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jueves, 26 de enero de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 452

 La Emperatriz Divorciada - Capítulo 452. Emperador Cruel (1)



"Hoy no me reuniré con nadie, así que aplacen también las audiencias de la tarde."

Cancelé las audiencias de hoy, una tarea que realizaba todos los días como una obligación. Este mal tiempo era un motivo de fuerza mayor, por lo que todos mis asistentes estuvieron de acuerdo con mi decisión.

Después de que terminé rápidamente con los asuntos importantes en mi oficina, volví directamente a mi habitación y entré en el dormitorio matrimonial. En este dormitorio, completamente aislado del estruendo de los truenos, Heinley dormía como un ángel amado por Dios. Incluso su cabello revuelto le hacía ver encantador.

Acaricié sus lindas mejillas un par de veces y le susurré al oído.

"Heinley."

Inmediatamente, su cuerpo se estremeció y sus pestañas se sacudieron. Acto seguido, sus párpados se levantaron para dejar al descubierto sus ojos púrpura, que tanto amaba.

"¿Reina? Navier."

Extendió la mano mientras me llamaba con voz soñolienta. Me tiró de la nuca y, naturalmente, me besó la clavícula, el cuello y el mentón.

"¿Por qué no dormiste más?"

Miró el reloj y se pasó la mano por los ojos.

"Aún es temprano."

Anoche, Heinley me había dicho que dormiría mucho porque no tenía trabajo por la mañana. Por esa razón, parecía no querer despertarse.

"Heinley, ¿no te han dado ningún mensaje?"

"¿Un mensaje? ¿Era urgente?"

"Parecía urgente."

"No sé nada... Puede que McKenna haya decidido contármelo más tarde para no interrumpir mi sueño porque considero que no era urgente."

Sólo para informarme, mi ayudante había acudido a mi oficina apresuradamente y con el rostro pálido antes de la hora habitual de venir a trabajar al palacio imperial. ¿McKenna consideró por su cuenta que este asunto no era urgente? Eso lo hacía más sospechoso.

Incluso al final, cuando le pregunté a mi ayudante si había algo más que yo no supiera sobre este asunto, se puso nervioso incapaz de responder. Me suplicó con voz deprimida que comprendiera que se encontraba en una posición en la que no podía darme esa respuesta.

Por eso acudí directamente a Heinley....

"Ya despierta."

Cuando le quité las sábanas, Heinley se aferró a mis piernas con el ceño fruncido.

"Mmm, ¿Qué ocurrió, Reina?"

"Me enteré que el Gran Duque Lilteang escapó."

"¿El Gran Duque?"

Heinley me miró un poco sorprendido antes de volver a recostarse en mi regazo.

"Lo castigaste con la aprobación del Emperador Sovieshu, así que no debería haber ningún problema, ¿verdad?"

"Eso creo."

Su cabello se deslizaba suavemente entre mis dedos. Después de frotarlo un par de veces, tiré con fuerza de sus mejillas con ambas manos.

"Entonces, ¿por qué mi ayudante estaba tan pálido? ¿Eh?  Heinley, ¿cuál crees que es la razón?"


***

"Me habías dicho que dormirías toda la mañana. ¿Acaso te caíste de la cama?"

Cuando Heinley entró en la oficina con las mejillas hinchadas, McKenna se rió con las manos en la barriga. Heinley apretó los dientes mientras reprimía el impulso de enviarlo a volar de un solo golpe.

"Escuché que el Gran Duque Lilteang escapó."

"Sí."

Ante la mención del Gran Duque Lilteang, McKenna inmediatamente se puso serio.

"Está claro que alguien debió ayudarlo a escapar de la torre. Los rastros apuntan a que la seguridad fue vulnerada desde fuera."

"Debiste haberme informado."

"No quise informarle mientras ambos dormían porque temía que la Emperatriz lo encontrara extraño. La Emperatriz podría interpretarlo como un problema grave."

Heinley resopló. Si Navier no se hubiera levantado temprano e ido a su oficina, si el fiel ayudante de Navier no hubiera ido a buscarla a toda prisa, en ese caso, Heinley habría estado realmente agradecido por la consideración de McKenna.

"¿Qué ocurre?"

Preguntó McKenna preocupado al notar el desánimo de Heinley.

"Un ayudante de Reina le informó muy temprano. Reina me despertó porque se dio cuenta de que algo extraño pasaba."

McKenna frunció el ceño.

"¿Así que la Emperatriz ya lo sabe? ¿Su Majestad le contó... que ordenó coser la boca del Gran Duque con una piedra dentro?"

Heinley se cubrió la cara con las manos.

"Sí. ¿Qué pasará si Reina piensa que soy una basura con la que no puede relacionarse?"

"Te desechará..."

"¡McKenna!"

Cuando los dos estaban a punto de empezar a pelear, el canciller, que había permanecido en silencio como si no estuviera aquí, tosió para hacer notar su presencia e informó,

"Hemos dado instrucciones a los inspectores para que investiguen quién le ayudó a escapar y cuál es su paradero. También se dio instrucciones al 2º Cuerpo de Guardias para que bloqueen los accesos a la capital e investiguen a quienes entraron y salieron alrededor de la hora estimada de la fuga. Así que no debe preocuparse, Su Majestad."

"Buen trabajo."

Después de elogiarle, Heinley le dio algunas instrucciones más y miró pensativo por la ventana.

Todavía caía una lluvia torrencial, por lo que afuera de la ventana parecía de noche aunque no era ni mediodía.

"¿En qué piensa, Su Majestad?"

"¿Qué hay del Emperador Sovieshu?"

"Aún no debería saber sobre la fuga, a menos que esté involucrado. Si usted lo ordena, la investigación continuará en secreto para evitar que se entere."

Heinley ya lo había pensando, así que sacudió la cabeza.

"No, prefiero reunirme con él para discutirlo."

"¿Su Majestad?"

"Fue una decisión que tomamos juntos. Será mejor aclararle de una vez quién también tiene responsabilidad."

Al terminar de hablar, Heinley llamó a un sirviente y ordenó,

"Pregunta al Emperador Sovieshu si podemos almorzar juntos."

***

Heinley tratará de discutirlo con Sovieshu.

Aunque el castigo impuesto por Heinley había sido bastante cruel, el Gran Duque Lilteang había provocado un incidente en el que un niño indefenso pudo haber perdido la vida.

Si Sovieshu quisiera que este asunto se resolviera sin ningún escándalo, se podía hacer como si la fuga simplemente no hubiera ocurrido.

En ese caso, se encontraría al Gran Duque para volver a encerrarlo, o Sovieshu se lo llevaría en silencio. Estaría bien sin importar a qué conclusión se llegara.

El problema es cómo reaccionará el actual Sovieshu. Probablemente no sepa que aceptó que el Imperio Occidental se hiciera cargo del castigo del Gran Duque, a menos que el Marqués se lo haya dicho. Incluso así, podría enfadarle el trato cruel a un noble de alto estatus de su país.

Reflexioné mucho, pero este asunto no estaba en mis manos. Finalmente, dejé de pensar al respecto y me forcé a centrar mi atención en el libro infantil que estaba abierto sobre mis piernas.

No era bueno para la educación de mi bebé imaginar a una persona cuya boca está cosida con una piedra dentro. Por lo tanto, me propuse purificar la confesión de Heinley a través de la lectura de cuentos felices.

"Esto no me gusta."

Laura gritó de repente mientras se tapaba los oídos y su cuerpo se retorcía ante el estruendo de los truenos. Ahora que lo pienso... esto me trae recuerdos. Cuando me reí, Laura bajó las manos y me preguntó,

"Su Majestad, ¿qué pasó? ¿Qué pasó? ¿Pensó en algo divertido?"

La Condesa Jubel miró un poco desconcertada a Laura por su comportamiento, pero Laura no dejó de preguntarme con ojos brillantes,

"¿Qué pasó? ¿Qué pasó?"

"No es nada especial. Es sólo que recordé que a mi hermano le daban miedo los truenos de pequeño."

"¿Lord Koshar?"

No sabía si todavía le daban miedo. No pasaba suficiente tiempo con mi hermano como para averiguarlo.

Tan pronto como asentí, Laura dijo,

"Jamás lo habría imaginado."

Casi al mismo tiempo, Mastas dijo,

"Me lo puedo imaginar."

Laura y Mastas se miraron como si la respuesta de la otra no tuviera sentido.

Yo... estoy a favor de Laura. Creo que Mastas dijo algo extraño.

Cuando me puse un poco del lado de Laura, Mastas se justificó con una expresión de injusticia.

"A primera vista parece débil y vulnerable. ¿No es comprensible que le tema a los truenos?"

¿El hombre del que habla Mastas es mi hermano? Laura me preguntó en voz baja si tenía otro hermano, tal vez pensando lo mismo.

En cuanto respondí que era mi único hermano con una sonrisa, Mastas se entristeció aún más porque mis otras damas de compañía tampoco coincidían con su opinión sobre mi hermano. Fue gracioso. Rose apretó los labios con fuerza y sacudió los hombros.

En medio de esta alborotada charla, alguien llamó con prisa a la puerta del salón.

Finalmente, dejamos de hablar.

Laura se levantó del sofá y se dirigió a la puerta.