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martes, 23 de agosto de 2022

Cómo Domar A Mi Marido Bestial - Capítulo 9

Capítulo 9. Pequeños Cambios


Mirando el lugar donde había estado Raphael hacía unos momentos, la agotada Annette se volvió a tumbar en la cama. No se había quedado ni un segundo. Realmente ella debía de caerle mal. Aunque estaba acostumbrada a su actitud fría, le entristecía que se fuera inmediatamente después de un acto tan ínt!mo.

Pero pensando en el pasado, Raphael siempre la había odiado.

¿Cuánto debía odiarla para no compartir ni una sola vez la misma cama en cinco años de matrimonio? Cada vez que habían tenido s3xo, siempre se había marchado bruscamente después. El hecho de que la hubiera complacido una vez no significaba que un hombre así se volviera cariñoso de repente.

Annette decidió que no dejaría que eso la perturbara. Había pasado por la muerte y, de alguna manera, había vuelto a la vida; ¿Qué importaba que su esposo fuera frío con ella? Si no tenía expectativas, no se sentiría decepcionada. Todo sería mucho más fácil si se despojara de todas esas preocupaciones.

En su vida anterior, su mayor problema ni siquiera había sido Raphael, sino el simple estrés. Annette siempre había sido bastante delicada. El estrés constante la había desgastado, por lo que al final había muerto muy joven, a los veinte años.

Annette no quería volver a morir así.

Desde luego, algunas cosas fueron mejores que antes.

Su primera vez con Raphael había sido muy diferente. Aunque la había devorado como una bestia, no había experimentado nada parecido al dolor de su vida anterior. El futuro podía cambiarse. Ya estaba cambiando poco a poco.

Sí, puedo hacerlo.

Annette abrazó su manta contra sí misma con determinación. En esta vida, demostraría su inocencia y trataría de arreglar su relación con Raphael. Pero si realmente la odiaba tanto, entonces consideraría divorciarse de él. Annette no era la niña indefensa que había sido en su última vida. Era una mujer que había recibido un milagro. Había experimentado vuelto a la vida.

En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió con un chirrido y Annette se sobresaltó, cogiendo una manta para cubrirse. Era el hombre del que estaba pensando en divorciarse.

"¿Raphael?"

Se quedó un poco sorprendida al verlo. No esperaba que regresara. Por alguna razón, parecía enfadado. Por un momento, se preguntó si él había leído sus pensamientos.

Por supuesto, no lo había hecho. Había vuelto a su habitación por una razón totalmente diferente. Se acercó a Annette y dejó algo en la mesa de noche. Cuando Annette miró con curiosidad, encontró un cuenco plano, lleno de agua caliente. Un paño suave había sido colocado sobre el borde del cuenco.

Oh, Dios mío.

Los ojos de Annette se abrieron de par en par. ¿Raphael había traído esto para ella? Al encontrarse con sus ojos desconcertados, su expresión sólo se volvió más sombría. Cuando extendió su mano hacia ella, al principio pensó que pretendía volver a hacerlo con ella.  Pero esa gran mano se detuvo justo delante de su nariz, sosteniendo un vaso de agua.

"¿Esto? ¿Qué es esto, Raphael?"

La mirada feroz de él la hizo tomar el vaso por reflejo.

"Dijiste que estabas herido", dijo en tono de acusación.

Los ojos de Annette se dirigieron al fondo del vaso. Había un fino polvo blanco en el fondo.

¿Le había traído una medicina para el dolor? En ese caso, ella estaba agradecida, aunque la mirada de él hacía pensar que le estaba ofreciendo veneno. Su consideración fue tan inesperada que se quedó sin palabras por un momento.

Raphael frunció el ceño, mirándola con nerviosismo. Tampoco estaba seguro del por qué lo hacía, pero su voz adolorida le hizo sentir culpa. ¿Por qué esta hermosa mujer parecía tan débil? Le había traído una medicina, pero ella se limitaba a estar sentada, sosteniendo el vaso mientras lo miraba fijamente. Parecía que Annette Bavaria no aceptaba ni siquiera un trago de agua de él.

¿Por qué hice algo tan inútil?

Le hirió el orgullo. Quiso quitarle el vaso de las manos, pero Annette se le adelantó. Salió de la cama, dejó el vaso en la mesa de noche y lo rodeó con sus brazos.

"Muchas gracias, Raphael", dijo ella, levantando la cabeza para sonreírle suavemente. Sus finas pestañas doradas se agitaron. Bajo ellas, unos ojos como pétalos rosados brillaron de gratitud. Fue una sonrisa tan encantadora como observar florecer una flor.

Raphael se dio cuenta de que seguía deseando a la mujer de Baviera.

Tanto el tacto de sus delicadas manos como aquella deslumbrante, sonrisa le resultaban totalmente extraños. Rápidamente, se movió hacia atrás para escapar de aquel incómodo abrazo. Había hecho todo lo posible por ella, por lo que pretendía marcharse para que ella pudiera descansar antes de volver a hacerle daño de algún modo. Sin mirar atrás, se marchó.

Observando su espalda, Annette habló.

"¡Buenas noches, Raphael!"

Por supuesto, él no respondió. No importaba. Después de tomar la medicina que él había traído, Annette buscó el cuenco. Mientras se lavaba cuidadosamente entre las piernas, sintió que el dolor disminuía. El paño tenía una suave textura, el agua estaba caliente y el corazón de Annette se reconfortó.

No sabía que Raphael pudiera hacer esto.

Annette sonrió para sí misma.

Bueno, si lo pensaba, no siempre le fue mal con Raphael. En su última vida, se había esforzado bastante para proporcionarle los cuidados médicos que necesitaba hasta el día de su muerte. Cuando quedó postrada en la cama, había dejado de discutir con ella por completo y la había atendido personalmente. Quizá fuera por sus experiencias en la guerra. Raphael no soportaba que los demás sufrieran dolores físicos.

Después de lavarse, Annette se recostó en la cama. La medicina empezó a hacer efecto, así que el dolor disminuyó lentamente. Tumbada sola en una cama tan grande, sentía un poco de frío y soledad, pero estaba bien. Incluso en el oscuro futuro, podía vislumbrar una pequeña llama de esperanza.

Desgraciadamente, esas esperanzas se desvanecieron a la mañana siguiente.

Se despertó antes de lo habitual al escuchar un ruido en el exterior. Parecía una discusión; pudo escuchar la voz alta de Raphael.

Frotándose los ojos somnolientos, Annette miró por la ventana, pero no pudo ver a nadie. A juzgar por la dirección del ruido, debían estar en el vestíbulo.

Levantándose de la cama, Annette decidió averiguar qué estaba sucediendo. Ahora era la esposa del Marqués Carnesis, debía saber lo que ocurría en su hogar. Al dar los primeros pasos, sintió un ligero dolor entre las piernas, pero no fue grave. Rápidamente, se vistió nerviosa.

Habiendo sido rigurosamente educada para ser Princesa Heredera, Annette era una persona muy paciente. Mientras salía de la habitación, trató de recordar cualquier cosa que pudiera haber ocurrido en ese momento en su vida anterior, pero no había nada importante. En su última vida, Annette había estado postrada en la cama en este momento.

Al principio de su luna de miel, Raphael la odiaba. Su malentendido hizo que su primera noche fuera insoportable, y Annette había sido tan orgullosa, que incluso pudo decir algo tan simple como que la tratara con más delicadeza. Si hubiera dicho eso, no habría sufrido tanto después.

El precio de su propia terquedad fueron tres días enferma. Cuando volvió a abrir los ojos, lo primero que vio fue la cara sombría de Raphael, mirándola con frialdad. Había actuado como si ella fuera su enemiga. No mostraba ningún remordimiento por su mujer, que había estado enferma por su culpa.

'Estaba tan triste entonces...'

Annette frunció el ceño ante los desagradables recuerdos. Ella le devolvió el odio a Raphael. Nunca había entendido por qué la odiaba, por qué se negaba a creerle cuando ella intentaba corregir los malentendidos entre ellos. En ese entonces Raphael, era tan frío como su padre, e incluso más cruel.

Esta vez había sido completamente diferente. Aunque Raphael seguía comportándose de forma abominable, al menos había tenido en cuenta su comodidad. En esta vida, Annette había dormido y despertado como de costumbre, para escuchar este alboroto.

Espero que no sea nada importante...

El corazón de Annette latía más rápido, lleno de una ansiedad que aún no comprendía. Sus pasos se aceleraron. En cuanto dobló la esquina del pasillo que daba al vestíbulo, escuchó las palabras de Raphael en la distancia.

"¿Quieres decir que los regalos que envié no fueron lo suficientemente buenos para el viejo Bavaria?"

Lo escuchó burlarse, aunque su voz fue moderada, ella podía sentir la furia en ella. No tenía que verlo para saber que estaba en su peor estado de ánimo. Rara vez lo había visto tan enfadado.

"Le pido perdón, Marqués. Los regalos que ha enviado son maravillosos, pero mi maestro es una persona de gustos muy exigentes, que sólo utiliza los artículos más finos. Le pido su generosa comprensión por las diferentes opiniones que puedan existir entre dos familias."

Era una voz que Annette conocía muy bien. Se trataba de Gerard, el mayordomo de su familia. Tenía voz de noble, con un ligero acento extranjero. Gerard siempre le había parecido amable, así como un mayordomo excepcionalmente bueno.

Pero esta vez, frunció el ceño al verlo. Las palabras exactas que Gerard había utilizado se repitieron en su mente.

Hoy suena un poco extraño. ¿Por qué le habla así a Raphael? Es muy grosero.

Annette no podía entender por qué Gerard, el mayordomo de su familia, le hablaba con desprecio a Raphael.