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martes, 11 de octubre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 33

Capítulo 33. Agridulce

Raphael no tenía ninguna expectativa particular sobre el restaurante que elegiría Annette. Seguramente sería el restaurante más lujoso de la calle, con el ambiente más refinado de todos los demás.

Las expectativas de Raphael estaban a punto de ser brutalmente traicionadas.

"¡Oh, mira, Raphael! Mira ese cerdo, ¡es tan grande!"

Había elegido un restaurante al aire libre donde se veía un inmenso cerdo desde la calle, que se asaba en un asador de hierro. Incluso la manzana rellena en su boca se veía deliciosa. Annette, a la que sólo le habían servido porciones de carne perfectamente cocinadas, se encendió de emoción viendo a un cerdo de verdad.

"Huele tan bien", dijo. "Pimienta negra, albahaca, comino y... ¿Qué más es? Oh, Dios, ¡mira ese recubrimiento!"

El chef también estaba emocionado, que una bonita noble mirara su comida con tanta expectativa. Por un momento, le preocupó que la deslumbrante pareja con sus ricas vestimentas hubiera venido a causar problemas. Pero estaban muy tranquilos y pidieron el plato más caro del menú. Para unos clientes tan distinguidos, estaba dispuesto a hacer un esfuerzo adicional.

"¡No encontrarán un asado más perfecto!" Presumió. "Toma, te daré el mejor corte."

Con una terrorífica sierra en una mano y un cuchillo para huesos en la otra, el chef comenzó a cortar cuidadosamente, exagerando teatralmente sus movimientos. Cualquiera podría haber dicho que estaba montando un espectáculo, así que un espadachín experimentado como Raphael lo consideró ridículo.

"¡Oh, mira, es tan increíble!" exclamó Annette, aplaudiendo emocionada. "¡Nunca había visto algo así!"

Olvidándose de sí misma, se estremeció cuando chocó accidentalmente su mano vendada, pero ni siquiera esto fue suficiente para calmarla. Sus mejillas estaban sonrosadas, sus ojos brillaban como estrellas. Raphael se quedó boquiabierto al ver a su elegante esposa así de emocionada.

"Annette, ven aquí y siéntate bien."

Raphael no quería decir algo así a una mujer adulta, especialmente a Annette Bavaria, que debía conocer la etiqueta desde la infancia. Pero era la primera vez que la veía tan emocionada, por lo que le preocupaba que pudiera cometer un error.

Cuando ella estaba a punto de inclinarse de nuevo hacia delante sobre su mano herida, él no pudo aguantar más y le agarró el codo para ayudarla a sentarse. Le colocó la servilleta en el cuello, como si la estuviera preparando para un festín.

¿Por qué demonios estoy haciendo esto?

"¡Vengan, pruébenlo! Es la obra maestra de nuestro restaurante."

Al terminar de cortar el asado, el chef se acercó a ellos, secándose la frente. Había tenido la amabilidad de cortarlo en pequeñas porciones para que fuera más fácil comerlo. Sorprendentemente, todos los utensilios y la vajilla del restaurante eran de hierro auténtico, lo que daba un aire de singularidad a la cena rústica.

Fue una experiencia emocionante para Annette, que estimuló tanto su estado de ánimo como su apetito. El cerdo humeante olía muy bien. Ansiosa, agarró el tenedor.

"Espera, Annette". Frunciendo el ceño, Raphael trató de detenerla. El cerdo estaba recién salido del asador, se quemaría la boca si lo comía enseguida. Y aunque el chef había tenido especial cuidado al servir su porción, los trozos seguían siendo bastante grandes. Raphael miró su mano vendada. Aunque dudaba de que él hubiera causado la herida, no podía dejar de preocuparse por ella.

Con el ceño fruncido, levantó su propio cuchillo para cortar la carne de cerdo en trozos muy pequeños para ella. Era algo que había visto hacer a los cortesanos para impresionar a sus compañeras, por lo que se sintió ridículo. Nunca había imaginado que haría algo como esto por una mujer.

"Toma. Deja que se enfríe antes de comerlo", dijo, soltando el cuchillo y empujando el plato hacia ella con frialdad.

"Gracias."

Ella, que cogió un trozo de chicharrones con el tenedor, se lo llevó a la boca. El sabor era más allá de lo que había esperado. Tenía una crujiente recubrimiento. La carne  tierna que había debajo casi se derretía en su lengua, llenando su boca de sabor salado. De alguna manera, comerlo al aire libre, con la brisa fresca que soplaba, hacía que supiera aún mejor.

"Está realmente delicioso", dijo ella, tapándose la boca con una mano, saboreándolo. Desde el otro lado de la mesa, Raphael sonrió ante su satisfacción, la primera vez que lo hacía sin sarcasmo ni malicia. Nerviosa, le tendió un tenedor. "Toma, Raphael, pruébalo."

El tembloroso tenedor, sostenido entre sus dedos densamente vendados, estaba a punto de caer sobre la mesa. Raphael sacudió la cabeza y le quitó el plato para cortar la carne aún más pequeña. En ese momento estaba casi hecha puré.

Sólo entonces  tomó el tenedor de Annette, devorando la carne de un solo bocado y sustituyendo el tenedor por una cuchara.

"Come con esto", dijo. "No es un restaurante formal, a nadie le importará."

Annette había sido sometida a un riguroso entrenamiento previendo que se convertiría en Princesa Heredera, eso había incluido naturalmente la etiqueta en las comidas. Pero comer puré de carne con una cuchara era otra cosa que nunca había imaginado hacer.

Pero... no había ninguna razón para no hacerlo, ¿verdad?

Esa preguntó surgió en el interior de la renacida Annette, y ésta miró la cuchara durante un segundo, luego se sirvió un gran bocado y se lo metió directamente entre los labios. La carne que Raphael había cortado para ella seguía estando deliciosa, pero ahora era mucho más fácil de manejar. Annette estaba encantada con el grasiento sabor salado, diferente a todo lo que había probado antes.

"Toma, prueba esto también", dijo Raphael, levantando el vaso que estaba sorbiendo y lo empujó hacia ella. "No está tan mal."

Era un licor dulce y amargo al mismo tiempo, con limón y manzana añadidos al vino blanco. El sabor agudo borró inmediatamente la sal y la grasa de la carne, y la fresca brisa nocturna que llegaba del río lo hizo todo inexpresablemente agradable. Era el tipo de noche para embriagarse.

Pero lo que más le agradaba era el rostro de Raphael mirándola desde el otro lado. Aquel bello rostro, bajo el cálido resplandor de las luces, parecía mucho más amigable que de costumbre. En su corta vida, casi nunca lo había visto así.

La hizo sentir como si tal vez se hubieran acercado un poco más.

Tal vez fuera porque le había visto acomodar su comida con sus propias manos, pero Annette se olvidó de su anterior tristeza. Todos sus problemas se resolverían cuando ella se fuera. Pero antes de despedirse, se alegró de tener este recuerdo con él, para poder mirar atrás con una sonrisa.

Annette sonrió, inclinando su vaso. A pesar de su aspecto, podía aguantar bien el alcohol, así que incluso después de tres copas llenas de vino, seguía estando bastante estable.

"Resultaron ser bebidas espirituosas de verdad", dijo Raphael jovialmente. Parecía mucho más relajado. "Si hubieras tomado mucho más, tendrías vino en las venas en lugar de sangre."

"Todavía podría haber tomado una o dos copas más. Es una pena que el restaurante haya cerrado tan pronto."

Durante todo el camino de vuelta al carruaje, ella se lamentó por no haber podido beber más. Normalmente no disfrutaba mucho del alcohol, aunque lo toleraba bien, pero había querido beber hasta la saciedad aquel vino agridulce. Al escuchar su emocionada charla, Raphael se rió en voz alta sin notar el cambio en su propio comportamiento.

"Ni hablar, no más después de todo eso. ¿No sería un escándalo para la reputación de una dama, ser llevada a casa a cuestas?" Se burló. "Seguro que no querrías regresar a casa de esa manera."

Aquellos ojos azules que siempre la miraban con tanta frialdad, brillaban bajo sus largas pestañas. Annette no pudo evitar sonreírle cálidamente. Era una noche tan agradable, pero tan corta. Mientras se acercaban al carruaje, le entristeció pensar que había terminado y que pronto volverían a ser los de siempre, después del corto viaje a casa.

"Oh, no puede ser... ¿Es la Dama Annette?"

En ese momento, alguien se acercó a ellos desde el otro lado de la calle. Había estado sonriendo a Raphael, pero cuando Annette se giró para mirar, su alegre sonrisa desapareció inmediatamente. Era alguien que conocía muy bien.

"Dama Diana. Qué sorpresa conocerla."

El nombre de la mujer de cabello negro rizado era Diana McClaire, la segunda hija del Conde McClaire, famoso por sus diversos negocios. Había sido amiga de Annette, cuando eran niñas, y aunque habían tenido poco contacto desde entonces, una nunca olvida a una amiga de la infancia. Incluso después de cinco años, Annette la reconoció al instante.

"Sabes, es peligroso que andes por ahí tan tarde... ¡ah! Estás con tu esposo. Buenas noches, Su Excelencia. ¿Marqués Carnesis? Soy la Dama Diana McClaire, hija del Conde McClaire."

Levantando el dobladillo de su falda en una reverencia, ella ofreció un saludo cortés, pero sus mejillas estaban rojas. Raphael tenía un mejor físico que la mayoría de los hombres, así que se le consideraba muy atractivo. No sólo era guapo, sino que su infame arrogancia y su ardiente temperamento lo hacían más atractivo.

Annette la observó con el ceño fruncido. Diana no era una mala persona, pero tenía dos grandes defectos. El primero era la tendencia a enamorarse demasiado rápido, por lo que el rostro de Diana se llenó de admiración al mirar al esposo de Annette. Lo cual no era tan malo como parecía; si bien Diana se enamoraba rápidamente, no era tan tonta como para hacer algo con un hombre que ya estaba tomado. Annette podía ignorar sin problemas las mejillas sonrojadas de Diana.

Pero no podía ignorar el segundo defecto. No era un gran problema para Diana, pero para Annette, era un punto de inflexión. Porque Diana McClaire...

"Oh, ahora que lo pienso, Dama Annette... no, ¡usted es la Marquesa Carnesis ahora! Pero ha escuchado que mi amiga Dama Keers ha recibido dos cajas de regalos de boda de la familia real. ¿No es increíble ser Princesa Heredera?"

Diana McClaire era una de las mejores amigas de Lady Celestine Keers.