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lunes, 8 de mayo de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 483

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 483.  Cambio (2)


¿Cómo puede cambiar tan rápido la expresión de una persona? Rivetti tragó saliva. La mirada del emperador se posó sobre ella y se volvió aún más escalofriante. Pero esos ojos grises no pudieron mantener el contacto con los suyos más de unos segundos antes de cerrarse. 

Como una marioneta a la que le han cortado los hilos, se derrumbó. El Marqués Karl sujetó apresuradamente al emperador y lo acostó. 

Ahora Rivetti estaba segura de que el Marqués la echaría a ella y a Ahn. No entendía las reacciones del emperador, pero era imposible que el Marqués no hiciera nada en este punto.

"Señorita Rivetti."

"¿Sí?" 

"Dadas las circunstancias, tendremos que despedirte en otra ocasión."

Las palabras del Marqués volvieron a sorprenderla. ¿Otra despedida? ¿Qué quiere decir? ¿Está diciendo que no puedo irme ahora? 

"¿Me está diciendo que me vaya después?"

"Tal vez mañana o pasado mañana. Su Majestad estaba decidido a despedirlos personalmente. Si se fueran ahora, se molestaría."

¿Cómo podía ser eso posible? No tenía sentido. El Emperador Sovieshu ni siquiera había recordado que Ahn existía hasta hace poco. Sin embargo, ¿ahora estaría molesto por no despedirlos? Ella frunció el ceño. 

El Marqués lo notó.

"¿Tienes prisa por marcharte? ¿Tienes planes?" 

"Bueno..."

En realidad, no tenía motivos para darse prisa. Rivetti había prometido cuidar de Ahn y volver sin problemas. Pero la emperatriz no había dicho nada de que se diera prisa en volver. 

"¿No puedes quedarte?"

Suplicó el Marqués Karl. 

Rivetti no hizo caso a sus tormentosos pensamientos.

"Me quedaré, pero sólo por unos días más."

No había nada malo en quedarse más tiempo. Ella no estaba aquí para causar problemas de todos modos. Unos días estarían bien.

'Es por el bien del Emperador Sovieshu. Él me salvó la vida.'

Aunque le despreciaba por haber echado a Navier, ahora se sentía en conflicto. Ella había recuperado su vida con su ayuda. Antes de irse, quería ayudarlo a cambio. 

'Algo anda mal con el Marqués Karl. ¿Por qué se esforzaría en convencerme de que me quedara? Me iré sólo después de decirle a Su Majestad sobre el extraño comportamiento del Marqués.'

***

Unas horas más tarde, Sovieshu recobró el conocimiento y entró en pánico.

'Mis recuerdos se desvanecieron.'

Recordó haber visto a un niño pequeño que parecía un hada. En cuanto vio al niño, un dolor aplastante invadió su corazón. Su cara le parecía tan familiar. Entonces recordó... a uno más pequeño que ese. 

Había oído hablar de la niña que nació princesa, que resultó ser hija de una esclava y acabó muriendo trágicamente. Glorym. Una niña con un nombre tan elegante, pero con una vida tan corta. Sovieshu no había sentido nada al saberlo, ni siquiera mientras leía el registro. 

'Una niña que creía mía. Pero no lo era.'

La mujer llamada Rashta le había engañado y había sembrado su descendencia como un parásito de puesta. Eso era todo. Sin embargo, este dolor... 

Sus pensamientos terminaron allí. Cuando volvió en sí, se encontró acostado en la cama. Habían pasado varias horas. Debía de haber llorado, a juzgar por la pesadez de sus párpados. Se cubrió la cara y se enroscó. No debería haber visto a ese niño, Ahn. La princesa probablemente se parecía a su hermano mayor. La cara del niño debe haber desencadenado al Sovieshu de la noche.

*Toc, toc.*

Alguien llamó a la ventana. Tembloroso, Sovieshu se volvió hacia la misma. Una niña cubierta de un rojo brillante le miraba a través de la ventana. En cuanto sus miradas se cruzaron, la niña sonrió y abrió la boca. 

*Toc, toc.*

Sovieshu giró la cabeza y el corazón le dio un vuelco. Pero esta vez, la llamada provenía de la puerta. 

"Su Majestad, la Señorita Rivetti dice que tiene algo que contarle."

Masajeándose el pecho, Sovieshu volvió a mirar a la ventana. No había nadie. Aun así, los latidos de su corazón no se calmaban. 

"Hazla pasar." 

*** 

"¡Niñera!"

En lo que Sheir irrumpió en su habitación, vio a su niñera preparando la cama. Corrió hacia ella entre lágrimas y la abrazó. 

"Joven amo, ¿qué le pasa?"

La niñera, sobresaltada, le preguntó mientras le devolvía el abrazo. Le acarició la espalda por costumbre.

"Creía que estabas recorriendo el palacio. ¿Te ha hecho algo el Conde Pirnu?" 

Después de que Sheir fue convocado al palacio por orden imperial, el niño sollozaba diciendo que no quería separarse de su niñera. Pero cuando su niñera accedió a acompañarlo, empacó sus cosas con entusiasmo. 

Una vez que le asignaron una habitación, se fue con el Conde Pirnu a dar una vuelta por el palacio. Estaba preocupada porque el niño se había ido con una sonrisa y había vuelto llorando, aferrándose a ella. 

Sin embargo, Sheir sacudió la cabeza. 

"No." 

Su niñera suspiró. 

"¿Entonces por qué? ¿Es porque echas de menos a tus padres?"

"No, no."

"¿Entonces?" 

Sheir miró a su alrededor, aunque no había nadie más. Al parecer quería contar un secreto. 

"Ven por aquí."

La niñera lo condujo al baño y cerró la puerta.

"Nadie nos oirá ahora."

En realidad, nadie podía oírlos a escondidas, aunque hablaran en la otra habitación. Pero como Sheir parecía tan asustado, pensó que esto ayudaría. Como ella esperaba, el niño finalmente se inclinó para susurrarle al oído.

"Su Majestad es extraño."

"¿Qué? ¿Su Majestad?"

La niñera soltó una carcajada, encontrando absurda su afirmación. Desde que el Emperador Sovieshu era joven, su apariencia encantadora y su porte elegante le habían hecho popular. Ella era una de esas ciudadanas que lo adoraban. Lo reverenciaba aún más cuando comparaba al Emperador Sovieshu con el Gran Duque Lilteang.

Pero tras los últimos acontecimientos, se había dado cuenta de que el Emperador Sovieshu no era un gran hombre. Por supuesto, su comportamiento podía excusarse, ya que para ella debía ser juzgado como emperador, no como hombre.

"Sí, realmente se comporta extraño." 

La niñera contuvo la risa. 

"¿Cómo así?" 

"Se distrae y murmura para sí mismo."

La niñera se echó a reír. 

"Muchas personas hablan solas. Debe de estar murmurando para sí mismo porque la única persona en la que podía confiar se mudó a otro país."

Es más extraño que eso, quiso argumentar Sheir. Pero en cambio, gimoteó y se aferró a su cintura.

"¿No podemos volver? ¿Por qué no podemos vivir en casa?"

"Habías dicho que querías irte."

"Sería mejor que aquí..."

Soltó un suspiro. El joven amo tenía un carácter adorable, pero era indeciso. Sólo hoy había cambiado de opinión nueve veces. Para él, verse forzado a tomar una decisión era injusto. Pero desde la perspectiva de la niñera, era difícil creer en su palabra. 

"Eres el actual sucesor al trono, Joven Amo. Tienes el deber de quedarte."

"Entonces..."

Tuvo un hipo. 

"Entonces, si renuncio a ser el sucesor, ¿puedo dejar este lugar?"

***

¿Cómo deberían llamarse los bebés? Me sentía atascada.

"¿Puedes traerme todos los diccionarios que tenemos? No nada más los del Imperio Occidental. También tráeme los de los demás países. Por favor, incluye los diccionarios de lenguas antiguas."

Después de dar esa orden a uno de mis ayudantes, pensé en todos los nombres bonitos que pude. 

¿Sería mejor un nombre con un buen significado? ¿O uno que se pueda pronunciar con facilidad? ¿Un nombre común, pero de la nobleza? ¿Deberían ser sus nombres similares entre sí o diferentes? La decisión no era fácil. 

"¿Qué dijo Su Majestad?"

Fruncí los labios ante la pregunta de la Condesa Jubel.

"Sugirió que cada uno eligiera a uno de los bebés y pensara en un nombre."

"¿Oh? ¿Entonces es eso lo que piensan hacer?"

"Le dije que estaba bien. Así es más sencillo."

Me encogí de hombros. Concretamente, Heinley había dicho que él mismo pondría el nombre a la princesa. Eso me dejaba a mí con el príncipe. Probablemente fue por los ojos de la princesa. Mirar sus ojos verdes le daba una alegría desbordante. Eso no quería decir que Heinley sólo amara a la princesa, él también amaba mucho al príncipe. 

Al amanecer, me pidió que los vigilara un momento y se marchó a alguna parte. Volvió trayendo algo en un plato muy pequeño. Parecía como filete triturado. Heinley se convirtió en Reina, luego colocó a los pajaritos en el nido y llevó la extraña cosa a sus picos, para alimentarlos.

"¿Qué es eso?"

Pregunté con inquietud. Él dijo que era una especie de comida para bebés que comía su tribu. En cualquier caso, Heinley realmente amaba a sus hijos. Ese no era el problema. Nombres de bebé. ¿Cómo debería llamar al príncipe...?

***