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miércoles, 24 de mayo de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 488

 La Emperatriz Divorciada - Capítulo 488.  ¿En Dónde Está? (1)



En contraste con las suposiciones de Mastas, la Princesa Charlotte se quedó perpleja cuando recibió la repuesta de Koshar. 

"Ah... el matrimonio."

Cuando ella lo propuso, había esperado ansiosamente su respuesta. Pero desde entonces, había empezado a divertirse. Ahora, su interés se había desvanecido.

Especialmente después de conocer al sexy y exótico Gran Duque Kapmen. Esperaba que la propuesta fracasara. Además, siempre había preferido a un hombre atractivo y sexy que a uno frío. 

Ella había dado el primer paso dado que Koshar le había parecido el mejor candidato para un matrimonio de conveniencia. Era el más hermoso, así que la princesa tenía claro que si se casaba por conveniencia, debía ser con Koshar.

Sin embargo, la situación había cambiado. Había aparecido un hombre aún más atractivo que Koshar. No sólo eso, sino que sentía que ese hombre le amaba sinceramente, y a ella también le gustaba. Adoraba el brillo de sus ojos. Le encantaban sus botones meticulosamente abrochados, su tono de voz elevado y sus pestañas, que se dejaban ver cuando bajaba la mirada para evitar la de ella.

'Pero nos hemos visto únicamente dos veces.'

La Princesa Charlotte suspiró. Cuanto más demoraba Koshar su respuesta, más posibilidades parecía tener con el Gran Duque Kapmen. No obstante, ahora todo había terminado.

"Entiendo. Casémonos."

Con una sonrisa, aceptó el anillo que Koshar le ofrecía. Si lo rechazaba, pondría a su país en una situación difícil. Aunque el Gran Duque Kapmen pertenecía a la realeza, desafortunadamente procedía de un país pequeño con poco comercio.

En cambio, Koshar era el heredero de la familia más rica del Imperio Oriental, el hermano mayor de la Emperatriz del Imperio Occidental y el primer caballero dorado del continente. El Emperador Heinley también confiaba en él. Su estatus podría ser ligeramente inferior al del Gran Duque Kapmen, pero desde el punto de vista de Whitemond, casarse con Koshar era una opción mucho mejor.

"Por favor, cuide bien de mí, Lord Koshar."

 Charlotte suprimió su decepción con una sonrisa.

***

Mientras tanto, Heinley terminó de leer la carta de Elgy.

'Así que eso es lo que traman.'

La carta de Elgy explicaba los planes de la Alianza. La información era útil, aunque Heinley ya había adivinado la mayor parte. 

'¿Quieren derrotar a los dos imperios a la vez?'

El líder de la alianza siempre tenía un plan y mantenía su identidad en secreto. Supuestamente, no tenía intención de ser un gobernante, sólo deseaba velar por la paz del continente mientras permanecía humildemente desconocido. Pero...

'No me lo creo.'

A juzgar por sus actuales movimientos, su humildad era solo una fachada; solo estaba tratando de mantener su as en la manga. Heinley chasqueó la lengua y deslizó la carta en el bolsillo de su pecho. Luego miró hacia abajo. Estaba en un precipicio a quince metros del suelo, con espesos arbustos por delante tras los cuales podía esconderse. Debajo le esperaba una casa de aspecto ordinario. Pero en su interior había escondido una piedra de maná.

El problema eran esos malditos caballeros de la 4ª División. También estaban rondando por aquí.

Deshacerse de ellos sería pan comido. No obstante, si se deshacía de demasiados, el Comandante de la 4ª División descubriría que aún estaba borrando rastros de su implicación en la disminución del maná. Aun así, hoy tenía que arriesgarse. La situación se había vuelto muy complicada. Esto debía hacerse lo más rápido posible. Antes de que el líder de la alianza se enterara. No tenía otra opción.

'Elgy dijo que tenía un asunto que discutir conmigo, por lo que vendrá al Imperio Occidental.'

Heinley se propuso recuperar todas las piedras de maná antes de la llegada de Elgy. Así pues, ocultó su rostro tras una máscara y saltó de entre los arbustos.

***

Incluso antes de que nacieran los bebés, me sentía sola cada vez que Heinley se iba. Ahora que estaban aquí, ese vacío empeoraba. Por primera vez desde que nacieron los bebés, Heinley dormía en otro sitio. No quería irse, pero no tenía elección. Necesitaba recuperar las piedras de maná de inmediato.

"Mi Reina, lo siento mucho."

"No te preocupes. Vuelve a casa sano y salvo."

Antes de marcharse, Heinley me enseñó cómo transformar a los bebés en pájaros, me explicó cuánto tiempo debían pasar transformados y qué tipo de cosas había que darles de comer. Luego se transformó en Reina y los abrazó un rato. Después, volvió a transformarse en humano y me abrazó. Luego volvió a ser Reina y abrazó a los bebés, después me abrazó de nuevo como humano, una y otra vez unas veinte veces.

Incluso sus alas se veían decaídas. Me dolía el corazón, pero no podía hacer nada. No podía ayudarle. Aunque supiera cómo recuperar las piedras de maná, mi cuerpo aún no había terminado de sanar. Todavía me costaba salir de mi habitación durante mucho tiempo. Todo lo que podía hacer eran dar breves paseos.

Una vez que Heinley se fue, decidí cuidar bien de los pajaritos hasta que volviera. Sin embargo... 

"No, Laurie. Esta es la comida de tu hermano."

Suspiré. Luego gruñí al otro pajarito. 

"Kai, eso no es comida, es el pie de Laurie."

Me senté en la cama al lado del nido. 

"Laurie, no le pegues a tu hermano en la cabeza."

Entrecerrando los ojos, atrapé a uno que quería escapar. 

"Kai, ¿no te dije que no puedes dejar el nido?"

A medida que avanzaba el día, disminuía mi paciencia. 

"Laurie, no le arranques las plumas a tu hermano. ¡Kai, ese es tu pie! ¡No comida!"

Cuidarlos sola no era tarea fácil. Sobre todo porque Heinley siempre se ocupaba de ellos mientras estaban convertidos en pajaritos.

Además, la diferencia de tamaño entre los pajaritos y yo era inmensa. Tenía mucho miedo de hacerles daño accidentalmente. Eran tan pequeños. Ni siquiera me atrevía a levantarlos.

Mis bebés tenían un comportamiento apacible cuando eran humanos. ¿Por qué siempre armaban tanto alboroto cuando eran pájaros?

*Screech, screech!*

"Kai, ya te lo dije, eso no es comida." 

Puse un dedo en su cara para apartar su pico de su pie. En ese momento, Laurie se acercó rápidamente y se aferró a mi dedo. Kai intentó picotearle la cabeza, pero Laurie se defendió inmediatamente y lo golpeó.

Kai cayó de bruces, llorando lastimeramente. Luego Laurie se le unió.

Exhausta, me tumbé en la cama, apoyando la parte superior de mi cuerpo en un brazo mientras los consolaba. Mi cabello se extendió como un abanico por la cama. A los pajaritos pareció gustarles. Salieron del nido a toda prisa, tal vez preocupados de que intentara volver a meterlos dentro. Los dos se posaron en mi cabello y comenzaron a cepillarse las plumas.


Al verlos menearse, me eché a reír. Cuando acaricié suavemente con el dedo la barriguita prominente de Laurie, ella sonrió.

Adorable.

Cuando Kai terminó, apoyó la cabeza contra la mía y se acostó de lado. Tal vez esa posición le pareció cómoda, porque Laurie también se acercó y apoyó la cabeza en la mía. Luego cerró los ojos.

"Mami no podrá levantarse si se quedan así."

Pero era imposible que los pajaritos entendieran mi protesta. Respiraban suavemente, ya sea dormidos o fingiendo estarlo. Los observé durante un rato, hasta que finalmente dejé mi cabello a mis bebés. Yo también cerré los ojos.

***

Esperé a que los bebés recuperaran su forma humana antes de acostarlos en sus cunas. Acto seguido, llamé a mis damas de compañía.

"¡Princesa! ¡Príncipe!"

Laura se acercó corriendo. 

"¿Su Majestad? ¿Le duele el cuello?"

"Un poco." 

A decir verdad, me dolía más que un poco. Pasé toda la noche en una posición incómoda con el cabello extendido. Pero si mencionaba esto, mis damas de compañía contratarían a una niñera enseguida. Le darían los bebés a ella y me dirían que descansara como es debido.

No podía permitir que eso ocurriera...

"¿Deberíamos llamar a un especialista para que te dé un masaje?" Preguntó Laura.

"¿Qué le gustaría desayunar?" Rose intervino.

"Su Majestad, encontré la ropa de invierno más linda para los bebés..."

La Condesa Jubel levantó unos pequeños trajes con la esperanza de animarme. Pero mientras mis damas de compañía charlaban, vi algo extraño por la ventana.

¿Un cuervo? Volaba inquieto afuera, mirando hacia aquí y haciendo extraños movimientos con las alas. Parecía hacerme señas. ¿Podría ser de la tribu de Heinley?

Dejé a los bebés al cuidado de mis damas de compañía, entré en el dormitorio y abrí la ventana. El cuervo entró volando en la habitación. Tras un cortés saludo, el cuervo inspeccionó nuestro entorno y se ocultó detrás del sofá. Poco después, oí una voz humana desde allí.

"Pido disculpas por presentarme ante usted de esta manera, Su Majestad."

"No pasa nada. ¿Eres uno de los hombres de Heinley? ¿Qué ocurre?"

"Su Majestad Heinley partió anoche, para recuperar la última piedra de maná. Pero no hemos podido localizarlo desde entonces."

¡¿Qué?!