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miércoles, 5 de mayo de 2021

La Emperatriz Se Volvió A Casar - Capítulo 306

Capítulo 306. La Decisión de la Vizcondesa Verdi (2)



Cuando la Vizcondesa Verdi intentó darle la princesa, Rashta dudó, pero no la sostuvo. 

Sin embargo, apenas la princesa comenzó a llorar, incómoda por la posición en la que estaba, Rashta no pudo evitar extender sus manos rápidamente y sostener a la bebé en sus brazos.

"Lo siento, bebé. Mamá lo siente, bebé."

Rashta dio unas ligeras palmaditas en la espalda a la bebé y la meció.

La bebé era pequeña y cálida. Mientras su pequeño cuerpo se agitaba en sus brazos, Rashta sintió una emoción subir por su pecho.

Había dado a luz dos veces, pero ésta era la primera vez que tenía un bebé en sus brazos de esta manera.

Tal vez por eso se sentía tan extraña, pero era agradable.

"Se está meneando."

Cuando Rashta murmuró, la bebé parpadeaba con los ojos llenos de lágrimas mientras miraba a Rashta.

En ese instante, Rashta se dio cuenta. Jamás podría culpar a esta niña.

Ya amaba a su hija.

En cuanto fue consciente de este hecho, el vacío y la debilidad que sentía antes desaparecieron. Estaba decidida a proteger a la bebé.

'Sí. Tengo que ser fuerte.'

No era momento de quedarse de brazos cruzados. Si la echaban de la posición de emperatriz, este niña sería criada por otra mujer.

Esta vez, una inteligente y astuta joven dama de buena familia se convertiría en la Emperatriz.

No importa que la nueva emperatriz fuera tan buena como un ángel, sus hijos seguirían siendo comparados, la familia de la madre de esa emperatriz e incluso las personas a su alrededor rechazarían a la primera princesa.

Aunque la miraran con desprecio, tenía que mantener su posición de emperatriz. Sólo así podría proteger a su hija.

En este punto, el llanto de la princesa se detuvo.

Tal vez porque estaba en los brazos de su madre o porque estaba en una posición más cómoda.

Sin embargo, cuando la princesa dejó de llorar y se tranquilizó, la intensa vitalidad, que podía sentirse en todo su cuerpo, disminuyó drásticamente. Parecía inerte.

Rashta miró horrorizada a la bebé con la cabeza inclinada. Sintiendo de repente la misma sensación del pasado cuando sostuvo en sus brazos al bebé muerto.

Ante el espeluznante horror que la invadió de pies a cabeza como un rayo, Rashta soltó un grito ahogado y tiró a la bebé.

"¡Fuera! ¡Fuera de mi vista!"

Tras tirar a la bebé, Rashta temblaba mientras se agarraba la cabeza con ambas manos. Sentía un olor repugnante a cadáver en los brazos, así que se los pasó apresuradamente por las rodillas y las sábanas para quitárselo.

"¡Princesa!"

La bebé, que había sido tirada al suelo, lloraba desconsoladamente, sólo entonces Rashta se calmó un poco y preguntó con la mirada perdida.

"¿Está, está viva?"

Por un momento, la Vizcondesa Verdi recordó a Delise, a quien Rashta había cortado la lengua y encarcelado después de ver algo que 'no debía ver', y a la sirvienta cuyo padre estuvo a punto de ser ejecutado por hablar de más.

Y la imagen de Rashta tirando a la bebé.

La Vizcondesa Verdi tragó fuertemente.

"¿Está viva?"

Rashta volvió a preguntar, su voz sonaba áspera.

La Vizcondesa Verdi sabía lo que se avecinaba. Por alguna razón, Rashta estaba aturdida ahora, pero una vez que entrara en razón intentaría matarla por haber presenciado una escena que 'no debía haber visto'.

Dio un paso atrás, agarrando a la bebé con fuerza.

"¿Vizcondesa? ¿No le estoy preguntando a usted? ¿Está viva?"

Rashta volvió a preguntar sin comprender.

La Vizcondesa Verdi apenas consiguió abrir la boca y pronunciar unas palabras.

"La bebé... parece conmocionada. Por favor, espere un momento. Iré a examinarla."

Habló en voz baja para no irritar a Rashta, dio otro paso atrás y se apresuró a salir del dormitorio.

Luego salió también del salón y corrió por el pasillo.

Temiendo que los caballeros y sirvientas bajo el mando de Rashta fueran a por ella en cualquier momento, la Vizcondesa corrió desesperadamente hacia el Palacio del Este con la bebé en brazos.

Cuando Rashta se liberó finalmente de la conmoción causada por el bebé muerto, se dio cuenta de que la Vizcondesa Verdi se había ido a alguna parte con la bebé en sus brazos. También se dio cuenta de que la Vizcondesa Verdi la había visto tirar a la bebé al suelo.

"¡No puede ser!"

Rashta salió a toda prisa al pasillo y preguntó a uno de los caballeros apostados en la puerta.

"¿Y la Vizcondesa?"

"¿A dónde ha ido la Vizcondesa con mi bebé?"

El caballero respondió con una mirada de desconcierto.

"Salió corriendo en esa dirección con la bebé en brazos."

Rashta palideció y ordenó,

"¡Atrapen a esa perra! ¡Ahora mismo! ¡Esa perra ha secuestrado a mi hija!"

Los caballeros se sorprendieron por un momento y se miraron el uno al otro.

Consideraron descabellado que la única dama de compañía de la emperatriz secuestrara a la Princesa en el Palacio Imperial.

Sin embargo, por sus ojos rojos y su rostro pálido, parecía que no se trataba de una broma.

Los caballeros corrieron apresuradamente por el pasillo.

Sin embargo, la Vizcondesa Verdi ya había llegado al Palacio del Este.

Al verla correr sin aliento, los Caballeros de la Guardia Imperial se acercaron en su ayuda.

"¿Qué ocurre?"

"Su, Su Majestad, necesito ver a Su Majestad."

Suplicó desesperadamente la Vizcondesa Verdi.

Tenía una expresión de terror, por lo que los Caballeros de la Guardia Imperial informaron inmediatamente a Sovieshu.

Al escuchar que la Vizcondesa Verdi venía con la princesa en sus brazos, Sovieshu la dejó pasar al salón.

En cuanto la Vizcondesa Verdi vio a Sovieshu, cayó de rodillas y clamó entre lágrimas,

"¡Su Majestad, la Emperatriz tiró a la princesa al suelo! ¡Por favor, proteja a la princesa!"

***

"¡Embarazada, está embarazada!"

Tardó en abrir la boca, pero luego habló rápido.

El médico del palacio, que no pudo evitar hablar rápido, repitió las mismas palabras varias veces.

Entonces, asombrado por sus propias palabras, se levantó de un salto y me miró fijamente, con sus ojos completamente abiertos.

"¡Emperatriz! ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!"

Miré al médico del palacio con extrañeza.

No pude pensar en nada. En nada. Era como si mi cabeza estuviera realmente vacía, nada pasaba por mi mente.

Mirándolo desconcertada, el médico del palacio tosió y sonrió torpemente,

"Pueden estar tranquilos. Efectivamente Su Majestad la Emperatriz está embarazada."

Dirigí mi mirada a Heinley. 

Heinley cerró una mano en un puño y se cubrió la boca con la otra.

Podía ver cómo su puño temblaba ligeramente.

Heinley, que había permanecido como si estuviera ausente, volvió a mirarme de repente con sus ojos llenos de lágrimas.

Cuando apartó la mano que cubría su boca, vi que se mordía los labios con fuerza.

"Reina."

Heinley me llamó con voz temblorosa, estiró los brazos y me abrazó con fuerza.

"¿Está seguro? ¿No hay una alta probabilidad de que sea un diagnóstico erróneo?"

Sin embargo, en cuanto le pregunté al médico del palacio con firmeza, los brazos de Heinley se debilitaron.

El médico, que nos miraba con una expresión de confusión, respondió rápidamente a mi pregunta,

"Por supuesto, es común hacer un diagnóstico erróneo en este momento. Pero Su Majestad, nunca me he equivocado en esto."

Sin embargo, cuando estaba en el Imperio Oriental fui testigo de varios diagnósticos erróneos 'en esto'.

"¿Cuándo podremos saberlo con seguridad?"

"Podremos saberlo con seguridad después de dos semanas."

"Bien, volveré a chequearme."

Le pedí al médico del palacio que no le contara a nadie sobre esto, y el médico en su euforia, dijo que lo entendía a regañadientes.

"Pero por si acaso, debe reducir su carga de trabajo y tomarse más tiempo para descansar, Su Majestad."

Después de que el médico del palacio se marchara, también se lo pide a Heinley,

"Heinley, no le cuentes a nadie sobre esto. Hay personas que se burlarían de nosotros por revelar que estoy embarazada sin antes confirmarlo."

Fue extraño. Aunque hablé tranquilamente como de costumbre, la voz que salió parecía temblorosa.

¿Por qué?

Fue lo mismo incluso después de toser un par de veces antes de volver a hablar. Mientras me mordía los labios confundida, de repente sentí un extraño cosquilleo por todo mi cuerpo.

Más tarde pude comprender lo que realmente estaba sintiendo. Tenía miedo y ansiedad.


¿Y si el médico decía que fue un diagnóstico erróneo? Cuando ese pensamiento me vino a la mente, un temblor recorrió todo mi cuerpo.

Me froté las manos con nerviosismo, luego envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo, pero el temblor no desapareció.

Entonces, Heinley me envolvió entre sus brazos.