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martes, 31 de agosto de 2021

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 358

Capítulo 358. Prueba De Paternidad (1)





Sovieshu creía que todo estaba resuelto, y que sólo faltaba esperar por la prueba de paternidad. El templo fijó la fecha para la prueba, por lo que los nobles en el Imperio Oriental realmente ansiaban la llegada de ese día.

Independientemente del resultado de la prueba, habría mucho alboroto en el Imperio Oriental en el futuro.

El resultado de la prueba sólo determinará el futuro de la princesa, no borrará el pasado de la Emperatriz Rashta.

Un plebeyo que afirmaba ser el verdadero padre de la Emperatriz, se jactó repetidamente de conseguir mucho dinero antes de desaparecer, pero los nobles no le dieron mucha importancia.

Después de todo, se trataba de un hombre que apareció un día de la nada. No resultó extraño que volviera a desaparecer en busca de más dinero, y no hubo dificultad en determinar quiénes eran los verdaderos padres de la Emperatriz, ya que los Vizcondes Isqua se quedaron aquí mientras que ese hombre desapareció.

Pero en medio del silencio, se produjeron otros dos revuelos inesperados. Uno en el Palacio del Este y otro en el Palacio del Oeste.

Fue Alan quien causó el revuelo en el Palacio del Oeste.

Alan le enviaba cartas a Rashta diciendo que Ahn había desaparecido, pero Rashta lo ignoró todo el tiempo, así que fue a verla personalmente y armó un escándalo.

"¿Cómo te atreves a armar un escándalo en el Palacio Imperial? Encarcélenlo ahora mismo."

Rashta llegó al límite de su enojo, y los guardias enviados por Sovieshu encarcelaron a Alan como ella ordenó.

Más tarde, Rashta quiso sacar a Alan para deshacerse de él, pero los guardias no permitieron que saliera.

Esto debido a la orden de Sovieshu de retener a Alan en preparación para la prueba de paternidad.

"Iba a capturarlo de todos modos. Afortunadamente vino por su propia cuenta."

Sovieshu habló con frialdad y prohibió cualquier visita a Alan. Sin embargo, pronto hubo también un revuelo en el Palacio del Este. Fue silencioso en el exterior, pero sacudió el corazón de Sovieshu.

El Conde Pirnu, que asistió a la fiesta de cumpleaños de Heinley, regresó antes que el resto de la delegación para informar.

"Su Majestad. El Emperador Heinley estaba usando su preciada 'Lágrima de Hada' como collar."

"Qué demonios estás diciendo. ¿Estás seguro de lo que viste?"

"Sí, lo comprobé varias veces. Definitivamente era la lágrima de hada."

"Ese bastardo..."

"Navier debe habérsela dado. No tendría sentido de otra manera."


Sovieshu realmente quería aplastar a Heinley. No le agradaba en lo más mínimo.

Pensó que Navier podría devolver el regalo, pero nunca que daría a su actual esposo el regalo enviado por su ex-esposo.

"Navier..."

Sovieshu estaba tan sorprendido que susurró inútilmente el nombre de su ex-esposa. No podía creer que la honorable Navier hiciera algo así.

Pero las noticias desagradables no terminaron ahí.

"Um... Y Su Majestad."

El Conde Pirnu informó con voz cuidadosa al ver a Sovieshu sonreír con la mirada perdida.

"El Gran Duque Lilteang causó otro problema."

"¿Un problema? ¿Qué tontería ha hecho esta vez?"

"No. Esta vez es más grave."

El rostro del Conde Pirnu se oscureció.

"Empujó al nieto del Viejo Duque Zemensia al estanque."

Sovieshu frunció el ceño.

"¿Qué?"

El Conde Pirnu contó los detalles de lo ocurrido con la mayor objetividad posible, sin mezclarlo con su opinión.

La expresión de Sovieshu se volvió rígida al escuchar el relato. Apoyó los codos en los reposabrazos del sillón y se frotó la barbilla.

El relato del Conde Pirnu le pareció un poco extraño. Sabía que el Gran Duque Lilteang hacía tonterías cuando se enfadaba. Incluso en el Reino Occidental, fue avergonzado por cometer tal error varias veces.

Aunque hubo ocasiones en las que golpeó con el hombro a personas que no le agradaban o las empujó al suelo, nunca empujó a un niño a un estanque durante una fiesta...

"¿Cómo está el niño?"

"Lo rescataron enseguida sin un rasguño. Ni siquiera tuvo un resfriado por lo que pude averiguar antes de volver."

Las sospechas de Sovieshu se acrecentaron.

La insensatez del Gran Duque Lilteang fue peor que de costumbre. El niño contra el que descargó su rencor no resultó herido en ninguna parte. Además, ¿fue el Emperador Heinley quien presenció la escena...?

"El Emperador Heinley encerró al Gran Duque Lilteang en una torre. Dijo que lo mantendría encerrado en su país durante cinco años. La delegación traerá la carta correspondiente del Emperador Heinley."

Si fuera el habitual Sovieshu habría traído de vuelta al Gran Duque Lilteang por el orgullo del Imperio Oriental, sin importar lo que hubiera hecho.

Pero después de mucho pensarlo, Sovieshu esta vez decidió aceptar la sentencia del Emperador Heinley.

Tenía muchas dudas, pero le convenía hacerlo.

Si la princesa no fuera su hija, sería mucho mejor que el Gran Duque Lilteang no estuviera en el Imperio Oriental.

"¿Qué piensa hacer, Su Majestad?"

"Es una deshonra para el Imperio Oriental que haya cometido semejante barbaridad en otro país. No es mala idea aprovechar esta oportunidad para acabar con esa personalidad explosiva. Dejemos las cosas como están."

"Sí."

El Conde Pirnu también estuvo de acuerdo porque no le agradaba el Gran Duque Lilteang.

Pero después de tomar esa decisión, Sovieshu reflexionó sobre algo con una expresión seria. Luego escribió una carta y se la entregó al Conde Pirnu.

"Envíasela al Emperador Heinley."

***

La carta del Emperador Sovieshu fue entregada rápidamente a través de un pájaro mensajero.

Heinley frunció el ceño al recibir la carta, pero reconoció con amargura una vez que la leyó.

"También lo sé."

Desconcertado, McKenna preguntó.

"¿Qué dice?"

"Que siempre deseo lo que es suyo. Su esposa, sus joyas, todo."

Aunque no 'todo', el Emperador Sovieshu tenía muchas de las cosas que Heinley quería.

Un ejército de magos, un sistema que atraía a nuevos magos a través de la academia mágica, muchas personas talentosas, un vasto océano, puertos y ventajas geográficas.

"¿Hmm? ¿No tenemos más joyas?"

McKenna volvió a preguntar desconcertado, sin saber lo que había pasado con la 'Lágrima de Hada'. El Imperio Occidental tenía más joyas que ningún otro país. El Emperador Sovieshu no estaba en posición de hablar de joyas.

"El Emperador Sovieshu envió una joya a mi esposa de regalo, así que la usé como collar para exhibirla ante todos. Supongo que envió esta carta porque alguien le informó."

McKenna abrió la boca sorprendido al escuchar esto, pero la expresión de Heinley parecía tan desolada que no hizo ninguna broma. En cambio, lo animó.

"El bebé que nacerá entre ambos será muy inteligente y valiente. El Imperio Occidental podría tener un puerto propio en la próxima generación. Sí. Ya tiene dos buques antes de nacer, así que estoy seguro de que así será."

Heinley se rió ante las palabras de McKenna.

"Es cierto. Nunca recibí un buque de regalo."

"Ya ves."

"Debería leerle historias de guerra como parte de la educación prenatal."

"No, eso no es educación prenatal."

"Así es como nace un bebé valiente."

"He oído que Su Majestad la Emperatriz le lee todos los días libros de cuentos de hadas llenos de sueños y esperanzas. ¿Vas a leerle historias de guerra?"

"Puedo hacerlo mientras Reina esté dormida."

'Entonces tendrá otro problema de pareja y me consultará a mí, que soy soltero.'

McKenna chasqueó la lengua después de prever lo que pasaría y cambió repentinamente de tema.

"No es momento para esto. La Princesa Charlotte de Whitemond le está esperando."

Después de que Navier le contara a Heinley acerca de la conversación que tuvo con el embajador especial de Whitemond, y de expresar su opinión sobre que no sería bueno iniciar una guerra al haberse convertido recientemente en un imperio. Heinley mantuvo una larga discusión con McKenna y su círculo cercano.

Posteriormente, llamó al embajador especial de Whitemond junto con el resto de la delegación a su oficina y discutieron el asunto entre los dos países durante varias horas.

Al final, Heinley propuso un acercamiento sobre la base de que ambos países firmaran un acuerdo de no invasión.

Y ahora, la Princesa Charlotte había venido desde Whitemond con la respuesta a esa propuesta.