Reciente

sábado, 24 de septiembre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 23

Capítulo 23. Los Regalos son para el Destinatario


Aunque había logrado atraparlo para que tomara el té, Annette no podía obligar a Gerard a hablar. Como mayordomo experimentado de la familia Bavaria, no era un rival fácil. Evadió todas sus preguntas. Al final, su taza estaba casi vacía.

¿Qué hago?

Annette frunció el ceño avergonzada. Gerard no cedía ni a la persuasión, ni a la conciliación. Lo que sea que Allamand había planeado, Gerard no pensaba hacer nada si no estaba Raphael, y ella no podía obligarlo a hablar cuando él estaba actuando bajo las órdenes del Duque Bavaria. Ella era Carnesis ahora. No tenía autoridad para castigarlo por dar prioridad a la orden de su padre.

Por debajo de la mesa, sus dedos apretaron su falda con ansiedad.

Gerard no le dio tiempo a ella de pensar como resolver la situación. Tragándose el último sorbo de té, la miró con alivio. Bajo su cabello rubio pulcramente peinado, aquel rostro era tan sagaz como el de ella.

"Muchas gracias por el té", dijo Gerard, lo suficientemente seguro de su victoria como para despedirse. "Debo irme. Gracias por su amabilidad."

Annette se mordió los labios al verlo levantarse de su asiento. Pero en ese momento, una idea le vino a la mente.

"Tengo que pedirte un favor antes de que te vayas", dijo ella con calma, y Gerard se puso en alerta al instante. Sólo quería retrasarlo, para ver si ella podía sacarle algo. Ella no se rendiría tan fácilmente. "Sólo un pequeño favor personal. He estado aprendiendo a cantar como pasatiempo, pero no sé si soy buena, así que me daría vergüenza hacerlo delante de los demás. Pero tú me conoces desde pequeña, así que estaría bien, si fueras tú. ¿Quieres escuchar mi canción? Sólo será un minuto."

Descaradamente, utilizó la misma petición del Príncipe Ludwig en Gerard. Éste dudó ante el inesperado favor, pero no pudo negarse. Aunque seguía las órdenes de su señor, le agradaba Annette.

"...Supongo que estará bien, por un momento", dijo.

Ella sonrió con gusto. Fue la misma sonrisa de sus días de soltera, y Gerard la miró con indulgencia sin darse cuenta. Al observar esto, Annette comenzó a cantar con los ojos cerrados.

Los pétalos de la flor caen como corrientes fugaces de tiempo. Si la tragedia de su caída pudiera atrapar por un momento tus bellos ojos, con gusto caeré ante ti en innumerables ocasiones...

Era una ópera que había escuchado recientemente en la corte, aunque la canción en sí no era importante. La cantó hasta donde pudo recordar, unos treinta segundos de música, luego abrió los ojos en silencio. Efectivamente, en menos de medio minuto, Gerard se había quedado dormido en el sofá. Annette parpadeó.

Supongo que esta es realmente mi habilidad.

Pero ahora no era el momento de maravillarse. No sabía cuánto tiempo su poder podía mantener a alguien dormido. Antes de que se despertara, quería registrar rápidamente su cuerpo. Si tenía suerte, podría encontrar alguna pista sobre sus intenciones.

"Lo siento, Gerard", susurró antes comenzar a registrarlo. No había nada en el bolsillo de su chaqueta, pero afortunadamente había una carta dentro de su chaleco.

Lo abrió con cuidado. El nombre del remitente no estaba especificado, pudo reconocer la refinada letra de su padre. Era una sola frase corta.

Los regalos son para el destinatario, no para el que los da.

¿Qué significaba eso? Annette lo meditó. Allamand, que valoraba su linaje aristocrático más que cualquier otra cosa, aprovechaba todas las oportunidades posibles para expresarlo. Por lo tanto, le parecía vulgar declarar lo que quería sin rodeos. Pero Annette sabía muy bien cómo pensaba su padre.

Seguro que no le gustaban los regalos que envió Raphael...

Los había devuelto, pero basándose en esta nota, parecía que su padre quería otro regalo de Raphael.

Por eso seguía enviando a Gerard. Al principio, ella pensó que era sólo para insultar, enviar a Raphael un sirviente porque un bastardo no merecía nada mejor. Pero si eso era todo lo que quería, ya lo había logrado. Su padre quería algo más.

¿Pero qué demonios podía ser?

Annette frunció el ceño. El Duque Bavaria era el hombre más rico y poderoso de Deltium. A la familia Bavaria no le faltaba nada. Pero Raphael era un aristócrata emergente que acababa de fundar su familia. Tenía algunas propiedades otorgados como recompensa por sus logros, pero nada al nivel que su padre codiciaría. Buscando en sus recuerdos de su última vida, Annette reflexionó.

"Um..."

Las delicadas cejas de Gerard se fruncieron, señal de que estaba despertando. Sólo había estado dormido cinco minutos, pero parecía que el poder de Annette no era lo suficientemente fuerte como para mantener a la gente inconsciente durante mucho tiempo. Antes de que él se despertara del todo, ella se apresuró a recolocar la carta, luego le sacudió ligeramente el hombro.

"Gerard. ¿Gerard? Despierta, ¿no dijiste que tenías que irte?"

Al escuchar su voz, Gerard abrió los ojos, desorientado. Sus suaves párpados estaban plegados en múltiples capas, por lo que sus ojos verde oscuro estaban caídos bajo las pestañas doradas. Parpadeó.

"Señorita Annette..." Sonrió somnoliento. Agarró su mano para darle un beso en el dorso. Su jovencita era tan preciosa que no podía hacer otra cosa.

Annette sonrió con amargura. Medio dormido, volvía a dirigirse a ella como a una doncella. Ignorando el error, retiró su mano y le dio una palmada para terminar de despertarlo.

"Bueno, ¿Tan aburrida fue mi canción, Gerard? Te has dormido incluso antes de que llegara al final, estoy un poco dolida", se quejó ella, haciendo un puchero. Sólo entonces se le aclararon los ojos al recordar lo que había pasado.

"Lo siento mucho, señorita..." Dijo avergonzado por haber sido tan negligente como para quedarse dormido. "...Quiero decir, Marquesa. Eso fue imperdonablemente grosero."

"No", dijo Annette con tristeza, con un rostro solitario. "Cómo puedo culpar a los demás, cuando soy yo la que no tiene talento. Gracias por escuchar, a pesar de estar ocupado. Date prisa, llegarás tarde."

"Está bien. Ya me voy."

Seguía tan somnoliento que ni siquiera intentó ofrecer una excusa. Gerard se sentía como si hubiera sido poseído por un fantasma.

No estoy tan cansado, ¿por qué me he quedado dormido? No tenía ni idea de qué hacer, y dudó un momento antes de bajar la cabeza y salir de la mansión Carnesis.

***

Esa noche, Annette esperó ansiosamente el regreso de Raphael. Había intentado recordar cada uno de los recuerdos de su vida anterior, pero la relación con su padre había sido constantemente mala. Ella no podía imaginar que Raphael le diera algo a su familia.

Lo único que podía hacer era preguntarle directamente a él. Probablemente él sabía lo que su padre quería. Se sentía avergonzada y molesta de que su familia siguiera haciéndole esto.

¿Me casaste con Raphael porque querías algo? ¿Se trata de eso?

Ella también investigaría esa posibilidad. Al principio, pensó que su matrimonio era sólo un acuerdo por las acusaciones contra ella, por lo que su padre se había visto obligado a aceptarlo. De todos modos, ella no tenía ningún valor para él si no podía convertirse en la Princesa Heredera, y si él hubiera rechazado al Rey, toda la historia del secuestro se habría extendido por todo el reino, deshonrando tanto a ella como a la familia Bavaria. Eso habría sido un desastre tan grande que ni siquiera los Bavaria podrían salvarla.

Pero, ¿Y si su padre hubiera tenido sus propios planes con su matrimonio? ¿Y si hubiera pretendido utilizarla para quitarle algo a Raphael, o utilizarla como moneda de cambio?

Annette cerró los ojos, recordando el rostro frío de su padre en su boda. Su cabeza le daba vueltas a todas las posibilidades.

¿Cuánto tiempo había estado esperando?

Un poco después de la medianoche, por fin escuchó el sonido de Raphael entrando. Rápidamente, bajó a recibirlo.

"¿Raphael? ¿Estás aquí? ¿Cómo fue tu reunión en el palacio?"

Él sólo la miró con ojos borrosos, y ella pudo oler un fuerte aroma a alcohol en su aliento. Mirándolo a los ojos, Annette se sintió repentinamente nerviosa.