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lunes, 2 de enero de 2023

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 447

La Emperatriz Divorciada - Capítulo 447. También Lo Odio (2)



'¿El asunto a discutir podría estar a un nivel similar al del nido?'

Pensé mientras lo miraba con curiosidad. Sin embargo, el asunto era más serio de lo que esperaba.

"Es un problema relacionado con el fenómeno de la disminución del maná."

Heinley había evitado este tema todo lo posible, incluso después de que descubrí su implicación en el fenómeno de la disminución del maná. Confesó su responsabilidad, pero eso fue todo. Tampoco hice más preguntas.

Era la primera vez que sacaba este tema por su cuenta, por lo que, naturalmente, me puse nerviosa.

"¿Qué pasó?"

"Como Reina sabe, yo no provoqué el fenómeno de la disminución del maná. Lo que hice fue acelerarlo un poco."

No creo que lo haya acelerado sólo 'un poco'.

"Lo sé."

Sin embargo, simplemente asentí. Decidí dejar pasar su pequeña excusa esta vez. Lo importante ahora no era si lo había acelerado poco o mucho.

"Las piedras de maná son necesarias para provocar el fenómeno de la disminución del maná. Así que en cuanto renuncié a la guerra, con la ayuda de mi tribu y de los caballeros clandestinos, recuperé todas las piedras de maná que eran fáciles de obtener."

"Ya veo."

"Pero no todas las piedras de maná han sido recuperadas. De hecho, no es posible recuperar en pocos días todas las piedras de maná que hemos estado ocultando durante años."

"Entonces..."

"El Emperador Sovieshu parece haber deducido tras el incidente del Collar de Maná que el fenómeno de la disminución del maná está relacionado con las piedras de maná. Ha prohibido temporalmente el uso de piedras de maná a los magos de su país y de la academia."

"¿Qué tan malo es?"

"Dado que tiene sospechas, continuará con la investigación en esa dirección. Incluso los eruditos de la academia cooperarán."

No lucía bien. Sin darme cuenta, había entrelazado mis manos, por lo que Heinley levantó las cejas y puso una mano sobre las mías.

"No tienes que preocuparte demasiado, Reina."

"Pero si te descubren..."

"Es por eso que te lo cuento ahora, Reina."

"¿?"

"Hay más piedras de maná que necesito recuperar para evitar ser descubierto."

"Ah."

"Así que yo..."

"Está bien. Dímelo."

"Puede que deba marcharme por unos días."

¿No lo veré durante varios días?

"¿No será peligroso?"

"Estaré bien."

Mientras lo miraba con preocupación, Heinley también puso su otra mano sobre las mías y las apretó.

"Lo siento, Reina. No quería que te vieras involucrada por estar a mi lado."

Sacudí la cabeza. Debería ser yo quien más lo lamentara. En vez de mirarlo a los ojos, miré al suelo. Sentía la boca seca.

Si Heinley no hubiera renunciado a la guerra por mí, no habría tenido que recuperar las piedras de maná... no le había dejado otra opción.

"Lo siento de verdad, Reina. No estés nerviosa. De todos modos, no estaré demasiado lejos mientras el Emperador Sovieshu permanezca aquí."

***

Cuando Heinley me habló del problema relacionado con el fenómeno del maná, lo lamenté tanto que no pude pensar en los inconvenientes que se derivarían de su ausencia.

Una vez que volví a mi oficina y me senté en el escritorio, me vino a la mente el hecho de que, mientras Heinley estuviera ausente, el canciller y yo tendríamos que dividirnos sus tareas.

Podría darse el caso de que me lo impidieran por estar embarazada, pero ¿y si tuviera que lidiar con ello?

He cumplido con mis deberes de emperatriz desde que estaba en el Imperio Oriental, por lo que, incluso después de llegar aquí, pude adaptarme sin mucha dificultad.

Las veces que Sovieshu estuvo fuera para realizar inspecciones, tuve que trabajar un poco más de lo habitual. Sin embargo, nunca abandonó su puesto de forma inesperada ni durante mucho tiempo. Antes de marcharse, Sovieshu se ocupaba de las tareas que podían realizarse con antelación.

Pero dado que el caso de Heinley era diferente, resultaba difícil determinar con certeza cómo manejarlo. No sabía cuántas piedras de maná no se habían podido recuperar, pero por el matiz de sus palabras no parecía que fuera a marcharse sólo una o dos veces ni cuántos días serían...

"Su Majestad."

"..."

"Su Majestad Navier."

¿Cuánto tiempo estuve sumida en mis pensamientos? Fue la voz de uno de mis ayudantes al otro lado de la puerta lo que me hizo despertar.

Cuando hice sonar un par de veces la pequeña campana sobre el escritorio, mi ayudante entró rápidamente. Sostenía en sus manos una bonita caja dorada con una expresión incómoda.

"Su Majestad. El Emperador Sovieshu me pidió entregar esto a la Emperatriz."

La caja era de tamaño medio.

¿Sovieshu me envió esto? Mientras mantenía una cara inexpresiva para ocultar mi desconcierto, mi ayudante dejó la caja sobre el escritorio. Cuando le indiqué que saliera, se inclinó torpemente.

Tan pronto como salió mi ayudante, arranqué el envoltorio inusualmente brillante, dejando al descubierto una elegante caja de madera marrón oscura.

Al abrir la tapa, encontré una tela suave color crema en el fondo de la caja junto con tres melocotones grandes colocados encima. También había una nota roja en el borde interior de la caja.

— Los compré pensando en ti.

Puse la tapa en su sitio y me llevé la mano a la frente. Sabía que se había vuelto loco, pero quedé atónita al descubrir que se había vuelto más loco de lo que pensaba.

Me había preocupado inútilmente por las duras palabras que le dije anoche. Actuó como si estuviera profundamente arrepentido, pero ¿me envía melocotones al día siguiente? ¿Se está burlando de mí?

Enfurecida, arranqué una hoja de papel de la primera libreta a mi alcance y vertí allí mi ira con una tosca caligrafía.

***

La caja fue devuelta a Sovieshu.

Fue traída por el ayudante de Navier. Con una educada disculpa, diciendo que lo apreciaba mucho, pero que había razones por las que no podía aceptarlo.

En cuanto el ayudante de Navier se marchó, Sovieshu abrió la caja. Aunque pensó que no la aceptaría sinceramente, se la quedaría de todos modos por respeto entre países vecinos. Le entristeció un poco que la hubiera devuelto de inmediato.

Desde su infancia había tenido peleas con Navier, pero nunca habían llegado a ser serias. Por esa razón, no sabía cómo disculparse por el repentino odio de Navier, el cual era enorme.

'Navier ni siquiera ha querido hablar conmigo...'

Mientras observaba deprimido los melocotones intactos en la caja, Sovieshu notó un trozo de papel arrugado junto a la nota roja que había enviado. Una vez que sacó el papel y lo desdobló, vio varias frases escritas toscamente.

— ¿Cuántas horas han pasado desde que te hablé claramente? Si te sientes aunque sea un poco arrepentido, deberías irte. Eres realmente desvergonzado.

'¿Hace cuántas horas?'

Sovieshu no tenía ni idea de que el Sovieshu de la noche se había reunido con Navier.

Esta mañana había visto la nota dejada por el Sovieshu de la noche en la que preguntaba si quería que murieran juntos, pero nunca pensó que fuera porque se había encontrado con Navier.

Sovieshu sacó la nota dejada por el Sovieshu de la noche para examinarla, luego arrugó el papel en su mano.

¿Morir juntos? ¿No es él quien lo arruina todo cada vez que sale? Parece que hubo una conversación importante. ¿No debió al menos contarme acerca de lo que se habló? Para empezar, ¿no es su culpa que Navier nos trate con tanta frialdad? ¿No fue él quien se divorció arbitrariamente de Navier a pesar de ser un buen matrimonio?

'... Lo odio.'

***