Capítulo 354. Vino (2)
Ella decidió fingir que se bebía el vino.
En el momento en que se la llevó lentamente a la boca, la copa salió volando de su mano. En cuanto la copa impactó en el suelo de mármol emitiendo un fuerte crujido, Lesha se subió de un salto a la mesa.
Sucedió tan rápido que fue imposible seguirlo con la vista. La pequeña mano de Lesha sostenía un cuchillo, apuntándolo hacia el cuello de Herodes.
"Deja a mamá en paz."
Lesha entrecerró los ojos.
"Te arrepentirás."
***
Las damas de compañía de Judia, la vistieron de la mejor manera. Su sencilla vestimenta le quedaba bien ajustada, resaltando la figura de su cuerpo. También se esforzaron mucho en su peinado. Las damas de compañía que vistieron con esmero a Judia, quedaron maravilladas ante el resultado.
"Dios mío..."
"Magnífico. Incluso el corazón de una piedra se aceleraría."
Judia se puso una túnica sobre el vestido y salió satisfecha del palacio real.
El Rey Kurkan tenía previsto quedarse fuera del palacio esta noche en lugar de asistir al banquete. Judia pidió a sus subordinados que averiguaran la ubicación del Rey. Cuando Judia se enteró de que iba a pasar la noche en una posada, pensó que se trataba de una señal para que pudieran encontrarse a escondidas.
Durante todo el viaje en carruaje hasta la posada, estaba tan emocionada que no podía evitar sonreír. Parecía que estaba interesado en ella. Seguramente había actuado con indiferencia porque muchos los estaban observando en el salón de banquetes.
Judia se bajó del carruaje cuando llegó a la posada. Le indicó al cochero que esperara hasta mañana temprano. Luego entró rápidamente en la posada.
Pero en cuanto abrió la puerta, Judia sintió que algo andaba mal.
Una sensación punzante le recorrió la piel. Fue como si cientos de agujas se fueran pincharan su piel al mismo tiempo. El dolor agudo fue causado por las miradas.
Había docenas de Kurkan en la posada. Estaban sentados libremente en mesas, sillas, alféizares de ventanas, escaleras y la barandilla hacia el segundo piso.
Daba la impresión de que no era casualidad porque todos actuaron de la misma manera. Los Kurkan detuvieron sus movimientos. Miraron a Judia sin ni siquiera parpadear.
Era como si una cuchilla invisible le apuntara al cuello. Si exhalaba de forma incorrecta, todo su cuerpo se rompería en pedazos. Tal vez si fuera un poco cobarde, se habría desmayado de inmediato.
Se sentía como si se hubiera convertido en una presa con un cebo en la boca. Judia tenía la cara pálida. Su mirada se dirigió rápidamente hacia una dirección.
El hombre que Judia buscaba estaba sentado en la mesa del fondo. Aunque no había tratado de encontrarlo, su atención fue atraída por su presencia.
El Rey de Kurkan. Judia habló pensando en su nombre.
"¡Oh, Rey!"
Ishakan, que observaba en silencio a Judia, agitó suavemente su mano. Ella se quedó sin aliento. Pero pronto lo recuperó, así que se sintió más confiada. De todos modos, estaba claro que este hombre la estaba esperando.
"Tengo algo que decirte, por lo que vine a verte aunque sea descortés."
Judia juntó las manos. Miró a Ishakan con los ojos húmedos.
"Se trata del acuerdo de paz. Pero no quiero que otros escuchen... así que me gustaría solicitar una reunión privada contigo."
Ishakan aceptó su petición porque habló de forma amable.
"Todos retírense."
Los Kurkan desaparecieron apenas escucharon sus palabras. Judia sintió escalofríos en su columna vertebral al ver cómo desaparecieron fundiéndose con las sombras. No podía creerlo aunque no estaba viendo con sus ojos.
"Entonces, ¿Qué quieres decir, Reina?"
Judia recuperó los sentidos al escuchar su agradable voz. Por fin estaban solos los dos. El deseo de tenerlo se apoderó de ella. Su corazón se aceleró al mismo tiempo que sentía un cosquilleo en su bajo vientre.
Estaba segura que después de esta noche tendría al Rey de Kurkan en sus manos. También porque había traído 'eso'.
Judia actuó con valentía. Después de quitarse la túnica, se sentó frente a Ishakan. Había actuado de forma imprudente, pero Ishakan no le reprochó.
Ella miró la mesa sonriendo suavemente. Había un plato profundo en la mesa, que estaba lleno de una fruta marrón de aspecto arrugado.
Había escuchado que los Kurkan comen frecuentemente dátiles. Probablemente el olor dulce provenía de los dátiles. Parecía adecuado acompañar su dulzura con la bebida que había traído. Judia colocó la botella de vino que había traído sobre la mesa, sintiéndose satisfecha porque creía que el hecho de que hubieran dátiles era una buena señal.
"¿Puedo ofrecerle una copa primero?"