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martes, 6 de septiembre de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 14

Capítulo 14. Canción de Cuna

Sería una mentira si dijera que no estaba asustada. Estaba en una habitación oscura, sola con un hombre mucho más grande que ella, un hombre que estaba armado con una espada y que no estaba en su sano juicio. Annette estaba muerta de miedo.

"Raphael..."

Pero no podía dejarlo solo. Aunque estaba asustada, estaba extrañamente agradecida de ver esto, de ser testigo de los momentos más débiles de Raphael, que tanto había luchado por ocultar. Con gran coraje, se acercó a su cara, tomando sus mejillas con las manos.

"Shh, Raphael. La guerra ha terminado, ahora estás a salvo, nada malo va a pasar", le susurró con ternura, acariciando sus mejillas. "Así que deja tu espada y ven aquí, ¿de acuerdo?"

Sus cálidas manos acariciaron su cara, su cuello, sus brazos, una y otra vez. Poco a poco, la angustia desapareció de su rostro y su cuerpo tenso se relajó lentamente.

~Clink......clnnggg...

Finalmente, soltó la espada. Por suerte, la mayor parte cayó sobre la alfombra, así que no hizo demasiado ruido. Con suavidad, Annette apartó la espantosa cosa de sus pies, luego se sentó en el sofá, abrazando la parte superior del cuerpo desnudo de Raphael.

Con sus dos pequeñas manos, lo presionó suavemente hacia abajo hasta que quedó tendido en el sofá. Exhaló un enorme suspiro, aliviada, pero era demasiado pronto para relajarse. Recostado en el sofá, Raphael levantó las manos y las miró aturdido. Luego comenzó a frotarlas contra sus pantalones, como si tratara de restregar algo en ellos. Las palmas de aquellas elegantes manos enrojecieron rápidamente. Annette inhaló prolongadamente.

"Mira esto", susurró. "Es sangre, ¿no es sangre? No quise hacerlo, Robert, sabes que no lo hice, no quise, pero... no pude evitarlo..."

Divagando, enterró la cara entre las manos, como si sintiera un dolor demasiado intenso para soportarlo. Las venas se abultaron en el dorso de sus manos. Annette se sentó a su lado y agarró con miedo esas formidables manos, presionándolas suavemente.

"Lo sé", dijo ella. "No estás nada mal, Raphael, deja de atormentarte y vete a dormir. ¿Sí?"

Eso pareció calmarlo. Siguiendo su mano, él se acostó con la cabeza en su regazo. Era tan alto que sus piernas colgaban un poco del sofá, pero al menos se veía más cómodo. Sólo faltaba que encontrara un sueño tranquilo.

Pero no pudo hacerlo. Sus ojos azules inexpresivos, vagaban en una pesadilla, inyectados en sangre. Con el corazón dolorido, Annette estiró la mano para cerrarle los ojos, acariciando sus hombros. No podía dormir. Jadeaba repetidamente.

¿Cómo puedo ayudarlo?

Intentó pensar en lo que podía hacer por él, lo único que se le ocurrió fue una canción de cuna. Ninguno de sus padres se había preocupado lo suficiente por ella como para cantarle eso, así que debió de ser su niñera la que se la cantó. Annette se aclaró la garganta y comenzó a cantar, un poco torpemente.

Buenas noches, cariño
Cuando la perla de plata de la luna cuelga a lo largo de la cresta negra
Cuando la suave brisa primaveral besa las flores
Cuando la espuma se precipita y retumba y se hincha en el mar
Te dormirás
Te dormirás en mis brazos...

La canción relajante llenó la silenciosa habitación, y sus suaves manos acariciaron la cabeza de Raphael, como si fuera un niño indefenso.

La canción de cuna funcionó mejor de lo que ella pensaba. Su respiración entrecortada se ralentizó y sus ojos dejaron de dar vueltas. Al cabo de un rato, pudo escuchar su respiración profunda. Por fin había caído en un sueño profundo.

Annette lo miró, tarareando suavemente la melodía de su canción de cuna. Dormía tan plácidamente que parecía muy agotado. Debía de tener dificultades para dormir durante mucho tiempo.

Sólo ahora se daba cuenta de por qué se emborrachaba todas las noches. Incluso ahora, ella podía oler el leve aroma del alcohol en su aliento. Era por su insomnio.

Bajo la estricta disciplina de su padre, Annette había llevado una vida ordenada. Siempre se levantaba temprano por la mañana para empezar el día, mientras que Raphael solía levantarse tarde. Sólo aparecía después del mediodía con los ojos inyectados en sangre. Annette antes había despreciado ese aspecto decadente. Pero ahora que había visto su debilidad, se compadeció de él. Annette entendía muy bien lo que significaban estos síntomas.

Probablemente sea la guerra, ¿no? Debe haber visto cosas... traumáticas.

El Reino de Deltium había estado en guerra unos años antes. Hace más de cien años, Deltium había ocupado Letan, un reino vecino. Y las fuerzas insurgentes se habían levantado recientemente, reclamando la independencia. Habían iniciado una guerra e incluso habían conseguido la ayuda de aliados extranjeros. La represión había costado mucha sangre.

Raphael había luchado en el frente de la guerra. Talentoso e implacable, había formado un enorme ejército que obtuvo amplias victorias, siempre con prepotencia, como si fuera natural la victoria. Era orgulloso, frío e impenetrable como el mithril bien forjado, como si nada pudiera hacerle daño.

Ni siquiera Annette había sospechado la oscuridad que se escondía tras ese orgullo.

"Idiota obstinado", susurró Annette, tocando su mejilla. Incluso dormido, su ceño estaba fruncido. Parecía que incluso en su sueño, esos sentidos bestiales sabían cuando su esposa lo llamaba idiota.

Al ver eso, estalló en risas. Por mucho que se enfadara, nunca volvería a ser tan aterrador para ella. Ahora sabía que era una persona normal, con sus propias cicatrices.

"Buenas noches, Rafael. Mi valiente esposo", le susurró al oído, esperando que descansara en paz por hoy. Las arrugas de su frente se atenuaron.

Annette se rió en silencio para sí misma. La tranquilidad de la noche se hizo más profunda.

***

La luz del sol que entraba por la ventana era deslumbrante. Por reflejo, Raphael frunció el ceño. Se sentía extraño incluso antes de levantarse. Algo era diferente hoy.

Incluso medio dormido, Raphael se dio cuenta de que se sentía mejor de lo que se había sentido en años. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que había dormido bien. Su habitación no parecía diferente cuando abrió los ojos, pero sin embargo había algo extraño. Sus pies estaban colgando del borde del sofá, así que se dio cuenta de lo que sucedió.

Debo haberme quedado dormido aquí anoche.

No era tan extraño que se quedara dormido en un sitio y se despertara en otro. Raphael era muy consciente de su tendencia a caminar dormido. Tal vez había tropezado con el sofá y había caído en el mejor sueño que había tenido.

Qué cosa más extraña.

Pero se sentía bien, en mejor forma de lo que había estado en mucho tiempo. Quería salir a entrenar inmediatamente, para ver si podía abrirse paso hasta convertirse en un Maestro de Espadas, pero cuando intentó levantarse, se dio cuenta de repente de que había algo muy cálido bajo él.

La confirmación de la identidad de su almohada sólo aumentó su confusión. Raphael se preguntó si todavía estaba soñando.

¿Por qué está ella aquí?

En la esquina del sofá, Annette estaba durmiendo. Su rostro parecía inusualmente pálido con el vendaje en la frente, y Raphael contempló sus pestañas cerradas, sus labios en forma de pétalo ligeramente separados. Atraído por su belleza, alargó la mano sin pensar para tocar su cara. Se dijo a sí mismo que sólo estaba comprobando su temperatura, pero honestamente, había algo extraño dentro de él que le hacía querer tocarla. La sensación que sentía tocándola con las puntas de sus dedos era como la seda.

Afortunadamente, aunque estaba un poco fría, su temperatura era bastante normal. El corte en su frente se había cerrado, así que no parecía tan grave. Raphael retiró las manos y chasqueó la lengua.

Si estás herida, deberías quedarte en tu habitación para descansar. ¿Por qué estás...?

Su rostro se endureció repentinamente ante un terrorífico pensamiento. Agarrando su hombro, la sacudió con fuerza para despertarla.

Sacada violentamente de sus sueños, Annette se despertó con un grito de sorpresa.

"¿Raphael?"

Raphael la fulminó con la mirada. Ella parecía un conejo atrapado en una trampa. La rodeó con sus brazos antes de que pudiera escapar e inclinó la cabeza, hasta poner sus ojos a la altura de los de ella.

"¿Lo has visto?" Preguntó con una voz atroz.

"¿Qué? ¿Qué es lo que...?"

"Anoche. ¿Me viste?"

Recién despertada, Annette se sintió desconcertada ante su repentina hostilidad. Pero tan pronto como escuchó la pregunta, se dio cuenta de lo que estaba preguntando. Sus ojos azules brillaban, fingiendo ira, pero ella podía ver la ansiedad que había debajo. El orgulloso Raphael debía temer que ella le hubiera pillado sonámbulo.

¿Cómo debía responder a esto? Annette tragó en seco.

Ella decidió proteger su orgullo, aunque tuviera que mentir. Bajó los ojos mientras explicaba, por si él pudiera detectarlo.

"No, no sé de qué estás hablando. Debo haberme equivocado de habitación. Me desperté con sed mientras dormía, pero estaba tan oscuro que debí equivocarme de habitación. Iba a volver a mi habitación al amanecer, pero debo haberme quedado dormida aquí. Lo siento."

Afortunadamente, parecía lo suficientemente sincera como para que Raphael dudara. Y mientras él intentaba decidirse, ella se zafó de sus brazos e intentó escapar.

"No lo volveré a hacer, lo siento. Te dejaré... ¡yaah!"

Raphael le cogió la cintura por detrás y le mordió el lóbulo de la oreja que se asomaba por su cabello. Pensó que ella ocultaba algo, pero no había forma de probarlo de ninguna manera. No recordaba nada de la noche anterior.

Con resentimiento, le mordió las orejas varias veces y luego le lamió su suave nuca. Su sabor era indescriptiblemente dulce. Lo que había empezado como un castigo acabó despertando su p0ll@, lo que no era difícil que sucediera por la mañana.

¿Debería hacerlo? se preguntó, mirando a Annette, que estaba suavemente inmovilizada en sus brazos. La visión de la venda blanca en su pequeña cabeza le incomodó. A Raphael le gustaba el s3x0 duro, pero si se ponía encima de ella ahora, la herida podría abrirse y sangrar de nuevo.

Era una mujer tan frágil.

"Vete. Si vuelves a entrar en mi habitación, esto no acabará aquí", la amenazó, apartándola con frialdad. Por la forma en que le dio la espalda, parecía que estaba furioso. Annette se apresuró a salir de la habitación. No parecía haberse convencido de su mentira, era una suerte que pudiera escapar.

Annette se frotó su oreja y su cuello, húmedos por la saliva de él. Siempre le había gustado lamerla y morderla. No había cambiado del pasado al presente. Su esposo siempre había sido un hombre tan bestial.