Reciente

domingo, 16 de octubre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 36

Capítulo 36.  Una Sonrisa Enigmática


La pobre sirvienta se puso nerviosa.

"Sí, ella salió a algún sitio...  cómo hace dos horas."

¿Dónde podría haber ido ella ahora? El hecho de que no estuviera en casa le disgustó mucho. No era seguro que una mujer pequeña como Annette anduviera por ahí a estas horas de la noche. ¿Sabía ella lo que podía pasarle? ¿Y si el Príncipe Heredero volvía a aparecer para otra emotiva despedida, o una perra loca como Diana McClaire se hacía pasar por su amiga para poder insultarla por no convertirse en Princesa Heredera? Había muchos peligros fuera de la mansión. 

Cuando Raphael frunció el ceño, la sirvienta palideció aún más.

"¿Se fue a algún lugar cercano?" dijo Raphael, ignorando el nerviosismo de la sirvienta.

"Sí, creo que sí. Hay otra chica llamada Mary que podría conocer el destino de la Dama Carnesis. ¿Quiere que la llame?" Preguntó la sirvienta con seriedad. A ella sólo le interesaba escapar.

No es que a Raphael le importara lo suficiente como para investigar, pero la idea de la sirvienta no era mala. No tenía intención de encerrar a Annette en la mansión ni nada parecido, pero le preocupaba su seguridad. Sólo quería saber a dónde había ido.

"Muy bien. Tráemela", dijo Raphael. De inmediato la sirvienta desapareció para traer a Mary. Raphael se sintió complacido por su rápida obediencia. De todas las recompensas que había obtenido, el haber ascendido a la nobleza fue la más satisfactoria.

También era la razón por la que había podido casarse con Annette Bavaria.

Cuando este extraño pensamiento le vino a la cabeza, Raphael frunció el ceño. ¿Por qué pensaba en estas cosas? Su creciente afecto por Annette lo ponía ansioso. Siempre había estado solo. Se sentía más seguro así.

Y no tenía intención de cambiar eso.

***

Una elegante mano blanca se levantó, dando vueltas como una serpiente blanca alrededor de la mano de Annette, como si contemplara su vendaje.

"Estás herida", dijo el dueño de la mano, con una voz escalofriantemente suave.

"Ah, sí. Hubo un accidente", respondió Annette con indiferencia, retirando la mano herida. Pasaría una semana más o menos antes de que pudiera quitarse el vendaje. Pero el magnífico hombre de cabello púrpura, que se preocupaba por la herida, no parecía pensar que esto fuera aceptable.

"Tus manos son tan bonitas, ¡Qué pena!" Dijo, chasqueando la lengua. "Sería difícil bordar así."

Sólo entonces Annette recordó cómo había presumido de sus habilidades de bordado en su último encuentro. Automáticamente, se cubrió la mano, avergonzada.

"Se curará pronto", dijo, aliviada porque llevaba un velo para ocultar su rostro. "Sólo fue una herida menor."

El hombre con el que hablaba era Railin Mosley, que dirigía el Gremio Secreto. Le había prometido en su último encuentro que le proporcionaría información sobre el contrabando, y finalmente había vuelto a ponerse en contacto con ella.

Railin le entregó el grueso informe, con sus ojos rojos como el rubí. Annette hojeó el contenido. Había información sobre varios pueblos probables de Osland, trabajos recomendados e incluso los precios medios de las propiedades. Esto le bastó para planificar con su habitual meticulosidad.

"Esto es maravilloso. Lo leeré con atención", prometió. "Cuando me haya decidido, me pondré en contacto con usted."

"Me alegro de que sea satisfactorio", dijo Railin, divertido. "No dude en ponerse en contacto con nosotros si podemos ayudar de alguna otra manera. Nunca querríamos dejar a un cliente... insatisfecho."

Annette miró automáticamente su rostro. Su púrpura cabello rizado era del color de los jacintos. Sus ojos felinos eran casi decorativos en su belleza. Si hubiera nacido mujer, los hombres de Deltium habrían arrojado riquezas a sus pies, ofreciéndole todo lo que tenía. Railin podría haber esclavizado a hombres y mujeres por igual con una sonrisa.

Los ojos de Annette, bajo su velo, se llenaron de envidia. Había aprendido a mantener un porte noble, una sonrisa digna. Estas cosas eran útiles en sociedad, pero valían poco en su relación con su esposa. A ella le hubiera gustado que tuviera una belleza tan encantadora.

"Lo siento si es una pregunta grosera", preguntó Railin de repente. "Pero quisiera saber por qué quieres dejar este lugar. Desde luego, no parece que te falte nada."

La pregunta la sorprendió. Ella nunca había revelado su identidad, pero él hablaba como si supiera quién era. Y ante su silencio, Railin prosiguió con cuidadosa despreocupación, como si hubiera preguntado acerca de un vecino.

"Le pido disculpas si la pregunta le ha resultado ofensiva. Sólo lo pregunto para que podamos estar preparados si, por ejemplo, un esposo que pueda ir a buscarte."

Definitivamente, él sabía quién era ella. ¿Cómo? Había sido tan cuidadosa de ocultarse incluso en el viaje a esta reunión. Annette suspiró.

"Sabes quién soy, ¿verdad?"

"Mis servicios no se limitan al contrabando", dijo Railin. "Si mis informantes fueran engañados con tanta facilidad, ¿Cómo podría una belleza como yo sobrevivir en un oficio tan duro?"

Sus hombros se encogieron, pero sus ojos mostraban orgullo. Había adivinado su identidad desde el principio. Su alto estatus le había hecho recelar, y también haría más difícil sacarla de Deltium. Ofreció a su preciada clienta una elegante sonrisa.

Mirando su propia mano vendada, Annette comprendió de repente cómo lo sabía. Su gremio debía de haber descubierto a su médico, quizá incluso el tratamiento que le había ofrecido. Le disgustó mucho que se revelara su identidad, por lo que sus ojos se enfriaron, poniendo una barrera perceptible.

"Nuestro gremio sirve primero a nuestros clientes", dijo Railin en voz baja, agitando la mano. "¿Cómo podemos enorgullecernos de nuestro trabajo si nuestra preciada clienta debe molestarse en ocultar su rostro? Por favor, no dude de nuestra discreción."

El mensaje tranquilizador fue un poco burlón, como si dijera, Sé quién eres, ¿por qué te preocupas por esos juegos infantiles? El ingenio de Railin era mucho más agudo de lo que ella esperaba.

Annette se quitó el velo soltando un suspiro. De todos modos, había sido muy sofocante, y era cierto que mientras ella fuera su cliente, era poco probable que Railin revelara sus secretos a alguien más. Si hubiera sido descuidado con ese tipo de información, el Gremio Secreto no habría sobrevivido para llegar a ser tan poderoso en primer lugar.

"Cielos", dijo Railin involuntariamente al ella revelar su rostro. Annette apartó la mirada, incómoda. El hecho de que él supiera quién era ella la hacía sentir vulnerable.

Tal vez fue lo que sentía Raphael cuando lo pillé sonámbulo.

Era un momento inoportuno para simpatizar con Raphael. Annette cerró los ojos, pero el recordatorio de su esposo fue oportuno.

"¿Puedo pedirte que investigues algo más?", preguntó, consciente de los muchos otros negocios de Railin. "Quiero saber más sobre la mina de hierro de mi esposo."

"Por supuesto, aunque antes me gustaría que me respondieras a una pregunta. Si te sacáramos a escondidas del reino, ¿intentaría tu esposo encontrarte? Eso es algo que necesitamos saber."

Le ofreció otra sonrisa tan hermosa que ella se sintió mareada. Esa belleza era un eficaz escudo para ocultar sus pensamientos; en realidad Railin era muy inescrutable, por lo que se convertía en un duro oponente. Estaba claro que no pretendía darle nada. Pero Annette tampoco iba a dejar que la arrastrara a su paso.

"¿Por qué no lo descubres tú misma?" Ella preguntó, esbozando una hermosa sonrisa. "Tienes un Gremio, estoy segura de que puedes averiguarlo."

Por un momento, los ojos de Railin se agrandaron y su sonrisa se endureció ante esta réplica de aspecto manso. Por un momento ella pensó que podría enfadarse. Pero se echó a reír.

"¡Qué agradable sorpresa! Muy bien, abordaremos el problema nosotros mismos. Por favor, considéralo como una reparación por cualquier ofensa que hayamos podido ocasionar."

Hacía mucho tiempo que Railin no se reía de forma tan espontánea, y de alguna manera era incluso más eficaz que su enigmática sonrisa. Annette se estremeció interiormente ante el repentino cambio, al darse cuenta de que su contraataque sólo le había divertido.

"Por favor, ponte en contacto conmigo en cuanto tengas la información", dijo. "Muchas gracias."

Aunque era molesto que su identidad hubiera quedado al descubierto, Annette decidió aprovecharla al máximo ahora. Levantándose con elegancia de su asiento, alzó la barbilla como una perfecta aristócrata en todos los sentidos.

Cuanto más la veo, más me gusta, pensó Railin. Su interés personal por ella iba en aumento. Aunque no se interesaba mucho en las mujeres, a sus ojos, Annette era como un tesoro inestimable colgado ante un coleccionista muy particular.

Railin podía considerarse un miembro de la alta nobleza de los bajos mundos, tenía un gusto muy caro. Sus ojos exigentes eran tan agudos como los del Duque Baviera. Había muy pocas personas que pudieran cumplir con sus estándares, y la estricta educación de Annette había hecho que cada uno de sus movimientos se volvió un placer observar.

Me satisface sólo mirarla.

Los ojos de rubí de Railin examinaron cada detalle de su postura, su elegante cuello y su esbelta cintura, la forma en que el dobladillo de su exquisito vestido se balanceaba al moverse. Era una perfecta aristócrata. Cuando se quitó el velo, Railin pensó por primera vez en su vida que habría querido conservar para siempre, el momento de la revelación de su rostro.

"Entonces me pondré en contacto con usted pronto, cliente", dijo, ocultando todos los impulsos de su oscuro corazón bajo una brillante sonrisa. La vio alejarse y, en el último momento, inclinó la cabeza para susurrarle. "Ya que he tenido el honor de mirar su cara, deseo tener buenas relaciones con usted. Así que le ofreceré un pequeño favor. Cuando se vaya, tal vez le resulte preferible utilizar la salida trasera de nuestro establecimiento. De lo contrario, encontrará una terrible molestia."

Entonces sonrió misteriosamente.