Capítulo 12. Pequeña Mujer
Había sido una mañana muy ruidosa.
Sin detenerse a descansar mientras completaba su entrenamiento con la espada, Raphael regresó a la mansión, empapado de sudor. La noche anterior se había emborrachado hasta quedarse dormido, así que estaba en pésimas condiciones. Ni sus brazos ni sus piernas se movían con soltura, pero aun así, no era buena idea perderse un día de práctica.
Aparte de las interrupciones en su vida privada, Raphael nunca faltó a un solo día de entrenamiento. Hasta que llegó a convertirse en el Marqués Carnesis, no había sido nada. Un bastardo. Lo único que le había protegido era su habilidad con la espada.
Los ojos de Raphael estaban oscuros mientras se quitaba la camisa y se secaba el sudor del cuerpo.
¿Por qué demonios no funcionó hoy?
Aunque todos decían que casi había alcanzado el rango de Maestro de Espadas, el hecho era que aún no lo había logrado. Se sentía sofocado, como si estuviera bloqueado por un muro invisible. Si alguien pudiera aconsejarle, le habría pagado mil monedas de oro.
¿Sería mejor que dejara de beber? No, eso es imposible.
"¡Maldita sea!"
Su frustración causó que estallara su ira, tiró la toalla a un lado y se dirigió a la ventana. Siempre que estaba de mal humor, le gustaba mirar desde las ventanas de su mansión. Contemplar la magnífica mansión con sus vastos jardines, que había adquirido por su cuenta, le hacía sentirse mucho mejor.
Pero hoy, ni siquiera ese hermoso paisaje podía calmarlo. Unos ojos de halcón divisaron a la pequeña mujer sentada en el jardín. Annette Bavaria. Ella era otro trofeo que había ganado.
Ciertamente su apellido ahora era Carnesis. Pero Raphael aún no la había aceptado como su familia. Ella no era más que una extensión del repugnante Duque Baviera. Raphael creía que lo que sentía por ella solo era curiosidad.
Raphael entrecerró los ojos. Annette parecía tan pequeña como su dedo desde esta distancia. Estaba sentada en un banco mientras leía atentamente un libro.
¿Era un truco para llamar su atención?
Los ojos azules de Raphael la miraron con frialdad. Desde la ventana de su habitación, se podía observar muy bien el banco en el que estaba sentada. Definitivamente era una táctica deliberada de la mujer Baviera.
Era una figura llamativa con un vestido verde claro que no cubría los hombros, con todo su cabello rubio trenzado por la espalda. Si un hombre mordiera esos hombros blancos, quedarían las marcas de sus dientes. A sus ojos, parecía una exquisita muñeca de porcelana. Un producto de alta gama que un bastardo como él nunca tendría.
Raphael aún no había asimilado el hecho de que ella era ahora su esposa. Pero la propia Annette parecía creer que ya pertenecía a la familia Carnesis. Las comisuras de la boca de Raphael se levantaron al recordar su disputa con el mayordomo de Baviera.
—Mi esposo merece respeto, ¡discúlpate!
"Eres una mujer astuta", murmuró con sarcasmo. Intentó restarle importancia a sus acciones en su corazón, pero no pudo controlar la pequeña sonrisa en sus labios. Aquel mayordomo insolente se había quedado tan cabizbajo al ver que Annette se ponía del lado de Raphael.
Ese pensamiento le hizo sentirse mejor.
Raphael tampoco esperaba que ella se pusiera de su lado. Tal vez fuera sólo una táctica de la astuta mujer Baviera, pero le produjo una extraña satisfacción. Mirando a Annette por la ventana, sus ojos se suavizaron.
No era un día muy soleado y soplaba el viento. Por reflejo, Annette levantó la mano para apartarse el cabello de la cara. Con el cabello apartado, siguió leyendo el libro.
[La regresión es un hecho extremadamente raro, pero muchos regresores han adquirido extrañas habilidades que antes no poseían. Un excelente ejemplo es el de la hija pródiga Natalie, que adquirió la capacidad de liberar feromonas especiales que atraían a los hombres después de su regresión. Otras regresoras tenían habilidades raras que iban desde la magia espiritual hasta la capacidad de crear espontáneamente pequeños terrones de azúcar.]
Annette resopló un poco ante la idea de poder producir azúcar a capricho.
Pero su mente se arremolinaba al pensar en cuál podría ser su propia habilidad. Esperaba que no fuera algo como invocar patatas fritas por la nariz. A Annette no le gustaban mucho los alimentos fritos.
Sea lo que sea, por favor, que sea algo útil.
Por desgracia, el libro no decía cómo o cuándo los regresores descubrían sus nuevas habilidades. Había muy pocos casos conocidos de regresión. Annette no pudo ocultar su decepción y pasó la página hacia atrás, preguntándose si se había perdido algo.
En ese momento, una repentina ráfaga le arrancó el libro de las manos y la falda de su vestido se levantó. Apresuradamente, Annette se bajó la falda y se inclinó para buscar su libro.
Oh, ¿Qué voy a hacer?
Ella se apresuró a buscarlo. Era un día húmedo, así que temía dañar el libro. Lo había agarrado de la biblioteca Carnesis, si lo dañaba de alguna manera, no sabía cómo podría encarar a Raphael.
~Whoosh
El viento travieso sacudió su cabello trenzado, soltándolo de sus delgados pasadores. Toda su melena rubia cubrió parcialmente sus ojos, así que mientras perseguía su libro, no se dio cuenta de la columna que estaba delante.
"¡Ay!"
La luz parpadeó ante sus ojos. Un dolor agudo en la sien izquierda. Annette agarró el libro con una mano y tocó el lugar lastimado con la otra. Un chichón le produjo un dolor ardiente, luego un líquido caliente se deslizó entre sus dedos.
"Sangre", dijo, sorprendida. "¿Sangre?"
Como dama bien educada, casi nunca se había hecho daño. Más aún porque era cautelosa por naturaleza. Confundida se tocó el lugar por donde fluía la sangre. Estaba tan agobiada que no sabía qué hacer, pero entonces recordó haber leído en alguna parte que para detener la hemorragia había que presionar la herida. Intentando mantener la calma, Annette presionó con sus dedos sobre la herida.
La teoría y la realidad no eran iguales.
"¡¡¡Ay!!!"
Aplicar la presión era tan doloroso que las lágrimas se le salieron de los ojos. Annette renunció a la idea de detener la hemorragia y bajó la mano, pero ésta se escurrió por su cara, manchando su vestido.
Tal vez ella necesitaba ayuda.
Tambaleándose, se dirigió hacia las puertas delanteras de la mansión, pero un sólido muro había aparecido de repente ante ella. Estaba tan sorprendida que ni siquiera pudo gritar. Su cuerpo se puso rígido.
"¿Estás herida?"
No era un muro, sino Raphael. Era tan alto y ancho que Annette se confundió. La miraba con desaprobación mientras examinaba su frente.
Afortunadamente, el corte no era grande. Pero había muchos vasos sanguíneos en esa zona, lo que hacía que la hemorragia pareciera grave. Para Raphael, que había pasado la mayor parte de su vida en el campo de batalla, no era más que una herida leve, pero el rostro pálido de Annette, más la mancha carmesí en su cabello rubio, hacían que pareciera mucho peor. Sintió una perturbación, como si lo hubieran empujado por un precipicio. La visión de su dolor hizo que su corazón se desplomara.
Tratando de deshacerse de esta desagradable sensación, la reprendió bruscamente.
"¿Eres estúpida? ¿Tus ojos están de adorno?"
Annette bajó la mirada. No tenía escusa para defenderse de este error. Pero sus duras palabras, causaorn que las lágrimas se agolparon en sus ojos. Trató de inhalar para no llorar, pero se le escapó un sollozo.
La mano de Raphael en su frente se endureció. Annette lo miró, preguntándose por qué lo hacía.