado juntos". Comentó de repente Hebaron, el voluminoso caballero que seguía escuchando su conversación. Luego se rascó la nuca como si esperara a que la implicación de sus palabras calara. Max dudó y respondió con cuidado y se volvió para dirigirse a Hebaron.

"M-me aconsejó sobre la decoración del castillo".

"Ajá". Respondió Hebaron casi a tientas mientras le daba un gran mordisco al pan y les lanzaba una mirada pensativa. Max desechó sus pensamientos ansiosos ante la actitud casi indiferente de Hebaron hacia ella y trató de terminar su comida en paz. Pero el silencio que los rodeaba se rompió de nuevo cuando Hebaron habló.

"El castillo se ha vuelto muy agradable de ver". Les dijo, y Max tragó diligentemente su comida antes de responder.

"Ah, g-gracias".

El hombre recorrió la sala con la mirada, como si tratara de asimilar la vista. Sus actos deliberados de escrutinio le parecieron incómodos a Max, y ella también empezaba a sentirse incómoda con él. Hacía mucho tiempo que Max y Hebaron se conocían, pero aun así, nunca habían intercambiado presentaciones formalmente y solo se habían visto de pasada.

Max no se sentía cómoda hablando con Hebaron de forma tan casual, al fin y al cabo seguían siendo desconocidos, así que Max decidió limitarse a seguir su mirada mientras seguía recorriendo la sala. Durante algún tiempo permanecieron en un agónico silencio. Pronto, los caballeros que habían terminado de comer su comida empezaron a abandonar sus asientos, uno a uno se acercaron a ella e inclinaron la cabeza en señal de respeto, para luego salir del lugar.

Max miró su plato de sopa, le pareció que la comida tenía un aspecto bastante triste.

"Los Caballeros del Remdragon fueron injustos. Incluso con esa actitud, no pude evitar pensar". Max se sobresaltó ante la declaración de Ruth y se volvió para mirarlo. Ruth pareció no darse cuenta de ello y continuó el discurso de forma agria, mientras mojaba el pan en la espesa sopa.

"Esta expedición era la oportunidad de lanzar el peso de los Caballeros de Remdragon a través del continente si el resultado era favorable, pero si se hubieran equivocado, habrían recibido un golpe devastador a su orgullo".

Los ojos de Ruth se nublaron entonces, como si estuviera actualmente atrapado en algún lugar lejano. "El Dragón Rojo era así de aterrador. Tres o cuatro caballeros habrían muerto sin el Señor Calipse. De hecho, hay quienes estuvieron muy cerca de la muerte en aquel entonces. Uno de ellos fue el propio Señor Calipse, ya que luchó en el frente y se cruzó con la muerte varias veces".

Max comenzó a ponerse rígida a pesar de la voz tranquila y monótona de Ruth, como si estuviera contando solo una historia trivial.

"El duque Croix le pasó una expedición tan difícil y peligrosa al Señor Calipse. Incluso la hija no hizo lo más mínimo por defender a su marido, que había sido empujado a la muerte por parte de su padre".

"¡Y-yo estaba...!" Max comenzó a protestar pero Ruth tomó la palabra.

"Eso es lo que han pensado siempre los caballeros que siguieron al Señor Calipse". Ruth dejó su cuchara en el suelo y habló con una cara inexpresiva.

Max se limitó a dejar que su labio temblara como respuesta. Quiso argumentar que era ella la que había sido expulsada. Y era ella la que había sido ignorada todo este tiempo por ellos. El hombre la tomó por la fuerza y luego la dejó sin decir nada. Incluso pensó antes que él no la quería ni le importaba en absoluto.

¿Qué podía haber hecho ella? ¿Por qué la culpa siempre recae sobre sus hombros?
febrero 18, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 83

Capítulo 83. Un beso atrevido (2)


Al momento siguiente, sus labios estaban sobre los de ella mientras sus manos rodeaban su cintura para acercarla a su pecho. Algo le hizo sentir un cosquilleo en su interior cuando él acarició suavemente sus suaves pechos. Ante la inesperada reacción de su cuerpo a su contacto, Max empezó a soltarse de su agarre, avergonzada.

"Oh, t-tú ya..." trató de buscar las palabras y finalmente terminó señalando su cabello húmedo como si tratara de decir que no quería estropearlo.

"¿De qué estás hablando?" Su mirada se clavó intensamente en ella, sin dejarle espacio para escapar de sus garras. "Tú me sedujiste primero".

Ésta no hizo más que ensanchar los ojos ante esto. "N-no te s-seduje, no..."

Efectivamente, lo había besado con descaro, una primicia suya, pero lo había hecho desde la dulzura que brotaba de su interior. ¡Aunque eso no significaba necesariamente que quisiera volver a meterse bajo las sábanas! Sin embargo, parecía que su insignificante razonamiento solo fue ahogado por el intenso afecto que él sentía por ella. Un afecto en el que se sentía perdida cuanto más se detenía en él.

De repente, se quitó la blusa y su torso desnudo, bellamente esculpido, brilló decadentemente a la luz, provocándole un estremecimiento. Se abalanzó sobre ella sin más, encerrando sus labios en un beso duro, áspero y desesperado.

"Te lo has ganado, Maxi". Susurró como un borracho mientras la empujaba bajo él con poca fuerza.

Solo su voz, como un bajo encantadoramente dulce, sonaba en sus oídos. Como un súcubo, drenó la fuerza de su cuerpo con fervor; ella era solo suya y él era solo de ella. La satisfacción de sus cuerpos unidos fue mucho mayor que el dolor inicial y ella acabó por sucumbir a su persuasión y necesidades, con los brazos pegados a su cuello mientras la noche los acunaba suavemente en un mundo solo suyo.

💜💜💜

Al día siguiente, Max se despertó después del mediodía. Según la rutina, se lavó y se vistió con la ayuda de una criada. A pesar de haber pasado toda la noche en vela, Riftan ya se había marchado en cuanto amaneció, habiendo salido a ocuparse de los intrusos. Al recordar que había hecho un largo viaje, sintió que no había podido descansar bien.

"Señora, ¿se siente incómoda en algún lugar?" Rudis, que estaba cepillando diligentemente sus enmarañados mechones, preguntó en un tono preocupado, con un indicio de enfado en el rostro habitualmente frío de la criada. Max negó inmediatamente con la cabeza.

"Oh, no. E-estoy bien".

"El mago dijo que se encargaría de la herida..." La criada insistió, la preocupación se hizo más evidente en su rostro "¿Debo traerlo ahora mismo?"

"Oh, es s-solo una herida leve, no es n-nada".

La mujer mayor se estaba preocupando por una herida que se había hecho en el campo de batalla; sin embargo, para Max, no era más que un pequeño rasguño en la pierna al caerse. Max bajó los ojos, tocando la herida fresca que se extendía en su espinilla. En comparación con esta herida, los guardias debían haber sufrido heridas más graves con la espada de los enemigos. Sacudió la cabeza con fervor, no queriendo preocuparse por un rasguño tan pequeño.

"E-está bien, n-no tienes que hacer…"

"Oh, no. Podría convertirse en una cicatriz más adelante". Rudis, que rara vez hablaba con fuerza, pronto cerró la boca, pensando que su actitud se estaba volviendo presuntuosa. Después de algún tiempo, finalmente dijo "Entonces, voy a buscar un poco de pomada".

"¿Lo ha-harás?" contestó Max, sintiendo aprensión ante la idea de que se formara una cicatriz. Rudis se apresuró a salir de la habitación y volvió trayendo un frasco redondo de medicina y algunas vendas limpias. Aunque no era una herida que requiriera vendas, Max aplicó obedientemente la medicina bajo la insistencia de Rudis y la envolvió con el paño limpio para evitar que se infectara.

"G-gracias" dijo suavemente una vez terminada la prueba.

La criada se enderezó, alisando su falda. "Le traeré la comida a su habitación".

"Oh, no. C-comeré en el s-salón y terminaré las cosas que no hice a-ayer".

"El Señor me dijo que la dejara quedarse en la habitación a descansar hoy".

Una mirada incómoda cruzó el rostro de Max ante las palabras de Rudis. Si bien era cierto que estaba bastante cansada por las varias rondas de amor que hicieron a lo largo de la noche, no llego al punto de querer simplemente acurrucarse y dejar pasar el día. Además, ¿no se despertó al mediodía? No quería quedarse sin hacer nada en la habitación, y sola, mientras él estaba fuera y trabajando sin descansar adecuadamente.

"E-estoy un poco sorprendida por el alboroto de a-ayer, pero no estoy enferma" comenzó.

"Pero el señor me dijo..."

"Y-yo se lo diré".

Con su obstinada firmeza, Rudis ya no refutó y respondió con un silencioso asentimiento. A continuación, Max salió de la habitación con un grueso chal colgado sobre los hombros para protegerse de la fría brisa de la tarde, que incluso entraba por las persianas abiertas. Caminó por el pasillo, recorriendo con la vista los marcos de las ventanas limpios y recién lavados y las alfombras colocadas.

"P-por cierto, ¿dijo Riftan a-algo sobre el c-castillo?"

Ante la pregunta, Rudis se avergonzó. Respondió vacilante "No pudo darse el lujo de mirar a su alrededor debido a la conmoción de ayer".

"Ah... s-sí".

"Sin embargo, los caballeros estaban aturdidos". Rudis añadió apresuradamente en cuanto Max pareció abatida. En el rostro de la taciturna doncella había una sonrisa inusualmente brillante.

"Ayer llegaron al Gran Salón para cenar hasta altas horas de la noche, y la primera vez que llegaron al castillo, lo elogiaron por los asombrosos cambios".

Max se animó al escuchar esto. "¿D-de verdad?"

Rudis volvió a asentir ante su pregunta. Luego bajaron las escaleras por el pasillo, los pasos de Max rebotaban con cada pisada. En cuanto aparecía, las sirvientas que limpiaban las ventanas del vestíbulo se enderezaban y se inclinaban cortésmente hacia ella.

Cuando por fin entró en el vestíbulo después de intercambiar saludos con los demás sirvientes, Ruth y tres de los caballeros Remdragon, que estaban comiendo, levantaron la cabeza hacia ella. Con sus miradas fijas, Max se detuvo repentinamente en su lugar.

A menos que fuera un día especial, los caballeros solían desayunar y almorzar en el salón que les proporcionaba el castillo. Era la primera vez que se encontraba con ellos sin Riftan a su lado, por lo que sus ojos revoloteaban de un lado a otro, insegura sobre su siguiente acción.

"¿Estás bien? Ayer te caíste muy feo".

Ruth rompió el incómodo silencio que permanecía en el pasillo. Llevaba el pelo revuelto, como si acabara de despertarse, como de costumbre. Bostezó, ignorando la tensión de la habitación y miró a Max de arriba abajo. "Pensé que te habías roto los huesos desde que el Señor Calipse se comportó de forma tan desesperada conmigo. Pero parece que estás intacta".

"Solo es un pequeño r-rasguño" murmuró ella en voz baja.

"Ya me lo imaginaba". Contestó rotundamente y le acercó la silla que tenía al lado. "Siéntate primero. Traigan también el almuerzo a la Señora" señaló a los sirvientes, que se inclinaron sin pensarlo dos veces.

Max lanzó una rápida mirada a la cara de los otros caballeros, que no mostraban ni un rastro de sus emociones, y se sentó con resignación frente a la mesa. Parecía demasiado incómodo e impropio marcharse sin más. Sin embargo, incluso cuando ya estaba sentada, seguía reinando un silencio incómodo. Max esperó impaciente a que llegara la comida, y cuando no pudo soportar el silencio, finalmente abrió la boca.

"¿D-dónde está Riftan?"

"El Señor Calipse está a fuera reparando la puerta. Llamó a herreros para que colgaran puertas de acero esta vez". Ruth refunfuñó, partiendo el pan por la mitad y colocándolo malhumoradamente dentro de su boca.

"Parece que quiere que se instale una barrera defensiva. Ya es un maniático de las defensas y ahora ese maldito noble tenía que convertir la puerta en cenizas y ponerlo más nervioso de lo que ya está".

"E-es bueno estar s-seguros".

Max respondió deliberadamente con voz animada, aliviada de tener algo de qué hablar. Ruth, sin embargo, se limitó a fruncir el ceño y a exclamar como si esa petición le quitara la vida.

"A partir de ahora, probablemente me romperé los huesos solo para cumplir su petición".

Justo a tiempo, la criada entró trayendo sopa con pollo, ensalada y pan recién horneado y los colocó sobre la mesa. Los ojos de Max se abrieron de par en par ante el apetitoso aroma de la sopa caliente que llegó a su nariz. No sabía exactamente cómo se creaban las herramientas mágicas, pero por los gruñidos del mago, supuso que debía ser desalentador y problemático.

Ruth se agarró a la cabeza y siguió gimiendo durante toda la comida. Entonces, como si se le encendiera una brillante bombilla, levantó la cabeza y preguntó a Max "Ahora que lo pienso, usted puede hacer matemáticas básicas, señora, ¿no es así?"
febrero 18, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 82

Capítulo 82. Un beso atrevido (1)


Riftan respondió con un tono ligeramente desconcertado "Así es. Era un noble de Libadon".

Max se sintió repentinamente mal con la confirmación de Riftan. ‘¿He hecho algo malo otra vez?’ En su mente se encendió la persistente sospecha de que tal vez las cosas no habrían salido mal si hubiera accedido a las exigencias del hombre y le hubiera ofrecido una entrada pacífica a Anatol.

Al parecer, percibiendo la preocupación de su rostro, llevó sus manos hacia su cabello desordenado, enroscando sus dedos alrededor de sus mechones con cuidado antes de empujarla hacia él para poder depositar un casto beso en sus mejillas. Era un gesto destinado a reconfortar su ansiedad. A continuación, procedió a vencer cualquier tipo de pensamiento excesivo en ella.

"Pero no era un Señor Feudal como decía. Solo era el hijo. No fue muy favorable que su padre eligiera a su hermanastro como sucesor de la familia. Así que robó el tesoro de su familia y escapó con él a Whedon".

Riftan deshizo suavemente los nudos de su ardiente melena mientras continuaba "Ha estado vagando por el país con los caballeros que lo siguieron, y luego se enteró de un rumor de que me apoderé de raros tesoros de la expedición de los dragones".

Los ojos de Max se abrieron de par en par ante esta información. "Entonces... ¿vino aquí para he-herirte?" respondió en tono preocupado.

Cuando esta pregunta llegó a sus oídos, los dedos que jugaban con sus mechones se congelaron momentáneamente. Durante un rato, su mirada solo se posó en ella con escrutinio, pero con mucha fascinación. A Max le pareció que su mirada fija era desconcertante y estuvo a punto de retirarse de su contacto cuando de repente estalló en carcajadas.

"No está tan loco". Dijo, con una pequeña sonrisa en los labios "Solo que nunca pensó que yo cruzaría la tierra de Drakium a Anatol en ocho días. Calculó mal el tiempo".

Ahora que lo pensaba, Max recordó que Ruth le dijo que Riftan podría acortar el viaje de quince a diez días si se daba prisa. Para que pudiera acortarlo a dos días más... debió de haber viajado con mucha prisa.

"¿O he sido yo quien ha acertado con el tiempo? Si me hubiera retrasado un día o dos habría sido terrible". Sus palabras se interrumpieron de repente al sumirse en sus pensamientos. "Tenía tres hombres con él que eran caballeros de alto rango. El propio Rob Midahas manejaba un poderoso artefacto mágico. Habría sido difícil, tal vez incluso imposible, detener a sus tropas con los soldados que quedaban en Anatol."

"¿Herramientas m-mágicas?" preguntó Max con cierta incertidumbre. El reino de la magia y sus matices todavía le resultaban una existencia y un conocimiento extraños.

"Fue la reliquia familiar que robó. Una herramienta mágica capaz de conjurar un hechizo de llama de alto nivel. Es lo que convirtió la puerta en cenizas". Al recordar la puerta quemada, su rostro se endureció de repente.

"Con Remdragon fuera del territorio, podría haber pensado que probablemente tenía la oportunidad de ganar. De hecho, habría sido difícil localizarlo si hubiera robado nuestras bóvedas y huido a Libadon para cuando yo llegara". Gruñó de rabia al pensarlo, como una bestia despierta dispuesta a luchar.

Al verlo más acalorado, Max lo agarró ansiosamente del brazo. Aunque ella sabía que su furia era con razón, aún quedaba el hecho de que no podría evitar un conflicto si dañaba imprudentemente a alguien de la nobleza. Incluso si dicho noble hiciera algo sin sentido.

Cuando Riftan bajó la mirada y vio sus ojos ansiosos, se limitó a sonreír con amargura, aparentemente consciente también de este hecho.

"Debería cortarle la cabeza y colgarla en la pared. Sería un buen ejemplo para los que quieran invadir nuestros muros. Pero realmente sería devastador entrar en una guerra".

Max sabía que Riftan era terco hasta sus raíces, por eso cuando escuchó al hombre hablar de un tono comprometedor, se quedó bastante sorprendida. "¿Entonces?"

"Mañana al amanecer, me pondré en contacto con su padre. Y entonces le gritaré que discipline a su hijo después de decirle que compense el daño".

Ante una respuesta que hablaba de poca violencia, salvada, posiblemente, por alguna palabrota menor, Max suspiró aliviada. Riftan estaba bastante satisfecho con la idea, más aun viendo que su esposa estaba contenta con ella. Por fin, encontrando una conclusión al sombrío asunto, comenzó a acercar sus labios a los hombros de ella, depositando suaves besos en su piel mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios. Sus besos se movieron tentadoramente hacia su escote y luego hacia sus cálidas mejillas, y a medida que se acercaba a ella Max pudo oler un fragante aroma proveniente de su cabello húmedo.

De repente, le vinieron a la mente las palabras de Ruth, aquella en la que le decía que Riftan probablemente pondría mala cara si lo instaba a usar jabón perfumado para ser más agradable a los ojos de la Señora. No pudo evitar la carcajada que brotó de su pecho. Esto, a su vez, provocó una mirada curiosa por parte del observador, ajena a la situación.

"¿Por qué te ríes?"

"Bueno, e-el olor a r-rosas de tu pelo" comenzó francamente haciendo que un leve rubor cruzara sus mejillas.

"Solo pensé... que te gustaría más si olía bien".

Al verlo alisar apresuradamente sus mechones mojados por la vergüenza, Max sintió que el corazón se le apretaba.

Hacía ya algún tiempo que lo había conocido. En ese entonces, con sus palabras amenazantes y su figura imponente, ella había supuesto que sería tan feroz como su padre, si no, incluso peor. Sin embargo, nunca pensó que en realidad sería todo lo opuesto. Un hombre que no se parecía en nada a su apariencia externa podría llegar a ser tan amable.

Y nunca pensó que ahora lo encontraría tan encantador, este marido suyo al que había tenido tanto miedo una vez.

"¿No soy lo suficientemente varonil?" murmuró de repente, sacándola de sus pensamientos. Mientras olfateaba el persistente aroma del jabón en su cuerpo, algo obligó a Max a levantarse lentamente a pesar de su cuerpo somnoliento y a presionar suavemente sus labios sobre sus mejillas. Ante el suave contacto, su reacción fue instantánea, su cuerpo se endureció como una piedra.

Al darse cuenta de su descarada acción, sintió que su cabeza daba vueltas mientras un abrasador rubor se deslizaba por su rostro. Sin embargo, se empeñó en darle un beso más en la punta de la barbilla; también podría llegar hasta el final.

"Oh, no. Hu-huele muy b-bien. Y Riftan, t-tú eres siempre varonil".

Riftan, que había permanecido en silencio todo el tiempo, finalmente pronunció "Entonces usaré este jabón el resto de mi vida".
febrero 18, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 81

Capítulo 81. Quiero todo de él (2) | +18


"No, yo..." Max comenzó a protestar mientras cerraba las piernas una vez que él se había ido. La profunda mirada de Riftan se negaba a apartarse de ella mientras se deshacía rápidamente de su armadura, arrojando al suelo la coraza, las hombreras, las grebas[1], las botas y la túnica.

En su espalda brillaba la fina capa de sudor, mientras la luz del sol entraba por la ventana. Sus músculos se flexionaban al moverse, como si se tratara de una ceñida armadura dorada. Max se encontró enamorada de la visión de su torso desnudo.

Antes, la visión de un hombre le causaba mucho terror. Sin embargo, Riftan, la hacía sentir cálida y confusa por dentro, a diferencia de sus enemigos, que temblaban al verlo.

Podía sentir su corazón retumbando contra su pecho.

Quería tocarlo.

"Ven aquí". Susurró mientras se quitaba los pantalones y se sentaba en el borde de la cama, moviendo los dedos en un movimiento de venida. "Ven a sentarte encima de mí".

"R-Riftan, yo..."

"Todavía no estás satisfecha, ¿verdad?" le preguntó él, enarcando una ceja en su dirección "Te llenaré de nuevo". Dijo, sus manos se movieron para agarrar su miembro. Ella dudó un momento, antes de hacer lo que él le decía, y observó con sensualidad cómo él bombeaba sus manos sobre su longitud, haciendo que se pusiera dura mientras ella se movía para sentarse a horcajadas sobre sus caderas.

Su mano libre agarró su suave muslo, guiándola mientras la mantenía en su regazo. Ella trató de levantarse de nuevo, la vergüenza se apoderó de ella, pero el agarre en su cintura le impidió escapar.

La atrajo, lentamente, y su boca rodeó rápidamente su pecho mientras rozaba sus dientes alrededor de sus protuberancias. Ella gimió cuando sintió que él frotaba su miembro, ahora endurecido, contra sus pétalos, con un tacto ligeramente burlón. Sus brazos rodearon la cabeza de Riftan para acercarlo.

Era como si estuviera poseída, sus dedos se enredaron en su pelo, tirando de él, abrazándolo más cerca de sus senos. Era como si su cuerpo le pidiera estar más cerca. Enterró la cara, inhalando el aroma de su pelo mientras frotaba su suave mejilla contra él.

Dio un empujón hacia arriba, y la penetró hasta entrar por completo en su interior. Max se estremeció de dolor y satisfacción simultáneamente. Sus miembros se entrelazaron el uno con el otro como serpientes enroscándose durante la época de apareamiento.

"Tú, tú... estabas a punto de volverte loca sin mí también, ¿verdad?" exhaló Riftan, su desesperación se filtraba en su voz mientras la miraba fijamente. Max lo miró con los ojos ocultos, su cuerpo caliente al estar envuelto en el de él, el corazón palpitando con fuerza contra su pecho.

Sentía que iba a estallar.

"Oye, dime". La pinchó una vez más "No soy el único que se está volviendo loco, ¿verdad?" repitió en un gruñido bajo y Max gimió.

"Sí, estuve a p-punto de volverme l-loca". Admitió mientras mascullaba sus palabras, con la mente confusa por el placer.

Apretó los dientes mientras continuaba entrando en ella, sus caderas empujaban golpes profundos mientras su cuerpo se estremecía con la fuerza y el intenso placer. Las uñas de Max se clavaron en la piel de él y sus manos se apoyaron en su cuello. Y con cada empuje profundo, la humedad se pegaba a su piel, volviéndolo loco.

Las paredes internas de ella rozaban la longitud palpitante de él, y los nervios de ella se agitaban con un deseo infinito mientras movía las caderas al mismo tiempo que las de él. A pesar de que sus pieles ya se rozaban, ella seguía queriendo acercarlo, enterrarlo más profundamente en ella.

Max gritó, el sudor resbaladizo de los dos le hizo más difícil aguantar.

Más, solo un poco más, suplico en su mente. El calor que le rodeaba las entrañas.

Quería tragárselo entero, devorar hasta el último centímetro de su cuerpo.

Eres mío, tómame... su voz resonaba en sus pensamientos mientras lo abrazaba con más fuerza, aferrándose a él para salvar su vida.

"Max... Max... ngh..." gimió contra su oído, su cálido aliento golpeando los lóbulos de sus orejas.

Max se apartó cuando ella abrió los ojos para mirarlo.

Qué hermoso, pensó ella.

Pensar que un espécimen así la miraba con tanto deseo, llenando cada grieta de su cuerpo de deseo y satisfacción.

Mirándola como si fuera la única para él.

Las compuertas se abrieron cuando él la llenó como había prometido y Max sintió ganas de llorar.

***

El ruido del fuego al bailar sobre la madera y el sonido del traqueteo despertaron a Max de su sueño. Antes de que se diera cuenta, el día había terminado, y ahora estaba oscuro afuera.

Parpadeó un par de veces, ajustando sus ojos, antes de levantarse tan rápido como pudo cuando lo vio. Riftan estaba de pie frente a la chimenea, con la mirada fija en los troncos encendidos.

A pesar de sus esfuerzos, sus piernas se mostraban obstinadas, inmóviles mientras la fuerza de su cuerpo la abandonaba. Dejó escapar un suave gemido en señal de protesta, cuando Riftan se giró rápidamente para verla intentando levantarse.

Debió de oírla.

Ya estaba vestido cómodamente, con una túnica negra con manchas de humedad por todas partes, lo que indicaba que se había bañado poco antes.

"Tienes un sueño muy ligero, ¿verdad?" le dijo, sus ojos brillaron con diversión mientras dejaba escapar una risa baja. Max sacudió el sueño de su mente.

"N-ni s-siquiera sabía que te habías lavado". Le dijo, y él tarareó, caminando repentinamente hacia ella.

"Quería esperar a que te despertaras para bañarnos juntos, pero necesitaba hacer algunas preguntas". Le informó, plantando un suave beso en sus omóplatos desnudos. Ella sintió que sus mejillas se sonrojaban, mientras lo miraba con nerviosismo.

"Entonces, ¿los has i-interrogado?"

"Sí". Suspiró mientras volvía a mirar al fuego. "Incluso he convocado al clero para que verifique su estado".

"Entonces, ¿r-realmente era un a-aristócrata?" preguntó ella, mientras Riftan guardaba silencio.

El ceño fruncido que le dedicó por su pregunta la hizo tensarse.

¿Por qué lo preguntaba con tanto cuidado?









[1]La greba es una pieza de la armadura antigua que cubría la pierna desde la rodilla hasta la base del pie.


miércoles, 10 de febrero de 2021

febrero 10, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 80

Capítulo 80. Quiero todo de él (1) | +18


Riftan deslizó las manos hacia abajo, con las palmas callosas rozando la piel sensible mientras bajaba hasta el interior de los muslos de ella. Murmuró febrilmente contra su piel, su cálido aliento la golpeo provocando que abriera las piernas para acomodarlo entre ellas. Ella dejó escapar sollozos ahogados mientras luchaba también con el impulso de cerrar las piernas debido al dolor.

Sin embargo, la decisión fue tomada por ella cuando Riftan agarró suavemente sus muslos, separándolos más, su cabeza se hundió mientras enterraba su cara entre sus piernas. Sorprendida por sus movimientos, Max chilló y retorció su cuerpo, retorciéndolo para separarse mientras volteaba su cuerpo sobre su estómago y tiraba de las sábanas.

A pesar de sus valientes esfuerzos, no pudo escapar de sus manos y de su agarre. Volvió a tirar de ella hacia abajo, frotando las yemas de sus pulgares en movimientos circulares contra su piel mientras enterraba su cara entre una vez más mientras la mantenía quieta.

"¡Riftan... ngh!" gimió ella, y sus muslos se cerraron reflexivamente en torno a la cabeza de él cuando lo sintió ahondar en ella. Riftan gruñó ante la repentina interrupción y la agarró por los tobillos, abriéndolos para evitar más interrupciones.

Su respiración se volvió agitada cuando se acostó, tirando de la almohada y mordiéndola para amortiguar sus sonidos. Su cuerpo se estremeció mientras él continuaba con su lengua dando suaves caricias en sus pétalos. Todavía no podía creer que él hiciera algo tan obsceno.

No era la primera vez que experimentaba algo así, pero eso no significaba que estuviera acostumbrada. Su cuerpo se sentía tan cálido, que podía sentir que la traicionaba al recibir a Riftan sin dudarlo. Max echó la cabeza hacia atrás y se quedó con la boca abierta cuando su barba le hizo cosquillas en los muslos.

Se estremeció ante la sensación que le producía sentir su aliento contra su piel. Era erótico.

"Espera un poco más" le espetó él con un tono ronco "después entraré".

Las caderas de Max se movieron hacia arriba, como si le dijera que se diera prisa. En respuesta, los dedos de Riftan comenzaron a acariciarla, tratando de calmar sus erráticos movimientos mientras se quitaba rápidamente los pantalones, liberando su endurecido miembro.

Se levantó ansioso y duro por entrar en ella.

Apenas podía encontrar tiempo para avergonzarse ahora. Max gimió ante la creciente sensación que se acumulaba en su interior, el calor que se acumulaba en sus entrañas. Sus manos se dirigieron a la parte posterior de la cabeza Riftan, agarrando su pelo y tirando ligeramente de él mientras lo introducía más profundamente en ella.

Podía sentir su calor al entrar en contacto, sus regiones inferiores frotándose la una contra la otra mientras se enredaban. Podía sentir que perdía el control mientras frotaba incesantemente su carne ya húmeda contra el miembro endurecido de él.

"¡Maldición!" Riftan siseó mientras ella se frotaba contra él. Sus manos agarraron la cintura de ella, estabilizándola antes de alinearse y penetrar profundamente en sus ya húmedas paredes con un rápido movimiento. Gimió ante la sensación de que sus entrañas lo succionaban con avidez. Comenzó a empujar, con las caderas tirando y empujando mientras la golpeaba en su punto dulce.

Max gimió mientras se aferraba a él.

Podía sentir el ligero escozor cuando él se movía dentro de ella. Hacía tiempo que no lo hacían, pero todavía la dejaba insatisfecha, deseando más de su cuerpo. Ella movió sus propias caderas en un movimiento circular, encontrándose con sus embestidas mientras él aplastaba su cuerpo contra el suyo.

Él seguía con su armadura.

Sus ojos recorrieron su cuerpo; sus labios se estremecieron al notar la bonita forma en que su piel se ruborizaba. Unos ojos oscuros y hermosos la miraban como si quisieran devorarla. Por desgracia, o no, esta noche era él quien iba a ser devorado.

Ella rodeó su cintura con las piernas con fuerza, instándole a moverse. No podía creer que hubiera hecho algo así.

"Ugh, lo que me haces..." murmuró suavemente mientras Max lo acercaba a ella.

"R-Riftan..." lo miró, sus ojos suplicantes mientras él trataba desesperadamente de controlar sus impulsos.

‘Más fuerte, como la última vez, por favor, pierde el control’, le suplicó con la mirada.

Con un tirón más de sus piernas, más fuerte que antes, Riftan sintió que se rompía mientras sus deseos se apoderaban de él con toda su fuerza. Sintió que perdía la conciencia por un momento antes de mirarla con un profundo deseo.

Aceleró su ritmo, penetrando más profundamente en ella.

‘Más fuerte’.

Quería romperla, convertirla en un desastre sollozante. Podía sentir su creciente desesperación por él mientras su cuerpo se retorcía con cada embestida, los dedos de sus pies se curvaban deliciosamente mientras ella abría más las piernas.

Sintió que se le cortaba la respiración al verla, y se sintió repentinamente desmayado.

El sonido del crujido de la cama había adormecido sus oídos. Su armadura repiqueteaba con fuerza mientras los sonidos de la carne chocando con la carne se unían a la batalla.

Susurró su nombre una y otra vez.

"Max... Max..."

Dejó escapar un largo y prolongado gemido.

Hizo que Max sintiera muchas cosas diferentes al escucharlo. Lo encontró hermoso, al igual que todo lo que había en él. Ya sea su rostro, la forma en que sus ojos estaban cerrados por el deseo. Ella bebió insaciablemente la vista que tenía de él mientras ligeramente tocaba su cara.

Riftan la atrajo por la cintura y se sumergió en un beso mientras entraba más. Pero no, no era suficiente. ‘Más profundo’, Max quería que él fuera más profundo, que la penetrara hasta las profundidades.

"Ah, maldita sea". Riftan maldijo mientras se apartaba, liberándose finalmente de su lujuria "Ni siquiera me quité la armadura". Instintivamente, Max se aferró a él con fuerza mientras desenredaba sus miembros. Apenas podía creer la audacia de su cuerpo pidiendo más.

Al sentir su agarre, Riftan miró su rostro enrojecido, con el pecho agitado y sin aliento. Se rio y volvió a desenredar sus extremidades, frotando círculos relajantes en los muslos de ella.

"Un momento". Le dijo "Volveremos a hacerlo en un segundo". Terminó, mientras finalmente lograba ponerse de pie.
febrero 10, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 79

Capítulo 79. Una cabeza por cada rasguño (2) | +18


Max parpadeó confundida. "¿Qué?" solo pudo pronunciar eso como respuesta.

"Por cada rasguño que encuentre, una de sus cabezas rodara por sus hombros" aclaró él en un cálido susurro, y Max sintió que se le ponía la piel de gallina por todos los brazos con sus palabras. Había un tipo diferente de intensidad cuando lo decía en voz baja, como una oración silenciosa. Ella estaba acostumbrada a oírlo gritar con rabia, como un incendio forestal.

Max temblaba bajo su contacto como una libélula atrapada en una telaraña.

Sus hábiles dedos se ocuparon rápidamente de los tirantes que sujetaban su vestido, ella sintió que empezaban a aflojarse. Sus ojos oscuros recorrieron su figura.

Desde los pálidos omóplatos hasta la clavícula, pasando por los pechos, aún cubiertos por una fina tela. Ella sintió que su respiración se agitaba por la anticipación.

"Una cabeza" dijo finalmente, sus ojos detectaron rápidamente un rasguño antes de arrastrar el vestido hacia abajo para exponer más su piel. Cuando llegó a su antebrazo, vio la piel descolorida y fea, y sus labios se curvaron en un gruñido.

Intrigada, Max trató de disimular el moretón.

"Me lo hice en la b-biblioteca" se excusó ella "cuando me tropecé ".

"No mientas" le espetó él.

"¡No miento!" murmuró ella mientras él presionaba suavemente un beso en su moretón, las palabras murieron en su garganta, viendo como él bajaba lentamente. Riftan se enderezó, enganchó uno de sus brazos bajo las rodillas de ella y la levantó sin esfuerzo, con el otro brazo sosteniendo su espalda.

En un acto reflejo, Max le rodeó la nuca con los brazos. Bajó la cabeza y le dio una serie de suaves besos en el cuello mientras se dirigía lentamente hacia la cama.

"R-Riftan, de verdad, n-no e-estoy herida" insistió ella, pero Riftan se mostró obstinado y la tumbó suavemente en la cama mientras se elevaba sobre ella.

"Dije que lo comprobaría yo mismo" le dijo, desechando finalmente su vestido, quitándoselo de la cintura para abajo y tirándolo al azar en el suelo. Sintiéndose totalmente expuesta con solo la pintoresca tela que cubría su pecho, Max desvió la mirada con nerviosismo.

Sus manos recorrieron sus piernas, deteniéndose en los tobillos mientras le quitaba los zapatos, y luego la otra, remangando la falda. Ella no pudo contener su mueca cuando él rozó el rasguño que se había hecho al caer al suelo.

Inmediatamente, Max se cerró, cerrando las piernas.

"¡E-esto n-no es nada!" continúo "¡S-solo me c-caí por m-mi c-cuenta!"

"Han sellado su destino con esto" gruño por lo bajo, con la mirada fija en la herida, un brillo oscuro destello en sus ojos. Por reflejo, Max le apretó el brazo suavemente, llamando su atención.

"D-de verdad, n-no duele. N-no hagas e-eso por m-mí" le suplico, y él frunció el ceño.

"No solo intentaron invadir mis tierras, sino que también hirieron a mi esposa. Estoy en mi derecho de matarlos para que paguen por sus crímenes" le dijo "eso ni siquiera será suficiente para satisfacer mi sed de sangre. Necesito ponerlos de ejemplo ahora, para evitar que algo de naturaleza similar ocurra en el futuro" explico.

"P-pero tú... t-tú s-solo has llegado..." su sollozo ahogado se derramó mientras él rápidamente la miro sorprendido. Max se negó a desviar la mirada mientras continuaba a pesar del temblor en su voz: "S-si vamos a la g-guerra, t-tendrás que i-irte lejos o-otra vez. Y y-yo tendré que estar s-sola".

"Demonios" maldijo en voz baja, una mano subió inmediatamente por detrás de la nuca de ella y tiró de ella hacia abajo, aplastando sus labios en un beso abrasador. Podía sentir su deseo por ella, sus ganas de devorarla, de acercarla más de lo que era físicamente posible.

Y a pesar de sus mejores deseos de hacerlo también, le dolía el cuello junto con su cuerpo por la forma incómoda en que se estaba doblando. Al notar su incomodidad, Riftan se apartó y acomodo en consecuencia, su mano se estiro hasta la cintura de Max, y tomo su trasero mientras la levanta.

Sintió que la cabeza le daba vueltas cuando él la levantó, y jadeó ante el frío metal de su coraza al entrar en contacto con ella, en contraste con la cálida palma de su mano. Gimió cuando la lengua de él se abalanzó sobre ella, saboreando cada rincón de su boca, enredándose en la de ella antes de que él se apartara con un hilo de saliva que conectaba sus bocas.

Los ojos de él se clavaron en los de ella intensamente. "Tú... ¿qué estás haciendo conmigo?" murmuró en tono angustiado.

Se lamió los labios, quitándole el resto de la ropa y arrojándola entre las demás en el suelo. Max estaba ahora acurrucado cómodamente, desnuda como una bebé recién nacida para que él la viera. Sus cálidas manos se acercaron inmediatamente a su pecho, ahuecando sus suaves senos, amasándolos antes de sumergirse y envolverlos en su cálida boca.

Sus manos inmediatamente enterraron sus dedos en su pelo, tirando ligeramente de él mientras ella emitía un gemido.

La sensación de su armadura contra su piel desnuda era extraña. Se sentía débil, indefensa y vulnerable. Sus ojos alcanzaron a ver su cuello, su sudor brillando mientras la armadura reflejaba su luz, dándole a su lustroso cabello negro un brillo hipnotizante.

Riftan sintió que su visión se nublaba frente a él a medida que su hambre por ella se hacía más intensa. Sintió que perdía el control de sus facultades, y la atrajo contra él con tanta fuerza que temió que la hiciera pedazos.

Jadeó ante la creciente sensación de sus puntas rozando el frío hierro con rudeza mientras una sensación eléctrica recorría su cuerpo y se retorcía de placer.

"Siempre estuviste en mi mente, mierda" exhaló en un tono ronco, plantando besos feroces en cada centímetro de sus pechos "Cada día desde que nos separamos estas últimas semanas. Ha sido muy duro".

Un grito ahogado se escapó de sus labios mientras él amasaba su pecho. "Es casi como si hubieran pasado años desde la última vez que te vi" le dijo mientras su boca se traga su otro seno.
febrero 10, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 78

Capítulo 78. Una cabeza por cada rasguño (1)


Asustada por haberse pasado de la raya, Max se había encogido inmediatamente de miedo, temiendo haberlo hecho enfadar. Había estado rodeada de hombres enfadados, sus experiencias eran demasiadas para llevar la cuenta. Era casi una segunda naturaleza para ella comenzar a sentir que se desmaya cada vez que un hombre más grande da un paso hacia ella.

Pero no era solo la violencia lo que la asustaba ahora. Era el hecho de que alguien que la trataba tan bien, que la cuidaba tanto, ahora había empezado a enseñarle los colmillos. Se sentía como un perro castigado por su dueño por su insolencia.

Quería rogarle que no la hiriera, que no la odiara. Sabía que había metido la pata, pero su voz se negaba a salir, así que en su lugar, solo se aferró con fuerza a su capa en su desesperación.

"Baja" le dijo Riftan, sacándola de sus pensamientos traicioneros, y se dio cuenta de que por fin habían llegado al castillo. Le tendió la mano, ofreciéndole la suya para ayudarla a desmontar del caballo, y Max la agarró con vacilación.

Se deslizó suavemente, hasta que Riftan la acercó, con su cuerpo pegado al suyo, levantándola en brazos y llevándola por el jardín. Un grupo de sirvientes se acercó, saludando, pero Riftan no les prestó atención, preocupado por una sola cosa.

"Pongan a Talon en los establos" les ordenó rápidamente cuando finalmente entró en el Gran Salón.

Max levantó la vista mansamente, observando su expresión y estudiando los detalles de su rostro. Apenas le dedicó una mirada al salón que ella se había esmerado en redecorar en semanas. Max siente que su cuerpo temblaba más, el miedo creció en su interior.

Está enfadado, realmente enfadado, gritó en silencio en su mente, antes de tragarse el miedo y hablar: "R-Riftan" comenzó suavemente, "Y-yo caminaré por mí m-misma".

"No hables" se apresuró a decirle, mientras subía corriendo las escaleras, la alfombra amortiguaba sus pasos mientras Max se estremecía ante su tono duro.

A pesar del peso añadido de su armadura, y de ella en sus brazos, junto con la subida de dos tramos de escaleras, Riftan apenas sudó. Rápidamente entró en su habitación, dejándola bajar finalmente, y cerró la puerta.

Max se quedó en el centro de la habitación, de pie e incómoda mientras esperaba su castigo, cuando Riftan le dirigió una intensa mirada después de cerrar la puerta.

‘¿Aquí es donde empieza?’, se preocupó, ‘¿Y si, y si me hace daño físicamente? ¿Por qué está tan enfadado? Solo he intentado arreglar las cosas como lo haría la esposa del Señor’.

Sus nudillos se volvieron blancos mientras su agarre en la falda se tensaba. Cuando finalmente encontró su voz de nuevo, y abrió la boca para hablar, algo ya estaba cubriendo su boca.

"¡Mmph!" silenció ella, con los ojos abiertos por la sorpresa.

La mano de él, todavía con guantes de hierro, se acercó a su cara, agarrando firmemente su cabeza mientras la sujetaba por la nuca. Sus labios agrietados se movieron contra los de ella, la lengua empujando sus labios abiertos para entrar en su boca.

Las manos de Max subieron, apoyándose en sus firmes manos, agarrándolas para estabilizarse.

Su cuerpo se apretaba dolorosamente contra la armadura de él, la barba de él rozaba su suave barbilla. Ella dejo escapar un par de jadeos de vez en cuando, con los ojos vacilantes mientras lo miraba. Cuando por fin se apartó, su mirada se endureció al contemplarla entre sus brazos.

"¿Qué habrías hecho si no hubiera llegado a tiempo?" le preguntó, su frustración se filtraba en su voz, mientras acunaba sus mejillas con cuidado. Max se estremeció cuando el frío metal entró en contacto con su piel, pero finalmente se relajó.

"N-no e-esperaba que fueran c-capaces de atravesar las p-puertas" le respondió con sinceridad.

"¡No deberías haber estado allí en primer lugar!" le espetó él "No importa lo que pase, ¡Nunca, jamás vayas ahí! ¡Y menos cuando es peligroso para ti!" exclamó frustrado antes de bajar el tono de su voz "¿De acuerdo? ¿Entiendes?" le preguntó, con preocupación mientras la miraba fijamente a los ojos.

Ella asintió rápidamente y el alivio lo invadió, la tensión se desvaneció de sus hombros y emitió un profundo suspiro mientras se calmaba.

Tras un momento de vacilación, Max finalmente se acercó a él, con su mano apoyada en su barbilla, frotando círculos relajantes. Agotado, Riftan se inclinó hacia su tacto, bajando la cabeza mientras acercaba su cara, apoyando sus frentes una contra la otra.

A esta proximidad, el aroma a hierba de su pelo hizo cosquillas en la nariz de Max. Se preguntó si había dormido en los verdes campos la noche anterior en lugar de en un catre o una cama.

"Cuando te vi" comenzó, su voz temblaba mientras hablaba "en el suelo, sentí que estaba a punto de perderte, ¡maldita sea!" maldijo, sus brazos se apretaron alrededor de ella, como para mantenerla cerca de él "Vine tan rápido como pude ni siquiera pude descansar, y cuando te vi así…"

"Lo... lo siento mucho". Max susurro, pero los ojos de Riftan se volvieron agudos mientras se perdía en sus pensamientos.

"Si no hubiera sido más rápido, si hubiera llegado un segundo más tarde, las cosas habrían sido mucho peor, ¡maldición!".

"S-siento mucho haberte a-asustado. L-lo s-siento mucho". Ella se estremeció un poco, tirando de su brazo, diciéndole suavemente que estaba empezando a ponerse adormecida mientras le frotaba la barbilla. Al recordar que aún tenía la armadura puesta, Riftan finalmente la soltó y procedió a quitarse el metal que lo limitaba.

Cuando se quitó los guanteletes y los brazaletes, se acercó a Max y la abrazó de nuevo.

"¿Estás herida en algún sitio?"

"No".

"Déjame ver" le dijo, separándose rápidamente. Max se sintió como una polilla frente a la luz, sus ojos estaban hipnotizados por sus orbes negros mientras él la miraba con preocupación "déjame ver por mí mismo que no estás herida" añadió, Max podía sentir su corazón palpitando dolorosamente contra su pecho, su respiración resonando en sus oídos.

Recordó las noches solitarias, la interminable preocupación de cuándo volvería. Las frías noches en las que se acurrucaba sobre sí misma, abrazándose para dormir en una amplia cama completamente sola, esperando desesperadamente que él volviera a casa.

Sus manos callosas revoloteaban por todo su cuerpo. Desde su pelo despeinado, hasta su cara, apoyándose en sus hombros, y agarró su vestido, tirando de el hacia abajo bruscamente. Max ahogó un grito, su cuerpo se sacudió cuando el aire golpeó su piel. Podía sentir el sudor resbalando por su cuello mientras él procedía a examinar su cuerpo.

A medida que sus manos seguían recorriendo el cuerpo de ella, Max sintió un calor que sustituía a la sensación de miedo. Sus ojos siguieron sus manos, observando la forma en que su piel tocaba la de ella.

Sus manos pronto subieron una vez más, agarrando el pasador de su pelo, arrancándolo y tirándolo al suelo con premura. La agarro por la parte de atrás del pelo una vez más y la acerca a él.

"Un rasguño, una cabeza" le susurró de repente Riftan al oído.

viernes, 5 de febrero de 2021

febrero 05, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 77

Capítulo 77. La ira de Riftan


El hombre llamado Rob, aparentemente sintiendo la misma angustia que le sobrevino, se apresuró a retroceder con el rostro completamente desencajado. Sin embargo, antes de que pudiera retroceder más, Sir Ovaron se situó justo detrás de él, con su espada apuntando amenazadoramente hacia él, cortando su única vía de escape.

Al verse acorralado, el rostro de Rob se torció y gritó de repente "¡Hay cientos de caballeros en Kaisa que me han jurado lealtad! Si me matas, entonces será la guerra".

"Estoy deseando que eso ocurra".

"¡Señor Calipse!" En la creciente tempestad, Ruth se dirigió inmediatamente hacia el lado de Riftan, que ya tenía su espada en el aire. Al ver que el mago se acercaba a él, la seca mirada de Riftan se inclinó hacia él en forma de pregunta.

"Si realmente es un noble de Libadon, no puedes matarlo aquí. Una vez que lo tomemos en custodia, podemos negociar con Libadon y venderlo..."

"¿Estás discutiendo mi decisión?" replicó Riftan, clavando sus ojos agresivos en el pequeño cuerpo de Ruth.

Ruth se mantuvo firme, mirándolo con determinación "La guerra no trae más que pérdidas. Es mejor seguir los procedimientos y obtener alguna compensación a cambio".

"Me niego". Riftan escupió con frialdad, la rabia goteaba de sus palabras "Podemos irrumpir en sus tierras y tomar todo, ¿a quién le importan los largos procedimientos?"

Era un tono despiadado que transmitía que no pensaba en los treinta caballeros armados que tenían ante ellos y en los cientos de caballeros estacionados en Kaisa.

Ruth dejó escapar un pequeño suspiro "Si haces eso, causarás fricciones con Libadon y..." se interrumpió y de repente volvió a mirar a Max, que se escondía en la parte de atrás con la ayuda de un guardia.

"¿Tienes que profanar aún más los ojos de la Señora? Por favor, muestra algo de caballerosidad".

Un ceño fruncido onduló en el rostro tranquilo de Riftan que hace un momento prometía guerra. Cuando miró hacia el fondo, tratando de entender lo que el mago había querido decir, sus ojos se abrieron de par en par al ver a Max sentada en el suelo de manera antiestética. De inmediato, una mirada que gritaba asesinato sangriento, incomparable con su furia de antes, apareció en su rostro inmóvil.

Miró ferozmente a Ruth y gruñó "¡¿Por qué demonios está mi mujer en un lugar como éste?!"

"¿No es natural que cuando surge un problema en el territorio, sea responsabilidad de la Señora ocuparse de él en ausencia del Señor?"

Ruth se mantuvo perfectamente calmado a pesar del aura feroz que hizo que incluso los caballeros a su alrededor se congelaran. Riftan apretó los dientes ante la fachada de calma del primero, y de repente empujó su espada justo debajo del cuello de Rob con la velocidad del rayo.

"Suelta tu arma y baja del caballo. Si no desobedeces, dejaré que tu cuello siga unido a tu cabeza".

"¡Solo… solo déjame ir! Dejaré esta tierra de inmediato".

"¿Quieres que te deje ir sin más después de haber atacado mi castillo?" Riftan entonces cortó su caballo violentamente. "O mueres aquí o te rindes. Tú eliges".

Los ojos de Rob miraron rápidamente a su alrededor para comprender la situación. Sus hombres estaban completamente rodeados por los Caballeros de Remdragon. Tal vez, comprendiendo que no había ninguna posibilidad de ganar, tiró su espada y bajó del caballo. Sus caballeros, siguiendo su ejemplo, también dejaron sus espadas en el suelo.

Riftan entonces hizo una señal a sus caballeros con los ojos. "Atenlos a todos y arrójenlos al calabozo".

Max pudo finalmente soltar un largo suspiro de alivio, sus hombros se relajaron visiblemente. No podía creer que después de su llegada, toda la situación se hubiera aclarado en cuestión de minutos.

"Señora, ¿está usted bien? ¿Se ha hecho daño en alguna parte?"

"¿En qué estabas pensando?"

Max, que intentaba levantarse con la ayuda de un guardia, sintió que su espalda se apretaba. Cuando levantó la cabeza, lo vio sentado en su caballo de espaldas al sol. A pesar de la brillante luz de fondo, pudo ver claramente la ira perceptible en su rostro.

Ella tartamudeó en respuesta "E-escuche que había un problema así que..."

"¿Qué demonios estás diciendo? ¿Qué podrías haber hecho?" gruñó él, agarrando las riendas de su caballo hasta que sus nudillos se volvieron blancos.

En ese momento, Max sintió que la sangre de su cara se agotaba. Se apresuró a agachar la cabeza para ocultar su rostro blanco por la conmoción. Se sintió insoportablemente asfixiada, como si todo el aire de sus pulmones hubiera huido, al ver a la persona que la trató con tanta amabilidad hasta que se fue, darle una mirada tan fría.

"Y-yo..."

Buscó desesperadamente palabras para defenderse, pero no se le ocurrió nada. Porque era como él decía, no había nada que ella pudiera haber hecho. Max no pudo terminar su frase y solo pudo morderse los labios con fuerza, estaba segura de que iban a sangrar.

De repente oyó una dura maldición que sonaba por encima de ella, y sintió que su cuerpo se elevaba en el aire. Max ahogó un grito cuando Riftan la levantó por la cintura y la sentó frente a él. Una vez hecho esto, gritó a los hombres que estaban detrás de él.

"Voy a ir al castillo primero. Limpien todo".

Ni siquiera se detuvo a escuchar una respuesta y se limitó a conducir su caballo como un rayo hacia el castillo. Los jóvenes, que se habían reunido a lo lejos para observar, se apresuraron a abrirles el camino. Max se aferró a su pecho, envuelto en una dura armadura, y cerró los ojos con fuerza. El antebrazo de él, rodeado por un frío brazalete, se ceñía a su cintura con tanta fuerza que le dolía.
febrero 05, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 76

Capítulo 76. El regreso del Señor (2)


El soldado que custodiaba la torre gritó, con un alivio palpable en sus rasgos ante la llegada de estos hombres capaces de dar la vuelta al campo de batalla. Y fue como si su entrada significara una presencia ominosa, ya que todo se volvió de repente inquietantemente silencioso. Los sonidos de la lucha y los estruendosos golpes de las espadas se detuvieron, como si nunca hubieran existido.

Todos los protectores de Anatol levantaron la cabeza, expectantes y alegres, como un girasol hacia el brillante sol, mientras los intrusos miraban hacia atrás alarmados y conmocionados.

Allí, desde lo alto de las verdes colinas, solo el sonido de los cascos contra la tierra retumbaba en sus oídos mientras los caballeros de armadura plateada se dirigían al castillo. Y cuando el rostro que lideraba a los caballeros se acercó a la vista, toda la tensión en el cuerpo de Max que le apretaba los nervios desapareció inmediatamente

‘Él ha vuelto’. Sin embargo, este regreso distaba mucho de su primer encuentro; marcaba una sensación diferente en su interior.

Parecían meses cuando hacía apenas tres semanas que Max había visto por última vez su figura, ahora bajando velozmente de las laderas como si fuera capaz de superar cualquier reto. Y ella lo creía con razón. Mientras lo observaba acortar la distancia entre las puertas y su caballo, sintió que algo se agitaba dentro de su corazón.

Uno, el de su presencia dándole seguridad, y el segundo, el de la vergüenza por haber fallado en la protección de su castillo.

"...Supongo que algunos invitados vinieron mientras no estábamos".

Riftan miró a los caballeros vestidos de negro desde su majestuoso corcel cuando llegó cerca de la batalla que había cesado. El viento le agitaba el pelo, mechones oscuros bailando alrededor de sus ojos que se habían adelgazado, que parecían estar a punto de devorar a los que se interpusieran en su camino.

Cuando se hizo un silencio incómodo, de repente exclamó "¿Cómo se llama a los invitados que no han sido citados?" Luego levantó la mano, y los Caballeros Remdragon que estaban detrás de él rodearon lentamente a los enemigos en un círculo.

Uno de ellos dijo "Asaltantes de puertas, líder".

"Más bien ladrones" escupió otro.

Los caballeros se reunieron constantemente alrededor de los atónitos intrusos mientras intercambiaban palabras, y solo entonces detuvieron el paso de sus caballos cuando ya habían ocupado su lugar.

Max observó en silencio el enfrentamiento desde donde estaba. Hacía apenas unos instantes que esos mismos intrusos se dirigían a ellos con frenesí, con confianza. Ahora, como si estuvieran abrumados por una sensación de opresión de los recién llegados caballeros de Remdragon, no se movieron ni un centímetro.

"Se atreven a venir a mis tierras y a armar un lío... Entonces permítanme escribir en sus lápidas «Alabados sean los ignorantes y los valientes que no atesoran sus vidas»".

Sus palabras fueron pronunciadas en voz baja, pero el viento que las llevó a sus destinatarios hizo que les recorriera un escalofrío. El sonido de una espada sacada lentamente, como si se tomara su tiempo, hizo que el rostro de los intrusos palideciera de repente. El hombre que se había anunciado como «Rob Midahas» se apresuró a dejar la espada en un esfuerzo por disipar la confrontación y gritó.

"¡Yo, yo soy el Señor Rob Midahas, gobernante de Kaisa en Libadon!"

"...¿Señor?" Riftan se detuvo y arqueó una de sus oscuras cejas.

Al ver la reacción de Riftan, Rob pudo recuperar parte de su confianza y levantó la barbilla, afirmando desafiantemente "Estos hombres” comenzó a señalar a Ruth y a los caballeros “han cometido una falta de respeto al cuestionar mi identidad y negándonos el paso. Durante el proceso se produjo una pequeña pelea. Eso es todo".

"Una pequeña pelea dices..."

La respuesta de Riftan llegó con un sombrío resoplido mientras su mirada pasaba sin prisa por los guardias heridos en el suelo hasta las puertas que antes protegían su finca, ahora en el suelo en ruinas. El rostro de Rob se endureció notablemente.

"Me disculpo por no controlar mi ira y mi reacción exagerada. Así que... dejemos, dejemos pasar esto. Yo, tu no querrías empeorar la situación. Por lo tanto..."

"Supongo que esto significa guerra".

Su voz tranquila los recorrió con frialdad. Riftan sonrió, enseñando los dientes como un lobo feroz mientras agitaba lentamente su corcel hacia Rob Midahas. Los caballeros se apartaron con firmeza para abrir el camino a su líder y, aunque estaba entrando en los dominios de los enemigos, no había ni una pizca de vacilación ni de cautela en el rostro de Riftan.

Continuó sus palabras con tanta tranquilidad y serenidad que parecía monótono a sus oídos.

"Trajiste soldados y atacaste la puerta del castillo esto es una evidente declaración de guerra. A cambio, y después de cortarte el cuello, correré a tu tierra, derribaré las murallas de la ciudad y convertiré todo lo que vea en escombros".

Rob Midahas sintió su corazón en la garganta. "¿Estás insinuando que vas a romper el acuerdo de paz entre los siete países? Si haces eso, ¡el Rey de Libadon no te concederá el perdón!"

"En cuanto destruiste las puertas de mi castillo, dejaste de estar protegido por el acuerdo".

Ante la despreocupada declaración de venganza, incluso Max sintió que se le ponía la piel de gallina e inconscientemente agarró con más fuerza el antebrazo del guardia. El rostro de Riftan estaba extrañamente tranquilo. Sin embargo, la serenidad que había ante ella era espeluznante, como la calma antes de la tormenta.
febrero 05, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 75

Capítulo 75. El regreso del Señor (1)


Ante un miedo paralizante, su cuerpo se congeló inconscientemente. Y pronto, Max estalló en débiles escalofríos. Su mirada burlona era una visión inquietante y familiar para ella, suficiente para derrumbar sus defensas y dejar su mente en blanco.

Al ver a su Señora conmocionada, sin saber qué hacer, algo impaciente y humeante surgió en el interior de Ruth por el hombre que tenían debajo. Sencillamente, no pudo aguantar más y se acercó a apoyarla.

"¡Deja de cruzar la línea! ¿Por qué demonios la culpas a ella cuando eres tú quien ha perdido su propia tarjeta de identificación? ¿Cómo podemos confiar en que treinta hombres armados entrarán y no causarán problemas? ¿Estás loco?"

Sin embargo, su resoplo solo fue tomado con pinzas "¡Pff!". Rob Midahas miró a sus hombres en broma "¿Así que cierras las puertas porque la seguridad de Anatol no es lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a treinta hombres? Supongo que este lugar está lleno de cobardes sin su Señor!" escupió con maldad.

"¡¿Qué has dicho?!"

Todo este tiempo, el caballero Ovaron había estado tratando de contener su temperamento detrás de los costados cuando escuchó esta burla. Inmediatamente se adelantó, con sus espadas casi cantando por la sed de sangre en su vaina tras las descaradas palabras del incorregible hombre.

"¡Ruth! Abre las puertas inmediatamente". Hizo un gesto de rabia al mago, sus palabras magnificaban el alcance de su furia "¡Voy a degollar yo mismo a estos bastardos arrogantes!"

"¡Sir Ovaron!"

A pesar de su diferencia de rango y edad, Ruth miró ferozmente al caballero mayor, que ya tenía la espada desenvainada, como señal para que tuviera cuidado con sus descaradas acciones. Al ver que la otra parte se detenía con algunos agravios, giró rápidamente la cabeza y levantó la mano en el aire.

Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, una llama, junto con un poderoso gruñido, voló hacia él sin previo aviso. Las llamas abrasadoras lamieron las paredes sin piedad, haciendo que las piedras temblaran violentamente ante el fuerte impacto. Y un grito salió de Max mientras el mundo se balanceaba ante sus ojos, y sus manos se aferraban frenéticamente a la pilastra. Ante esta abierta muestra de agresividad, los guardias se apartaron confundidos.

"¡A ver si lo intentas!"

Rob Midahas soltó al instante un rugido resonante mientras sacaba su espada. Esto fue suficiente para sumir la situación en el caos. Max solo pudo caer de rodillas, asombrada por el giro de los acontecimientos. Mientras tanto, Ruth salió rápidamente de su asombro al ver el caos que se desplegaba ante él. Se dirigió rápidamente hacia la indefensa Max y la agarró por el brazo.

Max lo siguió entumecida mientras bajaban de los confines de la muralla a terrenos más seguros. El terror que congelaba sus nervios era lo único que le impedía gritar. Desde el rencoroso ataque anterior de las llamas, las altas puertas habían quedado reducidas a cenizas y los caballeros marchaban abiertamente con sonidos de victoria gutural.

"¡Escudo!" gritó Ruth con la mano en alto. Y tras su orden, fue como si la naturaleza se plegara a su voluntad, ya que apareció una barrera azulada de viento que detuvo el avance de los caballeros. Pero esta resistencia fue solo momentánea, ya que un caballero contrario blandió su espada y destrozó la barrera de viento con facilidad.

Ruth miró hacia atrás alarmado. "¡Es un caballero de alto rango. Sir Ovaron!", le gritó al caballero mayor.

"¡Déjalo en mis manos!"

A pesar de que el muro era imponente, Sir Ovaron bajó por las paredes de piedra, aterrizando con un sonido audible en la tierra. En su descenso, gritó y blandió su pesada espada hacia el campo de batalla. Con el ruido ensordecedor de dos espadas chocando con inmensa potencia, el viento se desgarró y se partió en dos. Max intentó huir rápidamente del hombre que se acercaba, pero se sintió tan aterrorizada por el miedo que tropezó con una roca y cayó al suelo.

"¡Señora!"

Ruth, que tenía las manos atadas con la fabricación de barreras y no podía sostenerla, solo pudo mirar hacia atrás y gritar. A pocos pasos de Max, estaban Sir Ovaron y el intruso en medio de una feroz batalla.

El mago y los guardias estaban ocupados en bloquear la intrusión de los caballeros vestidos de negro mientras protegían a los civiles. Los curiosos que solo habían venido a ver lo que ocurría, gritaron y huyeron ante la inesperada batalla que se les presentaba.

Incapaz de reunir fuerzas en sus piernas, Max se levantó a duras penas con la ayuda de un guardia cercano.

Ruth gritó entonces "¡Señora! ¡Por favor, refúgiese y vaya a un lugar seguro!".

"Pero..." Comenzó. A pesar de su temor, sabía que tenía que hacer algo, ¡cualquier cosa! Ella era la Señora de este lugar, un lugar que ahora estaba siendo invadido sin piedad por extraños.

Ruth pareció ver la determinación en sus ojos, pero solo pudo devolverla a la realidad "¡Vete, ahora mismo! No eres de ayuda aunque te quedes..." sus palabras se desvanecieron de repente. Los ojos del mago volvieron a dirigirse al campo de batalla; su vigor parecía alimentar con más energía sus hechizos.

Max temblaba por todos lados, sintiendo que se le acababa la cordura. Pero entonces sintió una extraña sensación de cosquilleo, un sentimiento que la invitaba a mirar hacia el cielo azul. Fue justo entonces cuando un guardia lanzó una flecha al cielo y gritó

"¡Caballeros Re-Remdragon! ¡Ya están aquí! El Señor, el Señor ha vuelto".

martes, 2 de febrero de 2021

febrero 02, 2021

Bajo El Roble - Capítulo 74

Capítulo 74. Miedos familiares (2)


Ruth entonces aclaró "Su trabajo, señor, no es ir a la batalla, sino proteger a la dama".

"¿Qué?" dijo el viejo caballero y giró la cabeza para ver a Max. Enderezó el lomo y espoleó el caballo hacia él.

"E-encantada de c-conocerte".

El anciano se rascó la mejilla con los dedos ante su cuidadoso saludo y respondió.

"No hay nada de qué preocuparse, Señora, mientras yo, Ovaron, le cubra la espalda".

A continuación, condujo al ejército de hombres a través de la puerta con confianza. Ruth los acompañó y envió una señal a Max. Ella también los acompañó y cruzó el puente levadizo, con los latidos de su corazón acelerados por el golpeteo de los cascos contra el suelo de piedra.

Mientras seguía caminando por el sendero que una vez recorrió con Riftan en otra ocasión, se sentía cada vez más inquieta. Apretó los labios, ansiosa por no morderse la lengua, y bajó una empinada colina y atravesó el ajetreado pueblo.

Estaba muerta de miedo, ya que nunca había montado a caballo a una velocidad tan rápida. Hacía tiempo que Max mantenía la rienda con fuerza y perseguía a los soldados que iban delante de ella cuando por fin vio la muralla. Un joven guardia de la entrada apresuró sus pasos hacia los hombres a caballo en cuanto los vio.

"¡Ya están aquí!"

Al llegar a la puerta, Ruth y el viejo caballero saltaron de sus caballos, y minutos después, cuando por fin alcanzó a la multitud, Max se bajó también con algo de ayuda.

"¿Dónde está ese supuesto señor de Libadon?"

"Está justo fuera de la puerta. Si me siguen los llevare ahí".

"Señora, por aquí".

Max movió sus rígidas piernas y los siguió por las escaleras hasta la cima de la muralla. Allí, vio a treinta y un hombres a caballo al otro lado de la muralla. Todos tenían rostros temibles y bronceados y una larga espada en cada una de sus cinturas. Ruth se inclinó hacia ellos y les habló, con una voz fuerte y clamorosa.

"¿Quién es el Señor de Libadon?"

"Soy yo, Rob Midahas" dijo un hombre montado en un caballo pelirrojo. Max lo examinó cuidadosamente. Era un hombre de unos treinta años, robusto y fuerte, con pelo claro. El hombre miró a su vez hacia lo alto de la pared, entrecerrando los ojos para ver mejor al joven que preguntaba por él.

"¿Es usted el Señor de Anatol?"

"Solo soy un empleado de Anatol. La Señora que está aquí es la representante de mi Señor" dijo Ruth mientras señalaba a Max que estaba a su lado. Al sentir que la mirada del hombre se posaba en ella, Max retrocedió inconscientemente. Al verlo, el hombre sonrió con sorna.

"Encantado de conocerte. Como has oído, mi nombre es Midahas, el gobernante de Kaisa, situada al oeste de Libadon. He oído palabras impresionantes sobre el cazador de dragones de mi ciudad y he hecho un largo viaje para conocerlo, así que les pido que abran sus puertas y me permitan entrar".

Max echó un vistazo a Ruth. Tenía los brazos cruzados, observando la situación. No parecía que fuera a ayudarla. Entonces se aclaró la garganta, abrió sus labios y alzó la voz.

"He o-oído que no p-posees ningún tipo de i-identificación. E-es nuestra r-regla n-no p-permitir la entrada a nadie sin i-identificar".

"He perdido mi placa de identificación durante mi viaje. Si me permiten entrar, me presentaré inmediatamente en la congregación de Anatol y demostraré mi identidad".

"A-Anatol no permite el paso de i-individuos no identificados por s-sus puertas. Esta es una orden del Señor, por lo que no puede ser desobedecida. P-por favor, vaya a una c-congregación en un d-diferente t-territorio para obtener s-su placa de i-identificación y v-visítenos de nuevo".

Ante su discurso entrecortado, pero decidido, el hombre hizo una mueca y respondió en tono irritado.

"No entiendo nada de lo que dices. ¿Hay alguien más con quien pueda hablar que sepa hablar?"

Con el insulto lanzado a la cara, Max se puso pálido como un fantasma.

"Ella es la Señora del Anatol. Te aconsejo que la trates con respeto" interrumpió Ruth para defenderla.

"¡Solo digo que no la entiendo!"

Max disimuló su vergüenza y replicó a gritos.

"He d-dejado c-claro que no puedo a-abrir las puertas. ¡V-vuelve con una p-placa de i-identificación!"

"Hemos viajado por arriba y a través de la guarida de los demonios. ¿Insistes en que mis agotados hombres vuelvan al peligroso camino?"

El hombre hablaba ahora en un tono amenazante. Max se encogió ante su actitud coercitiva y solo pudo decir nada a través de sus labios temblorosos. Sintiendo su victoria, el hombre gritó más fuerte hacia lo alto del muro.

"¡La Señora de Anatol no tiene piedad!"

"Yo..."

"¡La próxima vez que vuelva te enfrentarás a cientos de caballeros de Libadon! ¡No puedo aceptar esta clase de grosería!"

"No t-tienes ninguna i-identificación. No t-tengo ninguna o-opción".

"¡Te he dicho que puedo dártela cuando llegue a tu congregación!" Su voz se hacía más fuerte e intimidante con cada palabra. Ante su comportamiento triunfante que ella era incapaz de refutar, Max se sintió completamente derrotada. La envolvió un miedo que le resultaba muy familiar y que le recordaba sus pasados miedos, mientras el sudor empezaba a resbalar por su frente.