Reciente

domingo, 5 de septiembre de 2021

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 360

Capítulo 360.




Una vez que la delegación enviada al Imperio Occidental regresó, se hizo público el caso del Gran Duque Lilteang.

Todo el mundo comenzó a hablar de esto.

Hubo quienes tenían sospechas como Sovieshu, pero también concluyeron que sería mejor mantener la boca cerrada.

Hubo otros que se indignaron, incluso diciendo, "El Imperio Occidental encarceló arbitrariamente al Gran Duque Lilteang".

Pero a medida que se acercaba el día de la prueba de paternidad, el caso del Gran Duque Lilteang fue naturalmente dejado de lado.

Eventualmente, llegó el día de la prueba de paternidad.

Ese día, se supo tardíamente que los Vizcondes Isqua habían abandonado el Imperio Occidental en medio del revuelo causado por el caso del Gran Duque Lilteang.

— Encontramos pistas sobre nuestra otra hija. La prueba de paternidad puede esperar, pero las pistas acabarán siendo inútiles si nos demoramos, así que debemos irnos inmediatamente. Sin duda nos someteremos a la prueba en otra ocasión.

Esa fue la justificación dejada por los Vizcondes Isqua.

A muchos les pareció sospechoso la sutileza de la desaparición, pero la pareja ya se había marchado.

Además, la cuestión más importante ahora era saber si la Princesa era hija del Emperador. Si la Emperatriz Rashta era hija de un noble caído o de un plebeyo no era un asunto urgente.

***

Poco antes de subir al carruaje para ir al templo, Rashta pudo ver a la princesa después de mucho tiempo.

La princesa estaba en brazos de la Vizcondesa Verdi, que se había convertido en su niñera.

'Los bebés crecen muy rápido.'

Rashta notó inmediatamente que la princesa en brazos de la Vizcondesa Verdi había crecido mucho en comparación con la última vez que la vio.

"Vizcondesa Verdi."

Cuando Rashta la llamó, la Vizcondesa Verdi no levantó la vista y respondió con cautela, "sí".

La Vizcondesa Verdi todavía tenía miedo de Rashta, a pesar de que se encontraba en una posición difícil.

Rashta la miró agudamente y preguntó con frialdad,

"¿Tú también crees que la Princesa no es hija del Emperador?"

Aunque no entendía por qué Rashta le hacía esa pregunta, la Vizcondesa Verdi le contestó sin dudar,

"Yo sí creo que la Princesa es hija del Emperador."

De hecho, como niñera de la princesa, ésta era la respuesta que naturalmente debía dar la Vizcondesa Verdi.

Por eso, la Vizcondesa Verdi pensó que esa no era la pregunta que realmente quería hacer Rashta.

Sin embargo, Rashta se limitó a mirar a la Vizcondesa Verdi con ojos misteriosos sin hacer la verdadera pregunta.

Ni siquiera mencionó que quería tener a la princesa en sus brazos, simplemente se subió al carruaje.

La Vizcondesa Verdi frunció el ceño por la incomodidad, y se subió al otro carruaje que había sido preparado.

En realidad, lo que Rashta quería preguntar a la Vizcondesa Verdi era por qué la salvó cuando la criada se le abalanzó con una silla para matarla.

El cambio de actitud de Sovieshu dejó una profunda cicatriz en Rashta. Sin embargo, la traición de la Vizcondesa Verdi dejó una tenue e imperceptible cicatriz.

La propia Rashta ni siquiera sabía que estaba conmocionada por su traición.

Pero cada vez que recordaba que la Vizcondesa Verdi la había salvado, se enfadaba mucho, pero al mismo tiempo sentía curiosidad.

'¿Por qué me salvó si me traicionaría de todos modos?'

Cuando el carruaje se puso en marcha, el traqueteo del mismo hizo que su cuerpo se estremeciera.

Rashta cerró los ojos y puso su mano sobre su vientre como de costumbre.

Cuando el carruaje finalmente llegó frente al templo, Rashta se bajó y levantó los hombros con orgullo.

Estaba segura del resultado de la prueba. Sabía que Sovieshu y los nobles utilizarían su pasado como pretexto para atacarla después, pero ella nunca lo admitiría.

Ya había resuelto lo problemático, así que si no lo admitía, ese sería el final.

Si luchara podría ser depuesta, pero no podría ser castigada severamente sin ninguna prueba de su pasado.

Mientras no fuera castigada severamente, sería capaz de resistir de alguna manera.

Creía que si resistía unos años, la princesa podría salvarla cuando creciera. O tal vez el Duque Elgy podría venir a rescatarla, así como el Emperador Heinley había rescatado a Navier.

En ese momento.

'¿Duque Elgy?'

Rashta frunció el ceño y miró hacia un pilar del templo.

'¿Será porque acabo de pensar en él?'

Rashta creyó ver a un hombre parecido al Duque Elgy pasar por detrás de un pilar.

'¿Cómo podría estar aquí el Duque Elgy?'

"¿Emperatriz?"

Cuando Rashta se detuvo y se quedó mirando algo, un caballero la llamó desconcertado.

"Espera un momento."

Rashta caminó hacia donde creyó ver al Duque Elgy.

Pero allí no estaba el Duque. Sólo un sacerdote que estaba limpiando.

"¿No ha pasado nadie por aquí?"

Cuando Rashta preguntó, el sacerdote respondió en voz baja.

"He estado limpiando aquí solo."

"... gracias."

Rashta estaba segura de haber visto a un hombre pasar por aquí, aunque no fuera el Duque Elgy. Le pareció extraño, pero se dio la vuelta y pensó.

'Quizá el hombre al que vi no era el Duque Elgy, sino este sacerdote. ¿No es similar cómo revolotea su traje? Además, los sacerdotes no mienten.'

"Su Majestad, debe apresurarse. El Emperador la está esperando."

Dijo el caballero con frialdad, probablemente pensando que Rashta estaba perdiendo el tiempo a propósito.

Rashta asintió, y se dirigió al lugar donde se realizaría la prueba de paternidad.

Sovieshu y la Vizcondesa Verdi, que habían venido en otro carruaje, ya estaban allí.

En cuanto sus ojos se encontraron con los de Sovieshu, Rashta no pudo soportarlo y dirigió su mirada a la princesa en brazos de la Vizcondesa. Cuando lo miró, recordó la pintura de Navier en su dormitorio.

La princesa le sonrió dulcemente a Rashta cuando sus ojos se encontraron. Cuando Rashta sonrió y la saludó con la mano, la princesa se rió.

La bebé parecía reconocer quién era su madre.

Los ojos de Rashta se llenaron de lágrimas al sentir su corazón destrozado, pero se mordió los labios para contener las lágrimas.

Pronto todos los que dudaban de la princesa tendrían que cerrar la boca y enterrar la cabeza en el suelo.

Antes había sido una llorona, pero ahora no quería darles el gusto a los nobles que ansiaban verla sufrir.

"Párense aquí."

En el lugar de la prueba había una estructura similar a un atril con dos platos colocados encima. El sacerdote indicó al Emperador y a la Emperatriz pararse a cada lado de la estructura, de modo que se situaran uno frente al otro.

Sovieshu tomó a la bebé de las manos de la Vizcondesa Verdi, la sostuvo en sus brazos y se situó donde el sacerdote le indicó. Rashta también se acercó vacilante y se paró frente a él.

Irónicamente, la disposición de ambos era similar a cuando sellaron sus votos matrimoniales.

El sacerdote le explicó.

"Sólo deja caer un poco de tu sangre en este plato. Yo sostendré a la princesa."

Un plato ya estaba lleno de un líquido claro, y el otro estaba vacío.

Sovieshu entregó la princesa al sacerdote, se pinchó la punta del pulgar con su daga y dejó caer la sangre sobre el plato vacío.

Rashta no se atrevía a pinchar su dedo, así que le extendió la mano a Sovieshu.

En esa mano, Rashta aún tenía heridas de cuando se la golpeó contra el suelo.

Sovieshu dudo por un momento, pero rápidamente agarró la muñeca de Rashta, le pinchó ligeramente el pulgar para que sangrara e hizo que la sangre cayera sobre la suya.

Mientras la sangre de los dos se mezclaba, el sacerdote vertió un poco del líquido claro del otro plato en el plato de la sangre.

A continuación, acercando el plato hacia él, el sacerdote pinchó suavemente el pulgar de la bebé con una herramienta especial colocada en la estructura.

La princesa rompió a llorar al sentir un dolor punzante.

Mientras la sangre carmesí se acumulaba en el dedo de la princesa, Sovieshu frunció el ceño con el corazón roto.

El llanto de la bebé resonó terriblemente en el silencioso templo.

Sin recuperar el aliento, todos observaron cómo el sacerdote dejaba caer la sangre dentro de la herramienta especial en el plato.

Cuando la sangre de los tres se mezcló con el líquido especial, burbujeó.

Si la Princesa era hija de ambos, la sangre mezclada se aclararía hasta desaparecer. En caso contrario, la sangre seguiría siendo viscosa.

Después de un tiempo, el sacerdote finalmente declaró con el rostro pálido,

"¡La Princesa no es hija de Su Majestad el Emperador!"